Seminario
Lección 9: Moisés 3 (Génesis 2; Abraham 5)


Lección 9

Moisés 3 (Génesis 2; Abraham 5)

Introducción

En Moisés 3, el Señor reveló que al finalizar los seis períodos de la Creación, descansó de Sus labores. También reveló que creó todas las cosas espiritualmente antes de crearlas físicamente sobre la Tierra. Por último, el Señor enseñó sobre el vínculo de Adán y Eva como marido y mujer.

Sugerencias para la enseñanza

Moisés 3:1–3

El Señor descansa el séptimo día

A fin de preparar a los alumnos para el estudio de Moisés 3:1–3, formule las preguntas siguientes:

  • ¿Qué día de la semana disfrutan más?

  • ¿Qué hace que ese día sea diferente de los demás?

Explique que Moisés 3 es la continuación del relato de la Creación. Invite a un alumno a leer Moisés 3:1–3 en voz alta, y pida a la clase que siga la lectura en silencio y determine lo que el Señor hizo de manera diferente el séptimo día.

  • ¿Qué hizo el Señor el séptimo día que se diferenció de lo que hizo los otros seis días? (Descansó de Sus obras, y bendijo y santificó el séptimo día.)

  • ¿Qué significa la palabra santificar? (Convertir algo en santo o sagrado.)

Explique que al descansar de Sus obras y santificar el día de reposo, el Señor estableció el modelo de la observancia del día de reposo.

  • ¿Qué principios aprendemos en esos versículos en cuanto a guardar el día de reposo? (Es probable que los alumnos reconozcan un principio semejante al siguiente: Podemos santificar el día de reposo al descansar de nuestras labores y centrarnos en aquello que es sagrado. Si lo desea, escriba el principio en la pizarra.

Para ayudar a los alumnos a entender ese principio y percibir su veracidad e importancia, podría formular preguntas parecidas a las siguientes:

  • ¿De qué maneras podemos centrarnos en lo que es sagrado en el día de reposo? (Los alumnos podrían mencionar actividades tales como asistir a las reuniones de la Iglesia, tomar la Santa Cena, disfrutar momentos de tranquilidad con la familia, estudiar el Evangelio, servir a los demás, escribir en el diario personal o realizar la obra de historia familiar.)

  • ¿Cómo consideran que han sido bendecidos al descansar de sus labores y centrarse en lo sagrado en el día de reposo?

Si lo desea, invite a los alumnos a meditar en maneras en que puedan santificar el día de reposo más plenamente y luego ínstelos a actuar de conformidad con al menos una de las maneras que se les haya ocurrido.

Moisés 3:4–17

El Señor revela que creó todas las cosas espiritualmente antes de crearlas físicamente sobre la Tierra

Lea o coloque a la vista los siguientes enunciados: Pida a los alumnos que determinen si esos enunciados son verdaderos o falsos.

  1. Antes de nacer en la Tierra, vivimos en el cielo como hijos de Dios procreados en espíritu.

  2. Las plantas y los animales se crearon espiritualmente en los cielos antes de que se crearan físicamente sobre la Tierra.

  3. Algunas de las formas de vida que hay en la Tierra no son creaciones de Dios.

Invite a algunos alumnos a leer Moisés 3:4–7 en voz alta, y pida a la clase que busquen palabras o frases que indiquen si los enunciados anteriores son verdaderos o falsos, e invítelos a dar un informe de lo que hayan determinado.

Para ayudar a los alumnos a entender la afirmación del versículo 5 que indica que el Señor creó todas las cosas espiritualmente antes de que existiesen de manera física sobre la Tierra, pida a uno de ellos que lea la siguiente declaración del élder Bruce R. McConkie, del Quórum de los Doce Apóstoles:

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Elder Bruce R. McConkie

“Esta tierra, todos los hombres [y mujeres], animales, peces, aves, plantas, todas las cosas, todas, han existido primero como espíritus. Su hogar fue el cielo, y se creó la tierra para ser el sitio donde pudieran asumir la condición mortal” (véase “Cristo y la Creación”, Liahona, septiembre de 1983, pág. 31).

  • ¿Cómo resumirían lo que han aprendido de Moisés 3:4–7 en forma de enunciado doctrinal? (Aunque los alumnos empleen otras palabras, deben hallar un principio doctrinal parecido al siguiente: Dios creó los espíritus de todos los seres vivientes antes de crearlos físicamente sobre la Tierra. Si lo desea, sugiera a los alumnos que anoten esa doctrina en sus Escrituras, en el cuaderno de apuntes o en el diario de estudio de las Escrituras.)

Para ayudarlos a comprender dicha doctrina, repasen los tres enunciados que están al principio de esta idea didáctica. Pregunte a los alumnos si los enunciados son verdaderos o falsos (el N° 1 es verdadero, el N° 2 es verdadero, mientras que el N° 3 es falso).

Para resumir Moisés 3:8–17, explique que después de que el Señor creó a Adán físicamente, lo colocó en el Jardín de Edén. Además, plantó dos árboles que eran importantes: el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Nota: En la próxima lección, los alumnos estudiarán Moisés 3:16–17 y aprenderán más sobre esos dos árboles.

Moisés 3:18–25

El Señor enseña que Adán y Eva eran esposo y esposa

Pregunte a los alumnos si han tenido la oportunidad de explicar sus creencias sobre el matrimonio y la familia a alguien que no sea miembro de la Iglesia. Si lo desea, invite a algunos alumnos a compartir sus experiencias.

Indique que Moisés 3 contiene información adicional sobre la creación de Adán y Eva que puede ayudar a los alumnos a comprender y explicar las enseñanzas del Señor sobre el matrimonio y la familia.

Invite a un alumno a leer Moisés 3:18 en voz alta. Antes de que empiece a leer, explique que en Moisés 3:18–21 el Señor hace referencia al tiempo que transcurrió entre la creación física de Adán y la creación física de Eva. Pida a la clase que busque lo que dijo el Señor sobre Adán durante ese período.

  • ¿Qué dijo el Señor sobre Adán antes de que se hubiese colocado a Eva sobre la Tierra?

  • ¿Por qué creen que “no era bueno que el hombre estuviese solo”? ¿Qué hubiera sucedido con el plan de felicidad del Padre Celestial si Adán hubiese permanecido solo?

Pida a un alumno que lea Moisés 3:20–23 en voz alta, e invite a la clase a determinar lo que hizo el Padre Celestial a fin de que Su plan de felicidad pudiera avanzar. Pida a los alumnos que indiquen lo que hayan encontrado.

Si lo desea, explique que el presidente Spencer W. Kimball enseñó que “el relato de la costilla es, claro está, algo figurado” (“The Blessings and Responsibilities of Womanhood”, Ensign, marzo de 1976, pág. 71. La costilla simboliza la relación de compañerismo “lado a lado” y de equidad entre Adán y Eva, y en toda pareja casada.

  • ¿Qué aprendemos del modo en que el Señor describió la creación física de Eva?

Después que los alumnos contesten la pregunta anterior, si lo desea, lea la siguiente declaración del élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles:

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Elder Russell M. Nelson

“La costilla, proviniendo como proviene del costado, parece denotar compañerismo a un mismo nivel. La costilla [significa]… una relación lateral como compañeros, que permite trabajar y vivir, hombro a hombro” (véase “Lecciones que aprendemos de Eva”, Liahona, enero de 1988, pág. 86).

Invite a los alumnos a buscar Génesis 2:24–25. Explique que esos versículos corresponden a Moisés 3:24–25 (Se ha decidido que Génesis 2:24 y no Moisés 3:24 sea el pasaje de dominio de las Escrituras a fin de que los alumnos estén preparados como misioneros a ayudar a los demás a encontrar dicho pasaje en la Biblia).

Invite a un alumno a leer Génesis 2:24–25 en voz alta, y pida a la clase que siga la lectura en silencio en busca de la doctrina que aprendemos de la historia de Adán y Eva.

  • ¿Qué doctrina aprendemos en Génesis 2:24? (Si lo desea, sugiera a los alumnos que copien la siguiente doctrina en sus Escrituras, junto al versículo 24: El matrimonio entre el hombre y la mujer es ordenado por Dios.)

  • Basándose en lo que entienden sobre el plan de felicidad del Padre Celestial, ¿por qué creen que Dios ha ordenado que el matrimonio se efectúe entre un hombre y una mujer?

Si lo desea, pida a un alumno que lea la siguiente declaración del élder David A. Bednar, del Quórum de los Doce Apóstoles. Indique a los de la clase que presten atención a los conceptos que los ayuden a entender la razón por la que Dios ha ordenado que el matrimonio se efectúe entre un hombre y una mujer.

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Élder David A. Bednar

“Hay dos razones doctrinales convincentes que nos ayudan a entender por qué el matrimonio eterno es esencial para el plan del Padre.

“Razón 1: La naturaleza del espíritu del hombre y la naturaleza del espíritu de la mujer se complementan y se perfeccionan mutuamente y, por tanto, se ha dispuesto que progresen juntos hacia la exaltación…

“Por razones divinas, el espíritu de los hombres y el de las mujeres son diferentes, singulares y complementarios…

“A fin de llevar a cabo el Plan de Felicidad se necesitaba la combinación singular de facultades espirituales, físicas, mentales y emocionales tanto de hombres como de mujeres. Solos, ni el hombre ni la mujer podrían cumplir con los propósitos de su creación…

“A causa de sus temperamentos y facultades singulares, los hombres y las mujeres llevan a la relación matrimonial perspectivas y experiencias únicas. El hombre y la mujer contribuyen de forma diferente pero por igual a una totalidad y unidad que no se pueden lograr de ninguna otra manera. El hombre complementa y perfecciona a la mujer, y la mujer complementa y perfecciona al hombre, al aprender el uno del otro y al fortalecerse y bendecirse mutuamente. ‘En el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón’ (1 Corintios 11:11; cursiva agregada).

“Razón 2: Por designio divino, se necesitan tanto el hombre como la mujer para traer hijos a la Tierra y para proporcionar el mejor entorno para la crianza y el cuidado de los hijos…

“El hogar en el que haya un esposo y una esposa leales y llenos de amor es el entorno supremo en el que se puede criar a los hijos en amor y rectitud, y en el que se pueden satisfacer las necesidades espirituales y físicas de los hijos. Del mismo modo que las características singulares tanto del hombre como de la mujer contribuyen a la plenitud de la relación matrimonial, esas mismas características son vitales para la crianza, el cuidado y la enseñanza de los hijos” (véase “El matrimonio es esencial para Su plan eterno”, Liahona, junio de 2006, págs. 51–52; véase también “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, Liahona, noviembre de 2010, pág. 129).

¿Qué conceptos de la declaración del élder Bednar les ayudan a entender la razón por la que Dios ha ordenado que el matrimonio se efectúe entre un hombre y una mujer?

Pida a los alumnos que repasen Moisés 3:18, 20 y vean la frase con la que el Señor se refirió a Eva. Pida a los alumnos que indiquen lo que encuentren.

Si lo desea, explique que la frase ayuda idónea se refiere a una compañera en una relación de igualdad y con todos los privilegios.

  • De acuerdo con los versículos 18 y 20, ¿qué tipo de relación debe existir entre el esposo y la esposa? (Aunque los alumnos empleen otras palabras, deben reconocer un principio doctrinal parecido al siguiente: El esposo y la esposa deben ser compañeros en una relación de igualdad. Escriba esa doctrina en la pizarra.)

  • ¿De qué modo el esposo y la esposa pueden ser compañeros en una relación de igualdad?

Si lo desea, invite a los alumnos a mencionar ejemplos de parejas casadas que ellos conozcan que manifiesten una relación de igualdad en el matrimonio.

Pida a los alumnos que piensen en las oportunidades que podrían tener de explicar a los demás sus creencias tocante al matrimonio y la familia. Invite a uno o dos alumnos a compartir con la clase lo que dirían. Para concluir, testifique de las verdades que han analizado hoy.

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Dominio de las Escrituras: Génesis 2:24

Para ayudar a los alumnos a memorizar Génesis 2:24, pídales que copien el versículo en un trozo de papel. Invítelos a llevar el papel consigo todo el día, y que lo reciten como práctica. Aliéntelos a repetírselo de memoria a algún pariente o amigo, y a explicarle por qué es importante.

Comentarios e información de contexto

Moisés 3:2–3. El Señor descansó de Su obra en el séptimo día

El presidente Spencer W. Kimball aclaró el significado de la palabra reposo tal como se emplea en las Escrituras:

“A veces hemos pensado en el reposo como el estar en un lugar donde nos acomodamos en un diván [un sillón reclinable], o nos ponemos las zapatillas deportivas, o vamos afuera y nos acostamos en el césped, algo donde podamos descansar. Ésa no es la clase de reposo al que se refiere el Señor. El que es más activo, el que trabaja con mayor empeño, el que se afana el mayor número de horas y vive más cerca de su Padre Celestial es quien reposa: reposa de sus tareas pero no se le aparta de su obra” (véase “El privilegio de poseer el sacerdocio”, Liahona, febrero de 1976, pág. 67).

Moisés 3:5. “Yo, Dios el Señor, creé espiritualmente todas las cosas”

El presidente Joseph Fielding Smith explicó:

“No hay relato alguno sobre la creación del hombre ni en cuanto a otras formas de vida con relación a su creación como espíritus. Simplemente hay una sencilla declaración de que fueron creados en esa forma antes de ocurrir la creación física. Las declaraciones de Moisés 3:5 y Génesis 2:5 son interpolaciones incluidas en el relato de la creación física con el fin de explicar que primeramente todas las cosas fueron creadas como una existencia espiritual en los cielos, antes de ser puestas en esta tierra” (Doctrina de Salvación, comp. por Bruce R. McConkie, 3 tomos, 1978, tomo I, págs. 71–72).

Moisés 3:7. “El primer hombre”

En 1909, la Primera Presidencia declaró:

“Algunos sostienen que Adán no fue el primer hombre que hubo en la tierra y que el ser humano original fue resultado de una evolución de órdenes inferiores de la creación animal. No obstante, esas son teorías de los hombres. La palabra del Señor declara que Adán fue el ‘primer hombre de todos los hombres’ (Moisés 1:34) y que, por lo tanto, debemos considerarlo el primer padre de nuestra raza. Al hermano de Jared se le mostró que todos los hombres fueron creados en el principio a la imagen de Dios; y ya sea que consideremos que esto significa el espíritu o el cuerpo, o ambos, nos lleva a la misma conclusión: El hombre comenzó su vida como ser humano siendo a semejanza de nuestro Padre Celestial.

“Es cierto que el cuerpo del hombre entra en su existencia como un diminuto germen o embrión, que se convierte en un infante, y que en cierta etapa ha sido vivificado por el espíritu cuyo tabernáculo es; y que el niño, después de nacer, se desarrolla hasta ser un adulto. En todo esto no hay nada que indique que el hombre original, el primero de nuestra raza, haya comenzado la vida siendo nada menos que un hombre, o menos que el germen o embrión humano que se convierte en hombre” (en Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith, 1999, 2000, pág. 360).

El presidente Spencer W. Kimball testificó que todos los seres humanos descienden de Adán y Eva:

“Adán y Eva fueron los progenitores de la raza; fueron los primeros padres y todos los mortales somos los vástagos de esta pareja” (“El plan del Señor para el hombre y la mujer”, Liahona, abril de 1976, pág. 3).

Moisés 3:18, 20. “Una ayuda idónea para él”

La palabra hebrea traducida como ayuda significa socorro o apoyo, y la palabra traducida como idónea significa apropiada. Por consiguiente, el esposo y la esposa deben ayudarse, socorrerse y apoyarse el uno al otro como compañeros en una relación equitativa.

El élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles, testificó que los hombres y las mujeres son iguales ante el Señor:

“Los hombres y las mujeres son iguales a los ojos de Dios y a los ojos de la Iglesia, pero igual no significa que sean lo mismo. Las responsabilidades y los dones divinos de los hombres y las mujeres difieren en su naturaleza, pero no en su importancia ni influencia. La doctrina de nuestra Iglesia ubica a la mujer en una posición igual, y a la vez diferente, a la del hombre. Dios no considera a un sexo mejor o más importante que el otro” (“Let Us Think Straight” [devocional pronunciado en el campus en la Semana de la Educación, 20 de agosto de 2013], pág. 6; speeches.byu.edu).

Moisés 3:24. El hombre debe “[allegarse] a su mujer”

La palabra allegarse significa que una persona conozca carnalmente a otra. A Adán y a Eva se les mandó que fueran “una sola carne”, lo que significa que debían estar unidos mental, social, sexual y espiritualmente. Tal unidad era un mandato que no podrían cumplir plenamente hasta después de la Caída.

El élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó:

“La intimidad está reservada para la pareja matrimonial, ya que es el símbolo supremo de la unión absoluta, una totalidad y una unión ordenadas y definidas por Dios. Desde el Jardín de Edén en adelante se tuvo el propósito de que el matrimonio significara la completa unión de un hombre y una mujer: sus corazones, esperanzas, vidas, amor, familia, futuro, todo. Adán dijo que Eva era hueso de sus huesos y carne de su carne, y que serían ‘una sola carne’ durante su vida juntos [véase Génesis 2:23–24]. Esa unión es tan completa que nosotros utilizamos la palabra sellar para expresar su promesa eterna. El profeta José Smith dijo una vez que quizás podríamos interpretar ese vínculo sagrado como el eslabón ‘conexivo’ [véase D. y C. 128:18] del uno con el otro.

“Sin embargo, esa unión total, ese compromiso inquebrantable entre un hombre y una mujer, sólo se obtiene por medio de la proximidad y la permanencia que proporciona el convenio matrimonial, con promesas solemnes y la consagración de todo lo que poseen: el corazón y la mente mismos, todos sus días y todos sus sueños” (“La pureza personal”, Liahona, enero de 1999, pág. 91).

En Leales a la fe se indica que “si eres casado, tú y tu cónyuge deben hablar sobre la sagrada responsabilidad de traer hijos al mundo y de nutrirlos en rectitud…

“Al conversar acerca de este asunto sagrado, recuerda que las relaciones sexuales dentro del matrimonio son divinamente aprobadas. Aunque uno de los propósitos de esas relaciones es proporcionar cuerpos físicos para los hijos de Dios, otro objeto es expresar amor mutuo y unir al esposo y la esposa con lealtad, fidelidad, consideración y un propósito común” (Leales a la fe: Una referencia del Evangelio, 2004, págs. 48–49).