Consagración

Consagrar algo significa dedicarlo a un propósito sagrado. Los miembros de la Iglesia de todas las épocas han consagrado talentos, tiempo y recursos para establecer y edificar el reino de Dios sobre la tierra.

Para obtener información sobre cómo el pueblo del Señor ha vivido la ley de consagración en el pasado, véase “Consagración y mayordomía”.

En la actualidad, a los Santos de los Últimos Días que reciben la investidura del templo se les pide que hagan el convenio de consagrar a Dios sus talentos, su tiempo y sus recursos. Lo hacen de diversas maneras, por ejemplo, al participar en la obra de salvación y exaltación, lo cual comprende ministrar a otras personas, compartir el Evangelio, pagar el diezmo, servir fielmente en llamamientos y cuidar de los necesitados. En todo lo que hacen, brindan su máximo esfuerzo al Señor.

Quienes consagran sinceramente sus talentos, su tiempo y sus recursos al Señor, en definitiva, consagran su propia persona a Él. El élder Neal A. Maxwell enseñó: “Tendemos a pensar en la consagración únicamente como el ceder nuestras posesiones materiales cuando se nos solicite en forma divina; pero la verdadera consagración consiste en entregarse uno mismo a Dios”. El presidente Russell M. Nelson ha enseñado que eso lo hacemos al dejar que Dios sea “la influencia más poderosa en nuestras vidas”.