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Cómo responder preguntas sobre el Evangelio


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jóvenes analizando las Escrituras

Estudio doctrinal

Cómo responder preguntas sobre el Evangelio

Reseña

El Señor nos insta a todos a “busca[r] conocimiento, tanto por el estudio como por la fe”1. Esta instrucción se aplica especialmente cuando tenemos preguntas o inquietudes sobre enseñanzas o prácticas de la Iglesia. José Smith aprendió, al comienzo de su vida, que hacer preguntas con fe conduce a la revelación y a un conocimiento mayor de la verdad2. El Señor enseñó con sencillez: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”3.

De vez en cuando, los líderes de la Iglesia aportan información que da respuesta a alguna de nuestras preguntas, pero no siempre resulta práctico ni posible que los líderes respondan cada pregunta que tengamos. Cuando entendemos cómo buscar conocimiento tanto por el estudio como por la fe, llegamos a ser más autosuficientes, más capaces de procurar respuestas inspiradas por Dios a nuestras propias preguntas y mantenernos fieles mientras resolvemos nuestras inquietudes. El presidente Boyd K. Packer enseñó: “La autosuficiencia espiritual es el poder sustentador de la Iglesia… Si nos apresuramos [a] responder todas sus preguntas y brindar muchas maneras de resolver todos sus problemas, podríamos terminar debilitándolos en vez de fortaleciéndolos”4.

Buscar conocimiento tanto por el estudio como por la fe

Si bien el estudio del Evangelio no requiere una formación académica formal, sí implica razonamiento y esfuerzo mental. El Señor espera de nosotros que “bus[quemos] diligentemente”5. En nuestra búsqueda de la verdad, leemos, analizamos información, sopesamos su fiabilidad y dedicamos tiempo a meditar deliberadamente. Examinamos los supuestos de los demás, así como los nuestros, y procuramos situar las palabras y los hechos en su debido contexto. Somos perceptivos y cuidadosos, recordando siempre que nuestro conocimiento es incompleto, pero que va en aumento.

Debido a que nuestra perspectiva y conocimiento son limitados, descubrimos las verdades espirituales solo si la fe forma parte de nuestros esfuerzos. La fe requiere un esfuerzo mental y espiritual, y está arraigada en la esperanza positiva, no en la duda negativa. Expresamos nuestra fe mediante nuestras palabras y al actuar según la verdad que recibimos. Al hacerlo, nuestra fe crece, y adquirimos mayor conocimiento por medio del Espíritu y por nuestras experiencias. La esperanza que genera nuestra fe sirve como un ancla para el alma, haciéndonos seguros y firmes al seguir aprendiendo6.

Además de confiar en la oración y la guía del Espíritu Santo para fortalecer nuestra fe, los principios siguientes pueden ayudarnos a volvernos más autosuficientes a la hora de tratar de aprender tanto por el estudio como por la fe.

No se sienta avergonzado ni indigno por tener preguntas e inquietudes

Casi todo el mundo tiene preguntas o inquietudes en algún momento. “Al vivir nuestro día a día” —dijo el presidente Thomas S. Monson—, “es casi inevitable que nuestra fe se ponga en tela de juicio”7. El presidente Dieter F. Uchtdorf también enseñó: “Algunos quizá se sientan avergonzados o indignos porque tienen preguntas en cuanto al Evangelio, pero no deberían sentirse así. El hacer preguntas no es señal de debilidad; es un precursor del crecimiento”8.

Recuerde, no obstante, que el término pregunta no es sinónimo de duda. La fe y la duda no son las dos caras de una moneda. El Señor y Sus profetas no fomentan la duda, sino todo lo contrario. En las Escrituras no se habla favorablemente sobre la duda. El presidente Thomas S. Monson enseñó: “La duda jamás inspira la fe”9. Por eso el Señor se muestra tan firme en cuanto a que no dudemos10, pues sabe que la duda puede afectar a nuestra fe en Él. El Salvador enseñó: “y a quien crea en mi nombre, sin dudar nada, yo le confirmaré todas mis palabras”11. Dirigiéndose a quienes no creían en Cristo, Moroni les amonestó, diciendo: “… No dudéis, mas sed creyentes”12.

Si bien no debemos sentirnos avergonzados ni indignos por tener preguntas o inquietudes, sí debemos tratar de resolverlas, recordando que las preguntas recibirán respuesta en el tiempo del Señor y que tal vez debamos tener paciencia. La duda no conduce a la fe, pero tratar de aprender por el estudio y por la fe aumenta tanto nuestro conocimiento como nuestra fe.

Manténgase fiel a lo que el Espíritu ya le ha hecho saber que es verdad

Cuando tengamos preguntas o inquietudes en cuanto a un aspecto de las enseñanzas o las prácticas de la Iglesia, podemos buscar respuestas sin dejar de lado el testimonio que ya hemos logrado. Pablo aconsejó sabiamente a Timoteo que persistiera en lo que había “aprendido y [s]e [había] persuadi[do]”13. El presidente Dallin H. Oaks enseñó: “Cuando no estamos seguros de un principio del Evangelio o de un acontecimiento futuro, lo mejor suele ser actuar de acuerdo con lo que sabemos y confiar en que un amoroso Padre Celestial nos dará mayor conocimiento cuando realmente lo necesitemos”14.

La fe basada en la duda no existe. Por la fe, el apóstol Pedro caminó sobre el agua hasta que el temor y la duda le hicieron vacilar y empezó a hundirse15. A los líderes y miembros de los primeros días de la Restauración se les enseñó: “No hay fe, ni puede haberla, allí donde hay duda e incertidumbre”16.

El élder Jeffrey R. Holland también recomendó lo siguiente: “En momentos de temor o duda, o en tiempos de dificultad, mantengan la fe que ya han cultivado, a pesar de que esa fe sea limitada… Cuando lleguen esos momentos y surjan los problemas, y la resolución de esos problemas no sea inmediata, aférrense al conocimiento que ya tienen y manténganse firmes hasta que reciban más conocimiento… La cantidad de fe que tengan o el grado de conocimiento que posean no es lo que importa; lo es la integridad que demuestren hacia la fe que ya tienen y hacia la verdad que ya conocen”17.

Dirigiéndose a quienes se sienten atribulados por acontecimientos de la historia de la Iglesia o a causa de encuentros negativos con otros miembros, el élder David A. Bednar aconsejó: “Tengo la esperanza, especialmente en cuanto a las personas atribuladas por tales circunstancias, de que se hagan esta pregunta: ‘¿Estoy dispuesto a dejar de lado, o a perder, la totalidad de la verdad restaurada por causa de un evento histórico del que tal vez no conozcamos toda la información relevante o por haber tenido experiencias incómodas con otros miembros de la Iglesia?’. A fin de juzgar con prudencia, consideren la totalidad del evangelio de Jesucristo, todas las verdades reveladas en la dispensación del cumplimiento de los tiempos”18. El élder Neil L. Andersen declaró de manera sucinta: “No descartamos algo que sabemos que es verdadero por algo que todavía no entendemos”19.

Examine las preguntas con la perspectiva eterna del Plan de Salvación

El Señor declaró a través del profeta Isaías: “Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”20. El apóstol Pablo también enseñó que nuestra “fe no [debe estar] fundada en la sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios”21.

Asimismo, el élder Dallin H. Oaks enseñó: “El evangelio de Jesucristo contesta preguntas como: ¿De dónde vinimos, por qué estamos aquí y hacia dónde vamos? Los profetas lo han llamado el Plan de Salvación y ‘el gran plan de felicidad’ (Alma 42:8). Podemos entender por inspiración ese mapa de la eternidad y emplearlo para que nos guíe en nuestra jornada por este mundo”22.

El presidente Boyd K. Packer explicó: “La mayoría de las preguntas difíciles a las que hacemos frente en la Iglesia ahora mismo, y podríamos enumerarlas (el aborto y todo lo demás, todos los desafíos acerca de quién posee el sacerdocio y quién no), no pueden contestarse sin cierto conocimiento contextual del plan”23. Cuando tengamos preguntas o inquietudes, debemos procurar resolverlas en el contexto del Plan de Salvación, pues eso nos ayudará a ver las cosas con una perspectiva eterna.

Podemos preguntarnos: ¿Cómo encaja este asunto o esta enseñanza en el Plan de Salvación? ¿Cómo influirá en mi felicidad terrenal y en mi salvación eterna? ¿Qué enseñan las Escrituras o los profetas vivientes al respecto?

Procure resolver sus inquietudes por medio de la oración sincera

Los profetas nos enseñan que acudamos a Dios en oración con sinceridad, no con una actitud cínica ni escéptica. Nefi le recordó a sus hermanos, que estaban atribulados con preguntas y dudas, lo que había dicho el Señor: “… Si no endurecéis vuestros corazones, y me pedís con fe, creyendo que recibiréis, guardando diligentemente mis mandamientos, de seguro os serán manifestadas estas cosas”24. Si bien estudiar es una buena manera de resolver las inquietudes, no resultará eficaz a menos que la persona que busca la verdad se esfuerce por guardar los mandamiento de Dios y le presente sus preguntas por medio de la oración.

El apóstol Santiago explicó cómo se reciben respuestas a las preguntas al aconsejar a quienes procuran la verdad que reconozcan que puede haber una prueba de fe, que deben ser pacientes y que pidan a Dios. Procuramos respuestas de una fuente divina “con fe, no dudando nada”25. En otras palabras, debemos comenzar con una expectativa positiva, llenos de esperanza, en vez de con una disposición negativa llena de duda, cinismo y escepticismo.

El presidente Dieter F. Uchtdorf testificó: “Les digo lo siguiente: Dios se interesa por ustedes. Él escuchará y responderá sus preguntas personales. Las respuestas a sus oraciones vendrán a la manera de Él y en Su propio tiempo y, por lo tanto, necesitan aprender a escuchar Su voz”26.

También es importante que recordemos que la revelación para toda la Iglesia se recibe únicamente por medio de los líderes escogidos del Señor, no a través de los miembros individuales. El Señor le dijo a Oliver Cowdery en una revelación: “… nadie será nombrado para recibir mandamientos y revelaciones en esta iglesia sino mi siervo José Smith, hijo”27. José Smith enseñó en cierta ocasión: “Es contrario a la economía de Dios que un miembro de la Iglesia, o cualquier otro, reciba instrucciones para los que poseen una autoridad mayor que la de ellos; por consiguiente, verá usted lo impropio de hacerles caso”28.

Centre su vida en el Salvador

Como padre que era, Helamán le recordó a sus dos hijos, Nefi y Lehi, que edificaran sus vidas sobre el Salvador para que no vacilaran cuando vinieran los problemas. Helamán dijo: “… es sobre la roca de nuestro Redentor, el cual es Cristo, el Hijo de Dios, donde debéis establecer vuestro fundamento, para que cuando el diablo lance sus impetuosos vientos, sí, sus dardos en el torbellino, sí, cuando todo su granizo y furiosa tormenta os azoten, esto no tenga poder para arrastraros al abismo de miseria y angustia sin fin, a causa de la roca sobre la cual estáis edificados, que es un fundamento seguro, un fundamento sobre el cual, si los hombres edifican, no caerán”29.

En cierta ocasión, el presidente Howard W. Hunter suplicó a un grupo de estudiantes que recordaran una cosa: “Si nuestra vida y nuestra fe se centran en Jesucristo y en Su evangelio restaurado, nada podrá ir permanentemente mal. Por otro lado, si nuestra vida no está centrada en el Salvador ni en Sus enseñanzas, ningún otro éxito podrá estar permanentemente bien”30.

El élder Richard G. Scott enseñó que “venimos a esta vida terrenal precisamente para progresar por medio de las dificultades y las pruebas… y la expiación de Jesucristo hace posible que [las] soportemos [véase 2 Nefi 2:2]… al venir a Él activamente, podemos soportar toda tentación, todo dolor, toda dificultad que afrontemos”31.

Podemos centrar nuestras vidas en el Salvador al esforzarnos por recordarlo siempre, al orar diariamente, al estudiar la palabra de Dios y meditar en ella, al obedecer Sus mandamientos y al prestar servicio a nuestra familia y a los demás.

Estudie la palabra de Dios con frecuencia

El estudio regular, e incluso diario, del Evangelio fortalecerá nuestro testimonio en todo momento, particularmente cuando tengamos preguntas e inquietudes, o cuando nos atribulen las dudas. Nefi le dijo a Lamán y Lemuel que “quienes escucharan la palabra de Dios y se aferraran a ella, no perecerían jamás; ni los vencerían las tentaciones ni los ardientes dardos del adversario para cegarlos y llevarlos hasta la destrucción”32.

El Salvador le enseñó a los primeros Apóstoles: “… el que atesore mi palabra no será engañado”33. El presidente Henry B. Eyring explicó que “no solo atesoramos la palabra de Dios al leer las Escrituras, sino al estudiarlas. Quizás nos nutramos más al meditar unas cuantas palabras y al permitir que el Espíritu Santo las convierta en tesoros para nosotros, que al leer capítulos enteros de las Escrituras de forma rápida y superficial”34.

No solo la palabra de Dios es “lámpara […] a [nuestros] pies […] y luz a [nuestro] camino”35, sino que puede nutrirnos cuando nuestro testimonio se vea amenazado por las inquietudes o por preguntas preocupantes. El élder Quentin L. Cook enseñó que “la palabra de Dios inspira a comprometerse y actúa como un bálsamo curativo para los sentimientos heridos, la ira o la desilusión”36.

El presidente Ezra Taft Benson enseñó que la palabra de Dios se halla “en las Escrituras, en las palabras de los profetas vivientes y en la revelación personal” y “tiene el poder de fortalecer a los santos y armarlos con el Espíritu para que puedan resistir el mal, aferrarse a lo bueno y encontrar felicidad en la vida”37.

Siga a los siervos ungidos del Señor: los profetas

El Salvador escogió a los profetas y apóstoles que dirigen Su Iglesia en la actualidad. Él confía en ellos y honra sus palabras: “Lo que yo, el Señor, he dicho, yo lo he dicho, y no me disculpo; y aunque pasaren los cielos y la tierra, mi palabra no pasará, sino que toda será cumplida, sea por mi propia voz o por la voz de mis siervos, es lo mismo”38. El 6 de abril de 1830, el día en que la Iglesia se organizó oficialmente, el Señor le dijo a los santos en cuanto al profeta José Smith: “porque recibiréis su palabra con toda fe y paciencia como si viniera de mi propia boca”39. Este principio se aplica a cada profeta posterior hasta el día de hoy.

El élder Neil L. Andersen enseñó: “Es comprensible que quizás se cuestionen lo que oigan en las noticias, pero nunca deben dudar del testimonio de los profetas de Dios”40. Esto se debe a que los profetas jamás nos llevarán por mal camino. El presidente Thomas S. Monson declaró confiado: “Cuando sigan a los profetas, estarán en territorio seguro”41. Relacionado con este principio, el élder M. Russell Ballard prometió: “Haríamos bien en preguntar: ‘¿Hay alguna voz clara, pura, sin prejuicios con la que siempre podamos contar? ¿Hay una voz que siempre nos dé direcciones claras para encontrar el camino en el mundo atribulado de hoy?’. La respuesta es sí. Esa voz es la voz del Profeta y la de los Apóstoles vivientes… Les hago una promesa; es simple, pero es verdadera: Si escuchan al Profeta viviente y a los Apóstoles y obedecen nuestro consejo, no irán por mal camino”42.

Aprenda a reconocer y obedecer la voz del Espíritu

Cuando conozcamos las impresiones del Espíritu Santo y las obedezcamos, no seremos engañados por la sofistería tan prevalente en la cultura actual. Jesús le dijo a Sus apóstoles en el Nuevo Testamento que cuando recibieran “el Consolador, el Espíritu Santo”, Este les enseñaría “todas las cosas” y los ayudaría a recordar todas las enseñanzas del Salvador43. Jesucristo también enseñó que el Espíritu Santo nos guiará “a toda la verdad”44.

El presidente Henry B. Eyring nos dijo por qué necesitamos la influencia constante del Espíritu Santo:

“Así como el Espíritu nos fortalece contra el mal, también nos da poder para discernir entre la verdad y el error. Las verdades más importantes solo se confirman mediante la revelación de Dios. Nuestro razonamiento y el uso de nuestros sentidos no serán suficientes. Vivimos en una época en que aun los más sabios tendrán dificultades para distinguir entre la verdad y el engaño ingenioso… Como el engaño y la mentira pueden presentarse en cualquier momento, necesitamos la constante influencia del Espíritu de Verdad para evitarnos los momentos de duda”45.

La verdad se aprende gradualmente, así que procure evitar las conclusiones prematuras

El Salvador explicó claramente que Su manera de enseñarnos es dándonos un poco cada vez:

“… Daré a los hijos de los hombres línea por línea, precepto por precepto, un poco aquí y un poco allí; y benditos son aquellos que escuchan mis preceptos y prestan atención a mis consejos, porque aprenderán sabiduría; pues a quien reciba, le daré más; y a los que digan: Tenemos bastante, les será quitado aun lo que tuvieren”46.

José Smith también enseñó por qué la verdad se recibe poco a poco. “No es prudente que de una vez se nos imparta todo el conocimiento, sino más bien debemos recibirlo poco a poco; y entonces lo comprenderemos”47.

Juan el Bautista dio testimonio de que, antes de que el Señor Jesucristo supiera todas las cosas, Él aprendió poco a poco:

“Y yo, Juan, vi que no recibió de la plenitud al principio, mas recibía gracia sobre gracia;

“y no recibió de la plenitud al principio, sino que continuó de gracia en gracia hasta que recibió la plenitud;

“y por esto fue llamado el Hijo de Dios, porque no recibió de la plenitud al principio”48.

Siguiendo el ejemplo del Salvador, podemos aprender poco a poco y tener paciencia en cuanto a lo que aún no sabemos, en vez de llegar a conclusiones prematuras que tal vez no sean exactas y que podrían dar lugar a preguntas o dudas innecesarias.

Las Escrituras nos enseñan a “crecer […] en el conocimiento de la verdad”49. José Smith nos dio un buen ejemplo de cómo aumentar nuestro conocimiento de la verdad:

“Cuando suben una escalera, tienen que empezar desde abajo y ascender peldaño a peldaño hasta que llegan a la cima; y así es con los principios del Evangelio, deben empezar por el primero y seguir adelante hasta aprender todos los principios de la exaltación. Pero no los aprenderán sino hasta mucho después que hayan pasado por el velo. No todo se va a entender en este mundo; la obra de aprender acerca de nuestra salvación y exaltación será grande aun más allá de la tumba”50.

Jacob enseñó que el conocimiento del Señor es profundo y que “es imposible que el hombre descubra todos sus caminos”. Nos recordó que lo que aprendamos sobre Sus caminos lo recibiremos por revelación. Y nos advirtió: “… por tanto, no despreciéis […], las revelaciones de Dios”51. La revelación es la clave para que nuestro conocimiento de la verdad aumente línea por línea.

Consulte fuentes fiables y autorizadas, y considere los motivos de quienes las prepararon

La información que antes era inaccesible para la mayoría de la gente ahora está disponible para casi todos en internet. El presidente Dieter F. Uchtdorf declaró:

“Nunca hasta ahora en la historia del mundo habíamos tenido un acceso más fácil a tanta información: alguna verdadera, otra falsa, y la mayoría parcialmente verdadera. Por consiguiente, nunca en la historia del mundo ha sido más importante saber cómo discernir correctamente entre la verdad y el error”52.

Una habilidad esencial para aprender el Evangelio es ser capaz de reconocer qué fuentes son fiables y autorizadas, y sopesar los motivos de quienes las prepararon. Sería imprudente por nuestra parte considerar que todas las fuentes son igual de fiables, en particular las que proceden de internet. Debemos cuestionarnos los motivos y las intenciones, así como el conocimiento de quienes fomentan la duda. También debemos tener en cuenta el tono de sus afirmaciones y el resultado que pretenden obtener. ¿Edifican la fe o la debilitan? Recuerde: “por sus frutos los conoceréis”53.

El élder D. Todd Christofferson explicó: “En las tradiciones de ciertas religiones, los teólogos afirman tener la misma autoridad para enseñar que los líderes eclesiásticos, y los asuntos de doctrina pueden llegar a convertirse en una competencia de opiniones entre ellos. Algunos se basan en los consejos ecuménicos de la Edad Media y en sus credos; otros hacen un hincapié primordial en el razonamiento de teólogos que vivieron después de los apóstoles o en la hermenéutica y la exégesis bíblicas. Valoramos la erudición que realza el entendimiento, pero en la Iglesia hoy día, tal como en la antigüedad, el establecer la doctrina de Cristo o el corregir las desviaciones en cuanto a la doctrina es un asunto de revelación divina [perteneciente] a aquellos que el Señor inviste con autoridad apostólica”54.

El presidente Harold B. Lee sugirió un método para determinar qué fuentes son fiables: “Les explicaré lo que hago al leer muchos de los libros que se publican (y pienso que ya ha llegado el día en que tenemos que ser más selectivos que nunca en cuanto a lo que leemos). Permítanme sugerirles un método. Al leer estos libros, sin importar quien sea su autor, lean cuidadosamente el texto, y cuando su contenido concuerde completamente con las revelaciones que el Señor nos ha dado y con las enseñanzas de las Escrituras, acéptenlo como verdad; pero en los segmentos que se desvíen en suposiciones imaginativas o especulaciones que no estén completamente comprobadas por las Escrituras, escriban al margen el nombre del autor, pues se trata de su idea personal. Distingan entre las ideas de la persona y lo que está corroborado en las Escrituras”55.

A continuación se mencionan algunas de las fuentes fiables que podemos usar para aprender por medio del estudio y de la fe:

  1. Las Escrituras

  2. Los discursos de las conferencias generales

  3. Las enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia

  4. Los temas del Evangelio

  5. Los manuales para los alumnos de Instituto

  6. Los ensayos de Revelaciones en contexto

  7. Los documentos de José Smith [en inglés]

  8. History.lds.org

Aprenda a detectar las verdades parciales y la falta de contexto

Las circunstancias que rodean a cualquier acontecimiento histórico no siempre se registran con toda rigurosidad y, por lo general, suelen ser interpretaciones del autor. Por tanto, es importante recordar que la información puede presentarse con cierto grado de subjetividad y sesgo. El élder Neal A. Maxwell dijo en una ocasión: “Algunos insisten en estudiar la Iglesia solo a través de los ojos de sus disidentes, algo parecido a entrevistar a Judas para conocer a Jesús”56.

Lamentablemente, algunas personas enseñan cosas que no son verdad, o las presentan de una manera que parece plausible, pero que en realidad es falsa. El diablo engañó a Korihor, quien confesó: “… Y he enseñado sus palabras; y las enseñé porque deleitaban a la mente carnal; y las enseñé hasta que hube logrado mucho éxito, al grado que realmente llegué a creer que eran ciertas; y por esta razón me opuse a la verdad”57.

El presidente Russell M. Nelson describió una ocasión en que la verdad no se presentó con el contexto adecuado y eso produjo una falsa impresión:

“Recuerdo una experiencia personal que podría parecerles sorprendente. Me hallaba trabajando como asesor del gobierno de los Estados Unidos en el Centro Nacional de Control de Enfermedades de Atlanta, Georgia. Mientras esperaba un taxi para ir al aeropuerto después de unas reuniones, me recosté en el césped para absorber unos preciados rayos de sol antes de volver al clima invernal de Utah. Posteriormente recibí una fotografía por correo, tomada por un fotógrafo con un teleobjetivo, que había captado aquel momento de relajación sobre el césped. Debajo aparecía este pie de foto: “Asesor gubernamental en el Centro Nacional”. La imagen era real, el pie de foto era cierto, pero se usó la verdad para dar una impresión falsa. Sí, es posible usar la verdad para decir una mentira”58.

Joseph F. Smith dijo simplemente: “Es muy imprudente tomar un fragmento de la verdad y tratarlo como si constituyera el todo”59.

Cómo ayudar a otras personas que tienen preguntas o inquietudes

Tal vez sus hijos o amigos acudan a usted en busca de ayuda cuando tengan preguntas o inquietudes sobre las prácticas, la doctrina o la historia de la Iglesia. Quizás desee tener presente los siguientes principios y pautas cuando los ayude a resolver sus inquietudes.

Muestre compasión

El Señor fue compasivo con Pedro cuando este dudó. Mateo escribió que, mientras Pedro se hundía en el mar, “al momento Jesús, extendiendo la mano, le sujetó”60. Al igual que el Salvador, usted puede mostrar compasión de manera inmediata y hacer todo lo posible para ayudar a quienes tengan preguntas o dudas. Asegúreles que usted los ama y respeta. Hágales saber que tener preguntas e inquietudes no es un pecado. Enséñeles que sus inquietudes pueden resolverse por medio de la oración sincera, al meditar en las Escrituras y las enseñanzas de los profetas de los últimos días, y al dar oído a las impresiones del Espíritu Santo.

Escuche con atención

Escuche con atención las inquietudes y explicaciones sobre lo que les preocupa. No desestime ninguna pregunta o inquietud sinceras como algo sin importancia, trivial, dañino o pecaminoso. Recuerde que la restauración del Evangelio comenzó con José Smith haciendo una pregunta sincera y con fe. Esta es una oportunidad que se le presenta para elevar y fortalecer a esas personas mediante la guía del Espíritu y “consolar a los que necesitan de consuelo”61.

Fortalezca la fe

El Señor dijo: “Y por cuanto no todos tienen fe, buscad diligentemente y enseñaos el uno al otro palabras de sabiduría; sí, buscad palabras de sabiduría de los mejores libros”62.

Aliente a las personas que tengan preguntas e inquietudes a que sigan orando diariamente en busca de inspiración divina; que sigan estudiando las Escrituras, en especial el Libro de Mormón; que lean discursos de los profetas y apóstoles; que asistan a la Iglesia; y que presten servicio a los demás. Ayude a aclarar la información incorrecta que puedan haber adquirido para que su fe tenga un cimiento sólido sobre el que pueda crecer.

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Revistas de la Iglesia

“Cómo comprender la historia de la Iglesia por el estudio y por la fe”, Liahona, febrero de 2017

“¿Cómo logro tener tiempo para las actividades de la Iglesia, la noche de hogar y el estudio de las Escrituras cuando los deberes escolares requieren tanto tiempo?”, Liahona, febrero de 2017

 

“Cinco preguntas que hay que hacer cuando se piensa que no se han contestado las oraciones”, Liahona, enero de 2017

   

 

 

 

   

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“Cómo aprender y enseñar en el hogar y en la Iglesia: El hogar”

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