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Castidad


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hombre y mujer sonriendo

Estudio doctrinal

Castidad

Reseña

La castidad es la pureza sexual. Las personas castas son moralmente puras en pensamientos, palabras y obras. La castidad significa abstenerse de cualquier relación sexual prematrimonial. Además, significa ser completamente fiel al esposo o a la esposa en el matrimonio.

Las relaciones íntimas entre esposo y esposa son hermosas y sagradas, son ordenadas por Dios para procrear hijos y como expresión de amor dentro del matrimonio.

En el mundo actual, Satanás ha llevado a muchos a creer que las relaciones sexuales extramatrimoniales son aceptables; pero a la vista de Dios, son un pecado grave. Son un abuso del poder que Él nos ha otorgado para crear vida. El profeta Alma enseñó que los pecados sexuales son más graves que cualquier otro pecado, a excepción del asesinato y del negar el Espíritu Santo (véase Alma 39:3–5).

En ocasiones, algunas personas intentan convencerse a sí mismas de que las relaciones sexuales fuera del matrimonio son aceptables si los participantes se aman; eso no es verdad. El quebrantar la ley de castidad e instar a otra persona a hacerlo no es una expresión de amor. Las personas que se aman nunca pondrían en peligro la felicidad ni la seguridad del otro a cambio de su propio placer pasajero.

Cuando a una persona le importa lo suficiente el bienestar del otro como para cumplir con la ley de castidad, su amor, confianza y compromiso aumentan, y el resultado es una felicidad y una unidad mayores. Por otro lado, las relaciones que se basan en la inmoralidad sexual no duran mucho; los que participan en esos actos a menudo sienten temor, culpabilidad y vergüenza. La amargura, los celos y el odio no tardan en reemplazar cualquier sentimiento positivo que haya existido en su relación.

Nuestro Padre Celestial nos ha dado la ley de castidad para protegernos. La obediencia a esta ley es esencial para tener paz personal, firmeza de carácter y felicidad en el hogar. Aquellos que se mantengan puros desde el punto de vista sexual evitarán el perjuicio espiritual y emocional que siempre proviene de compartir la intimidad física con alguien fuera de los lazos del matrimonio. Quienes se mantengan sexualmente puros serán más perceptivos a la guía, la fortaleza, el consuelo y la protección del Espíritu Santo, y cumplirán un requisito importante a fin de recibir una recomendación para el templo y participar en las ordenanzas que allí se efectúan.

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Pecados sexuales

El Señor y Sus profetas condenan la inmoralidad sexual. El profeta Alma enseñó que los pecados sexuales son más graves que cualquier otro pecado, a excepción del asesinato y del negar el Espíritu Santo (véase Alma 39:3–5). Todas las relaciones sexuales fuera del matrimonio transgreden la ley de castidad y son física y espiritualmente peligrosas para todos los que participan en ellas.

Entre los Diez Mandamientos se halla el de no cometer adulterio, que consiste en el acto sexual entre un hombre casado y alguien que no sea su esposa, o entre una mujer casada y alguien que no sea su esposo (véase Éxodo 20:14). El apóstol Pablo dijo que “la voluntad de Dios” es que nos “apart[emos] de la fornicación”, que es el acto sexual entre alguien soltero y otra persona (1 Tesalonicenses 4:3). Los profetas de los postreros días condenan repetidamente esos pecados y la inicua práctica del abuso sexual.

Tal como otras transgresiones de la ley de castidad, las actividades homosexuales son un pecado grave; son contrarias a los propósitos de la sexualidad humana (véase Romanos 1:24–32). Distorsionan las relaciones amorosas e impiden a las personas recibir las bendiciones de la vida familiar y de las ordenanzas salvadoras del Evangelio.

El mero hecho de abstenerse del acto sexual fuera del matrimonio no es la única norma de pureza personal del Señor; Él requiere que Sus discípulos tengan elevados principios morales, incluso la completa fidelidad al cónyuge, tanto en el pensamiento como en la conducta. En el Sermón del Monte, Él dijo: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón” (Mateo 5:27–28). En los últimos días, ha dicho: “… no cometerás adulterio […], ni harás ninguna cosa semejante” (Doctrina y Convenios 59:6); y ha vuelto a recalcar el principio que enseñó en el Sermón del Monte: “… el que mira a una mujer para codiciarla, o si alguien comete adulterio en su corazón, no tendrá el Espíritu, sino que negará la fe y temerá” (Doctrina y Convenios 63:16). Esas advertencias se aplican a todas las personas, ya sean casadas o solteras.

Los miembros de la Iglesia que han cometido pecados sexuales deben hablar con su obispo o presidente de rama, quien los ayudará durante el proceso de arrepentimiento (véase el tema del Evangelio “Arrepentimiento”).

Quienes se encuentren luchando en su interior contra tentaciones sexuales, sentimientos de atracción por personas del mismo sexo, no deben ceder a dichas tentaciones. Las personas pueden optar por evitar tal comportamiento y recibir la ayuda del Señor conforme oren para pedir fortaleza y se esfuercen por vencer el problema.

Guardar la ley de castidad

No importa lo intensas que sean las tentaciones, el Señor nos ayudará a resistirlas si elegimos seguirlo a Él. El apóstol Pablo declaró: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podáis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13). El siguiente consejo puede ayudarnos a superar las frecuentes y estrepitosas tentaciones del mundo actual:

Decidir ahora mismo ser castos. Debemos tomar dicha decisión solo una vez. Podemos tomar la decisión ahora, antes de que venga la tentación, y permitir que nuestra decisión sea tan firme y tenga un compromiso tan arraigado que nunca se debilite. También podemos decidir ahora que nunca haremos nada fuera del matrimonio para despertar esas potentes emociones que deben expresarse únicamente dentro del matrimonio. Podemos decidir ahora ser totalmente fieles a nuestro cónyuge.

Controlar nuestros pensamientos. Nadie comete un pecado sexual en un solo instante. Los actos inmorales siempre comienzan con los pensamientos impuros. Si permitimos que nuestros pensamientos permanezcan en cosas obscenas e inmorales, ya habremos dado el primer paso hacia la inmoralidad. Debemos huir inmediatamente de las situaciones que puedan llevar al pecado, y orar para recibir fortaleza constante a fin de resistir la tentación y controlar nuestros pensamientos. Podemos hacer que ello forme parte de nuestras oraciones diarias.

Mantenernos alejados de la pornografía. No debemos mirar, leer ni escuchar nada que ilustre ni describa el cuerpo humano ni las conductas sexuales de un modo que pueda despertar sensaciones sexuales. Los materiales pornográficos son adictivos y destructivos. Pueden privarnos de nuestra dignidad y de la percepción de la belleza de la vida. Esos materiales pueden destruirnos y dar lugar a pensamientos impuros y conductas abusivas.

Si somos solteros y salimos con alguien, debemos tratar a esa persona con respeto siempre. Quienes salen con una persona del sexo opuesto jamás deben tratar a esa persona como un objeto para satisfacer deseos lujuriosos. Deben planificar cuidadosamente actividades positivas y constructivas, para no quedarse a solas sin nada que hacer. Tienen que permanecer en lugares seguros, donde puedan controlarse a sí mismos con facilidad. No deben participar de conversaciones ni actividades que despierten sensaciones sexuales tales como los besos apasionados, acostarse con la persona o colocarse sobre ella, o tocar las partes privadas y sagradas del cuerpo de alguien, ya sea con o sin ropa.

Si están casados, sean fieles a su cónyuge en pensamiento, palabra y obra. El Señor ha dicho: “Amarás a tu esposa con todo tu corazón, y te allegarás a ella y a ninguna otra. Y el que mirare a una mujer para codiciarla negará la fe, y no tendrá el Espíritu; y si no se arrepiente, será expulsado” (Doctrina y Convenios 42:22–23). No debemos coquetear con nadie de ninguna manera. Debemos evitar estar a solas con cualquier persona del sexo opuesto tanto como sea posible, y preguntarnos si nuestro cónyuge estaría descontento con nuestras palabras o acciones. Debemos recordar siempre el consejo del apóstol Pablo de “aparta[rnos] de toda apariencia de mal” (1 Tesalonicenses 5:22). Cuando nos mantenemos alejados de tales circunstancias, la tentación no tiene oportunidad de surgir.

Perdón para el arrepentido

El mejor camino es la pureza moral total. Es incorrecto cometer pecados sexuales con la idea de que después tan solo nos arrepentiremos. Esa actitud constituye un pecado de por sí, al mostrar irreverencia hacia el Señor y los convenios que hacemos con Él. Sin embargo, los que hayan cometido pecados sexuales pueden recibir el perdón del Señor si se arrepienten.

El arrepentimiento es difícil, pero es posible (véase Isaías 1:18). La desesperación que causa el pecado puede sustituirse por la dulce paz del perdón. Para saber lo que se requiere a fin de arrepentirse, véase el tema del Evangelio “Arrepentimiento”.

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