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Capítulo 6: Doctrina y Convenios 7; 13; 18


Capítulo 6

Doctrina y Convenios 7; 1318

Introducción y cronología

Durante la obra de la traducción del Libro de Mormón en abril de 1829, José Smith y Oliver Cowdery tuvieron una diferencia de opinión en cuanto a si el apóstol Juan había muerto o si seguía viviendo en la tierra. El profeta José Smith preguntó al Señor mediante el Urim y Tumim y recibió la revelación que se halla en Doctrina y Convenios 7. “La revelación es una versión traducida del relato escrito por Juan” (D. y C. 7, encabezamiento de la sección) y enseña que el Señor concedió a Juan su deseo de vivir y llevar almas a Jesucristo hasta la Segunda Venida.

Mientras traducían 3 Nefi de las planchas del Libro de Mormón, José y Oliver aprendieron acerca de la autoridad para bautizar para la remisión de pecados. El 15 de mayo de 1829, se retiraron al bosque cerca de la granja de José Smith, en Harmony, Pensilvania, y oraron en cuanto a esa autoridad. En respuesta a su oración, Juan el Bautista apareció como un ser resucitado y les confirió el Sacerdocio Aarónico. Las palabras que pronunció Juan el Bautista aparecen en Doctrina y Convenios 13.

En junio de 1829, cuando la traducción del Libro de Mormón estaba a punto de terminarse en casa de Peter Whitmer, padre, en Fayette, Nueva York, el profeta José Smith recibió una revelación que contenía instrucciones sobre la edificación de la Iglesia de Cristo. Esa revelación, registrada en Doctrina y Convenios 18, llamaba a Oliver Cowdery y a David Whitmer para predicar el Evangelio y los nombró para buscar a doce hombres que sirvieran como Apóstoles. En la revelación también se detallaban muchos deberes de aquellos que serían llamados como Apóstoles.

Abril de 1829José Smith y Oliver Cowdery siguen traduciendo las planchas de oro.

Abril de 1829Se recibe Doctrina y Convenios 7.

Mayo de 1829Juan el Bautista restaura el Sacerdocio Aarónico (véase Doctrina y Convenios 13).

Mayo–junio de 1829Pedro, Santiago y Juan restauran el Sacerdocio de Melquisedec.

Junio de 1829Se muestran las planchas de oro a los Tres Testigos.

Junio de 1829Se recibe Doctrina y Convenios 18.

Doctrina y Convenios 7: Antecedentes históricos adicionales

Es posible que la pregunta que tenían José Smith y Oliver Cowdery sobre si el apóstol Juan había muerto o si seguiría en la tierra hasta la segunda venida de Jesucristo, se basara en Juan 21:18–23. En ese pasaje, el Señor profetizó acerca de la muerte de Pedro, y luego este le preguntó al Salvador qué pasaría con el apóstol Juan. El Señor respondió: “Si quiero que él se quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?” (Juan 21:23). La pregunta sobre el destino de Juan era común entre los cristianos durante la época de José Smith.

José Smith y Oliver Cowdery decidieron resolver su duda preguntando al Señor por medio del Urim y Tumim. Después de preguntar al Señor, José recibió la revelación que se encuentra en Doctrina y Convenios 7. Esta revelación “es una versión traducida del relato escrito por Juan en un pergamino que él mismo escondió” (D. y C. 7, encabezamiento de la sección). No sabemos si José Smith tenía en posesión suya el pergamino real. Es posible que haya visto el pergamino en una visión o recibido las palabras traducidas mediante el Urim y Tumim.

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Mapa 3: Nordeste de los Estados Unidos

Doctrina y Convenios 7

Juan el Amado es un ser trasladado que trabaja para llevar almas a Cristo hasta la Segunda Venida

Doctrina y Convenios 7:1–3. “… permanecerás hasta que yo venga en mi gloria”

El Señor concedió la petición del apóstol Juan de tener poder sobre la muerte a fin de que este pudiese seguir viviendo y trajera almas a Cristo (véase Juan 21:21–23). La bendición del Señor a Juan no significaba que este nunca moriría; más bien, significaba que no moriría hasta la segunda venida de Jesucristo (véanse Mateo 16:28; Marcos 9:1; Lucas 9:27; 3 Nefi 28:7–8). Para que Juan viviera en la tierra hasta la Segunda Venida, su cuerpo mortal fue cambiado para convertirse en un ser trasladado. Los seres trasladados son “personas que experimentan un cambio de manera que no padecen el dolor ni la muerte hasta el momento de su resurrección a la inmortalidad” (Guía para el Estudio de las Escrituras, “Seres trasladados”, scriptures.lds.org).

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Exterior de la casa de José y Emma Smith, en Harmony, Pensilvania

La casa reconstruida de José y Emma Smith, en Harmony, Pensilvania

Doctrina y Convenios 7:4–5. Juan deseó hacer una obra mayor

En respuesta a la pregunta de Pedro sobre el destino del apóstol Juan, el Salvador explicó que Juan había deseado permanecer en la tierra y continuar su obra. El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, utilizó el deseo de Juan para ilustrar la importancia de predicar el Evangelio:

“El apóstol Juan le preguntó al Señor si él, Juan, podría permanecer en la tierra más allá del período normal de la vida para ningún otro propósito que el de traer más almas a Dios. Al conceder ese deseo, el Salvador dijo que esta era ‘una obra mayor’ y un ‘deseo’ más noble que incluso el de querer ir ‘presto’ a la presencia del Señor [véase D. y C. 7].

“Al igual que todos los profetas y apóstoles, el profeta José Smith entendió el profundo significado de la súplica de Juan cuando dijo: ‘Después de todo lo que se ha dicho, [nuestro] mayor y más importante deber es predicar el evangelio’ [Enseñanzas del Profeta José Smith, sel. Joseph Fielding Smith, 1976, pág. 132]” (“Me seréis testigos”, Liahona, julio de 2001, pág. 17).

Doctrina y Convenios 7:6. “… él ministrará en bien de los… que moran en la tierra”

Aunque sabemos que al apóstol Juan se le permitió permanecer en la tierra, no sabemos mucho acerca de su ministerio como un ser trasladado. Lo que sí sabemos es que Juan se apareció con Pedro y Santiago, seres que habían resucitado, para conferir el Sacerdocio de Melquisedec al profeta José Smith y a Oliver Cowdery. Además, según el relato de John Whitmer sobre una conferencia de la Iglesia en junio de 1831, en Kirtland, Ohio, “el Espíritu del Señor descansó sobre José [Smith] de una manera inusual, y él profetizó que Juan el Revelador se encontraba entonces entre las Diez Tribus de Israel que habían sido conducidas a otra parte… a fin de prepararlas para su regreso tras su larga dispersión” (en History of the Church, tomo I, pág. 176).

Doctrina y Convenios 7:7. “… y a vosotros tres os daré… las llaves de este ministerio”

El Señor prometió a Pedro, a Santiago y a Juan que tendrían las llaves del ministerio para su dispensación hasta la Segunda Venida (véase D. y C. 27:12–13; véase también Mateo 17:1–9). El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) explicó lo que son esas llaves: “Las llaves del ministerio que Juan dice… que fueron dadas a Pedro, a Santiago y a él mismo, constituyeron la autoridad de la Presidencia de la Iglesia en su dispensación” (Church History and Modern Revelation, 1953, tomo I, pág. 49). Pedro, Santiago y Juan confirieron esas mismas llaves al profeta José Smith y a Oliver Cowdery, dándoles autoridad para presidir y dirigir la Iglesia de Dios sobre la tierra en esta última dispensación, la dispensación del cumplimiento de los tiempos.

Doctrina y Convenios 13: Antecedentes históricos adicionales

La milagrosa obra de traducir las planchas del Libro de Mormón progresó rápidamente en abril y mayo de 1829. Oliver Cowdery describió sus sentimientos sobre ese proceso: “Estos fueron días inolvidables: ¡Estar sentado oyendo el son de una voz dictada por la inspiración del cielo despertó la más profunda gratitud en este pecho! Día tras día yo continuaba escribiendo las palabras de su boca, sin interrupción, según él [José Smith] traducía con el Urim y Tumim” (José Smith—Historia 1:71, nota al pie).

En mayo, el profeta José Smith y Oliver Cowdery estaban traduciendo “el relato del ministerio del Salvador entre el resto de la posteridad de Jacob sobre este continente [americano]” (José Smith—Historia 1:71, nota al pie). Ese relato abarcaba 3 Nefi 9–28, en donde varias veces se menciona el bautismo mediante la debida autoridad. José y Oliver desearon saber más y se dirigieron al bosque para pedir la guía del Señor en oración.

El profeta recordó: “Mientras en esto nos hallábamos, orando e implorando al Señor, descendió un mensajero del cielo en una nube de luz y, habiendo puesto sus manos sobre nosotros, nos ordenó” (José Smith—Historia 1:68).

El angélico mensajero era Juan el Bautista, un ser ahora glorificado y resucitado, y mandó a José y a Oliver que se bautizaran el uno al otro. Por consiguiente, fueron al cercano río Susquehanna, donde José bautizó a Oliver, y luego Oliver bautizó a José. Después de haber sido bautizados, se ordenaron el uno al otro al Sacerdocio Aarónico, tal como mandó Juan el Bautista (véase José Smith—Historia 1:70‒72).

Juan el Bautista dijo a José Smith y a Oliver Cowdery que él actuaba bajo la dirección de Pedro, Santiago y Juan, quienes poseían las llaves del Sacerdocio de Melquisedec. Explicó que, a su debido tiempo, José y Oliver también recibirían el Sacerdocio de Melquisedec (véase José Smith—Historia 1:72). La evidencia histórica sugiere que Pedro, Santiago y Juan aparecieron al profeta José Smith y a Oliver Cowdery antes del 1º de junio de 1829, y les confirieron el Sacerdocio de Melquisedec (véase Larry C. Porter, “The Restoration of the Aaronic and Melchizedek Priesthoods”, Ensign, diciembre de 1996, pág. 33).

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arboleda en el sitio donde se restauró el Sacerdocio Aarónico

Juan el Bautista restauró el Sacerdocio Aarónico en un lugar cercano a la casa de José Smith en Harmony, Pensilvania.

Doctrina y Convenios 13

Juan el Bautista confiere el Sacerdocio Aarónico a José Smith y a Oliver Cowdery

Doctrina y Convenios 13:1. Una explicación de las llaves del sacerdocio

La restauración del Sacerdocio Aarónico y del Sacerdocio de Melquisedec ocurrieron cuando mensajeros celestiales confirieron autoridad y llaves al profeta José Smith y a Oliver Cowdery (véanse D. y C. 13:1; 110:11–16; 128:20–21). El presidente Joseph F. Smith (1838–1918) explicó la diferencia que hay entre la autoridad del sacerdocio y las llaves del sacerdocio:

“El sacerdocio en general es la autoridad que se da al hombre para actuar en nombre de Dios. Todo varón que haya sido ordenado a cualquier oficio del sacerdocio tiene esa autoridad que Él le ha delegado.

“Pero es necesario que todo acto que se efectúe bajo esa autoridad se realice en el momento y en el lugar apropiados, en la manera debida y de acuerdo con el orden correcto. El poder de dirigir estas obras es lo que constituye las llaves del sacerdocio” (véase Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith, 1999, pág. 240).

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Sobre vosotros, mis consiervos

Upon You My Fellow Servants [Sobre vosotros, mis consiervos], por Linda Curley Christensen. El 15 de mayo de 1829, el Sacerdocio Aarónico fue restaurado por Juan el Bautista a José Smith y a Oliver Cowdery.

Doctrina y Convenios 13:1. “… las llaves del ministerio de ángeles”

Doctrina y Convenios ilustra que los ángeles son los siervos del Señor que entregan mensajes y ministran a los hijos de Dios en la tierra (véanse D. y C. 7:5–6; 20:5–10; 29:42; 43:25; 84:42; 103:19–20; 109:22). Del Libro de Mormón aprendemos que “es por la fe que aparecen ángeles y ejercen su ministerio a favor de los hombres; por tanto, si han cesado estas cosas, ¡ay de los hijos de los hombres, porque es a causa de la incredulidad, y todo es inútil!” (Moroni 7:37). Los ángeles pueden ministrar a los hombres, las mujeres y los niños (véase Alma 32:23).

Juan el Bautista explicó al profeta José Smith y a Oliver Cowdery que el Sacerdocio Aarónico “tiene las llaves del ministerio de ángeles” (D. y C. 13:1). El élder Dallin H. Oaks, del Cuórum de los Doce Apóstoles, proporcionó la siguiente reflexión:

“¿Qué significa que el Sacerdocio Aarónico ‘tiene la llave del ministerio de ángeles’ y ‘del evangelio de arrepentimiento y del bautismo, y la remisión de pecados’ [D. y C. 84:26–27]? El significado se encuentra en la ordenanza del bautismo y en la Santa Cena. El propósito del bautismo es la remisión de los pecados y el de la Santa Cena es renovar el convenio y las bendiciones del bautismo. Ambos deben ser precedidos por el arrepentimiento. Cuando guardamos los convenios hechos en estas ordenanzas, se nos promete que siempre tendremos Su Espíritu con nosotros. El ministerio de ángeles es una de las manifestaciones de ese Espíritu…

“Cuando era un joven del Sacerdocio Aarónico, no pensaba que fuera a ver un ángel, y me preguntaba qué tendrían que ver con el Sacerdocio Aarónico esas apariciones.

“Pero el ministerio de ángeles también puede ser invisible. Los mensajes angelicales se pueden entregar por medio de una voz o por un mero pensamiento o sentimiento que se comunique a la mente…

“La mayoría de las comunicaciones angelicales se sienten o se escuchan en vez de verse…

“En general, las bendiciones de la compañía y la comunicación espirituales están disponibles solo para aquellos que están limpios. Como se explicó anteriormente, por medio de las ordenanzas del Sacerdocio Aarónico del bautismo y de la Santa Cena, quedamos limpios de nuestros pecados y se nos promete que si guardamos nuestros convenios, siempre tendremos Su Espíritu con nosotros. Yo creo que la promesa no solo se refiere al Espíritu Santo, sino también al ministerio de ángeles, porque ‘los ángeles hablan por el poder del Espíritu Santo; por lo que declaran las palabras de Cristo’ (2 Nefi 32:3). Y así es cómo los poseedores del Sacerdocio Aarónico abren la puerta a todos los miembros que participan dignamente de la Santa Cena para que disfruten de la compañía del Espíritu del Señor y del ministerio de ángeles” (véase “El Sacerdocio Aarónico y la Santa Cena”, Liahona, enero de 1999, págs. 43, 44, 45).

Doctrina y Convenios 13:1. Las llaves de arrepentimiento y del bautismo para la remisión de pecados

El élder Dallin H. Oaks explicó lo que significa poseer las llaves del Evangelio de arrepentimiento y del bautismo para la remisión de pecados:

“Ninguno de [nosotros] ha vivido sin pecado desde el bautismo. Si no contáramos con alguna provisión para volver a ser limpios después del bautismo, todos estaríamos perdidos con respecto a lo espiritual…

“Se nos ha mandado arrepentirnos de nuestros pecados y venir al Señor con el corazón quebrantado y el espíritu contrito y participar de la Santa Cena en cumplimiento de sus convenios. Al renovar nuestro convenio bautismal de esta forma, el Señor renueva el efecto limpiador de nuestro bautismo. De esta manera, quedamos limpios y podemos siempre tener Su Espíritu con nosotros…

“No podemos exagerar la importancia del Sacerdocio Aarónico en esto. Todos estos pasos vitales correspondientes a la remisión de los pecados se dan por medio de la ordenanza salvadora del bautismo y de la ordenanza renovadora de la Santa Cena. Ambas ordenanzas las llevan a cabo los poseedores del Sacerdocio Aarónico bajo la dirección del obispo, que ejerce las llaves del Evangelio de arrepentimiento y del bautismo y de la remisión de pecados” (véase “El Sacerdocio Aarónico y la Santa Cena”, pág. 44).

Doctrina y Convenios 13:1. ¿Qué significa que los hijos de Leví ofrezcan “al Señor un sacrificio en rectitud”?

En la antigüedad, Dios ordenó a Su pueblo que ofreciera sacrificios de animales como parte de su adoración. El propósito de derramar la sangre de un animal era ayudar a la gente a esperar con fe el momento en que la sangre de Jesucristo fuese derramada para expiar sus pecados. Desde la época de Moisés hasta la muerte de Jesucristo, la ley de Moisés estipulaba que los sacrificios de animales y los holocaustos los llevasen a cabo los sacerdotes que oficiaban en el tabernáculo o el templo. Esos sacerdotes eran descendientes de Leví que fueron designados por el Señor para servir en el santuario (véase Números 18:20–21). Es por eso que el término “hijos de Leví” se refiere a los poseedores del sacerdocio.

Las Escrituras describen algunas maneras importantes en que los miembros de la Iglesia pueden “[ofrecer] al Señor un sacrificio en rectitud” (D. y C. 13:1). El Libro de Mormón nos enseña a “[venir] a Cristo… y [ofrecer nuestras] almas enteras como ofrenda” (Omni 1:26). Isaías profetizó que en los últimos días, aquellos que han sido reunidos por el Señor “traerán a todos [sus] hermanos… como una ofrenda a Jehová” (Isaías 66:20), es decir, que se debe llevar al templo a aquellos que sean convertidos. Además, el profeta José Smith dio el inspirado mandato de que los Santos de los Últimos Días debían presentar “al Señor una ofrenda en rectitud… y [presentar] en su santo templo… un libro que contenga el registro de nuestros muertos” (D. y C. 128:24).

Con respecto al sacrificio de animales, el profeta José Smith (1805–1844) dio la siguiente explicación:

“Generalmente se supone que los sacrificios fueron enteramente quitados cuando se ofreció el Gran Sacrificio [es decir, el sacrificio del Señor Jesús], y que en lo futuro no habrá necesidad de la ordenanza del holocausto; mas los que afirman esto indudablemente no se han informado de los deberes, privilegios y la autoridad del sacerdocio, ni de los profetas.

“El ofrecer sacrificios siempre se ha relacionado con el sacerdocio, y constituye parte de sus deberes. Los holocaustos principiaron con el sacerdocio y seguirán hasta después de la venida de Cristo, de generación en generación…

“Estos sacrificios, así como toda ordenanza que pertenece al sacerdocio, serán restablecidos completamente y se administrarán con todos sus poderes, ramificaciones y bendiciones, cuando sea edificado el templo del Señor y queden purificados los hijos de Leví. Esto siempre ha existido y existirá cuando los poderes del Sacerdocio [de Melquisedec] se revelen suficientemente. De lo contrario, ¿cómo se puede efectuar la restitución de todas las cosas de que hablaron los santos profetas? No se debe entender que de nuevo se establecerá la ley de Moisés con todos sus ritos y variedad de ceremonias: los profetas jamás han declarado esto; pero han de continuar las cosas que existieron antes de los días de Moisés, a saber, los holocaustos” (History of the Church, tomo IV, págs. 211–212).

El presidente Joseph Fielding Smith proporcionó más aclaraciones sobre el sacrificio de animales en los últimos días: “Se efectuará el sacrificio de animales para completar la restauración cuando se construya el templo de que se ha hablado. Al principio del Milenio, o en la restauración, se efectuarán sacrificios de sangre durante el tiempo necesario para completar la plenitud de la restauración en esta dispensación. Posteriormente, los sacrificios serán de alguna otra naturaleza” (véase Doctrina de Salvación, compilación de Bruce R. McConkie, 1979, tomo III, págs. 89–90).

Doctrina y Convenios 18: Antecedentes históricos adicionales

El Señor había revelado al profeta José Smith, posiblemente ya en 1828, que Su Iglesia sería restablecida una vez más sobre la tierra (véase D. y C. 10:53–55). En junio de 1829, José Smith y Oliver Cowdery continuaron la traducción del Libro de Mormón en el hogar de Peter Whitmer, padre, en Fayette, Nueva York. Durante ese tiempo, José y Oliver también trataron de saber cómo ejercer las llaves del Sacerdocio de Melquisedec que hacía poco les habían sido conferidas por mensajeros celestiales. Mientras oraban en una habitación del hogar de los Whitmer, la palabra del Señor vino a ellos y los dirigió a ejercer el sacerdocio para ordenar a élderes, bendecir la Santa Cena y otorgar el don del Espíritu Santo por la imposición de manos. Sin embargo, el Señor les mandó que esperaran para realizar esas ordenanzas hasta que se pudiese congregar a un grupo de creyentes (véase The Joseph Smith Papers, Histories [Los Documentos de José Smith], tomo I: Joseph Smith Histories, 1832–1844, editado por Karen Lynn Davidson y otros, 2012, págs. 326, 328).

Mientras esperaban el mandato del Señor de organizar la Iglesia, el Profeta y Oliver Cowdery estaban a punto de terminar la traducción del Libro de Mormón, y se hallaban traduciendo los libros de 3 Nefi y Moroni. Ambos libros contienen instrucciones sobre las ordenanzas del sacerdocio y las normas de la Iglesia, las cuales probablemente los inspiraron y guiaron mientras contemplaban el momento en que el Señor les ordenaría que organizaran de nuevo Su Iglesia sobre la tierra.

Fue en el contexto de esos acontecimientos que el Profeta recibió la revelación que se halla en Doctrina y Convenios 18. Esa revelación iba dirigida a José Smith, Oliver Cowdery y David Whitmer, dándoles orientación sobre la edificación de la Iglesia. También contiene instrucciones para aquellos que serían llamados como los Doce Apóstoles.

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La voz de Pedro, Santiago y Juan

The Voice of Peter, James, and John [La voz de Pedro, Santiago y Juan], por Linda Curley Christensen. Pedro, Santiago y Juan restauraron el Sacerdocio de Melquisedec a José Smith y a Oliver Cowdery.

Doctrina y Convenios 18:1–25

El Señor da instrucciones para la edificación de Su Iglesia, y llama a Oliver Cowdery y a David Whitmer a predicar el arrepentimiento

Doctrina y Convenios 18:1–5. “… [confía] en las cosas que están escritas”

En junio de 1829, cuando el profeta José Smith y Oliver Cowdery concluían la traducción del Libro de Mormón, el Señor reveló instrucciones en cuanto a cómo edificar la Iglesia en anticipación del tiempo en que esta se organizaría formalmente (véase D. y C. 18, encabezamiento de la sección). A fin de guiar a Oliver en esa empresa, el Señor le aconsejó que confiara en las cosas que estaban escritas en el Libro de Mormón. Antes de que se organizara la Iglesia, Oliver utilizó el Libro de Mormón para compilar una lista de ordenanzas y convenios esenciales en un documento llamado “Articles of the Church of Christ” [Artículos de la Iglesia de Cristo]. Es posible que ese documento haya servido para guiar a los creyentes en los meses intermedios, antes de que la Iglesia se organizara formalmente el 6 de abril de 1830. (Véase The Joseph Smith Papers, Documents [Los Documentos de José Smith], Volume 1: July 1828–June 1831, editado por Michael Hubbard MacKay y otros, 2013, págs. 368–369).

Doctrina y Convenios 18:9–16. Oliver Cowdery y David Whitmer son llamados con el mismo llamamiento que Pablo

Poco después de que Moroni se apareció a los Tres Testigos, se mandó a dos de esos testigos, a Oliver Cowdery y a David Whitmer, a “proclamar el arrepentimiento a este pueblo” (D. y C. 18:14). El Señor dijo que “[eran] llamados con el mismo llamamiento que [el apóstol Pablo]” (D. y C. 18:9). Tal como figura en Hechos 26:15–20, Pablo explicó al rey Agripa que el Señor lo había llamado a ser “ministro y testigo” de las cosas que había visto (Hechos 26:16). Pablo dijo que su llamamiento era predicar “a los que están en Damasco y en Jerusalén, y por toda la tierra de Judea” (Hechos 26:20), así como entre los gentiles, “para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz” (Hechos 20:18). Después de su conversión, Pablo trabajó el resto de su vida para ayudar a los demás a arrepentirse y convertirse al evangelio de Jesucristo.

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A lo largo del río Susquehanna, entre Colesville, NY, y Harmony, PA

La restauración del Sacerdocio de Melquisedec ocurrió en la zona remota entre Harmony, Pensilvania, y Colesville, Nueva York (fotografía de aproximadamente 1907).

Cortesía de la Biblioteca y los Archivos de Historia de la Iglesia

Doctrina y Convenios 18:10. “… el valor de las almas es grande a la vista de Dios”

A Oliver Cowdery y a David Whitmer se les recordó que la predicación del Evangelio era esencial porque las almas de los hijos de Dios son valiosas (véase D. y C. 18:10). El presidente Thomas S. Monson dio el siguiente relato sobre el valor de un alma:

“En marzo de 1967, al iniciar mi servicio como miembro del Consejo de los Doce, asistí a una conferencia de la Estaca Monument Park Oeste, en Salt Lake City. Mi compañero para la conferencia era un miembro del Comité General de Bienestar de la Iglesia, Paul C. Child…

“Cuando llegó su oportunidad para participar, el presidente Child tomó Doctrina y Convenios y dejó el púlpito para ponerse entre los hermanos del sacerdocio a quienes dirigía su mensaje. Abrió el libro en la sección 18 y empezó a leer los [versículos 10 y 15]…

“El presidente Child entonces levantó la vista y preguntó a los hermanos: ‘¿Cuál es el valor de un alma?’. No le pidió a un obispo, a un presidente de estaca ni a un miembro del sumo consejo que respondiera; en vez de ello, escogió al presidente de un cuórum de élderes, un hermano que había estado dormitando y que no se había dado cuenta de la importancia de la pregunta.

“El hombre asombrado respondió: ‘Hermano Child, ¿podría repetir la pregunta?’.

“Se repitió la pregunta: ‘¿Cuál es el valor de un alma?’.

“… oré fervientemente por ese presidente de cuórum. Permaneció callado por lo que pareció una eternidad y entonces dijo: ‘Hermano Child, el valor de un alma humana consiste en su capacidad de llegar a ser como Dios’.

“Todos los presentes meditamos en la respuesta. El hermano Child regresó al estrado, se inclinó hacia mí y dijo: ‘¡Una profunda respuesta; una profunda respuesta!’. Él procedió a dar su mensaje, pero yo seguí meditando en esa inspirada respuesta” (véase “Cómo prestar servicio en los llamamientos del sacerdocio”, Liahona, abril de 2013, pág. 44).

El presidente Monson dijo más tarde: “… tenemos la responsabilidad de ver a las personas no como son, sino más bien como pueden llegar a ser. Les ruego que piensen en ellos de ese modo” (Thomas S. Monson, “Ver a los demás como lo que pueden llegar a ser”, Liahona, noviembre de 2012, pág. 71).

Doctrina y Convenios 18:15–16. ¿Qué significa proclamar el arrepentimiento?

El élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó: “Proclamar el arrepentimiento simplemente significa ayudar a las personas a regresar a Dios” (“Prepararse para su destino eterno” [charla fogonera de la Universidad Brigham Young, 10 de junio de 2010], pág. 7, speeches.byu.edu).

Doctrina y Convenios 18:20. “… [contended] en contra de… la iglesia del diablo”

Doctrina y Convenios 18:20 no se debe considerar como un mandato para pelear o discutir con otros acerca del Evangelio. El presidente Joseph Fielding Smith enseñó: “Cuando se nos ordena no ‘[contender] en contra de ninguna iglesia, a menos que sea la iglesia del diablo’, debemos entender que esta es una instrucción para que luchemos contra todo mal, contra lo que es contrario a la justicia y a la verdad” (Church History and Modern Revelation, tomo I: pág. 83). No es un llamado a oponernos a otras iglesias ni a sus miembros.

Doctrina y Convenios 18:21–25. Todos deben tomar sobre sí el nombre de Cristo

Mediante el arrepentimiento, el bautismo y el perseverar hasta el fin, demostramos nuestro deseo de tomar el nombre de Cristo sobre nosotros. El presidente Henry B. Eyring, de la Primera Presidencia, explicó lo que eso significa: “… prometemos tomar sobre nosotros Su nombre. Eso significa que tenemos que considerarnos como si le perteneciéramos; lo colocamos en el primer lugar de nuestra vida; deseamos lo que Él desea y no lo que nosotros queremos o lo que el mundo nos enseña que debemos ambicionar” (véase “Para que seamos uno”, Liahona, julio de 1998, pág. 73).

Si deseas más información acerca de tomar el nombre de Jesucristo sobre nosotros, mira los comentarios acerca de Doctrina y Convenios 20:77, 79 en este manual.

Doctrina y Convenios 18:26–47

El Señor revela el llamamiento y la misión de los Doce Apóstoles

Doctrina y Convenios 18:27–32. “… los Doce… [tomarán] sobre sí mi nombre con íntegro propósito de corazón”

El Cuórum de los Doce Apóstoles se organizó en febrero de 1835. Sin embargo, seis años antes, en junio de 1829, el profeta José Smith recibió la revelación que se encuentra en Doctrina y Convenios 18. Esa revelación contiene instrucciones sobre la misión de los Doce en anticipación a su llamamiento. Explica que los Doce tendrían que declarar el Evangelio a los gentiles y a los judíos, tomar sobre sí el nombre de Jesucristo, proporcionar ordenanzas esenciales y organizar la obra de acuerdo con las instrucciones del Espíritu Santo.

El élder Dallin H. Oaks, del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó lo que significa que los Apóstoles tomen sobre sí el nombre de Cristo: “… muchos pasajes que se refieren ‘al nombre de Jesucristo’ se refieren obviamente a la autoridad del Salvador, lo cual fue sin duda lo que quisieron decir los setenta cuando dijeron a Jesús: ‘aun los demonios se nos sujetan en tu nombre’ (Lucas 10:17). En Doctrina y Convenios se emplea ese mismo significado donde dice que los Doce Apóstoles de esta dispensación ‘serán aquellos que desearen tomar sobre sí mi nombre con íntegro propósito de corazón’ (D. y C. 18:27). A los Doce se les designa más adelante como a los ‘testigos especiales del nombre de Cristo en todo el mundo’ y los que están para ‘oficiar en el nombre del Señor bajo la dirección de la Presidencia de la Iglesia’ (D. y C. 107:23, 33)” (“El tomar sobre nosotros el nombre de Cristo”, Liahona, julio de 1985, pág. 78).

Doctrina y Convenios 18:34–36. “… habéis oído mi voz”

El Señor dijo a los futuros Apóstoles que las palabras que se encontraban en Doctrina y Convenios 18 no fueron dadas por el hombre, sino que fueron dadas por medio de Su voz. El élder Kim B. Clark, de los Setenta, explicó lo que debemos hacer a fin de oír la voz del Señor: “Si miramos hacia Cristo y abrimos nuestros ojos y oídos, el Espíritu Santo nos bendecirá para ver cómo Jesucristo influye en nuestra vida y fortalece nuestra fe en Él con seguridad y evidencia. Cada vez veremos más a nuestros hermanos y hermanas como Dios los ve, con amor y compasión. Oiremos la voz del Salvador en las Escrituras, en los susurros del Espíritu y en las palabras de los profetas vivientes” (“Ojos para ver y oídos para oír”, Liahona, noviembre de 2015, pág. 125.

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un joven leyendo las Escrituras

Podemos escuchar la voz del Salvador que nos habla por medio de las Escrituras.

Doctrina y Convenios 18:37. “… busquéis a los Doce”

Cuando se dio la revelación que se encuentra en Doctrina y Convenios 18, no se mencionó a Martin Harris en las instrucciones del Señor. No obstante, más tarde Martin se unió a Oliver Cowdery y a David Whitmer para seleccionar a los Doce Apóstoles. Los Tres Testigos, que habían recibido un testimonio especial de la veracidad de la Restauración, cumplieron su misión de “[buscar] a los Doce” (D. y C. 18:37), quienes luego fueron ordenados Apóstoles. Cuando los Apóstoles fueron llamados en febrero de 1835, Oliver Cowdery dijo que desde el momento en que se recibió esa revelación en 1829, “nuestras mentes se han esforzado constantemente para saber quiénes eran esos Doce” (en The Joseph Smith Papers, Documents [Los Documentos de José Smith], Volume 1: July 1828–June 1831, pág. 70).

Doctrina y Convenios 18:44. “… por conducto de vuestras manos haré una obra maravillosa”

El presidente Dieter F. Uchtdorf, de la Primera Presidencia, enseñó la forma en que el Señor lleva a cabo Su obra por medio de nosotros:

“Al emular Su ejemplo perfecto [el del Salvador], nuestras manos pueden ser Sus manos; nuestros ojos, Sus ojos; y nuestro corazón, Su corazón.

“… extendamos nuestros corazones y nuestras manos en compasión hacia los demás, porque todos andan por su propio sendero difícil. Como discípulos de Jesucristo, nuestro Maestro, se nos llama a apoyar y a sanar en vez de condenar.

“… comprometámonos a ser Sus manos, para que, por medio de nosotros, las demás personas sientan Su amoroso abrazo” (“Ustedes son Mis manos”, Liahona, mayo de 2010, págs. 68–69, 75).