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Capítulo 3: Doctrina y Convenios 3; 10


Capítulo 3

Doctrina y Convenios 310

Introducción y cronología

En el verano de 1828, Martin Harris partió de Harmony, Pensilvania, con ciento dieciséis páginas del manuscrito del Libro de Mormón para mostrarlas a sus familiares que vivían en Palmyra, Nueva York. Como Martin no volvió a Harmony en la fecha señalada, José Smith viajó al hogar de sus padres en Manchester, Nueva York, donde se enteró de que Martin había perdido las páginas del manuscrito. José estaba muy angustiado y al día siguiente partió para su casa en Harmony. A su llegada allí, en julio de 1828, recibió la revelación registrada en Doctrina y Convenios 3. En esa revelación, el Señor reprendió a José y le dijo que había perdido el privilegio de traducir por un tiempo, pero el Señor también lo tranquilizó, diciendo: “… todavía eres escogido, y eres llamado de nuevo a la obra” (D. y C. 3:10). Además, el Señor explicó Su propósito para sacar a luz el Libro de Mormón y declaró que Su obra prevalecería a pesar de la maldad de los hombres.

Después que José Smith pasó por “una temporada” de arrepentimiento (D. y C. 3:14), le fueron devueltas las planchas del Libro de Mormón, que Moroni le había retirado cuando se perdió el manuscrito, y de nuevo se le dio el don para traducir. Aproximadamente en abril de 1829, después de reanudar la traducción, José recibió la revelación registrada en Doctrina y Convenios 10 (es posible que ya para el verano de 1828 se hayan recibido algunas porciones de esa revelación). En esa revelación, el Señor mandó a José que no volviera a traducir las páginas perdidas del manuscrito. El Profeta se enteró de que en la antigüedad se habían hecho preparativos inspirados para compensar la pérdida del manuscrito y preservar el mensaje del Libro de Mormón.

14 de junio de 1828Martin Harris lleva las ciento dieciséis páginas del manuscrito del Libro de Mormón desde Harmony, Pensilvania, hasta Palmyra, Nueva York.

Julio de 1828José Smith viaja a Manchester, Nueva York, y se entera que se había perdido el manuscrito.

Julio de 1828José Smith regresa a Harmony, Pensilvania, y recibe Doctrina y Convenios 3.

22 de septiembre de 1828Tras habérsele retirado las planchas de oro y el Urim y Tumim después de su transgresión con respecto al manuscrito, José Smith las vuelve a recibir de Moroni.

Abril de 1829Oliver Cowdery llega a Harmony para colaborar con la traducción del Libro de Mormón.

Abril de 1829Se recibe Doctrina y Convenios 10 (es posible que ya para el verano de 1828 se hayan recibido algunas porciones).

Doctrina y Convenios 3: Antecedentes históricos adicionales

El profeta José Smith obtuvo las planchas de oro en septiembre de 1827, mientras él y su esposa, Emma Hale Smith, vivían en el hogar de los padres de él, cerca de Palmyra, Nueva York. En diciembre de 1827, la creciente persecución y las tentativas por robarle las planchas dieron lugar a que José y Emma se trasladaran a Harmony, Pensilvania, donde vivían los padres de ella. Martin Harris, un próspero granjero y hombre de negocios de Palmyra, fue uno de los primeros defensores del Profeta y proporcionó ayuda financiera para asistir con el traslado.

En febrero de 1828, Martin Harris viajó a Harmony y recibió una copia de algunos de los caracteres antiguos que José había transcrito de las planchas de oro, junto con la traducción que hizo el Profeta de dichos caracteres. Martin fue a la ciudad de Nueva York para reunirse con dos eruditos, el profesor Charles Anthon y el doctor Samuel Mitchell (o Mitchill), que tenían ciertos conocimientos de lenguas y civilizaciones antiguas (véase José Smith—Historia 1:63–65). Posteriormente, Martin actuó como escriba para el Profeta desde abril hasta junio de 1828, mientras José traducía la primera porción del Libro de Mormón. Durante ese tiempo, Lucy, la esposa de Martin, tenía dudas cada vez mayores en cuanto al apoyo que su esposo le daba a José, y sobre el interés y la participación económica de Martin en la obra de la traducción de las planchas. A fin de tranquilizarla, Martin pidió a José que solicitara permiso al Señor para que él (Martin) tomara ciento dieciséis páginas del manuscrito traducido para mostrárselas a su esposa y a otros familiares como evidencia.

El profeta José Smith dio el siguiente relato: “Pregunté, y la respuesta que recibí fue que no lo hiciera [que no se llevara el manuscrito]. No obstante, no quedó satisfecho con eso y me pidió que preguntara de nuevo. Así lo hice, y recibí la misma respuesta; sin embargo, él siguió insatisfecho e insistió para que preguntara de nuevo. Después de rogármelo mucho, volví a preguntarle al Señor, y se nos otorgó permiso para que se llevara los escritos bajo ciertas condiciones” (Manuscript History of the Church, tomo A-1, pág. 9, josephsmithpapers.org). José hizo que Martin Harris prometiera que mostraría el manuscrito únicamente a su esposa; a su hermano, Preserved Harris; a sus padres, Nathan y Rhoda Harris; y a la hermana de su esposa, Mary Harris Cobb (véase The Joseph Smith Papers, Documents, [Los Documentos de José Smith], Volume 1: July 1828–June 1831, editado por Michael Hubbard MacKay y otros, 2013, pág. 6, nota al pie 25).

Martin Harris viajó a su casa, en Palmyra, Nueva York, con el manuscrito de ciento dieciséis páginas. Al día siguiente de haber partido Martin, Emma Smith dio a luz a un hijo varón, que murió poco después. Emma también estuvo al borde de la muerte, y José pasó varias semanas al lado del lecho de su esposa. Para principios de julio de 1828, habían transcurrido tres semanas desde la partida de Martin y no habían sabido nada de él. Emma, que estaba recuperándose lentamente, convenció a José para que fuera a Nueva York a averiguar por qué Martin no se había comunicado. José viajó a la casa de sus padres y mandó llamar a Martin.

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Lápida del bebé de José y Emma Smith

El bebé de José y Emma Smith fue sepultado en el cementerio McKune, cerca de su hogar en Harmony, Pensilvania, en junio de 1828 (fotografía tomada entre 1897–1927).

Cortesía de la Biblioteca y los Archivos de Historia de la Iglesia

Lucy Mack Smith, la madre del profeta José Smith, escribió en sus registros que la familia puso la mesa y esperó, confiando en que Martin llegaría para el desayuno, pero él se tomó toda la mañana para llegar. Cuando finalmente llegó a la casa, se sentó a la mesa y “tomó el cuchillo y el tenedor, como si los fuera a utilizar, pero de inmediato los dejó caer”. Cuando le preguntaron si se encontraba bien, Martin Harris “exclamó con un tono de profunda angustia: ‘Oh!, ¡he perdido mi alma! ¡He perdido mi alma!’.

“José, que hasta ese momento no había expresado sus temores, se levantó de un salto y exclamó: ‘¡Oh! Martin, ¿ha perdido el manuscrito? ¿Ha quebrantado su juramento, acarreando condenación sobre mí y sobre usted mismo?’.

“‘Sí’, respondió Martin, ‘ha desaparecido y no sé dónde está’”.

Abrumado por el remordimiento y el temor, José exclamó: “‘¡Todo está perdido! ¡Todo está perdido! ¿Qué haré? ¡He pecado! Soy yo quien ha provocado la ira de Dios por pedirle lo que no tenía derecho de pedir, ya que el ángel me instruyó de manera diferente’; y así continuó sollozando y lamentándose mientras se paseaba incesantemente de un lado a otro del cuarto.

“Finalmente, le dijo a Martin que volviera a su casa y buscara de nuevo.

“‘No’, dijo el señor Harris, ‘es en vano, porque he buscado en todas partes de la casa; hasta he abierto colchones y almohadas [en busca del manuscrito], y sé que no está allí’.

“‘Entonces’, dijo José, ‘¿debo regresar a mi esposa con esa historia? No me atrevo a hacerlo… ¿y cómo podré presentarme ante el Señor? ¡Soy digno de la más severa reprensión del… ángel del Altísimo!’” (“Lucy Mack Smith, History, 1844–1845,” libro 7, págs. 5–6, josephsmithpapers.org; se estandarizó la puntuación, el uso de las mayúsculas, la ortografía y la separación de los párrafos).

Tras regresar a su casa en Harmony, Pensilvania, sin las páginas del manuscrito, José Smith suplicó a Dios que lo perdonara. Moroni, el mensajero celestial, se apareció a José y le dio los intérpretes, o sea, el Urim y Tumim, que José utilizó mientras traducía. Se le había quitado el Urim y Tumim “por haber puesto a prueba la paciencia del Señor al solicitar el privilegio de que Martin Harris llevara los escritos” (en Manuscript History of the Church, tomo A-1, pág. 10, josephsmithpapers.org). Una vez que Moroni apareció y devolvió el Urim y Tumim, José recibió la revelación registrada en Doctrina y Convenios 3.

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Mapa 3: Noreste de los Estados Unidos de América
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Mapa 4: Palmyra y Manchester, Nueva York, 1820–1831

Doctrina y Convenios 3

El Señor declara que Su obra no puede ser frustrada y reprende a José Smith

Doctrina y Convenios 3:1–3. “… los propósitos de Dios no se pueden frustrar”

José Smith probablemente consideró la pérdida de las ciento dieciséis páginas del manuscrito como una gran piedra de tropiezo para el plan del Señor de sacar a luz el Libro de Mormón. Sin embargo, el Señor le aseguró a Su profeta que nada podría frustrar o destruir los propósitos y la obra de Dios. Un atributo importante del carácter de Dios es Su omnisciencia, lo que incluye Su presciencia. No hay nada que el hombre o Satanás pueda hacer que sorprenda a Dios o le impida cumplir Sus propósitos. Él conoce todas las cosas porque todas las cosas están presentes ante Él, incluso “[las cosas] pasadas, presentes y futuras” (D. y C. 130:7; véanse también D. y C. 38:2; 88:41). El élder Neal A. Maxwell (1926–2004), del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó por qué la obra de Dios no puede ser frustrada: “El Señor sabía desde el principio los éxitos y los fracasos que tendría el hombre, y los tomó en cuenta al desplegar Su plan de salvación (véase 1 Nefi 9:6). Sus propósitos se lograrán en su totalidad” (véase “Resplandecéis como luminares en el mundo”, Liahona, julio de 1983, pág. 11).

Doctrina y Convenios 3:2. “Dios no anda por vías torcidas… y su vía es un giro eterno”

A fin de aclarar por qué “los propósitos de Dios no se pueden frustrar ni tampoco pueden reducirse a la nada” (D. y C. 3:1), el Señor proporcionó detalles importantes en cuanto a Su naturaleza. La vía que Dios sigue no es torcida; es recta, lo que significa que Él es inmutable y Su curso es constante en el tiempo. Debido a que no varía “ni se vuelve a la derecha ni a la izquierda” (D. y C. 3:2), podemos confiar en Él y depender de Sus palabras y Sus promesas.

El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Cuórum de los Doce Apóstoles, aclaró lo que quiere decir que la vía de Dios es “un giro eterno” (D. y C. 3:2): “Dios gobierna por medio de la ley —de manera completa, total, invariable y para siempre. Él ha ordenado que de las mismas causas se deriven siempre idénticos resultados. Él no hace acepción de personas, y es un Ser ‘en quien no hay cambio ni sombra de variación’ (Santiago 1:17; D. y C. 3:1–2). De allí que el curso del Señor ‘es un giro eterno, el mismo hoy que ayer y para siempre’ (D. y C. 35:1)” (Mormon Doctrine, 2.a edición, 1966, págs. 545–546).

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Foto de Martin Harris

Por un tiempo, Martin Harris fue escriba durante la traducción del Libro de Mormón.

Cortesía de la Biblioteca y los Archivos de Historia de la Iglesia

Doctrina y Convenios 3:4–8, 15. “… no debiste haber temido al hombre más que a Dios”

Debe haber sido difícil para José Smith no atender a las súplicas constantes de Martin Harris para obtener permiso de llevarse las páginas manuscritas de la traducción del Libro de Mormón. Martin era más de 20 años mayor que José y había sido uno de los primeros en creerle y tratar de ayudar en la obra. Había apoyado al Profeta en el aspecto económico y había dedicado gran parte de su tiempo a colaborar en la obra de traducción. Sin embargo, el Señor reprendió a José por ceder a las persuasiones de Martin y le explicó que debió haber temido a Dios y debió confiar en Su poder para recibir sostén. El élder D. Todd Christofferson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó lo que puede significar temer a Dios:

“Muchos pasajes de las Escrituras nos aconsejan temer a Dios. Hoy día la palabra temor generalmente se interpreta como ‘respeto’, ‘reverencia’ o ‘amor’, es decir, temer a Dios equivale a amarle o respetarlo a Él y Su ley. Habitualmente esa suele ser la interpretación correcta, pero me pregunto si en ocasiones temor realmente no significa temor, como cuando los profetas hablan de temer ofender a Dios al quebrantar Sus mandamientos…

“Supongo que el temor del Señor, o lo que Pablo llama ‘temor y reverencia’ (Hebreos 12:28), debe ser parte de nuestra reverencia por Él. Debemos amarlo y reverenciarlo hasta el punto de temer hacer algo que sea malo ante Su vista, cualesquiera que sean las opiniones o las presiones de los demás” (“A Sense of the Sacred” [charla fogonera de la Universidad Brigham Young, 7 de noviembre de 2004, pág. 8; speeches.byu.edu).

Doctrina y Convenios 3:9–11. “Dios es misericordioso; arrepiéntete, pues, de lo que has hecho”

Lucy Mack Smith, madre del Profeta, escribió que José se culpó a sí mismo cuando se enteró de que Martin Harris había perdido el manuscrito. Ella describió el sufrimiento de José: “… continuó sollozando y lamentándose mientras se paseaba incesantemente de un lado a otro del cuarto… Los sollozos, los lamentos y las expresiones más amargas de pesar llenaban la casa. Sin embargo, José estaba más turbado que todos porque sabía definitivamente y por dolorosa experiencia la consecuencia de lo que a otros les parecería un descuido sumamente insignificante. Continuó caminando para atrás y para adelante, sollozando y lamentándose como un bebé hasta la puesta del sol. Logramos persuadirlo a que tomara algo de alimento” (“Lucy Mack Smith, History, 1844–1845”, libro 7, págs. 6–7, josephsmithpapers.org; se ha estandarizado la puntuación, la ortografía y el uso de las mayúsculas).

La desesperanza de José Smith continuó hasta que Moroni lo visitó en Harmony, Pensilvania, y recibió la siguiente revelación del Señor: “Mas recuerda que Dios es misericordioso; arrepiéntete, pues, de lo que has hecho… y todavía eres escogido, y eres llamado de nuevo a la obra” (D. y C. 3:10).

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Copia de los caracteres del Libro de Mormón

Caracteres copiados de las planchas del Libro de Mormón

El élder Lynn G. Robbins, de los Setenta, dio la siguiente descripción de la experiencia de José:

“Al joven José Smith se le sancionó con un período de prueba de cuatro años antes de obtener las planchas de oro, ‘porque no has guardado los mandamientos del Señor’ [en The Joseph Smith Papers [Los Documentos de José Smith], tomo I: Joseph Smith Histories, 1832–1844, editado por Karen Lynn Davidson y otros, 2012, pág. 83]. Más tarde, cuando perdió las ciento dieciséis páginas del manuscrito, se le disciplinó de nuevo. A pesar de que José estaba arrepentido de verdad, el Señor aún le retiró sus privilegios por un corto tiempo, porque ‘a los que amo también disciplino para que les sean perdonados sus pecados’ (D. y C. 95:1).

“José dijo: ‘El ángel estaba contento cuando me devolvió el Urim y Tumim y me dijo que Dios estaba complacido por mi fidelidad y humildad, y que me amaba por mi arrepentimiento y mi diligencia en la oración’ [Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 75; cursiva agregada]. Debido a que el Señor quería enseñarle a José una lección que le cambiara el corazón, requirió de él un doloroso sacrificio, siendo este una parte esencial de la disciplina” (“El Juez justo”, Liahona, noviembre de 2016, pág. 97.

En las revelaciones de los últimos días hay muchos ejemplos donde el Señor ha reprendido a personas o las ha llamado al arrepentimiento (véanse D. y C. 19:13–15; 30:1–3; 64:15–17; 112:1–3, 10–16). El pasaje que se halla en Doctrina y Convenios 3:6–11 es prueba de que al profeta José Smith no se le eximía de que el Señor lo corrigiera por sus errores y debilidades. Sin embargo, debido a que se arrepintió, el Señor volvió a llamar a José Smith para que llevara a cabo Su obra.

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Foto de Charles Anthon

Charles H. Anthon, de la Universidad de Columbia, Nueva York, examinó los caracteres que se copiaron de las planchas del Libro de Mormón.

El élder M. Russell Ballard, del Cuórum de los Doce Apóstoles, nos recordó que los líderes de la Iglesia no son perfectos, pero podemos confiar en que ellos son inspirados y que el Señor obra por medio de ellos:

“La Iglesia de Jesucristo siempre ha sido guiada por profetas y apóstoles vivientes. Aunque son mortales y están sujetos a las imperfecciones humanas, los siervos del Señor reciben inspiración para ayudarnos a evitar los obstáculos que constituyen una amenaza espiritual y ayudarnos a atravesar a salvo la vida terrenal hacia nuestro destino final, máximo y celestial.

“Durante casi cuarenta años de estrecha relación, he sido testigo personal a medida que la sutil inspiración y la profunda revelación han llevado a la acción a los Profetas y Apóstoles, a las demás Autoridades Generales y a los líderes de las organizaciones auxiliares. Si bien no son perfectos ni infalibles, estos buenos hombres y mujeres han estado perfectamente dedicados a llevar adelante la obra del Señor tal como Él manda…

“Demasiadas personas piensan que los líderes y los miembros de la Iglesia deben ser perfectos o casi perfectos. Se olvidan que la gracia del Señor es suficiente para llevar a cabo Su obra mediante seres mortales…

“El concentrarnos en la forma en la que el Señor inspira a Sus líderes escogidos y cómo motiva a los santos a hacer cosas maravillosas y extraordinarias a pesar de su naturaleza humana, es una manera en la que nos asimos al evangelio de Jesucristo” (“Dios está a la cabeza”, Liahona, noviembre de 2015, págs. 24–25).

Doctrina y Convenios 3:12–13. “… en manos de un hombre inicuo”

La violación del convenio que Martin Harris había concertado de mostrar el manuscrito solo a cinco personas específicas provocó una severa reprimenda del Señor, en la que se refirió a Martin como “un hombre inicuo” (D. y C. 3:12). Debido a que Martin había optado por confiar en su propia sabiduría y juicio, perdió las páginas del manuscrito del Libro de Mormón y José Smith perdió el privilegio de traducir “por una temporada” (D. y C. 3:14). El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) enseñó que la “maldad de Martin consistió en su deseo egoísta de satisfacer su propio deseo en contra de la voluntad del Señor, tras habérsele negado esa petición antes de que le fuera concedida” (Church History and Modern Revelation, 1953, tomo I, pág. 28).

Doctrina y Convenios 3:16–20. “… para este propósito mismo se preservan estas planchas”

Profetas del Libro de Mormón, tales como Nefi, Jacob y Moroni, describieron los propósitos del Señor para sacar a luz ese registro sagrado (véanse la portada del Libro de Mormón; 2 Nefi 33:4–5; Jacob 4:3–4; Éter 8:26). El profeta José Smith todavía no había traducido ninguno de esos pasajes cuando recibió la revelación registrada en Doctrina y Convenios 3, por tanto, los versículos 16–20 deben haber ampliado su comprensión de los propósitos y del destino del Libro de Mormón.

Doctrina y Convenios 10: Antecedentes históricos adicionales

El profeta José Smith recibió la revelación registrada en Doctrina y Convenios 10 en Harmony, Pensilvania, pero no se sabe exactamente cuándo. El Profeta pudo haber recibido porciones de esa revelación ya para julio de 1828, después de que se recibió la revelación registrada en Doctrina y Convenios 3. Sin embargo, parece que la revelación se registró la primavera siguiente, en abril de 1829 (véase Doctrina y Convenios 10, encabezamiento de la sección).

Algún tiempo después de la pérdida de las ciento dieciséis páginas del manuscrito, las planchas de oro y el Urim y Tumim le fueron devueltos al Profeta, junto con la seguridad del Señor de que el don para traducir “otra vez [le era] restaurado” (D. y C. 10:3). Para marzo de 1829, el Profeta reanudó la traducción del Libro de Mormón, en la que Emma, su esposa, a veces actuaba como escriba; pero la traducción continuó lentamente hasta que Oliver Cowdery llegó el 5 de abril, y al día siguiente comenzó a servir como escribiente de José.

Con la ayuda de Oliver, José aparentemente empezó a traducir en el libro de Mosíah, donde había estado traduciendo antes de la pérdida del manuscrito. A medida que se acercaba el fin de la traducción del Libro de Mormón, José se preguntaba si debería volver al comienzo del registro y retraducir la porción que se había perdido. En respuesta a ello, el Señor le enseñó al Profeta en cuanto a la estrategia de Satanás de destruir la obra de Dios y le dijo que no volviese a traducir esa porción de las planchas, sino que en vez de ello tradujese las planchas menores de Nefi (véase The Joseph Smith Papers, Documents [Los Documentos de José Smith], Volume 1: July 1828–June 1831, págs. 38–39). Las planchas menores eran un registro espiritual que se centraba principalmente en la predicación, la revelación y la profecía (véase Jacob 1:4). El Señor explicó que las planchas menores abarcan el mismo período que la porción perdida, pero en muchos aspectos “dan mayor claridad” a Su evangelio (D. y C. 10:45).

Doctrina y Convenios 10:1–29

El Señor revela el plan de Satanás para destruir a José Smith y la obra de Dios

Doctrina y Convenios 10:1–4. “No corras más aprisa, ni trabajes más de lo que tus fuerzas… te permitan”

Hasta alrededor de marzo de 1829, debido a que se habían perdido las ciento dieciséis páginas del manuscrito, el profeta José Smith ya no tenía páginas transcritas para indicar el progreso de la traducción del Libro de Mormón, a pesar de que se le habían dado las planchas en septiembre de 1827. Aunque la traducción del Libro de Mormón era una tarea de suma importancia, el Señor no requería que el Profeta trabajara más allá de las fuerzas y los medios que Dios le había proporcionado. El élder Neal A. Maxwell explicó cómo los siervos mortales del Señor deben trabajar en la obra:

“El Señor quiere que seamos diligentes pero prudentes. No debemos sopesar apresuradamente nuestra cruz para ver si podemos levantarla y luego dejarla; debemos llevarla por el resto de nuestra vida. Y el ritmo importa mucho…

“El correr más aprisa de lo que nuestra fuerza lo permita ‘no es un requisito’. Hacer las cosas de manera diligente pero ‘con prudencia y orden’ es, de hecho, necesario si hemos de ‘[ganar] el galardón’ [Mosíah 4:27]. Ese equilibrio entre el ritmo y la diligencia es un ejercicio elevado y exigente en el uso de nuestro tiempo, talento y albedrío…

“Cuando nuestro ritmo excede nuestra fuerza y nuestros medios, el resultado es la postración en vez de la dedicación constante. Las indicaciones sobre estos asuntos se nos pueden dar y se nos dan mediante el proceso de la inspiración privada…

“El ritmo, que requiere un esfuerzo diligente y sostenido, no es el método de aquellos que se lanzan a una sola tarea y se agotan rápidamente y, por lo tanto, por un tiempo no pueden volver a ayudar” (Notwithstanding My Weakness, 1981, págs. 4, 6–7).

Doctrina y Convenios 10:5. “Ora siempre… para que venzas a Satanás”

La amarga experiencia de perder las páginas del manuscrito del Libro de Mormón llevó al profeta José Smith a confiar más diligentemente en la dirección y guía que recibía de Dios. Se le recordó orar siempre a fin de escapar de la influencia destructiva de Satanás y sus siervos (véase D. y C. 10:5). El presidente Henry B. Eyring, de la Primera Presidencia, destacó una razón por la que el Señor dio el mandamiento de orar siempre:

“Tal vez se hayan preguntado, al igual que yo, por qué Él empleó la palabra siempre, dada la naturaleza de la vida terrenal que pesa sobre nosotros. Por propia experiencia saben lo mucho que cuesta pensar todo el tiempo en algo de manera consciente. Incluso en el servicio a Dios, no nos encontraremos orándole siempre de manera consciente. Entonces, ¿por qué el Maestro nos exhorta a ‘[orar] siempre’?

“No soy lo bastante sabio para conocer todos los designios del Señor que implican el darnos el convenio de recordarle siempre, pero sí sé de uno: Él conoce a la perfección las poderosas fuerzas que influyen en nosotros y lo que significa ser humano…

“Él sabe lo que es recibir la presión de las preocupaciones de la vida… Él también sabe que nuestras pruebas y nuestros poderes humanos para enfrentarnos con ellas sufren altibajos.

“Él conoce el error que tan fácilmente podemos cometer: subestimar las fuerzas que obran a nuestro favor y confiar en exceso en nuestros propios poderes humanos. De modo que nos ofrece el convenio de ‘recordarle siempre’ y la advertencia de ‘[orar] siempre’ a fin de que depositemos nuestra confianza en Él, que es nuestra única seguridad. No es difícil saber lo que se debe hacer; la dificultad misma de recordar siempre y de orar siempre es un estímulo necesario para esforzarnos con mayor ahínco. El peligro estriba en posponer el empeño de recordarle” (véase “Recordarle siempre”, Liahona, diciembre de 2005, págs. 9–10).

El presidente Eyring explicó además una manera de orar continuamente durante todo el día: “El Señor escucha las oraciones de tu corazón. Los sentimientos que llevas en el corazón de amor por nuestro Padre Celestial y por Su Hijo Amado pueden ser tan constantes que tus oraciones siempre ascenderán a Ellos” (véase “Always”, Ensign, octubre de 1999, pág. 12).

Doctrina y Convenios 10:6–19. “… el diablo ha procurado poner en marcha un plan astuto para destruir esta obra”

Satanás intenta frustrar la obra del Señor (véanse Mateo 4:1–11; Moisés 1:12–23; 4:6; José Smith—Historia 1:15). La pérdida de las páginas del manuscrito del Libro de Mormón y la conspiración de hombres perversos para tender una trampa al profeta José Smith si volvía a traducir el mismo material fueron algunos de los muchos intentos de Satanás para impedir la salida a luz del Libro de Mormón. (Para ver un resumen de lo que José Smith aprendió acerca del plan que Satanás tenía para las ciento dieciséis páginas perdidas del manuscrito, lee el encabezamiento de Doctrina y Convenios 10).

El élder Richard G. Scott (1928–2015) del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó lo siguiente acerca de Satanás y de su objetivo final: “Satanás también tiene un plan; es un plan de destrucción, astuto, malvado y sutil. El objetivo de Satanás es llevar cautivos a los hijos de nuestro Padre Celestial y hacer todo lo posible para frustrar el gran plan de felicidad” (“El gozo de vivir el gran plan de felicidad”, Liahona, enero de 1997, pág. 83).

Doctrina y Convenios 10:20–29. “… él incita sus corazones a la ira contra esta obra”

Satanás influyó en hombres corruptos para perseguir al profeta José Smith y tratar de destruir el Libro de Mormón. Engañó y lisonjeó a los malvados y les dijo que “no es pecado mentir” y destruir lo que es bueno (D. y C. 10:25). El profeta José Smith (1805–1844) enseñó: “El diablo tiene gran poder para engañar; puede transformar las cosas de tal manera que uno se sorprenda de los que están cumpliendo con la voluntad de Dios” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 77).

En la actualidad todavía hay personas que son incitadas a la ira contra la obra de Dios. El élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles, advirtió a los miembros de la Iglesia:

“Nadie es inmune a las influencias del mundo. El consejo del Señor nos mantiene en guardia…

“Al seguir al Salvador, sin duda habrá retos a los que nos enfrentaremos. Al abordarlos con fe, esas experiencias purificadoras proporcionan una conversión más profunda de la realidad del Salvador. Al abordarlos de manera mundana, esas mismas experiencias empañan nuestra vista y debilitan nuestra determinación. Algunas personas que amamos y admiramos se apartan del sendero estrecho y angosto y ‘dejan de andar con Él’ [Juan 6:66]…

“¿Estaremos asombrados a veces al ver la ira que algunas personas sienten hacia la Iglesia del Señor y sus esfuerzos por hurtar la vacilante fe de los débiles? Sí. Pero ello no impedirá el crecimiento o el destino de la Iglesia, ni debe impedir el progreso espiritual de cada uno de nosotros como discípulos del Señor Jesucristo” (“Nunca lo dejen a Él”, Liahona, noviembre de 2010, págs. 39, 41) .

Doctrina y Convenios 10:30–70

José Smith recibe conocimiento del plan de Dios para frustrar los esfuerzos de Satanás por destruir la obra

Doctrina y Convenios 10:30–37. “… no volverás a traducir aquellas palabras”

El Señor sabía que personas malvadas deseaban publicar una versión del manuscrito robado con una redacción alterada. Esa versión contradiría lo que José publicase si volvía a traducir la porción perdida. Por tanto, el Señor le mandó a José que no volviera a traducir esa parte de las planchas. Los enemigos del Profeta jamás publicaron las ciento dieciséis páginas del manuscrito, y dichas páginas nunca se han encontrado. Más tarde, cuando se publicó la primera edición del Libro de Mormón, José Smith incluyó un prefacio donde citó una porción de Doctrina y Convenios 10 y públicamente expuso el plan de los malvados de publicar palabras que dirían “lo contrario de lo que [José tradujo] e [hizo]” (D. y C. 10:11).

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Parte de una página del manuscrito original del Libro de Mormón

Parte de una página del manuscrito original del Libro de Mormón

Doctrina y Convenios 10:38–45. “… mi sabiduría es más potente que la astucia del diablo”

Las ciento dieciséis páginas perdidas del manuscrito del Libro de Mormón provenían de la traducción que el profeta José Smith hizo de las planchas mayores de Nefi, e incluían el libro de Lehi (véase 1 Nefi 1:16; 19:1) y posiblemente la primera parte del libro de Mosíah. Después de la pérdida del manuscrito, el Profeta no volvió a traducir esas porciones de las planchas, sino que continuó traduciendo el resto del compendio que hizo Mormón de las planchas mayores. Sin embargo, el Señor instruyó a José que tradujera los grabados que se encontraban en las planchas menores de Nefi, las cuales abarcaban el mismo período que el libro de Lehi (véase D. y C. 10:41).

Cuando Nefi, el profeta del Libro de Mormón, describió el mandamiento que le dio el Señor de crear un segundo juego de planchas, escribió que era “para un sabio propósito suyo, el cual me es desconocido. Pero el Señor sabe todas las cosas desde el principio; por tanto, él prepara una vía para realizar todas sus obras” (1 Nefi 9:5–6; véanse también 1 Nefi 19:1–5; 2 Nefi 5:29–33; Palabras de Mormón 1:6–7).

El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó cómo el segundo registro de Nefi es un ejemplo de la infinita sabiduría de Dios y cómo nos bendice hoy:

“La frase ‘para un sabio propósito’ se usa por lo menos seis veces en el Libro de Mormón para referirse a hacer, escribir y preservar las planchas menores de Nefi (véanse 1 Nefi 9:5; [Palabras de Mormón] 1:7; Alma 37:2, 12, 14, 18). Ustedes y yo sabemos que el sabio propósito, el más obvio, era compensar la pérdida de las ya mencionadas ciento dieciséis páginas manuscritas traducidas por el profeta José Smith de la primera parte del Libro de Mormón (véase D. y C. 310).

“Me da la impresión de que hay un propósito ‘más sabio’ que ese, o bien, para decirlo con mayor exactitud, ‘un propósito más sabio’ en ello. La clave para tal sugerencia se encuentra en D. y C. 10:45. Al enseñarle a José Smith el procedimiento para traducir y para insertar el material de las planchas menores en lo que había comenzado como la traducción del compendio de las planchas mayores, el Señor dice: ‘He aquí, hay muchas cosas grabadas en las planchas [menores] de Nefi que dan mayor claridad a mi evangelio’ (cursiva agregada).

“Así que, esto claramente no era solo una compensación en la preparación del producto final del Libro de Mormón. No era una cosa por la otra, ciento dieciséis páginas de manuscrito por ciento cuarenta y dos páginas de texto impreso. No. Se nos dio más de lo que perdimos, y desde el principio se supo que sería así. No sabemos a ciencia cierta qué hemos perdido en las ciento dieciséis páginas, pero lo que sí sabemos es que en las planchas menores recibimos las declaraciones personales de tres grandes testigos [Nefi, Jacob e Isaías], tres de las grandes voces doctrinales del Libro de Mormón, que testifican que Jesús es el Cristo” (“For a Wise Purpose”, Ensign, enero de 1996, págs. 13–14).

Doctrina y Convenios 10:46–52. Se contestan las oraciones de los discípulos nefitas

Varios de los profetas y discípulos nefitas oraron para que su registro se preservase y que, mediante él, llegara el Evangelio algún día a los lamanitas y a su posteridad (véanse 2 Nefi 26:15; Enós 1:13, 16–17; Mosíah 12:8; 3 Nefi 5:14; Mormón 8:25–26; 9:34–37). Las oraciones de esos profetas se contestaron cuando el Libro de Mormón salió a luz en los últimos días.

Doctrina y Convenios 10:53–56, 67. “… mi iglesia”

En Doctrina y Convenios 10:53–56 se halla una de las primeras señales de que el Señor se estaba preparando para establecer Su Iglesia de nuevo en la tierra (véanse también D. y C. 5:14; 6:1; 11:16). El Señor prometió que aquellos que pertenecen a Su Iglesia “no necesitan temer, porque los tales heredarán el reino de los cielos” (D. y C. 10:55). Algunas personas suponen que el ser miembros de la Iglesia restaurada del Señor garantiza la salvación. Para entender la doctrina del Señor sobre este punto, necesitamos entender lo que significa pertenecer a la Iglesia del Señor. El Señor declaró que aquellos que pertenecen a la Iglesia no son solo aquellos que son bautizados y cuyos nombres figuran en los registros de la Iglesia, sino “quienes se arrepienten y vienen a mí” (D. y C. 10:67). El Señor también añadió que aquellos miembros de Su Iglesia que perseveren hasta el fin prevalecerán contra las puertas del infierno (véase D. y C. 10:69).

Doctrina y Convenios 10:57–70. “… pondrán de manifiesto los puntos verdaderos de mi doctrina”

Por medio de la revelación registrada en Doctrina y Convenios 10, Jesucristo testifica de Su divinidad como el Hijo de Dios, nuestro Señor, y el Redentor del mundo (véase D. y C. 10:57, 70). Al salir a luz el Libro de Mormón, y mediante la restauración de la Iglesia de Jesucristo, el Señor prometió que se pondrían de manifiesto “los puntos verdaderos de [Su] doctrina” (D. y C. 10:62). Uno de Sus propósitos al revelar Su doctrina por medio del Libro de Mormón es ayudar a los hijos de Dios a entender Su palabra claramente a fin de que eviten la contención y la tendencia a “pervertir” o tergiversar Su palabra y malinterpretar las Escrituras (véase D. y C. 10:63).

La declaración del Señor de que el Libro de Mormón pondría “de manifiesto los puntos verdaderos de [Su] doctrina” (D. y C. 10:62) y acabaría con la contención es el cumplimiento de la profecía que dio José en Egipto en cuanto a los escritos del fruto de sus lomos que vendrían en los últimos días (véase 2 Nefi 3:12). Durante la Gran Apostasía, el sacerdocio se quitó de la tierra y muchas verdades claras y preciosas se encubrieron o se quitaron de la Biblia (véase 1 Nefi 13:26–29). Por consiguiente, el mundo se quedó sin la plenitud de la verdad y sin la revelación divina necesaria para entender y aplicar la palabra de Dios. Esa falta de luz y verdad condujo a desacuerdos y contención sobre las doctrinas de Dios y permitió que Satanás incitara la contención en el corazón de los hombres. La salida a luz del Libro de Mormón en estos últimos días restablece y aclara de nuevo la plenitud de la verdad de Dios, y da testimonio de ella.