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Capítulo 47: Doctrina y Convenios 121:11–46


“Capítulo 47: Doctrina y Convenios 121:11–46”, Doctrina y Convenios: Manual del alumno, 2017

“Capítulo 47”, Doctrina y Convenios: Manual del alumno

Capítulo 47

Doctrina y Convenios 121:11–46

Introducción y cronología

El 31 de octubre de 1838, las tropas de la milicia del estado de Misuri tomaron prisionero al profeta José Smith y a otros líderes de la Iglesia en Far West, Misuri. Esos hombres fueron finalmente encerrados en la cárcel de Liberty, en el condado de Clay, Misuri, y sufrieron en gran medida durante sus cuatro meses de confinamiento. Mientras estaba en la cárcel de Liberty, el Profeta dictó una carta a los miembros de la Iglesia el 20 de marzo de 1839, y una segunda carta aproximadamente dos días después, en la que describía los juicios que sufrirán los malvados, así como las bendiciones prometidas a aquellos que “valientemente hayan perseverado en el evangelio de Jesucristo” (D. y C. 121:29). El profeta José Smith también enseñó principios sobre la autoridad y el poder del sacerdocio. Varios fragmentos de esas cartas están registrados en Doctrina y Convenios 121:11–46.

Agosto–octubre de 1838Los malentendidos y la tensión entre los miembros de la Iglesia y otros habitantes de Misuri desencadenan un conflicto armado.

27 de octubre de 1838El gobernador Lilburn W. Boggs autoriza el exterminio o la expulsión de todos los Santos de los Últimos Días del estado de Misuri.

30 de octubre de 1838Atacantes antimormones arremeten contra miembros de la Iglesia en el asentamiento de Hawn’s Mill, ubicado a unos 19 kilómetros al este de Far West, Misuri, matando a 17 hombres y niños e hiriendo a otros 13.

31 de octubre de 1838Las tropas de la milicia del estado de Misuri toman prisionero al profeta José Smith además de a otras personas en Far West, Misuri.

1 de diciembre de 1838El profeta José Smith y sus compañeros son recluidos en la cárcel de Liberty, en el condado de Clay, Misuri.

20–22 de marzo de 1839El profeta José Smith dicta varias cartas desde la cárcel de Liberty, fragmentos de las cuales están registrados en Doctrina y Convenios 121–123.

6 de abril de 1839El profeta José Smith y sus compañeros son llevados de la cárcel de Liberty a Gallatin, Misuri, para una audiencia ante un tribunal. El 16 de abril de 1839 se les permite escapar de la custodia y se unen a los santos en Illinois.

Doctrina y Convenios 121:11–46: Antecedentes históricos adicionales

Después que el gobernador Lilburn W. Boggs ordenara la expulsión de todos los Santos de los Últimos Días del estado de Misuri en octubre de 1838, de ocho a diez mil miembros de la Iglesia fueron forzados a abandonar sus hogares. Desde enero a marzo de 1839, muchos de ellos viajaron hacia el este, más allá del río Misisipí, hasta Quincy, Illinois. Los residentes de Quincy dieron una cálida bienvenida a los miembros de la Iglesia, “proporcionándoles alimento, refugio y trabajo” (en The Joseph Smith Papers, Documents, tomo VI: febrero de 1838–agosto de 1839, edición de Mark Ashurst-McGee y otros, 2017, pág. 275). De inmediato, los líderes de la Iglesia comenzaron a buscar posibles lugares de asentamiento para los santos. Un especulador de tierras llamado Isaac Galland ofreció vender grandes extensiones de tierra a la Iglesia en Iowa así como en Commerce, Illinois, y los líderes de la Iglesia le escribieron al profeta José Smith, quien entonces se encontraba en la cárcel de Liberty, acerca de la posibilidad de comprar esa tierra (véase The Joseph Smith Papers, Documents, tomo VI: febrero de 1838–agosto de 1839, págs. 376–377; véase también pág. 377, nota 650). El 20 de marzo de 1839, y de nuevo aproximadamente el 22 de marzo de 1839, el Profeta respondió a los líderes de la Iglesia escribiendo largas cartas que contenían sus ideas e instrucciones con respecto a las posibles compras de tierras (véase The Joseph Smith Papers, Documents, tomo VI: febrero de 1838–agosto de 1839, págs. 389–390). Esas cartas también contenían la revelación que el Señor le dio al Profeta durante su encarcelamiento. Varios fragmentos de ambas cartas están registrados en Doctrina y Convenios 121:11–46.

Para obtener más información, consuta “Doctrina y Convenios 121–123: Antecedentes Históricos Adicionales” en el capítulo anterior de este manual.

Doctrina y Convenios 121:11–25

El Señor describe los castigos reservados para aquellos que se opongan a Su obra

Doctrina y Convenios 121:11–25. “… los que te acusan de transgresión”

La institución financiera de la Iglesia, la Kirtland Safety Society, cerró hacia finales del verano de 1837 debido a la oposición de los ciudadanos locales, los efectos de una crisis económica nacional y las malas decisiones financieras tomadas por José Smith y otros líderes de la Iglesia. Muchos miembros de la Iglesia en Ohio estaban decepcionados y enojados con el profeta José Smith, lo culparon por los problemas financieros que ellos tenían y lo llamaron “profeta caído” (véase The Joseph Smith Papers, Documents, tomo V: octubre de 1835–enero de 1838, edición de Brent M. Rogers y otros, 2017, pág. 365). Algunos de esos disidentes fueron excomulgados, después de lo cual continuaron oponiéndose al Profeta y a la Iglesia e incluso amenazaron la vida de José Smith y de otros líderes de la Iglesia. Haciendo caso a la advertencia del Señor de que sus vidas estaban en peligro, José Smith y Sidney Rigdon se fueron de Kirtland, Ohio, en enero de 1838 y llegaron con sus familias a Far West, Misuri, en marzo de 1838 (véase The Joseph Smith Papers, Documents, tomo V: julio de 1835–junio de 1838, págs. 441–442, 537). Cuando llegaron, se dieron cuenta de que algunos de los disidentes de Kirtland también se habían trasladado a Far West y habían influido en los líderes de la Iglesia allí, causando que algunos de ellos también se opusieran al Profeta (véase The Joseph Smith Papers, Documents, tomo VI: febrero de 1838–agosto de 1839, págs. 4, 8–9). Esos exmiembros de la Iglesia contribuyeron a los acontecimientos que llevaron al encarcelamiento del profeta José Smith y a la expulsión de los santos de Misuri.

En las inspiradas palabras dadas al profeta José Smith durante su encierro en la cárcel de Liberty, el Señor declaró severas consecuencias para aquellos que habían perdido la fe y habían procurado vigorosamente destruir al siervo “ungido” de Dios (D. y C. 121:16). Durante la Última Cena, Jesucristo anunció que uno de Sus discípulos lo iba a traicionar. Citó un pasaje del Antiguo Testamento: “Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, alzó contra mí el calcañar” (Salmo 41:9; véase también Juan 13:18). La expresión “alzó contra mí el calcañar” describe a una persona que ha decidido oponerse abiertamente o luchar en contra del Señor y de Su obra, o darle la espalda y alejarse de ella. El uso de esta expresión en Juan 13:18 se refería a la traición de Judas, quien entregó a Jesucristo en manos de Sus enemigos. Como está registrado en Doctrina y Convenios 121, el Señor usó la misma expresión cuando se refirió a los apóstatas que se habían vuelto contra el profeta José Smith y buscaban su destrucción (véase D. y C. 121:16).

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representación de Jesús dando el pan a Judas Iscariote

Una profecía del Antiguo Testamento hablaba de aquellos que, como Judas, “alz[aron] contra mí el calcañar” (Salmo 41:9; véanse también Juan 13:18; D. y C. 121:16).

El profeta José Smith (1805–1844) explicó:

“De los apóstatas, los fieles han recibido las persecuciones más severas. Judas fue reprendido, e inmediatamente traicionó al Señor en manos de Sus enemigos, porque Satanás entró en él.

“Se concede una inteligencia superior a aquel que obedece el Evangelio con íntegro propósito de corazón, y si se peca contra esta, el apóstata queda desnudo y destituido del Espíritu de Dios, y ciertamente se halla muy cerca de la maldición, y su destino es ser quemado. Una vez que a estos les es quitada la luz que había en ellos, quedan tan llenos de tinieblas como antes lo habían estado de luz, y entonces no causa asombro si emplean todas sus fuerzas contra la verdad e, igual que Judas, procuran la destrucción de aquellos que fueron sus mayores benefactores” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 340; véase también Alma 24:30).

El presidente Boyd K. Packer (1924–2015), del Cuórum de los Doce Apóstoles, advirtió a los miembros de la Iglesia acerca de los individuos de hoy en día que, como los apóstatas de Ohio y Misuri, luchan contra el Reino de Dios:

“[El Señor] nos advirtió en cuanto a esos pocos miembros de la Iglesia ‘que [han] profesado conocer mi nombre… y no me [han] conocido, y [han] blasfemado en contra de mí en medio de mi casa’ [D. y C. 112:26]…

“Hay algunos en la Iglesia que, abiertamente, o mucho peor aún, en la oscuridad del anonimato, critican a los líderes de sus barrios y estacas, y de la Iglesia en general, buscando hacer ‘pecar al hombre en palabra’ [Isaías 29:21], como dijo Isaías. A ellos el Señor dijo:

“‘Malditos sean todos los que alcen el calcañar contra mis ungidos, dice el Señor, clamando que han pecado cuando no pecaron delante de mí, antes hicieron lo que era propio a mis ojos y lo que yo les mandé, dice el Señor.

“‘Mas los que claman transgresión lo hacen porque son siervos del pecado, y ellos mismos son hijos de la desobediencia…

“‘Por haber ofendido a mis pequeñitos serán vedados de las ordenanzas de mi casa.

“‘Su cesta no se llenará, sus casas y graneros desaparecerán, y ellos mismos serán odiados de quienes los lisonjeaban.

“‘No tendrán derecho al sacerdocio, ni su posteridad después de ellos de generación en generación’ [D. y C. 121:16–17, 19–21].

“Esa terrible sanción no se aplicará a quienes realmente se esfuercen por vivir el Evangelio y apoyar a sus líderes; ni tampoco se aplicará a aquellos que en el pasado se hayan mostrado indiferentes o antagónicos, si es que se arrepienten, confiesan sus transgresiones y las abandonan [véase D. y C. 58:43]” (“Los Doce Apóstoles”, Liahona, noviembre de 1996, pág. 29).

Doctrina y Convenios 121:19–21. “No tendrán derecho al sacerdocio, ni su posteridad después de ellos de generación en generación”

Los apóstatas no arrepentidos en Misuri determinaron que ya no seguirían al profeta de Dios y, por lo tanto, perdieron el privilegio de participar en las ordenanzas y las bendiciones del sacerdocio. Su decisión de separarse de la Iglesia de Dios llegaría a repercutir en “su posteridad después de ellos de generación en generación” y restringiría las oportunidades de estos descendientes de disfrutar de las bendiciones del Evangelio y del “derecho al sacerdocio” (D. y C. 121:21). El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) explicó cómo puede ocurrir esto:

“Entre los miembros de la Iglesia, la rebelión frecuentemente se manifiesta en criticar a las autoridades y a los líderes. Ellos ‘no temen hablar mal de las potestades superiores’ y ‘de las cosas que no entienden’, dice Pedro. (2 Pedro 2:10, 12). Se quejan de los programas, menoscaban a las autoridades constituidas y generalmente se constituyen en jueces. Después de un tiempo se ausentan de las reuniones de la Iglesia por causa de ofensas imaginadas, y dejan de pagar sus diezmos y cumplir con sus otras obligaciones en la Iglesia. En una palabra, tienen el espíritu de apostasía, que casi siempre es lo que se cosecha de las semillas de la crítica…

“Tales personas no dan testimonio a sus descendientes, destruyen la fe dentro de su propio hogar y privan del ‘derecho al sacerdocio’ [D. y C. 121:21] a las generaciones subsiguientes, que de lo contrario tal vez habrían sido fieles en todas las cosas” (véase El milagro del perdón, 1969, pág. 41).

Si bien es importante saber que las elecciones de una persona tienen una influencia significativa en las generaciones después de ellas, debe recordarse que cada persona es responsable de sus propias decisiones y no de las de sus antepasados.

Doctrina y Convenios 121:26–33

El profeta José Smith enseña que Dios revelará verdades eternas por medio del Espíritu

Doctrina y Convenios 121:26–33. “Dios os dará conocimiento”

Aunque el profeta José Smith ciertamente anhelaba ser puesto en libertad durante los cuatro difíciles meses que pasó en la cárcel de Liberty, eso también le brindó oportunidades para recibir instrucción. El élder Neal A. Maxwell (1926–2004), del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó:

“El período de adversidad que comienza en la cárcel de Richmond y continúa en la cárcel de Liberty desde el 1º de diciembre de 1838 hasta la primera semana de abril de 1839, ofrece una ventana especial a través de la cual podemos ver el proceso de revelación y consolidación personal en curso…

“Durante su estadía en la cárcel de Liberty, el profeta José Smith recibió algunas de las revelaciones más sublimes de las que cualquier profeta en cualquier dispensación haya recibido jamás y que se conocen ahora como las secciones 121122 de Doctrina y Convenios. En ellas se hallan tutoriales divinos por medio de los cuales el Señor instruyó a su profeta de los últimos días —probablemente los tutoriales más tiernos de todos los escritos sagrados actualmente disponibles” (“A Choice Seer” [charla fogonera en la Universidad Brigham Young, 30 de marzo de 1986], pág. 5, speeches.byu.edu).

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Invierno en la cárcel de Liberty, por Al Rounds

Invierno en la cárcel de Liberty, por Al Rounds. El profeta José Smith y otros líderes de la Iglesia sufrieron durante el invierno de 1838–1839 mientras estaban recluidos en la cárcel de Liberty.

Las majestuosas verdades que el Profeta registró en sus cartas a los santos en marzo de 1839 son prueba de que sus experiencias en la cárcel de Liberty lo acercaron aún más al Señor. El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó:

“La mayoría de nosotros se refiere al edificio Liberty como la ‘cárcel’ o ‘prisión’, y de hecho lo era. Sin embargo, el élder Brigham H. Roberts (1857–1933), del Primer Consejo de los Setenta, al registrar la historia de la Iglesia, se refiere al lugar como a un templo o, para ser más exacto, una “cárcel-templo” [véase Comprehensive History of the Church, tomo I, pág. 521, encabezado del capítulo; véase también pág. 526]… De hecho, carecía de la pureza, belleza, comodidad y limpieza de nuestros templos modernos. La manera de hablar y la conducta de los guardias y criminales que ahí había no eran para nada dignas de un templo. La brutalidad e injusticia de esa experiencia en Liberty hacen que la cárcel se vea como la antítesis del espíritu liberador y misericordioso de nuestros templos y de las ordenanzas que allí se efectúan.

“Entonces, ¿en qué sentido podemos llamar ‘templo’ a la cárcel de Liberty?… Y ¿qué nos dice ese supuesto título sobre el amor de Dios y Sus enseñanzas, y del lugar y momento en el que se manifestaron dichas enseñanzas?… Precisamente en este sentido: que se pueden tener experiencias sagradas, reveladoras, profundamente instructivas con el Señor en cualquier situación en la que uno se encuentre. Pueden tener experiencias sagradas, reveladoras y profundamente instructivas con el Señor en las circunstancias más desdichadas de la vida, en el peor lugar, en la más dolorosa injusticia, al afrontar las dificultades y la oposición más insuperables de la vida” (véase “Las enseñanzas de la cárcel de Liberty”, charla fogonera de SEI, 7 de septiembre de 2008, lds.org).

Poco después de la organización de la Iglesia, el Señor prometió a los fieles miembros de la Iglesia que, si lo pedían, “recibir[ían] revelación tras revelación, conocimiento sobre conocimiento… aquello que trae gozo, aquello que trae la vida eterna” (D. y C. 42:61; véase también D. y C. 1:28). El que guarda los mandamientos de Dios “recibe verdad y luz, hasta que es glorificado en la verdad y sabe todas las cosas” (D. y C. 93:28). Según está registrado en Doctrina y Convenios 121:26–32, Dios bendecirá a los santos con revelaciones significativas.

El profeta José Smith enseñó: “La dispensación del cumplimiento de los tiempos sacará a luz lo que se ha revelado en todas las dispensaciones anteriores; también otras cosas que nunca jamás se han revelado” (Enseñanzas: José Smith, pág. 544). Y en otra ocasión escribió que esta dispensación es “un día en el que Dios ha empezado a manifestar y a establecer en orden, en Su Iglesia, las cosas que han sido, y las cosas que los antiguos profetas y hombres sabios quisieron ver, pero murieron sin contemplarlas; un día en que comienza a manifestarse lo que ha estado escondido desde antes de la fundación del mundo y que Jehová ha prometido que haría conocer a Sus siervos en Su debido tiempo, a fin de preparar la tierra para el retorno de Su gloria, sí, una gloria celestial y un reino de sacerdotes y reyes de Dios y el Cordero, para siempre, en el monte de Sion”(véase Enseñanzas: José Smith, pág. 544).

Esta efusión de conocimiento comenzó al principio de la Restauración y continuará hasta el Milenio, cuando “el Señor… revelará todas las cosas” (D. y C. 101:32) y “nada se retendrá” (D. y C. 121:28). El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Cuórum de los Doce Apóstoles, describió el conocimiento que será revelado durante el Milenio:

“Tenemos la plenitud del Evangelio eterno, lo que significa que tenemos todo lo necesario para obtener la plenitud de la salvación. Tenemos toda verdad, doctrina y principio, todo rito, poder y ordenanza —todo lo necesario— para alcanzar la exaltación en el cielo más alto del mundo celestial. Pero no sabemos todas las cosas…

“Todas las cosas han de ser reveladas en el día milenario. La parte sellada del Libro de Mormón saldrá a la luz; las planchas de bronce serán traducidas; los escritos de Adán, Enoc, Noé, Abraham y de profetas innumerables serán revelados. Aprenderemos mil veces más acerca del ministerio terrenal del Señor Jesús de lo que sabemos ahora. Aprenderemos grandes misterios del Reino que ni siquiera sabían los antiguos que caminaban y hablaban con el Eterno. Aprenderemos los detalles de la creación y del origen del hombre… Nada en la tierra, ni sobre ella, ni por encima de ella será retenido del [conocimiento] humano, porque, en definitiva, el hombre, si ha de ser como su Hacedor, debe saber todas las cosas” (The Millennial Messiah: The Second Coming of the Son of Man, 1982, págs. 675–677).

Doctrina y Convenios 121:28. “… sea que haya un Dios o muchos dioses, serán manifestados”

La expresión “que haya un Dios o muchos dioses” (D. y C. 121:28) es un ejemplo de las preguntas que serán contestadas más claramente cuando “el Señor lo revelará todo” (D. y C. 101:32) durante el Milenio. El profeta José Smith adquirió conocimiento de primera mano de que el Padre y el Hijo son Seres separados (véase José Smith—Historia 1:17; véanse también D. y C. 76:19–23; 137:1–3). Más tarde explicó, “Siempre he declarado que Dios es un Personaje distinto, que Jesucristo es un Personaje aparte y distinto de Dios el Padre, y que el Espíritu Santo es otro Personaje distinto, y es espíritu; y estos tres constituyen tres Personajes distintos y tres Dioses” (Enseñanzas: José Smith, pág. 44). El Señor también reveló al profeta José Smith lo que los hijos de Dios deben hacer para llegar a ser como Él (véase D. y C. 132:19–20). Sin embargo, nuestra comprensión de la naturaleza y el orden de los seres celestiales continuará siendo limitada hasta “una ocasión futura en la que nada se retendrá” (D. y C. 121:28).

Doctrina y Convenios 121:34–46

José Smith enseña que “los derechos del sacerdocio están inseparablemente unidos a los poderes del cielo”

Doctrina y Convenios 121:34–35. “… muchos son los llamados, y pocos los escogidos”

A finales de 1837 y a lo largo de 1838, el profeta José Smith observó a varios amigos que habían sido miembros y líderes de la Iglesia apostatar de la Iglesia. En las inspiradas instrucciones que escribió a los miembros de la Iglesia mientras estaba en la cárcel de Liberty, el Profeta hizo una distinción entre los “llamados” y los “escogidos” (D. y C. 121:34). En ese contexto, el ser “llamado” puede referirse específicamente a recibir la autoridad del sacerdocio, pero para ser “escogido”, un poseedor del sacerdocio debe ser digno de invocar “los poderes del cielo” [D. y C. 121:36] para ayudar a otras personas a recibir las bendiciones del sacerdocio. Sin embargo, ser “llamado” y ser “escogido” también puede aplicarse más generalmente a todos los miembros de la Iglesia, no solo a los que tienen el sacerdocio. Antes de que la Iglesia se organizara en 1830, el Señor enseñó: “Si tenéis deseos de servir a Dios, sois llamados a la obra” (D. y C. 4:3). El élder Bruce R. McConkie dio la siguiente explicación sobre lo que significa ser “llamado”:

“Ser llamado es ser miembro de la Iglesia y del Reino de Dios sobre la tierra; es ser contado con los santos; es aceptar el Evangelio y recibir el pacto eterno; es tener parte y porción en la Sion terrenal…

“Dentro de ese marco general, hay llamamientos individuales a cargos de confianza y de responsabilidad, pero estos son simplemente asignaciones para trabajar en la obra del Señor, en lugares particulares, durante un periodo y una temporada. El llamado mismo es a la causa del Evangelio; no está reservado a los apóstoles y profetas ni a los grandes y poderosos de Israel; es para todos los miembros del Reino” (Doctrinal New Testament Commentary, 1973, tomo III, pág. 326).

Ser “escogido” se utiliza en las Escrituras para referirse a “las personas seleccionadas por Dios para cumplir ciertas responsabilidades especiales” (Guía para el estudio de las Escrituras, “Escogido”, scriptures.lds.org). Según se utiliza en Doctrina y Convenios 121, “escogido” también se refiere a aquellos que reciben el poder del sacerdocio y otras bendiciones de Dios debido a su fidelidad en cumplir el llamado o las responsabilidades especiales que han recibido (véase D. y C. 121:36, 45–46). El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, definió lo que significa ser “escogido”:

“Según el diccionario, la palabra escogido da la idea de selecto, a lo que se da preferencia o se escoge. También se utiliza para referirse a los elegidos o escogidos de Dios (Diccionario Oxford en inglés en línea, segunda edición, 1989, ‘Chosen’)…

“El ser o el llegar a ser elegidos no es una condición exclusiva que se nos confiere; más bien, ustedes y yo somos los que determinamos, en última instancia, si somos escogidos. Tengan a bien tomar nota del empleo de la palabra escogido en los siguientes versículos de Doctrina y Convenios:

“‘He aquí, muchos son los llamados, y pocos los escogidos. ¿Y por qué no son escogidos?

“Porque a tal grado han puesto su corazón en las cosas de este mundo, y aspiran tanto a los honores de los hombres…” (D. y C. 121:34–35, cursiva agregada).

“Creo que lo que implican esos versículos es algo bastante sencillo. Dios no tiene una lista de personas favoritas a las que esperamos que algún día se añada nuestro nombre. Él no limita ‘los escogidos’ a unos cuantos; por el contrario, son nuestro corazón, nuestras aspiraciones y nuestra obediencia lo que definitivamente determina si somos contados entre los escogidos de Dios” (véase “Las entrañables misericordias del Señor”, Liahona, mayo de 2005, pág. 101).

Doctrina y Convenios 121:36. “… los derechos del sacerdocio”

El profeta José Smith indicó que la comprensión y el uso apropiados de “los derechos del sacerdocio” (D. y C. 121:36) pueden determinar si una persona obtendrá la bendición prometida de ser “escogido” (D. y C. 121:34, 40). El presidente Boyd K. Packer explicó: “La autoridad del sacerdocio viene por medio de la ordenación; el poder del sacerdocio viene mediante una vida fiel y obediente al honrar convenios, y aumenta al ejercitar y usar el sacerdocio en rectitud” (“El poder del sacerdocio”, Liahona, mayo de 2010, pág. 9).

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una jovencita recibe una bendición del sacerdocio

El uso de la autoridad del sacerdocio se basa en “los principios de la rectitud” (D. y C. 121:36).

El presidente Dieter F. Uchtdorf, de la Primera Presidencia, analizó por qué los poseedores del sacerdocio deben ser justos para acceder al poder del sacerdocio:

“Nuestro Padre Celestial Todopoderoso nos ha confiado la autoridad del sacerdocio a nosotros, seres mortales que, por definición, erramos y somos imperfectos. Él nos concede la autoridad para actuar en Su nombre para la salvación de Sus hijos. Mediante este gran poder se nos autoriza para predicar el Evangelio, administrar las ordenanzas de salvación, contribuir a la edificación del Reino de Dios en la tierra, y bendecir y prestar servicio a nuestra familia y a nuestro prójimo…

“El sacerdocio, o cualquier responsabilidad dentro de este, no se puede comprar ni se puede pedir que se nos dé. El uso del poder del sacerdocio no puede verse influenciado, persuadido ni compelido por posición, riqueza o influencia. Es un poder espiritual que se administra según la ley celestial. Tiene su origen en el gran Padre Celestial de todos nosotros, y su poder únicamente se puede controlar mediante los principios de la rectitud , no los de la jactancia [véase D. y C. 121:36].

“Cristo es la fuente de toda verdadera autoridad del sacerdocio y poder sobre la tierra [véanse Hebreos 5:4–10; D. y C. 107:3]. Esta es Su obra y nosotros tenemos el privilegio de colaborar en ella. ‘Y nadie puede ayudar en ella a menos que sea humilde y lleno de amor, y tenga fe, esperanza y caridad, y sea moderado en todas las cosas, cualesquiera que le fueren confiadas’ [D. y C. 12:8]” (véase “El gozo del sacerdocio”, Liahona, noviembre de 2012, pág. 59).

Todo miembro fiel de la Iglesia puede disfrutar de las bendiciones del poder del sacerdocio. El élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó:

“En la Iglesia, a veces relacionamos excesivamente el poder del sacerdocio con los hombres. El sacerdocio es el poder y la autoridad de Dios que se dan para la salvación y la bendición de todos: hombres, mujeres y niños.

“Un hombre podrá descorrer las cortinas para que la cálida luz del sol entre en el cuarto, pero él no es el dueño del sol ni de la luz ni del calor que brinda. Las bendiciones del sacerdocio son infinitamente mayores que aquél a quien se le pide que administre ese don.

“Recibir las bendiciones, el poder y las promesas del sacerdocio en esta vida y en la vida venidera es una de las más grandes oportunidades y responsabilidades de la mortalidad. Al mantenernos dignos, las ordenanzas del sacerdocio enriquecen nuestra vida en la tierra y nos preparan para las sublimes promesas del mundo venidero. El Señor dijo: ‘… en [las] ordenanzas se manifiesta el poder de la divinidad’ (D. y C. 84:20).

“Existen bendiciones especiales de Dios para cada persona digna que se bautiza, recibe el Espíritu Santo y participa regularmente de la Santa Cena. El templo nos brinda luz y fortaleza adicionales, además de la promesa de la vida eterna [véase D. y C. 138:37, 51]” (“Poder en el sacerdocio”, Liahona, noviembre de 2013, pág. 92).

Doctrina y Convenios 121:37–40. “… cualquier grado de injusticia”

Los ejemplos enumerados en Doctrina y Convenios 121:37–40 ilustran el uso impropio o indigno del sacerdocio. Cualquier poseedor del sacerdocio que abuse de su autoridad y no se arrepienta perderá el Espíritu del Señor y ya no tendrá acceso a la autoridad y al poder del sacerdocio.

El presidente Russell M. Nelson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, dijo:

“Temo que haya demasiados hombres a los que se les ha dado la autoridad del sacerdocio pero que carecen del poder del sacerdocio porque el flujo de poder está bloqueado por pecados tales como la pereza, la falta de honradez, el orgullo, la inmoralidad o la obsesión por las cosas del mundo.

“Me temo que hay demasiados poseedores del sacerdocio que han hecho poco o nada por cultivar su capacidad para acceder a los poderes del cielo. Me preocupan todos los que son impuros en sus pensamientos, sentimientos o acciones o que degradan a sus esposas o hijos, interrumpiendo, por tanto, el poder del sacerdocio.

“Me temo que son demasiados los que, tristemente, han sometido su albedrío al adversario y dicen con su conducta: ‘Me preocupa más satisfacer mis propios deseos que ser portador del poder del Salvador para bendecir a los demás’.

“Temo, hermanos, que algunos de entre nosotros despierten un día y se den cuenta de lo que en realidad es el poder del sacerdocio y se enfrenten al profundo remordimiento de ver que dedicaron más tiempo a procurar poder sobre otras personas o en el trabajo que a aprender a ejercer plenamente el poder de Dios [véase D. y C. 121:36]” (“El precio del poder del sacerdocio”, Liahona, mayo de 2016, págs. 67–68).

Doctrina y Convenios 121:38. ¿Qué significa “dar coces contra el aguijón”?

“Un ‘aguijón’ es una lanza o un palo afilado que se usa para pinchar a los animales para que avancen. En lugar de avanzar, a veces los animales testarudos dan patadas para contraatacar, literalmente dando coces ‘contra el aguijón’. Ese tipo de reacción solamente añade angustia a medida que el animal provoca más incitación dolorosa por parte de su amo” (Nuevo Testamento: Manual del alumno, Manual del Sistema Educativo de la Iglesia, 2014, pág. 295). En Doctrina y Convenios 121:38, la expresión “dar coces contra el aguijón” significa oponerse o resistirse a la guía del Señor o de Sus siervos designados.

Doctrina y Convenios 121:41–45. El uso justo del sacerdocio

Los poseedores del sacerdocio usan correctamente el sacerdocio cuando siguen “los principios de la rectitud” (D. y C. 121:36). Deben esforzarse por cultivar los atributos enumerados en Doctrina y Convenios 121:41–45 para poder ejercer el sacerdocio justamente. Esas características se ejemplifican en la vida y el ministerio de Jesucristo. El presidente Boyd K. Packer enseñó: “Cuando la autoridad del sacerdocio se ejerce adecuadamente, los portadores del sacerdocio hacen lo que [Dios] haría si estuviera presente” (“El poder del sacerdocio”, pág. 7).

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El presidente Russell M. Nelson acompañado de jóvenes adultos

Aquellos que buscan influir en los demás mediante el poder del sacerdocio lo hacen “por persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero” (D. y C. 121:41).

El presidente Thomas S. Monson dio el siguiente consejo a los que poseen el sacerdocio:

“Hermanos, a cada uno de nosotros se nos ha confiado uno de los dones más preciados que jamás se hayan conferido a la humanidad. Conforme honremos nuestro sacerdocio y vivamos la vida de manera que seamos dignos en todo momento, las bendiciones del sacerdocio fluirán por medio de nosotros. Me encantan las palabras que se encuentran en Doctrina y Convenios sección 121, versículo 45, que enseña lo que debemos hacer para ser dignos: ‘Deja… que tus entrañas se llenen de caridad para con todos los hombres, y para con los de la familia de la fe, y deja que la virtud engalane tus pensamientos incesantemente; entonces tu confianza se fortalecerá en la presencia de Dios; y la doctrina del sacerdocio destilará sobre tu alma como rocío del cielo’.

“Como poseedores del sacerdocio de Dios, estamos embarcados en la obra del Señor Jesucristo. Hemos respondido a Su llamado y estamos en Su obra. Aprendamos de Él; sigamos Sus pasos; vivamos Sus preceptos. Si lo hacemos, estaremos preparados para cualquier servicio que nos llame a efectuar” (“El sacerdocio: un don sagrado”, Liahona, mayo de 2015, pág. 90).

Doctrina y Convenios 121:45. “… la doctrina del sacerdocio destilará sobre tu alma como rocío del cielo”

La siguiente declaración del élder Craig A. Cardon, de los Setenta, nos ayuda a entender la aplicación de las verdades registradas en Doctrina y Convenios 121:45:

“El Señor nos instruyó a todos cuando Él enseñó que la injusticia de los poseedores del sacerdocio pone fin al poder o la influencia celestial, mientras que la rectitud los fortalece. Declaró que las cualidades que ‘engrandece[n] en gran manera el alma’ son la “persuasión… longanimidad, benignidad, mansedumbre… amor sincero… bondad y… conocimiento puro’ [D. y C. 121:41–42]. Después añadió estas instructivas palabras: ‘Deja también que tus entrañas se llenen de caridad para con todos los hombres, y para con los de la familia de la fe, y deja que la virtud engalane tus pensamientos incesantemente; entonces tu confianza se fortalecerá en la presencia de Dios; y la doctrina del sacerdocio destilará sobre tu alma como rocío del cielo’ [D. y C. 121:45].

“Resulta significativo que, tras invitarnos a mostrar caridad ‘para con todos los hombres’, el Señor añadiera la frase ‘y para con los de la familia de la fe’. ¿Por qué? ¿Acaso ‘los de la familia de la fe’ no estaban ya incluidos en ‘todos los hombres’? Reflexionen en las implicaciones que esto tiene cuando la frase se interpreta en el sentido más específico de ‘nuestros propios hogares de fe’. Lamentablemente, en la Iglesia hay algunas personas que demuestran mayor caridad hacia los que no son miembros de su familia que hacia su propio cónyuge e hijos, hermanos y padres. Quizás demuestren una bondad fingida en público mientras que en privado siembran y cultivan semillas de contención, rebajando a aquellos que deberían ser sus seres más allegados. Estas cosas no deberían existir.

“Luego, el Señor habló acerca de los pensamientos que se engalanan, que se embellecen y que se preservan incesantemente mediante la virtud. Tales pensamientos aborrecen el pecado [véase Alma 13:12], permiten que nuestro hablar sea: ‘Sí, sí; No, no’ [Mateo 5:37], libres de la malicia. Perciben los aspectos positivos y el potencial de los demás, sin quedarse limitados a sus inevitables imperfecciones.

“El versículo concluye con una hermosa e instructiva referencia al proceso de destilación. Para comprender mejor la aplicación de estos principios en el refinamiento de nuestra vida personal, piensen en dos vasos de agua con el mismo aspecto exterior que se colocan en un cuarto con una humedad elevada. Después de un periodo de tiempo, el agua comienza a condensarse en uno de los vasos porque se encuentra a una temperatura diferente, debido a unos preparativos previos que no eran evidentes en un principio, mientras que el otro vaso permanece seco y sin ningún efecto. Sin forzarla, la humedad ‘fluirá hacia’ [D. y C. 121:46] un vaso mientras que el otro no recibirá nada. De manera similar, las cualidades que ennoblecen grandemente el alma, la caridad hacia los demás, especialmente hacia nuestra familia, y los pensamientos engalanados mediante la virtud ajustan nuestra temperatura espiritual para que la doctrina del sacerdocio destile sobre nuestra alma.

“Así es como el sacerdocio, mediante las obras del Espíritu, conduce a las personas más cerca de Dios a través de la ordenación, de las ordenanzas y del refinamiento de la naturaleza de las personas, lo que brinda a los hijos de Dios la oportunidad de llegar a ser como Él y vivir eternamente en Su presencia, haciendo de esta una obra más gloriosa que mover montañas [véase Moisés 1:39]” (véase “El acercarnos más a Él”, Liahona, noviembre de 2006 , págs. 95–96).

Doctrina y Convenios 121:46. “El Espíritu Santo será tu compañero constante, y tu cetro, un cetro inmutable de justicia y de verdad”

Los poseedores del sacerdocio que buscan y practican los atributos semejantes a los de Cristo enumerados en Doctrina y Convenios 121:41–45, recibirán poder mediante las bendiciones del sacerdocio. Ese poder divino se describe como “un cetro inmutable de justicia y de verdad” (D. y C. 121:46). Un cetro es una vara o palo que representa la autoridad terrenal que tiene un gobernante, como un rey. En Doctrina y Convenios 121:46, el cetro es una metáfora de la autoridad y el poder del sacerdocio concedido por Jesucristo, el Rey de reyes, a aquellos que ejercen “los derechos del sacerdocio” utilizando “los principios de la rectitud” (D. y C. 121:36). Esos poseedores justos del sacerdocio también tendrán al “Espíritu Santo [como su] compañero constante”, y su “dominio será un dominio eterno, y sin ser compelido fluirá hacia [ellos] para siempre jamás” (D. y C. 121:46). Así, el poder de los malvados, ejercido mediante el “injusto dominio” (D. y C. 121:39), se contrapone al poder divino compartido por el Señor con “todos los que valientemente hayan perseverado en el evangelio de Jesucristo” (D. y C. 121:29), cuyas “entrañas [están llenas] de caridad”, y que han dejado que “la virtud engalan[ara] [sus] pensamientos incesantemente” (D. y C. 121:45). Esas personas guían a los demás e influyen en ellos mediante el amor y la justicia, en lugar de la coerción o la compulsión (véase D. y C. 121:37) y, por consiguiente, aquellos que aman la justicia desean seguirlos.