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Capítulo 43: Doctrina y Convenios 109–110


“Capítulo 43: Doctrina y Convenios 109–110”, Doctrina y Convenios: Manual del alumno, 2017

“Capítulo 43”, Doctrina y Convenios: Manual del alumno

Capítulo 43

Doctrina y Convenios 109–110

Introducción y cronología

El 23 de julio de 1833 se colocaron las piedras angulares del Templo de Kirtland. Durante los tres años siguientes, los miembros de la Iglesia de Kirtland, Ohio, en obediencia al mandamiento del Señor, hicieron grandes sacrificios para construir el templo (véanse D. y C. 88:119; 95:8–9). Mientras se preparaba para la dedicación del Templo de Kirtland, el profeta José Smith, con la ayuda de Oliver Cowdery, escribió una oración que “le fue dada por revelación” (D. y C. 109, encabezamiento de la sección) y que ofreció en el servicio de dedicación que tuvo lugar el domingo 27 de marzo de 1836. Esa oración se encuentra registrada en Doctrina y Convenios 109 y contiene ruegos dirigidos al Señor para que “acept[ara] para [Él] la dedicación [del templo]” (D. y C. 109:78), bendijera a “todas las personas que pas[aran] por [su] umbral” (D. y C. 109:13), y “[trajera] a [Su] memoria… a todos los de [Su] iglesia… a fin de que el reino que [había] establecido, no con mano, lleg[ase] a ser una gran montaña y llen[ara] toda la tierra” (D. y C. 109:72).

El 3 de abril de 1836, Jesucristo se apareció al profeta José Smith y a Oliver Cowdery en el Templo de Kirtland. También se aparecieron los profetas Moisés, Elías y Elías el Profeta, que restauraron importantes llaves del sacerdocio. En Doctrina y Convenios 110 se encuentra registrado un relato de esas apariciones.

Principios de junio de 1833Los miembros de la Iglesia empiezan a edificar el templo en Kirtland, Ohio.

27 de marzo de 1836El profeta José Smith lee la oración de dedicación del Templo de Kirtland, que posteriormente se registraría en Doctrina y Convenios 109.

30 de marzo de 1836Jesucristo se aparece a algunas de las personas congregadas en una reunión de asamblea solemne en el Templo de Kirtland.

3 de abril de 1836José Smith y Oliver Cowdery ven y escuchan a Jesucristo, y reciben llaves del sacerdocio de Moisés, Elías y Elías el Profeta en el Templo de Kirtland, tal como se encuentra registrado en Doctrina y Convenios 110.

Doctrina y Convenios 109: Antecedentes históricos adicionales

Los miembros de la Iglesia de Kirtland, Ohio, se esforzaron durante dos años y medio para cumplir el mandamiento del Señor de edificar “una casa de Dios” (D. y C. 88:119). El 26 de marzo de 1836, “[el profeta José Smith], Oliver Cowdery, Sidney Rigdon y los dos escribientes [del Profeta], Warren A. Cowdery y Warren Parrish, se reunieron en la sala del presidente, en el ático del templo, a fin de prepararse para la dedicación. Oliver Cowdery escribió en su diario que, durante esa reunión, él ‘ayudó a redactar una oración para la dedicación de la casa’” (en The Joseph Smith Papers, Documents, tomo V: octubre de 1835–enero de 1838, edición de Brent M. Rogers y otros, 2017, pág. 189). La oración redactada “le fue dada [al profeta José Smith] por revelación” (D. y C. 109, encabezamiento de la sección).

A la mañana siguiente, el domingo 27 de marzo, “una multitud de aproximadamente mil personas llenó por completo el [templo]”. Afuera todavía quedaban cientos de personas, muchas de las cuales se habían sacrificado para edificar el templo. Por sugerencia del Profeta, “algunas de las personas que no habían podido entrar se reunieron en la escuela adyacente, mientras que otras regresaron a su casa a esperar una segunda dedicación”. La dedicación comenzó con una oración y un himno de apertura, tras lo cual “[Sidney] Rigdon se dirigió a la congregación durante dos horas y media y abordó diversos temas. Luego presentó el nombre de [José Smith] a la congregación”, para que lo sostuvieran como “Profeta y Vidente” (en The Joseph Smith Papers, Documents, tomo V: octubre de 1835–enero de 1838, pág. 189; véase también The Joseph Smith Papers, Journals, tomo 1: 1832–1839, edición de Dean C. Jessee y otros, 2008, págs. 200, 203). Tras un descanso de veinte minutos, el profeta José Smith se dirigió brevemente a la congregación y pidió un voto de sostenimiento de los líderes de la Iglesia. A continuación, el Profeta leyó en voz alta la oración dedicatoria. La reunión finalizó con la Exclamación de Hosanna por parte de la congregación, que proclamó en voz alta tres veces:“¡Hosanna, hosanna, hosanna a Dios y al Cordero! ¡Amén, amén y amén!” (en The Joseph Smith Papers, Documents, tomo V: octubre de 1835–enero de 1838, pág. 209; véase también The Joseph Smith Papers, Journals, tomo 1: 1832–1839 págs. 203–211). La dedicación del Templo de Kirtland ha servido de modelo para la dedicación de otros templos.

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Mapa 7: Kirtland, Ohio, EE. UU., 1830–1838

Doctrina y Convenios 109:1–28

El profeta José Smith pide al Señor que acepte el Templo de Kirtland y que bendiga a aquellos que adoren en él

Doctrina y Convenios 109:1–5. “… tus siervos han obrado conforme a tu mandamiento”

En una revelación recibida en junio de 1833, el Señor reprendió a los miembros de la Iglesia de Kirtland, Ohio, por no haber comenzado a edificar el templo allí (véase D. y C. 95). En ese momento solo 150 miembros de la Iglesia vivían en la región de Ohio, y ninguno de ellos estaba capacitado para administrar un proyecto de esa envergadura. El costo estimado de la construcción, 40 000 dólares estadounidenses, seguramente superaría y agotaría los recursos de los santos durante los tres años siguientes (véase Lisa Olsen Tait y Brent Rogers, “Una Casa a nuestro Dios”, en Revelaciones en contexto, edición de Matthew McBride y James Goldberg, 2016; o history.lds.org). Sin embargo, el Señor prometió a aquellos santos que, si guardaban Sus mandamientos, “[tendrían] poder para [construir el templo]” (D. y C. 95:11). Los miembros de la Iglesia pasaron casi tres años trabajando duramente y sacrificándose para edificar la Casa del Señor. En la oración dedicatoria del Templo de Kirtland, que se ofreció el 27 de marzo de 1836, el profeta José Smith reconoció los sacrificios de los santos que habían donado generosamente su tiempo y sus “bienes” para construir el templo a pesar de su “gran tribulación” y “pobreza” (D. y C. 109:5). La hermana Eliza R. Snow, que vivió en Kirtland mientras se estaba construyendo el templo, describió la fe y el sacrificio de los santos:

“En esa época los santos eran pocos en número, y la mayor parte de ellos eran muy pobres. Si no hubiera sido por la certeza de que Dios había hablado y mandado que se edificara una casa a Su nombre… todos los participantes habrían tildado de descabellado el intento de construir ese templo en aquellas circunstancias…

“Con muy poco capital —salvo intelecto y músculos—, combinado con una confianza inquebrantable en Dios, los hombres, las mujeres y aun los niños trabajaron con todas sus fuerzas… todos ellos viviendo con la mayor frugalidad posible, a fin de que cada centavo pudiera dedicarse al gran objetivo, mientras la expectativa de participar de las bendiciones de una Casa construida bajo la dirección del Altísimo y aceptada por Él avivaba sus energías” (en Eliza R. Snow, an Immortal, 1957, págs. 54, 57).

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Representación de la construcción del interior del Templo de Kirtland

Los santos donaron generosamente su tiempo y “bienes” para construir el Templo de Kirtland, a pesar de su “gran tribulación” y “pobreza” (D. y C. 109:5).

“Durante el verano y el otoño de 1835, los hombres y las mujeres trabajaron codo a codo para terminar el templo. Por lo general, los hombres realizaban trabajos de albañilería, conducían ganado y transportaban piedra, mientras que las mujeres, por lo general, hilaban, tejían y confeccionaban ropa para los obreros… Las mujeres trabajaron también en los velos, o cortinas, que colgaban de la Casa del Señor” (en The Joseph Smith Papers, Documents, tomo V: octubre de 1835–enero de 1838, pág. 188). “Aun los niños ayudaron juntando vajilla y objetos de cristal rotos que se añadían al estuco [que se usaba para revocar el templo] a fin de hacerlo brillar en el sol” (véase Tait y Rogers, “Una Casa a nuestro Dios”; o history.lds.org). Para ayudar a financiar la construcción del templo, muchos miembros donaron todas las pertenencias que pudieron. De esa manera, mediante su fe y sacrificio, los santos edificaron un templo en el que el Salvador pudiera “manifestarse a su pueblo” (D. y C. 109:5).

El presidente Thomas S. Monson explicó por qué los Santos de los Últimos Días siempre han estado dispuestos a sacrificarse para construir templos y adorar al Señor en estos sagrados edificios:

“Cierto grado de sacrificio siempre ha estado asociado con la construcción de templos y con la asistencia al templo. Incontables son los que han trabajado y luchado a fin de obtener para ellos mismos y para sus familias las bendiciones que se encuentran en los templos de Dios.

“¿Por qué hay tantos que están dispuestos a sacrificar tanto para recibir las bendiciones del templo? Aquellos que comprenden las bendiciones eternas que se reciben mediante el templo saben que ningún sacrificio es demasiado grande, ningún precio demasiado caro ni ningún esfuerzo demasiado difícil para recibir esas bendiciones” (“El Santo Templo: Un faro para el mundo”, Liahona, mayo de 2011, pág. 92).

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Las ventanas de los cielos, por David Lindsley

Las ventanas de los cielos, por David Lindsley. Los miembros de la Iglesia trabajaron duramente y se sacrificaron durante casi tres años para edificar la Casa del Señor en Kirtland, Ohio.

El obispo H. David Burton, que sirvió como Obispo Presidente de la Iglesia, sugirió formas en las que los Santos de los Últimos Días actuales pueden hacer sacrificios para que la obra de los templos siga adelante: “La época de oportunidades que nos espera hoy en el servicio del templo es diferente a la del pasado: no se espera que martillemos clavos, ni que esculpamos la piedra, que cortemos madera, que hagamos los cimientos o que participemos físicamente en la construcción de templos; sin embargo, se nos ha extendido la magnífica oportunidad de pagar fielmente los diezmos para que la construcción de templos y la obra del Señor continúen adelante. Asimismo, se nos ha invitado a ser dignos para ofrecernos en el servicio de proporcionar las ordenanzas sagradas de salvación a aquellos que nos han precedido. En pocas palabras, la gran oportunidad de las familias Santos de los Últimos Días es ver que las luces de nuestros templos permanezcan encendidas temprano por la mañana y tarde en la noche. Tal vez podamos crear la necesidad de que sus luces permanezcan encendidas toda la noche, como hoy en día ocurre en varios templos los fines de semana” (véase “Una época de oportunidades”, Liahona, enero de 1999, pág. 11).

Doctrina y Convenios 109:5. Un lugar para que el Señor pueda “manifestarse a su pueblo”

En la antigüedad, los templos eran lugares de revelación en los que el Señor se mostraba a Su pueblo (véanse Éxodo 19:10–17; 25:8, 22; 1 Reyes 6:11–13). De manera similar, el Señor había prometido a los miembros de la Iglesia de Kirtland, Ohio, que si “[le edificaban] una casa en el nombre del Señor, y no permit[ían] que entr[ara] en ella ninguna cosa inmunda para profanarla, [Su] gloria descansa[ría] sobre ella… y [Su] presencia estar[ía] allí” (D. y C. 97:15–16). Esa promesa se cumplió en particular entre enero y mayo de 1836, con las muchas manifestaciones espirituales que tuvieron lugar durante las reuniones que se celebraron en el Templo de Kirtland. El 30 de marzo de 1836, el profeta José Smith comentó que “el Salvador se apareció a algunos, mientras que ángeles ministraron a otros” (en The Joseph Smith Papers, Documents, tomo V: octubre de 1835–enero de 1838, pág. 221; se ha estandarizado la ortografía).

El Templo de Kirtland se construyó “a fin de que el Hijo del Hombre tenga un lugar para manifestarse a su pueblo” (D. y C. 109:5). La palabra manifestar significa revelarse o darse a conocer. El élder John A. Widtsoe (1872–1952), del Cuórum de los Doce Apóstoles, testificó: “Es una gran promesa la de que Dios vendrá a los templos y de que el hombre verá a Dios en ellos. ¿Qué significa esa comunión prometida? ¿Acaso significa que Dios vendrá a los templos de vez en cuando y que, ocasionalmente, los puros de corazón lo podrán ver? ¿O significa algo mayor: que los puros de corazón que vayan a los templos podrán, por el Espíritu de Dios, disfrutar siempre allí de una maravillosa y rica comunión con Dios? Creo que eso es lo que significa para mí y para ustedes y para la mayoría de nosotros. Hemos ido a esas Santas Casas, con la mente libre de las preocupaciones mundanales diarias, y literalmente hemos sentido la presencia de Dios. De esa manera, los templos son siempre lugares donde Dios se manifiesta al hombre y aumenta su inteligencia. Un templo es un lugar de revelación” (en “Temple Worship”, The Utah Genealogical and Historical Magazine, tomo XII, abril de 1921, pág. 56).

Consulta también los comentarios sobre Doctrina y Convenios 97:15–17 de este manual.

Doctrina y Convenios 109:6–11. “Convocad vuestra asamblea solemne”

Para una explicación de la asamblea solemne que se menciona en Doctrina y Convenios 109:6–11 puedes consultar los comentarios sobre Doctrina y Convenios 88:70–76 de este manual.

Doctrina y Convenios 109:12–13. “… para que todas las personas que pasen por el umbral… sientan tu poder”

Cuando se dedicó el Templo de Kirtland, la casa fue “santificada y consagrada” para ser un lugar en el que la “santa presencia [del Señor] [estuviera] continuamente” (D. y C. 109:12). En la oración dedicatoria, el profeta José Smith rogó al Señor que todas las personas que entraran en el templo pudieran sentir Su poder. Esa bendición que pidió el Profeta se sigue cumpliendo en la actualidad siempre que las personas participan dignamente en la adoración en el templo. El presidente Howard W. Hunter (1907–1995) enseñó:

“Nuevamente recalcamos las bendiciones personales que se reciben por medio de la adoración en el templo, y la santidad y la seguridad que reinan dentro de esas sagradas paredes. Es la Casa del Señor, un lugar de revelación y de paz. Al asistir al templo, aprendemos más plena y profundamente el propósito de la vida y el significado del sacrificio expiatorio del Señor Jesucristo. Hagamos del templo, de la adoración en él, de los convenios y del matrimonio que allí se efectúan nuestra meta terrenal más sublime y la experiencia suprema de esta vida mortal…

“Todos nuestros esfuerzos por proclamar el Evangelio, por perfeccionar a los santos y por redimir a los muertos conducen al santo templo. La razón se debe a que las ordenanzas que allí se efectúan son absolutamente imprescindibles, ya que sin ellas no podremos volver a la presencia de Dios. Insto a todos a que asistan al templo dignamente o a esforzarse para que llegue el día en que puedan entrar a esa Santa Casa para recibir sus ordenanzas y convenios” (véase “Sigamos al Hijo de Dios”, Liahona, enero de 1995, págs. 100–101).

Doctrina y Convenios 109:15. “… la plenitud del Espíritu Santo”

Durante la dedicación del Templo de Kirtland, el profeta José Smith oró al Padre y le pidió que todas las personas que adoraran en el templo pudieran “cre[cer] en [Él] y reci[bir] la plenitud del Espíritu Santo” (D. y C. 109:15). El élder D. Todd Christofferson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “En todas las ordenanzas, en especial las del templo, somos investidos con poder de lo alto. Ese ‘poder de la divinidad’ viene por medio de la persona e influencia del Espíritu Santo” (“El poder de los convenios”, Liahona, mayo de 2009, pág. 22). Cuando los Santos de los Últimos Días reciben las ordenanzas del templo y cumplen fielmente sus convenios, obtienen la plenitud de las bendiciones que se reciben por medio del poder del Espíritu Santo, entre las que se incluyen la santificación personal y la divinidad. El élder Christofferson explicó también: “La ‘plenitud del Espíritu Santo’ [D. y C. 109:15] incluye lo que Jesús describe como ‘la promesa que os doy de vida eterna, sí, la gloria del reino celestial; y esta gloria es la de la iglesia del Primogénito, sí, de Dios, el más santo de todos, mediante Jesucristo su Hijo’ (D. y C. 88:4–5)” (véase “El poder de los convenios”, pág. 23, nota 5).

Doctrina y Convenios 109:20–21. “… y que no se permita entrar en tu casa ninguna cosa impura”

El salmista del Antiguo Testamento declaró:

“¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo?

“El limpio de manos y puro de corazón” (Salmos 24:3–4).

En los postreros días se mantiene este mismo criterio en lo que respecta a la “casa” de Dios (D. y C. 109:20). El presidente Russell M. Nelson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, testificó:

“En cada templo están inscritas las palabras ‘Santidad al Señor’. Esta declaración designa el carácter sagrado tanto del templo como de sus propósitos. Los que entren en el templo también deben llevar el distintivo de la santidad…

“Nuestro Redentor requiere que Sus templos sean protegidos contra la profanación. Nada impuro puede entrar en Su santificada casa [véase D. y C. 109:20; véanse también Isaías 52:11; Alma 11:37; 3 Nefi 27:19]. No obstante, es bienvenido todo el que se prepare bien” (véase “La preparación personal para recibir las bendiciones del templo”, Liahona, julio de 2001, págs. 37, 38).

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Vista exterior de las puertas del Templo de Kirtland

El 27 de marzo de 1836 atravesaron las puertas del Templo de Kirtland aproximadamente 1000 personas para participar en la dedicación.

En la oración dedicatoria del Templo de Kirtland, el profeta José Smith rogó al Señor que tuviera misericordia con Su pueblo, para que cuando “transgrediere… se arrepint[iera] cuanto antes y volviera a [Él] y hall[ara] gracia ante [Sus] ojos, y [le fueran] restauradas las bendiciones” del templo (D. y C. 109:21). El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, extendió la siguiente invitación: “Si han hecho convenios, guárdenlos; si no los han hecho, háganlos. Si los han hecho y los han quebrantado, arrepiéntanse y repárenlos. Nunca es demasiado tarde en tanto que el Maestro de la viña diga que hay tiempo. Por favor escuchen los susurros del Santo Espíritu diciéndoles ahora, en este mismo momento, que deben aceptar el don de la expiación del Señor Jesucristo y disfrutar de la hermandad de Su obra” (“Los obreros de la viña”, Liahona, mayo de 2012, pág. 33).

Doctrina y Convenios 109:22–23. Los siervos del Señor reciben poder en el templo para predicar el Evangelio

Una de las bendiciones que el profeta José Smith pidió en la oración dedicatoria del Templo de Kirtland fue que quienes participaran en la adoración del templo fueran “armados con [el] poder [de Dios]” al difundir la verdad del Evangelio “hasta los cabos de la tierra” (D. y C. 109:22–23). El élder Joseph B. Wirthlin (1917–2008), del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “En la Casa del Señor, los miembros fieles de la Iglesia pueden ser investidos ‘con poder de lo alto’, [D. y C. 95:8], poder que nos permitirá resistir la tentación, honrar convenios, obedecer los mandamientos del Señor y expresar un fervoroso e intrépido testimonio del Evangelio a la familia, a los amigos y a los vecinos” (véase “El cultivar atributos divinos”, Liahona, enero de 1999, pág. 31).

Aunque todos podemos recibir poder y protección por medio de las ordenanzas del templo y la adoración en el templo, las bendiciones solicitadas, según se encuentra registrado en Doctrina y Convenios 109:22–23, van dirigidas específicamente a quienes “salgan” del templo para declarar las “nuevas sumamente grandes y gloriosas” del Evangelio restaurado. El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó que los misioneros a los que se ha llamado pueden “armarse con poder [véase D. y C. 109:22] mediante los convenios y las ordenanzas del Santo Templo. Asistir al templo y empaparse en el espíritu del templo antecede al servicio eficaz como misionero de tiempo completo” (véase “Llamados a la obra”, Liahona, mayo de 2017, pág. 70).

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Paisaje con el Templo de Kirtland, por Al Rounds

Paisaje con el Templo de Kirtland, por Al Rounds. El Templo de Kirtland, Kirtland, Ohio

Doctrina y Convenios 109:24–28. ¿Qué bendiciones se reciben cuando “honorablemente retene[mos] un nombre y una posición” en el templo?

Cuando los seguidores de Jesucristo hacen el convenio de tomar sobre ellos Su nombre, son reconocidos como Suyos (véase D. y C. 18:21–24). La oración inspirada del profeta José Smith para la dedicación del Templo de Kirtland indica que el proceso de tomar sobre nosotros el nombre de Cristo está relacionado con la adoración en el templo (véase D. y C. 109:22, 26). El élder David A. Bednar enseñó:

“En revelaciones modernas, el Señor se refiere a los templos como casas edificadas ‘a mi nombre’ (D. y C. 105:33; véanse también D. y C. 109:2–5; 124:39). En la oración dedicatoria del Templo de Kirtland, el profeta José Smith rogó al Padre ‘que tus siervos salgan de esta casa armados con tu poder, y que tu nombre esté sobre ellos’ (D. y C. 109:22). Asimismo, pidió una bendición ‘sobre quienes se ponga tu nombre en esta casa’ (versículo 26); y al aparecerse el Señor y aceptar el Templo de Kirtland como Su casa, Él declaró: ‘Porque he aquí, he aceptado esta casa, y mi nombre estará aquí; y me manifestaré a mi pueblo en misericordia en esta casa’ (D. y C. 110:7).

“Estos pasajes de las Escrituras nos ayudan a entender que el proceso de tomar sobre nosotros el nombre de Jesucristo, que comienza en las aguas bautismales, continúa y se amplía en la Casa del Señor. Al estar en las aguas del bautismo, tornamos nuestra vista hacia el templo. Al tomar la Santa Cena, tornamos nuestra vista hacia el templo. Nos comprometemos a recordar siempre al Salvador y a guardar Sus mandamientos como preparación para participar en las sagradas ordenanzas del templo y recibir las bendiciones más elevadas que podemos recibir mediante el nombre y por la autoridad del Señor Jesucristo; por lo tanto, en las ordenanzas del Santo Templo tomamos sobre nosotros el nombre de Jesucristo de una forma más completa y plena” (véase “Honorablemente [retener] un nombre y una posición”, Liahona, mayo de 2009, pág. 98).

En relación con las bendiciones que el profeta José Smith pidió y que se encuentran registradas en Doctrina y Convenios 109:24–28, el élder Bednar explicó:

“Tengan a bien considerar estos versículos a la luz de la actual furia del adversario y… nuestra disposición a tomar sobre nosotros el nombre de Jesucristo y la bendición de protección prometida a quienes retengan honorablemente un nombre y una posición en el santo templo. Es importante notar que tales promesas del convenio son para todas las generaciones y para toda la eternidad. Les invito a estudiar reiteradamente, y a meditar con espíritu de oración, el significado de estos pasajes de las Escrituras en su vida y para su familia.

“No deberían sorprendernos los esfuerzos de Satanás por frustrar o desacreditar la obra del templo y la adoración en él. El diablo aborrece la pureza y el poder de la Casa del Señor; y la protección que hay para cada uno de nosotros en las ordenanzas y en los convenios del templo, y mediante ellos, constituye un gran obstáculo para los malvados designios de Lucifer…

“Actualmente enfrentamos, y aún enfrentaremos, grandes dificultades en la obra del Señor; pero al igual que los pioneros que hallaron el lugar que Dios había preparado para ellos, del mismo modo cobraremos ánimo, sabiendo que Dios jamás nos puede dejar (véase ‘¡Oh, está todo bien!’, Himnos, nro. 30). Actualmente, los templos están distribuidos por la tierra como lugares sagrados de ordenanzas y convenios, de edificación y de refugio contra la tempestad” (“Honorablemente [retener] un nombre y una posición”, págs. 99, 100).

Doctrina y Convenios 109:29–80

El profeta José Smith pide al Señor que “[tenga] misericordia de [Su] pueblo” y otras personas, y que “acep[te]… la dedicación de esta casa”

Doctrina y Convenios 109:35–39. “… como se hizo en aquellos el día de Pentecostés”

“Como parte de la ley de Moisés, la Fiesta de Pentecostés o de las Primicias se observaba cincuenta días después de la Fiesta de la Pascua (Levítico 23:16). Dicha fiesta celebraba la cosecha, y en el Antiguo Testamento se le llama la Fiesta de la Cosecha o la Fiesta de las Semanas. Esta fue la fiesta que se conmemoraba en Jerusalén cuando los Apóstoles fueron llenos del Espíritu Santo y hablaron en lenguas (Hechos 2; D. y C. 109:36–37)” (Guía para el Estudio de las Escrituras, “Pentecostés”, escrituras.lds.org).

En la dedicación del Templo de Kirtland, el profeta José Smith rogó que el Señor permitiera que se cumpliera en esos santos “como se hizo en aquellos el día de Pentecostés” (D. y C. 109:36). En el día de Pentecostés del Nuevo Testamento, el Espíritu Santo se manifestó a los discípulos del Salvador por medio de la aparición de “lenguas repartidas, como de fuego, que se asentaron sobre cada uno de ellos. Y todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas” (Hechos 2:3–4). En la casa en la que estaban reunidos “vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba” (Hechos 2:2). Esa sagrada experiencia ayudó a preparar a los primeros discípulos para ser “testigos [de Jesucristo]… hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).

Más adelante, el profeta José Smith registró que durante la dedicación del Templo de Kirtland, así como en muchas otras reuniones que se celebraron en el templo durante ese tiempo, tuvieron lugar poderosas manifestaciones del amor y del poder de Dios: “Fue ciertamente un Pentecostés y [una investidura], que se recordará durante mucho tiempo por el sonido que saldrá de este lugar a todo el mundo, y los hechos de este día se transmitirán en las páginas de la historia sagrada a todas las generaciones como el día de Pentecostés. Por ello, este día se contará y celebrará como un año de jubileo y un tiempo de gozo para los santos del Altísimo” (en The Joseph Smith Papers, Documents, tomo V: octubre de 1835–enero de 1838, pág. 221; se ha estandarizado la ortografía y las mayúsculas).

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Templo de Kirtland

El Templo de Kirtland se dedicó el 27 de marzo de 1836.

Otros miembros de la Iglesia registraron algunas de las manifestaciones espirituales que se produjeron durante las reuniones celebradas en el templo. Uno de los participantes escribió: “En la sala entraron ángeles de Dios; lenguas repartidas, como de fuego, se asentaron sobre algunos de los siervos del Señor [y] estos hablaron en lenguas y profetizaron”. Otro participante escribió que “alguien vio una columna o una nube que se colocó sobre la casa, tan brillante como cuando el sol resplandece a través de una nube, como el oro. Otras dos personas vieron a tres personajes… en la sala que llevaban llaves brillantes en las manos”. Oliver Cowdery registró lo siguiente: “Se derramó el Espíritu: vi la gloria de Dios, como una enorme nube, que descendió y reposó sobre la casa y la llenó como con una ráfaga de viento” (en The Joseph Smith Papers: Documents, tomo V: octubre de 1835–enero de 1838, págs. 190–191).

Doctrina y Convenios 109:55–67. “Y permite que todo el resto esparcido de Israel… llegue al conocimiento de la verdad”

Uno de los propósitos del Templo de Kirtland era preparar a los siervos del Señor para proclamar el mensaje del Evangelio en toda la tierra, incluso a “todo el resto esparcido de [la casa de] Israel” (D. y C. 109:67). El profeta José Smith (1805–1844), junto con sus consejeros de la Primera Presidencia, declaró:

“La obra del Señor en estos últimos días es de enorme magnitud y está casi más allá de la comprensión de los seres mortales. Sus glorias son indescriptibles y su grandiosidad insuperable. Es el tema que ha [llenado de esperanza] el pecho de los profetas y de los hombres justos desde la creación del mundo y a través de todas las generaciones subsecuentes hasta el tiempo presente; y es ciertamente la dispensación del cumplimiento de los tiempos, cuando todas las cosas que son en Cristo Jesús, ya sea en el cielo o en la tierra, serán reunidas en Él, y cuando todas las cosas serán restauradas, tal como lo han hablado todos los santos profetas desde el principio del mundo; porque en ella tendrá lugar el cumplimiento glorioso de las promesas hechas a los padres, mientras que las manifestaciones del poder del Altísimo serán grandiosas, gloriosas y sublimes…

“La obra que se tiene que llevar a cabo en los últimos días es de enorme importancia, y exigirá que se ponga en acción la energía, la habilidad, el talento y la capacidad de los santos a fin de poder avanzar con esa gloria y majestad que describió el profeta [véase Daniel 2:34–35, 44–45]; y, en consecuencia, se requerirá la concentración de los santos para realizar obras de tal magnitud y grandiosidad.

“La obra del recogimiento de que se habla en las Escrituras será necesaria para que se manifiesten las glorias de la última dispensación” (véase Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, págs. 545, 546).

El profeta José Smith también enseñó: “Nosotros somos el pueblo favorecido que Dios ha elegido para [hacer surgir] la gloria de los últimos días; a nosotros [se nos da la oportunidad] de verla, participar en ella y ayudar a extender esta gloria de los últimos días… cuando los santos de Dios serán recogidos de toda nación, y tribu, y lengua, y pueblo; cuando los judíos serán congregados en uno, y además se reunirá a los inicuos para ser destruidos, como lo anunciaron los profetas. El Espíritu de Dios también morará con Su pueblo y se apartará del resto de las naciones, y todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra, serán reunidas en una, sí, en Cristo” (véase Enseñanzas: José Smith, págs. 546–547).

Doctrina y Convenios 109:72–76. “… para que tu iglesia salga del desierto de las tinieblas, y resplandezca”

En la oración dedicatoria del Templo de Kirtland, el profeta José Smith utilizó símbolos de la Biblia para profetizar acerca del propósito de la Iglesia en los postreros días (por ejemplo, compara D. y C. 109:72 con Daniel 2:44–45; D. y C. 109:74 con Isaías 40:4–5; y D. y C. 109:75 con 1 Tesalonicenses 4:16–17).

En relación con el simbolismo de Doctrina y Convenios 109:72–73, el presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) enseñó:

“Somos testigos de la respuesta a ese extraordinario ruego. Cada vez más, se reconoce a la Iglesia por lo que realmente es, tanto aquí en el país como en el extranjero. Todavía hay personas, y no son pocas, que critican y se rebelan, que apostatan y levantan la voz en contra de esta obra. Siempre las ha habido. Al pasar por el escenario de la vida, declaman lo que tienen que decir, para luego ser olvidadas al poco tiempo. Supongo que seguirá existiendo esa clase de personas mientras sigamos tratando de llevar a cabo la obra del Señor. Los sinceros de corazón sabrán detectar qué es verdadero y qué es falso; mientras tanto, seguimos avanzando cual un ejército con sus pendones enarbolados al amparo de la verdad sempiterna. Somos diligentes en nuestra búsqueda de la verdad y de todo lo bueno. Somos las ‘huestes de Jesús’ que marchan con ‘las armas de verdad y luz’ (véase ‘Con valor marchemos’, Himnos, nro. 159).

“Por dondequiera que vayamos, somos testigos del dinamismo de esta obra, ya que doquier esté organizada, reina el entusiasmo. Es la obra del Redentor; es el Evangelio de las buenas nuevas; es algo que nos causa gran felicidad y alegría” (véase “Trae a tu memoria, oh Señor… tu iglesia”, Liahona, julio de 1996, pág. 91).

Doctrina y Convenios 110: Antecedentes históricos adicionales

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Plano del Templo de Kirtland

Plano de la planta principal del Templo de Kirtland que muestra el grupo de púlpitos elevados en cada extremo de la sala

El domingo de Pascua de Resurrección del 3 de abril de 1836, una semana después de la dedicación del Templo de Kirtland, se reunieron aproximadamente 1000 personas en el templo para adorar. Durante la reunión matutina recibieron instrucción de Thomas B. Marsh y David W. Patten, que eran los miembros del Cuórum de los Doce Apóstoles de mayor antigüedad. Esa tarde, el profeta José Smith ayudó a los miembros del Cuórum de los Doce Apóstoles a repartir la Santa Cena a la congregación (véase The Joseph Smith Papers: Journals, tomo I: 1832–1839, pág. 219). Más tarde, en esa misma reunión, José Smith y Oliver Cowdery se dirigieron a los púlpitos elevados del extremo occidental del salón inferior del templo y bajaron los “velos”, o cortinas de lona, que rodeaban los púlpitos (véase The Joseph Smith Papers: Documents, tomo V: octubre de 1835–enero de 1838, pág. 225). Después de orar, el Profeta y Oliver tuvieron una visión de Jesucristo glorificado, que les habló. Tras esa visita, se aparecieron Moisés, Elías y Elías el Profeta, que entregaron llaves del sacerdocio al profeta José Smith y a Oliver Cowdery. En el diario del Profeta se registró un recuento de aquella sagrada experiencia. Ese recuento se publicaría más adelante como Doctrina y Convenios 110.

Doctrina y Convenios 110:1–10

El Salvador se aparece en su gloria y acepta el Templo de Kirtland como Su casa

Doctrina y Convenios 110:1–5. El Salvador se aparece a José Smith y a Oliver Cowdery

La aparición de seres celestiales —en particular la aparición de Jesucristo— de la que fueron testigos los participantes en la Restauración reafirma la veracidad de la restauración de la plenitud del evangelio de Jesucristo. Una revelación registrada en Doctrina y Convenios explica cómo fueron posibles esas visitas celestiales: “Porque ningún hombre en la carne ha visto a Dios jamás, a menos que haya sido vivificado por el Espíritu de Dios” (D. y C. 67:11). Por lo tanto, una persona mortal debe ser transfigurada —o elevada temporalmente a un nivel espiritual superior— para poder soportar la presencia de un ser glorificado (véase Moisés 1:11). El profeta José Smith explicó también que, durante una visión del Salvador que tuvieron él y Oliver Cowdery, “los ojos de [su] entendimiento fueron abiertos”, es decir, que por medio del Espíritu Santo se hicieron visibles cosas espirituales que no se ven (véase D. y C. 110:1).

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Jesucristo se aparece al profeta José Smith y a Oliver Cowdery, por Walter Rane

Jesucristo se aparece al profeta José Smith y a Oliver Cowdery, por Walter Rane El Salvador se apareció al profeta José Smith y a Oliver Cowdery, y aceptó el Templo de Kirtland como Su casa el 3 de abril de 1836 (véase D. y C. 110:1–7).

La aparición del Salvador resucitado al profeta José Smith y a Oliver Cowdery en el Templo de Kirtland cumplió la promesa que Él había hecho: “ Y si mi pueblo me edifica una casa en el nombre del Señor, y no permite que entre en ella ninguna cosa inmunda… mi presencia estará allí, porque vendré a ella” (D. y C. 97:15–16).

Doctrina y Convenios 110:6–7. “… he aceptado esta casa”

Durante la dedicación del Templo de Kirtland, el profeta José Smith imploró así al Señor: “… acepta esta casa… la cual nos mandaste edificar” (D. y C. 109:4; véase también D. y C. 109:78). Una semana después, Jesucristo se apareció al profeta José Smith y a Oliver Cowdery, y les dijo: “Regocíjese… el corazón de todo mi pueblo… Porque he aquí, he aceptado esta casa” (Doctrina y Convenios 110:6–7).

Doctrina y Convenios 110:9–10. “… el corazón de millares y decenas de millares se regocijará en gran manera”

Cuando Jesucristo se apareció al profeta José Smith y a Oliver Cowdery en el Templo de Kirtland, Él declaró el impacto trascendental que tendrían la investidura de poder y la entrega de las llaves del sacerdocio en la vida de “millares y decenas de millares” (véase D. y C. 110:9, 16). El presidente Boyd K. Packer (1924–2015), del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó: “[En 1836] el Señor profetizó que ‘la fama de esta casa se [extendería] hasta los países extranjeros’ (D. y C. 110:10). Eso, bajo las circunstancias existentes, era muy improbable. Los miembros de la Iglesia eran tan solo unos pocos santos que vivían en las zonas rurales de una nueva tierra. Sin embargo, a pesar de la persecución, las dificultades y las pruebas de esos primeros días, ahora hay congregaciones esparcidas literalmente en todo el mundo, y decenas de miles de misioneros dan testimonio en cada puerta en la que se les recibe” (The Holy Temple, 1980, pág. 135).

El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) explicó las diferencias entre el Templo de Kirtland y los templos que se construyeron después:

“El Templo de Kirtland ocupa un lugar especial en los anales de la edificación de templos. No fue como otros templos; se construyó principalmente para la restauración de las llaves de autoridad. Con la recepción de esas llaves se reveló la plenitud de las ordenanzas del Evangelio…

“En el Templo de Kirtland no se hicieron provisiones para la salvación de los muertos. No había pila bautismal porque era únicamente un templo preparatorio. No se hicieron provisiones para las ordenanzas de la investidura que se revelarían posteriormente. No obstante, era un templo y cumplió plenamente el propósito de su creación.

“El Templo de Kirtland cumplió su misión poco después de su dedicación” (Doctrines of Salvation, compilación de Bruce R. McConkie, 1955, tomo II, pág. 242).

Doctrina y Convenios 110:11-16

Moisés, Elías y Elías el Profeta encomiendan llaves del sacerdocio al profeta José Smith y a Oliver Cowdery

Doctrina y Convenios 110:11–16. Las llaves del sacerdocio se encomiendan al profeta José Smith y a Oliver Cowdery

Tras la visión de Jesucristo en el Templo de Kirtland, que tuvo lugar el 3 de abril de 1836, el profeta José Smith y Oliver Cowdery recibieron la visita de tres profetas de la antigüedad —Moisés, Elías y Elías el Profeta— que les entregaron llaves del sacerdocio específicas. El presidente Russell M. Nelson explicó que esas llaves se entregaron a José y a Oliver como parte de “la restauración de todas las cosas” (D. y C. 27:6) en la dispensación del cumplimiento de los tiempos:

“La autoridad del sacerdocio ha existido en muchas dispensaciones, como las de Adán, Noé, Enoc, Abraham, Moisés, la del meridiano de los tiempos, la de los jareditas, los nefitas, etc. Todas las dispensaciones anteriores estuvieron limitadas en el tiempo, ya que cada una de ellas terminó en apostasía; además, estaban circunscritas a pequeñas partes de nuestro planeta. Sin embargo, nuestra dispensación, la dispensación del cumplimiento de los tiempos, no se verá limitada ni por el tiempo ni por el lugar. Llevará a cabo en todo el mundo una unión total, completa y perfecta, ligando en una todas las dispensaciones, llaves, poderes y glorias desde los días de Adán hasta el presente [véase D. y C. 128:18].

“Juan el Bautista restauró el Sacerdocio Aarónico el 15 de mayo de 1829; poco después, Pedro, Santiago y Juan restauraron el Sacerdocio de Melquisedec [véanse José Smith—Historia 1:72; D. y C. 27:8, 12]. Hubo otros mensajeros celestiales que entregaron llaves específicas del sacerdocio: Moroni tenía las llaves del Libro de Mormón [véase D. y C. 27:5]; Moisés trajo las llaves del recogimiento de Israel y la conducción de las diez tribus [véase D. y C. 110:11]; Elías entregó las llaves de la restauración de todas las cosas [véase D. y C. 27:6], incluso el convenio abrahámico [véase D. y C. 110:12]; y Elías el Profeta confirió las llaves del poder para sellar [véanse D. y C. 27:9; 110:13–16].

“Ustedes saben algo sobre llaves; puede que tengan en el bolsillo las llaves del auto o de la casa. Las llaves del sacerdocio, en cambio, son intangibles e invisibles y ‘abren’ para nosotros la autoridad del sacerdocio. Algunas llaves incluso confieren el poder de atar tanto en los cielos como en la tierra [véanse Mateo 16:19; 18:18; D. y C. 124:93; 127:7; 128:8, 10; 132:46].

“José Smith confirió las llaves del sacerdocio a los Doce, las cuales se han ido transfiriendo a los sucesivos líderes. Hoy día, [el Presidente de la Iglesia] posee la autoridad de toda llave restaurada que poseyeron ‘todos los que han recibido una dispensación en cualquiera ocasión, desde el principio de la creación’ [D. y C. 112:31; véase también D. y C. 128:18]” (véase “La responsabilidad del sacerdocio en forma personal”, Liahona, noviembre de 2003, págs. 45–46).

Doctrina y Convenios 110:11. Moisés y el recogimiento de Israel

El profeta Moisés entregó las llaves del recogimiento de Israel al profeta José Smith y a Oliver Cowdery (véase D. y C. 110:11). Al Profeta se le había dicho anteriormente que había sido “nombrado para recibir mandamientos y revelaciones en esta iglesia”, y para “presidir a toda la iglesia, y ser semejante a Moisés” (D. y C. 28:2; 107:91). José Smith debía guiar a los miembros de la Iglesia “como Moisés guio a los hijos de Israel” (D. y C. 103:16). El presidente Joseph Fielding Smith explicó: “Moisés poseía las llaves del recogimiento de Israel. Él condujo a Israel fuera de Egipto y a la tierra de Canaán. Su llamamiento en esta dispensación era venir y restaurar esas llaves para el recogimiento en estos días” (Church History and Modern Revelation, 1953, tomo II, pág. 48). Poco después de que Moisés entregara las llaves del recogimiento de Israel al profeta José Smith en el Templo de Kirtland, el Profeta empezó a ejercer esas llaves al enviar a misioneros al mundo para que ayudaran en ese recogimiento. Entre esos misioneros se encontraban Heber C. Kimball, Orson Hyde y otros, que viajaron a Inglaterra en 1837 y bautizaron a casi 2000 personas.

Doctrina y Convenios 110:12. Elías y “la dispensación del Evangelio de Abraham”

Durante las visiones que tuvieron en el Templo de Kirtland el 3 de abril de 1836, el profeta José Smith y Oliver Cowdery también recibieron la visita de Elías, que entregó las llaves del sacerdocio correspondientes a “la dispensación del evangelio de Abraham” (D. y C. 110:12). El título Elías puede referirse a un precursor, enviado para preparar el camino, así como a alguien a quien se haya enviado para restaurar (véase la Guía para el Estudio de las Escrituras, “Elías”, escrituras.lds.org).

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Obra de Gary E. Smith, en la que se representa la aparición de Moisés, Elías y Elías el Profeta en el Templo de Kirtland

Moisés, Elías y Elías el Profeta se aparecieron al profeta José Smith y a Oliver Cowdery en el Templo de Kirtland el 3 de abril de 1836 (véase D. y C. 110:11–13). (Obra de Gary E. Smith).

El élder Bruce R. McConkie explicó la misión de Elías, quien apareció en el Templo de Kirtland: “Elías trae otra vez el ‘evangelio de Abraham’, el gran convenio abrahámico por medio del cual los fieles reciben promesas de posteridad eterna, promesas de que, por medio del matrimonio celestial, su posteridad eterna será tan numerosa como las arenas de la playa y las estrellas del cielo. Elías da la promesa, la misma recibida en la antigüedad por Abraham, Isaac y Jacob, de que en el hombre moderno y en sus descendientes todas las generaciones serán bendecidas. Y ahora nosotros ofrecemos las bendiciones de Abraham, Isaac y Jacob a todos los que deseen recibirlas” (véase “Las llaves del reino”, Liahona, julio de 1983, pág. 30).

Doctrina y Convenios 110:13–15. Elías y el poder para sellar

La profecía del Antiguo Testamento de que el profeta Elías volvería a la tierra para hacer “volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres” (véase Malaquías 4:5–6) se cumplió con su aparición en el Templo de Kirtland el 3 de abril de 1836. El presidente James E. Faust (1920–2007), de la Primera Presidencia, enseñó:

“En la gran visión del Templo de Kirtland, Elías el Profeta apareció al profeta José Smith y a Oliver Cowdery, y entregó a José Smith las llaves de la obra del templo y del poder para sellar [véase D. y C. 110:13–14, 16]. Así se cumplió la profecía de Malaquías de que Elías sería enviado ‘para hacer volver el corazón de los padres a los hijos, y el de los hijos a los padres, para que el mundo entero no fuera herido con una maldición’ [véase D. y C. 110:14–15].

“¿Qué quiere decir eso? Volver el corazón a nuestros padres equivale a buscar los nombres de nuestros antepasados y efectuar por ellos las ordenanzas de salvación en el templo. Así se forja una cadena continua entre nosotros y nuestros antepasados, la cual, con el tiempo, llegará hasta nuestro padre Adán y nuestra madre Eva…

“El Evangelio de Jesucristo nos enseña que la organización familiar celestial será ‘una organización completa’, es decir, ‘una organización en la que se enlaza al padre, a la madre y a los hijos de una generación con el padre, la madre y los hijos de la generación siguiente, extendiéndose así hasta el fin del tiempo’ (Joseph Fielding Smith, Doctrines of Salvation, compilación de Bruce R. McConkie, 1955, tomo II, pág. 175)” (véase “El prodigio que son ustedes”, Liahona, noviembre de 2003, pág. 55).

El presidente Russell M. Nelson explicó:

“Elías el Profeta vino para hacer volver el corazón de los padres a los hijos, y el de los hijos a los padres.

“Con eso, el afecto natural entre las generaciones comenzó a engrandecerse. Esa restauración fue acompañada por lo que en ocasiones se llama el espíritu de Elías: una manifestación del Espíritu Santo que da testimonio de la naturaleza divina de la familia” (“Un nuevo tiempo para la cosecha”, Liahona, julio de 1998, pág. 36).

Conforme nuestro corazón se vuelve a nuestros antepasados, sentimos el deseo de encontrar la información necesaria para llevar a cabo las ordenanzas de salvación a su favor y sellarnos a ellos. Al hacerlo así, llegamos a ser salvadores en el monte de Sion, tal como explicó el profeta José Smith:

“Pero, ¿cuál es el objeto de [la venida de Elías el Profeta]? ¿O cómo se va a cumplir? Las llaves habrán de entregarse, el espíritu de Elías habrá de venir, el Evangelio habrá de establecerse, los santos de Dios habrán de ser congregados, Sion habrá de ser edificada y los santos habrán de subir como salvadores al monte Sion [véase Abdías 1:21].

“Pero, ¿cómo van a llegar a ser salvadores en el monte de Sion? Edificando sus templos, construyendo sus pilas bautismales y yendo a recibir todas las ordenanzas, bautismos, confirmaciones, lavamientos, unciones, ordenaciones y poderes selladores sobre su cabeza en bien de todos sus antepasados que han muerto, y redimiéndolos para que puedan salir en la primera resurrección y ser exaltados con ellos a tronos de gloria; y en esto consiste la cadena que une el corazón de los padres a los hijos, y el de los hijos a los padres, lo cual cumple la misión de Elías el Profeta” (véase Enseñanzas: José Smith, págs. 504–505).

Podemos decidir convertirnos en instrumentos en las manos del Señor para llevar a cabo la obra de salvación por nuestros antepasados y otras personas que ya han fallecido. El élder Richard G. Scott (1928–2015), del Cuórum de los Doce Apóstoles, nos invitó a todos a reflexionar sobre lo que podemos hacer para participar en la obra de redención de los muertos:

“Testifico que el espíritu de Elías el profeta está conmoviendo el corazón de muchos de los hijos del Padre por todo el mundo, haciendo que la obra por los muertos se acelere a un paso sin precedentes.

“Pero, ¿y tú, has orado acerca de la obra por tus antepasados? Pon a un lado todo aquello de tu vida que en realidad no tiene importancia. Decídete a hacer algo que tendrá consecuencias eternas. Quizás te hayas sentido inspirado a buscar a tus antepasados pero sientes que no eres un genealogista profesional. ¿Te das cuenta de que ya no es necesario? Lo importante es comenzar con amor y un deseo sincero de ayudar a quienes se encuentran del otro lado del velo, que no pueden hacerlo por sí mismos. Busca; debe haber alguien donde vives que puede ayudarte a lograrlo.

“Esta obra es una obra espiritual, un empeño monumental de cooperación de ambos lados del velo donde hay ayuda en ambas direcciones. Sea donde sea que te encuentres en el mundo, con oración, fe, determinación, diligencia y algo de sacrificio, puedes prestar una gran contribución. Comienza ahora. Te prometo que el Señor te ayudará a encontrar el camino y que te sentirás maravillosamente” (“El gozo de redimir a los muertos”, Liahona, noviembre de 2012, pág. 95).