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Capítulo 37: Doctrina y Convenios 94–97


“Capítulo 37: Doctrina y Convenios 94–97”, Doctrina y Convenios: Manual del alumno, 2017

“Capítulo 37”, Doctrina y Convenios: Manual del alumno

Capítulo 37

Doctrina y Convenios 94–97

Introducción y cronología

Tal como se registra en Doctrina y Convenios 94, el Señor mandó a los santos planificar la ciudad de Kirtland “según el modelo” que Él les había dado (D. y C. 94:2). Además, el Señor mandó a los santos en Kirtland que edificaran una casa para la Presidencia de la Iglesia y una oficina para la imprenta.

En una revelación recibida los días 27 y 28 de diciembre de 1832, el Señor mandó a los santos edificar un templo en Kirtland, Ohio (véase D. y C. 88:119). Más de cinco meses después, los líderes y los miembros de la Iglesia todavía no habían comenzado la construcción del templo. El 1º de junio de 1833, el profeta José Smith recibió la revelación registrada en Doctrina y Convenios 95, en la que el Señor reprendió con severidad a los santos de Kirtland por demorar la construcción del templo. También les prometió investir a los santos con poder en el templo, y les dio instrucciones en cuanto a la construcción de este.

El 4 de junio de 1833, varios sumos sacerdotes se reunieron para analizar la manera de utilizar y administrar la hacienda de Peter French, adquirida recientemente. Como no podían llegar a un consenso, preguntaron al Señor y, en respuesta, el profeta José Smith recibió la revelación que está registrada en Doctrina y Convenios 96. En esta revelación, el Señor asignó al obispo Newel K. Whitney la responsabilidad de supervisar la hacienda French, que abarcaba la propiedad sobre la que se edificaría el Templo de Kirtland, y nombró a John Johnson miembro de la Firma Unida.

En el verano de 1833, y en cumplimiento con las instrucciones del Señor registradas en Doctrina y Convenios 88, los líderes de la Iglesia en Misuri organizaron una escuela similar a la Escuela de los Profetas en Kirtland, Ohio. Esos líderes de la Iglesia escribieron al profeta José Smith a comienzos de julio para pedirle más instrucciones relativas a la escuela. El 6 de agosto de 1833, la Presidencia de la Iglesia envió una respuesta que incluía las revelaciones registradas en Doctrina y Convenios 94; 97–98. En la revelación registrada en Doctrina y Convenios 97, el Señor mandó a los santos de Misuri que edificaran el templo en Misuri “cuanto antes” (D. y C. 97:11), y describió las bendiciones que recibirían por hacerlo. El Señor advirtió también a los santos que, si no obedecían Sus mandamientos, experimentarían “penosa aflicción” (D. y C. 97:26).

27–28 de diciembre de 1832El Señor manda a los santos de Kirtland, Ohio, que construyan un templo.

10 de abril de 1833La Iglesia le compra a Peter French cerca de 42 hectáreas en Kirtland.

1 de junio de 1833Se recibe Doctrina y Convenios 95.

4 de junio de 1833Se recibe Doctrina y Convenios 96.

20 de julio de 1833Un populacho en Independence, Misuri, destruye la imprenta y cubre con brea y plumas al obispo Edward Partridge y a Charles Allen.

23 de julio de 1833Bajo presión, los santos ceden a las demandas del populacho de comenzar a salir del condado de Jackson, Misuri, para finales de año.

2 de agosto de 1833Se reciben Doctrina y Convenios 9794.

6 de agosto de 1833La Presidencia de la Iglesia escribe una carta a los líderes de la Iglesia en Misuri, la cual incluye las revelaciones registradas en Doctrina y Convenios 94; 97–98.

Doctrina y Convenios 94: Antecedentes históricos adicionales

A comienzos de 1833, representantes de la Iglesia comenzaron a comprar varios terrenos en Kirtland, Ohio; entre ellos, la hacienda de Peter French. Esa propiedad, junto con extensos terrenos que eran propiedad de Frederick G. Williams y Newel K. Whitney, “se convirtieron en el centro de atención de la labor de planificación de la nueva ciudad” (en The Joseph Smith Papers, Documents, tomo III, febrero de 1833–marzo de 1834, editado por Gerrit J. Dirkmaat y otros, 2014, pág. 208). El 4 de mayo de 1833, una conferencia de sumos sacerdotes nombró a Hyrum Smith, Jared Carter y Reynolds Cahoon para que prestaran servicio en un comité de construcción. Estos hombres tenían la responsabilidad de recaudar dinero y supervisar la construcción de los edificios de la Iglesia en Kirtland (véase D. y C. 94:13–15; véase también The Joseph Smith Papers, Documents, tomo III, febrero de 1833–marzo de 1834, pág. 82). Un mes más tarde, los santos comenzaron la construcción del Templo de Kirtland en el terreno recién adquirido. En la revelación registrada en Doctrina y Convenios 94, el Señor reveló Su voluntad concerniente a otros edificios que habían de construirse en Kirtland, cerca del templo.

En las primeras publicaciones de Doctrina y Convenios, la fecha de la revelación registrada en Doctrina y Convenios 94 se registró incorrectamente como el 6 de mayo de 1833. La fecha correcta de la revelación, el 2 de agosto de 1833, se incluyó en la edición de las Escrituras de 2013, aunque el orden en que aparecen las revelaciones no se ha alterado.

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Mapa 7: Kirtland, Ohio, EE. UU., 1830–1838

Doctrina y Convenios 94

El Señor da instrucciones para la construcción de los edificios de la Iglesia y reafirma la necesidad de edificar un templo

Doctrina y Convenios 94:1–2. ¿Qué modelo reveló el Señor para la ciudad de Kirtland?

En el verano de 1831, el Señor designó Independence, Misuri, como el “lugar central” de Sion, donde los santos se congregarían para edificar una ciudad santa dedicada al Señor, y vivirían juntos en rectitud (véase D. y C. 57:1–3). En una carta del 25 de junio de 1833 a los líderes de la Iglesia en Misuri, el profeta José Smith y sus consejeros enviaron planos arquitectónicos para el templo y el plano de la ciudad de Sion que había de edificarse en Independence. Frederick G. Williams, consejero del Profeta, escribió: “El Señor nos mostró el plano de la ciudad, así como el tamaño, la forma y las dimensiones del [templo]” (en The Joseph Smith Papers, Documents, tomo III, febrero de 1833–marzo de 1834, págs. 203–204; se ha estandarizado la puntuación).

En una revelación recibida en agosto de 1833, el Señor designó la ciudad de Kirtland, Ohio, como un “estaca de Sion” (D. y C. 94:1). El Señor mandó a los santos diseñar la ciudad de Kirtland “según el modelo” que Él había dado al profeta José Smith (véase D. y C. 94:2). El modelo al que se hace referencia probablemente es el plano de la ciudad de Sion en Misuri. Frederick G. Williams dibujó un plano, o croquis, para la ciudad de Kirtland similar al de la ciudad de Sion. El plano de Kirtland seguía las instrucciones del Señor de diseñar la ciudad con el templo como punto de partida, y de edificar el resto de la ciudad en torno al templo (véase The Joseph Smith Papers, Documents, tomo III, febrero de 1833–marzo de 1834, págs. 208–211). El templo había de ser el enfoque principal de la comunidad de los santos, como se refleja en su ubicación central y su prioridad en la construcción.

Doctrina y Convenios 94:3–12. El Señor da instrucciones para la construcción de edificaciones para la obra de Su reino

El Señor mandó a los santos en Kirtland, Ohio, que construyeran dos casas o edificios: una “para la obra de la presidencia” (D. y C. 94:3), y la otra “para el trabajo de imprimir la traducción de mis Escrituras” y otras cosas que el Señor mandare (véase D. y C. 94:10). La frase “traducción de mis Escrituras” hace referencia a la traducción inspirada de la Biblia que hizo el profeta José Smith y que recientemente había concluido en julio de 1833. Ambas casas serían de dos pisos, con dimensiones similares al Templo de Kirtland (véase D. y C. 95:15). Las instrucciones para construir esos dos edificios, junto con el templo, ilustran la importancia del templo, la obra de la Primera Presidencia y la publicación de las Escrituras.

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terreno en Kirtland, Ohio, donde debían construirse los dos edificios

El Señor mandó a los santos construir dos edificios en los terrenos al sur del Templo de Kirtland, pero nunca llegaron a construirse (véase D. y C. 94:3, 10).

Los dos edificios destinados a la Primera Presidencia de la Iglesia y a la imprenta nunca llegaron a construirse en Kirtland. Después de la violenta expulsión de los santos del condado de Jackson, Misuri, en el otoño de 1833, los santos de Kirtland utilizaron los recursos para proporcionar auxilio a los miembros de la Iglesia en Misuri. Además, la construcción del Templo de Kirtland consumió todos los recursos disponibles durante varios años. Con el tiempo, los santos construyeron un edificio más pequeño, de dos pisos, al oeste del Templo de Kirtland, que se utilizó como oficina de impresión y lugar de reuniones de la Escuela de los Profetas (véase Letterbook 1, págs. 57–58, josephsmithpapers.org).

Doctrina y Convenios 95: Antecedentes históricos adicionales

En las revelaciones registradas en Doctrina y Convenios 88, que se recibieron a finales de diciembre de 1832 y principios de enero de 1833, el Señor mandó a los santos en Kirtland, Ohio, que organizaran una “escuela de los profetas” (véase D. y C. 88:70–74, 117–141) y edificaran “una casa de Dios” que serviría como un lugar de adoración y aprendizaje (véase D. y C. 88:119, 137). En una carta a William W. Phelps en Misuri, el profeta José Smith hizo hincapié en la urgencia de construir una casa de Dios en Kirtland y de proporcionar una escuela para capacitar a los élderes de la Iglesia. “Esta es la palabra del Señor a nosotros”, escribió el Profeta. “Sí, con la ayuda del Señor, obedeceremos, y en función de nuestra obediencia Él nos ha prometido grandes cosas; sí, incluso una visita desde los cielos para honrarnos con Su presencia” (en The Joseph Smith Papers, Documents, tomo III, febrero de 1833–marzo de 1834, págs. 104–105; véase también D. y C. 110:1–4).

A pesar de la promesa de esta gloriosa bendición, en los meses que siguieron a esa revelación los santos hicieron poco por cumplir el mandamiento del Señor. En abril de 1833, los líderes de la Iglesia adquirieron un terreno sobre el cual construir la Casa del Señor. El 4 de mayo de 1833, una conferencia nombró un comité constituido por Hyrum Smith, Jared Carter y Reynolds Cahoon que debía recaudar dinero para construir el edificio. Sin embargo, aproximadamente un mes después, cuando el profeta José Smith recibió la revelación registrada en Doctrina y Convenios 95, ningún miembro del comité ni de la Iglesia había iniciado la labor de construcción de la Casa del Señor. Parece que, al principio, los santos no entendieron que estaban edificando un templo. Los registros indican que ellos consideraban que “la casa” que el Señor les había mandado establecer era esencialmente una escuela (véase Lisa Olsen Tait y Brent Rogers, “Una Casa a nuestro Dios”, en Revelaciones en contexto, editado por Matthew McBride y James Goldberg, 2016, pág. 177, o history.lds.org). La revelación registrada en Doctrina y Convenios 95 expandía la visión de los santos y los preparaba para entender mejor la naturaleza de la casa de Dios.

Doctrina y Convenios 95

El Señor disciplina a los santos por demorar la construcción del templo

Doctrina y Convenios 95:1–3. “… a los que amo también disciplino”

Para el 1º de junio de 1833, los santos en Kirtland, Ohio, no habían establecido adecuadamente ni comenzado a construir una casa tal como se les había mandado en las revelaciones recibidas por el profeta José Smith a finales de diciembre de 1832 y principios de 1833 (véase D. y C. 88:119, 137). El Señor disciplinó y reprendió a los santos por ser negligentes en obedecer Su “gran mandamiento… concerniente a la edificación de [Su] casa” en Kirtland, y consideró esa negligencia “un pecado muy grave” (D. y C. 95:3). El Señor les recordó que los disciplinaba porque los amaba. Tal como se usa en esta revelación, disciplinar significa “corregir mediante castigo” y “purificar” (Merriam-Webster’s Collegiate Dictionary, 11.ª edición, 2004, “chasten”). La disciplina del Señor no pretendía castigar sino corregir y llevar a Su pueblo al arrepentimiento, “para que les sean perdonados sus pecados” (D. y C. 95:1). Otros pasajes de las Escrituras dan fe de los amorosos propósitos del Señor al disciplinar a Su pueblo, entre los que se encuentran: ayudarles a “ac[ordarse] de él” (véase Helamán 12:3), permitirles “aprend[er] la obediencia” (véase D. y C. 105:6) y refinarlos “como oro” (Job 23:10). Por lo tanto, los discípulos de Jesucristo deben apreciar las palabras de Job: “Bienaventurado es el hombre a quien Dios corrige; por tanto, no menosprecies la corrección del Todopoderoso” (Job 5:17).

Sobre la disciplina del Señor, el élder D. Todd Christofferson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “La corrección es fundamental si deseamos moldear nuestra vida conforme a ‘un varón perfecto, [es decir] a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo’ (véase Efesios 4:13)… Aunque suela ser difícil de sobrellevarlo, verdaderamente debemos alegrarnos de que Dios nos considere dignos del tiempo y la molestia para corregirnos” (“Yo reprendo y disciplino a todos los que amo”, Liahona, mayo de 2011, pág. 98).

El Señor explicó que, con Su castigo a los santos, Él también “prepar[ó] un medio para librarlos” (véase D. y C. 95:1). En otras palabras, el Señor no solo señaló cómo habían pecado los santos, sino que también proporcionó instrucción para ayudarles a cumplir Su mandamiento de edificar el templo (véase D. y C. 95:11–17).

Doctrina y Convenios 95:4–9. En la Casa del Señor, Él prepara a Sus siervos para hacer Su obra y los inviste con poder

El Señor dijo que construir Su casa era necesario a fin de “preparar a mis apóstoles para que poden mi viña por última vez” (D. y C. 95:4). La palabra apóstoles en esta revelación hace referencia, en sentido general, a los que el Señor llama y envía a predicar el Evangelio. La organización del Cuórum de los Doce Apóstoles no tendría lugar hasta febrero de 1835. La frase “poden mi viña” probablemente sea una referencia a la alegoría del olivo que se encuentra en el Libro de Mormón (véase Jacob 5:61–77). Podar la viña del Señor por última vez representa el esfuerzo final de los siervos del Señor por proclamar el Evangelio y congregar a Israel en preparación para la segunda venida de Jesucristo.

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Kirtland y el primer templo, por Dan Burr.

Kirtland y el primer templo, por Dan Burr. El Templo de Kirtland se construyó sobre una propiedad que se le había comprado a Peter French.

La Casa del Señor proporcionaría un lugar donde a Sus siervos se les enseñaría “la doctrina del reino” y serían “más perfectamente instruidos” (D. y C. 88:77–78) e investidos “con poder de lo alto” (D. y C. 95:8). Investir significa dar algo. Ser investido en el templo significa recibir una concesión de poder y conocimiento espirituales. La investidura de la que se habla en la revelación registrada en Doctrina y Convenios 95 no es la misma ordenanza que se administró en los templos posteriormente. La primera investidura del templo completa en esta dispensación la presentó el profeta José Smith en Nauvoo, Illinois, en mayo de 1842. La investidura que recibieron los miembros de la Iglesia en Kirtland, Ohio, se refería las ocasiones en que el Señor derramó Su Espíritu y los invistió con poder espiritual, cuando recibieron revelaciones y otros dones, cuando fueron otorgadas llaves del sacerdocio, y también cuando se efectuaron ceremonias sagradas como lavamientos y unciones, así como el lavamiento de los pies para los líderes del sacerdocio (véanse los comentarios sobre Doctrina y Convenios 88:70–76 en este manual).

El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) enseñó lo siguiente: “El Templo de Kirtland era necesario antes de que [los siervos del Señor] pudieran recibir la investidura que el Señor tenía reservada para ellos. Desde que se organizó la Iglesia, los élderes habían estado predicando el Evangelio y proclamando el arrepentimiento, y muchos grandes hombres habían escuchado y aceptado la verdad; no obstante, los élderes no podían ir con el poder y la autoridad que el Señor quería que poseyeran hasta que se hubiera construido ese templo en donde Él podría restaurar llaves y poderes esenciales para una predicación más completa del Evangelio y para la administración de sus ordenanzas” (Church History and Modern Revelation, 1953, tomo I, pág. 406).

Actualmente, en los templos, el Señor continúa invistiendo a Sus siervos con poder y preparándolos para llevar a cabo Su sagrada obra de salvación. El élder M. Russell Ballard, del Cuórum de los Doce Apóstoles, describió las bendiciones de ser investidos con poder en el templo del Señor:

“Cuando el hombre y la mujer van al templo, ambos son investidos con el mismo poder, a saber, el poder del sacerdocio… 

“Nuestro Padre Celestial es generoso con Su poder. Todo hombre y toda mujer tiene acceso a ese poder para recibir ayuda en su vida. Todos los que han hecho convenios sagrados con el Señor y que honran dichos convenios son dignos de recibir revelación personal, de ser bendecidos con el ministerio de ángeles, de comunicarse con Dios, de recibir la plenitud del Evangelio y, finalmente, de llegar a ser herederos junto con Jesucristo de todo lo que nuestro Padre tiene” (véase “Los hombres, las mujeres y el poder del sacerdocio”, Liahona, septiembre de 2014, pág. 36).

Doctrina y Convenios 95:4. ¿Cuál es la “obra extraña” del Señor?

Isaías profetizó que, antes de la segunda venida de Jesucristo, el Señor haría “su obra, su extraña obra, y para hacer su labor, su extraña labor” (Isaías 28:21). La “extraña obra” que mencionó Isaías y se reiteró en la revelación registrada en Doctrina y Convenios 95, se refiere a la restauración del Evangelio y a todo lo que Dios aún hará para llevar a cabo Su obra en los últimos días (véanse D. y C. 95:4; 101:95). Como parte de esa obra, el Señor prometió “derram[ar] [Su] Espíritu sobre toda carne” (véase D. y C. 95:4; véase también Joel 2:28–32). Las personas que no creen en visitaciones celestiales, revelaciones, visiones, dones del Espíritu y otras manifestaciones espirituales pueden ver el Evangelio restaurado como algo “extraño”. En el contexto de esta revelación sobre el templo, la promesa del Señor de derramar Su Espíritu probablemente se relacione con la prometida investidura de poder espiritual que Él enseñó que provendría de Su santa casa.

Doctrina y Convenios 95:5–6. ¿Qué significa ser “llamado[s]” pero no “escogidos”?

Para obtener información acerca de lo que significa ser llamados pero no escogidos, consulta los comentarios sobre Doctrina y Convenios 121:34–36 en este manual.

Doctrina y Convenios 95:7. “… convocar vuestra asamblea solemne”

Para ver una explicación sobre esa asamblea solemne, consulta los comentarios sobre Doctrina y Convenios 88:70–76 en este manual.

Doctrina y Convenios 95:11–12. “Si guardáis mis mandamientos, tendréis poder para construirla”

El Señor prometió a los santos de Kirtland que tendrían “poder para construir” Su casa si guardaban Sus mandamientos (véase D. y C. 95:11). “Edificar el templo representaría un enorme desafío para los santos. En el verano de 1833 había solo ciento cincuenta miembros de la Iglesia viviendo en esa región. Ninguno de ellos tenía la cualificación tradicional para supervisar un proyecto de construcción tan ambicioso —no había ni un solo arquitecto o ingeniero entre ellos, ni siquiera un delineante con experiencia que dibujara los planos—” (Tait y Rogers, “Una Casa a nuestro Dios”, en Revelaciones en contexto, pág. 180, o history.lds.org).

El 4 de junio de 1833, tres días después de que el profeta José Smith recibiera la revelación registrada en Doctrina y Convenios 95, los líderes de la Iglesia celebraron una conferencia para hablar acerca de la construcción del templo. Algunos miembros sugirieron que se construyera una estructura sencilla y económica. Lucy Mack Smith, la madre del profeta José Smith, recordó: “Se convocó una reunión de consejo en la que José pidió a los hermanos que, uno por uno, se levantaran y expresaran su parecer, y al concluir ellos él les diría su opinión… Algunos pensaban que sería mejor construir una casa con estructura de madera. Otros opinaban que una casa de madera era demasiado costosa… y la mayoría acordó construir una cabaña de troncos, e hicieron sus cálculos de lo que podían hacer para construirla. José se levantó y les recordó que no iban a construir una casa para ellos mismos ni para hombre alguno, sino una casa para Dios, y dijo: ‘Hermanos, ¿construiremos con troncos una casa a nuestro Dios? No, hermanos. Tengo una idea mejor. Tengo el plan de la Casa del Señor que Él mismo ha dado. Ustedes verán en ello la diferencia entre nuestros planes y Su idea de las cosas’”. El Profeta les mostró entonces el “plano completo de la Casa del Señor en Kirtland”, y los hermanos quedaron encantados. Al terminar la reunión, fueron hasta el solar y comenzaron a trabajar: retiraron una cerca, limpiaron el terreno y cavaron una zanja para el muro (“Lucy Mack Smith, History, 1844–1845”, libro 14, págs.1–2, josephsmithpapers.org; se ha estandarizado la ortografía, la puntuación y el uso de las mayúsculas).

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cantera de piedras en Kirtland, Ohio

Cantera de la que se extrajo la piedra para la construcción del Templo de Kirtland.

En los tres años siguientes, los miembros de la Iglesia hicieron enormes sacrificios para construir el templo. Durante ese período, el Señor inspiró a personas que disponían de medios para que ayudaran a financiar la construcción del templo. Nuevos conversos, como Artemus Millet, contribuyeron con sus talentos como carpinteros y albañiles a la edificación del templo. A pesar de su pobreza, sus aflicciones y la oposición que enfrentaron, los santos efectivamente recibieron poder para construir el templo del Señor (véase Tait y Rogers, “Una Casa a nuestro Dios”, en Revelaciones en contexto, pág. 181, o history.lds.org).

Doctrina y Convenios 95:13–17. “… de acuerdo con el modelo que mostraré a tres de vosotros”

En la revelación registrada en Doctrina y Convenios 95, el Señor especificó las dimensiones de Su casa —el Templo de Kirtland— y las funciones de ciertas salas específicas. Él explicó que los santos no debían edificar la casa “según la manera del mundo”, sino “de acuerdo con el modelo que mostrar[ía] a tres de [Sus siervos]” (véase D. y C. 95:13–14). Frederick G. Williams, consejero del profeta José Smith, recordó el cumplimiento de la promesa del Señor: “José [Smith] recibió la palabra del Señor de llevar a sus dos consejeros, [Frederick G.] Williams y [Sidney] Rigdon, y presentarse ante el Señor, y Él les mostraría el plano o modelo del edificio que había que construir. Nos pusimos de rodillas, invocamos al Señor y el edificio apareció al alcance de nuestra vista, siendo yo el primero en descubrirlo. Luego, todos lo vimos a la vez. Después de ver bien el exterior, el edificio pareció aproximarse y nos encontramos en él” (en Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 287). Cuando la construcción del templo estaba llegando a su fin, el presidente Williams dijo que se veía igual al edificio que había visto en visión hasta en el más mínimo detalle, y que no encontraba diferencia alguna entre el templo que vio en visión y el templo que se había construido (véase Tait y Rogers, “Una Casa a nuestro Dios”, en Revelaciones en contexto, pág. 178, o history.lds.org).

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La edificación del Templo de Kirtland, por Walter Rane

La edificación del Templo de Kirtland, por Walter Rane. La construcción del Templo de Kirtland comenzó en junio de 1833.

Doctrina y Convenios 96: Antecedentes históricos adicionales

En abril de 1833, Joseph Coe, como representante de la Iglesia, compró unas 42 hectáreas de terreno en Kirtland, Ohio, que pertenecían a Peter French. El Templo de Kirtland con el tiempo se construiría en una parte de esa propiedad. El 4 de junio de 1833, una conferencia de sumos sacerdotes se reunió en consejo para analizar el uso y la administración de la propiedad recién adquirida. Como no pudieron llegar a un acuerdo, los líderes de la Iglesia preguntaron al Señor sobre el tema. En respuesta, el profeta José Smith recibió la revelación registrada en Doctrina y Convenios 96 (véase The Joseph Smith Papers, Documents, tomo III, febrero de 1833–marzo de 1834, págs. 108–109).

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Mapa 8: La región de Misuri, Iowa e Illinois - Estados Unidos

Doctrina y Convenios 96

Se asigna al obispo la supervisión de todas las propiedades de la Iglesia

Doctrina y Convenios 96:1–5. “… que salga mi palabra a los hijos de los hombres”

En respuesta a la consulta de los líderes de la Iglesia, el Señor nombró al obispo Newel K. Whitney administrador de la propiedad recientemente adquirida en Kirtland, Ohio. Como obispo de la Iglesia en Ohio, él servía como mayordomo del Señor sobre los asuntos temporales (véase D. y C. 72:8–13). La revelación registrada en Doctrina y Convenios 96 señalaba una porción de la propiedad para la edificación de la Casa del Señor, y mandaba a los líderes de la Iglesia dividir el terreno restante en solares para los que buscaban heredades. “Los miembros de la Iglesia que consagraban sus propiedades [a la Iglesia] por medio del obispo… eran elegibles para recibir una ‘heredad’ de tierra en la cual vivir” (en The Joseph Smith Papers, Documents, tomo III, febrero de 1833–marzo de 1834, pág. 111, nota 276).

Una porción de la propiedad habría de usarse para el beneficio de la “orden [del Señor], con objeto de llevar [Su] palabra a los hijos de los hombres” (véase D. y C. 96:4). Eso hacía referencia a la Orden Unida, o Firma Unida. “Una dependencia de la Firma Unida, la Firma Literaria, se encargaba de la publicación de las revelaciones [véase D. y C. 70]. ‘La porción’ [D. y C. 96:4] que debía usarse para llevar la palabra de Dios puede referirse al terreno asignado para la construcción de una oficina de impresión o a los procedimientos de venta de tierras que permitieran mantener esa imprenta en funcionamiento” (en The Joseph Smith Papers, Documents, tomo III, febrero de 1833–marzo de 1834, pág. 111, nota 277).

El Señor hizo hincapié en que lo “más conveniente” era publicar y enviar Su palabra “a los hijos de los hombres con objeto de sojuzgar sus corazones” (D. y C. 96:5). Se sojuzgan los corazones cuando estos se ablandan y se hacen receptivos a la voluntad y los mandamientos de Dios. Alma, el profeta del Libro de Mormón, enseñó que la palabra de Dios tiene “gran propensión a impulsar a la gente a hacer lo que [es] justo” y surte “un efecto más potente en la mente del pueblo que la espada o cualquier otra cosa” (Alma 31:5). Las Escrituras contienen muchos ejemplos del poder de la palabra de Dios para producir un potente cambio en el corazón de las personas y llevarlas a obedecer Sus mandamientos (véanse Hechos 2:37–38, 41–47; Mosíah 5:1–2; Helamán 15:7–8).

Doctrina y Convenios 96:6–9. “… John Johnson, cuya ofrenda he aceptado”

Poco después de la conversión de su hijo, Lyman, en febrero de 1831, John y Alice (Elsa) Johnson comenzaron a estudiar el Libro de Mormón. Ellos viajaron cuarenta y ocho kilómetros desde su casa en Hiram, Ohio, hasta Kirtland para reunirse con el profeta José Smith en persona. Durante su visita, el Profeta sanó el brazo lisiado de Alice en forma milagrosa. John y Alice fueron bautizados y se convirtieron en miembros de la Iglesia, convencidos de que José Smith era efectivamente un profeta de Dios. Tras su conversión, los Johnson apoyaron generosamente al Profeta y la causa del Evangelio; pusieron su casa en Hiram a disposición del Profeta y su familia, quienes permanecieron allí desde septiembre de 1831 hasta septiembre de 1832 (véase Curtis Ashton, “Kirtland through the Eyes of the John and Elsa Johnson Family”, history.lds.org). La casa de los Johnson se convirtió en las oficinas generales de la Iglesia durante ese período, y fue allí donde el profeta José Smith trabajó en la traducción inspirada de la Biblia, recibió varias revelaciones y efectuó conferencias de la Iglesia.

En la revelación registrada en Doctrina y Convenios 96, el Señor dijo que Él había aceptado la “ofrenda” de John Johnson (véase D. y C. 96:6). Eso quizás haga referencia al apoyo financiero del hermano Johnson al profeta José Smith, así como a los fondos que proporcionó a la Iglesia para ayudar a comprar las propiedades de Peter French (véase The Joseph Smith Papers, Documents, tomo III, febrero de 1833–marzo de 1834, pág. 549). El Señor, además, mandó en esta revelación que John Johnson fuera hecho miembro de la Firma Unida para “ayud[ar] a llevar [la] palabra [de Dios]” (véase D. y C. 96:8). Más tarde, cuando John y Alice vendieron su enorme y próspera granja en Hiram, Ohio, ellos consagraron a la Iglesia gran parte de sus frutos (véase Ashton, “Kirtland through the Eyes of the John and Elsa Johnson Family”, history.lds.org). Como miembro de la Firma, John ayudó a administrar los activos de la Iglesia. Gran parte de la hacienda French sería finalmente transferida por acta notarial a John (véase The Joseph Smith Papers, Documents, tomo III, febrero de 1833–marzo de 1834, pág. 109). En una revelación posterior, recibida el 23 de abril de 1834, el Señor mandó a John “vend[er] los solares”, o las partes de la hacienda French que se habían “destinado para edificar la ciudad” de Kirtland (véase D. y C. 104:34–36).

Doctrina y Convenios 97: Antecedentes históricos adicionales

En obediencia al consejo del Señor, los miembros de la Iglesia en Misuri dieron inicio a una escuela de élderes en el verano de 1833 (véase D. y C. 88:77–80, 117–141). A principios de julio de 1833, desearon recibir más instrucción en cuanto a la escuela, y enviaron dos cartas al profeta José Smith solicitándole que preguntara “al Señor… concerniente a la escuela en Sion” (en The Joseph Smith Papers, Documents, tomo III, febrero de 1833–marzo de 1834, pág. 199). En respuesta, el Profeta y sus consejeros escribieron una carta el 6 de agosto de 1833 en la que incluyeron las tres revelaciones registradas en Doctrina y Convenios 94; 97–98. Ellos hicieron referencia a la revelación registrada en la sección 97 como “la comunicación que recibimos del Señor concerniente a la Escuela en Sion” (en The Joseph Smith Papers, Documents, tomo III, febrero de 1833–marzo de 1834, pág. 199). El Profeta recibió esa revelación pocas semanas después de desatarse la violencia de los populachos en el condado de Jackson, Misuri. El 23 de julio de 1833, los líderes de la Iglesia en Misuri fueron forzados a firmar un acuerdo de que abandonarían el condado de Jackson. Cuando dictó esta revelación, José Smith desconocía esos acontecimientos.

Doctrina y Convenios 97

El Señor hace hincapié en Su voluntad de que los santos de Misuri edifiquen un templo

Doctrina y Convenios 97:1–2. “… muchos de los cuales son verdaderamente humildes y procuran diligentemente”

El Señor dijo que muchos de los santos en el condado de Jackson, Misuri, eran “verdaderamente humildes y procura[ba]n diligentemente adquirir sabiduría y hallar la verdad” (véase D. y C. 97:1). El élder Richard G. Scott (1928–2015), del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó acerca de la importancia de la humildad y la diligencia para adquirir conocimiento espiritual:

“La humildad es esencial para adquirir conocimiento espiritual. Ser humilde es ser enseñable; la humildad permite que el Espíritu te enseñe y que recibas instrucción de las fuentes inspiradas por el Señor, como lo son las Escrituras. Las semillas del progreso personal y la comprensión germinan y florecen en el suelo fértil de la humildad; su fruto es el conocimiento espiritual que te guiará en esta vida y en la venidera… 

“Dado que obtener y hacer uso del conocimiento que vale la pena exige mucho esfuerzo personal, no puedes ir probando incesantemente cada aspecto fascinante de la vida. Por eso debes seleccionar cuidadosamente algunas áreas fundamentales en las que concentrarás tus energías para aprender y compartir verdades esenciales. Sé que adquirir conocimiento de gran valor requiere un extraordinario esfuerzo personal, y esto es particularmente cierto cuando lo que deseamos es obtener conocimiento espiritual. El presidente Kimball lo dijo con estas palabras:

“‘Los tesoros de conocimiento temporal y espiritual se hallan ocultos, pero solo están escondidos de aquellos que no los busquen en forma apropiada ni luchen por obtenerlos… El conocimiento espiritual no se obtiene con solo pedirlo; ni siquiera las oraciones son suficientes, sino que requiere perseverar y dedicar la vida a buscarlo… De todos los tesoros de conocimiento, el más esencial es el conocimiento de Dios’ (The Teachings of Spencer W. Kimball, págs. 389–390)” (véase “Cómo adquirir conocimiento espiritual”, Liahona, enero de 1994, pág. 102).

Doctrina y Convenios 97:3–5. “… la escuela en Sion”

En el verano de 1833 comenzó a funcionar en Sion una “escuela de élderes” con Parley P. Pratt como maestro. Su propósito principal era preparar a los hermanos que vivían allí para salir como misioneros al siguiente invierno. El élder Pratt escribió la siguiente descripción de la escuela y su llamamiento a presidirla: “Se organizó… una escuela de élderes, y yo fui llamado a presidirla. Esa clase, a la que asistían unos sesenta hermanos, se reunía una vez a la semana para recibir instrucción; el lugar de reunión era al aire libre, bajo una arboleda, en un lugar apartado y solitario donde orábamos, predicábamos y profetizábamos, y nos instruíamos en los dones del Espíritu Santo. Allí se derramaron grandes bendiciones y se nos manifestaron y enseñaron muchas cosas grandes y maravillosas. El Señor me dio gran sabiduría y me habilitó para enseñar y edificar a los élderes, y consolarlos y animarlos en sus preparativos para la gran obra que teníamos por delante. Yo mismo fui edificado y fortalecido en gran manera” (Autobiography of Parley Parker Pratt, editado por Parley P. Pratt, hijo, 1938, págs. 93–94).

Doctrina y Convenios 97:6–9. Quienes “están dispuestos a cumplir sus convenios con sacrificio… son aceptados por mí”

Aunque muchos de los miembros de la escuela de los élderes en Sion eran humildes y fieles, algunos se habían vuelto orgullosos y desobedientes. El Señor comparó a los santos de Misuri con árboles. Todo miembro “que no dé buen fruto”, refiriéndose a quienes no hacen obras de rectitud, “será cortado y echado en el fuego” (D. y C. 97:7; véanse también Mateo 3:10; Alma 5:52). En otras palabras, si no se arrepentían y vivían rectamente, sufrirían los juicios de Dios. En cambio, los de corazón sincero y quebrantado y espíritu contrito, quienes estaban “dispuestos a cumplir sus convenios con sacrificio” (D. y C. 97:8), eran aceptados por el Señor.

El élder Quentin L. Cook, del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó la necesidad de hacer sacrificios acordes con nuestros convenios:

“El presidente Hinckley enseñó: ‘Sin el sacrificio no existe la verdadera adoración de Dios’ [Teachings of Gordon B. Hinckley, 1997, pág. 565]. El sacrificio es la prueba suprema del Evangelio; y significa consagrar el tiempo, los talentos, las energías y los bienes materiales para llevar adelante la obra de Dios. En Doctrina y Convenios 97, versículo 8, se afirma: ‘Todos los que… están dispuestos a cumplir sus convenios con sacrificio, sí, cualquier sacrificio que yo, el Señor, mandare, estos son aceptados por mí’.

“Los santos que respondan al mensaje del Salvador no permitirán que los intereses que distraen y son destructivos los pierdan, y estarán preparados para hacer los sacrificios requeridos. El sacrificio expiatorio del Salvador, el cual es el núcleo del Evangelio, es un ejemplo de la importancia del sacrificio para quienes deseen ser santos [véase Alma 34:8–16]… 

“A fin de servir al Señor y ser santos, ¿hacemos sacrificios que concuerdan con nuestros convenios?” (véase “¿Es usted un santo?”, Liahona, noviembre de 2003, pág. 96).

Doctrina y Convenios 97:10–12. “… que se me edifique una casa en la tierra de Sion”

En una revelación dada en julio de 1831, el Señor designó el lugar donde los santos debían construir un templo en Independence, Misuri (véase D. y C. 57:2–3). Pocos días después, el profeta José Smith dedicó el sitio para el templo. No obstante, habían pasado dos años sin que los santos emprendieran acción alguna para comenzar la construcción. En junio de 1833, el Señor indicó el “modelo” para la construcción del templo en una revelación que dio al Profeta y a sus consejeros (véase D. y C. 95:14–17). En una carta fechada el 25 de junio de 1833, José Smith, Frederick G. Williams y Sidney Rigdon enviaron a los líderes de la Iglesia en Misuri los planos para el templo y un plano de la ciudad de Sion (véase The Joseph Smith Papers, Documents, tomo III, febrero de 1833–marzo de 1834, pág. 147).

En la revelación que se recibió en agosto de 1833, el Señor mandó a los santos edificar el templo “semejante al modelo” que Él les había dado previamente (véase D. y C. 97:10). Él mandó que se edificara la casa o templo “cuanto antes con los diezmos de [Su] pueblo” (véase D. y C. 97:11). Tal como se emplea en esta revelación, el término diezmo se refería a cualquier ofrenda o donación voluntaria (véase The Joseph Smith Papers, Documents, tomo III, febrero de 1833–marzo de 1834, pág. 201, nota 241). Construir el templo en Sion siguiendo el modelo dado por el Señor, requeriría un inmenso sacrificio de tiempo, trabajo y recursos económicos. No obstante, el sacrificio de los santos para edificar el templo sería “para la salvación de Sion” (D. y C. 97:12; véase también D. y C. 97:18–28).

Doctrina y Convenios 97:13–14. El templo es un lugar de acción de gracias y de instrucción

El Señor dijo que el templo en Misuri había de ser “un lugar de acción de gracias para todos los santos, y un sitio de instrucción para todos aquellos que son llamados a la obra del ministerio” (D. y C. 97:13). Habría de servir como lugar de reunión de la escuela de los élderes, donde serían instruidos en los principios y las doctrinas concernientes al Reino de Dios. Esa instrucción prepararía a los que hubieran sido llamados a hacer la obra del Señor. En la actualidad, los templos continúan siendo lugares de acción de gracias, de adoración y de instrucción para los Santos de los Últimos Días. El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) enseñó:

“Tengo la convicción de que todo hombre o mujer que vaya al templo con un espíritu de sinceridad y fe saldrá de la Casa del Señor convertido en una mejor persona. En la vida, todos tenemos la necesidad de mejorar constantemente… 

“Este sagrado edificio es una escuela en la que se recibe instrucción sobre los dulces y sagrados asuntos de Dios. Allí se nos da el bosquejo del plan que nuestro amoroso Padre delineó a favor de Sus hijos e hijas de todas las generaciones; allí se nos presenta un boceto de la odisea de la travesía eterna del hombre, desde su existencia preterrenal, su paso por esta vida, hasta la vida venidera. Se enseñan grandes verdades fundamentales y básicas con claridad y sencillez, completamente al alcance de la comprensión de todos los que escuchen… 

“El templo es también un lugar para recibir inspiración y revelación personales. Innumerables personas han acudido al templo en espíritu de ayuno y oración en busca de guía divina en momentos de tensión, cuando hay que tomar decisiones difíciles y cuando deben abordar problemas desconcertantes. Muchas de ellas han testificado que, a pesar de no haber oído ninguna voz de revelación, en esa ocasión o tiempo después recibieron inspiración concerniente al curso que habían de seguir, lo cual llegó a ser la respuesta a sus oraciones” (véase Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Gordon B. Hinckley, 2016, págs. 333–335).

Doctrina y Convenios 97:15–17. “… todos los de corazón puro que allí entren verán a Dios”

El Señor no morará en templos impuros (véanse D. y C. 97:17; Alma 7:21). En tanto que los santos se esfuercen por conservar el templo como un lugar santo y sagrado, y no permitan que entre nada impuro en él, la gloria, el poder y la presencia del Señor estarán allí. Es por ello que se debe cumplir estrictamente con las normas de dignidad para entrar en el templo y participar de las ordenanzas del templo. La hermana Silvia H. Allred, que sirvió en la Presidencia General de la Sociedad de Socorro, enseñó cómo podemos entrar en el templo dignamente:

“El templo es la Casa del Señor. Él indica las condiciones bajo las cuales se puede usar, las ordenanzas que se deben administrar y las normas que nos califican para entrar y participar de la adoración en el templo… 

“El Señor ha designado al obispo y al presidente de estaca como responsables de determinar la dignidad de las personas a fin de recibir la recomendación para entrar en Su santa casa. Tenemos que ser totalmente honrados con nuestro obispo y presidente de estaca cuando nos entrevisten antes de darnos la recomendación para el templo. El don que llevamos al altar es un corazón puro y un espíritu contrito. La dignidad personal es un requisito esencial para disfrutar de las bendiciones del templo” (“Templos santos, convenios sagrados”, Liahona, noviembre de 2008, pág. 113).

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Templo de Kiev, Ucrania

El Señor prometió que quienes sean puros de corazón, encontrarán Su presencia en el templo (véase D. y C. 97:15–16).

El Señor prometió que “todos los de corazón puro que [al templo] entren verán a Dios” (véase D. y C. 97:16; véase también Mateo 5:8). El élder David B. Haight (1906–2004), del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó que la promesa de ver a Dios en el templo abarca más que verlo con nuestros ojos naturales:

“Es cierto que algunos en realidad han visto al Señor. Pero al consultar el diccionario nos damos cuenta de que la palabra ver tiene otros significados y sinónimos, tales como llegar a conocer, comprender, percibir, entender claramente; lo que, aplicado al Señor, significa conocerlo, discernirlo, reconocerlo a Él y Su obra, percibir Su importancia y llegar a entenderlo mejor.

“Esta clase de iluminación celestial y de bendiciones está a nuestra disposición” (“Los templos y la obra que se efectúa en ellos”, Liahona, enero de 1991, pág. 70).

Doctrina y Convenios 97:18–28. “… Sion escapará si procura hacer todo lo que le he mandado”

Las bendiciones prometidas del Señor están siempre condicionadas por la obediencia a Sus mandamientos (véase D. y C. 130:21). El Señor prometió a los santos que, si obedecían Su mandato de edificar un templo en Independence, Misuri, Sion florecería y llegaría a ser “gloriosa en extremo, y muy grande” e inamovible (véase D. y C. 97:18–19)y Él llegaría a ser “su salvación” y “su alto refugio” (D. y C. 97:20). En la antigüedad, el alto refugio de una comunidad era un lugar desde el cual se podía ver un peligro inminente y defenderse ante un ataque. Para los santos en Sion, el poder del Señor sería su defensa. Además, el Señor prometió que, si “procura[ban] hacer todo lo que… [Él] manda[ra]” (véase D. y C. 97:25), escaparían de los juicios que Él derramaría sobre “los impíos” (D. y C. 97:22). No obstante, si los santos no hacían lo que Él mandaba, sufrirían “una penosa aflicción” (D. y C. 97:26).

En noviembre de 1833, los populachos expulsaron violentamente a los santos del condado de Jackson, Misuri, y los miembros de la Iglesia fueron finalmente expulsados de todo el estado de Misuri en 1838 y 1839. En una revelación que se recibió en enero de 1841, el Señor, en Su misericordia, explicó que ya no se requería de ellos que cumpliesen Su anterior mandamiento de edificar Su casa en el condado de Jackson, Misuri (véase D. y C. 124:49–54).

Si deseas más información sobre la persecución que sufrieron los santos en Misuri, consulta los antecedentes históricos adicionales de Doctrina y Convenios 98; 101 y 121 en este manual.

Doctrina y Convenios 97:21. ““… Sion: LOS PUROS DE CORAZÓN

Las revelaciones registradas en Doctrina y Convenios a menudo se refieren a Sion como una lugar geográfico. Por ejemplo, el Señor designó Independence, Misuri, como “el sitio para la ciudad de Sion” (véase D. y C. 57:2–3), y habló de “la estaca de Sion” en Kirtland, Ohio (véase D. y C. 94:1). Sin embargo, el Señor también declaró que Sion era además un grupo de personas que son “pur[a]s de corazón” (D. y C. 97:21). Un corazón puro está libre de la contaminación del mal y de la mancha del pecado. Los que son puros de corazón han recibido la remisión de sus pecados mediante su fe en Jesucristo y su obediencia a los principios y las ordenanzas del Evangelio. El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) enseñó en cuanto a la función que desempeña la pureza de corazón en la edificación de Sion en la actualidad:

“El tiempo que se requiere para ‘hacer todas las cosas que atañen a Sion’ [D. y C. 105:37] depende estrictamente de nosotros y del modo en que vivamos, pues la creación de Sion ‘comienza en el corazón de cada persona’. ([Brigham Young, en] Journal of Discourses, tomo IX, pág. 283)… 

“Sion puede ser edificada solamente entre aquellos que son puros de corazón, no entre un pueblo atrapado por la codicia o la ambición, sino por un pueblo puro y generoso. No un pueblo puro en apariencia, sino un pueblo puro de corazón. Sion debe estar en el mundo mas no ser del mundo, ni esclavizada por un sentido de seguridad carnal, ni paralizada por el materialismo. No, Sion no abarca las cosas del orden inferior, sino en aquellas del orden supremo; cosas que exaltan la mente y santifican el corazón” (véase “Convirtámonos en puros de corazón”, Liahona, agosto de 1978, págs. 128, 129).