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Capítulo 46: Doctrina y Convenios 121; 1–10; 122–123


“Capítulo 46: Doctrina y Convenios 121:1–10”, Doctrina y Convenios: Manual del alumno, 2017

“Capítulo 46”, Doctrina y Convenios: Manual del alumno

Capítulo 46

Doctrina y Convenios 121:1–10; 122–123

Introducción y cronología

El 31 de octubre de 1838, las tropas de la milicia del estado de Misuri tomaron prisionero al profeta José Smith y a otros líderes de la Iglesia en Far West, Misuri. Esos hombres finalmente fueron encerrados en la cárcel de Liberty, en el condado de Clay, Misuri, y sufrieron en gran medida durante sus cuatro meses de confinamiento. Mientras estaba en la cárcel de Liberty, el Profeta dictó una carta a los miembros de la Iglesia el 20 de marzo de 1839, y una segunda carta aproximadamente dos días después, en las que incluía las oraciones que había escrito pidiendo al Señor que tuviera compasión de él y de todos los “santos que sufren” (véase D. y C. 121:4, 6). También incluyó la respuesta del Señor a esas oraciones, así como el consejo a los miembros de la Iglesia que habían sido expulsados de sus hogares en Misuri. Varios fragmentos de esas cartas están registrados en Doctrina y Convenios 121–123.

Agosto–octubre de 1838Los malentendidos y las tensiones entre los habitantes de Misuri y los miembros de la Iglesia desencadenan un conflicto armado.

27 de octubre de 1838El gobernador Lilburn W. Boggs autoriza el exterminio o la expulsión de todos los Santos de los Últimos Días del estado de Misuri.

30 de octubre de 1838Atacantes antimormones arremeten contra miembros de la Iglesia en el asentamiento de Hawn’s Mill, ubicado a unos 19 kilómetros al este de Far West, Misuri, matando a 17 hombres y niños e hiriendo a otros 13.

31 de octubre de 1838Las tropas de la milicia del estado de Misuri toman prisionero al profeta José Smith además de otras personas en Far West, Misuri.

1 de diciembre de 1838El profeta José Smith y sus compañeros son recluidos en la cárcel de Liberty, en el condado de Clay, Misuri.

20–22 de marzo de 1839El profeta José Smith dicta varias cartas desde la cárcel de Liberty, fragmentos de las cuales están registrados en Doctrina y Convenios 121–123.

6 de abril de 1839El profeta José Smith y sus compañeros son llevados de la cárcel de Liberty a Gallatin, Misuri, para una audiencia ante un tribunal. El 16 de abril de 1839 se les permite escapar de la custodia y se unen a los santos en Illinois.

Doctrina y Convenios 121–123: Antecedentes históricos adicionales

El 4 de julio de 1838, miles de miembros de la Iglesia se reunieron para celebrar la independencia de los Estados Unidos y para participar en una ceremonia de colocación de la piedra angular en el terreno del templo en Far West, Misuri (véase The Joseph Smith Papers, Documents, tomo VI: febrero de 1838–agosto de 1839, edición de Mark Ashurst-McGee y otros, 2017, pág. 170). Sin embargo, un mes más tarde, la paz relativa que disfrutaban en Far West se había deteriorado y, para finales de 1838, los habitantes de Misuri estaban expulsando a los miembros de la Iglesia del estado. A principios de ese año, varios miembros prominentes de la Iglesia habían apostatado, entre ellos Oliver Cowdery, David Whitmer, John Whitmer, William W. Phelps, Lyman Johnson y otros. Temiendo que esas personas pudieran provocar la violencia del populacho contra los santos, algunos miembros de la Iglesia formaron un grupo militar privado e hicieron circular una carta amenazante entre los disidentes, lo que ocasionó que los disidentes huyeran de Far West y del condado de Caldwell (véase The Joseph Smith Papers, Documents, tomo VI: julio de 1838–junio de 1839, págs. 9–10). Aunque el profeta José Smith pudo haber aprobado la formación de este grupo militar, más tarde conocido como los danitas, lo más probable es que no conociera ni aprobara todas sus actividades, las que a veces implicaban intimidación y amenazas. Estos incidentes aumentaron la tensión entre los miembros de la Iglesia y los misurianos durante la segunda mitad de 1838 (véase “Paz y violencia entre los Santos de los Últimos Días del siglo XIX”, Ensayos sobre Temas del Evangelio, topics .lds.org).

Las diferencias religiosas, culturales y políticas entre los miembros de la Iglesia y los otros residentes de Misuri, junto con los esfuerzos vengativos de personas que habían sido excomulgadas de la Iglesia, condujeron a hostilidades por parte de ambos bandos. El 25 de octubre de 1838, en Crooked River, Misuri, se produjo una escaramuza entre miembros de la Iglesia que pertenecían a la milicia del condado de Caldwell e integrantes no mormones de la milicia del condado de Ray, la cual resultó en la muerte de tres miembros de la Iglesia y un ciudadano de Misuri (véase The Joseph Smith Papers, Documents, tomo VI: febrero de 1838–agosto de 1839, pág. 269). Basándose en los exagerados informes antimormones que culpaban a los miembros de la Iglesia de ese incidente y otras hostilidades en Misuri, el gobernador Lilburn W. Boggs emitió una orden ejecutiva que llamaba al exterminio o a la expulsión por la fuerza de todos los mormones del estado y autorizaba a la milicia estatal a marchar hacia Far West (véase The Joseph Smith Papers, Documents, tomo VI: febrero de 1838–agosto de 1839, págs. 269–270).

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Emplazamiento de Hawn’s Mill

El 30 de octubre de 1838, aproximadamente 240 hombres atacaron un asentamiento de Santos de los Últimos Días que vivían en Hawn’s Mill, cerca de este lugar del condado de Caldwell, Misuri. Murieron al menos 17 personas.

El 30 de octubre de 1838, un populacho armado atacó el asentamiento mormón de Hawn’s Mill (o Haun’s Mill), aproximadamente a 19 kilómetros al este de Far West, y abrió fuego contra hombres, mujeres y niños. Diecisiete miembros de la Iglesia fueron brutalmente asesinados o murieron después debido a sus heridas, y otros trece fueron heridos (véase The Joseph Smith Papers, Documents, tomo VI: febrero de 1838–agosto de 1839, pág. 269).

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Valientes en nuestro testimonio del Salvador, por Dan Burr

Valientes en nuestro testimonio del Salvador, por Dan Burr. El profeta José Smith y otros líderes de la Iglesia fueron encarcelados en Richmond, Misuri, en noviembre de 1838.

Mientras tanto, miles de milicianos estatales se acercaban a Far West. El profeta José Smith y otros líderes de la Iglesia fueron arrestados y, tras un tribunal militar apresurado, fueron sentenciados a ser ejecutados por traición. Sin embargo, Alexander Doniphan, que era general de brigada en la milicia del estado de Misuri, se negó a cumplir la orden. Los líderes de la Iglesia acusados fueron llevados bajo fuerte escolta a las autoridades de Independence, Misuri, adonde llegaron el 4 de noviembre de 1838. Días después fueron trasladados a Richmond, Misuri, donde permanecieron encadenados durante tres semanas junto con varias decenas de otros hombres Santos de los Últimos Días que habían sido arrestados en Far West. Durante ese tiempo, el juez Austin King estableció una comisión de investigación y determinó que había suficientes pruebas para acusar a José Smith, Hyrum Smith, Sidney Rigdon, Lyman Wight, Alexander McRae y Caleb Baldwin de traición. Seguidamente los envió a la cárcel de Liberty en el condado de Clay, Misuri, para esperar su juicio, que estaba programado para la primavera siguiente (véase The Joseph Smith Papers, Documents, tomo VI: julio de 1838–junio de 1839, págs. 271–274).

Durante el invierno de 1838–1839, el profeta José Smith y sus compañeros sufrieron en el entorno frío y sucio de la cárcel de Liberty. A su desdicha se sumó el hecho de que no podían ayudar a sus familias y a otros miembros de la Iglesia que estaban siendo expulsados de Misuri sin las provisiones adecuadas y en medio de un crudo invierno (véase The Joseph Smith Papers, Documents, tomo VI: febrero de 1838–agosto de 1839, págs. 274–276; véase también Justin R. Bray, “Dentro de los muros de la cárcel de Liberty”, en Revelaciones en contexto, edición de Matthew McBride y James Goldberg, 2016, págs. 275–277, o history.lds.org). Fue bajo esas condiciones extremadamente difíciles que el profeta José Smith buscó, y finalmente recibió, consuelo y comprensión espiritual del Señor. El 20 de marzo de 1839, el Profeta dictó una carta al obispo Edward Partridge y a los miembros de la Iglesia en Quincy, Illinois, y en otros lugares. Aproximadamente dos días después le siguió otra carta al obispo Partridge y a los santos, en la que el Profeta ofrecía consuelo y consejo (véase The Joseph Smith Papers, Documents, tomo VI: febrero de 1838–agosto de 1839, págs. 357, 389). Varios fragmentos de esas cartas están registrados en Doctrina y Convenios 121–123.

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Mapa 8: La región de Misuri, Iowa e Illinois - Estados Unidos

Doctrina y Convenios 121:1–10122

El Señor responde a las súplicas del profeta José Smith

Doctrina y Convenios 121:1–6. “¿… dónde está el pabellón que cubre tu morada oculta?”

Durante aproximadamente cuatro meses, el profeta José Smith y sus compañeros sufrieron en sumo grado en la cárcel de Liberty. La única entrada a aquella estancia semejante a una mazmorra era a través de una trampilla en el techo. Las paredes tenían 1,2 metros de grosor y solo había dos pequeñas ventanas enrejadas en el oscuro cuarto. El suelo de piedra era frío, la habitación no estaba caldeada y los prisioneros dormían sobre esteras de paja sucias. Uno de los prisioneros describió las comidas que se les daban como “muy escasas y tan repugnantes que no pudimos comerlas hasta que el hambre nos obligó a hacerlo” (en Bray, “Within the Walls of Liberty Jail” [Dentro de los muros de la cárcel de Liberty], pág. 275). En la carta que el profeta José Smith escribió a los miembros de la Iglesia el 20 de marzo de 1839, describió la cárcel como “un infierno rodeado de demonios… donde nos vemos obligados a escuchar nada más que juramentos blasfemos y ser testigos de una escena de blasfemia, embriaguez, hipocresía y depravación de todo tipo” (en The Joseph Smith Papers, Documents, tomo VI: febrero de 1838–agosto de 1839, pág. 361; ortografía estandarizada). Los prisioneros también recibían informes desalentadores sobre las dificultades que sufrían los santos al ser expulsados de Misuri.

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Representación de la cárcel de Liberty

Réplica de la cárcel de Liberty, ubicada en el Centro de Visitantes de la cárcel de Liberty en Misuri

En esa misma carta a los santos, el Profeta suplicó al Señor: “… ¿hasta cuándo sufrirán [los santos] estas injurias y opresiones ilícitas, antes que tu corazón se ablande y tus entrañas se llenen de compasión por ellos?” (D. y C. 121:3). El Profeta también exclamó: “Oh Dios, ¿en dónde estás? ¿Y dónde está el pabellón que cubre tu morada oculta?” (D. y C. 121:1; véase también The Joseph Smith Papers, Documents, tomo VI: febrero de 1838–agosto de 1839, pág. 362). Un pabellón es una cubierta, como un toldo o una tienda que separa u oculta algo de la vista. Después de citar esta súplica del profeta José Smith, el presidente Henry B. Eyring, de la Primera Presidencia, explicó:

“Muchos de nosotros, en momentos de aflicción personal, sentimos que Dios está lejos de nosotros. El pabellón que parece interceptar la ayuda divina no cubre a Dios; a veces nos cubre a nosotros. Dios nunca está oculto, pero a veces nosotros sí lo estamos, cubiertos por un pabellón de motivos que nos alejan de Dios y lo hacen parecer distante e inaccesible. Nuestros propios deseos, más bien que un sentimiento que indique ‘Hágase tu voluntad’, crean el sentimiento de que un pabellón bloquea a Dios. No es que Él sea incapaz de vernos o comunicarse con nosotros, pero quizás nosotros no estemos dispuestos a escuchar ni a someternos a Su voluntad ni a Su tiempo.

“Nuestros sentimientos de separación de Dios disminuirán a medida que nos volvamos más como niños ante Él. Eso no es fácil en un mundo donde las opiniones de otros seres humanos pueden tener ese tipo de efecto en nuestros motivos. Sin embargo, nos ayudará a reconocer esta verdad: Dios está cerca de nosotros, pendiente de nosotros y nunca se esconde de Sus fieles hijos…

“Retiramos el pabellón cuando sentimos y oramos: ‘Hágase Tu voluntad’ y ‘a Tu tiempo’. Su tiempo debería ser lo bastante pronto para nosotros, ya que sabemos que Él solo quiere lo que es mejor” (“¿Dónde está el pabellón?”, Liahona, noviembre de 2012, pág. 72).

Doctrina y Convenios 121:4. El “obscuro y tenebroso dominio del Seol”

Seol es “el nombre hebreo que designa la morada de los espíritus difuntos” [véase Bible Dictionary (en inglés), “Sheol”]. La expresión “obscuro y tenebroso dominio del Seol” (D. y C. 121:4) puede referirse a la sección del mundo de los espíritus donde reina la oscuridad. Cuando el profeta José Smith se dirigió al Señor diciéndole “que dominas y sometes al diablo, y al obscuro y tenebroso dominio del Seol” (D. y C. 121:4), estaba expresando su fe en el poder y control de Dios sobre todas las cosas, lo que incluía a Satanás y sus seguidores.

Doctrina y Convenios 121:7–10. “… tus aflicciones no serán más que por un breve momento”

Después de largos meses de sufrimiento, el profeta José Smith recibió consuelo del Señor: “Hijo mío, paz a tu alma; tu adversidad y tus aflicciones no serán más que por un breve momento” (D. y C. 121:7). Luego, el Señor le prometió: “… si lo sobrellevas bien, Dios te exaltará; triunfarás sobre todos tus enemigos” (D. y C. 121:8).

El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó acerca de lo que podemos aprender de la experiencia del Profeta en la cárcel de Liberty:

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réplica de la puerta de la cárcel de Liberty

Una réplica de la puerta de la cárcel Liberty

“En un sentido espiritual, todos, de una u otra manera, mayor o menor, dramática o casual, pasaremos un breve momento en la cárcel de Liberty. Enfrentaremos cosas que no deseamos y tal vez sin ser culpables de ello. Quizá podríamos hacer frente a circunstancias difíciles por motivos correctos y apropiados como el tratar de cumplir con los mandamientos de Dios. Podríamos sufrir persecución, dolor, la separación de nuestros seres queridos, sentir hambre, frío y desesperanza…

“Pero las enseñanzas del invierno de 1838-1839 nos enseñan que cada aflicción puede transformarse en una experiencia redentora si somos fieles a nuestro Padre Celestial durante esa tribulación. Esas lecciones difíciles nos enseñan que la situación extrema del hombre es una oportunidad para Dios y que, si somos humildes, fieles, creyentes y no maldecimos a Dios por nuestros problemas, Él puede convertir las prisiones injustas, inhumanas y debilitadoras de nuestra vida en templos, o al menos en situaciones que nos brinden consuelo, revelación, compañía divina y paz” (véase “Las enseñanzas de la cárcel de Liberty”, charla fogonera de SEI, 7 de septiembre de 2008, lds.org).

Para obtener más información sobre el conocimiento que el profeta José Smith recibió durante su vivencia en la cárcel de Liberty, consulta el comentario sobre Doctrina y Convenios 121:26–33 en este manual.

Doctrina y Convenios 122:1–4. “Los extremos de la tierra indagarán tu nombre”

Cuando el ángel Moroni visitó al joven José Smith en septiembre de 1823, le dijo a José “que entre todas las naciones, tribus y lenguas se tomaría [su] nombre para bien y para mal” (José Smith—Historia 1:33). Durante los años que siguieron, el profeta José Smith fue testigo de un cumplimiento de esa profecía. En 1838 sus enemigos lograron que fuera encarcelado en la cárcel de Liberty y que los santos fueran expulsados del estado de Misuri. Durante esos momentos difíciles, el Profeta recibió la certeza divina de que “Dios [lo] amparar[ía] para siempre jamás” (véase D. y C. 122:4). Además, se le prometió que “los puros de corazón, los sabios, los nobles y los virtuosos buscar[ían] consejo, autoridad y bendiciones de [su] mano” y que “el testimonio de traidores nunca volver[ía] a [su] pueblo en contra de [él]” (D. y C. 122:2–3).

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José Smith en la cárcel de Liberty, por Greg K. Olsen

José Smith en la cárcel de Liberty, por Greg K. Olsen. El profeta José Smith estuvo recluido en la cárcel de Liberty durante meses en 1838–1839.

La oposición contra el profeta José Smith y La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ha continuado desde entonces. Los miembros de la Iglesia hoy en día a veces se enfrentan a argumentos de aquellos que afirman que José Smith no era un profeta de Dios. El élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles, recalcó que debemos recurrir a Dios para obtener el entendimiento espiritual de que José Smith fue un profeta:

“¿Por qué permite el Señor que se hable mal en contra de lo que es bueno? Una razón es que la oposición a las cosas de Dios lleva a quienes buscan la verdad a arrodillarse para recibir respuestas.

“José Smith es el Profeta de la Restauración. Su obra espiritual comenzó con la aparición del Padre y del Hijo, a la que siguieron numerosas visitas celestiales. Fue el instrumento en las manos de Dios para sacar a luz Escrituras sagradas y doctrina perdida, y para restaurar el sacerdocio. La importancia de la obra de José exige más que un análisis intelectual; exige que nosotros, al igual que hizo José, ‘pidamos a Dios’ [Santiago 1:5; véase también José Smith—Historia 1:11–13]. Las preguntas espirituales merecen respuestas espirituales de Dios” (“José Smith”, Liahona, noviembre de 2014, pág. 28).

Doctrina y Convenios 122:5–7. “… todas estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien”

El consejo del Señor al profeta José Smith mientras estaba recluido en la cárcel de Liberty demuestra que Él era plenamente consciente de las dificultades de José. El Profeta había afrontado casi todas las pruebas que el Señor enumeró en Su respuesta al sufrimiento del Profeta (véase D. y C. 122:5–7). La instrucción divina del Señor recalcaba que la adversidad puede fortalecernos y refinarnos. Al soportar nuestras pruebas con paciencia y fidelidad, “todas estas cosas [nos] servirán de experiencia, y serán para [nuestro] bien” (D. y C. 122:7; véase también D y C. 100:15). El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) enseñó:

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ilustración de Hawn’s Mill

Los santos sufrieron mucho en Hawn’s Mill y en otros lugares de Misuri.

“Si contemplamos la vida terrenal como el total de nuestra existencia, entonces el dolor, el pesar, el fracaso y la vida truncada serían una calamidad. Pero si la vemos como un proceso eterno, que se extiende desde nuestro pasado preterrenal hasta el futuro de la eternidad después de la muerte, entonces podemos poner en la debida perspectiva todos sus sucesos.

“¿No hay, acaso, sabiduría en el hecho de que [Dios] nos de pruebas para que nos elevemos por encima de ellas, responsabilidades para que cumplamos metas, trabajo para que fortalezcamos los músculos, pesares para probar nuestra alma? ¿No se nos expone a la tentación para poner a prueba nuestra fortaleza, a la enfermedad para que aprendamos a tener paciencia, a la muerte para que seamos inmortalizados y glorificados?…

“Si todas las oraciones se contestaran de inmediato de acuerdo con nuestros deseos egoístas y nuestro entendimiento limitado, entonces el sufrimiento sería mínimo o no existiría, y no habría dolor, desilusión, ni siquiera muerte; y si todo eso no existiera, tampoco habría gozo, éxito, resurrección ni vida eterna y divinidad…

“Por ser humanos, querríamos eliminar de nuestra vida el dolor físico y la angustia mental, y asegurarnos el bienestar y la comodidad continuos; pero si cerráramos la puerta al pesar y a la inquietud, tal vez estaríamos excluyendo a nuestros mejores amigos y benefactores. El sufrimiento puede hacer santas a las personas si por él aprenden paciencia, longanimidad y autodominio” (véase Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Spencer W. Kimball, 2006, pág. 17).

Doctrina y Convenios 122:8. “El Hijo del Hombre ha descendido debajo de todo ello”

Mientras estaba recluido en la cárcel de Liberty, el profeta José Smith sufrió tribulaciones abrumadoras. Se le bendijo con la certeza consoladora de que el Señor era consciente de cada detalle de su sufrimiento. Además, aprendió que ninguna de las adversidades que afrontó durante su vida mortal podría jamás equipararse a lo que Jesucristo sufrió durante Su misión mortal. Respondiendo la pregunta que el Señor le hizo al profeta José Smith: “El Hijo del Hombre ha descendido debajo de todo ello. ¿Eres tú mayor que él?” (D. y C. 122:8), el élder Jeffrey R. Holland explicó:

“No, José Smith no era mayor que el Salvador, ni nosotros tampoco lo somos. Cuando prometemos seguir al Salvador, caminar en Sus pasos y ser Sus discípulos, también prometemos ir por ese sendero divino para que nos guie, ya que de una forma u otra, el camino de la salvación siempre nos conduce a Getsemaní. Así que, si el Salvador se enfrentó a tales injusticias y desalientos, tales persecuciones, injusticia y sufrimiento, nosotros no podemos esperar no tener que enfrentar parte de ello si deseamos ser Sus verdaderos discípulos y Sus fieles seguidores.

“De hecho, debería ser una fuente de gran consuelo doctrinal que Jesús, durante la Expiación, haya experimentado todos los pesares y dolores, todas las desilusiones e injusticias que toda la familia humana ha sufrido, sufre y sufrirá desde Adán y Eva hasta el fin del mundo para que nosotros no debamos sufrirlos de manera tan grave o intensa. No importa cuán pesada sea nuestra carga, lo sería aún más si el Salvador no la hubiera sufrido antes y hubiera llevado la carga con nosotros y por nosotros.

“A comienzos del ministerio del profeta José, el Salvador le enseñó esta doctrina. Tras hablar de padecimientos tan dolorosos y difíciles de aguantar, Jesús dijo: ‘… yo, Dios, he padecido estas cosas por todos [y esto significa ustedes y yo y todo el mundo], para que no padezcan, si se arrepienten’ (D. y C. 19:16). En los momentos de dolor y prueba, creo que nos estremecería pensar que podría ser peor, pero está claro que podría ser peor, y sería peor; y es solo mediante nuestra fe, arrepentimiento y obediencia al Evangelio, que nos otorgó la sagrada Expiación, que eso no es peor…

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representación de Jesucristo cargando la cruz

“El Hijo del Hombre ha descendido debajo de todo ello” (D. y C. 122:8).

“Es más, vemos que no solo el Salvador ha sufrido, y en Su caso totalmente inocente, sino también la mayoría de los profetas y otros grandes hombres y mujeres que hallamos en las Escrituras… ¿Qué quiero decir? Que si tienen un mal día, estarán en muy buena compañía, de la mejor que hayan tenido” (véase “Las enseñanzas de la cárcel de Liberty”, charla fogonera de SEI, 7 de septiembre de 2008, lds.org).

Doctrina y Convenios 122:9. “… persevera en tu camino”

Cuando el Señor dio las instrucciones que están registradas en las cartas del Profeta José Smith a los santos y en Doctrina y Convenios 122, el Profeta y sus compañeros de la cárcel de Liberty no sabían que un mes más tarde se reunirían con sus familias. El Señor aclaró que la influencia de los enemigos del Profeta era limitada y que su vida estaba en las manos del Señor (véase D. y C. 122:9). El profeta José Smith (1805–1844) expresaría más tarde su confianza en la protección del Señor: “Entiendo mi misión y mis asuntos. El Dios todopoderoso es mi escudo y, [¿]qué puede hacer el hombre si Dios es mi amigo[?] No seré sacrificado hasta que llegue mi hora, y entonces seré ofrecido libremente… Doy gracias a Dios por preservarme de mis enemigos; no tengo enemigos sino por la causa de la verdad. No tengo otro deseo que hacer el bien a todos los hombres; deseo orar por todos los hombres” (en Manuscript History of the Church, tomo D–1, apéndices, pág. 6, josephsmithpapers.org).

El élder Jeffrey R. Holland dio el siguiente consejo con respecto a cómo podríamos proceder cuando los tiempos son difíciles:

“Aférrense a su fe, a la esperanza. ‘Orad siempre, sed creyentes’ [D. y C. 90:24]…

“Aun cuando no siempre perciban ese rayo de esperanza en sus nubes, Dios sí puede percibirlo, pues Él es la fuente misma de la luz que ustedes buscan. Los ama y conoce sus temores; escucha sus oraciones; Él es su Padre Celestial y ciertamente derrama por Sus hijos tantas lágrimas como las que derraman ellos” (véase “Sumo sacerdote de los bienes venideros”, Liahona, noviembre de 1999, pág. 36).

Doctrina y Convenios 123

El profeta José Smith aconseja a los santos que publiquen relatos de su sufrimiento y persecución

Doctrina y Convenios 123:1–6. “… recopilen lo que sepan de todos los hechos, sufrimientos y abusos que les ha ocasionado el pueblo”

De enero a marzo de 1839, después de enfrentarse a una intensa persecución y amenazas de violencia, aproximadamente de ocho a diez mil miembros de la Iglesia de los condados de Caldwell y Daviess huyeron del estado de Misuri en duras condiciones invernales. Muchos de ellos encontraron refugio más allá del río Misisipí, en Quincy, Illinois, y en otras zonas de Iowa e Illinois (véase The Joseph Smith Papers, Documents, tomo VI: febrero de 1838–agosto de 1839, págs. 275, 327). Con la ayuda de un vecino que era miembro de la Iglesia, la esposa del Profeta, Emma Smith, abandonó Far West, Misuri, con sus hijos en febrero de 1839. El río Misisipí se había congelado temporalmente, y Emma pudo cruzarlo caminando sobre el hielo con sus cuatro hijos pequeños (véase Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 393). Ella y muchos otros miembros de la Iglesia fueron bendecidos por la bondad y compasión de los residentes de Quincy, Illinois. A principios de abril de 1839, la mayoría de los miembros de la Iglesia habían abandonado Misuri.

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monumento en Quincy, Illinois

Muchos Santos de los Últimos Días hallaron refugio en Quincy, Illinois, después de haber sido forzados a dejar el estado de Misuri a principios de 1839. Los santos cruzaron el río Misisipí cerca de este monumento, el cual conmemora la amabilidad que los residentes de Quincy, Illinois, demostraron.

Desde la cárcel de Liberty, el profeta José Smith instruyó a los miembros de la Iglesia que prepararan declaraciones juradas, o declaraciones formales, detallando “todos los hechos, sufrimientos y abusos que les ha[bía] ocasionado el pueblo de [Misuri]”, así como “todas las propiedades y el monto de los daños que ha[bían] sufrido [los miembros de la Iglesia], tanto de reputación y lesiones personales, como de bienes raíces” (D. y C. 123:1–2). Cientos de miembros de la Iglesia comparecieron ante las autoridades civiles de Illinois y de Iowa y tramitaron peticiones de reparación, es decir, solicitudes de compensación por sus pérdidas, y justicia por los agravios que habían sufrido. A finales del otoño de 1839, el profeta José Smith viajó a Washington, D.C. con una pequeña delegación de miembros de la Iglesia para reunirse con el presidente de los Estados Unidos, Martin Van Buren, y con miembros del Congreso de los Estados Unidos. Esos oficiales se negaron a actuar a favor de los santos. Por ejemplo, el presidente Van Buren simpatizaba con las circunstancias de los santos, pero exclamó: “¿Qué puedo hacer?… Si hago algo, entraré en contacto [conflicto] con todo el estado de Misuri” (en Joseph Smith y Elias Higbee, Letter to Hyrum Smith and Nauvoo, Illinois, High Council, 5 de diciembre de 1839, página 85, josephsmithpapers.org). A principios de la década de 1840, los líderes de la Iglesia volvieron a intentar varias veces obtener reparación del gobierno de los Estados Unidos, pero sus esfuerzos fracasaron (véase Clark V. Johnson, ed., Mormon Redress Petitions: Documents of the 1833–1838 Misuri Conflict, 1992, págs. xxi–xxii). Sin embargo, habían hecho lo que el Señor les había pedido (véase D. y C. 123:6).

Doctrina y Convenios 123:7–14. “… una obligación imperiosa”

En su segunda carta a los miembros de la Iglesia, escrita desde la cárcel de Liberty en marzo de 1838, el profeta José Smith explicaba que era su “obligación imperiosa” publicar los relatos “del homicidio, la tiranía y la opresión” que habían sufrido a manos de sus enemigos, quienes habían actuado bajo la influencia del adversario (D. y C. 123:7). En otras ocasiones, el profeta José Smith enseñó:

“Nuestros principios religiosos se hallan ante el mundo, listos para la indagación de todos los hombres; no obstante, sabemos que toda la persecución a nuestros amigos es consecuencia de las calumnias [las acusaciones falsas] y las malas interpretaciones, sin ningún fundamento en la verdad ni en la rectitud. Hemos soportado esto, igual que todas las otras religiones cuando estaban en sus principios”.

“Hay algunos que piensan que nuestros enemigos quedarían satisfechos con mi destrucción; pero puedo asegurar que tan pronto como hayan derramado mi sangre buscarán sedientos la sangre de toda persona en cuyo corazón haya la más mínima chispa del espíritu de la plenitud del Evangelio. La oposición de esos hombres ha sido provocada por el espíritu del adversario de toda rectitud, y no es solo para destruirme a mí, sino a todo hombre y mujer que se atreva a creer las doctrinas que Dios me ha inspirado a enseñar a esta generación”.

“He aprendido por experiencia propia que el enemigo de la verdad no descansa ni cesa en sus esfuerzos por predisponer a las comunidades en contra de los siervos del Señor, agitando la indignación de los hombres en todos los asuntos de importancia o interés” (véase Enseñanzas: José Smith, págs. 396–397).

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foto de la cárcel de Liberty

La cárcel de Liberty, situada en Liberty, Misuri

Cortesía de los Archivos de la Iglesia SUD

El presidente Ezra Taft Benson (1899–1994) enseñó que la palabra de Dios puede protegernos de la influencia de Satanás:

“Vivimos en días de grandes dificultades; vivimos en la época de la cual el Señor habló cuando dijo que ‘la paz será quitada de la tierra, y el diablo tendrá poder sobre su propio dominio’ (D. y C. 1:35)… Satanás hace la guerra a los miembros de la Iglesia que tienen un testimonio y que tratan de guardar los mandamientos; y aunque muchos de nuestros miembros permanecen fieles y firmes, algunos titubean; algunos caen…

“El apóstol Pablo… vio nuestros días. Los describió como una época en que abundarían cosas tales como la blasfemia, la falta de honradez, la crueldad, la falta de afecto natural, el orgullo y la búsqueda del placer (véase 2 Timoteo 3:1–7). También advirtió que ‘los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados’ (2 Timoteo 3:13).

“Esas lúgubres predicciones de los profetas de la antigüedad serían razón para temer y desalentarse si esos mismos profetas no hubieran ofrecido al mismo tiempo la solución. En sus inspirados consejos podemos encontrar la respuesta a las crisis espirituales de nuestra era.

“En el sueño, Lehi vio una barra de hierro que conducía a través de los vapores de oscuridad. Vio que si la gente se aferraba a esa barra, podía evitar los ríos de inmundicia, mantenerse lejos de los senderos prohibidos y dejar de andar errantes en los senderos extraños que conducen a la destrucción. Más adelante, su hijo Nefi explicó claramente el simbolismo de la barra de hierro. Cuando Lamán y Lemuel preguntaron: ‘¿Qué significa la barra de hierro?’, Nefi contestó ‘que era la palabra de Dios; y que [fíjense en esta promesa] quienes escucharan la palabra de Dios y se aferraran a ella, no perecerían jamás; ni los vencerían las tentaciones ni los ardientes dardos del adversario para cegarlos y llevarlos hasta la destrucción’ (1 Nefi 15:23–24; cursiva agregada). La palabra de Dios no solamente nos guiará hacia el fruto que es más deseable que todos los demás, sino que en la palabra de Dios y por medio de ella podemos encontrar el poder para resistir la tentación, el poder para frustrar la obra de Satanás y de sus emisarios (véase “El poder de la palabra”, Liahona, julio de 1986, págs. 72–73).

Doctrina y Convenios 123:12–13. “… hay muchos… que… no llegan a la verdad solo porque no saben dónde hallarla”

El profeta José Smith indicó que los falsos “credos” o creencias religiosas son una fuente de opresión contra los miembros de la Iglesia (D. y C.123:7). Explicó que esas creencias habían “llenado el mundo de confusión” (D. y C. 123:7) y cegado a muchos de los hijos de Dios, de modo que les resultaba difícil reconocer las verdades del evangelio de Jesucristo (D. y C. 123:12). Por lo tanto, los miembros de la Iglesia tienen el deber de ayudar a los demás a descubrir la verdad.

El élder Robert D. Hales, del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó cómo deberíamos responder cuando otras personas ponen a prueba nuestra fe:

“A través de los años aprendemos que los desafíos a nuestra fe no son nada nuevo, y no es de esperar que desaparezcan pronto. Pero los verdaderos discípulos de Cristo ven la oportunidad en medio de la oposición

“La experiencia demuestra que las épocas de publicidad negativa sobre la Iglesia pueden servir para llevar a cabo los propósitos del Señor. En 1983, la Primera Presidencia escribió a los líderes de la Iglesia: ‘… la oposición en sí puede ser una oportunidad. Entre los constantes desafíos que enfrentan nuestros misioneros se encuentra la falta de interés en los asuntos religiosos y en nuestro mensaje. Estas críticas crean… interés en la Iglesia… Eso da [a los miembros] la oportunidad de presentar la verdad a aquellas personas cuya atención está dirigida hacia nosotros’ [carta de la Primera Presidencia, 1 de diciembre de 1983].

“Podemos aprovechar esas oportunidades de muchas maneras: una carta amable al editor de un diario, una conversación con un amigo, un comentario en un blog o una palabra tranquilizadora a alguien que haya hecho un comentario despectivo. Podemos responder con amor a aquellos en quienes ha influido la información errónea y el prejuicio, aquellos que ‘no llegan a la verdad solo porque no saben dónde hallarla’ (D. y C. 123:12). Les aseguro que el responder a nuestros acusadores de esa manera nunca es una debilidad; es el valor cristiano en acción” (“Valor cristiano: El precio del discipulado”, Liahona, noviembre de 2008, págs. 72–73).

El élder M. Russell Ballard, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:

“Las conversaciones acerca de la Iglesia se producen constantemente. Estas conversaciones seguirán, independientemente de que optemos por participar en ellas o no. Lo que no podemos hacer es permanecer al margen mientras otras personas, entre ellas quienes nos critican, se aventuran a definir lo que enseña la Iglesia. Si bien algunas conversaciones tienen audiencias de miles o incluso millones de personas, muchas otras son sumamente más pequeñas. No obstante, todas las conversaciones influyen en aquellos que participan en ellas. Las percepciones sobre la Iglesia se van estableciendo en una conversación tras otra…

“Ahora bien, quisiera pedirles que participen en la conversación por Internet y compartan así el Evangelio y expliquen en términos sencillos y claros el mensaje de la Restauración… Por supuesto, esto implica que ustedes deben comprender los principios básicos del Evangelio. Es vital que puedan ofrecer un testimonio claro y correcto de las verdades del Evangelio. También es importante que usted y las personas a las que les dé testimonio entiendan que usted no habla en nombre de la Iglesia en conjunto. Ustedes hablan como un miembro, pero testifican de las verdades que han llegado a conocer.

“Hay muchísimas personas que tienen una idea equivocada de la Iglesia debido a que toda la información que reciben procede de reportajes periodísticos basados en controversias. El enfoque excesivo en la controversia deteriora la percepción de las personas en cuanto al verdadero carácter de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días…

“No tengan miedo de compartir con los demás su historia, sus experiencias como seguidores del Señor Jesucristo. Todos tenemos experiencias interesantes que han marcado nuestra identidad. Compartir esas experiencias es una buena manera de hablar con los demás sin intimidarlos. Esto puede ayudar a aclarar las cosas en cuanto a la Iglesia. Ustedes pueden ayudar a luchar contra las ideas erróneas dentro de su esfera de influencia, la cual debería incluir internet…

“ Permanezcamos firmes y hablemos con fe al compartir nuestro mensaje con el mundo” (véase “Compartir el Evangelio por medio de internet”, Liahona, julio de 2008, sección “Noticias de la Iglesia”).

Doctrina y Convenios 123:13–17. “… podremos permanecer tranquilos, con la más completa seguridad, para ver la salvación de Dios”

En contraste con el desaliento que el profeta José Smith expresó en las palabras iniciales de su carta del 20 de marzo de 1839 (véase D. y C. 121:1–6), concluyó su siguiente carta a los miembros de la Iglesia con una confianza espiritual renovada. Reconfortó a los santos que eran perseguidos y les recordó que estaban haciendo la obra de Dios “dando a conocer todas las cosas ocultas de las tinieblas” (D. y C. 123:13). También les aseguró: “hagamos con buen ánimo cuanta cosa esté a nuestro alcance; y entonces podremos permanecer tranquilos, con la más completa seguridad, para ver la salvación de Dios y que se revele su brazo” (D. y C. 123:17).

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carta escrita por José Smith en la cárcel de Liberty

Carta escrita por el profeta José Smith mientras estaba en la cárcel de Liberty

El presidente Henry B. Eyring testificó que Dios fortalece a aquellos que buscan ayudarlo en Su obra: “Puede tener la total certeza de que el Señor multiplicará muchas veces el poder de usted. Todo lo que Él le pide es que dé el mejor de sus esfuerzos y le entregue todo su corazón. Hágalo con buen ánimo y con oración de fe. El Padre y Su Hijo Amado enviarán el Espíritu Santo para ser su compañero y guiarle; sus esfuerzos se magnificarán en la vida de la gente a la que usted sirva y, cuando mire hacia atrás a lo que ahora pueden parecer momentos difíciles de servicio y sacrificio, el sacrificio se habrá convertido en una bendición y usted sabrá que ha visto el brazo de Dios dando ayuda a los que usted ha servido en Su nombre, y ayudándole también a usted” (véase “Elévense a la altura de su llamamiento”, Liahona, noviembre de 2002, pág. 78).