Instituto
Capítulo 30: Doctrina y Convenios 81–83


“Capítulo 30: Doctrina y Convenios 81–83”, Doctrina y Convenios: Manual del alumno, 2017

“Capítulo 30”, Doctrina y Convenios: Manual del alumno

Capítulo 30

Doctrina y Convenios 81–83

Introducción y cronología

El 8 de marzo de 1832, José Smith nombró a Jesse Gause y a Sidney Rigdon sus consejeros en la Presidencia del Sumo Sacerdocio. El 15 de marzo de 1832, el Profeta recibió la revelación que está registrada en Doctrina y Convenios 81, en la que el Señor aclara los deberes del hermano Gause como consejero de José Smith. Sin embargo, Jesse Gause no se mantuvo fiel y, más adelante, el Señor llamó a Frederick G. Williams, cuyo nombre aparece actualmente en Doctrina y Convenios 81, para que sustituyera al hermano Gause en la presidencia.

En abril de 1832, José Smith y otras personas viajaron a Independence, Misuri, en obediencia al mandamiento de Dios de establecer una organización para edificar Sion y cuidar de los pobres (véase D. y C. 78). Mientras estaban allí, el Profeta recibió dos revelaciones. El 26 de abril de 1832, durante un consejo de sumos sacerdotes y élderes de la Iglesia que tuvo lugar en Independence, el Profeta recibió la revelación que está registrada en Doctrina y Convenios 82, en la que el Señor perdonó a esos hermanos sus transgresiones y les advirtió que no siguieran pecando. También instruyó a los miembros de la Firma Unida a comprometerse, por convenio, a administrar los asuntos temporales de Sion. Cuatro días después, José Smith recibió la revelación que se encuentra en Doctrina y Convenios 83, en la que el Señor dio instrucciones sobre cómo cuidar de las viudas, los huérfanos y los pobres.

25 de enero de 1832Se ordena Presidente del Sumo Sacerdocio a José Smith en Amherst, Ohio.

8 de marzo de 1832José Smith nombra consejeros a Sidney Rigdon y a Jesse Gause en la Presidencia del Sumo Sacerdocio.

15 de marzo de 1832Se recibe Doctrina y Convenios 81.

24–25 de marzo de 1832Un populacho se lleva a José Smith y a Sidney Rigdon por la noche y los golpea violentamente en Hiram, Ohio.

29 de marzo de 1832Fallece Joseph Murdock Smith, hijo adoptivo de José y Emma Smith.

1–24 de abril de 1832José Smith y otros líderes viajan a Independence, Misuri.

26 de abril de 1832Se recibe Doctrina y Convenios 82.

30 de abril de 1832Se recibe Doctrina y Convenios 83.

Mayo–junio de 1832José Smith se queda con Newel K. Whitney durante varias semanas en Greenville, Indiana. Newel se había roto el pie y la pierna al saltar de un carruaje fuera de control en su viaje de regreso a Ohio.

Doctrina y Convenios 81: Antecedentes históricos adicionales

En una conferencia de la Iglesia que se llevó a cabo el 25 de enero de 1832 en Amherst, Ohio, Sidney Rigdon ordenó Presidente del Sumo Sacerdocio al profeta José Smith. El 8 de marzo de 1832, José Smith seleccionó a Sidney Rigdon y a Jesse Gause para que fueran los consejeros de la Presidencia del Sumo Sacerdocio; la revelación que se dio el 15 de marzo de 1832 confirma el llamamiento de Jesse Gause y le instruye en cuanto a sus deberes como consejero. Gradualmente, la Presidencia del Sumo Sacerdocio se comenzó a conocer como la Primera Presidencia. Esa revelación debía “considerarse como un paso hacia la organización formal de la Primera Presidencia” (encabezado de D. y C. 81).

Es probable que Jesse Gause se bautizara a finales de 1831 o principios de 1832. Puede que en marzo de 1832, después de ser llamado a servir como consejero de la Presidencia del Sumo Sacerdocio, Jesse asistiera como escriba durante un tiempo mientras el profeta José Smith continuaba su traducción inspirada del Nuevo Testamento. También viajó con José Smith y otros líderes de la Iglesia a Independence, Misuri, en abril de 1832. Se sabe poco de Jesse Gause después de agosto de 1832, excepto que no permaneció fiel y fue excomulgado el 3 de diciembre de 1832.

En enero de 1833, unas semanas después de que se excomulgara a Jesse Gause, el Señor llamó a Frederick G. Williams para reemplazarlo como consejero. Frederick G. Williams se convirtió en miembro de la Iglesia después de escuchar el mensaje de los misioneros que viajaron desde Nueva York a la región de Kirtland, Ohio, en octubre de 1830. Se había ofrecido como voluntario a fin de acompañar a Oliver Cowdery y a otros misioneros de camino a Misuri para predicar el Evangelio en “las fronteras cerca de los lamanitas” (D. y C. 28:9). Regresó a Kirtland muchos años después y se le ordenó sumo sacerdote el 25 de octubre de 1831. Más adelante llegó a ser secretario y escriba de José Smith. Un tiempo después de que reemplazara a Jesse Gause como consejero en la Presidencia del Sumo Sacerdocio, se escribió el nombre de Frederick G. Williams en la transcripción de esta revelación, reemplazando las referencias a Jesse Gause. Cuando esta revelación se publicó en la edición de 1835 de Doctrina y Convenios, solo se hacía referencia a Frederick G. Williams, lo que refleja que las instrucciones relativas a los deberes de un consejero se aplicaban a otras personas, no solamente a Jesse Gause.

Imagen
Mapa 5: La región de Nueva York, Pensilvania y Ohio, Estados Unidos.

Doctrina y Convenios 81

El Señor explica la función de los consejeros de la Presidencia del Sumo Sacerdocio

Doctrina y Convenios 81:1–2. La Presidencia del Sumo Sacerdocio

Poco después de que los santos comenzaran a congregarse en Ohio, se llevó a cabo una conferencia especial entre del 3 al 6 de junio de 1831 para aquellos que ya habían sido ordenados élderes. En esa conferencia se ordenó a los primeros sumos sacerdotes. Durante un tiempo, los primeros miembros de la Iglesia se referían al oficio de sumo sacerdote como el sacerdocio mayor. Con el paso del tiempo, se entendió que el término sacerdocio mayor se refería al Sacerdocio de Melquisedec. En 1902, la Primera Presidencia citó un pasaje de las Escrituras que afirma que el “presidente del sumo sacerdocio de la iglesia” es “el Sumo Sacerdote Presidente de todo el sumo sacerdocio de la iglesia” (D. y C. 107:65–66), y después declaró: “Sería bueno recordar que el término ‘sacerdocio mayor’, tal como se usa con frecuencia, se refiere al Sacerdocio de Melquisedec, para distinguirlo del ‘menor’, o Sacerdocio Aarónico” (“The Priesthood and Its Offices”, Improvement Era, mayo de 1902, pág. 551).

Anteriormente, el Señor se había referido a José Smith como “apóstol” y “primer élder” de la Iglesia, así como “vidente”, “traductor” y “profeta” (véanse D. y C. 20:2; 21:1). La ordenación de José Smith al llamamiento de Presidente del Sumo Sacerdocio el 25 de enero de 1832 definió de manera más detallada su función como presidente del Sacerdocio de Melquisedec de la Iglesia. En la revelación dada originalmente a Jesse Gause, y que más adelante se asignó a Frederick G. Williams, el Señor explicó que “las llaves del reino… siempre corresponden a la presidencia del sumo sacerdocio” (D. y C. 81:2), lo cual aclara aun más la función sagrada y distinguida del Presidente de la Iglesia y de sus consejeros (véase también D. y C. 107:91–92). A partir de febrero de 1834, el Señor se refirió a esos oficiales como “la Primera Presidencia” (D. y C. 102:26–27, 33; véanse también D. y C. 112:20, 30; 117:13; 120:1; 124:125–26). El uso del término “Primera Presidencia” que aparece en Doctrina y Convenios 68:15, 22–23 se añadió después de la revelación original (véanse los comentarios sobre los antecedentes históricos adicionales de Doctrina y Convenios 42 de este manual, acerca de la autoridad del Profeta para hacer adiciones o cambios inspirados a una revelación).

Imagen
Frederick G. Williams

Se llamó a Frederick G. Williams a servir como consejero de la Primera Presidencia después de que Jesse Gause no cumpliera con su llamamiento (véase D. y C. 81:1).

Doctrina y Convenios 81:1. “… consejero de mi siervo José”

El profeta José Smith llamó a dos consejeros a la Presidencia del Sumo Sacerdocio. Ese modelo se sigue usando en la actualidad, aunque, en ocasiones, el Presidente de la Iglesia ha llamado a uno o más consejeros adicionales. El Presidente de la Iglesia y sus dos consejeros constituyen una presidencia, lo que les permite presidir la Iglesia y sus miembros (véase D. y C. 107:22). El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) explicó la función de los consejeros:

“Los consejeros no son el presidente y, aunque en ciertas circunstancias pueden actuar en su nombre, eso se hace por delegación de autoridad… 

“[Un consejero] es un ayudante del presidente. Sea cual sea la organización, la labor del presidente es pesada… 

“Al ser un ayudante, el consejero no actúa como presidente, ni asume las responsabilidades ni toma las decisiones que le corresponden a este.

“En las reuniones de presidencia, los consejeros tienen la libertad de expresar lo que piensen sobre todos los asuntos que se traten allí. Sin embargo, el presidente es quien tiene la prerrogativa de tomar la decisión y los consejeros tienen el deber de apoyarlo. Entonces, ellos hacen suya la decisión de él, fueren cuales fueren las ideas que hayan tenido… 

“Aun el Presidente de la Iglesia, que es el Profeta, Vidente y Revelador, y que tiene el derecho y la responsabilidad de juzgar y dirigir a la Iglesia, invariablemente consulta con sus consejeros para saber lo que piensan. Si no hay unidad, no hay acción. Dos consejeros, trabajando con un presidente, preservan un buen sistema de decisiones equilibradas; llegan a ser una protección que raras veces, si alguna, resulta errónea, y que ofrece un liderazgo realmente fuerte” (véase “En… [los] consejeros hay seguridad”, Liahona, enero de 1991, págs. 56, 57).

Doctrina y Convenios 81:2. “… las llaves del reino”

Las “llaves del reino” que se mencionan en Doctrina y Convenios 81:2 se refieren a la autoridad para dirigir la Iglesia y gobernar el uso del sacerdocio. Véanse los comentarios sobre Doctrina y Convenios 65:62 de este manual para obtener un mayor entendimiento sobre las llaves del Reino.

Imagen
Primera Presidencia, 2008

Los miembros de la Primera Presidencia poseen las llaves del Reino de Dios (véase D. y C. 81:2).

Doctrina y Convenios 81:3–7. “… socorre a los débiles, levanta las manos caídas y fortalece las rodillas debilitadas”

El Señor prometió a Jesse Gause, y más adelante a Frederick G. Williams, que si era “fiel en consejo, en el oficio al que [le había] nombrado”, recibiría “una corona de inmortalidad, así como la vida eterna” (D. y C. 81:3, 6). Ser digno de tal bendición también requería ocuparse de las necesidades de los demás. El Señor le dijo: “… socorre a los débiles, levanta las manos caídas y fortalece las rodillas debilitadas” (D. y C. 81:5), o sea, que debía ayudar y socorrer a aquellos que carecieran de fortaleza física y espiritual. El élder Marvin J. Ashton (1915–1994), del Cuórum de los Doce Apóstoles, compartió lo siguiente:

“Hay una frase que aparece, de una forma u otra, cuatro veces en los libros canónicos y que siempre me ha llamado la atención; es la expresión ‘rodillas debilitadas’, o sea, débiles.

“La definición de débil es frágil, sin fuerza, endeble, que se rompe fácilmente.

“Cuando Frederick G. Williams fue llamado a servir como consejero de José Smith, se le dio este encargo: ‘De manera que, sé fiel; ocupa el oficio al que te he nombrado; socorre a los débiles, levanta las manos caídas y fortalece las rodillas debilitadas’ (D. y C. 81:5).

“Unida con el verbo fortalecer, o sea, hacer más fuerte, la frase me hizo meditar sobre el significado de esas palabras.

“Al principio, pensé que lo de ‘rodillas debilitadas’ significaba débiles o cansadas. Sin embargo, por el contexto de Isaías (véase Isaías 35:3–4), se diría que quizás tenga un significado más amplio, como de temor… 

“En Doctrina y Convenios 81:5, el versículo puede interpretarse como la exhortación del Señor a Frederick G. Williams de dar fuerzas a los débiles (‘socorre a los débiles’), dar ánimo a los que están agotados o desalentados (‘levanta las manos caídas’) y dar valor y fortaleza a los que tienen las rodillas debilitadas y el corazón lleno de temor” (véase “Fortalezcamos las rodillas débiles”, Liahona, enero de 1992, pág. 80).

Doctrina y Convenios 82: Antecedentes históricos adicionales

En 1832, la Iglesia tenía dos centros en los que el número de miembros estaba creciendo: uno en Kirtland, Ohio, y el otro en el condado de Jackson, Misuri. Con el fin de ayudar a los santos necesitados y generar ingresos que se pudieran usar para comprar terrenos en Sion (el condado de Jackson), así como para publicar las revelaciones, se estableció un almacén en cada lugar (véanse D. y C. 57:8–10; 72:8–10). En noviembre de 1831, el Señor llamó a un grupo de líderes de la Iglesia a ser “mayordomos de las revelaciones y mandamientos” (D. y C. 70:3) y asegurarse de que se publicaran. Más adelante, el Señor mandó que se organizara una “firma” para administrar las labores editoriales y mercantiles de la Iglesia (véanse los encabezados de las secciones D. y C. 78 y D. y C. 82).

Tal como se encuentra registrado en Doctrina y Convenios 78, se mandó a José Smith, Newel K. Whitney y Sidney Rigdon que viajaran a Independence, Misuri, y se reunieran en consejo con los líderes de la Iglesia de ese lugar. Sin embargo, antes de marcharse, durante la noche del 24 al 25 de marzo de 1832, al profeta José Smith y a Sidney Rigdon los sacaron violentamente de sus casas en Hiram, Ohio, y los golpearon brutalmente. El populacho de residentes locales, entre los que se encontraban varios exmiembros de la Iglesia, cubrió el cuerpo de José de brea y plumas con el fin de humillarlo. Unos días después, quizás debido a haber quedado expuesto al aire frío esa noche en que los miembros del populacho entraron a su casa, falleció el hijo adoptivo de José y Emma, Joseph Murdock Smith, que tenía diez meses.

Para cumplir el mandamiento del Señor de reunirse en consejo con los líderes de la Iglesia en Misuri, el Profeta y otros salieron de Hiram, Ohio, el 1 de abril de 1832 y recorrieron casi 1500 kilómetros hasta Independence, Misuri, donde llegaron el 24 de abril de 1832. Al reunirse los líderes de Ohio con los de Misuri en una reunión de consejo que se llevó a cabo el 26 de abril de 1832, el profeta José Smith dictó la revelación que se encuentra registrada en Doctrina y Convenios 82. Esta revelación no se publicó en el Libro de Mandamientos, pero sí se incluyó, usando seudónimos, es decir, sustituyendo los nombres, en la edición de 1835 de Doctrina y Convenios. Para obtener más información sobre el uso de seudónimos, consulta los comentarios sobre los antecedentes históricos adicionales de Doctrina y Convenios 78 de este manual.

Imagen
Mapa 8: La región de Misuri, Iowa e Illinois - Estados Unidos

Doctrina y Convenios 82:1–7

El Señor advierte a quienes han recibido mucho de Él

Doctrina y Convenios 82:1–7. “… por cuanto os habéis perdonado el uno al otro vuestras transgresiones”

Durante varios meses, hubo sentimientos negativos entre Sidney Rigdon, que se encontraba en Ohio, y el obispo Edward Partridge, que estaba en Misuri. Poco después de la llegada de los líderes de la Iglesia a Independence, Misuri, el 26 de abril de 1832, se llevó a cabo un consejo de sumos sacerdotes de la Iglesia durante el cual Sidney Rigdon y Edward Partridge resolvieron sus diferencias. En la revelación que se recibió ese día y que está registrada en Doctrina y Convenios 82, el Señor dijo que los perdonaba (véase D. y C. 82:1), pero también les advirtió que “los pecados anteriores volverán al alma que peque” (D. y C. 82:7). El presidente James E. Faust (1920–2007), de la Primera Presidencia, ofreció el siguiente consejo:

“Debemos reconocer y admitir los sentimientos de enojo. Requerirá humildad, pero si nos arrodillamos y pedimos al Padre Celestial que podamos perdonar, Él nos ayudará. El Señor nos requiere ‘perdonar a todos los hombres’ [D. y C. 64:10] por nuestro propio bien, ya que ‘el odio retrasa el crecimiento espiritual’ [Orson F. Whitney, Gospel Themes, 1914, pág. 144]. Solamente al deshacernos del odio y de la amargura puede el Señor dar consuelo a nuestro corazón… 

“Recordemos que debemos perdonar para ser perdonados… Con todo el corazón y el alma, creo en el poder sanador que podemos recibir al seguir el consejo del Salvador de ‘perdonar a todos los hombres’ [D. y C. 64:10]” (véase “El poder sanador del perdón”, Liahona, mayo de 2007, pág. 69).

El élder Richard  G. Scott (1928–2015), del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó cómo podemos perdonar a otras personas:

“Es posible que lleves una pesada carga de sentimientos heridos ocasionados por otra persona que te haya ofendido seriamente. Tu reacción a esa ofensa puede haber distorsionado tu comprensión, por lo que te sientes justificado a esperar que esa persona te pida perdón para aliviar el dolor que sientes. El Salvador aclaró esa forma de pensar cuando mandó:

“‘Por tanto, os digo que debéis perdonaros los unos a los otros; pues el que no perdona las ofensas de su hermano, queda condenado ante el Señor, porque en él permanece el mayor pecado.

“‘Yo, el Señor, perdonaré a quien sea mi voluntad perdonar, mas a vosotros os es requerido perdonar a todos los hombres’ [D. y C. 64:9–10; véanse también Marcos 11:25–26; Lucas 6:37; Mosíah 26:29–32; 3 Nefi 13:14–15].

“No sigas llevando la carga de una ofensa. Pide con sinceridad perdón al que te haya ofendido, aun cuando consideres que no has hecho nada malo. Eso sin duda te brindará paz y es muy posible que se comiencen a solucionar serios malentendidos” (“Para quedar libre de las pesadas cargas”, Liahona, noviembre de 2002, pág. 88).

Doctrina y Convenios 82:3. “… mucho se requiere”

El Señor recalcó a los líderes en la conferencia celebrada en Independence, Misuri, que, debido a que eran bendecidos con un mayor entendimiento del plan de Dios, también eran responsables de ese conocimiento (véase D. y C. 82:3; véanse también Santiago 4:17; Alma 9:23). El élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó: “Como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, al tener un testimonio de Su realidad (no solo proveniente de la Biblia sino también del Libro de Mormón), al saber que Su sacerdocio se ha restaurado sobre la tierra, al haber efectuado convenios sagrados de seguirlo y haber recibido el don del Espíritu Santo, al haber sido investidos con poder en Su santo templo y al ser parte de la preparación para Su glorioso regreso a la tierra, no podemos comparar lo que debemos ser con aquellos que aún no han recibido estas verdades. ‘Porque de aquel a quien mucho se da, mucho se requiere’ [D. y C. 82:3]” (véase “Nunca lo dejen a Él”, Liahona, noviembre de 2010, pág. 41).

Doctrina y Convenios 82:8–24

El Señor manda a nueve hombres constituir una firma o empresa para administrar los asuntos temporales de la Iglesia

Doctrina y Convenios 82:8–12, 15–24. Se organiza la Firma Unida y se dan instrucciones

El profeta José Smith y otros líderes de la Iglesia habían viajado a Independence, Misuri, obedeciendo el mandamiento del Señor de sentarse “en concilio con los santos que [estaban] en Sion” (D. y C. 78:9). Se reunieron para establecer una “firma” u “orden” que supervisara y regulara la labora mercantil y editorial de la Iglesia. Entre los miembros de la Iglesia que fueron invitados a participar en la firma se encontraban José Smith, Sidney Rigdon, Newel K. Whitney y Martin Harris, todos ellos residentes en Kirtland, Ohio; así como Edward Partridge, Sidney Gilbert, John Whitmer, Oliver Cowdery y William W. Phelps, que residían en el condado de Jackson, Misuri (véanse D. y C. 78:9; 82:11). En 1833, como resultado de la revelación, se sumaron a la firma dos miembros más: Frederick G. Williams y John Johnson, (véanse D. y C. 92:1–2; 96:6–9). El propósito de la firma era administrar almacenes que pudieran proporcionar bienes y dinero para ayudar a los pobres, así como generar ingresos para comprar tierras para Sion y financiar la publicación de las revelaciones del Señor al Profeta. Uno de los almacenes de la firma estaría en Independence y se debía llamar “Gilbert, Whitney & Co.”; el otro estaría en Kirtland y se llamaría “Newel K. Whitney & Co.” (véase “Minutes, 26–27 April 1832”, pág. 25, josephsmithpapers.org).

Los miembros de la firma u orden debían estar unidos bajo convenio. Cada uno de ellos recibió una mayordomía sobre una parte de los intereses comerciales de la Iglesia, y cada uno de ellos podía usar los recursos de la firma para administrar su mayordomía. El éxito en las actividades comerciales generaría un excedente que se debía guardar en los almacenes de la Iglesia.

Hoy en día, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días continúa siguiendo los principios que le permiten generar fondos mediante negocios que pertenecen a la Iglesia. Los ingresos que se obtienen de esos negocios se usan para hacer avanzar los intereses de la Iglesia y también permiten que la Iglesia ayude a los necesitados en todo el mundo. El presidente Gordon B. Hinckley habló sobre la importancia de los negocios que pertenecen a la Iglesia:

“Participamos en algunos negocios, pero no muchos. La mayoría de ellos comenzaron durante los primeros días en que la Iglesia era la única organización que podía proporcionar el capital necesario para crear ciertas empresas comerciales estructuradas para abastecer a la gente en esta remota zona [por ejemplo, bancos, hospitales y producción]. Desde entonces nos hemos despojado de algunas ellas cuando se consideró que ya no existía una necesidad… 

“Algunas de esas empresas acomodan directamente las necesidades de la Iglesia. Por ejemplo, la comunicación es un asunto que nos incumbe; debemos comunicarnos con gente de todas partes del mundo; debemos comunicarnos aquí para dar a conocer nuestra posición, y en el extranjero para familiarizar a otras personas con nuestra obra. Y por eso somos dueños de un periódico, el Deseret News, la institución empresarial más antigua de Utah.

“Igualmente, somos dueños de emisoras de radio y televisión, las cuales proporcionan una voz a las comunidades a las que prestan servicio… 

“Contamos con una sección de bienes raíces diseñada principalmente para asegurar la viabilidad comercial y el atractivo de las propiedades que rodean la Manzana del Templo. El centro de muchas ciudades se ha deteriorado terriblemente. Sin embargo, no se puede decir eso de Salt Lake City… Con los hermosos terrenos de la Manzana del Templo y la manzana adjunta hacia el este, mantenemos unos jardines comparables a los mejores de cualquier parte del mundo… 

“¿Funcionan esas empresas con fines de lucro? Claro que sí; funcionan en un mundo competitivo; pagan impuestos; son integrantes importantes de esta comunidad. Y obtienen ganancias, y de esas ganancias proviene el dinero que utiliza la Fundación de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días para ayudar a las causas buenas y de caridad de esta comunidad, así como del exterior y, particularmente, para colaborar en la gran obra humanitaria de la Iglesia.

“Esas entidades empresariales contribuyen con un diez por ciento de sus ganancias a la fundación, la cual no puede dar donaciones a sí misma ni a otras entidades de la Iglesia, pero puede utilizar sus recursos para ayudar a otras causas, lo que hace generosamente. Se han distribuido millones de dólares; se ha alimentado a miles de personas, se les han suministrado medicinas, se les ha dado ropa y albergue en épocas de gran emergencia y terribles aflicciones. Cuán agradecido estoy por la beneficencia de esta maravillosa Fundación que obtiene sus recursos económicos de las empresas de la Iglesia” (véase “Por qué hacemos algunas de las cosas que hacemos”, Liahona, enero de 2000, págs. 67, 68).

Doctrina y Convenios 82:10. “Yo, el Señor, estoy obligado cuando hacéis lo que os digo”

El Señor preparó a los miembros de la Firma Unida para que entendieran por qué debían vivir de forma obediente al vínculo o convenio que iban a establecer. Les reafirmó la promesa de bendiciones eternas si obedecían Sus mandamientos. Su promesa, que está registrada en Doctrina y Convenios 82:10, también está dirigida a nosotros. El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) enseñó:

“Cuando nos apartamos de los mandamientos que el Señor nos ha dado para nuestra guía, no tenemos derecho a Sus bendiciones… 

“Guarden los mandamientos; anden en la luz; perseveren hasta el fin; sean fieles a cada convenio y obligación, y el Señor los bendecirá más allá de sus sueños más preciados” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph Fielding Smith, 2013, págs. 247253).

Doctrina y Convenios 82:13–14. “Sion debe aumentar en belleza y santidad… deben fortalecerse sus estacas”

Los santos sabían que el Señor había designado la zona del condado de Jackson, Misuri, como “la tierra prometida y el sitio para la ciudad de Sion” y que la ciudad de Independence sería “el lugar central” de Sion (D. y C. 57:2–3). El profeta Isaías, del Antiguo Testamento, vio la Sion de los últimos días y la comparó a un tabernáculo, o tienda, “que no será desarmada, ni serán arrancadas sus estacas ni ninguna de sus cuerdas será rota” (Isaías 33:20). Usando la metáfora de una tienda que se expande, Isaías profetizó sobre el crecimiento de Sion en los últimos días: “Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no escatimes; alarga tus cuerdas y fortalece tus estacas” (Isaías 54:2).

El Señor consagró la tierra de Kirtland, Ohio, como la primera estaca de Sion (véase D. y C. 82:13). Más adelante, el 18 de febrero de 1834, se estableció el sumo consejo en Kirtland, presidido por el profeta José Smith, Sidney Rigdon y Frederick G. Williams.

El Señor dijo: “Sion debe aumentar en belleza y santidad; sus fronteras se han de ensanchar; deben fortalecerse sus estacas” (D. y C. 82:14). El presidente Harold B. Lee (1899–1973) explicó: “La regla por la cual se debe regir el pueblo de Dios a fin de ser digno de aceptación a la vista de Dios se indica en [D. y C. 82:14]. Este pueblo debe aumentar en belleza ante el mundo; debe tener una hermosura interior que la humanidad pueda observar como un reflejo de santidad y de todas sus cualidades inherentes. Las fronteras de Sion, donde moran los justos y los puros de corazón, han comenzado ahora a extenderse; las estacas de Sion deben fortalecerse. Todo esto para que Sion pueda levantarse y brillar volviéndose cada vez más diligente en llevar el Plan de Salvación a todo el mundo” (“Strengthen the Stakes of Zion”, Ensign, julio de 1973, pág. 3).

Doctrina y Convenios 82:22. “… las riquezas de maldad”

El presidente Joseph Fielding Smith explicó: “El mandamiento del Señor de que los santos debían ganarse ‘amigos por medio de las riquezas de maldad’ [D. y C. 82:22; véase también Lucas 16:9] puede resultar duro cuando no se entiende correctamente. No se indica que al ganarse ‘amigos por medio de las riquezas de maldad’, los hermanos tuvieran que participar en los pecados de otras personas… sino que debían vivir de tal manera que pudieran asegurarse la paz con sus enemigos; debían tratarlos bondadosamente, ser amistosos con ellos sin llegar a comprometer los principios correctos y virtuosos… Si los santos podían calmar sus prejuicios, mostrarse dispuestos a comerciar con ellos y demostrar un espíritu bondadoso, todo eso resultaría útil para mitigar su enojo y oposición. El juzgarlos debía quedar en manos del Señor” (Church History and Modern Revelation, 1953, tomo I, pág. 323).

Doctrina y Convenios 83: Antecedentes históricos adicionales

Algunos de los santos que emigraron al condado de Jackson, Misuri, se habían asentado en la ciudad de Independence o en sus alrededores, pero la mayoría de los miembros de la Iglesia vivían en pequeños asentamientos a unos 19 km al oeste, en Kaw Township. Después de reunirse con los líderes de la Iglesia en Independence los días 26 y 27 de abril, el profeta José Smith visitó a los santos que vivían en Kaw Township, entre ellos a aquellos que se habían mudado desde Colesville, Nueva York. Más adelante, el profeta escribió lo siguiente en cuanto a su visita: “El 28 y el 29 [de abril de 1832], visité a los hermanos… en Kaw Township, a unos 19 km al oeste de Independence, y recibí una bienvenida que solo conocen los hermanos y hermanas unidos como uno en la misma fe, por el mismo bautismo y apoyados por el mismo Señor. La rama de Colesville, en particular, se regocijó tal como los santos de la antigüedad lo hicieron con Pablo. Es bueno regocijarse con el pueblo de Dios. El día 30 regresé a Independence y, de nuevo, me senté en consejo con los hermanos” (en Manuscript History of the Church, tomo A-1, pág. 213, josephsmithpapers.org; se estandarizó el uso de las mayúsculas).

En esa reunión del 30 de abril celebrada en Independence, Misuri, el Profeta recibió la revelación que se encuentra registrada en Doctrina y Convenios 83. En esos tiempos, algunos de los miembros de la Iglesia que se encontraban en Misuri vivían de acuerdo con los principios de la consagración. Es posible que durante la visita de José, surgieran dudas sobre los derechos de propiedad de las mujeres tras la muerte de sus esposos que habían consagrado sus propiedades a la Iglesia.

Doctrina y Convenios 83

El Señor revela cómo velar por las viudas y los huérfanos

Doctrina y Convenios 83. Viudas y huérfanos

La revelación que se encuentra registrada en Doctrina y Convenios 83 se recibió después de que el profeta José Smith visitara a los santos que se habían asentado en Kaw Township, Misuri; algunos de los cuales habían hecho el convenio de vivir de acuerdo con los principios de la consagración. La revelación parece contestar preguntas relativas al cuidado de las viudas y los huérfanos (véase D. y C. 83:1, 5–6). Los líderes de la Iglesia de hoy en día han expresado su preocupación constante sobre el bienestar temporal de las mujeres y los niños. El presidente Gordon B. Hinckley explicó:

“Entre las mujeres de la Iglesia se encuentran muchas que han perdido a su marido como resultado del abandono, del divorcio o de la muerte. Grande es nuestra obligación para con ustedes… 

“Espero que toda mujer que se encuentre en circunstancias similares… sea… bendecida con un obispo comprensivo y servicial, con una presidenta de la Sociedad de Socorro que sepa cómo ayudarla, con maestros orientadores que conozcan sus deberes y cumplan con ellos, y con miembros del barrio que sepan cómo dar una mano sin entrometerse” (“Las mujeres de la Iglesia”, Liahona, enero de 1997, págs. 76–77).

En la revelación, el Señor también recalcó la responsabilidad que tienen los padres de proveer de lo necesario para sus hijos (véase D. y C. 83:4). Hablando específicamente a los esposos y padres, el presidente Howard W. Hunter (1907–1995) dijo: “Ustedes, los que poseen el sacerdocio, tienen la responsabilidad, a menos que sean minusválidos, de proporcionar el sustento temporal para su esposa y sus hijos. Ningún hombre puede trasladar esta responsabilidad a otra persona, ni siquiera a su esposa. El Señor ha mandado que las mujeres y los niños tienen el derecho de recibir sostén de su marido y de su padre, respectivamente (véanse D. y C. 83; 1 Timoteo 5:8)” (véase “El ser marido y padre con rectitud”, Liahona, enero de 1995, pág. 63).

Imagen
hermana misionera sirviendo en el almacén del obispo

Los esposos y los padres tienen el deber de proveer de lo necesario para su familia. Cuando esto no sea posible, los pobres tienen derecho al almacén del Señor (véase D. y C. 83).

El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) dio las siguientes instrucciones en cuanto a la autosuficiencia:

“El Señor ha mandado a la Iglesia y a sus miembros que sean autosuficientes e independientes (véase D. y C. 78:13–14).

“La responsabilidad del bienestar social, emocional, espiritual, físico o económico de toda persona cae, primeramente, sobre sí misma; en segundo lugar, sobre su familia; y en tercero, sobre la Iglesia, si se trata de un miembro fiel.

“Ningún fiel Santo de los Últimos Días que esté física o emocionalmente capacitado pasará voluntariamente a otra persona la carga de su propio bienestar ni el de su familia. Mientras pueda, bajo la inspiración del Señor y con sus propios esfuerzos, se abastecerá a sí mismo y a su familia con lo necesario, tanto en el aspecto espiritual como en el temporal (véase 1 Timoteo 5:8)” (véase “Los Servicios de Bienestar: El Evangelio en acción”, Liahona, febrero de 1978, pág. 108).