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Capítulo 2: Doctrina y Convenios 1


Capítulo 2

Doctrina y Convenios 1

Introducción y cronología

Para noviembre de 1831, el Señor había dado más de 60 revelaciones por medio del profeta José Smith para el beneficio de la Iglesia y de sus miembros. A fin de que los miembros de la Iglesia tuviesen mayor acceso a esas revelaciones, los líderes de la Iglesia decidieron publicarlas en un volumen que se llamaría el Libro de Mandamientos. El 1 de noviembre de 1831, el Profeta convocó una conferencia de élderes en el hogar de John y Alice (Elsa) Johnson, en Hiram, Ohio, durante la cual un comité de élderes integrado por Sidney Rigdon, Oliver Cowdery y William E. McLellin intentaron, sin éxito, escribir un prefacio para el Libro de Mandamientos (véase The Joseph Smith Papers, Documents [Los Documentos de José Smith], Volume 2, July 1831–January 1833, editado por Matthew C. Godfrey y otros, 2013, pág. 104). Tras ese intento, José Smith recibió la revelación que está registrada en Doctrina y Convenios 1. En ella, el Señor declaró: “[Esta revelación] es… mi prefacio para el libro de mis mandamientos” (D. y C. 1:6). También declaró que todas las personas oirían Su “voz de amonestación” (D. y C. 1:4) y que aquellos que se negaran a dar oído a Su voz y a las palabras de Sus siervos serían desarraigados de entre el pueblo de Dios. El Señor testificó que las revelaciones que se dieron al profeta José Smith son verdaderas y mandó a Su pueblo que las escudriñaran.

Septiembre de 1831José y Emma Smith se trasladan de Kirtland a Hiram, Ohio.

Noviembre de 1831Una conferencia de élderes aprueba por votación la publicación de diez mil ejemplares del Libro de Mandamientos.

1 de noviembre de 1831Se recibe Doctrina y Convenios 1.

20 de noviembre de 1831Oliver Cowdery y John Whitmer parten hacia Misuri con el manuscrito del Libro de Mandamientos para imprimirlo.

Doctrina y Convenios 1: Antecedentes históricos adicionales

El 1 de noviembre de 1831, el profeta José Smith convocó una conferencia especial de diez élderes en Hiram, Ohio, a fin de hablar sobre la recopilación y publicación de las revelaciones que había recibido hasta ese momento. La publicación propuesta daría a los miembros de la Iglesia acceso a las revelaciones del Señor y se levantaría como testimonio a todo el mundo de que, una vez más, Dios había comenzado a revelar Su mente y voluntad a Sus hijos en la tierra.

Durante la conferencia, los asistentes decidieron imprimir 10 000 ejemplares de las revelaciones recopiladas (ese número posteriormente se redujo a 3000 ejemplares) en un solo volumen que se titularía Libro de Mandamientos. Se pidió a un comité de élderes que escribiera un prefacio para la publicación. Cuando el comité presentó el borrador del prefacio, el grupo reunido rechazó la tentativa y pidió al Profeta que suplicara al Señor Su guía. “Después de que [José Smith] y los élderes se inclinaron en oración, [José], que estaba ‘sentado cerca de una ventana’, dictó el prefacio ‘por el Espíritu’, mientras [Sidney] Rigdon actuaba como escriba. ‘José pronunciaba unas frases y Sidney las anotaba’, [recordó William E. McLellin], ‘luego las leía en voz alta y, si estaban correctas, entonces José seguía adelante y pronunciaba otras más’” (en The Joseph Smith Papers, Documents [Los Documentos de José Smith], Volume 2, July 1831–January 1833, pág. 104). Esa revelación se publicó como el prefacio del Libro de Mandamientos de 1833, y hoy día es la sección 1 del actual libro Doctrina y Convenios.

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Mapa 5: La región de Nueva York, Pensilvania y Ohio, Estados Unidos

Doctrina y Convenios 1:1–23

La voz de amonestación del Señor se dirige a todo pueblo

Doctrina y Convenios 1:1. “Escuchad, oh pueblo de mi iglesia”

Para dar comienzo a Su revelación en Doctrina y Convenios 1, el Señor mandó a Su pueblo que escuchara. La palabra escuchar se encuentra muchas veces a lo largo de Doctrina y Convenios. El presidente Russell M. Nelson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó que “el idioma hebreo del Antiguo Testamento casi siempre usa el mismo término al referirse a escuchar (al Señor) y obedecer (Su palabra)” (véase “Escuchad para aprender”, Liahona, julio de 1991, pág. 26). Únicamente si escuchamos y obedecemos al Señor podremos escapar de los juicios que vendrán sobre el mundo.

Doctrina y Convenios 1:2. “… la voz del Señor se dirige a todo hombre”

El Señor enseñó que Sus palabras y Su amonestación no solo van dirigidas a la gente de Su Iglesia, sino a todas las personas. El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) explicó cómo se elevará la voz de amonestación a todas las personas:

“No creo que signifique… que sea necesario que se penetre cada corazón y que todo oído oiga en esta vida. Pero si no han oído, si esa oportunidad no les ha llegado por medio de la predicación de los élderes y mediante las cosas que se han publicado en la palabra del Señor que se ha recibido por revelación, la oportunidad les llegará y la escucharán en el mundo de los espíritus.

“Es así que el Señor, en Su bondad y misericordia, pretende llevar las verdades de este Evangelio restaurado a toda alma viva o muerta; de esa manera, todo corazón será penetrado y todo oído oirá” (en Conference Report, octubre de 1931, pág. 16).

Doctrina y Convenios 1:8–9. Sellar al “incrédulo y al rebelde”

Aquellos que acepten el evangelio de Jesucristo, que reciban las ordenanzas salvadoras y permanezcan obedientes a los mandamientos, obtendrán la vida eterna (véase D. y C. 14:7; 20:25, 29). Los inicuos que se nieguen a creer o que decidan rebelarse contra la luz del Evangelio que han recibido sufrirán el castigo por su desobediencia (véase D. y C. 133:71–72).

Doctrina y Convenios 1:14. “… prestaren atención a las palabras de los profetas y apóstoles”

El Señor advirtió que aquellos que no escuchen Su voz y las palabras de Sus profetas y apóstoles serán “desarraigados” del pueblo de Dios. Ser “desarraigado” es estar separado del poder, de la influencia y de las bendiciones de Dios y, finalmente, de Su presencia. El presidente Henry B. Eyring, de la Primera Presidencia, testificó de la bendición de dar oído al consejo de los profetas: “En mi vida, siempre que he optado por no seguir de inmediato el consejo inspirado o que he decidido que yo era la excepción, he llegado a darme cuenta de que me encontraba en peligro. Siempre que he escuchado el consejo de los Profetas, lo he confirmado por medio de la oración, y lo he seguido, he visto que me he dirigido hacia un lugar seguro” (véase “Busquemos seguridad en el consejo”, Liahona, julio de 1997, pág. 28).

El élder M. Russell Ballard, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó acerca de las bendiciones que recibimos cuando prestamos atención rápidamente al consejo profético: “No es cosa insignificante… el tener un profeta de Dios entre nosotros. Grandes y maravillosas son las bendiciones que recibimos en nuestra vida cuando damos oído a la palabra del Señor dada a nosotros por intermedio de él… Cuando escuchamos el consejo del Señor expresado por medio de las palabras del Presidente de la Iglesia, nuestra respuesta debe ser positiva y pronta. La historia ha demostrado que hay seguridad, paz, prosperidad y felicidad cuando respondemos al consejo profético tal como lo hizo Nefi de la antigüedad: ‘Iré y haré lo que el Señor ha mandado’ (1 Nefi 3:7)” (“Recibiréis su palabra”, Liahona, julio de 2001, pág. 80).

La hermana Carol F. McConkie, consejera de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes, enseñó la importancia de dar oído a las enseñanzas proféticas, incluso cuando pueda parecer inconveniente o poco popular:

“Nuestro Padre Celestial ama a todos Sus hijos y desea que ellos sepan y comprendan Su plan de felicidad. Por lo tanto, llama a profetas, quienes han sido ordenados con poder y autoridad para actuar en el nombre de Dios para la salvación de Sus hijos…

“Hacemos caso a la palabra profética aun cuando pueda parecer inaceptable, inconveniente y difícil. De acuerdo con las normas del mundo, seguir al profeta puede ser poco popular, políticamente incorrecto o socialmente inaceptable. Pero seguir al profeta es siempre lo correcto…

“Cuando escuchamos las palabras de los profetas, edificamos nuestros hogares y nuestra vida sobre un fundamento seguro, ‘la roca de nuestro Redentor, el cual es Cristo, el Hijo de Dios’ [Helamán 5:12]” (“Vivir de acuerdo con las palabras de los profetas”, Liahona, noviembre de 2014, págs. 77, 78, 79).

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La Arboleda Sagrada

La Arboleda Sagrada, cerca de Palmyra, Nueva York, donde el joven José Smith vio a Dios el Padre y a Jesucristo en la primavera de 1820 (fotografía de aproximadamente 1926)

Cortesía de la Biblioteca y los Archivos de Historia de la Iglesia

Doctrina y Convenios 1:16. “… todo hombre anda por su propio camino, y en pos de la imagen de su propio dios”

Tal como se halla registrado en este inspirado prefacio de las revelaciones que se encuentran en Doctrina y Convenios, el Señor describió algunas de las condiciones inicuas y apóstatas que existen en el mundo a causa de que “todo hombre anda por su propio camino, y en pos de la imagen de su propio dios” (D. y C. 1:16). El élder D. Todd Christofferson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, ilustró la forma en que las personas hacen eso hoy en día:

“Las sociedades en las cuales muchos vivimos no han fomentado la disciplina moral durante más de una generación, enseñando que la verdad es relativa y que cada uno decide por sí mismo lo que es correcto. Los conceptos como el pecado y lo malo se han condenado llamándolos ‘valores de criterio’. Como lo describe el Señor, ‘todo hombre anda por su propio camino, y en pos de la imagen de su propio dios’ (D. y C. 1:16).

“Como consecuencia, la autodisciplina se ha corroído y las sociedades tienen que mantener el orden y la urbanidad por obligación” (“La disciplina moral”, Liahona, noviembre de 2009, pág. 106).

Doctrina y Convenios 1:16. “Babilonia la grande”

El Señor se refirió al mundo inicuo como “Babilonia la grande” (D. y C. 1:16). Debido a la mundanalidad y a la corrupción de la antigua Babilonia, y a causa de que era un lugar al que se llevaron a los hijos de Israel y donde se los mantuvo cautivos, a menudo se utiliza Babilonia de modo figurado en las Escrituras para representar el pecado y la maldad del mundo, así como el cautiverio espiritual que puede imponer sobre los hijos de Dios (véase D. y C. 133:14).

El élder David R. Stone, de los Setenta, describió Babilonia y su influencia perversa en la actualidad:

“… hoy no hay una ciudad en particular que represente a Babilonia, la cual existió en los tiempos del antiguo Israel, una ciudad que se había vuelto sensual, decadente y corrupta. El edificio principal de la ciudad era un templo erigido a un dios falso, al cual se lo suele llamar Bel o Baal.

“Sin embargo, esa sensualidad, corrupción y decadencia, y el adorar dioses falsos, son hechos comunes en muchas ciudades dispersas, grandes y pequeñas, de este planeta…

“Demasiadas personas del mundo han llegado a asemejarse a la Babilonia de antaño al andar por su propio camino e ir en pos de un dios ‘cuya imagen es a semejanza del mundo’ [D. y C. 1:16]” (“Sión en medio de Babilonia”, Liahona, mayo de 2006, pág. 90).

Doctrina y Convenios 1:17. Preparar al mundo para “las calamidades que sobrevendrían”

Con previsión divina, Dios llamó al profeta José Smith para ayudar a preparar al mundo para “las calamidades que sobrevendrían a los habitantes de la tierra” (D. y C. 1:17). El élder Robert D. Hales, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó que al dar oído a las palabras de los profetas podemos evitar las calamidades de los últimos días: “Si escucháramos a los profetas de hoy, la pobreza sería reemplazada por el cuidado amoroso del pobre y del necesitado; si se obedecieran la Palabra de Sabiduría y la ley de la pureza sexual, se evitarían grandes y serios problemas de salud; el pago del diezmo nos bendeciría y tendríamos lo suficiente para cubrir nuestros gastos. Si siguiéramos el consejo de los profetas, tendríamos una vida terrenal libre de innecesario dolor y de autodestrucción. Eso no quiere decir que no tendremos problemas, porque igual los tendremos; no quiere decir que no seremos probados, porque lo seremos, pues eso es parte del propósito de esta vida. Pero si escuchamos el consejo de nuestro Profeta, tendremos más fortaleza y podremos sobrellevar las pruebas de esta etapa mortal; tendremos esperanza y gozo” (véase “Escuchemos y obedezcamos la voz del Profeta”, Liahona, julio de 1995, págs. 18–19).

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Vi una luz

Vi una luz, por Jon McNaughton. Representación de la Primera Visión, cuando Dios el Padre y Jesucristo se aparecieron al joven José Smith mientras oraba

Doctrina y Convenios 1:24–33

El Señor dio a José Smith el poder para traducir el Libro de Mormón y establecer Su verdadera Iglesia

Doctrina y Convenios 1:24. “… se dieron a mis siervos en su debilidad”

El Señor dijo que dio mandamientos y revelaciones a Sus siervos “en su debilidad, según su manera de hablar” (D. y C. 1:24). Al explicar la naturaleza de la revelación que comunican los seres divinos a los hombres mortales, el presidente Brigham Young (1801–1877) enseñó: “Las revelaciones de Dios, tal como las hemos recibido, contienen doctrinas y principios correctos; pero es imposible que los pobres, débiles, humildes, viles y pecadores habitantes de la tierra reciban una revelación del Altísimo en toda su perfección. Él tiene que hablarnos en una forma que se amolde a nuestra capacidad” (“Discourse”, Deseret News, 1 agosto de 1855, pág. 162).

El élder Marlin K. Jensen, de los Setenta, explicó que el profeta José Smith “consideraba que las revelaciones manuscritas eran sus mejores esfuerzos por captar la voz del Señor cuando condescendía en comunicarse en lo que él llamaba el ‘lenguaje retorcido, entrecortado, incoherente e imperfecto’ del hombre” (“Los documentos de José Smith: Los libros manuscritos de revelación”, Liahona, julio de 2009, pág. 9).

Algunos de los primeros miembros de la Iglesia criticaron el lenguaje de las revelaciones sin comprender que la veracidad de las enseñanzas que se encontraban en ellas no se refería a la ortografía, la puntuación o la gramática. A medida que las revelaciones se preparaban para su publicación, José Smith y otros bajo su dirección, hicieron cambios y correcciones en algunas partes del texto a fin de aclarar la redacción y la intención de las revelaciones.

Ya en noviembre de 1831, en una conferencia de la Iglesia se concluyó que “José Smith corrija aquellos errores o fallos que pudiese descubrir mediante el Santo Espíritu al revisar las revelaciones [y] también la plenitud de las Escrituras” (en The Joseph Smith Papers, Documents [Los Documentos de José Smith], Volume 2: July 1831–January 1833, pág. 123).

El profeta José Smith, sin embargo, entendía que las revelaciones del Señor están sujetas a enmiendas o ampliaciones conforme el Señor continúe revelando Su verdad (véase Gerrit Dirkmaat, “Great and Marvelous Are the Revelations of God”, Ensign, enero de 2013, pág. 47).

Doctrina y Convenios 1:29. El Señor hizo posible la traducción del Libro de Mormón

José Smith recibió del ángel Moroni los antiguos anales a los que se hace referencia en Doctrina y Convenios 1:29 como “los anales de los nefitas”. Para cuando el Libro de Mormón salió a luz, el joven Profeta no sabía ningún otro idioma, aparte del inglés. Por tanto, su capacidad para traducir el Libro de Mormón la recibió como un don misericordioso que se otorgó mediante el poder de Dios (véanse también D. y C. 5:4; 135:3).

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El cerro Cumorah

El cerro Cumorah (al fondo), cerca de Palmyra, Nueva York, donde José Smith obtuvo las planchas del antiguo Libro de Mormón (fotografía de aproximadamente 1907)

Cortesía de la Biblioteca y los Archivos de Historia de la Iglesia

Doctrina y Convenios 1:30. La Iglesia saldrá “de la obscuridad”

El Señor dio poder a Sus santos para establecer Su Iglesia y “hacerla salir de la obscuridad” (D. y C. 1:30). El élder Neal A. Maxwell (1926–2004), del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó el significado de esa expresión:

“… el velo de obscuridad que se cernía sobre la Iglesia está dando paso a la visibilidad. La obscuridad denota lo que por lo general es desconocido y apartado de todo centro de actividad, por lo tanto, lo que es obscuro con frecuencia es mal entendido.

“El Señor describió la manera en que Él hará salir Su obra ‘de la obscuridad y de las tinieblas’ (D. y C. 1:30; véanse también 1 Nefi 22:12; 2 Nefi 1:23; 27:29). De manera que, como fue previsto, Cristo y su obra se están convirtiendo en una luz que no puede esconderse por más tiempo (véase D. y C. 14:9)” (“Fuera de la oscuridad”, Liahona, enero de 1985, pág. 6).

Doctrina y Convenios 1:30. “… la única iglesia verdadera y viviente sobre la faz de toda la tierra”

El Señor testificó claramente que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es “la única iglesia verdadera y viviente sobre la faz de toda la tierra” (D. y C. 1:30). El presidente Henry B. Eyring, de la Primera Presidencia, explicó una razón por la que es la única Iglesia verdadera:

“Al sostener [al Profeta y a las otras autoridades generales], hemos visto y sentido la evidencia de que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es verdadera y viviente…

“Esta es la Iglesia verdadera, la única Iglesia verdadera, ya que en ella están las llaves del sacerdocio. Solo en esta Iglesia el Señor ha depositado el poder para sellar tanto en la tierra como en el cielo tal como lo hizo en la época del apóstol Pedro. Esas llaves se restauraron a José Smith, a quien luego se le autorizó conferirlas a los miembros del Cuórum de los Doce” (“La Iglesia verdadera y viviente”, Liahona, mayo de 2008, pág. 20).

El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó, además, cómo La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es tanto verdadera como viviente: “El Señor ha declarado que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es ‘la única iglesia verdadera y viviente sobre la faz de toda la tierra’ (D. y C. 1:30). Esta Iglesia restaurada es verdadera porque es la Iglesia del Salvador; Él es ‘el camino, y la verdad y la vida’ (Juan 14:6); y es una iglesia viviente debido a las obras y los dones del Espíritu Santo. Cuán bendecidos somos por vivir en una época en la que el sacerdocio está sobre la tierra y podemos recibir el Espíritu Santo” (“Recibe el Espíritu Santo”, Liahona, noviembre de 2010, pág. 97).

Debido a que la Iglesia es una iglesia viviente, guiada y dirigida por el Señor mediante el Espíritu Santo, continúa creciendo y adaptándose a las circunstancias y condiciones cambiantes del mundo por medio de la revelación continua de Dios a Sus profetas. El testimonio del Señor en el que declara que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es la única iglesia verdadera y viviente, no significa que otras iglesias no posean algo de la verdad. El presidente Boyd K. Packer (1924–2015), del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó:

“Eso no quiere decir que las iglesias, todas ellas, estén completamente desprovistas de toda verdad. Tienen algo de verdad, algunas de ellas una buena porción. Tienen cierta forma de piedad. En numerosos casos no hay falta de devoción en el clero ni en sus adherentes, y muchos de ellos practican notablemente bien las virtudes del cristianismo. No obstante, están incompletas, pues según la declaración misma del Señor: ‘… enseñan como doctrinas los mandamientos de los hombres, teniendo apariencia de piedad, mas negando la eficacia de ella’ [José Smith—Historia 1:19]…

“Ahora bien, no decimos que [otras iglesias] estén en error; más bien están incompletas. La plenitud del Evangelio se ha restaurado; el poder y la autoridad para obrar por el Señor están con nosotros. El poder y la autoridad del sacerdocio descansan sobre esta Iglesia” (véase “La única iglesia verdadera y viviente”, Liahona, mayo de 1972, pág. 41).

Doctrina y Convenios 1:31–33. “… el que se arrepienta y cumpla los mandamientos del Señor será perdonado”

En Doctrina y Convenios 1:31–33, el Señor declaró sin ninguna duda la forma en que Él considera el pecado. Afortunadamente, Él agregó a Su declaración la promesa del perdón para aquellos que se arrepientan y obedezcan Sus mandamientos. El élder Richard G. Scott (1928–2015), del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó cómo la obediencia a los mandamientos ayuda en el perdón de los pecados: “Esa Escritura [D. y C. 1:31–32] hace hincapié en que el Señor no tolera el pecado, pero que Él perdonará al pecador arrepentido en virtud de Su amor perfecto. También enseña que no solo es importante guardar un mandamiento que se haya quebrantado, sino que al obedecer todos los mandamientos obtendrás poder y apoyo adicionales en el proceso del arrepentimiento” (véase “Para quedar libre de las pesadas cargas”, Liahona, noviembre de 2002, pág. 87).

Doctrina y Convenios 1:34–39

Las palabras y las revelaciones del Señor que se encuentran en Doctrina y Convenios son verdaderas y “se cumplirán todas”

Doctrina y Convenios 1:37. “Escudriñad estos mandamientos porque son verdaderos”

El Señor dio testimonio de la veracidad de las revelaciones que se hallan en Doctrina y Convenios y exhortó a Sus santos: “Escudriñad estos mandamientos” (D. y C. 1:37). El presidente Brigham Young testificó: “El libro Doctrina y Convenios se les ha dado a los Santos de los Últimos Días para que guíen sus pasos y sus acciones cada día” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Brigham Young, 1997, pág. 130).

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Portada del Libro de Mandamientos

Ejemplar del Libro de Mandamientos de 1833, propiedad del presidente Wilford Woodruff

Doctrina y Convenios 1:38. “… sea por mi propia voz o por la voz de mis siervos”

El Señor revela Sus palabras y advertencias por medio de Sus siervos escogidos y llamados. Cuando los profetas hablan como siervos autorizados del Señor, es como si el Señor mismo hablara. El élder M. Russell Ballard enseñó: “En mi ministerio he descubierto que aquellos que se han perdido o confundido por lo general son aquellos que con más frecuencia han… olvidado que cuando la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce hablan con una voz unida, es la voz del Señor para ese momento. El Señor nos recuerda: ‘… sea por mi propia voz o por la voz de mis siervos, es lo mismo’ [D. y C. 1:38]” (“¡Permanezcan en el bote y sujétense!”, Liahona, noviembre de 2014, págs. 90–91).

El élder D. Todd Christofferson explicó cómo se da a conocer la voz del Señor a Sus profetas y apóstoles:

“El Presidente de la Iglesia puede anunciar o interpretar doctrinas basadas en la revelación que haya recibido (véase, por ejemplo, D. y C. 138). La interpretación doctrinal también se puede recibir por medio del consejo combinado de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce Apóstoles (véase, por ejemplo, Declaración Oficial 2). Las deliberaciones en consejo incluirán con frecuencia la consideración de los libros canónicos, las enseñanzas de los líderes de la Iglesia y las prácticas anteriores. Pero al final… el objetivo no es simplemente lograr el consenso entre los miembros del consejo, sino la revelación de Dios. Es un proceso en el que se toma en cuenta tanto la razón como la fe para obtener la disposición y la voluntad del Señor.

“Al mismo tiempo, se debe recordar que no toda declaración que haya hecho un líder de la Iglesia, pasada o presente, necesariamente constituye doctrina. Comúnmente se da por entendido en la Iglesia que una declaración hecha por un líder en una ocasión individual a menudo representa una opinión personal que, aunque bien pensada, no quiere decir que sea oficial o se vincule a toda la Iglesia. El profeta José Smith enseñó que ‘un profeta es un profeta únicamente cuando está actuando como tal’ [José Smith, en History of the Church, tomo V, pág. 265]” (véase “La doctrina de Cristo”, Liahona, mayo de 2012, pág. 88).