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Capítulo 12: Doctrina y Convenios 29


Capítulo 12

Doctrina y Convenios 29

Introducción y cronología

En septiembre de 1830, antes de que la segunda conferencia de la Iglesia tuviera lugar en Fayette, Nueva York, algunos de los primeros miembros de la Iglesia esperaban que las profecías acerca de Sion y del recogimiento de los escogidos de Dios se cumplieran pronto. Un grupo de seis élderes y otros tres miembros de la Iglesia se reunieron y preguntaron al Señor acerca de esas profecías. En respuesta a la solicitud, el profeta José Smith recibió la revelación registrada en Doctrina y Convenios 29. En esa revelación el Señor les enseñó acerca del recogimiento de los escogidos del Salvador antes de Su segunda venida, y acerca de nuestra redención de la caída de Adán y Eva por medio de la expiación de Jesucristo.

Junio–octubre de 1830José Smith dicta Moisés 1–5 a medida que trabaja en la traducción inspirada de los primeros capítulos de Génesis.

Agosto–septiembre de 1830Los miembros son confundidos por las supuestas revelaciones de Hiram Page.

Septiembre de 1830Se recibe Doctrina y Convenios 29.

Septiembre de 1830Se recibe Doctrina y Convenios 28 (posiblemente después de que se recibiera Doctrina y Convenios 29).

26–28 de septiembre de 1830La segunda conferencia de la Iglesia tiene lugar en Fayette, Nueva York.

Octubre de 1830Oliver Cowdery y sus compañeros misioneros salen a una misión entre los lamanitas.

Doctrina y Convenios 29: Antecedentes históricos adicionales

Cuando José Smith se mudó a Fayette, Nueva York, en septiembre de 1830, se percató de que los santos tenían curiosidad respecto al cumplimiento de las profecías del Libro de Mormón concernientes a Sion. Esas profecías hablaban del recogimiento de la casa de Israel en los últimos días, a fin de edificar Sion, o “la Nueva Jerusalén”, y del regreso prometido de Jesucristo (véase 3 Nefi 21:23–26; véase también 3 Nefi 16:18). Un grupo de seis élderes y otros tres miembros de la Iglesia procuró obtener más conocimiento respecto al establecimiento de Sion y a la transgresión de Adán y Eva. En respuesta a su pregunta, el profeta José Smith recibió la revelación registrada en Doctrina y Convenios 29 (véase The Joseph Smith Papers, Documents, tomo I, julio de 1828–junio de 1831, ed. por Michael Hubbard MacKay y otros, 2013, págs. 177–178).

Las verdades que se enseñan en Doctrina y Convenios 29 dieron mayor comprensión a los santos respecto a la necesidad de una Sion en los últimos días, y puede que hayan corregido alguna confusión doctrinal causada por los escritos de Hiram Page (véase el comentario sobre Doctrina y Convenios 28, en este manual). El profeta José Smith había estado dedicado a la traducción inspirada de los primeros capítulos de Génesis desde junio de 1830, y esa información brindó claridad respecto a la transgresión de Adán y Eva en el Jardín de Edén. Además, Doctrina y Convenios 29 brindó verdades importantes respecto al recogimiento de Israel y al Plan de Salvación antes de que Oliver Cowdery y sus compañeros salieran a una misión para predicar el Evangelio a los lamanitas.

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Mapa 3: Nordeste de los Estados Unidos

Doctrina y Convenios 29:1–21

Jesucristo llama a Su pueblo a congregarse en preparación para Su segunda venida

Doctrina y Convenios 29:1–2. “Escuchad la voz de Jesucristo, vuestro Redentor, el Gran YO SOY”

Durante Su ministerio preterrenal, Jehová se presentó a Sí mismo a Moisés como “YO SOY” y como el Dios de los antiguos patriarcas Abraham, Isaac y Jacob (véase Éxodo 3:13–15). El título “YO SOY” es una variación de “Jehová” y viene de la primera persona del verbo hebreo que significa “Yo existo”, y representa la naturaleza eterna y todopoderosa de Dios (véase también D. y C. 68:6). Durante los meses de verano, antes de que se recibiera la revelación registrada en Doctrina y Convenios 29, el profeta José Smith había comenzado su traducción inspirada del libro de Génesis, del Antiguo Testamento. La presentación que hizo Jesucristo de Sí mismo que se encuentra en Doctrina y Convenios 29:1–2 confirmó la verdad de que Él era ciertamente el Dios del Antiguo Testamento. Esos versículos también confirmaron que, así como Jesucristo congregó, protegió y libró al antiguo Israel cuando este estuvo en cautiverio en Egipto, Él congregará a Sus hijos de los últimos días bajo Su protección, si prestan atención a Su voz.

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habitación superior en la casa reconstruida de Peter Whitmer, padre, Fayette, Nueva York

José Smith se estaba hospedando en la casa de Peter Whitmer, padre, en Fayette, Nueva York, cuando recibió la revelación registrada en Doctrina y Convenios 29.

Doctrina y Convenios 29:4–8. El recogimiento de los escogidos

El pequeño grupo de élderes que se reunió con el profeta José Smith cuando se dio esta revelación aprendió que los miembros de la Iglesia en esta dispensación son elegidos para declarar el Evangelio y llevar a cabo el recogimiento de los “escogidos” del Señor, a quienes Dios define como aquellos que “escuchan [Su] voz y no endurecen [el] corazón” (véase D. y C. 29:7). Los escogidos también son aquellos que ayudan al Señor en la obra de salvación (véanse D. y C. 101:39–40; 115:5; 138:55–56). El recogimiento de los escogidos tiene lugar cuando las personas aceptan el evangelio de Jesucristo, hacen convenios con Dios y se congregan con los santos fieles. Este recogimiento de la casa de Israel dispersa debe tener lugar a fin de que el pueblo de Dios pueda prepararse para “el día en que se derramen tribulaciones y desolación sobre los malvados” (D. y C. 29:8).

En octubre de 1830, Oliver Cowdery fue enviado a una misión entre los lamanitas en preparación para el momento en el que el Señor determinaría el lugar en el que los santos debían congregarse (D. y C. 29:8–9). Más adelante, los santos supieron que el Señor quería que los miembros de la Iglesia se congregaran de manera ordenada en el condado de Jackson, Misuri (véanse D. y C. 57:1–3; 58:56). Sin embargo, aquellos que más tarde se congregaron en el condado de Jackson fueron expulsados de sus hogares y el recogimiento tuvo que tener lugar en Far West, Misuri (véase D. y C. 115:7–8), después en Nauvoo, Illinois (véase D. y C. 124:25–28, 55), y más tarde “hacia el oeste” (D. y C. 136:1). En la actualidad, ya no es necesario trasladarse a un lugar geográfico en específico a fin de congregarse con la Iglesia. Más bien, los miembros de la Iglesia deben ayudar a edificar las estacas de Sion en el lugar en el que viven (véase D. y C. 101:20–22).

El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) explicó: “El recogimiento de Israel consiste en que las personas se unan a la Iglesia verdadera… y lleguen al conocimiento del Dios verdadero… Toda persona que haya aceptado el Evangelio restaurado y que ahora procure adorar al Señor en su propia lengua y con los santos de la nación en que vive, ha cumplido con la ley del recogimiento de Israel y es heredera de todas las bendiciones prometidas a los santos en estos últimos días” (The Teachings of Spencer W. Kimball, ed. por Edward L. Kimball, 1982, pág. 439).

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misioneros en Corea

Dios nos ha llamado a “efectuar el recogimiento de [Sus] escogidos” (véase D. y C. 29:7).

El presidente Russell M. Nelson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó cómo ocurre en la actualidad el recogimiento de los escogidos de Dios:

“Aquí en la tierra, la obra misional es de importancia fundamental para el recogimiento de Israel… Por lo tanto, siervos del Señor han salido a proclamar la Restauración. En muchas naciones, nuestros misioneros han buscado a los dispersos de Israel…

“La opción de venir a Cristo no depende del lugar donde se viva, sino que es un asunto de dedicación individual. Las personas pueden ‘[ser llevadas] al conocimiento del Señor’ [véase 3 Nefi 20:13] sin dejar su tierra natal. Cierto es que, en los primeros días de la Iglesia, la conversión solía comprender también la emigración. Pero en la actualidad, el recogimiento se lleva a cabo en cada nación. El Señor ha decretado el establecimiento de Sion [véanse D. y C. 6:6; 11:6; 12:6; 14:6] en cada lugar donde Él ha dado a Sus santos su nacimiento y su nacionalidad. Las Escrituras predicen que las personas ‘[serán reunidas] en las tierras de su herencia, y [serán establecidas] en todas sus tierras de promisión’ [véase 2 Nefi 9:2]. ‘Cada nación es el lugar de recogimiento de su propia gente’ [Bruce R. McConkie, en Conference Report, Ciudad de México, Conferencia del Área México, 1972, pág. 45]. El lugar de recogimiento de los santos brasileños es Brasil; el lugar de recogimiento de los santos nigerianos es Nigeria; el lugar de recogimiento de los santos coreanos es Corea, y así, sucesivamente. Sion es ‘los puros de corazón’ [D. y C. 97:21]. Sion es cualquier lugar donde haya santos justos. Tanto las publicaciones como las comunicaciones y las congregaciones han llegado a tal punto de adelanto que casi todos los miembros de la Iglesia tienen acceso a las doctrinas, a las llaves, a las ordenanzas y a las bendiciones del Evangelio, vivan donde vivan” (“El recogimiento del Israel disperso”, Liahona, noviembre de 2006, pág. 81).

Doctrina y Convenios 29:9. Los soberbios arderán como rastrojo

El Señor advirtió que aquellos que son “soberbios y los que hacen maldad serán como rastrojo” y serán quemados en el tiempo de Su venida (D. y C. 29:9). Siendo que el orgullo es un pecado común que afecta a todas las personas en algún grado, en este caso “los soberbios” se refiere a aquellos que no pueden soportar la gloria del Señor a causa de su maldad. En una revelación posterior, el Señor aclaró que ese grupo incluye a “los mentirosos y los hechiceros, los adúlteros y los fornicarios, y quienquiera que ama y obra mentira. Son los que padecen la ira de Dios en la tierra” (D. y C. 76:103–104).

Doctrina y Convenios 29:9–13. “… con poder y gran gloria me revelaré”

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La Segunda Venida

La Segunda Venida, por Grant Romney Clawson. Jesucristo regresará a la tierra con poder y gran gloria.

Cerca del final de la vida mortal del Salvador, Sus discípulos preguntaron cuándo tendría lugar el fin del mundo y qué señales serían dadas para saber que Su venida estaba cerca (véanse Mateo 24:3; D. y C. 45:15–16). La declaración del Señor a Sus santos en los últimos días es que “la hora está cerca” (D. y C. 29:10). Cuando Jesucristo regrese, Sus apóstoles que “estuvieron [con Él] durante [Su] ministerio en Jerusalén” estarán con Él “ataviados con vestidos de rectitud, y con coronas sobre sus cabezas” (D. y C. 29:12). Esa descripción representa la autoridad real del reino de Dios. Doctrina y Convenios 29:12–13 indica que “cuantos me hayan amado y guardado mis mandamientos” también recibirán una corona y estarán ataviados como el Salvador lo esté en ese día, como símbolo de su herencia eterna con Él en el reino de Dios (véanse también D. y C. 88:107; 109:75–76, 80).

Doctrina y Convenios 29:14–21. Las señales de la venida del Hijo del Hombre

El Señor describió con vívido detalle algunas de las maneras en las que Él se “venga[rá] de los malvados” antes de Su segunda venida (D. y C. 29:17). La consecuencia más significativa que sufrirán las personas que no se arrepientan será que la “sangre [del Señor] no los limpiará” (véase D. y C. 29:17; véase también D. y C. 88:35). Algunos de los acontecimientos destructivos de los últimos días serán similares a aquellos que han ocurrido en otros momentos en la historia, tales como cuando el Señor envió plagas sobre los egipcios a fin de librar a los hijos de Israel del cautiverio (véanse Éxodo 8:21; 9:23–25; 10:22) o cuando los inicuos fueron destruidos en las Américas antes de que el Señor resucitado apareciera entre los nefitas (véase 3 Nefi 8:5–7, 14–16, 22). La profecía de que “la grande y abominable iglesia” sería destruida por fuego (D. y C. 29:21) se refiere a las fuerzas combinadas del mal que luchan contra Sion, como fue predicho a lo la largo de las Escrituras (véanse Ezequiel 38:18–22; 39:17–20; 1 Nefi 14:10–17; 22:13–14; 2 Nefi 10:16; D. y C. 88:94). El Señor aclara que la iniquidad debe ser quitada de la tierra, ya sea mediante el arrepentimiento o la destrucción. Doctrina y Convenios 29 sirve como una advertencia y un recordatorio misericordiosos a fin de que todos se arrepientan y se preparen para ese día.

El élder Dallin H. Oaks, del Cuórum de los Doce Apóstoles, recalcó por qué es importante prepararse ahora para la segunda venida del Señor:

“Hermanos y hermanas, tal como se enseña en el Libro de Mormón: ‘… esta vida es cuando el hombre debe prepararse para comparecer ante Dios… el día de esta vida es el día en que el hombre debe ejecutar su obra’ (Alma 34:32). ¿Nos estamos preparando?

“En Su prefacio a nuestra compilación de revelación moderna, el Señor declara: ‘Preparaos, preparaos para lo que ha de venir, porque el Señor está cerca’ (D. y C. 1:12)…

“Siempre se nos advierte que no podemos saber el día ni la hora de Su venida…

“¿Qué tal si el día de Su venida fuese mañana? Si supiéramos que mañana nos encontraríamos con el Señor, ya fuese por medio de nuestra muerte prematura o de Su inesperada venida, ¿qué haríamos hoy? ¿Qué confesiones haríamos? ¿Qué dejaríamos de hacer? ¿Qué problemas o desacuerdos solucionaríamos? ¿A quién perdonaríamos? ¿De qué cosas testificaríamos?…

“Tenemos que hacer preparativos tanto temporales como espirituales para los acontecimientos profetizados para la Segunda Venida; y la preparación que es más probable que descuidemos es la menos visible y la más difícil: la espiritual” (“La preparación para la Segunda Venida”, Liahona, mayo de 2004, págs. 8–9).

Doctrina y Convenios 29:22–29

El Salvador revela verdades acerca de lo que acontecerá después del Milenio, incluyendo el Juicio Final

Doctrina y Convenios 29:22. “… cuando… los hombres de nuevo empiecen a negar a su Dios”

La segunda venida de Jesucristo abrirá paso al periodo de mil años llamado Milenio, cuando el Señor mismo morará sobre la tierra (véase D. y C. 29:11). Habrá muchos cambios importantes que distinguirán las condiciones durante el Milenio de las condiciones que vivimos en la actualidad en el mundo. Por ejemplo, durante ese tiempo, “se le concederá a cualquier hombre cuanto pidiere” (D. y C. 101:27) y el Señor revelará todas las cosas (véase D. y C. 101:32–34). El Señor también dijo que durante el Milenio “Satanás será atado” (D. y C. 43:31) y “no tendrá poder para tentar a ningún hombre” (D. y C. 101:28). A causa del poder de Dios y de la rectitud de las personas, Satanás “será atado, para que no tenga cabida en el corazón de los hijos de los hombres” (D. y C. 45:55). Tristemente, al concluir los mil años, las personas “de nuevo em[pezarán] a negar a su Dios” (D. y C. 29:22) y Satanás “que[dará] libre… una corta temporada” (D. y C. 43:31). Puede ser difícil comprender por qué algunas de las personas que hayan gozado de las bendiciones del Milenio comenzarán a negar a Dios; sin embargo, habrá aquellos que, habiendo sido partícipes del poder de Dios, aun negarán la verdad y con conocimiento “se rebela[rán] intencionalmente contra Dios” (véase 3 Nefi 6:18; véanse también 4 Nefi 1:38; D. y C. 29:44–45; 76:31).

Doctrina y Convenios 29:23–25. “… un cielo nuevo y una tierra nueva”

La tierra será transfigurada, o cambiada, cuando Jesucristo regrese a reinar (véase D. y C. 63:20–21). Regresará al estado “paradisíaco” o terrestre en el que se encontraba antes de la caída de Adán y Eva (Artículos de Fe 1:10). Al finalizar el Milenio, la tierra y los cielos alrededor de ella nuevamente serán cambiados, esta vez a fin de llegar a ser el Reino Celestial para aquellos que también hayan recibido la gloria celestial (véase D. y C. 88:19–20).

Doctrina y Convenios 29:26. ¿Quién es Miguel?

Miguel fue un noble arcángel que ocupó un puesto de autoridad junto a Jesucristo en el mundo premortal y después llegó a ser Adán, el primer hombre mortal que vivió en la tierra (véanse Apocalipsis 12:7–9; D. y C. 27:11; 107:54–55). El profeta José Smith (1805–1844) enseñó que Miguel fue “… el primero en poseer las bendiciones espirituales; a quien se reveló el plan de las ordenanzas para la salvación de su posteridad hasta el fin; a quien Cristo se reveló primeramente” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 112).

Doctrina y Convenios 29:30–50

El Salvador declara que Él nos ha redimido de la Caída y que nos ofrece la salvación de nuestros pecados

Doctrina y Convenios 29:31–35. “… para mí todas las cosas son espirituales”

Dios “cre[ó]… todas las cosas, tanto espirituales como temporales” (véase D. y C. 29:31). Las cosas temporales tienen que ver con la vida mortal y la naturaleza temporal de esta tierra. Aunque nosotros distinguimos entre las cosas espirituales y las temporales, Dios declaró: “… para mí todas las cosas son espirituales” (D. y C. 29:34). Como se registró en Doctrina y Convenios 29:34–35, el Señor explicó que Él nunca dio a Adán ni a la posteridad de este mandamientos temporales; todos los mandamientos son espirituales, lo que significa que tienen un propósito eterno.

El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) enseñó: “En nuestra forma de pensar terrenal —o de la carne—, muchos de los mandamientos que el Señor nos ha requerido parecen ser temporales, pero Él ha dicho que en ningún momento ha dado una ley temporal (D. y C. 29:34). Para Él, todas las cosas son espirituales o, en otras palabras, con el designio de ser eternas. El Señor no piensa en términos temporales; Su plan es llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre. Por lo tanto, a Sus ojos, todos los mandamientos que tienen que ver con nuestro bienestar actual, son considerados como pasos en el camino a la salvación eterna” (Church History and Modern Revelation, 1953, tomo I, págs. 307–308).

El presidente Dieter F. Uchtdorf, de la Primera Presidencia, explicó cómo debemos considerar tanto los aspectos temporales como los espirituales de nuestras acciones:

“Como las dos caras de una moneda, lo temporal y lo espiritual son inseparables…

“Lamentablemente, hay quienes pasan por alto lo ‘temporal’ por considerarlo menos importante. Valoran lo espiritual y minimizan lo temporal. Aunque es importante que nuestros pensamientos se inclinen hacia el cielo, perdemos la esencia de la religión si [no nos interesamos por] nuestros semejantes…

“Como siempre, podemos mirar hacia Jesucristo, nuestro ejemplo perfecto, como el modelo. Como el presidente J. Reuben Clark, Jr. enseñó: ‘Cuando el Salvador vino a la tierra, tenía dos grandes misiones; una era cumplir su papel de Mesías y efectuar la Expiación de la Caída y el cumplimiento de la ley; la otra era la obra que realizó entre Sus hermanos y hermanas en la carne al aliviar sus sufrimientos’ [en Conference Report, abril de 1937, pág. 22].

“De manera similar, nuestro progreso espiritual está inseparablemente unido al servicio temporal que demos a los demás.

“Uno complementa al otro. Sin uno, el otro es una falsificación del plan de felicidad de Dios” (véase “El proveer conforme a la manera del Señor”, Liahona, noviembre de 2011, pág. 53).

Doctrina y Convenios 29:35. ¿Qué significa tener albedrío?

Cuando Dios creó a Adán, hizo “que fuese su propio agente” (D. y C. 29:35). Sin embargo, ese albedrío lleva consigo la responsabilidad de aceptar las consecuencias de las decisiones: bendiciones por la rectitud o condenación por el pecado (véase D. y C. 93:28, 31–32). Por lo tanto, los mandamientos de Dios nos brindan la oportunidad de vivir las leyes que Él vive y disfrutar de las bendiciones que Él disfruta. El presidente Boyd K. Packer (1924–2015), del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:

“Esas palabras sagradas: ‘… podrás escoger según tu voluntad, porque te es concedido’ (Moisés 3:17), introdujeron a Adán y a Eva y a su posteridad a todos los riesgos de la vida terrenal. En ella, el hombre tiene libertad de elección, y cada elección engendra una consecuencia. La decisión de Adán puso en efecto la ley de la justicia, la cual requería que el castigo por la desobediencia fuera la muerte…

“Entonces se envió un Redentor para pagar la deuda y librar al hombre. Ese fue el plan…

“Se verificó la Expiación, la cual perpetuamente nos ofrece la amnistía de las transgresiones y de la muerte, siempre que nos arrepintamos. El arrepentimiento es la cláusula de rescisión en todos los casos; es la llave con la cual abrimos las puertas de la prisión desde adentro. La llave está en nuestro poder y tenemos el albedrío para usarla.

“¡Cuán inestimable es la libertad!, ¡cuán inmensamente valioso es el albedrío del hombre!

“Lucifer manipula nuestras elecciones de manera astuta al engañarnos en cuanto al pecado y sus consecuencias. Él y sus ángeles nos tientan para que seamos indignos e incluso inicuos. No obstante, no puede, ni podrá en toda la eternidad ni con todo su poder, destruirnos por completo; no puede hacerlo sin nuestro consentimiento. Si el libre albedrío hubiera llegado al hombre sin la Expiación, habría sido un don fatal” (véase “Expiación, libre albedrío, responsabilidad”, Liahona, julio de 1988, págs. 70–71).

Doctrina y Convenios 29:36–43. Un nuevo entendimiento respecto al plan de Dios

Después de que el profeta José Smith comenzó su traducción de la Biblia y había dictado lo que ahora es Moisés 1 en la Perla de Gran Precio, continuó durante el verano de 1830 la obra de traducción, con Oliver Cowdery como su escriba. La traducción del Profeta de Génesis 1–5 ahora se encuentra dentro de la Perla de Gran Precio como Moisés 2–5. En esos capítulos se incluyó el relato de la rebelión de Satanás en la vida premortal, sus esfuerzos para tentar a Adán y Eva en el Jardín de Edén, cuando nuestros primeros padres comieron del fruto y su expulsión del jardín. Las verdades doctrinales que se obtuvieron mediante la traducción inspirada de Génesis sin duda prepararon al Profeta para recibir verdades similares respecto al plan de Dios, que se resumieron en Doctrina y Convenios 29:30–45.

Doctrina y Convenios 29:36–39. Satanás y sus ángeles buscan engañar

El principio del albedrío estaba en vigor en la vida premortal. Como evidencia tenemos la rebelión de Lucifer y el hecho de que “la tercera parte de las huestes del cielo” eligieron seguir a Lucifer en vez de a Dios (D. y C. 29:36). Aquí en la vida mortal, Satanás y sus seguidores trabajan para oponerse al plan de salvación del Padre tentando y engañando a los hijos de Dios. Sin embargo, su poder está limitado cuando usamos nuestro albedrío para obedecer los mandamientos del Padre Celestial. El presidente James E. Faust (1920–2007), de la Primera Presidencia, explicó:

“No debemos permitir que el poder de Satanás nos paralice de miedo. Él no tiene poder sobre nosotros a menos que lo permitamos. Él es en verdad un cobarde, y si permanecemos firmes, se retirará. El apóstol Santiago exhortó: ‘Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros’ [Santiago 4:7]. Y Nefi declara que Satanás ‘no tiene poder sobre el corazón’ de la gente que es justa [1 Nefi 22:26].

“Todos hemos oído a comediantes y otras personas justificarse o tratar de explicar sus maldades diciendo: ‘El diablo tiene la culpa’. En realidad, no creo que el diablo pueda obligarnos a hacer nada; por cierto que puede tentarnos y engañarnos, pero solo tiene sobre nosotros la autoridad que nosotros mismos le concedamos.

“El poder para resistir a Satanás puede ser más fuerte de lo que nos imaginamos. El profeta José Smith enseñó: ‘Todos los seres que tienen cuerpo, tienen dominio sobre los que no lo tienen. El diablo no tiene poder sobre nosotros sino hasta donde se lo permitamos. En el momento en que nos rebelamos contra cualquier cosa que viene de Dios, el diablo ejerce su dominio’ (Enseñanzas del Profeta José Smith, comp. por Joseph Fielding Smith, pág. 217). También declaró: ‘Los espíritus malignos tienen sus barreras, límites y leyes mediante las cuales son gobernados’ [en History of the Church, tomo IV, pág. 576]. De manera que Satanás y sus ángeles no son todopoderosos…

“Todas las personas que vengan a Cristo pueden frustrar los esfuerzos de Satanás mediante la obediencia a los convenios y las ordenanzas del Evangelio. Los humildes seguidores del divino Maestro no han de ser engañados por el diablo. Satanás no sostiene, ni apoya ni bendice; a los que han caído en sus garras los deja en la ignominia y la desdicha. El Espíritu de Dios es una influencia que sustenta y edifica” (véase “Servir al Señor y resistir al diablo”, Liahona, noviembre de 1995, págs. 10–11).

Doctrina y Convenios 29:41–42. ¿Cuál es “la primera muerte” y “la última muerte”?

Cuando Adán y Eva participaron del fruto prohibido y fueron echados del Jardín de Edén, sufrieron la muerte espiritual, lo que significa que fueron separados de la presencia inmediata de Dios. Doctrina y Convenios 29:41 se refiere a esto como “la primera muerte”, y dicha muerte sobreviene a todos los hijos de Dios en la vida mortal. “La última muerte” (D. y C. 29:41) también es una muerte espiritual, pero acaecerá solo a aquellos a quienes se conoce como los hijos de perdición cuando sufran el castigo sempiterno de ser echados eternamente de la presencia de Dios (véanse Helamán 14:15–18; D. y C. 76:34–37, 44). Ya que ellos eligieron revelarse contra Dios en vez de arrepentirse, “no pueden ser redimidos de su caída espiritual” (D. y C. 29:44).

El Señor decretó que Adán y Eva no sufrirían la muerte temporal hasta que tuvieran la oportunidad de aprender “el arrepentimiento y la redención mediante la fe en el nombre [del] Hijo Unigénito [de Dios]” (véase D. y C. 29:42).

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Adán y Eva

Adam and Eve [Adán y Eva], por Douglas M. Fryer. Adán y Eva fueron echados del Jardín de Edén por comer el fruto prohibido (véase D. y C. 29:40–41).

El élder Dallin H. Oaks explicó más respecto a la muerte espiritual y cómo podemos vencerla:

“Al ceder a la tentación, Adán y Eva fueron ‘desterrados de la presencia del Señor’ (Helamán 14:16). En las Escrituras se le llama a esta separación la ‘muerte espiritual’ (véanse Helamán 14:16; D. y C. 29:41).

“La expiación de nuestro Salvador venció esa muerte espiritual… Como resultado de esa Expiación, ‘los hombres serán castigados por sus propios pecados, y no por la transgresión de Adán’ (Artículos de Fe 1:2).

“Nuestro Salvador y Redentor nos redimió del pecado de Adán, pero, ¿cuál es el efecto de nuestros propios pecados? Puesto que todos pecamos (véase Romanos 3:23), todos estamos muertos espiritualmente. En esto, nuestra única esperanza de vida es el Salvador…

“A fin de tener derecho a reclamar la victoria del Salvador sobre la muerte espiritual que sufrimos por nuestros pecados, debemos aceptar las condiciones que Él ha impuesto…

“El tercer Artículo de Fe describe las condiciones del Salvador en esta forma: ‘Creemos que por la expiación de Cristo todo el género humano puede salvarse, mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del evangelio’” (véase “La luz y la vida del mundo”, Liahona, enero de 1988, págs. 62–63).

D. y C. 29:46–50. “… los niños pequeños son redimidos desde la fundación del mundo”

Doctrina y Convenios 29:46–50 explica que existen aquellos que “tienen conocimiento” y aquellos que “no tie[nen] entendimiento” del Evangelio. Se manda a aquellos que tienen conocimiento que se arrepientan (véase D. y C. 29:49), mientras que los niños pequeños (y aquellos que “no tie[nen] entendimiento”) no son responsables y, por lo tanto, no pueden pecar. Los niños pequeños no pueden ser tentados por Satanás “hasta cuando empiezan a ser responsables” (D. y C. 29:47).

La declaración del Señor de que los “los niños pequeños son redimidos desde la fundación del mundo” (D. y C. 29:46) se refiere al hecho de que el plan de salvación de Dios, incluyendo la expiación de Jesucristo, se conocía y se comprendía desde el tiempo de nuestro estado premortal. Una de las bendiciones incondicionales del sacrificio expiatorio del Señor es que los niños pequeños son redimidos, lo que significa que sus faltas son pagadas mediante la expiación de Jesucristo hasta que llegan a ser responsables ante Dios, en cuyo tiempo son responsables de sus propias acciones. Más tarde, el Señor definió la edad de responsabilidad como los “ocho años de edad” (D. y C. 68:27).

El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó el significado de la frase que dice que los niños “empiezan a ser responsables” (D. y C. 29:47; cursiva agregada): “La edad de responsabilidad no comienza plenamente en el niño en un momento determinado de su vida, sino que este se hace responsable gradualmente, durante un lapso de algunos años. Llegar a ser responsable [ante Dios] es un proceso, no una meta a alcanzar con el transcurso de un número específico de años, días y horas… Sin embargo, llega un momento en que la responsabilidad es algo real y concreto y el pecado se atribuye a la vida de quienes se desarrollan normalmente. Se trata de los ocho años de edad, que es la edad del bautismo (D. y C. 68:27)” (véase “La salvación de los niños”, Liahona, marzo de 1978, pág. 9).

El profeta Mormón enseñó ese principio en una epístola a su hijo Moroni:

“Mas los niños pequeños viven en Cristo, aun desde la fundación del mundo…

“Y el que diga que los niños pequeños necesitan el bautismo niega las misericordias de Cristo y desprecia su expiación y el poder de su redención” (Moroni 8:12, 20).

El profeta José Smith enseñó: “La doctrina de bautizar a los niños, o rociarlos con agua, para que no sufran en el infierno, es una doctrina falsa, no fundada en las Santas Escrituras, y no concuerda con la naturaleza de Dios. Todos los niños son redimidos por la sangre de Jesucristo, y en el momento en que salen de este mundo son llevados al seno de Abraham” (Enseñanzas: José Smith, pág. 100).

El élder Quentin L. Cook, del Cuórum de los Doce Apóstoles, describió la naturaleza universal del misericordioso plan de salvación de Dios: “La maravillosa doctrina revelada al profeta José nos dio a conocer un Plan de Salvación que se aplica a toda la humanidad, incluso a los que no escuchen de Cristo en esta vida, a los niños que mueran antes de la edad de responsabilidad y a los que carezcan de entendimiento [véanse D. y C. 29:46–50; 137:7–10]” (“El plan de nuestro Padre: lo suficientemente amplio para todos Sus hijos”, Liahona, mayo de 2009, pág. 37).