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Capítulo 29: Doctrina y Convenios 77–80


“Capítulo 29: Doctrina y Convenios 77–80,” Doctrina y Convenios: Manual del alumno, 2017

“Capítulo 29”, Doctrina y Convenios: Manual del alumno

Capítulo 29

Doctrina y Convenios 77–80

Introducción y cronología

En marzo de 1832, el profeta José Smith continuó su traducción inspirada del Nuevo Testamento. Mientras estudiaba el libro de Apocalipsis, el Señor reveló el significado de algunos de los símbolos y acontecimientos que describió el apóstol Juan. Esta revelación está registrada en Doctrina y Convenios 77.

El 1 de marzo de 1832, en la revelación registrada en Doctrina y Convenios 78, el Señor instruyó al Profeta que organizara una empresa (más adelante conocida como la Firma Unida) para administrar las labores mercantiles y editoriales de la Iglesia. El Señor también describió las bendiciones que los santos recibirían. Más adelante, en marzo, el Profeta recibió las revelaciones registradas en Doctrina y Convenios 79–80, en las que el Señor llamó a Jared Carter, Stephen Burnett y Eden Smith a proclamar el Evangelio.

Febrero–marzo de 1832José Smith y Sidney Rigdon continúan la traducción inspirada del Nuevo Testamento.

Marzo de 1832Se recibe Doctrina y Convenios 77.

1 de marzo de 1832Se recibe Doctrina y Convenios 78.

7 de marzo de 1832Se recibe Doctrina y Convenios 80.

8 de marzo de 1832José Smith nombra a Jesse Gause y a Sidney Rigdon sus consejeros en la Presidencia del Sumo Sacerdocio.

12 de marzo de 1832Se recibe Doctrina y Convenios 79.

24–25 de marzo de 1832Un populacho se lleva a José Smith y a Sidney Rigdon por la noche y los golpea violentamente en Hiram, Ohio.

29 de marzo de 1832Fallece Joseph Murdock Smith, hijo adoptivo de José y Emma Smith.

Doctrina y Convenios 77: Antecedentes históricos adicionales

El profeta José Smith comenzó su traducción inspirada del Nuevo Testamento el 8 de marzo de 1831 y completó su obra inicial en julio de 1832. Luego revisó la traducción y continuó revisándola hasta el 2 de febrero de 1833. Durante su trabajo inicial con la traducción, el Profeta recibió una “explicación de las Revelaciones a San Juan” (en Manuscript History of the Church, tomo A-1, pág. 192, josephsmithpapers.org), o respuestas inspiradas a una serie de preguntas sobre el libro de Apocalipsis. Es muy posible que estas respuestas se recibieran en algún momento entre el 4 y el 20 de marzo de 1832, y están registradas en Doctrina y Convenios 77.

Al apóstol Juan, a quien también se conoce como Juan el Amado y Juan el Revelador, lo exiliaron a la isla de Patmos por testificar de Jesucristo y Su evangelio. Mientras se encontraba allí, recibió la revelación que se encuentra registrada en el libro de Apocalipsis, en el Nuevo Testamento (véase Apocalipsis 1:9–10). El profeta José Smith (1805–1844) explicó: “Las cortinas de los cielos se apartaron para Juan y, mediante una visión, pudo ver épocas futuras y contempló acontecimientos que sucederían en cada período subsiguiente hasta la escena final. Mientras observaba las glorias del mundo eterno, vio innumerables concursos de ángeles y escuchó la voz de Dios” (en Manuscript History, tomo C-1, apéndices, pág. 69, josephsmithpapers.org).

El profeta José Smith enseñó: “El libro de Apocalipsis es uno de los libros más sencillos que jamás Dios ha hecho escribir” (en Manuscript History, tomo D-1, pág. 1523, josephsmithpapers.org). Sin embargo, las ricas imágenes y el simbolismo de este libro pueden resultar difíciles de entender para los lectores de hoy en día. El Profeta advirtió a los misioneros que no enseñaran sobre los símbolos y detalles específicos del libro, sino que predicaran los principios básicos del Evangelio (véase Manuscript History, tomo D-1, pág. 1523, josephsmithpapers.org). Las preguntas y respuestas que se encuentran en Doctrina y Convenios 77 brindan una interpretación inspirada de algunos de los símbolos y acontecimientos que describió el apóstol Juan en los once primeros capítulos del libro de Apocalipsis.

Doctrina y Convenios 77

El Señor revela respuestas a preguntas en cuanto al libro de Apocalipsis

Doctrina y Convenios 77. ¿Qué verdades podemos aprender del estudio que José Smith hizo del libro de Apocalipsis?

Durante su traducción inspirada del libro de Apocalipsis del Nuevo Testamento, el profeta José Smith leyó y estudió los pasajes de las Escrituras, pidió mayor entendimiento al Señor y después recibió respuestas en una revelación que le ayudó a entender mejor las Escrituras. Esas respuestas se encuentran registradas en Doctrina y Convenios 77. La experiencia de José Smith demuestra que las personas pueden recibir revelación individual para entender mejor las Escrituras. El élder Dallin H. Oaks, del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó que el estudio meticuloso de las Escrituras y de las enseñanzas de los profetas modernos nos puede ofrecer un conocimiento mayor mediante la revelación:

“Lo que nos diferencia de la mayoría de los demás cristianos en la manera en que leemos y usamos la Biblia y otras Escrituras es nuestra creencia en la revelación continua. Para nosotros, las Escrituras no son la fuente definitiva de conocimiento, sino lo que precede a esta. El conocimiento definitivo llega por medio de la revelación… 

“La palabra del Señor en las Escrituras es como una lámpara que guía nuestros pies (véase Salmos 119:105) y la revelación es como una fuerza enorme que aumenta en gran manera la iluminación de la lámpara. Alentamos a todos a estudiar minuciosamente las Escrituras y las enseñanzas proféticas sobre ellas, así como a buscar revelación personal en oración para conocer su significado por sí mismos” (“Scripture Reading and Revelation”, Ensign, enero de 1995, pág. 7).

Doctrina y Convenios 77:1. “Es la tierra en su estado santificado, inmortal y eterno”

El “mar de vidrio” que describe Juan en Apocalipsis 4:6 representa “la tierra en su estado santificado, inmortal y eterno” como el Reino Celestial (D. y C. 77:1; véase también D. y C. 88:25–26). Aquellos que hayan vivido dignos de la gloria celestial recibirán una heredad eterna en la tierra celestial (véase D. y C. 88:17–20). El profeta José Smith enseñó: “Esta tierra, en su estado santificado e inmortal, llegará a ser semejante al cristal, y será un Urim y Tumim para los habitantes que moren en ella, mediante el cual todas las cosas pertenecientes a un reino inferior, o sea, a todos los reinos de un orden menor, serán manifestadas a los que la habiten; y esta tierra será de Cristo” (D. y C. 130:9; véanse también los comentarios sobre Doctrina y Convenios 130:9 de este manual).

Doctrina y Convenios 77:2–4. Los “cuatro seres vivientes”

El Señor reveló a José Smith que los cuatro animales, o seres vivientes, que vio el apóstol Juan representaban diferentes clases de seres que obtendrían gozo eterno en la presencia de Dios (véanse Apocalipsis 4:6–8; D. y C. 77:2–3). Al describir esas clases de seres celestiales, el Señor dijo que su cuerpo terrenal sería creado a la imagen de su cuerpo en espíritu (véase D. y C. 77:2). Al hablar de los cuerpos en espíritu de hombres y mujeres, la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles han afirmado: “Todos los seres humanos, hombres y mujeres, son creados a la imagen de Dios. Cada uno es un amado hijo o hija procreado como espíritu por padres celestiales y… tiene… una naturaleza y un destino divinos” (“La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, Liahona, noviembre de 2010, pág. 129).

Muchos años antes, en noviembre de 1909, la Primera Presidencia había explicado algunas de las diferencias entre los hijos de Dios y otras formas de vida animal: “La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, basando su creencia en la revelación divina tanto antigua como moderna, declara que el hombre es linaje directo de la Deidad. El mismo Dios es un hombre exaltado, perfecto, sentado sobre un trono y supremo. Mediante Su poder todopoderoso, organizó la tierra y todo lo que esta contiene, a partir de espíritu y elemento, que existen eternamente con Él. Formó cada planta que crece y cada animal que respira; cada uno según su especie, espiritual y temporalmente, ‘lo espiritual a semejanza de lo temporal, y lo temporal a semejanza de lo espiritual’. Creó el renacuajo y el simio, el león y el elefante, pero no los hizo a Su propia imagen, ni los invistió con razonamiento e inteligencia divinos. Sin embargo, toda la creación animal será perfeccionada y perpetuada en el más allá, cada clase en su ‘orden o esfera’ y gozará de ‘felicidad eterna’. Ese hecho ha quedado claro en esta dispensación (véase D. y C. 77:3)” (“The Origin of Man”, Ensign, febrero de 2002, pág. 30; véase también Improvement Era, noviembre de 1909, pág. 81).

Los cuatro animales representan “la gloria de las clases de seres en su orden o esfera de creación decretados” (D. y C. 77:3). También son seres vivientes reales, tal y como enseñó el profeta José Smith: “Juan vio animales de aspecto curioso en el cielo; vio toda criatura que estaba en el cielo: todas las bestias, aves y pájaros del cielo, que daban gloria a Dios… Supongo que Juan vio allí seres de mil formas que habían sido salvos de diez mil veces diez mil tierras como esta —animales extraños de los cuales ninguna idea tenemos—, y todos podrían verse en el cielo. El gran secreto consistía en mostrar a Juan lo que había en el cielo: Juan aprendió que, para glorificarse a Sí mismo, Dios salva todo lo que Sus manos han hecho, ya sean animales, aves, peces u hombres, y Él se deleitará en ellos… Los cuatro seres vivientes eran cuatro de los animales más nobles que habían cumplido la medida de su creación, y habían sido salvos de otros mundos porque eran perfectos; eran como ángeles en su propia esfera; pero no se nos ha dicho de dónde vinieron” (en Manuscript History of the Church, tomo D-1, pág. 1523, josephsmithpapers.org).

Doctrina y Convenios 77:5. Los “veinticuatro ancianos”

Junto con los cuatro animales, el apóstol Juan vio a veinticuatro ancianos en la presencia de Dios, adorándolo y alabándolo. El Señor explicó que esos ancianos habían pertenecido a las siete Iglesias, o sea, las siete ramas de la Iglesia de Jesucristo de Asia Menor de las que Juan habló (véase D. y C. 77:5). El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “De modo que Juan ve lo que ocurrirá en el futuro; ve a ciertos élderes en un esplendor celestial que en ese momento estaban en su estado incorpóreo en el paraíso esperando el día de su resurrección y la llegada de la vida eterna. En principio, es lo mismo que cuando José Smith, el 21 de enero de 1836, vio a su padre y a su madre, quienes aún vivían en la tierra, en el Reino Celestial o el cielo” (Doctrinal New Testament Commentary, 1973, tomo III, pág. 465; véase también D. y C. 137:1–5). La exaltación de esos veinticuatro élderes representa el galardón que recibirán todos los seguidores fieles de Jesucristo.

Doctrina y Convenios 77:6–7. Un libro sellado con siete sellos

En la antigüedad, los documentos importantes escritos en pergaminos se sellaban con sellos de arcilla o cera. Esos sellos revelaban la identidad del dueño y protegían el documento de aquellos que no estaban autorizados a leerlos. El libro o pergamino con los siete sellos que vio el apóstol Juan en una visión contenían “la voluntad, los misterios y las obras revelados de Dios” (D. y C. 77:6). Cada sello representa 1000 años de la existencia temporal de la tierra (véase D. y C. 77:6–7). En la visión de Juan, solo el Cordero de Dios, Jesucristo, era digno de abrir los sellos del libro (véanse Apocalipsis 5:1–7; 6:1–12). El Señor abrió cada sello y Juan vio las obras reveladas del Señor durante cada uno de los períodos de 1000 años de la existencia temporal de la tierra. Con el tiempo, se dará a conocer todo lo que Juan vio en el libro sellado. En otra revelación que se recibió más adelante, el Señor enseñó que durante el Milenio serán revelados “los hechos secretos de los hombres y las prodigiosas obras de Dios” de todas las eras del mundo (véase D. y C. 88:108–110).

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Representación de un pergamino de papiro con siete sellos

El apóstol Juan vio un libro que estaba sellado con siete sellos y que contenía las “obras de Dios” a lo largo de siete períodos, cada uno de ellos de 1000 años (véase D. y C. 77:6–7).

Doctrina y Convenios 77:8. “… cuatro ángeles enviados de Dios”

El apóstol Juan vio a “cuatro ángeles que estaban de pie en los cuatro ángulos de la tierra, deteniendo los cuatro vientos de la tierra” (Apocalipsis 7:1). La presencia de los ángeles de pie en los cuatro ángulos o cuadrantes de la tierra sugiere que tienen poder sobre todo el globo (véase D. y C. 38:12), y los cuatro vientos representan las fuerzas de destrucción (véase D. y C. 38:12). El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) enseñó:

“Estos ángeles parecen ser los mismos que se describen en la parábola del Trigo y la Cizaña (Mateo 13:24–43 y D. y C. 86:1[–]7), los que ruegan al Señor que les permita salir a segar el campo y se les dice que dejen que el trigo y la cizaña crezcan juntos hasta que llegue el momento de finalizar la cosecha, el cual es el fin del mundo (Mateo 13:38–39)… 

“Estos ángeles han recibido poder sobre las cuatro partes de la tierra y tienen el poder de entregar el Evangelio sempiterno a los pueblos de la tierra. La plenitud del Evangelio no fue restaurada por ningún mensajero solitario enviado de la presencia del Señor, sino que todos los antiguos profetas que tenían las llaves y vinieron a restaurarlas participaron en esta gran obra de restauración. Por esta revelación sabemos que hay cuatro ángeles, a los que se ha dado el poder para sellar los cielos y para abrirlos, poder para dar vida y para infligir muerte y destrucción. Estos ángeles ahora mismo llevan a cabo su obra en la tierra efectuando su sagrada misión” (Church History and Modern Revelation, 1953, tomo I, págs. 300–301).

Para obtener más información sobre la misión de estos ángeles, véanse los comentarios sobre Doctrina y Convenios 86:5–7 de este manual.

Doctrina y Convenios 77:9. Elías

El profeta José Smith llegó a saber que “el ángel que asciende del oriente” era Elías y que vendría “a congregar a las tribus de Israel y a restaurar todas las cosas” (D. y C. 77:9). El nombre o título de Elías se usa de diferentes maneras en las Escrituras. En el Nuevo Testamento, se usa Elías para referirse al profeta israelita de la antigüedad (véanse Mateo 17:1–4; Lucas 4:25–26; Santiago 5:17). La palabra Elías también se usa como título para aquellos que tienen misiones específicas de actuar como predecesores o restauradores. Por ejemplo, en Doctrina y Convenios 77:14 se indica que el título de Elías se aplica a Juan el Revelador, cuya misión abarca las responsabilidades de ayudar a “recoger a las tribus de Israel” y “restaurar todas las cosas”. Juan el Bautista sirvió como un Elías al preparar el camino para Jesucristo (véase Mateo 17:11–13). Jesucristo actuó como un Elías al restaurar el Evangelio y el Sacerdocio de Melquisedec (véase la Traducción de José Smith, Juan 1:20–28). Un hombre llamado Elías restauró el evangelio de Abraham al profeta José Smith y a Oliver Cowdery en el Templo de Kirtland (véase D. y C. 110:12). Este título se ha otorgado a muchas personas a quienes se les ha asignado la misión de preceder, congregar o restaurar (véanse D. y C. 27:6–7; 77:14) (véase la Guía para el Estudio de las Escrituras, “Elías”, scriptures.lds.org).

El Elías al que hace referencia el apóstol Juan en el libro de Apocalipsis podría representar a aquellos que han restaurado el conocimiento del Evangelio y las llaves del sacerdocio en la tierra en esta última dispensación. El élder Bruce R. McConkie enseñó: “Ya que es evidente que no fue un mensajero solo que llevó sobre sí la carga de la Restauración, sino más bien que cada uno ha venido con una investidura específica de lo alto, se hace patente que el término Elías incluye a varios personajes. La expresión debe entenderse como un nombre y título para aquellos cuya misión era la de entregar llaves y poderes a los hombres en esta dispensación final” (Mormon Doctrine, segunda edición, 1966, pág. 221).

Al describir a Elías, Juan dijo “que tenía el sello del Dios vivo” (Apocalipsis 7:2; véase D. y C. 77:9) y descubrió que la misión de Elías era “[sellar] en sus frentes a los siervos de nuestro Dios” (Apocalipsis 7:3; véase también D. y C. 77:9). El profeta José Smith enseñó que el sello de los fieles en la frente “significa sellar las bendiciones sobre su cabeza, refiriéndose al convenio sempiterno, con lo cual queda confirmada su vocación y elección” (en Manuscript History of the Church, tomo E-1, pág. 1690, josephsmithpapers.org; se estandarizó la puntuación). Aquellos que reciben las ordenanzas de salvación por medio de la autoridad apropiada del sacerdocio y que son fieles a los convenios que han hecho recibirán el sello de la bendición de la exaltación. Este sello protege a los fieles de los juicios divinos sobre los inicuos (véanse Apocalipsis 9:416).

Doctrina y Convenios 77:11. “… los ciento cuarenta y cuatro mil sellados”

Algunas personas han supuesto que las 144 000 personas que se mencionan en Apocalipsis 7:3–8 se refieren al número total de personas que serán exaltadas en el Reino Celestial. Sin embargo, el Señor aclaró que este es el número de sumos sacerdotes que son “ordenados de entre toda nación, tribu, lengua y pueblo” para “administrar el evangelio eterno” y ayudar a llevar a las personas “a la iglesia del Primogénito” (D. y C. 77:11). El profeta José Smith aprendió que la Iglesia del Primogénito se refiere a la iglesia celestial del Salvador, que incluye a todos aquellos que son exaltados en el reino celestial de Dios (véanse D. y C. 76:54; 88:4–5). Por tanto, los 144 000 son aquellos que predican durante los últimos días para traer a las personas a Jesucristo y ayudarlas a obtener la exaltación.

Doctrina y Convenios 77:14. La misión de Juan de ayudar a recoger a las tribus de Israel

El “librito” (Apocalipsis 10:2) que el ángel le dio al apóstol Juan no era el libro sellado con siete sellos del que se habla en Apocalipsis 5. El librito representa la misión de Juan de ayudar a congregar a Israel como parte de la Restauración. Se le dijo: “cómetelo” (Apocalipsis 10:9), que significaba que debía participar de la palabra de Dios y aceptar la comisión que se le había asignado. De acuerdo con el relato que John Whitmer hizo de la conferencia de la Iglesia en junio de 1831, “el Espíritu del Señor descendió sobre José [Smith] de manera inusual y este profetizó que Juan el Revelador estaba entonces entre las Diez Tribus de Israel que habían sido llevadas por Salmanasar, rey de [Asiria], a fin de prepararlas para su regreso de su larga dispersión, para poseer de nuevo la tierra de sus padres” (en The Joseph Smith Papers, Histories, tomo II: Assigned Histories, 1831–1847, edición de Karen Lynn Davidson y otros, 2012, pág. 39; se estandarizó la ortografía, la puntuación y el uso de las mayúsculas). El Señor se refirió al apóstol Juan como Elías, que tenía que “venir y restaurar todas las cosas” (D. y C. 77:14). En su función de Elías, Juan se apareció, junto con Pedro y Santiago, al profeta José Smith y a Oliver Cowdery para restaurar las llaves del Sacerdocio de Melquisedec.

Doctrina y Convenios 77:15. ¿Quiénes son los dos testigos de Jerusalén?

En su visión, el apóstol Juan vio a dos testigos que poseían un gran poder al testificar de la verdad y que, con el tiempo, los matarían en Jerusalén (véase Apocalipsis 11:3–8). El Señor reveló al profeta José Smith que esos dos testigos serían profetas “levantados a la nación judía en los postreros días” (D. y C. 77:15). El élder Bruce R. McConkie enseñó: “¿Quiénes serán estos testigos? No lo sabemos, excepto que serán seguidores de José Smith, poseerán el santo Sacerdocio de Melquisedec y serán miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Es razonable suponer, sabiendo cómo el Señor ha tratado siempre con Su pueblo en todas las épocas, que serán dos miembros del Consejo de los Doce o de la Primera Presidencia de la Iglesia” (The Millennial Messiah: The Second Coming of the Son of Man, 1982, pág. 390).

Doctrina y Convenios 78: Antecedentes históricos adicionales

En una revelación que se dio en febrero de 1831, el Señor mandó a los santos que establecieran un almacén para reunir bienes y dinero extra en beneficio de los pobres (véase D. y C. 42:34–35; véase también D. y C. 51:13). La tienda de Newel K. Whitney ubicada en Kirtland, Ohio, funcionaba como almacén y Sidney Gilbert estableció otra en Independence, Misuri (véanse D. y C. 57:8–10; 72:8–10). Esos almacenes no solo proveían a los santos de bienes necesarios, sino que también generaban fondos para comprar tierras y financiar la publicación de las revelaciones recibidas por el profeta José Smith. Además, en noviembre de 1831, el Señor llamó a José Smith, Oliver Cowdery, John Whitmer, Sidney Rigdon, Martin Harris y William W. Phelps a ser “mayordomos de las revelaciones y mandamientos” (D. y C. 70:3). Ese grupo tenía la responsabilidad de supervisar la publicación de las revelaciones. Serían compensados por su trabajo con las ganancias que se generaran de la venta de las revelaciones publicadas. El Señor les indicó que llevaran al almacén las ganancias que sobraran, tras cubrir sus necesidades, para el beneficio de los santos de Sion (véase D. y C. 70:7–8).

El 1 de marzo de 1832, el profeta José Smith se reunió con un grupo de sumos sacerdotes en Kirtland, Ohio, probablemente para tratar la labor mercantil y editorial de la Iglesia. Durante la reunión, el profeta dictó la revelación que se encuentra registrada en Doctrina y Convenios 78. Posteriormente, se creó la Firma Unida para administrar mejor las propiedades y la labor financiera de la Iglesia, como los almacenes. La parte de la Firma Unida que administraba la labor editorial de la Iglesia se llamaba la Firma Literaria.

Con el fin de proteger esa entidad dirigida por la Iglesia contra los enemigos, se modificaron algunas de las palabras de esta y otras revelaciones cuando se publicaron por primera vez en la edición de 1835 de Doctrina y Convenios (véanse D. y C. 82; 92; 96104). En esa primera edición se usaron seudónimos, es decir, se sustituyeron los nombres, para referirse a personas, lugares y actividades. Puede que se hiciera así para impedir que los enemigos de la Iglesia obtuvieran información que pudiera dañar el objetivo de la Iglesia de edificar Sion. En ediciones posteriores de Doctrina y Convenios, esos seudónimos se sustituyeron por los nombres reales.

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Mapa 5: La región de Nueva York, Pensilvania y Ohio, Estados Unidos

Doctrina y Convenios 78

El Señor da instrucciones a José Smith para que establezca la Firma Unida y promete bendiciones a aquellos que guarden Sus mandamientos

Doctrina y Convenios 78:3–4, 8–9. La Firma Unida o la Orden Unida

En la edición de 2013 de las Escrituras, el encabezado de Doctrina y Convenios 78 dice: “Poco tiempo después de [la] disolución [de la Firma Unida], y bajo la dirección de José Smith, la frase ‘los asuntos del almacén para los pobres’ reemplazó a ‘establecimientos mercantiles y editoriales’ en la revelación, y la palabra ‘orden’ reemplazó a la palabra ‘firma’”[véase D. y C. 78:3–4, 8].

Los términos firma y Firma Unida más adelante se cambiaron por orden y Orden Unida en Doctrina y Convenios (véanse D. y C. 78:4, 8; 82:20; 92:1; 104:1, 5, 10, 47–48, 53). El término Orden Unida, tal como se usa en Doctrina y Convenios, se refiere a la Firma Unida y no se debe confundir con los diversos sistemas de reparto comunal o cooperativo que se establecieron años después, cuando los santos se establecieron en el oeste de los Estados Unidos. La Firma Unida era una sociedad empresarial basada en la ley de consagración entre el profeta José Smith y un número limitado de otros líderes de la Iglesia de Kirtland, Ohio, y de Independence, Misuri (véanse D. y C. 82:11–12; 92:1–2; 96:8). Entre abril de 1832 y abril de 1834, cuando el Señor mandó a José Smith que disolviera la sociedad, la Firma Unida tuvo una función esencial en la administración de la Iglesia. Sirve como ejemplo de cómo se implementó la ley de consagración en los negocios de la Iglesia.

Para obtener más información sobre la Firma Unida, su organización, propósito y las razones por las que se disolvió, véanse los comentarios sobre Doctrina y Convenios 82:8–12, 15–24 y Doctrina y Convenios 104 de este manual.

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El interior de la tienda de Newel K. Whitney, Kirtland, Ohio

La Firma Unida se organizó de acuerdo con la revelación para administrar los esfuerzos mercantiles y editoriales de la Iglesia (véase D. y C. 78:3).

Doctrina y Convenios 78:4. “… establecimiento y orden permanentes y sempiternos”

Aunque la Firma Unida se disolvió después de dos años, los principios de la ley de consagración y de cuidar de los pobres y los necesitados son aspectos permanentes de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Cuando los santos luchan por ser “uno en corazón y voluntad”, pueden morar en rectitud y no tener “pobres entre ellos” (Moisés 7:18).

Doctrina y Convenios 78:5–7. Prepararnos para un lugar en el Reino Celestial

En la revelación que se encuentra registrada en Doctrina y Convenios 78, el Señor instruyó a los santos que fueran “iguales en las cosas terrenales” (D. y C. 78:6) y vivieran los principios de la ley de consagración. Ser “iguales en las cosas terrenales” no significa que todos vayan a tener las mismas posesiones materiales, sino que tendrán el mismo derecho a los recursos, de acuerdo con las diferentes circunstancias y necesidades (véanse D. y C 51:3; 82:17). El Señor prometió a los santos que vivieran ese principio que Él compartiría con ellos todo lo que Él tiene y que serían “iguales en los vínculos de cosas celestiales” (D. y C. 78:5).

Cuando cuidamos de los pobres y los necesitados y consagramos todo lo que tenemos al Señor, nos estamos preparando para obtener un lugar en el reino de los cielos. Si los Santos de los Últimos Días “no dan de sus bienes a los pobres ni a los afligidos entre ellos, como corresponde a los santos”, no estarán “unidos conforme a la unión que requiere la ley del reino celestial” (D. y C. 105:3–4). El profeta José Smith enseñó: “Dios tiene determinado en Su propio seno un período o tiempo en que traerá a Su reposo celestial a todos Sus súbditos que hayan obedecido Su voz y guardado Sus mandamientos. Este reposo es de tal perfección y gloria, que el hombre tiene necesidad, según las leyes de este reino, de una preparación antes que pueda entrar en él y disfrutar de sus bendiciones. Por ser esto así, Dios ha dado ciertas leyes a la familia humana que son suficientes, si se observan, para prepararla a fin de heredar este reposo. Concluimos, pues, que para este propósito nos ha dado Dios Sus leyes” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 173). El Señor ha prometido que aquellos que sean exaltados en el reino celestial de Dios, habiendo recibido de Su plenitud y gloria, serán iguales a Él en poder, fuerza y dominio (véanse D. y C. 76:95; 88:107).

Doctrina y Convenios 78:10. Satanás procura desviar nuestro corazón de la verdad y cegarnos

La restauración del evangelio de Jesucristo ha hecho posible que cada persona pueda aprender y obtener la verdad espiritual, lo que permite abandonar el mal y el pecado, así como evitar el error y el engaño (véanse D. y C. 6:11; 50:25; 66:1; 93:36–37, 42). El Señor advirtió a los santos que Satanás procuraba “desviar sus corazones de la verdad” (D. y C. 78:10). Cuando los hijos de Dios obedecen los mandamientos, obtienen la verdad (véase D. y C. 93:28); pero cuando son desobedientes, abandonan la verdad (véanse D. y C. 93:39; 138:29). Aquellos que son desobedientes son “cegados y no [comprenden] las cosas que están preparadas para ellos” (D. y C. 78:10).

El élder M. Russell Ballard, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “Una de las tácticas astutas de Satanás es tentarnos a concentrarnos en lo presente y olvidarnos del futuro. El Señor advirtió a José Smith que ‘Satanás procurará desviar sus corazones de la verdad, de manera que sean cegados y no comprendan las cosas que están preparadas para ellos’ (D. y C. 78:10). Las ‘cosas que están preparadas para ellos’ son las recompensas prometidas de la vida eterna, que se reciben como resultado de la obediencia. El diablo trata de cegarnos en cuanto a esas recompensas. El presidente Heber J. Grant dijo: ‘Si somos fieles en guardar los mandamientos de Dios, Sus promesas se cumplirán al pie de la letra… El problema es que el adversario del alma humana ciega la mente del hombre. Es como si le echara tierra en los ojos y lo cegara con las cosas de este mundo’ (Gospel Ideals, Salt Lake City: Improvement Era, 1942, págs. 44–45). Él nos tienta con los placeres transitorios del mundo para que no concentremos nuestros esfuerzos en aquello que trae gozo eterno. El diablo juega sucio y debemos estar alerta a sus artimañas” (véase “La pureza precede al poder”, Liahona, enero de 1991, pág. 47).

Doctrina y Convenios 78:11–12. “… [organizaos] por medio de un vínculo o convenio sempiterno”

El profeta José Smith, Newel K. Whitney, Sidney Rigdon y otros viajaron a Misuri en abril de 1832 para reunirse con otros líderes de la Iglesia y organizar de manera formal la Firma Unida, con almacenes en Independence, Misuri, y en Kirtland, Ohio. Se asignó a William W. Phelps y a Sidney Gilbert que prepararan un “vínculo [acuerdo escrito] o convenio sempiterno” para la firma (D. y C. 78:11). Al participar en ese convenio, esos líderes de la Iglesia acordaron consagrar su propiedad a la Firma Unida y, juntos, asumir la responsabilidad de las deudas de la firma. El Señor advirtió que si alguno de esos hombres quebrantaba el convenio, perdería su llamamiento en la Iglesia y quedaría vulnerable a la influencia de Satanás (véase D. y C. 78:12).

Doctrina y Convenios 78:13–14. Para que “la iglesia se sostenga independiente”

Se prometió a los miembros de la Firma Unida que vivir la ley de consagración del Señor crearía una base de recursos temporales que haría posible que la Iglesia fuera independiente económicamente y lograra sus objetivos divinos. El mandato del Señor de que Su Iglesia tuviera lo suficiente para ser independiente no significa que los Santos de los Últimos Días deban aislarse de otras personas en su labor de hacer el bien en el mundo. Actualmente, la Iglesia trabaja a menudo con otras iglesias y organizaciones para brindar ayuda humanitaria a personas necesitadas en todo el mundo. El presidente Russell M. Nelson explicó:

“El Señor dio instrucciones a los líderes de Su Iglesia restaurada de establecer y mantener la integridad institucional, para que ‘la iglesia se sostenga independiente’ [D. y C. 78:14].

“Mientras tanto, se recomienda a sus miembros unirse a ciudadanos con creencias afines para hacer el bien. Estamos agradecidos por los muchos ejemplos de servicio heroico prestado durante terremotos, inundaciones, huracanes y otros desastres. Estos esfuerzos cooperativos por ayudar a vecinos en tiempos de necesidad trascienden cualquier barrera de religión, raza y cultura. ¡Esas obras buenas son el amor de los últimos días en acción!

“La ayuda humanitaria que prestan los miembros de la Iglesia es extensa, abarca naciones diversas y es generalmente anónima” (véase “Llena nuestro corazón de tolerancia y amor”, Liahona, julio de 1994, págs. 79–80).

Doctrina y Convenios 78:15–16. Adán–ondi–Ahmán

El profeta José Smith declaró que el norte de Misuri era la ubicación de Adán–ondi–Ahmán, el lugar donde Adán y Eva moraron después de ser expulsados del Jardín de Edén (véase D. y C. 116; véanse también los comentarios sobre Doctrina y Convenios 116 de este manual). De acuerdo con el Profeta, la palabra Ahmán es el nombre de Dios en el idioma puro de Adán, e “Hijo Ahmán” es el nombre del Hijo de Dios, Jesucristo (véase The Joseph Smith Papers, Documents, tomo II: julio de 1831–enero de 1833, edición de Matthew C. Godfrey y otros, 2013, págs. 213–215; véase también D. y C. 95:17). Adán–ondi–Ahmán fue el escenario de un consejo sagrado que Adán celebró con su posteridad justa (véase D. y C. 107:53–57; véanse también los comentarios sobre Doctrina y Convenios 107 de este manual). Este lugar también será la ubicación de la gran reunión futura entre el Señor, Adán y la posteridad justa de Adán antes de la segunda venida del Salvador (véanse Daniel 7:9–10, 13–14; D. y C. 27:5–14116).

La revelación original que se dio en marzo de 1832 no incluía la información sobre Adán–ondi–Ahmán y Miguel. Esas adiciones inspiradas se hicieron en el verano de 1835, cuando se estaba preparando Doctrina y Convenios para su publicación. Los cambios realizados en la revelación que se encuentra registrada en Doctrina y Convenios 78 incluyen la adición de la frase “el cual ha establecido los cimientos de Adán-ondi-Ahmán”, en el versículo 15, y el versículo 16 completo, así como el título “Hijo Ahmán” en el versículo 20. (Véase Alexander L.Baugh, “The History and Doctrine of the Adam-ondi-Ahman Revelation (DC 116)”, en Foundations of the Restoration: Fulfillment of the Covenant Purposes, edición de Craig J. Ostler, Michael Hubbard MacKay y Barbara E. Morgan, 2016, págs. 165–166).

Esas adiciones aclaran que Miguel (Adán) poseerá “las llaves de la salvación bajo el consejo y dirección del Muy Santo [Jesucristo]” (D. y C. 78:16). El profeta José Smith enseñó: “El sacerdocio se dio primeramente a Adán; él recibió la Primera Presidencia y tuvo las llaves de ella de generación en generación. La recibió en la Creación, antes de que se formara el mundo… Se le dio dominio sobre toda criatura viviente; él es Miguel el Arcángel, de quien se habla en las Escrituras” (Enseñanzas: José Smith, pág. 109). Además, el Profeta explicó que, cuando el evangelio de Jesucristo se restaura, las llaves del sacerdocio “tienen que ser traídas de los cielos cada vez que se envía el Evangelio; y cuando se revelan de los cielos, se hace mediante la autoridad de Adán” (Enseñanzas: José Smith, pág. 109).

Doctrina y Convenios 78:17–22. “… el que reciba todas las cosas con gratitud”

El Señor comparó a los santos con niños pequeños en cuanto a su entendimiento de las grandes bendiciones que el Padre Celestial tiene reservadas para ellos. Se refirió a esas bendiciones como “las riquezas de la eternidad” (D. y C. 78:18). Tales riquezas incluyen un cuerpo glorificado y resucitado; una heredad celestial en el reino de Dios; familias eternas y la exaltación. Para la mente terrenal resulta difícil comprender esas bendiciones tan gloriosas. Por esa razón, el apóstol Pablo enseñó a los santos corintios: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para aquellos que le aman” (1 Corintios 2:9).

El Señor ofrece “todas las cosas” a aquellos que son fieles y viven los principios de la ley de consagración (D. y C. 78:22), y promete gloria a aquellos que reciben “todas las cosas con gratitud” (D. y C. 78:19). Una manera en la que podemos recibir todas las cosas con gratitud es cultivar una actitud agradecida. El presidente Dieter F. Uchtdorf, de la Primera Presidencia, enseñó:

“Permítanme proponer que consideremos la gratitud como una disposición, un modo de vida que es independiente de nuestra situación actual. En otras palabras, lo que quiero decir es que en vez de estar ‘agradecidos por cosas’, nos concentremos en estar ‘agradecidos en nuestras circunstancias’, cualesquiera que sean… 

“Este tipo de gratitud trasciende cualquier cosa que suceda a nuestro alrededor; supera la decepción, el desaliento y la desesperación; florece con la misma hermosura en el helado panorama del invierno, así como en el agradable calor del verano” (“Agradecidos en cualquier circunstancia”, Liahona, mayo de 2014, págs. 75, 76).

Doctrina y Convenios 79–80: Antecedentes históricos adicionales

En las revelaciones que están registradas en Doctrina y Convenios 7980, se llamó a tres personas a predicar el Evangelio: Jared Carter, Stephen Burnett y Eden Smith. Jared Carter se bautizó en Colesville, Nueva York, y se mudó a Ohio con los santos de Colesville. En el otoño de 1831, salió a una misión al este y predicó el Evangelio en Ohio, Pensilvania, Nueva York y Vermont. Después de cinco meses de predicar el Evangelio, regresó a su hogar en Ohio. Unas semanas después, visitó al profeta José Smith para preguntarle sobre su siguiente misión. El 2 de marzo de 1832, José Smith dictó la revelación que se encuentra registrada en Doctrina y Convenios 79.

Stephen Burnett se convirtió en miembro de la Iglesia en noviembre de 1830, en Warrensville, Ohio, cuando tenía dieciséis años. El año siguiente, Oliver Cowdery lo ordenó sumo sacerdote. En una revelación de enero de 1832, se le llamó a servir en una misión con Ruggles Eames (véase D. y C. 75:35). No se sabe si cumplió con su llamamiento. Dos meses después, el 7 de marzo de 1832, el Profeta recibió la revelación que se encuentra registrada en Doctrina y Convenios 80, en la que se llama a Stephen Burnett a predicar el Evangelio con Eden Smith. Sin embargo, cuando Eden Smith enfermó, Stephen Burnett cumplió su misión con John Smith, el padre de Eden (este no es el mismo John Smith que era tío del profeta José Smith).

Doctrina y Convenios 79–80

El Señor llama a Jared Carter, Stephen Burnett y Eden Smith a servir en misiones

Doctrina y Convenios 79:1–3. “… el poder de la ordenación con que ha sido ordenado”

El Señor advirtió a Jared Carter que sirviera en su llamamiento misional “mediante el poder de la ordenación con que [había] sido ordenado” (D. y C. 79:1). A quienes se llama a predicar el Evangelio se les aparta y se les da autoridad para enseñar el Evangelio y ayudar a otras personas a venir a Jesucristo. La hermana Julie B. Beck, que fue Presidenta General de la Sociedad de Socorro, enseñó: “Todo élder y toda hermana que reciben un llamamiento misional son apartados para efectuar la obra del Señor y a cada uno se le da autoridad para predicar el evangelio de Cristo” (véase “Un derramamiento de bendiciones”, Liahona, mayo de 2006, pág. 12).

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se ordena a un jovencito a un oficio del sacerdocio

La ordenación del sacerdocio conlleva el poder de Dios para bendecir a otras personas mediante el servicio digno (véase D. y C. 79:1).

Con esa autoridad, Jared Carter salió a servir en una misión el 25 de abril de 1832. La misión duró seis meses y dos días, y Jared registró lo siguiente al respecto: “El Señor me ha permitido que administre el Evangelio a 79 almas, y muchas otras, por mi conducto, se han convencido de esta obra tan maravillosa” (Diario de Jared Carter, texto mecanografiado, pág. 20, Biblioteca de Historia de la Iglesia, Salt Lake City). Entre las personas a las que ayudó a convertir al Evangelio restaurado se encontraban John y Elizabeth Tanner. John era un acaudalado hombre de negocios que tenía la pierna llena de llagas. Jared Carter relató así la sanación de John Tanner: “El Señor tuvo misericordia de un hombre cojo, de nombre Tanner, que era tan cojo que no podía soportar su peso… sobre uno de los pies. Era cojo desde hacía meses, pero descubrimos que creía en el Libro de Mormón. Le pedí que intentara caminar en el nombre de Cristo [y] accedió a hacerlo. Entonces le tomé de la mano y le mandé en el nombre de Cristo que caminara, y por el poder de Cristo consiguió andar” (Diario de Jared Carter, pág. 19). Después de su conversión, John Tanner se mudó a Ohio y donó miles de dólares para pagar la deuda del terreno del Templo de Kirtland y financiar su construcción. Esos hechos fueron una respuesta a las oraciones del profeta José Smith y de otros líderes de la Iglesia.