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Apocalipsis 16: Siete ángeles ‘derraman’ los juicios de Dios


Apocalipsis 16

Siete ángeles “derraman” los juicios de Dios

En Apocalipsis 15 se nos dice que Juan vio siete ángeles salir del templo en la presencia de Dios. A cada uno se le dio una copa “llena de la ira de Dios” (Apocalipsis 15:7). En Apocalipsis 16 se describe a cada uno de los ángeles cuando derrama el contenido de su copa sobre la tierra, trayendo a ésta los juicios o castigos de Dios sobre los inicuos.

Algo de lo que se encuentra en Apocalipsis 16 es parecido a lo que leemos en Apocalipsis 8–9. Recuerda que en Apocalipsis 12 la visión de Juan se remonta hacia el tiempo pasado y que en ella se le muestran las cosas que conducen a lo que ve en Apocalipsis 8–11. Por consiguiente, en Apocalipsis 16 se repiten algunas de las cosas que vio con anterioridad, pero esta vez se le muestran con fines diferentes. Por ejemplo, en Apocalipsis 16, Juan ve el papel que desempeña la bestia, Satanás, en los juicios de estos últimos días.

En Apocalipsis 9, hay varios versículos referentes a la guerra que hay después de que el sexto ángel toca la trompeta. En Apocalipsis 16, después de que el sexto ángel derrama su copa, Juan ve que la bestia reúne a la gente en Armagedón (véanse los vers. 14–16), el cual es el lugar de la última gran batalla antes de la segunda venida de Cristo. Lo que se describe a continuación, en Apocalipsis 16, es el séptimo ángel, como el séptimo de Apocalipsis 11, que anuncia: “Hecho está”(Apocalipsis 16:17), o sea, que el momento de la Segunda Venida ha llegado. Esta ocasión es de lo más terrible para los que se negaron a arrepentirse mediante los juicios anteriores, pero es una ocasión maravillosa para los justos.

En Apocalipsis 16, Juan ve que el último acaecimiento que ocurre cuando el Señor viene es la destrucción de Babilonia, que representa los reinos del diablo. La destrucción de los reinos del diablo es la gran victoria del bien en la batalla contra el mal, que es lo que se trata desde Apocalipsis 12. La destrucción se describe en Apocalipsis 17–18.