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Juan 19: Jesucristo pone Su vida


Juan 19

Jesucristo pone Su vida

Los soldados romanos entretejieron una corona de espinas y la pusieron sobre la cabeza del Salvador, y burlándose de Él le decían: “¡Salve, Rey de los judíos!”. Cuando Pilato presentó la azotada figura del Maestro a los líderes judíos como el rey de ellos, éstos gritaron: “¡Fuera… crucifícale!”. No obstante, Jesucristo volverá como “Rey de reyes y Señor de señores”(Apocalipsis 19:16) y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni dolor (véase Apocalipsis 21:4). Cuando leas los dramáticos y conmovedores acontecimientos que se hacen constar en Juan 19, hazte esta pregunta: ¿Por qué permitió el Hijo de Dios tales insultos e injusticia? ¿Qué nos enseña eso acerca de Su amor?

Otros relatos de lo que leas en Juan 19

Juan 19:1–24—Mateo 27:27–36; Marcos 15:16–24; Lucas 23:23–34.

Juan 19:28–30—Mateo 27:46–49; Marcos 15:34–37; Lucas 23:46.

Juan 19:38–42—Mateo 27:57–61; Marcos 15:42–47; Lucas 23:50–56.

La comprensión de las Escrituras

Juan 19

La hora sexta (vers. 14)—Cerca del mediodía.

Túnica (vers. 23)—Vestidura exterior amplia y larga que se extendía del cuello a las rodillas.

Echemos suertes (vers. 24)—Repartámosla por sorteo entre varios.

Hisopo (vers. 29)—Un tallo o una rama larga de la planta de hisopo.

Mirra y áloes (vers. 39)—Especias que utilizaban los judíos para preparar los cuerpos para la sepultura.

Juan 19:1—Pilato ordena que se azote a Jesús

El élder James E. Talmage escribió: “La flagelación era el terrible preliminar de la muerte sobre la cruz. El instrumento de castigo era un azote de muchas correas emplomadas, en el extremo de las cuales se colocaban filosos fragmentos de hueso” (Jesús el Cristo, pág. 671).

Juan 19:6–30—“¡Crucifícale! ¡Crucifícale!”

El élder James E. Talmage explicó: “La crucifixión era a la vez la más prolongada y dolorosa de todas las formas de ejecución. La víctima vivía en un tormento cada vez mayor que generalmente duraba muchas horas, a veces días. Los clavos tan cruelmente hincados en las manos y en los pies penetraban y desgarraban nervios sensibles y delicados tendones, y sin embargo, no producían una herida mortal. El anhelado alivio de la muerte resultaba del agotamiento causado por el intenso e incesante dolor y la consiguiente inflamación y congestión local de los órganos, debido a la postura tirante e innatural del cuerpo” (Jesús el Cristo, pág. 689).

Juan 19:31–37—“Que se les quebrasen la piernas”

El comienzo del día de reposo judío —que comenzaba a la puesta del sol— se acercaba. La ley de los judíos no permitía que se bajara un cadáver de la cruz en el día de reposo, ni que se dejaran los cadáveres colgados en ese día. Por petición de los líderes judíos, los soldados romanos quebraron las piernas de los ladrones a fin de acelerarles la muerte. Como Jesús ya había muerto, no le quebraron las piernas, y así se cumplió la Escritura: “No será quebrado hueso suyo” (Juan 19:36; véase también Éxodo 12:46; Salmos 34:20).

El estudio de las Escrituras

Al estudiar Juan 19, realiza dos de las siguientes actividades (A–C).

  1. ¿Qué diría él? ¿Qué dirías tú?

    Imagínate que tuviste la oportunidad de conocer a Pilato varios años después de ocurridos los acontecimientos que se describen en Juan 18:28–19:22.

    1. Basándote en lo que leas en las Escrituras, ¿qué consideras que él te diría acerca de Jesús y de Su crucifixión después de haber tenido algún tiempo para reflexionar en ello?

    2. Si él te hiciera la misma pregunta que hace a Jesús en Juan 18:38, ¿qué responderías?

  2. El aprender a amar a los demás en todas las circunstancias

    1. Lee Juan 19:25–27 y describe una de las preocupaciones del Salvador cuando se encontraba en la cruz.

    2. ¿Por qué caracteriza ese acto la vida que Él vivió?

  3. El ser discípulos de Jesucristo

    José de Arimatea y Nicodemo eran líderes judíos y miembros del consejo gobernante que se conocía como el sanedrín (véase en la Guía para el Estudio de las Escrituras la entrada “José de Arimatea”, pág. 112).

    1. Lee Lucas 23:50–51 y Juan 7:45–53, y describe cómo demostró su discipulado cada uno de esos hombres.

    2. ¿A quién pertenecía el sepulcro nuevo? (véase Mateo 27:59–60).

    3. ¿Qué aprendes de José y de Nicodemo acerca de la manera de ser un discípulo?