Historia de la Iglesia
21 La misma gran obra


“La misma gran obra”, capítulo 21 de Santos: La historia de la Iglesia de Jesucristo en los últimos días, tomo II, Ninguna mano impía, 1846–1893, 2019

Capítulo 21: “La misma gran obra”

Capítulo 21

La misma gran obra

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carruaje tirado por caballos llega a la Casa Blanca

“El frenesí de la guerra está volviendo loca a la gente”, le escribieron los apóstoles Orson Pratt y Erastus Snow a Brigham Young en la primavera de 1861. “Los ejércitos reclutan, practican maniobras, marchan y se concentran para el terrible conflicto. El momento puede llegar pronto, cuando a ningún hombre se le permitirá permanecer en el Norte o en el Sur sin luchar”1.

La dramática salida de Carolina del Sur de los Estados Unidos había provocado una rebelión generalizada en todo el sur. En los meses que siguieron, diez estados más del sur abandonaron la nación y el gobierno de los Estados Unidos se apresuró a fortalecer sus bases militares. Sin embargo, las fuerzas del Sur se apoderaron rápidamente de todos los fuertes, excepto de los más resistentes, y el presidente Abraham Lincoln reclutó a setenta y cinco mil soldados para sofocar la rebelión. Esas fuerzas pronto demostraron ser demasiado pequeñas para manejar la crisis2.

Orson había estado observando cómo se agudizaba el conflicto desde que él y Erastus habían llegado en el otoño para supervisar la misión del este de Estados Unidos. Cuando era un joven misionero en la década de 1830, Orson llevaba en su bolsillo una copia de la profecía de José Smith sobre la guerra, la que a veces leía a las congregaciones. En ese entonces, la mayoría de las personas pensaban que era un disparate, pero ahora tenía un efecto diferente3. Orson leyó la revelación en público y dispuso que se publicara en el New York Times4. Otros periódicos también publicaron la profecía.

“¿No hemos tenido un profeta entre nosotros?”, preguntaba un periódico de Filadelfia que imprimió la revelación. “En vista de nuestros problemas actuales, esta predicción parece estar en curso de cumplirse, ya sea que Joe Smith fuera un impostor o no”5.

Mientras los ejércitos del Norte y del Sur se movilizaban para la guerra civil, los misioneros bajo la dirección de Orson y Erastus reunieron a los santos del este para congregarse en Sion. Los líderes de la Iglesia recorrieron las ciudades y las zonas rurales buscando a los santos que se habían alejado del redil y les instaron a regresar6.

La respuesta fue abrumadora. Alrededor de mil santos de Filadelfia, Nueva York y Boston tomaron un tren hacia Florence, Nebraska, en junio. “El tren era tan largo y pesado”, informó Orson a Brigham, “que hicieron falta dos locomotoras para arrastrarlo”. Quinientos miembros de la Iglesia de los estados del medio oeste también partieron hacia el oeste a pie o en carromatos7.

Sin embargo, la migración masiva no se limitó a los estadounidenses. Grandes contingentes de santos cruzaron el océano Atlántico en la primavera de 1861 para dirigirse al oeste de Estados Unidos. El año anterior, la Primera Presidencia había llamado a George Q. Cannon para que se uniera a Amasa Lyman y Charles Rich para presidir la Misión Británica y dirigir la emigración8. Esa temporada, ellos enviaron a dos mil santos de Europa y Sudáfrica a Sion.

En lugar de suministrar carros de mano para los muchos emigrantes que no podían pagar su viaje a Utah, la Iglesia envió doscientos carromatos y mil setecientos bueyes, muchos de ellos donados por los barrios de Utah, al río Misuri. Los santos de escasos recursos fueron divididos en cuatro compañías de carromatos “de ida y vuelta”, que los llevaron a Utah por el precio relativamente bajo de catorce dólares por adulto y siete dólares por niño9.

Mientras tanto, la gente de todo el país se preguntaba si Utah se quedaría en la Unión, se uniría a los rebeldes del Sur o formaría una nación independiente. Muchos santos todavía culpaban al gobierno de los Estados Unidos por no haberles indemnizado las pérdidas que habían sufrido en Misuri e Illinois. También estaban resentidos por los funcionarios que el gobierno había designado, por la presencia del ejército en Utah y por la negativa del Congreso a otorgarle a Utah la condición de estado10.

Sin embargo, Brigham Young creía que el curso correcto para Utah era permanecer en la nación, independientemente de sus políticas contra los santos. “Utah no se ha separado”, les aseguró a los legisladores del este, “sino que se mantiene firme a favor de la Constitución y las leyes de nuestro país, el que alguna vez fue feliz”11.


Después de estallar la guerra civil en el este, con el correo llegaban al oeste informes regulares de sangrientas batallas. Los sombríos relatos hablaban de cientos, y a veces miles, de muertes12. Algunas personas de la Iglesia creían que Dios estaba castigando a los Estados Unidos por el trato que les había dispensado a los santos13.

Un puñado de santos fueron al este para participar en la guerra, pero la mayoría de los miembros de la Iglesia se conformaron con quedarse en Utah y edificar Sion. Ese verano, Brigham Young propuso desenterrar los cimientos del templo, que habían permanecido sepultados desde el traslado hacia el sur, para comenzar a edificar las paredes del templo. También anunció un plan, ya en marcha, para construir un gran teatro a pocas cuadras del sitio del templo14.

Aunque el Salón Social de la ciudad ya funcionaba como una pequeña sala de teatro, Brigham quería un teatro que inspirara la mente y la imaginación de los santos. Las obras dramáticas tenían la capacidad de enseñar y edificar a las personas como no podían hacerlo los sermones. Además, tener un magnífico teatro en Salt Lake City mostraría a los visitantes que los santos era un pueblo culto y refinado, y contrarrestaría así la imagen negativa de los santos que mostraban muchos periódicos15.

La idea de construir un teatro se le había ocurrido a Brigham a principios de ese año. Él y Heber Kimball habían asistido a una obra en la casa de la familia Bowring, quienes habían instalado en la planta baja de su casa un pequeño escenario. Henry y Marian Bowring eran miembros de la Asociación Dramática de Mecánicos, una compañía de actores compuesta principalmente por santos británicos, algunos de los cuales habían sido pioneros de los carros de mano. La propia Marian había viajado al oeste con su hija, Emily, en la compañía de carros de mano de Martin.

Brigham y Heber disfrutaron de la actuación en el teatro de los Bowring y regresaron a la noche siguiente, con sus familias, para asistir a otra obra16. Poco después, Brigham propuso combinar la Asociación Dramática de Mecánicos con otra compañía de actores, la Asociación Dramática Deseret, y construir un teatro más grande para que más santos pudieran disfrutar del mejor entretenimiento del territorio.

Aunque Brigham creía en el valor del trabajo, también alentaba a los santos a descansar y disfrutar de la vida. “La gente debe tener diversiones”, declaró. Él creía que la recreación y el ejercicio físico eran importantes para el cuerpo y el alma17.

A fin de pagar el teatro, Brigham desvió fondos de un proyecto de construcción estancado, el Salón de Ciencia de los Setenta18. El proyecto del teatro recibió fondos adicionales ese verano cuando las tropas del ejército de los Estados Unidos que estaban apostadas en Cedar Valley fueron movilizadas nuevamente hacia el este para luchar en la Guerra Civil. Antes de que los soldados se fueran, Brigham envió a Hiram Clawson, su yerno y administrador del nuevo teatro, a comprar parte del hierro, el ganado, los artículos textiles y otros materiales del ejército a un precio muy barato. Brigham luego vendió esos artículos a un precio más alto para financiar la construcción del teatro19.

El 5 de agosto, la Primera Presidencia y sus secretarios visitaron el sitio de construcción del teatro. Luego de bajar del carruaje, Brigham inspeccionó con Heber los cimientos de piedra. “Las rocas parecer ser muy duraderas”, dijo Heber.

Brigham estuvo de acuerdo. “Siempre me gusta ver algún tipo de edificación en marcha”20.

En las semanas y los meses que siguieron, el teatro se levantó rápidamente21. Desconociendo la cuidadosa planificación que se llevaba a cabo entre bastidores en la construcción más grande y compleja del templo, algunas personas se lamentaron porque la construcción de la Casa del Señor parecía avanzar mucho más lentamente que la del teatro. Los trabajadores recién habían comenzado a desenterrar los cimientos cubiertos del templo y a cortar grandes bloques de granito en una nueva cantera, a unos treinta kilómetros al sur. ¿Por qué gastaban los santos tanto tiempo y dinero en un teatro mientras la Casa del Señor todavía estaba sin construirse?22.

Sus objeciones no molestaban a Brigham. Él no quería que el trabajo que se hiciera en el templo fuera apresurado, y no le preocupaba el costo de la construcción, siempre y cuando esta se hiciera correctamente. Antes de que se cubrieran los cimientos del templo con tierra en 1858, los trabajadores no habían colocado las piedras correctamente, lo que hizo que algunas partes de la base de piedra arenisca fueran susceptibles de romperse bajo el enorme peso del templo23. Una vez que se excavó el cimiento, él hizo que los trabajadores repararan la piedra arenisca dañada y reemplazaran con granito de la cantera cualquier piedra que no se pudiera reparar.

“Hagan un buen trabajo en este templo”, les dijo a los capataces de la obra del templo. Quería que los trabajadores se tomaran el tiempo para hacerlo bien. “Quiero ver el templo construido de una manera que perdure a lo largo del Milenio”, declaró. “Este no es el único templo que edificaremos. Habrá cientos de ellos construidos y dedicados al Señor”24.

El Teatro de Salt Lake abrió sus puertas el 6 de marzo de 1862 para un servicio especial de dedicación, con una oración y discursos de los líderes de la Iglesia. Posteriormente, la compañía teatral presentó una comedia llamada El orgullo del mercado. Dos noches después, el teatro abrió sus puertas al público. Cientos de personas, ansiosas por conseguir un asiento, se agolparon fuera del teatro dos horas antes de la función. Cuando se levantó el telón, no había ni un solo asiento vacío entre la audiencia.

El entusiasmo de los santos por el teatro complacía a Brigham. “El infierno se encuentra a una gran distancia de nosotros, y nunca podremos llegar allí, a menos que cambiemos nuestro rumbo”, declaró durante las festividades, “porque el camino que estamos siguiendo conduce al cielo y a la felicidad”25.


El 5 de mayo, George Q. Cannon recibió un desconcertante telegrama de Salt Lake City. Estaba en la oficina de la Misión Británica y Europea en Liverpool, donde había servido como presidente durante el último año y medio.

“Encuéntrese con el Senador Hooper en Washington”, decía el telegrama. “Veinticinco de mayo”.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de George y se sujetó de un escritorio cercano para no perder el equilibrio. Apenas podía respirar. Una vez más, una asignación de Salt Lake City lo había tomado por sorpresa. Y la vaguedad de esa asignación solo la hizo más impactante. ¿Por qué se le necesitaba en Washington D.C.?26.

George sabía que la legislatura territorial de Utah había redactado recientemente otra petición para solicitar la condición de estado al Congreso de los Estados Unidos. Eso significaba que dos senadores serían elegidos para ir al Congreso a representar al estado propuesto y tratar de influir para que lo aceptaran. El telegrama parecía sugerir que William Hooper, el exdelegado de Utah en el Congreso, era uno de los senadores27. ¿Había sido elegido George como el otro?

A George le gustaba la política. Cuando era niño, había recibido una bendición en la que se le prometía que algún día ocuparía un cargo de responsabilidad en el gobierno; pero por más que deseara representar a Utah en el Congreso, trató de hacer a un lado ese deseo, en caso de que los líderes de la Iglesia lo necesitaran en Washington por una razón diferente28.

Recientemente, Justin Morrill, un miembro de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, había introducido una ley en el Congreso que declararía ilegal la bigamia, o el matrimonio con más de un cónyuge al mismo tiempo, en todos los territorios de los Estados Unidos29. Tal vez los santos necesitaban que George presionara por el derecho de ellos a practicar el matrimonio plural. Si se aprobaba, la ley Morrill haría que George y otros santos que practicaban el principio fueran considerados delincuentes. También limitaría la influencia de la Iglesia en Utah al limitar la cantidad de propiedades que esta podría poseer30.

El día de su partida, George bendijo a su esposa Elizabeth y a su hija Georgiana, quien había nacido estando el matrimonio en Inglaterra. Ni Elizabeth ni la bebé estaban lo suficientemente saludables como para ir con él, así que George las confió al cuidado de sus nuevos amigos de Inglaterra mientras él estaba fuera.

Cuando llegó a los Estados Unidos dos semanas después, se enteró de que, efectivamente, había sido elegido para servir junto a William Hooper en el Senado, si se aprobaba la petición para ser estado. El nombramiento no les otorgaba ninguna autoridad oficial, pero podían tratar de persuadir a los legisladores para que votaran en contra del proyecto de la Ley de Antibigamia de Morrill y a favor de la candidatura de Utah para convertirse en estado31.

El 13 de junio, George y William visitaron al presidente Abraham Lincoln, esperando poder ganar su apoyo para la petición. George anticipaba que el presidente luciría cansado y agobiado después de más de un año de guerra civil, pero Lincoln conversó y bromeó con ellos amigablemente. Era un hombre alto, común y corriente, con barba y extremidades desgarbadas. Escuchó cortésmente cómo George y William defendían sus argumentos para que Utah se convirtiese en estado, pero no hizo ninguna promesa de apoyar su petición32.

George y William salieron decepcionados de la Casa Blanca. La reunión había transcurrido igual que las otras conversaciones que habían tenido con otros políticos en Washington. La mayoría de los legisladores parecían tener una mente abierta con respecto a la condición de estado para Utah, pero eran reacios a prometer sus votos. Creyendo que no podían apoyar la petición de Utah después de haber votado a favor de la ley de antibigamia, algunos legisladores se negaron a considerar la posibilidad de otorgar la condición de estado a Utah hasta que la constitución de allí prohibiera el matrimonio plural33.

La indignación por la masacre de Mountain Meadows también evitó que algunas personas apoyaran a los santos y la candidatura de Utah a convertirse en estado34. Aproximadamente un año después de que John D. Lee diera su informe de la masacre, los investigadores de la Iglesia descubrieron que John y otros miembros habían estado involucrados en el ataque. Poco tiempo después, los funcionarios del gobierno habían llevado a cabo sus propias investigaciones. Intentaron llevar a John D. Lee, Isaac Haight, John Higbee y a otros más ante la justicia, pero ningún testigo se presentó para testificar contra ellos. Sin embargo, los investigadores localizaron a las once niñas y seis niños que sobrevivieron al ataque y los devolvieron a sus familiares o amigos en el verano de 185935.

George y William esperaban que sus diligencias para ganar apoyo para la petición estuvieran causando una buena impresión en los legisladores de Washington, mas ninguno de los dos sabía si sus esfuerzos eran suficientes para obtener la condición de estado para el pueblo de Utah36.


Mientras la petición era objeto de estudio en Washington, la obra misional en Dinamarca, Noruega y Suecia estaba prosperando. Habían pasado más de dos años desde que Johan y Carl Dorius habían abandonado el valle de Sanpete para cumplir su segunda misión en Escandinavia. Durante la mayor parte de ese tiempo, Carl había presidido a los santos de Noruega, con Johan como su primer consejero37.

Cuando los hermanos llegaron a Escandinavia, Johan se dirigió inmediatamente a Noruega, mientras que Carl se fue a Copenhague a visitar a su madre, Ane Sophie, quien se había distanciado de su familia. Al principio, Ane Sophie no reconoció a su hijo, pero una vez que Carl le dijo quién era, ella lo besó una y otra vez en la frente, llena de alegría de que hubiera regresado de América. Al igual que Nicolai, su exesposo y padre de Carl, ella se había vuelto a casar. Ella y su esposo, Hans Birch, habían adoptado a una niña llamada Julia, que ahora tenía ocho años38.

Al conversar Carl y Ane Sophie por primera vez en tres años, él se maravilló de los cambios que se habían producido en ella. Antes de que él y Johan se fueran a Sion, ella se había sentido avergonzada de caminar a su lado en público, pero la reputación de la Iglesia en Dinamarca había mejorado desde entonces y, el día después de que llegó Carl, Ane Sophie no solo accedió a salir en público con él sino también a asistir a una reunión de la Iglesia.

Cuando madre e hijo entraron en el salón donde se reunían los santos, encontraron el lugar lleno. Carl reconoció en la congregación muchas caras conocidas de su primera misión, y después de dirigir unas palabras al grupo, varias personas se acercaron para estrecharle la mano y darle la bienvenida por su regreso al país.

En los días que siguieron, Ane Sophie rara vez se apartó de su hijo. Luego de visitar la sede de la Iglesia en Dinamarca, Carl se sintió un poco avergonzado de que todavía llevaba el mismo traje gastado que había usado durante su misión anterior. Su madre lo llevó a comprar un traje nuevo y luego lo acompañó a visitar a viejos amigos suyos en la ciudad. Mientras conversaban, Carl pudo darse cuenta de que su madre estaba más interesada en la Iglesia que nunca antes.

Después de visitar a Ane Sophie, Carl se unió a Johan en Noruega. Los hermanos descubrieron que muchas ramas noruegas se habían reducido debido a la emigración, pero alrededor de 600 santos aún residían en ese país, entre ellos unos 250 en la ciudad capital de Christiania. El gobierno noruego todavía no había legalizado la libertad religiosa, por lo que los misioneros eran cautelosos cuando predicaban o bautizaban públicamente39.

A principios de 1862, mientras Carl predicaba en el sur de Noruega, la policía lo detuvo junto con otros diez misioneros, los interrogó frente a una multitud que se burlaba y los amenazó con multas y encarcelamiento. Tal acoso hizo poco para detener la obra. Para la primavera de ese año, 1556 santos escandinavos se preparaban para emigrar a Sion, la emigración más grande hasta el momento.

Entretanto, Carl regresó a Copenhague para visitar a su madre nuevamente. Ane Sophie tenía una buena actitud; parecía más reflexiva y seguía interesada en la Iglesia. Una vez más, asistió a las reuniones de la Iglesia con Carl, y algunas veces llevó a Julia con ellos.

En junio de 1862, Carl llevó a su madre y a Julia a Christiania en un viaje corto. El prejuicio y el rencor que Ane Sophie había sentido hacia los santos habían desaparecido, y ella y Julia aceptaron que Carl las bautizara y confirmara miembros la Iglesia. Una vez efectuadas las ordenanzas, los santos de Noruega colmaron a Ane Sophie de atención, felices de conocer finalmente a la madre de su líder de la misión40.


El 20 de julio, Elizabeth Cannon recibió una carta de George. Su labor en Washington había terminado y estaba ansioso por regresar a Liverpool en uno de los dos barcos de vapor que próximamente partirían. La carta no le dio muchas esperanzas a Elizabeth de que George pudiera tomar el primer barco, pero ella se alegraría de verlo, llegara cuando llegara.

Al día siguiente, se dirigió con Georgiana hasta una verde colina desde la que se podía ver Liverpool, y observó a la niña jugar en la hierba. Habiendo dejado a sus pequeños hijos John y Abraham al cuidado de su familia en Utah, Elizabeth estaba agradecida de tener a Georgiana con ella. “Ella es un gran consuelo para mí en ausencia de mi querido esposo”, anotó en su diario al día siguiente. “No podría conformarme si no fuera por ella”41.

Ella no podía haber sabido, cuando George partió en su primera misión a California y Hawái, cuán difícil sería estar alejados el uno del otro. Ayudar en el recogimiento del pueblo de Dios era una parte fundamental de la obra de los últimos días, pero a menudo tenía un inmenso costo emocional y físico para las mujeres que se quedaban para cuidar de la familia y ocuparse de la casa y las propiedades mientras sus esposos estaban ausentes. Elizabeth había tenido la fortuna de acompañar a George en algunas de sus misiones42, que era más de lo que la mayoría de las esposas de los misioneros podían decir, pero eso no hacía que las largas separaciones fueran más fáciles cuando ocurrían.

Unos días después de haber recibido la carta de George, Elizabeth estaba ordenando la casa mientras Georgiana jugaba con Rosina Mathews, una niña inglesa que los Cannon habían llevado a su casa. Mientras las niñas jugaban, Rosina miró por la ventana que daba a la calle. “Ahí viene Pa”, canturreó ella.

“Debes estar equivocada”, dijo Elizabeth.

“Está en un coche”, insistió Rosina, “en la puerta”.

En ese momento, Elizabeth escuchó el sonido familiar de los pasos de George en las escaleras. Cuando lo vio, el corazón le saltó de alegría y apenas pudo hablar. Georgiana corrió hacia él y la tomó en sus brazos. Él tenía un buen aspecto después del largo viaje, y se alegró de ver a Elizabeth más fuerte y más saludable que cuando él se había ido.

Esa tarde, la familia salió a caminar. “Todos nos divertimos mucho juntos, después de una separación tan larga”, escribió Elizabeth en su diario. “Nuestro hogar era feliz otra vez”43.

Pese a los mejores esfuerzos de George, su labor de captar apoyo en Washington no había tenido éxito. El presidente Lincoln firmó el proyecto de la ley de antibigamia el 8 de julio. Poco tiempo después, los legisladores informaron a George y William que el Congreso tenía asuntos más importantes que decidir que la condición de estado para Utah, especialmente porque la Guerra Civil de Estados Unidos estaba empeorando44.

Ahora que George estaba de vuelta en Europa, quería recorrer la misión con Elizabeth. Salieron de Liverpool en septiembre en compañía de John Smith, el patriarca de la Iglesia, que pasaba por Inglaterra de camino a una misión en Escandinavia. En el camino recogieron al hermano de John, Joseph F. Smith, y a su primo Samuel Smith, que habían estado sirviendo misiones en Londres desde 1860. Otro primo de los Smith, Jesse Smith, era el presidente de la Misión Escandinava y había invitado a sus primos a visitarlo una vez que John hubiera llegado a Europa.

El grupo partió de Inglaterra el 3 de septiembre y pasó por Hamburgo, Alemania, de camino a Dinamarca. Joseph y Samuel se veían cansados y delgados por el exceso de trabajo, pero parecieron mejorar con cada día que pasaba. En Dinamarca, Elizabeth se sintió un poco incómoda al viajar por un país donde no conocía el idioma. Sin embargo, cuando asistió a una conferencia en la ciudad de Aalborg, disfrutó al relacionarse con los santos45.

George y los demás misioneros se dirigieron a la congregación con la ayuda de intérpretes, y luego se reunieron en una colina con vistas a la ciudad para hablar y cantar juntos. La mayoría de las canciones eran en inglés y en danés, pero George y Joseph entretuvieron a los santos cantando también en hawaiano. El gozo que sentían como hermanos en la fe, a pesar de las diferencias de idioma y nacionalidad, contrastaban con la discordia que afligía a los Estados Unidos46.

“Disfruté mucho de verdad; estaba muy contenta con la gente”, escribió Elizabeth ese día en su diario. “No podía hacerme entender, y sin embargo estábamos en la misma gran obra y participábamos del mismo espíritu”47.