Historia de la Iglesia
10 La verdad y la rectitud


“La verdad y la rectitud”, capítulo 10 de Santos: La historia de la Iglesia de Jesucristo en los últimos días, tomo II, Ninguna mano impía, 1846–1893, 2019

Capítulo 10: “La verdad y la rectitud”

Capítulo 10

La verdad y la rectitud

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valle tropical exuberante

George Q. Cannon sujetó firmemente su maleta al entrar en una corriente que serpenteaba por el frondoso valle de ‘Iao, en Maui. Era el 8 de marzo de 1851, cerca del final de la estación de lluvias de Hawái. Hacía cuatro días que había partido de Lahaina, donde vivía, y se había dirigido hacia el norte, caminando a lo largo de la costa. “Debo ir entre los nativos y comenzar a predicarles”, les había dicho a sus compañeros misioneros. Estaba ansioso por mejorar su hawaiano y dar su testimonio. El Señor le había revelado que había personas en Maui que estaban preparadas para recibir la verdad. George no sabía quiénes eran, pero esperaba reconocerlas apenas las encontrara.

Hasta ahora había caminado unos 64 kilómetros sin éxito. Los nubarrones de tormenta y los aguaceros torrenciales le habían hecho preguntarse si había elegido la época equivocada del año para emprender su viaje.

Mientras George vadeaba la corriente, resbaló y cayó al agua. Se incorporó, salió torpemente del agua y ascendió una colina cercana hasta Wailuku, una pequeña aldea con unas pocas casas, una escuela para mujeres y una iglesia alta construida con rocas de lava1.

En el pueblo vivían varios misioneros protestantes y George quiso darles su testimonio. Pero se sentía cansado y avergonzado porque su ropa estaba mojada y sucia. Quizás era mejor regresar a Lahaina, se dijo a sí mismo, que intentar compartir el Evangelio cuando las condiciones climáticas eran tan malas.

George encontró el camino para salir del pueblo y empezó a ir a su casa. Justo a las afueras de Wailuku, se detuvo para cambiarse la camisa y afeitarse, cuando repentinamente sintió la impresión de que debía regresar al pueblo. Rápidamente volvió sobre sus pasos y, luego de pasar el cementerio de la iglesia, dos mujeres salieron de una casa cercana. “¡E ka haole!”, dijeron en voz alta a los que estaban en la casa. ¡Oh, el hombre blanco!2.

Tres hombres se asomaron a la puerta y se acercaron a la verja justo cuando George iba pasando. Uno de los hombres le preguntó a dónde iba. George le explicó que estaba pensando en regresar a Lahaina por causa del mal tiempo. El hombre le dijo que sería mejor esperar unos días y lo invitó a quedarse en su casa.

Este hombre se llamaba Jonathan Napela. Era un respetable juez en la comunidad y uno de los aliʻi o nobles de la isla. Él y los otros dos hombres, William Uaua y H. K. Kaleohano, habían sido educados en la mejor escuela de la isla. Cuando George comenzó a hablar con ellos, supo enseguida que había hallado a las personas que Dios había preparado3.

Al día siguiente, George enseñó a Napela en cuanto al Libro de Mormón y al profeta José Smith. “Nosotros no usamos el Libro de Mormón en lugar de la Biblia”, le explicó, “sino que demostramos el uno por el otro”. Napela mostró interés en el mensaje de George, pero dijo que él quería saber por sí mismo si era verdadero4.

George tenía que regresar enseguida a Lahaina, pero prometió regresar a Wailuku para enseñar a Napela y a sus amigos. Él testificó que les había dicho la verdad y los invitó a estudiar más el Evangelio restaurado.

“Examinadlo todo”, dijo George, citando de la Biblia, “y retened lo bueno”5.


Mientras George regresaba a Lahaina, Brigham Young se estaba preparando para los cambios en el valle de Lago Salado. Luego que los santos habían solicitado del Congreso un gobierno territorial, Thomas Kane, quien se había hecho amigo de los santos y había ayudado a conformar el Batallón Mormón, aconsejó a Brigham en una carta que era mejor que introdujera la petición para ser un estado en lugar de un territorio. A diferencia de los territorios, en los que se dependía del presidente de los Estados Unidos para el nombramiento de algunos de sus altos oficiales, en los estados se permitía a los votantes elegir sus propios líderes, lo que otorgaba al pueblo mayor control sobre el gobierno6.

La legislatura redactó rápidamente una petición para estado. Para asegurarse de que la petición llegara al Congreso a tiempo, la legislatura creó un acta de una convención constitucional que nunca ocurrió y la envió junto con otros documentos a sus delegados en Washington, D.C.7. La Primera Presidencia esperaba enviar a Oliver Cowdery a Washington para ayudar con la campaña por la designación a estado, mas Oliver se había enfermado durante su estadía con la familia de su esposa en Misuri y había muerto en marzo de 1850. Phineas Young estuvo a su lado cuando él falleció.

“Su testimonio final nunca será olvidado”, escribió Phineas a Brigham poco después. “Él dijo a sus amigos que no había salvación sino en el valle y mediante el sacerdocio que está allí”8.

Cuando la solicitud para estado llegó a Washington, el Congreso estaba enfrascado en un debate largo y polémico sobre la esclavitud y su expansión a las tierras occidentales adquiridas tras la guerra con México. El debate empequeñeció la petición para estado y finalmente el Congreso organizó un territorio en la Gran Cuenca, como parte de un compromiso más amplio para pacificar a las facciones enfrentadas dentro del gobierno.

El Congreso rechazó el nombre Deseret y llamó al nuevo territorio Utah, por los indios ute. Utah era mucho más pequeño que lo que los santos habían propuesto y carecía de un puerto en el océano pero, aun así, el territorio abarcaba grandes extensiones de tierra. Para satisfacción de los santos, el presidente nombró a miembros de la Iglesia para más de la mitad de los altos cargos gubernamentales, incluso Brigham Young fue nombrado gobernador. El resto de los cargos fueron para oficiales que no vivían en el territorio, quienes no eran miembros de la Iglesia9. Entre estos oficiales había dos de los tres miembros de la recién creada Corte Suprema del territorio, lo que limitaba el poder de los santos para promulgar sus propias leyes.

Brigham y los santos recibieron con cautela a los oficiales en Utah en el verano de 1851. Se trataba de unos ambiciosos señores del este, que se mostraban reacios a mudarse a ese territorio tan distante. Sus primeras reuniones con los santos fueron tensas e incómodas. Las persecuciones vividas en el pasado habían hecho que los santos desconfiaran de los extraños, y los oficiales se sintieron ignorados y ofendidos a su llegada. Además, sabían poco acerca de los santos y sus creencias, aparte de los rumores que habían oído sobre el matrimonio plural en la Iglesia10.

En ese entonces, los santos aún no habían proclamado públicamente su creencia en el matrimonio plural. Cuando el Señor le mandó a José Smith que practicara el principio, un ángel le había encargado que lo mantuviera en privado y que lo enseñara solamente a los santos que tuvieran una integridad inquebrantable. Los primeros miembros de la Iglesia habían honrado la monogamia como la única forma legítima de matrimonio y cualquier otra alternativa causaría una conmoción; pero el Señor había prometido exaltar a esos santos por su obediencia y sacrificio.

Al momento de su muerte, José se había casado con algunas mujeres en matrimonio plural por esta vida y por la eternidad. Se había sellado a otras solo por la eternidad, lo cual significaba que su relación matrimonial comenzaría en la vida venidera. También había enseñado el matrimonio plural a sus colaboradores más cercanos y ellos, después de su muerte, continuaron manteniendo la práctica en privado. Para José y los primeros santos, el matrimonio plural era un principio religioso solemne, no una manera de satisfacer la lujuria11.

Cuando los funcionarios federales llegaron al territorio en el verano de 1851, los matrimonios plurales habían llegado a ser más comunes en la Iglesia, lo que hacía que fuera más difícil para los santos ocultar la práctica a la vista de los visitantes. De hecho, en las fiestas y reuniones sociales, los funcionarios conocieron a las esposas de Brigham Young y de Heber Kimball, quienes no hicieron nada por encubrir su relación con sus respectivos esposos12.

El 24 de julio de 1851, los oficiales asistieron con los santos a la conmemoración del cuarto aniversario de la llegada de los pioneros al valle. La celebración comenzó con salvas de cañones, música patriótica y un desfile. Luego, el general Daniel Wells, un miembro prominente de la Iglesia y comandante de la milicia territorial, habló sobre las tribulaciones de los santos en el pasado y predijo que llegaría el día en que los Estados Unidos serían castigados por su falta de disposición a ayudar a la Iglesia13. A los santos les encantó el discurso, pero los oficiales se sintieron ofendidos.

Unas semanas después, llegó otro oficial, el juez Perry Brocchus, proveniente de los estados del este. Brocchus había aceptado su designación a Utah con la esperanza de que los santos lo eligieran para representarlos en el Congreso de los EE. UU. Pero, cuando llegó al territorio, se desilusionó al enterarse de que un miembro de la Iglesia llamado John Bernhisel ya había sido elegido para el cargo. También se sintió alarmado y disgustado por las cosas que le informaron los otros oficiales acerca del discurso que Daniel Wells pronunciara el 24 de julio.

En septiembre, Brocchus solicitó permiso para hablar en una conferencia especial de la Iglesia. Él manifestó que deseaba solicitar fondos para un monumento a George Washington, el primer presidente de Estados Unidos. Brigham sentía desconfianza en cuanto a su solicitud, pero accedió a permitir hablar al juez14.

Brocchus comenzó elogiando la generosidad de los santos. Él citó del Libro de Mormón y habló de su deseo de servirles y de ser su amigo; pero se demoraba en llegar al tema. Y cuando finalmente invitó a los santos a donar para el monumento, insinuó que las esposas plurales debían renunciar a sus matrimonios antes de contribuir al fondo15. “Ustedes deben convertirse en virtuosas y enseñar a sus hijas a ser virtuosas”, dijo él16.

La congregación se sintió insultada y demandó que Brocchus se sentara. Sin embargo, el juez continuó hablando. Él condenó el discurso de Daniel Wells del 24 de julio y acusó a los santos de ser desleales. “El gobierno de los Estados Unidos no les ha infligido daño alguno”, dijo él. “Misuri es el lugar para la compensación e Illinois también”17.

Sus palabras tocaron una fibra sensible de los santos. ¿Qué sabía él acerca de los sufrimientos por los que habían pasado? La congregación estalló en silbidos y abucheos de disgusto y los santos le pedían a Brigham que respondiera a los insultos.

Cuando Brocchus terminó su discurso, Brigham se levantó y caminó de aquí para allá por el estrado18. “O el juez Brocchus es profundamente ignorante o es corrompidamente inicuo”, bramó él. “Amamos al gobierno y a la Constitución, pero no a los malditos bandidos que administran el gobierno”19.


Lejos de las agitaciones en el Territorio de Utah, la Iglesia continuó creciendo en el Pacífico Sur. Luego de estar detenido varias semanas, Addison Pratt y su compañero, James Brown, finalmente obtuvieron permiso del gobernador francés de Tahití para permanecer en las islas con la condición de que observaran ciertas restricciones para limitar la forma en que compartían el Evangelio y dirigían la Iglesia.

De acuerdo con las nuevas restricciones, los misioneros Santos de los Últimos Días no podían predicar contra la religión establecida en la nación ni interferir en asuntos políticos o civiles. Las restricciones afectaban también la forma en la que los misioneros podían sostenerse a sí mismos, la manera de corregir a los miembros de la Iglesia que se descarriaban, cómo adquirir terrenos para la Iglesia y la forma de celebrar reuniones. Si ellos incumplían esas regulaciones, los misioneros podían ser expulsados del país20.

Addison asignó a James para trabajar con una rama cercana, mientras que él regresaba a Tubuai para estar con su familia y dirigir la misión. El viaje hasta Tubuai tomó siete días. Cuando se pudo ver la isla desde el barco, tomó los prismáticos y vio a sus hijas en la playa mirando hacia el barco también con unos prismáticos. No tardaron en aparecer columnas de humo en la isla, ya que los santos de Tubuai comenzaban a preparar un festejo por su llegada.

Cuando la embarcación se acercó más a la isla, vino una canoa para llevar a Addison hasta la playa. Ansioso por reunirse con su familia, Addison estaba a punto de saltar a la canoa, cuando el capellán del buque lo detuvo. “Que nadie abandone la embarcación hasta que hayamos dado gracias al Señor”, dijo él.

Addison se arrodilló con los otros pasajeros y el capellán ofreció una oración. Apenas escuchó el “Amén”, Addison saltó a la canoa y pronto se encontraba en los brazos de su familia y amigos. Una vez más, Addison se sorprendió de cuánto habían crecido sus hijas. Todas se veían bien y listas para festejar su llegada en paz, y Louisa se sentía aliviada de tenerlo de vuelta.

“Yo estuve a punto de colapsar por lo mareada que me sentí en el viaje desde California”, dejó ella en claro, “pero ahora estoy bien de salud y de espíritu”.

Addison se mudó a la casa donde se quedaba su familia, la cual tenía una cerca y una pequeña huerta. Benjamin Grouard y los otros élderes construían una embarcación, el Ravaai, en una aldea cercana, a fin de poder visitar las islas más alejadas de la misión. Prestamente, Addison comenzó a elaborar el velamen de la nave21.

Mientras tanto, Louisa, junto con su hermana Caroline, enseñaba clases en el centro de reuniones de los santos, que era un salón muy ventilado que tenía seis ventanas en cada pared. Las clases comenzaban temprano por la mañana, en las cuales Louisa hacía que inquietos niños y niñas practicaran el idioma inglés, enseñándoles los números, los días de la semana y los meses del año. Los santos de Tubuai, a su vez, pasaban las noches enseñando a Louisa y a los otros misioneros el idioma tahitiano22.

La fe de los santos de Tubuai impresionó a Louisa. Ellos se deleitaban en la oración y en leer sus Biblias. A menudo, se levantaban antes del amanecer y convocaban a sus familias para un devocional matutino. Cada día de reposo, a las 7:00 de la mañana, sonaba una campana y un centenar de santos se reunía en el centro de reuniones, con sus Biblias bajo el brazo. Para la Santa Cena, a veces usaban fruta y agua de coco23.

Muchos santos de Tubuai anhelaban congregarse con los santos en los Estados Unidos, pero ninguno podía permitirse ese viaje tan costoso. Cuando una familia misionera, los Tompkins, decidieron volver a casa luego de estar ocho meses en la isla, Addison les pidió que recolectaran fondos para poder congregar a los santos de la isla en el sur de California24.

Cuando los santos completaron la construcción del Ravaai, los misioneros se distribuyeron por las islas. Ellen acompañó a su padre, Addison, en un viaje, en tanto que Louisa se quedaba para continuar con la escuela. Addison y Ellen volvieron seis semanas más tarde, y Louisa iba con frecuencia con su marido a ministrar por la isla, lo que le daba oportunidades para practicar la lengua y reflexionar sobre la obra del Señor.

A veces, ella se preguntaba si realmente estaba aportando algo. “Espero que mi venida aquí produzca mucho bien, aunque no se pueda ver en estos momentos”, escribió Louisa. “Me he esforzado por sembrar la buena semilla; puede que los frutos se recojan después de muchos días”25.


En los Estados Unidos, la noticia del tremendo reproche que Brigham Young dio al juez Brocchus causó conmoción. Los periódicos acusaban a la Iglesia de estar en abierta rebelión en contra de la nación. Un editor recomendaba el envío de tropas militares a ocupar Utah y mantener la paz26.

La fuente de las noticias era el propio Brocchus. Aunque Brigham había intentado hacer las paces con él después de la conferencia, Brocchus se rehusaba a pedir disculpas a los santos y redactó un informe muy áspero de la reacción de Brigham a su discurso. “La efervescencia que produjeron sus palabras era verdaderamente atemorizante”, escribió Brocchus, “parecía que la gente (me refiero a una vasta porción de ellos) estaba lista para saltar sobre mí como hienas para destruirme”27.

El periódico de la Iglesia, Deseret News, descartó esas acusaciones como infundadas. No obstante, entendiendo el daño que el relato de Brocchus podía ocasionar a la Iglesia, la Primera Presidencia le pidió ayuda a Thomas Kane, con la esperanza de que por sus talentos, influencias y por ser escritor, se pudiera evitar el escándalo28. Brocchus y otros dos oficiales partieron de Utah e inmediatamente comenzaron a esparcir sus historias, volcando la opinión pública en contra de los santos29.

Thomas Kane accedió a ayudar y colaboró estrechamente con John Bernhisel, el representante de Utah en el Congreso, para dar a conocer al presidente de los Estados Unidos y a otros oficiales del gobierno la versión de los santos de la historia. Además, Brigham envió a Jedediah Grant, alcalde de Salt Lake City, un hombre muy franco y Santo de los Últimos Días de mucha confianza, para ayudar a Thomas en Washington, D. C.30.

Jedediah llegó listo para defender a la Iglesia. La opinión pública estaba decididamente en contra de los santos y muchas personas pedían al presidente que destituyera a Brigham del cargo de gobernador. Adicionalmente, Brocchus y los otros oficiales habían escrito al presidente un informe detallado de su estadía en Utah. En el informe se afirmaba que Brigham y la Iglesia dominaban la región, controlaban las mentes y las propiedades de los miembros de la Iglesia y practicaban la poligamia31.

Una vez publicado el informe, Jedediah llevó una copia del mismo a Thomas y lo revisaron juntos. Thomas leyó las afirmaciones acerca de la poligamia y las descartó rápidamente. Esos no eran sino rumores absurdos, pensaba él.

Jedediah se sintió incómodo. Los rumores no eran falsos, le dijo a Thomas. De hecho, los santos habían estado practicando el matrimonio plural desde que Thomas los conocía32.

Thomas estaba atónito. Durante cinco años, él había estimado y defendido a los santos, poniendo a menudo su reputación en juego por ellos. ¿Por qué nunca le habían dicho que ellos practicaban el matrimonio plural? Se sintió traicionado y humillado33.

Este conocimiento martirizó a Thomas durante días y no estaba seguro de si continuaría ayudando a los santos. Él suponía que la poligamia colocaba a las mujeres en una posición de desventaja y que eso amenazaba a la unidad familiar. Él se preocupaba de que, por defender a los santos, su nombre pudiese quedar para siempre asociado con esa práctica34.

No obstante, él admiraba a los santos y valoraba su amistad. Él deseaba ayudar a los pueblos oprimidos e incomprendidos en sus tiempos de tribulación, y no podía abandonar a los santos ahora35.

El 29 de diciembre, Thomas escribió a John Bernhisel proponiéndole un plan para contrarrestar el informe de los oficiales. “Siendo que aún reconozco las relaciones de respeto personal y amistad hacia ustedes”, le declaró, “estaré presto para ayudarles, si así lo desean de mí”.

Pero él instaba a que los santos hicieran dos cosas: que dejaran de ocultar el matrimonio plural y que explicaran la práctica al público36.


Tras haber estado un año en Tubuai, tanto Louisa como Caroline Crosby se sentían con suficiente dominio de la lengua tahitiana como para llevar a cabo reuniones regulares de oración con las mujeres de la Iglesia. En esas reuniones, las mujeres entonaban himnos juntas y analizaban el Evangelio. Louisa y Caroline les tomaron cariño a las mujeres de la Iglesia, en especial a la reina Pitomai, la esposa del rey Tamatoa de Tubuai.

Como Ellen Pratt había aprendido rápidamente el idioma, su madre y su tía a menudo dependían de ella para traducir para ellas en las reuniones de oración. Sin embargo, en la reunión del 30 de octubre, Caroline cantó el himno de apertura en tahitiano junto con dos mujeres de Tubuai y Louisa dio el sermón en ese idioma.

El tema de Louisa era el Libro de Mormón. Ella había escrito su discurso antes de la reunión y Benjamin Grouard lo había traducido al tahitiano. Cuando Louisa leyó su discurso, las mujeres en la sala parecieron entenderla y le pidieron posteriormente que les hablara más acerca de los antiguos nefitas.

A medida que aumentaba su confianza con el idioma tahitiano, aumentaba en Louisa el deseo de compartir el Evangelio. Un día, poco antes de que cumpliera 49 años, ella enseñó a un grupo de mujeres acerca del bautismo por los muertos, sintiéndose sorprendida de lo bien que lo había hecho. “Uno no se imagina lo que puede hacer hasta que lo intenta realmente”, reflexionaba ella. “Habiendo pasado ya el meridiano de mi vida, he aprendido un nuevo idioma”37.

Unas semanas más tarde, el 29 de noviembre, el Ravaai se detuvo en Tubuai en su gira por las islas. Uno de los misioneros a bordo era James Brown, quien nuevamente era prisionero del gobierno francés de Tahití. Lo habían arrestado en el atolón Anaa luego de que unos sacerdotes franceses lo hubieron escuchado animar a los santos a congregarse en los Estados Unidos. Juzgando que en sus palabras había un mensaje político, los oficiales franceses lo arrestaron por sedición y lo expulsaron del país.

James suponía que él debía permanecer a bordo del Ravaai, subsistiendo solo a pan y agua, hasta que la tripulación lo soltara en una isla fuera de la jurisdicción francesa. Pero la reina Pitomai subió a bordo del barco y lo invitó a descender a tierra firme. “Esta es mi isla”, dijo ella. “Yo seré responsable por todos los problemas que puedan surgir”.

James permaneció en Tubuai por diez días y luego partió para servir en una isla justo fuera de la jurisdicción francesa. Su deportación era evidencia de que el gobierno francés se estaba volviendo más estricto, haciendo que fuese casi imposible para los misioneros extranjeros de muchas religiones hacer su labor. El desaliento y la frustración, sumadas a la nostalgia por su tierra, rápidamente se apoderaron de los santos de Estados Unidos y decidieron que era el momento de regresar a casa38.

Louisa sabía que muchos de los santos de Tubuai querían marcharse con ellos a los Estados Unidos. Telii, la mejor amiga de los Pratt, había planeado hacer el viaje, pero las responsabilidades familiares en la isla le impidieron partir. Louisa deseaba llevarse a algunos de sus alumnos a Salt Lake City, pero sus padres no los querían dejar ir. Otras personas que deseaban ir no contaban con el dinero para pagar sus pasajes.

“Cuando estemos en casa, intercederemos para que ustedes puedan trasladarse hasta la Iglesia”, dijo Louisa a las mujeres en la reunión que tuvieron el 11 de marzo. “Entretanto, ustedes deben orar por ustedes mismas y por nosotros”39.

Tres semanas después, las mujeres se reunieron para su última reunión de oración con Louisa y Caroline. El saber que esta sería su última reunión entristeció mucho a Caroline. Ella veía que algunas de las mujeres estaban tristes porque ellas se iban. No obstante, el Espíritu estuvo presente en la reunión y las mujeres hablaron y oraron juntas hasta tarde en la noche. Louisa se despidió de sus alumnos y los dejó a cargo de Telii. Caroline le dio a la reina Pitomai un edredón que había confeccionado, quien a cambio le obsequió un hermoso vestido40.

El 6 de abril de 1852, los misioneros de Tubuai abordaron el Ravaai. Los santos de la isla vinieron hasta la playa para despedirlos y les trajeron comida para el viaje. “Tengan consuelo”, les dijo Louisa. “Yo oraré para que en un tiempo futuro puedan venir a la Iglesia de Cristo en Estados Unidos, a Sion, en el valle de las Montañas Rocosas”. Todos lloraron y se estrecharon las manos por última vez.

El Ravaai desplegó las velas a eso de las 4:00 de la tarde. Los santos de Tubuai caminaron al lado del bote, en el mar, hasta donde les fue posible, bendiciendo a los misioneros. El barco comenzó a surcar silenciosamente las tranquilas aguas y aun después de perder de vista la isla, los misioneros todavía podían escuchar tenuemente el adiós que decían los santos desde la orilla.

‘Ia ora na ‘outou”. La paz sea con ustedes41.


Pocos meses después, Brigham se reunía con sus asesores más cercanos en Salt Lake City. Gracias a Thomas Kane, John Bernhisel y Jedediah Grant, se había superado la controversia con los oficiales territoriales por el momento. Brigham seguía siendo el gobernador y enviaron a nuevos oficiales federales para reemplazar a Brocchus y los otros que habían partido de Utah. Sin embargo, la Iglesia aún no había hecho una declaración oficial en cuanto al matrimonio plural, como había pedido Thomas que hicieran.

Brigham estudiaba la mejor manera de anunciar la práctica. La Iglesia nunca había estado tan fuerte como ahora que sus Oficinas Generales se hallaban establecidas y seguras en Utah. Además, el matrimonio plural ahora desempeñaba un papel central en la vida de muchos santos, afectando en gran manera la forma en la que entendían su relación de convenio con Dios y con sus familias. Continuar con la práctica en privado durante mucho más tiempo parecía imposible e innecesario. Había llegado el momento de hacer público el matrimonio plural y decidieron explicar la práctica más plenamente a los santos y al mundo en general en una conferencia de dos días sobre la obra misional que se celebraría próximamente42.

La conferencia comenzó el 28 de agosto de 1852. Ese día, la Primera Presidencia llamó a 107 hombres a misiones en India, Siam, China, Sudáfrica, Australia, Jamaica, Barbados y otros lugares del mundo. “Los llamamientos a misiones que vamos a hacer durante esta conferencia no van a ser muy largos, por lo general”, dijo George A. Smith a modo de broma. “Probablemente sea entre tres y siete años el tiempo que un hombre tendrá que ausentarse de su familia”43.

Como misioneros, se esperaba que llevaran el evangelio de Jesucristo a los pueblos del mundo. “Que la verdad y la rectitud sean su lema”, aconsejó Heber Kimball, “y no vayan al mundo por otro motivo que no sea predicar el Evangelio, edificar el Reino de Dios y recoger a las ovejas en el redil44.

Al día siguiente, se levantó Orson Pratt y dio un sermón a los santos sobre el matrimonio plural. Sus palabras fueron publicadas en el periódico Deseret News y otros periódicos del mundo rápidamente reimprimieron el artículo. Orson redactó el sermón para enseñar a los misioneros la base doctrinal del matrimonio plural, de modo que pudieran enseñar y defender la práctica cuando sirvieran en el campo misional45.

“Los Santos de los Últimos Días han adoptado la doctrina de la pluralidad de esposas como parte de su fe religiosa”, declaró Orson desde el púlpito. “Nos esforzaremos por exponer ante esta ilustre asamblea algunas de las causas, los porqués y las razones”46.

Él habló durante dos horas, apoyándose en su propia comprensión de la práctica. Las Escrituras ofrecían pocas declaraciones doctrinales sobre el matrimonio plural. La Biblia hablaba de hombres y mujeres justos tales como Abraham y Sara, que vivieron ese principio, pero revelaba poco de por qué lo hicieron. El Libro de Mormón, sin embargo, explicaba que Dios, en ocasiones, mandaba a las personas a practicar el matrimonio plural para levantar posteridad para Él47.

Orson enseñó a la congregación que el matrimonio plural no era un asunto de indulgencia sexual, como pensaban muchas personas fuera de la Iglesia, sino de ayudar a llevar a cabo la obra eterna de Dios en la tierra. En ocasiones, sugirió Orson, el Señor pedía a Su pueblo practicar el matrimonio plural para multiplicarse y llenar la tierra, compartir las promesas y bendiciones del convenio de Abraham y traer al mundo más hijos procreados como espíritus del Padre Celestial. En tales familias, esos hijos podrían aprender el Evangelio de padres justos y crecer para ayudar a establecer el reino de Dios48.

Orson también señaló que el Señor gobernaba esta práctica con leyes estrictas. Solo el Profeta tenía las llaves del convenio del matrimonio y nadie podía efectuar un matrimonio plural sin su consentimiento. Es más, se esperaba de quienes practicaban el matrimonio plural, que vivieran sus convenios y llevaran vidas rectas49.

“Solo podemos tratar unos pocos aspectos de este gran tema”, dijo Orson al concluir sus palabras. Los santos fieles eran herederos de todo lo que Dios poseía, declaró. Al hacer y honrar los convenios del matrimonio eterno, ellos podrían cuidar de familias tan numerosas como las arenas de la playa.

“Siento deseos de decir aleluya a Su nombre grande y santo”, dijo Orson, “porque Él reina en los cielos y Él exaltará a Su pueblo para sentarse con Él sobre tronos de poder, para reinar por siempre jamás”50.


Más tarde, ese día, Brigham habló a los santos acerca de la revelación. Él señaló que algunas de las revelaciones del Señor eran difíciles de aceptar en el momento en que eran reveladas. Él narró sus propias luchas, hacía veinte años, por aceptar la visión de José Smith de la vida venidera y los tres grados de gloria51.

“Cuando me enteré de ella, era algo que iba directamente en contra o era opuesta a mi educación y mis tradiciones”, admitió. “No la rechacé, pero no podía entenderla”. Su fe en la revelación aumentó al buscar claridad de parte del Señor. “Yo pensaba y oraba, leía y pensaba, oraba y reflexionaba”, explicó a los santos, “hasta que lo supe y entendí plenamente por mí mismo por las visiones del Santo Espíritu”52.

Entonces, Brigham dio su testimonio de la revelación del Señor a José Smith acerca del matrimonio eterno y testificó que Dios aún revelaba Sus palabras a la Iglesia. “Si fuese necesario escribirlas, estaríamos escribiendo todo el tiempo”, dijo él. “Pero preferiríamos que el pueblo viviera de tal forma que recibieran revelaciones para ellos mismos y luego hicieran la obra que hemos sido llamados a hacer. Eso es suficiente para nosotros”53.

Después, el secretario de Brigham Young, Thomas Bullock, leyó la revelación del Señor sobre el matrimonio plural ante una audiencia desbordante. La mayoría de los santos, incluyendo a los que practicaban el matrimonio plural, nunca antes habían leído la revelación. Algunos se alegraron de que finalmente podían proclamar el principio libremente al mundo54.

Inmediatamente después de la conferencia, los misioneros recién llamados se reunieron para recibir instrucciones antes de emprender la prédica en todo continente habitado. Se sentía un gran entusiasmo en la sala, mientras los hombres reflexionaban sobre cómo la obra del Señor estaba rodando con más poder. Habiendo pasado el verano prácticamente, no podían perder mucho tiempo.

“Quiero que vayan lo más rápidamente que puedan”, les dijo Brigham a los misioneros, “y que dejen atrás las planicies antes de que caiga la nieve”55.