“Romanos 1–6”, Ayudas para las Escrituras: Nuevo Testamento, 2024
Ayudas para las Escrituras
Romanos 1–6
En su epístola a los santos de Roma, el apóstol Pablo hizo hincapié en que todas las personas necesitan la Expiación de Jesucristo para ser salvas. Todas las personas responsables pecan y son condenadas ante Dios. Nadie puede ser justificado por las obras de la ley de Moisés; solo mediante la fe en Jesucristo y la confianza en Su Expiación podemos ser justificados. Por ejemplo, Abraham fue justificado por su fe firme y no por las obras de la ley de Moisés. Todos los que son justificados al poner su fe en Jesucristo reciben bendiciones. El don gratuito de la Expiación de Jesucristo es una manifestación de la gracia divina, pero la gracia del Salvador no consiente el pecado, sino que nos ayuda a vencerlo. Entrar en el convenio del Evangelio por medio del bautismo simboliza nuestra muerte al pecado y el comienzo de una nueva vida en Cristo.
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Nota: La cita de una fuente no publicada por La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días no implica que esta o su autor cuenten con el respaldo de la Iglesia ni que representen la posición oficial de la Iglesia.
Antecedentes y contexto
¿Para quién se escribió Romanos y por qué?
La epístola a los romanos está dirigida a los miembros de la Iglesia en Roma. No se sabe mucho sobre los orígenes del cristianismo en Roma. Pablo escribió esta carta alrededor del año 57 d. C., cerca del final de su tercer viaje misional, aunque aún no había visitado a los santos en Roma.
Parece haber al menos tres razones principales por las que Pablo envió esta carta:
Para preparar su futura llegada a Roma. Durante años, Pablo había querido predicar el Evangelio en Roma y tenía la esperanza de que la Iglesia en Roma le brindara ayuda y sirviera de base para poder servir una misión en España.
Para aclarar y defender sus enseñanzas. Pablo tuvo que lidiar en repetidas ocasiones con la oposición de personas que malinterpretaban o distorsionaban sus enseñanzas acerca de la ley de Moisés y la fe en Cristo, por lo que escribió para tratar esas preocupaciones antes de su llegada.
Para fomentar la unidad entre los miembros judíos y los miembros gentiles de la Iglesia. Los judíos habían sido expulsados de Roma por el emperador Claudio alrededor del año 49 d. C., y se supone que regresaron a Roma tras la muerte de Claudio, ocurrida en el año 54 d. C.. Los cristianos judíos habrían regresado a las congregaciones cristianas predominantemente gentiles de Roma. Según escribió unos años más tarde, Pablo deseaba que tanto los conversos gentiles como los judíos sintieran que pertenecían a la Iglesia del Señor. Pablo fomentó la unidad de la Iglesia al enseñar cómo la doctrina del Evangelio se aplica a todos los santos.
¿Por qué mencionó Pablo al judío y al griego?
Los judíos eran los sobrevivientes del pueblo del convenio de Dios, o la casa de Israel. Pablo utilizó ambos términos, griego y gentil, para referirse a quienes no habían nacido dentro de la casa de Israel. Las enseñanzas de Pablo en este versículo hacen alusión a la idea de que el Evangelio de Jesucristo iría primero a los judíos y luego a los gentiles. Durante el ministerio terrenal del Salvador, Él se centró principalmente en predicar Su Evangelio a los miembros de la casa de Israel; tras Su Resurrección, mandó a Sus apóstoles que llevaran el mensaje del Evangelio a todas las naciones, tanto judías como gentiles.
¿Cuál es el tema de la epístola a los romanos?
Pablo declaró que estaba “pronto […] a anunciar el evangelio también a vosotros que estáis en Roma” y luego presentó lo que muchos han llamado el tema de su carta a los romanos: el Evangelio de Jesucristo traerá salvación a todo aquel que viva por la fe en Jesucristo. Gran parte del contenido del resto de la epístola se relaciona con los términos e ideas clave que se encuentran en los versículos 16–17:
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Evangelio. Pablo predicó el mensaje del Evangelio. “El vocablo evangelio significa ‘buenas nuevas’”. Las buenas nuevas son “el plan de Dios para la salvación del hombre, hecho posible mediante la Expiación de Jesucristo”.
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Salvación. Pablo enseñó que la salvación significaba tanto la resurrección como el perdón de los pecados.
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Creencia y fe. “Cree[r]” (versículo 16) y “fe” (versículo 17) son traducciones del verbo griego pisteuō y de su sustantivo derivado pistis. Ambos pueden significar tanto “fe” como “fidelidad”. Para Pablo, la fe en Jesucristo no era solo un acuerdo mental, sino que implicaba “un profundo nivel de convicción que da como resultado un compromiso y una acción personales”. Esa profunda confianza conduce a una vida de fidelidad, que se manifiesta al arrepentirse de los pecados, bautizarse y tratar de vivir como enseñó Jesucristo.
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Justicia y justificación. La palabra griega traducida como “justicia” es dikaiosunē y está estrechamente relacionada con dikaioō, la raíz de las palabras traducidas como “justificación” y “justificar”. Esta raíz se refiere a ser “declarado o juzgado (como en un tribunal de justicia) recto”. Una persona es justificada mediante la gracia del Salvador y la fe que deposita en Él.
¿Qué es la ira de Dios?
Las Escrituras enseñan claramente que Dios ama a todos Sus hijos. La ira de Dios no es hostilidad hacia la humanidad, sino rechazo del pecado. Debido a que Dios es perfectamente justo, Él no puede tolerar ningún pecado. Pablo dijo que la ira de Dios se dirige hacia aquellos “que no aman la verdad, sino que permanecen [en] la injusticia” y luego enumeró los actos y las actitudes de iniquidad que, si no nos arrepentimos, acarrean el juicio de Dios sobre las personas.
¿A quién se dirige Pablo?
Estos versículos son un ejemplo de diatriba, un estilo antiguo de escribir o hablar en el que el autor debate con un oponente teórico (no real). En este estilo, el autor hace una afirmación, declara una objeción que alguien podría tener y luego responde a esa objeción.
¿Qué significa que Dios no hace acepción de personas?
Véase “Hechos 10:34–35. ¿Qué significa que ‘Dios no hace acepción de personas’?”.
¿Qué significa ser justificado?
La palabra griega traducida como “justificado” (dikaioō) significa “declarado justo”. El élder D. Todd Christofferson enseñó: “Gracias a ‘la virtud infinita de Su gran sacrificio expiatorio’, Jesucristo puede ‘satisfacer los fines de la ley’ a favor nuestro […]. Él elimina nuestra condena sin eliminar la ley. Somos perdonados y puestos en una condición de rectitud con Él. Llegamos a estar, tal como Él, sin pecado. Se nos sostiene y protege por medio de la ley, de la justicia. En una palabra, somos justificados”.
¿Qué quiso decir Pablo cuando afirmó: “Pues por medio de la ley es el conocimiento del pecado”?
Pablo dejó claro en Romanos 3 que todas las personas son pecadoras. Un erudito bíblico ha señalado: “Una de las funciones principales de la ley […] era demostrar la incapacidad del hombre para vivir perfectamente de acuerdo con todos los requisitos morales. Una traducción de Romanos 3:20 es la siguiente: ‘De hecho, es el borde recto de la Ley lo que nos muestra cuán torcidos somos’ (Traducción de Phillips). La ley de Moisés fue dada ‘para especificar delitos’ (la Biblia de Jerusalén), es decir, para establecer el bien y el mal, pero también para definir las limitaciones humanas y señalar la necesidad de la ayuda divina”. Ser conscientes de que cometemos errores puede inspirarnos a buscar la redención por medio de Jesucristo.
¿Qué es la gracia?
“Gracia es otro término que Pablo adopta para explicar la obra salvadora de Jesucristo. La palabra gracia no era originalmente un término religioso. En la época de Pablo, la gracia (en griego, charis) se utilizaba comúnmente para describir la relación entre un benefactor y un beneficiario. Un benefactor poseía el poder, la autoridad o los medios económicos para otorgar un regalo a los beneficiarios que no podían ganarlo por sí mismos ni devolverlo consecuentemente”.
El presidente Dieter F. Uchtdorf, en ese entonces miembro de la Primera Presidencia, enseñó: “El sacrificio del Salvador hizo posible que todos regresemos con Dios […]. Su gracia es el poder habilitador que permite acceder a los reinos de salvación de Dios […].
“Pero la gracia del Salvador puede hacer mucho más por nosotros. Como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, aspiramos a algo mucho más grande: es la exaltación en el reino celestial […].
“Ruego que […] permitamos que [la] gracia [de Cristo] nos eleve y nos transporte, durante nuestro recorrido, desde donde ahora nos encontramos hasta nuestro destino glorioso en la presencia de nuestro Padre”.
¿Qué es la redención?
Redimir significa “liberar, comprar o rescatar, por ejemplo, liberar a una persona de la esclavitud mediante un pago”. El élder D. Todd Christofferson enseñó acerca de la función del Salvador como nuestro Redentor: “Entre los títulos más significativos que describen a Jesucristo está el de Redentor […]. La palabra redimir significa saldar una obligación o una deuda. Redimir también puede querer decir rescatar o liberar, como cuando se paga una fianza. Cuando alguien comete un error y luego lo corrige o remedia, decimos que se ha redimido. Cada uno de estos significados sugieren diferentes aspectos de la gran Redención que realizó Jesucristo con Su Expiación […].
“La redención del Salvador consta de dos partes. Primero, expía la transgresión de Adán y la resultante caída del hombre al vencer lo que podría llamarse los efectos directos de la Caída: la muerte física y la muerte espiritual […].
“El segundo aspecto de la Expiación del Salvador es la redención de lo que podrían denominarse las consecuencias indirectas de la Caída: nuestros propios pecados, a diferencia de la transgresión de Adán”.
¿Cómo somos justificados por medio de Jesucristo?
En Romanos 3:9–10, 23, Pablo utilizó el lenguaje de los tribunales para describir cómo cada uno de nosotros está condenado a muerte por sus pecados y enseñó que somos redimidos de esa condena mediante la gracia del Salvador. En el versículo 25, Pablo utilizó la palabra griega hilasterion para describir cómo Jesucristo pagó el precio de nuestros pecados. Hilasterion a menudo se traduce como “sacrificio de expiación”. En la versión Reina-Valera de la Biblia, hilasterion se traduce como “propiciación”. Cuando tenemos fe en Jesucristo, somos “justificados” por Él mediante Su sacrificio expiatorio. En otras palabras, mediante Su gracia “se nos da el veredicto de no culpable”.
¿Pueden salvarnos las obras?
Uno de los propósitos de Pablo al escribir a los romanos era abordar los desacuerdos entre los cristianos judíos y cristianos gentiles acerca de lo que se requiere para la salvación. Pablo rechazó la enseñanza de que la salvación venía por las obras de la ley de Moisés. Al decir eso, Pablo no estaba insinuando que no hubiera necesidad de que una persona hiciera obras rectas, sino que estaba haciendo hincapié en que la persona no podía confiar en sus obras rectas para salvarse. El presidente Dieter F. Uchtdorf, en ese entonces miembro de la Primera Presidencia, enseñó: “No podemos comprar la salvación con las monedas de la obediencia; es la sangre del Hijo de Dios lo que la compra. Pensar que con nuestras buenas obras podemos pagar por la salvación es como comprar un pasaje de avión y pensar que somos dueños de la línea aérea; o pensar que por pagar el alquiler de nuestra casa, somos ahora los propietarios de todo el planeta”.
En Romanos 3–5 se hace un gran hincapié en la gracia y la fe, con solo una sugerencia del valor de las buenas obras. La “necesidad del bautismo y de las obras rectas” se aborda más adelante en Romanos.
¿Por qué se valió Pablo de Abraham como ejemplo de alguien que fue justificado por la fe?
(Compárese con Gálatas 3:6–29).
Dado que Abraham vivió siglos antes de que se diera la ley de Moisés, era un ejemplo ideal de alguien que fue justificado por su fe en Jesucristo y no mediante dicha ley. Citando el libro de Génesis, Pablo indicó que “creyó Abraham a Dios [tuvo fe en Él], y le fue contado por justicia”. Abraham recibió esa certeza antes de ser circuncidado. Bajo la ley de Moisés, la circuncisión era un rito mediante el cual los varones israelitas “tomaban sobre sí las responsabilidades de[l] [convenio]”. Pablo pudo demostrar con las Escrituras que las personas no eran justificadas por la obediencia a la ley de Moisés, sino mediante su fe en las promesas de Dios.
¿Cuál es el significado de las palabras expiación y reconciliación?
La palabra griega katallagē se traduce como “expiación” en la versión del rey Santiago de la Biblia (en inglés), mientras que en otras traducciones, como la versión Reina-Valera, a menudo se traduce como “reconciliación”. “Katallagē y sus verbos relacionados […] se usan otras doce veces en el Nuevo Testamento, y todas las referencias tratan de la reconciliación. En el Libro de Mormón, Jacob relacionó la expiación con la reconciliación cuando enseñó que estamos ‘reconcilia[d]os […] por medio de la expiación de Cristo’ (Jacob 4:11). Pablo escribió a los hebreos que Cristo ‘expiar[ía] los pecados del pueblo’ (Hebreos 2:17). Ya sea que estén vinculados por palabras o por medio de un proceso, es evidente que no se puede separar la reconciliación de la expiación y que, evidentemente, una mejor comprensión de la reconciliación también produce una mejor comprensión de la Expiación.
“La palabra reconciliación proviene del latín reconciliare, que significa ‘reunir de nuevo, reunir o reconciliar’”.
¿Por qué hizo Pablo referencia a la servidumbre?
Pablo a veces utilizó la palabra griega para esclavo, aunque en la versión Reina-Valera se la ha traducido como siervo. La metáfora de la esclavitud enseña en cuanto a las consecuencias espirituales de aceptar que el pecado gobierne sobre uno mismo. Dado que la esclavitud era habitual en el Imperio romano, la audiencia de Pablo se habría identificado fácilmente con metáforas como la de presentarse ante Dios, así como los siervos se presentan ante su señor, y de ser siervos del pecado.
Más información
La redención por medio de Jesucristo
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D. Todd Christofferson, “Redención”, Liahona, mayo de 2013, págs. 109–112
La relación entre la gracia y las obras
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Dieter F. Uchtdorf, “El don de la gracia”, Liahona, mayo de 2015, págs. 107–110
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Dale G. Renlund, “Tener muchas bendiciones”, Liahona, mayo de 2019, págs. 70–73
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