Mateo 3; Marcos 1; Lucas 3

Juan el Bautista predicó y bautizó cumpliendo con la profecía. Cuando Jesús fue bautizado, el Espíritu Santo descendió y se posó sobre Él. El Padre proclamó que Jesús era Su Hijo Amado. Jesús llamó a Simón (Pedro), Andrés, Jacobo y Juan para que le siguieran. Comenzó a enseñar y a obrar milagros por medio del poder y la autoridad divinos.

Recursos

Antecedentes y contexto

Mateo 3:2

¿Qué es “el reino de los cielos”?

A veces se hace referencia a la Iglesia del Salvador como el reino de los cielos. Decir “el reino de los cielos se ha acercado” significa que estará aquí pronto. Cuando Jesucristo llamó a Sus Doce Apóstoles, les dio “las llaves del reino de los cielos” para que pudieran dirigir Su Iglesia sobre la tierra. En Mateo 13 encontramos verdades adicionales que el Salvador enseñó acerca del reino de los cielos.

Mateo 3:7

¿Cuál es el significado de una “generación de víboras”?

(Compárese con Lucas 3:7).

Las víboras palestinas son las serpientes venenosas más comunes en Israel. Las víboras son activas por la noche. Para cazar, suelen esconderse y luego acercarse sigilosamente a sus presas. Cuando se sienten amenazadas, enrollan el cuerpo, sisean y atacan a sus oponentes. La frase griega traducida como “generación de víboras” también se puede traducir como “camada de víboras” (o el grupo de huevos nacidos de una víbora madre) e indica la hipocresía y maldad de los saduceos y fariseos.

Mateo 3:12

¿Qué significa la frase “su aventador está en su mano”?

El “aventador” era un bieldo u horquilla que se utilizaba para lanzar trigo al aire. Eso permitía separar el trigo de la indeseable cubierta de las semillas. Este material no deseado también se conoce como paja. Los granos de trigo caían nuevamente al suelo mientras el viento se llevaba la paja, que es más liviana. Luego, el trigo se recogía en un granero o almacén. La paja restante se quemaba con fuego. Juan el Bautista enseñó que el Salvador, quien vendría después de él, separaría a los creyentes de los no creyentes de la misma manera en que el trigo se separaba de la paja.

Mateo 3:16

¿Se transformó el Espíritu Santo en una paloma?

(Compárese con Lucas 3:22).

El profeta José Smith explicó que el Espíritu Santo no se apareció como paloma después del bautismo de Jesucristo. Más bien, la paloma que descendió era una señal de que el Espíritu Santo estaba presente en aquella ocasión: “La señal de la paloma fue instituida desde antes de la creación del mundo, un testigo del Espíritu Santo, y el diablo no puede presentarse en la señal de la paloma. El Espíritu Santo es un Personaje, y […] no puede transformarse en paloma; pero se dio a Juan la señal para simbolizar la verdad del hecho, por ser la paloma un emblema de la verdad y la inocencia”.

Marcos 1:21–22

¿En qué se diferenciaban las enseñanzas de Jesús de las de los escribas?

Se consideraba a los escribas como expertos en los aspectos legales de la ley de Moisés. Al predicar e interpretar la ley, para añadir más peso y autoridad a sus enseñanzas, normalmente hacían referencia o citaban a autoridades y expertos anteriores. En contraste, Jesús hablaba con la autoridad del Legislador, ya que fue Él quien dio la ley de Moisés.

Marcos 1:23–27, 34

¿Qué significa tener un “espíritu inmundo”?

El término griego traducido como “espíritu inmundo” también se puede traducir como “espíritu maligno”. Los espíritus inmundos que procuran poseer cuerpos físicos son los seguidores de Lucifer. Ellos moraban en la presencia del Padre Celestial y Jesucristo antes de ser expulsados del cielo por rebelión. Sabemos por los relatos de las Escrituras que los espíritus malignos pueden habitar temporalmente en el cuerpo de hombres y mujeres. Sin embargo, el profeta José Smith enseñó que tenemos poder para resistir al diablo y a los espíritus que lo siguen.

Marcos 1:40–45

¿Qué era la lepra?

En la Biblia, la lepra se refiere a diversas afecciones de la piel. En nuestros días, a la lepra a menudo se la denomina enfermedad de Hansen. La lepra puede dañar la piel, los nervios, los ojos, la nariz, la garganta y los huesos. Si no se trata, lleva lentamente a una muerte dolorosa.

En los tiempos bíblicos, a los leprosos se los separaba de la sociedad. Se les ordenaba gritar “¡impuros!” para advertir a cualquiera que se aproximara. Se creía que su impureza contagiaría a cualquiera que tuviera contacto con ellos. Como las víctimas de la lepra quedaban aisladas y solas, los judíos la consideraban una muerte en vida.

Al sanar al hombre leproso, el Salvador no solo sanó su cuerpo físico, sino que también lo restauró a la sociedad. Después de sanar al hombre, el Salvador le ordenó que obedeciera el mandamiento mosaico para los leprosos sanados. El leproso debía presentarse ante un sacerdote, ofrecer sacrificios y someterse a un ritual de purificación.

Lucas 3:2

¿Por qué llegó la palabra de Dios a Juan el Bautista y no al sumo sacerdote?

Bajo la ley de Moisés, el sumo sacerdote era el oficial que presidía el Sacerdocio Aarónico. Presidía sobre todos los demás sacerdotes. Aunque Anás y Caifás eran sumos sacerdotes durante el ministerio de Juan el Bautista, la palabra de Dios no llegó a ellos; en cambio, llegó a Juan. Esto indica que los líderes de Israel en ese tiempo eran indignos.

El oficio de sumo sacerdote se había corrompido. Durante años, Herodes y otros funcionarios romanos habían nombrado a los sumos sacerdotes basándose en la conveniencia política o en el soborno. Los judíos carecían de un líder del sacerdocio divinamente autorizado y necesitaban nacer de nuevo espiritualmente.

Juan el Bautista había sido elegido por Dios y debidamente ordenado para ser Su representante. Debía predicar el arrepentimiento y llevar a cabo la ordenanza del bautismo.

El profeta José Smith explicó: “Juan era, en aquella época, el único administrador legal de los asuntos del reino que se hallaba entonces sobre la tierra, y el que poseía las llaves de autoridad. Los judíos tenían que obedecer sus instrucciones o ser condenados por su propia ley […]. Por la santa unción y el decreto de los cielos, el hijo de Zacarías arrebató a los judíos las llaves, el reino, el poder y la gloria”.

Lucas 3:23–38