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CAPÍTULO TRES: LA PRIMERA VISIÓN


CAPÍTULO TRES

LA PRIMERA VISIÓN

Durante siglos, el mundo estuvo en la oscuridad espiritual por haber rechazado a los Apóstoles del Señor. Con excepción de unos pocos rayos de luz, como los que vieron los reformadores, los cielos permanecieron cerrados. Todo eso cambió con la experiencia que tuvo un jovencito, en la primavera de 1820, en un bosque del norte del estado de Nueva York. Entonces amaneció un día de luz espiritual.

El presidente Gordon B. Hinckley enseñó lo siguiente: “…Esa gloriosa Primera Visión… fue la cortina que se descorrió para abrir ésta, la dispensación del cumplimiento de los tiempos. No hay nada en la base de nuestra doctrina, nada en lo que enseñamos, nada de lo que rige nuestra vida que sea de mayor importancia que esa primera declaración. Sostengo que si José Smith habló con Dios el Padre y con Su Hijo Amado, entonces todo lo demás que él dijo es también verdad. Esa es la bisagra con la cual gira la puerta que se abre al sendero que conduce a la salvación y a la vida eterna”1.

EL ESTABLECIMIENTO EN EL OESTE DE NUEVA YORK

Joseph Smith decidió establecerse en Palmyra, un pueblecito del estado de Nueva York, que se hallaba en la región de los Lagos Finger, llamada así por la forma de los lagos, que se asemeja a los dedos. Escasamente habitada a principios del siglo diecinueve, la población de la zona fue aumentando rápidamente y para 1820 ya había muchas comunidades alrededor de los lagos.

La fertilidad del suelo y la profusión de bosques fueron los factores principales que contribuyeron al desarrollo de la región. El Canal Erie, una vía fluvial muy importante para el transporte de personas y de artículos a través del estado, desde Albany hasta los Grandes Lagos, también llevó el progreso a esa zona; después de construirse casi totalmente con labor manual y a un costo de más de siete millones de dólares, al llegar la obra a su fin en 1825, este canal de más de 580 km de longitud hizo que el tiempo de transporte a través del estado se redujera de tres semanas a sólo seis días y también redujo considerablemente los gastos. El canal pasaba a una cuadra de distancia de la calle principal de Palmyra.

Joseph Smith, que para 1821 ya tenía una familia de once hijos, trabajaba arduamente para ganarse la vida. A los dos años de estar en Palmyra, había juntado bastante dinero para hacer la primera entrega de la compra de aproximadamente cuarenta hectáreas de tierra forestada en el municipio vecino de Farmington. Durante el primer año que estuvieron allí, él y sus hijos limpiaron unas doce hectáreas de terreno cubierto de espesos bosques, lo prepararon para el cultivo y sembraron trigo2. Esa limpieza del terreno no se limitaba sólo a cortar los árboles con hachas y sierras de mano, sino que también había que arrancar los troncos de raíz empleando la fuerza bruta de hombres y bestias de labor. El joven José comentó más adelante que dicho trabajo “exigía los esfuerzos de todos los que estuvieran en condiciones de prestar ayuda para el sustento de la familia”3. Al cabo de un tiempo, el municipio de Farmington se dividió y, en 1822, la granja de los Smith pasó a formar parte del nuevo municipio de Manchester.

En esa época, las posibilidades de recibir instrucción escolar eran muy limitadas para los hijos de los Smith; el Profeta atribuía esto a “la situación de pobreza” en que se había criado. “Nos vimos privados de los beneficios de la educación académica; baste decir que apenas se me enseñó a leer, a escribir, así como algunos conocimientos básicos de aritmética, y en eso constituyó toda la instrucción didáctica que recibí”4.

Cada vez era mayor el número de personas que atravesaban las montañas Catskill y Adirondack para establecerse en la región de los Lagos Finger, en la parte occidental del estado de Nueva York; esa gente tendía a perder contacto con las religiones establecidas en la zona de donde provenía. Los líderes religiosos de las denominaciones principales, en particular los bautistas, metodistas y presbiterianos, estaban preocupados por “esa gente sin religión” y, debido a ello, comenzaron a llevar a cabo programas de proselitismo entre esos hermanos a quienes consideraban en condición desventajosa.

Los metodistas y los bautistas eran particularmente fervorosos en su afán por llevar la religión a los que no gozaban de sus beneficios. Los metodistas empleaban “jinetes de circuito”, quienes eran ministros viajantes que iban a caballo de pueblo en pueblo, recorriendo una región o circuito determinado y atendían a las deficiencias religiosas de la gente. Los bautistas empleaban el método del “granjero predicador”, por el cual un hombre del lugar, que durante la semana se ganaba la vida trabajando en una granja, ocupaba el púlpito para predicar el día de reposo.

Estas labores se vieron reforzadas por el Segundo Gran Despertar religioso que en esa época predominaba en los Estados Unidos. Casi todas las religiones de esa zona del estado de Nueva York llevaban a cabo reuniones de renovación que tenían por objeto evangelizar a la gente para despertar el entusiasmo religioso. Muchas veces se hacían campamentos con ese propósito, al borde o en medio de un bosque, y los asistentes recorrían grandes distancias por caminos polvorientos para plantar su tienda o colocar su carreta en círculo alrededor del campamento; estas reuniones duraban a veces varios días, y algunas de las sesiones llevaban todo el día e incluso parte de la noche. Los ministros se alternaban para predicar, pero no era infrecuente que hubiera varios predicando a la vez5. Durante la primera parte del siglo, el celo religioso era tan ferviente en esa región que a toda esa zona oeste de Nueva York se le dio el nombre de “Distrito de Fuego”; y como toda el área de los Lagos Finger estaba metafóricamente en brasas debido al ardor evangélico, no es de extrañar que la familia de José Smith se viera también envuelta en ese fervor.

LA BÚSQUEDA PERSONAL DE JOSÉ SMITH

Farmington (lo que después pasó a ser el municipio de Manchester) fue una de las diversas poblaciones de la zona afectadas por ese ardor religioso. Más adelante, Lucy Mack Smith escribió que había sido “una gran renovación religiosa, que se extendió entre todas las denominaciones de los alrededores del lugar donde residíamos. Mucha gente, preocupada por la salvación de su alma, aparecía buscando una religión”6. La mayoría de las personas deseaban afiliarse a una religión, pero estaban indecisas con respecto a cuál unirse. El profeta José Smith dijo que dos años después de haberse mudado a la granja hubo “una agitación extraordinaria sobre el tema de la religión. Empezó entre los metodistas, pero pronto se generalizó entre todas las sectas de la comarca. En verdad, parecía repercutir en toda la región, y grandes multitudes se unían a los diferentes partidos religiosos, ocasionando no poca agitación y división entre la gente…” (José Smith—Historia 1:5).

Las renovaciones y las reuniones de campamento religiosas tuvieron su influencia en el joven José. En su historia personal, él escribió: “Alrededor de la edad de doce años, me vi seriamente impresionado con respecto a todas las inquietudes que atañían al bienestar de mi alma inmortal”7.

Este hecho, a su vez, lo llevó a escudriñar las Escrituras y a procurar el perdón de sus pecados. En cuanto a las enseñanzas de los diversos líderes religiosos, él comentó lo siguiente: “No sabía quién estaba en lo cierto ni quién estaba en el error, pero consideraba que para mí era de fundamental importancia que yo estuviera en lo cierto en los asuntos… que tendrían consecuencias eternas”8. También dijo: “…Concurría a sus respectivas reuniones cada vez que la ocasión me lo permitía… era imposible que una persona tan joven como yo, y sin ninguna experiencia en cuanto a los hombres y las cosas, llegase a una determinación precisa sobre quién tenía razón y quién no” (José Smith—Historia 1:8).

Además, se hallaba confuso ante la acritud y la hipocresía que observaba en los ministros y en los otros cristianos. Con respecto a eso, comentó: “El conocer bien a los de las diversas denominaciones religiosas me causaba gran asombro, pues descubrí que sus alegaciones de ser cristianos sinceros no iban acompañadas de las acciones santas ni de la conversación devota que estaban de acuerdo con lo que yo había encontrado en aquel sagrado escrito [las Escrituras]. Esto causaba pesar a mi alma”9. Cuando los conversos empezaron a afiliarse a una religión primero y luego a otra, él se dio cuenta de lo siguiente: “…Se vio que los supuestos buenos sentimientos, tanto de los sacerdotes como de los conversos, eran más fingidos que verdaderos; porque siguió una escena de gran confusión y malos sentimientos —sacerdote contendiendo con sacerdote, y converso con converso— de modo que toda esa buena voluntad del uno para con el otro, si es que alguna vez la abrigaron, se había perdido completamente en una lucha de palabras y contienda de opiniones” (José Smith—Historia 1:6).

Sólo tenemos una vaga idea del impacto que habrán tenido esas condiciones en la mente inquisitiva del jovencito. Los mismos hombres que, en su opinión, debían ser quienes conocieran el camino que conducía a Dios, “entendían los mismos pasajes de las Escrituras de un modo tan distinto, que destruían toda esperanza de resolver el problema recurriendo a la Biblia” (Ibíd. vers. 12). También explicó lo que sentía de la siguiente manera: “En medio de esta guerra de palabras y tumulto de opiniones, a menudo me decía a mí mismo: ¿Qué se puede hacer? ¿Cuál de todos estos grupos tiene razón; o están todos en error? Si uno de ellos es verdadero, ¿cuál es, y cómo podré saberlo?” (Ibíd., vers. 10).

José Smith provenía de una familia religiosa; su madre, una hermana y dos de sus hermanos se habían afiliado a la Iglesia Presbiteriana, pero esa religión no le satisfacía. De todos modos, sus padres lo habían criado desde la infancia en el cristianismo y él pensaba que una de las religiones existentes tenía que ser la correcta, pero ¿cuál? En su afán de encontrar la iglesia verdadera, nunca pensó en iniciar él mismo una ni se le ocurrió que la verdad divina no existiera en la tierra. No sabía dónde encontrarla, pero, por habérsele enseñado a creer en las Escrituras, se volvió a ellas en procura de la respuesta.

Lo mismo que muchas otras familias que vivían en esas tierras de colonización, los Smith tenían en su casa una Biblia. Las semillas que los “buenos padres” habían plantado fueron nutridas por el Santo Espíritu. No es posible saber cuántos días y noches pasó el Profeta reflexionando, averiguando y orando; tampoco sabemos si confió sus inquietudes y anhelos a alguien de la familia. Pero los años de preparación y el tiempo, interés y meditación que había dedicado al tema tuvieron su recompensa: a los catorce años, encontró una posible solución a su dilema mientras leía este pasaje de la Biblia: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5).

Ese versículo causó al jovencito una profunda impresión: “Ningún pasaje de las Escrituras jamás penetró el corazón de un hombre con más fuerza que éste en esta ocasión, el mío. Pareció introducirse con inmenso poder en cada fibra de mi corazón. Lo medité repetidas veces, sabiendo que si alguien necesitaba sabiduría de Dios, esa persona era yo; porque no sabía qué hacer, y a menos que obtuviera mayor conocimiento del que hasta entonces tenía, jamás llegaría a saber…” (José Smith—Historia 1:12).

La Biblia no le aclaraba a qué religión debía afiliarse, pero le aseguraba que la oración le resolvería el problema, y eso lo hizo reflexionar.

“Finalmente llegué a la conclusión de que tendría que permanecer en tinieblas y confusión, o de lo contrario, hacer lo que Santiago aconsejaba, esto es, recurrir a Dios…

“Por consiguiente, de acuerdo con esta resolución mía de recurrir a Dios, me retiré al bosque para hacer la prueba. Fue por la mañana de un día hermoso y despejado, a principios de la primavera de 1820…” (Ibíd. 1:13, 14). Esa era la primera vez que trataba de pronunciar una oración vocalmente (véase el vers. 14).

Lo que sucedió a continuación hizo que José Smith se distinguiera de sus contemporáneos para siempre: Dios el Padre Eterno y Su Hijo Jesucristo aparecieron ante él. Las apariciones de la Deidad son reales y la Biblia las confirma. En Peniel, Jacob declaró con gran gozo: “…Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma” (Génesis 32:30). Dios le habló a Moisés “cara a cara, como habla cualquiera a su compañero” (Éxodo 33:11; véase también Números 12:8). E Isaías escribió: “…han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (Isaías 6:5).

Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo aparecieron juntos ante el joven José Smith, de catorce años. Desde la resurrección de Jesucristo no había existido una amenaza semejante para el reino del diablo; no es de sorprender, entonces, que esa mañana Satanás también haya estado presente.

Igual que Moisés, este joven Profeta tuvo que enfrentar la oposición del adversario. Esto es lo que relató: “Después de apartarme al lugar que previamente había designado, mirando a mi derredor y encontrándome solo, me arrodillé y empecé a elevar a Dios el deseo de mi corazón. Apenas lo hube hecho, cuando súbitamente se apoderó de mí una fuerza que me dominó por completo, y surtió tan asombrosa influencia en mí, que se me trabó la lengua, de modo que no pude hablar. Una densa obscuridad se formó alrededor de mí, y por un momento me pareció que estaba destinado a una destrucción repentina” (José Smith—Historia 1:15).

Los poderes de las tinieblas fueron aterradores, pero hubo un poder superior que lo liberó. José Smith se empeñó con todas sus fuerzas en suplicar a Dios que lo librara del enemigo que se había apoderado de él, y describió esa experiencia con estas palabras:

“…En el momento en que estaba para hundirme en la desesperación y entregarme a la destrucción… vi una columna de luz, más brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza; y esta luz gradualmente descendió hasta descansar sobre mí.

“No bien se apareció, me sentí libre del enemigo que me había sujetado. Al reposar sobre mí la luz, vi en el aire arriba de mí a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción. Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Éste es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!” (Ibíd. 1:16–17).

Satanás con su poder fue expulsado y, en lugar de él, aparecieron el Padre y el Hijo en Su gloria inmortal. Tan pronto como pudo hablar, José Smith preguntó a los Personajes cuál de las sectas religiosas estaba en lo cierto, y a cuál debía afiliarse. Él describió así la respuesta que recibió:

“Se me contestó que no debía unirme a ninguna, porque todas estaban en error; y el Personaje que me habló dijo que todos sus credos eran una abominación a su vista; que todos aquellos profesores se habían pervertido; que ‘con sus labios me honran, pero su corazón lejos está de mí; enseñan como doctrinas los mandamientos de los hombres, teniendo apariencia de piedad, mas negando la eficacia de ella’.

“De nuevo me mandó que no me uniera a ninguna de ellas… Cuando otra vez volví en mí, me encontré de espaldas mirando hacia el cielo…” (Ibíd. 1:19–20). El haber estado en presencia de la Deidad lo dejó debilitado y pasó algún tiempo antes de que pudiera reponerse y regresar a su casa.

El jovencito quedó profundamente afectado por aquella visión. Además de haberle dado la respuesta a sus dudas en cuanto a cuál iglesia era la verdadera, también se le dijo que se le habían perdonado sus pecados10, y que “en un tiempo futuro se [le] daría a conocer la plenitud del Evangelio”11. Los efectos de esa experiencia influenciaron al Profeta por el resto de su vida. Años más tarde, recordaba vívidamente la forma en que lo había afectado el suceso: “Mi alma se llenó de amor, y durante muchos días me regocijaba con inmenso gozo y el Señor estaba conmigo”12.

LA REACCIÓNDE LA GENTE A LA VISIÓN DE JOSÉ SMITH

Poco después de llegar a su casa, la madre, al notar quizás el estado de debilitamiento en que se hallaba su hijo, le preguntó qué le pasaba. Él le contestó: “Pierda cuidado, todo está bien; me siento bastante bien… He sabido a satisfacción mía que el presbiterianismo no es verdadero” (José Smith—Historia 1:20). José Smith no aclaró si le dijo algo más a su madre en ese momento; sabemos que después confió a otros miembros de la familia la visión que había tenido. Su hermano William comentó: “Todos tuvimos la más absoluta confianza en lo que nos había dicho. Siempre decía la verdad. Papá y mamá le creían, ¿por qué no habríamos de creerle también nosotros [sus hermanos]?”13. El trascendental suceso le aclaró las dudas al joven José pero no tuvo el mismo efecto en otras personas, según lo demuestran sus propias palabras: “Sin embargo, no tardé en descubrir que mi relato había despertado mucho prejuicio en contra de mí entre los profesores de religión, y fue la causa de una fuerte persecución, cada vez mayor…” (José Smith—Historia 1:22).

Uno de las primeras personas, aparte de sus familiares, que escuchó el relato de lo que le había ocurrido fue “uno de los ministros metodistas, uno muy activo en la ya mencionada agitación religiosa”. El jovencito pensó ingenuamente que el ministro estaría encantado de saber las grandiosas nuevas de los cielos. Pero, esto es lo que contó sobre su conversación con él: “…Su conducta me sorprendió grandemente; no sólo trató mi narración livianamente, sino con mucho desprecio, diciendo que todo aquello era del diablo; que no había tales cosas como visiones ni revelaciones en estos días; que todo eso había cesado con los apóstoles, y que no volvería a haber más” (Ibíd.l 1:21).

Esa manera de pensar era común entre las sectas religiosas. A todos les parecía inconcebible que el mismo Dios Todopoderoso condescendiera a presentarse ante un muchachito de catorce años en 1820 como se había presentado a los Profetas de la antigüedad. Por ese motivo, la experiencia sagrada de José Smith le acarreó una encarnizada persecución. Aél le era muy difícil entender el odio de todos aquellos que profesaban ser cristianos, según lo explicó: “…no era yo sino un muchacho desconocido, apenas entre los catorce y quince años de edad, y tal mi posición en la vida que no era un joven de importancia alguna en el mundo, sin embargo, los hombres de elevada posición se fijaban en mí lo suficiente para agitar el sentimiento público en mi contra… y a menudo fue motivo de mucha tristeza para mí” (Ibíd. 1:22–23). William Smith comentó más adelante: “Hasta que José habló de la visión que había tenido, no teníamos idea de que podíamos ser mala gente [a los ojos de los demás]. Se nos había considerado personas respetables hasta entonces, pero inmediatamente después empezaron a circular rumores falsos e historias asombrosas”14.

La realidad de lo que le había ocurrido preparó al Profeta para soportar la persecución, que cada vez fue mayor. Él comparó su situación con la de Pablo, el Apóstol, que vio al Señor resucitado y oyó Su voz, pero muy pocas personas le creyeron y algunos hasta lo tacharon de mentiroso o de loco; sin embargo, esas acusaciones no pudieron destruir la verdad de lo que había visto. José Smith dijo lo siguiente: “Así era conmigo. Yo efectivamente había visto una luz, y en medio de la luz vi a dos Personajes, los cuales en realidad me hablaron; y aunque se me odiaba y perseguía por decir que había visto una visión, no obstante, era cierto…”

El joven se sentía como los niños a los que se acusa y castiga injustamente: “…yo pensaba en mi corazón: ¿Por qué me persiguen por decir la verdad? En realidad he visto una visión, y ¿quién soy yo para oponerme a Dios?, o ¿por qué piensa el mundo hacerme negar lo que realmente he visto? Porque había visto una visión; yo lo sabía, y sabía que Dios lo sabía; y no podía negarlo…” (José Smith—Historia 1:25). El negar lo habría puesto bajo condenación y no se atrevía a ofender a Dios de esa manera.

LA IMPORTANCIA DE LA PRIMERA VISIÓN

La Primera Visión fue un acontecimiento esencial para el establecimiento del Reino de Dios en la tierra en los últimos días. Apesar de ser solamente un muchacho iliterato, José Smith aprendió verdades profundas que se convirtieron en el cimiento de la fe de los Santos de los Últimos Días. Él en realidad vio a Dios el Padre y a Su Hijo Jesucristo y, de ese modo, supo que la promesa que se encuentra en el libro de Santiago es verídica, que Dios contesta sin reproche la oración sincera. Dios se convirtió para él en un Ser real y accesible, una fuente vital de la verdad y un amoroso Padre Celestial; su creencia en un Dios real ya no era un asunto de fe sino de experiencia propia. De ahí que el Profeta haya podido ser, como el apóstol Pedro, un testigo elegido por Dios y mandado a predicar y testificar de Jesucristo (véase Hechos 10:39–43). También estaba en condiciones de testificar que el Padre y el Hijo eran Seres gloriosos, distintos y separados, a cuya imagen el hombre ha sido hecho, hablando literalmente.

Además, supo de la realidad de Satanás, un ser con extraordinario poder, el enemigo que está determinado a destruir la obra de Dios; a pesar de que fracasó en la Arboleda Sagrada, ese fue sólo el principio de un gran conflicto. Antes de llegar al fin de su obra, José Smith pelearía muchas batallas con este adversario de la rectitud. Más aún, la respuesta del Señor a la pregunta que él le había hecho sobre cuál de las religiones era la verdadera fue una acusación de toda la cristiandad del siglo diecinueve, puesto que ninguna de las iglesias existentes recibió la aprobación divina. De la misma manera en que el Salvador había puesto sobre aviso a Sus discípulos en cuanto a “la levadura de los fariseos y de los saduceos” (véase Mateo 16:6–12), también le enseñó al Profeta que en esos días las religiones enseñaban “los mandamientos de los hombres” (José Smith—Historia 1:19) y que, por lo tanto, no debía afiliarse a ninguna de ellas.

Joseph F. Smith, sobrino del Profeta y sexto Presidente de la Iglesia, explicó lo siguiente sobre la importancia de la Primera Visión: “El acontecimiento más grande que se ha verificado en el mundo, desde la resurrección del Hijo de Dios del sepulcro y Su ascensión a los cielos, fue la visita del Padre y del Hijo al joven José Smith con objeto de preparar el camino para poner los fundamentos de Su reino —no el reino del hombre— para nunca jamás cesar ni ser derribado. Habiendo aceptado esta verdad, encuentro que es fácil aceptar todas las demás verdades que él anunció durante su misión de catorce años en el mundo…”15.

NOTAS

  1. Véase de Gordon B. Hinckley, “¿Qué pregunta la gente acerca de nosotros?”, Liahona, enero de 1999, pág. 82.

  2. Véase de Lucy Mack Smith, History of Joseph Smith, ed. por Preston Nibley. Salt Lake City: Bookcraft, 1958, págs. 63–64.

  3. “History of Joseph Smith By Himself”, 1832. Escrita en Kirtland, Ohio, entre el 20 de julio y el 27 de noviembre de 1832. Departamento Histórico de la Iglesia, Salt Lake City, pág. 1. Véase también The Personal Writings of Joseph Smith, ed. por Dean C. Jessee. Salt Lake City: Deseret Book Company, 1984, pág. 4, en el cual aparecen impresos todos los manuscritos de José Smith que se conocen.

  4. “History of Joseph Smith By Himself”, pág. 1. Jessee, The Personal Writings of Joseph Smith, pág. 4.

  5. Este párrafo se ha tomado de la obra de Milton V. Backman, hijo, Joseph Smith’s First Vision, 2a ed. Salt Lake City: Bookcraft, 1980, págs. 71, 73.

  6. Smith, History of Joseph Smith, pág. 68.

  7. “History of Joseph Smith By Himself”, págs. 1-2, Jessee, Personal Writings of Joseph Smith, págs. 4–5.

  8. José Smith, “History A–1”, noviembre de 1835, Departamento Histórico de la Iglesia, Salt Lake City, pág. 120.

  9. “History of Joseph Smith By Himself”, pág. 2, Jessee, Personal Writings of Joseph Smith, pág. 5.

  10. Véase “History of Joseph Smith By Himself”, pág. 3; Jessee, Personal Writings of Joseph Smith, pág. 6.

  11. History of the Church, 4:536. Esta declaración es parte de la respuesta que envió José Smith al señor John C. Wentworth, director del Chicago Democrat. El señor Wentworth había escrito de parte de su amigo, el señor Bastow (su nombre completo era George Bastow), quien estaba escribiendo la historia de New Hampshire y quien quería incluir en ella “información fidedigna” sobre el nacimiento y el progreso de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

  12. “History of Joseph Smith By Himself”, pág. 3; Jessee, Personal Writings of Joseph Smith, pág. 6.

  13. En “Another Testimony, Statement of William Smith, Concerning Joseph the Prophet”, por J. W. Peterson, Deseret Evening News, enero 20 de 1894, pág. 11.

  14. En “Another Testimony…”, Peterson, pág. 11.

  15. Doctrina del Evangelio, pág. 488.

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stained glass window depicting First Vision

Esta ventana de vidrios de colores (“vitral”), en el que se representa la Primera Visión, está hecha en Bélgica por artistas profesionales y fue donada en 1907 al Barrio Diecisiete de Salt Lake City por Annie D. Watkins.

Historia

Fecha

 

Acontecimientos importantes

1818

Los Smith compran una granja en el municipio de Farmington.

1819

Los movimientos de renovación religiosa se intensifican en los alrededores de Palmyra.

Primavera, 1820

El joven José Smith, de catorce años, ve al Padre y al Hijo en una arboleda cercana a la granja de sus padres.

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map of Palmyra area

En 1816 los Smith se mudaron a Palmyra, que era una localidad pequeña, de unos seiscientos habitantes. Alrededor de 1818 o 1819 empezaron a limpiar un campo de cuarenta hectáreas para una granja, cerca del municipio de Farmington (que pasó después a ser Manchester).

Lago Ontario

Lagos Finger

El canal Erie

Lago Canandaigua

Lago Séneca

Lago Cayuga

Rochester

Palmyra

Manchester

Canandaigua

Cerro de Cumorah

Geneva

Fayette

La granja de Peter Whitmer

Waterloo

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Erie Canal

La excavación para construir el Canal Erie comenzó el 4 de julio de 1817.

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man on horse with umbrella

Un “jinete de circuito” metodista. Dibujo de A. R. Waud.

Cortesía de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.

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painting of camp meeting

Reunión de campamento de renovación religiosa alrededor de 1830 o 1835. Dibujo de A. Rider.

Cortesía de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.

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grove of trees

No se sabe cuál fue el lugar exacto donde José Smith tuvo la Primera Visión, pero lo más probable es que haya sido en el bosque que se encuentra del otro lado del camino, frente a la casa.

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George Lane

El reverendo George Lane (1784–1859) era ministro metodista y contemporáneo de José Smith. Según la familia Smith, Lane tomó parte en el movimiento de renovación religiosa de Palmyra.