CAPÍTULO ONCE
LA EXPULSIÓN DE LOS SANTOS DEL CONDADO DE JACKSON
El profeta José Smith y los que lo acompañaron a Misuri en el verano de 1831 se quedaron contentos al saber que el condado de Jackson sería el lugar de la Sión de los últimos días. Por supuesto, ignoraban que en menos de dos años la gente del condado echaría a los santos de sus hogares en el oeste de Misuri. Los miembros de la Iglesia no tenían idea de lo que les esperaba aunque el Señor les había dicho que la gloria de Sión surgiría sólo “después de mucha tribulación” (véase D. y C. 58:3-4).
El año 1833 fue de tribulación para los santos del condado de Jackson por los conflictos insuperables que surgieron entre ellos y sus vecinos debido a diversos asuntos; a raíz de esto, algunas personas empezaron a atacar a los miembros de la Iglesia. Los problemas comenzaron en el verano, y en noviembre [otoño en el hemisferio norte] se organizaron populachos que los forzaron despiadadamente a abandonar sus hogares y cruzar el río Misuri en las peores condiciones.
SE LES AMONESTA PARA QUE SE ARREPIENTAN
A fines de 1832, había más de ochocientos miembros de la Iglesia en las cinco ramas del condado de Jackson, y casi todas las semanas llegaban otros a establecer allí su hogar. José Smith nombró a siete sumos sacerdotes —Oliver Cowdery, William W. Phelps, John Whitmer, Sidney Gilbert, Edward Partridge, Isaac Morley y John Corrill— para presidir en los asuntos de la Iglesia que crecía tan rápidamente en Sión; estos hermanos, a su vez, llamaron a otros élderes para presidir las diversas ramas.
A pesar de esa organización, había miembros que no hacían caso a los líderes de la Iglesia pasando por alto su autoridad para presidir y haciendo, por lo tanto, muy difícil el establecer orden en las ramas. Había también algunos que “trataban de conseguir heredades valiéndose de otros medios que no fueran las leyes de consagración y mayordomía”1. El élder Phelps escribió una carta a José Smith, que estaba en Kirtland, explicándole los problemas, y recibió una respuesta inmediata con varias instrucciones que se habían recibido por revelación. El Señor advirtió a los que no habían hecho caso de las leyes reveladas, que no eran dignos de que sus nombres estuvieran “inscritos con los del pueblo de Dios… ni …escritos en el libro de la ley de Dios” (D. y C. 85:3, 5). Se indicaba que John Whitmer, por ser el historiador de la Iglesia, debía llevar un registro de los que recibieran su heredad “legalmente” del obispo Edward Partridge así como de todos los que después apostataran (véase D. y C. 85:1–2).
Además, surgieron otros problemas en Sión: hubo celos mezquinos, codicia, frivolidades, incredulidad y un descuido general en obedecer los mandamientos de Dios, todo lo cual captó la atención del Profeta. Incluso algunas personas acusaron a José Smith de “buscar poder y autoridad monárquicos” y de posponer a propósito el establecimiento de Sión2.
El Profeta respondió por escrito una carta pacificadora y envió una copia de la “hoja de olivo” (D. y C. 88): “Aunque nuestros hermanos de Sión se entregan a pensamientos sobre nosotros que no están de acuerdo con los requisitos del nuevo convenio, no obstante, tenemos la satisfacción de saber que el Señor nos aprueba, que nos ha aceptado y ha establecido Su nombre en Kirtland para salvación de las naciones… Si Sión no se purifica, Él buscará otro pueblo… Arrepentíos, arrepentíos, dice la voz de Dios a Sión”3.
Al mismo tiempo, un consejo que se había formado en Kirtland designó a Hyrum Smith y Orson Hyde para que escribieran una carta reprobando a la Iglesia de Misuri; en ella se advertía a los santos: “Arrepentíos, arrepentíos, o Sión tendrá que sufrir, porque el azote y juicio vendrán sobre ella”. Además, se les rogaba que leyeran las Escrituras y las obedecieran y que se humillaran ante Dios: “No han venido a Sión para sentarse ociosos, descuidando los asuntos de Dios, sino para ser diligentes y fieles en obedecer el nuevo convenio”4.
Después de recibir la revelación de la “hoja de olivo”, el 26 de febrero de 1833 se reunió un concilio de sumos sacerdotes que convocaron a asambleas solemnes que se llevarían a cabo en cada una de las ramas (véase D. y C. 88:70). David Pettigrew escribió en su diario que el obispo Partridge las había designado como “un día de confesión y arrepentimiento”5. Los élderes Oliver Cowdery, William W. Phelps y John Corrill también escribieron a las autoridades de Kirtland en nombre de los santos de Sión expresando sus deseos de obedecer los mandamientos de allí en adelante6. El Señor quedó complacido con esa buena disposición y le reveló al Profeta que “los ángeles se regocijan” por los santos de Misuri (D. y C. 90:34).
PERSPECTIVAS OPTIMISTAS PARA EL FUTURO
La cantidad de miembros nuevos que emigraron a Misuri durante los primeros seis meses de 1833 excedió la del año anterior. Parley P. Pratt comentó que una vez que los recién llegados empezaron a comprar terrenos, construir casas y cultivar la tierra, “la paz y la abundancia coronaron sus esfuerzos, las regiones desiertas se convirtieron en campos fructíferos y el lugar deshabitado comenzó a brotar y florecer como la rosa”. Los santos se reunían todos los domingos en sus respectivas ramas para adorar al Señor, y hasta la primera parte de junio reinaba entre ellos la armonía. El hermano Pratt dijo: “Pocas veces habrá habido en la tierra una gente más feliz que la Iglesia de los santos en esos días”7.
En el verano se organizó en Sión una escuela para los élderes que seguía el modelo de la Escuela de los Profetas que había en Kirtland. Parley P. Pratt recibió el llamamiento de presidir y enseñar una clase a la que asistían unos sesenta élderes, que se reunía en los bosques de los alrededores. El élder Pratt recordó esos días con afecto: “Allí se derramaron grandes bendiciones, y se manifestaron y enseñaron muchos conceptos grandiosos y admirables. El Señor me concedió sabiduría y me capacitó para enseñar y elevar a los élderes”9. Algunos de los hermanos recibieron el don de lenguas en esas reuniones. Entretanto, William W. Phelps continuaba preparando el Libro de los Mandamientos para su publicación y, a la vez, era editor del periódico The Evening and the Morning Star, que aparecía mensualmente.
A fines de junio de 1833, el Profeta les envió un plano para edificar la ciudad de Sión y su templo en Misuri; la ciudad estaba diseñada para contener entre quince y veinte mil habitantes, “con una superficie de aproximadamente 2,5 km2 y manzanas de alrededor de cuatro hectáreas divididas en terrenos de unos 2.000 m2, con una casa en cada solar”10. Se iba a edificar un conjunto de veinticuatro “templos” que se utilizarían como casas de adoración. Las escuelas se levantarían en dos de las manzanas centrales de la ciudad. Las tierras que estaban al norte y al sur de ésta se iban a emplear para tener los graneros, los establos y las granjas. Se esperaba que el granjero, así como el comerciante y el mecánico, vivieran en la ciudad, donde pudieran disfrutar de todas las ventajas sociales, culturales y educativas11. Lamentablemente, los ataques de los populachos impidieron la aplicación de este plan; pero los Santos de los Últimos Días pusieron en práctica más adelante muchas de sus ideas principales en el norte de Misuri, en Nauvoo, Illinois, y en cientos de otros lugares de colonización en el oeste.
LAS CAUSAS DEL CONFLICTO QUE SURGIÓ EN EL CONDADO DE JACKSON
Las circunstancias felices y favorables de los miembros de la Iglesia en el condado de Jackson llegaron a su fin abruptamente en julio de 1833. Ante la rapidez con que aumentaba la cantidad de miembros en el condado, los habitantes anteriores de la región fueron desconfiando cada vez más de ellos; muchos temían que los peregrinos religiosos que habían llegado del este los superaran en número; la ideología de los “primeros colonos” era diferente de la de los Santos de los Últimos Días, por lo que era natural que surgieran entre ellos discrepancias culturales, políticas, religiosas y económicas.
Los primeros residentes del condado eran un grupo de gente trabajadora pero tosca e inculta, que había llegado de las regiones montañosas del sur procurando liberarse de las restricciones que les imponía la sociedad; la mayoría de ellos carecía de la educación y el refinamiento que eran más comunes en los estados de Nueva Inglaterra y del Este; muchos empleaban un lenguaje profano, quebrantaban el día de reposo y se divertían con las carreras de caballos, las riñas de gallos, la ociosidad, las borracheras, el juego y la violencia. Después de su primera visita al condado de Jackson, el profeta José Smith comentó sobre lo natural que era “observar la degradación, la pobreza del intelecto, la violencia y los celos de una gente que tenía cerca de un siglo de atraso con respecto a la época y sentir compasión por los que andaban errantes sin el beneficio de la civilización, del refinamiento ni de la religión”12.
Los colonos del lugar veían al grupo de santos que aumentaba continuamente como una amenaza política, a pesar de que durante su breve permanencia en el condado éstos no presentaron candidaturas en las elecciones ni votaban todos por el mismo candidato. En julio de 1833, la población mormona había llegado a casi mil doscientas personas, y seguían llegando más miembros mes tras mes. Algunos miembros se jactaban de que habría miles que irían a vivir en el condado. “Con una simple superioridad aritmética, unos cuantos cientos de mormones más habrían podido quitar el control político a los que habían establecido la ciudad y el condado”13. Los lugareños estaban naturalmente aprensivos de aquel fervor religioso que predecía que todos los “gentiles” (los que no fueran mormones) serían destruidos cuando el reino milenario se estableciera en el condado de Jackson.
Los ministros protestantes también estaban resentidos por lo que consideraban una intrusión de los mormones en el condado; se consideraba a los Santos de los Últimos Días fanáticos y pillos y se les acusaba de ser simples e ignorantes por creer y tener experiencias frecuentes con milagros, profecías, sanidades, revelaciones y el don de lenguas. Los celos y el temor de perder adeptos encendían el fuego del antagonismo en los ministros. El reverendo Finis Ewing, de la Iglesia Presbiteriana Cumberland afirmó lo siguiente: “Los ‘mormones’ son el enemigo común de la humanidad y deben ser destruidos”. Y otro pastor, que pertenecía a la Sociedad Misionera (para convertir a los indios al cristianismo) fue “de casa en casa, procurando destruir a la Iglesia por medio de calumnias y falsedades, a fin de incitar a la gente a cometer actos de violencia contra los santos”14.
Además, los mercaderes y vendedores mormones comerciaban con éxito en la Ruta de Santa Fe, lucrativa para los negocios, que los habitantes de Misuri habían dominado hasta entonces; algunos de éstos empezaron a temer que los miembros de la Iglesia tuvieran intenciones de despojarlos de sus tierras y comercios. Más aún, los mormones “por no tener dinero, no compraban en los negocios locales sino que hacían trueque entre ellos en el almacén de la Iglesia… Algunos de los antiguos colonos vendieron sus propiedades a los miembros y se fueron del lugar, lo cual hacía que hubiera cada vez menos clientes en las tiendas y un futuro de ruina económica” para los primeros habitantes de la zona.
Para empeorar las cosas, en la primavera de 1833 el río Misuri se desbordó, destruyendo el embarcadero de Independence y alejando de la comunidad el cauce del río, lo cual complicó la situación. Río arriba se estableció un pueblo nuevo, Westport, que tenía un embarcadero mejor, y esto hizo que el comercio de Independence declinara. Los comerciantes de la ciudad culparon de todo a los mormones15. Previendo lo que les podría reservar el futuro, algunos colonos les ofrecieron en venta sus propiedades a los miembros, pero, aunque éstos tenían interés en las granjas y otros bienes, no disponían del capital necesario para comprarlos; la situación enfureció a la gente de Misuri, que enseguida hizo correr rumores de que los mormones se hallaban en la miseria.
Los habitantes de esa región odiaban y temían a los indios, y esa hostilidad aumentó en la década de 1830, cuando el gobierno de los Estados Unidos obligó a las tribus del este a establecerse en las tierras circunvecinas, al oeste de Independence. Después de una guerra que hubo en 1832 entre los indios y los colonos, los ciudadanos del oeste de Misuri hicieron una petición al Congreso solicitando que se estableciera en la zona una línea de fuertes militares para protegerlos. En medio de esa atmósfera de tensión, llegaron los misioneros mormones proclamando el destino profético de los indígenas americanos. Los colonos temían que los santos utilizaran a los indios como aliados con el fin de conquistar la región para su Nueva Jerusalén. Y los celos de los ministros protestantes debido a las labores misionales de los Santos de los Últimos Días entre los indios complicaron más las circunstancias.
El conflicto que existía entre los miembros y los antiguos colonos hizo crisis con el asunto de la esclavitud. Con el “Compromiso” de 1820, Misuri había pasado a integrar la Unión (de los estados confederados) como estado esclavista, aunque la posesión de esclavos era limitada. Los colonos se enorgullecían de su derecho de tener esclavos y despreciaban el abolicionismo; por otra parte, entre los santos había algunos que provenían del norte y del este y eran partidarios de la abolición. En esa época, prevalecía en todo el sur de los Estados Unidos el temor a la posibilidad de una rebelión de los negros; en 1831, había habido una en el estado de Virginia, dirigida por un esclavo de nombre Nat Turner, cuya consecuencia fue la muerte de unos setenta blancos y de más de cien esclavos, después de lo cual cundió un temor irracional a las revueltas por todos los estados esclavistas. Por consiguiente, a principios de 1833, los rumores de que los santos estaban tratando de persuadir a los esclavos a desobedecer a sus amos y a huir enardecieron a los colonos de Misuri.
A fin de acallar los rumores, en el número de julio de 1833 del The Evening and the Morning Star, se publicó un artículo previniendo a los misioneros en cuanto a predicar entre los esclavos o los ex esclavos a quienes se conocía como “gente de color liberada”. Lamentablemente, los lugareños interpretaron el artículo como una invitación del hermano Phelps a los negros libres para reunirse con los mormones en el condado de Jackson, y esto les provocó tal furor que Phelps sacó una edición extra en la que se explicaba que la Iglesia no tenía intenciones de invitar a los negros libres a Misuri; pero sus declaraciones fueron en vano.
Durante el verano de 1833 [mediados de año], las muchas diferencias que existían entre los santos y los colonos se combinaron para preparar el escenario para un clima de violencia; desde abril había empezado a desarrollarse una atmósfera de populachos, y a principios de julio, cientos de personas, incluso varios ciudadanos prominentes, firmaron un manifiesto que se denominó “la constitución secreta”, en el que se denunciaba a los mormones y se convocaba a una reunión que se realizaría el 20 de ese mes; se les acusaba de corromper a los esclavos incitándolos a la sedición y de invitar a los negros y mulatos libres a unirse a la Iglesia y mudarse a Misuri; en el documento se declaraba que las intenciones de los firmantes eran sacar de allí a los mormones “si es posible, pacíficamente; si no, a la fuerza”16.
LOS POPULACHOS AMENAZAN A LOS SANTOS
El sábado 20 de julio, cuatrocientos o quinientos ciudadanos iracundos se reunieron en la sala del tribunal de Independence; eligieron oficiales y formaron un comité encargado de redactar un documento con sus demandas a los mormones; tanto los oficiales como los miembros del comité eran algunos de los principales ciudadanos del condado: “La mayoría eran oficiales del condado: el juez, los policías, los secretarios del tribunal y los jueces de paz”17. El vicegobernador de Misuri, Lilburn W. Boggs, que era residente del condado y gran terrateniente, también asistió a la reunión incitando a las acciones en contra de los mormones.
En la reunión se leyó la “constitución secreta” y el comité redactó un documento declarando terminantemente que no se permitiría a ningún Santo de los Últimos Días mudarse al condado de Jackson ni establecerse allí, y que los que ya estaban establecidos debían comprometerse a abandonar el lugar tan pronto como les fuera posible; también se exigía que la Iglesia dejara de publicar su periódico. Se formó un comité de doce personas para ir a presentar estas demandas a los santos. Las autoridades locales de la Iglesia, trastornadas ante las exigencias y con la idea de que no debían abandonar Sión, les pidieron tres meses para considerar la propuesta y consultar con los líderes de la Iglesia que estaban en Ohio; la petición se les negó; pidieron entonces diez días de plazo, pero los del comité les concedieron sólo quince minutos y regresaron a la reunión en el tribunal.
La reunión se convirtió en una turba que decidió destruir la imprenta y la oficina de impresión; fueron hasta allí, rodearon la oficina y la residencia de William W. Phelps, sacaron los muebles al jardín y a la calle, rompieron la imprenta y se la llevaron, desparramaron los tipos y destruyeron casi todo el material ya impreso, incluso la mayor parte de los pliegos todavía sin encuadernar del Libro de los Mandamientos; en un rato, habían dejado en ruinas la oficina de impresión, que tenía dos pisos. Después, decidieron ir a destruir la mercadería de la tienda de Gilbert y Whitney, y sólo la promesa que Sidney Gilbert les hizo de empacar las cosas en los próximos tres días los disuadió de su intento.
A continuación, profiriendo maldiciones, el populacho fue a buscar a los élderes que dirigían la Iglesia: hombres, mujeres y niños huyeron en todas direcciones. La turba sacó al obispo Edward Partridge de su casa y lo arrastró a la plaza pública; también se llevaron a Charles Allen, un converso de Pensilvania que tenía veintisiete años, y exigieron a ambos hombres que repudiaran el Libro de Mormón o se fueran de la región; los dos se negaron a hacer lo que les exigían, y sus atacantes empezaron a preparar brea y plumas. El obispo Partridge afirmó serenamente que estaba dispuesto a sufrir por Cristo, tal como lo habían hecho los santos de la antigüedad. Los dos soportaron con tal resignación y mansedumbre el cruel bochorno de que los untaran con brea caliente y los cubrieran de plumas que la multitud, que había continuado vociferando injurias, terminó por alejarse en silencio18.
Hubo unos cuantos ejemplares del Libro de los Mandamientos, el cual contenía revelaciones que había recibido el profeta José Smith, que se salvaron milagrosamente de la destrucción. Dos hermanas, Mary Elizabeth y Caroline Rollins, que tenían catorce y doce años respectivamente, estaban mirando mientras el populacho tiraba los grandes pliegos sin encuadernar al terreno de la oficina de impresión; determinadas a salvar algo, las niñas recogieron todo lo que pudieron llevar en los brazos y corrieron hacia la parte de atrás del edificio; los hombres les gritaron que se detuvieran, pero ellas no hicieron caso y se escaparon a través de una abertura de la cerca en dirección a un campo de maíz, donde se escondieron; durante mucho rato oyeron a los hombres que las buscaban mientras ambas permanecían inmóviles acostadas en el suelo.
Después que el populacho se alejó, Mary y Caroline fueron a buscar a la hermana Phelps, que se había escondido con su familia en un establo abandonado. Ella se encargó de los pliegos, y más adelante se encuadernaron los pocos ejemplares que se habían preservado; las niñas recibieron sendos volúmenes del Libro de los Mandamientos, que guardaron como un tesoro por el resto de su vida. Un joven de veinte años, de nombre John Taylor (no el mismo que después fuera Presidente de la Iglesia), también arriesgó la vida metiendo la mano por entre los troncos de la imprenta para sacar algunos pliegos; e igualmente, escapó por milagro de la turba que trató de matarlo a pedradas19.
La turba atacó de nuevo el 23 de julio con rifles, pistolas, látigos y cachiporras, buscando a los líderes de la Iglesia mientras proferían vituperios y blasfemias; prendieron fuego a las parvas de forraje y a los sembrados de cereal que encontraron en su camino, y destruyeron varias casas, graneros y comercios. Al fin encontraron a seis líderes, los cuales, al ver que estaban en peligro la vida y los bienes de los santos, ofrecieron su propia vida como rescate. Los nombres de Edward Partridge, Isaac Morley, John Corrill, John Whitmer, William W. Phelps y Sidney Gilbert se guardan en alta estima y honra en la Iglesia.
Los dirigentes del populacho rechazaron la oferta con la amenaza de que azotarían a todo hombre, mujer y niño a menos que consintieran en abandonar la región. Ante ese ultimátum, los hermanos se vieron obligados a firmar un acuerdo de que se irían del condado: los líderes para el 1º de enero de 1834 y el resto de los miembros para el 1º de abril; los colonos accedieron a que John Corrill y Sidney Gilbert se quedaran como agentes para vender las propiedades de los santos. El hermano Corrill escribió diciendo que hasta ese momento, los miembros de la Iglesia “no habían siquiera levantado un dedo para defenderse, tan convencidos estaban del precepto del Evangelio de volver la otra mejilla”20.
EN BUSCA DE COMPENSACIÓN
Después que se hubo firmado el acuerdo, Oliver Cowdery fue enviado a Ohio con el fin de consultar con las autoridades de la Iglesia sobre la situación de los santos de Misuri. El 21 de agosto se reunió un concilio en Kirtland, en el que se resolvió mandar a los élderes Orson Hyde y John Gould como mensajeros especiales con el objeto de aconsejar a los miembros que, a menos que hubieran firmado ellos mismos el acuerdo, no se deshicieran de sus propiedades ni se movieran del condado; pero este mensaje no les llegó hasta el 28 de septiembre.
Entretanto, unos cuantos miembros de la Iglesia trataron de establecerse en el condado de Van Buren; pero los habitantes de ese lugar también prepararon un documento para expulsar a los mormones, así que éstos volvieron a ocupar las propiedades que habían dejado. Durante todo el verano, diariamente se formaban turbas que asaltaban las casas de los santos y continuaban sus ataques violentos, a pesar de haberse comprometido a no molestarlos.
En agosto, un periódico de Fayette, Misuri, el Western Monitor, publicó una serie de artículos censurando las acciones de los populachos en el condado de Jackson y expresando la idea de que los miembros debían buscar compensación de las autoridades estatales por los daños sufridos. Por consiguiente, los líderes de la Iglesia redactaron una petición explicando los perjuicios que les habían causado y negando las acusaciones falsas de los colonos del condado de Jackson: “Debido a la influencia de los preceptos de nuestro amado Salvador, cuando nos han golpeado en una mejilla, hemos presentado también la otra… hemos sufrido los mencionados ultrajes sin quejarnos, pero ya no podemos continuar soportándolos pacientemente. De acuerdo con las leyes de Dios y las del hombre, ya hemos soportado suficiente”21. A principios de octubre, William W. Phelps y el representante de Ohio, Orson Hyde, fueron a Jefferson City, la capital del estado, y presentaron esa petición al gobernador Daniel Dunklin, solicitándole que mandara tropas para defender sus derechos, que les diera permiso para hacer una demanda por las propiedades perdidas o dañadas y que sometiera a la justicia a sus atacantes.
Después de unos días de consultar con el fiscal general, el gobernador respondió que no creía que fuera necesario emplear la fuerza para poner en vigencia las leyes, y aconsejó a los representantes de la Iglesia que buscaran la compensación y la protección amparándose en la ley por medio de peticiones al juez del distrito y a los jueces de paz del condado de Jackson. Les prometió que si esos esfuerzos fracasaban, él utilizaría otros medios para hacer cumplir la ley22.
Sus consejos no dieron resultados. Samuel D. Lucas, juez de distrito del condado de Jackson, y dos de los jueces de paz estaban entre los que se hallaban empeñados en echar de allí a los mormones. De todos modos, siguiendo las instrucciones del gobernador, los líderes de la Iglesia contrataron los servicios de cuatro abogados prominentes del condado de Clay, los cuales se hicieron amigos de los santos y los defendieron de sus opresores durante todo el resto del tiempo que estuvieron en Misuri; dos de ellos, Alexander Doniphan y David Atchison, tuvieron una actuación destacada en el estado y en el gobierno nacional entre los años 1845 y 1865.
Además de procurar indemnización legal, los líderes de la Iglesia pusieron fin a la norma de resistencia pasiva que habían seguido hasta entonces y aconsejaron a los miembros que se armaran para defender a su familia y su hogar. Un grupo de delegados fue al condado de Clay y compró pólvora y balas; y el 20 de octubre de 1833, los oficiales de la Iglesia anunciaron su intención de defenderse de todo ataque físico.
LOS SANTOS EXPULSADOS DEL CONDADO DE JACKSON
Cuando los antiguos colonos vieron que los santos intentaban defenderse, renovaron sus actos de violencia e hicieron circular rumores sobre la “blasfemia” de las doctrinas mormonas y sobre la supuesta intención que tenían los miembros de tomar posesión del condado por la fuerza. En el transcurso de una semana, el ambiente del condado llegó a un estado de enardecimiento. El jueves 31 de octubre, por la noche, un populacho de alrededor de cincuenta hombres a caballo atacó la propiedad de Whitmer, que se hallaba sobre el río Big Blue, al oeste de Independence; los hombres destruyeron los techos de trece viviendas y azotaron a varios hombres dejándolos al borde de la muerte, entre ellos Hiram Page, uno de los ocho testigos del Libro de Mormón.
Los ataques continuaron las dos noches siguientes en Independence, en los municipios de Blue y de Kaw, y en la hacienda de Whitmer; se golpeó a los hombres y se aterrorizó a las mujeres y a los niños. Al darse cuenta los líderes de la Iglesia de que era imposible conseguir una orden de arresto contra los malhechores, los élderes colocaron guardas en puestos especiales, en cada una de las colonias, para defenderlas.
No todos los ciudadanos del condado estaban en contra de los santos; había algunos que eran amables con los miembros de la Iglesia y desaprobaban las acciones de los alborotadores y su desobediencia a las leyes. No obstante, estos simpatizantes lamentablemente hicieron muy poco por evitar la violencia que se infligía a los santos.
El lunes 4 de noviembre fue un día que se denominó después como “día sangriento”. Varios lugareños capturaron un transbordador de mormones en el río Big Blue, y al poco tiempo había treinta o cuarenta hombres de cada bando que se enfrentaban en los campos de maíz23. Los del populacho dispararon primero, hiriendo a Philo Dibble en el estómago, el cual fue milagrosamente sanado por una bendición del sacerdocio que le dio Newel Knight; pero Andrew Barber resultó herido de muerte. Los mormones devolvieron el ataque y mataron a dos colonos y varios caballos. Ese mismo día, varios líderes de la Iglesia fueron arrestados en Independence y llevados a un tribunal; mientras se les sometía a juicio, llegaron al pueblo noticias falsas de la contienda en las que se acusaba a los mormones de haber entrado en una vivienda y matado al hijo del dueño de casa; estas nuevas enfurecieron a la multitud, que amenazó con matar a los prisioneros; por ese motivo, los sacaron del tribunal y los transportaron rápidamente a la cárcel para ponerlos a salvo. Durante toda esa noche, los colonos se dedicaron a reunir armas y municiones, preparándose para masacrar a los santos cuando llegara el día; también circulaban rumores de que los mormones iban a llevar a los indios para que pelearan como sus aliados. Los prisioneros, al enterarse de los preparativos de sus enemigos, hablaron con el alguacil informándole que tenían intenciones de abandonar el condado y de exhortar a todos los miembros de la Iglesia a hacer lo mismo.
A instigación del vicegobernador Boggs, se llamó a un batallón de la milicia del estado, al mando del conocido coronel antimormón Thomas Pitcher, para que fuera a expulsar a los mormones del condado. Entretanto, Lyman Wight, enterado del arresto de los líderes, reunió a unos doscientos hermanos armados y marcharon hacia la cárcel; cuando estaban a poco más de un kilómetro y medio de Independence, supieron que venía una tropa militar. Boggs, a su vez, negoció un acuerdo de que ambas partes depondrían las armas a condición de que los santos abandonaran el condado dentro de los diez días siguientes; los hermanos entregaron las armas con la estipulación de que éstas se les devolverían una vez que se hubieran mudado al condado de Clay; sin embargo, la milicia se quedó con ellas y los santos no volvieron a ver sus armas nunca más.
Los prisioneros, tan pronto como los pusieron en libertad, y fieles a su palabra, empezaron los preparativos para el cruce del río Misuri; a pesar de ello, durante tres días hubo malhechores merodeando por los campos y molestando a los santos, incluso a un grupo de ciento treinta mujeres y niños que se habían quedado solos mientras los jefes de familia iban a conseguir carretas. En esa huida del condado, murieron por lo menos dos mujeres24.
Cerca del embarcadero del transbordador, las riberas de ambos lados del río pululaban de gente sin hogar; algunos fueron bastante afortunados y escaparon con los artículos del hogar, pero muchos de ellos lo habían perdido todo. Parley P. Pratt escribió lo siguiente: “…Cuando la noche vino sobre nosotros, la alameda tenía más bien la apariencia de un campamento. Cientos de personas se veían en todas partes, algunas en tiendas de campaña, otras al aire libre alrededor de fogatas, mientras que la lluvia caía a torrentes. Los esposos investigaban el paradero de sus esposas y las esposas el de sus esposos; los padres el de sus niños y los niños el de sus padres… La escena era indescriptible y estoy seguro de que hubiera deshecho el corazón de cualquier pueblo del mundo, con excepción de los de nuestros ciegos opresores”25.
Los populachos del condado de Jackson siguieron atormentando a los pocos miembros de la Iglesia que quedaban allí hasta que lograron expulsar a todos del condado. Lyman Wight hizo este comentario: “En el mes de noviembre, vi a ciento noventa mujeres y niños perseguidos cerca de cincuenta kilómetros a través de las praderas, acompañados sólo por tres hombres viejos y decrépitos, con el suelo cubierto de una mezcla de agua con hielo; no me fue difícil seguir su derrotero por las huellas sangrientas que dejaban sus pies lacerados en el pasto quemado por la helada”26. A principios de la primavera de 1834 [marzo o abril], los habitantes de Misuri se enteraron de que llegarían mormones de Ohio y quemaron el resto de las casas de los santos con la intención de desanimar a cualquiera de los exiliados que estuviera pensando en regresar.
DESPUÉS DE LA EXPULSIÓN
La mayoría de los miembros se refugiaron en el condado de Clay, en viviendas temporarias; otros buscaron refugio en los condados vecinos. Los habitantes de Liberty, el pueblo donde se hallaban las oficinas del condado, les ofrecieron compasivamente albergue, trabajo y provisiones. Los refugiados ocuparon cabañas abandonadas por los esclavos, levantaron chozas toscas, armaron tiendas de campaña y vivieron con escasas provisiones hasta que llegó la primavera. Algunos de los hombres encontraron trabajo cortando madera, construyendo casas y desmalezando terrenos; varias mujeres se emplearon en las casas de los granjeros prósperos y otras de maestras en la escuela. En la primavera, algunos de los hermanos pudieron arrendar tierras y plantar. Aunque casi todos los habitantes del condado de Clay eran amables con ellos, consideraban que la estadía de los santos en la región era temporaria. Las personas hostiles del condado de Jackson daban a estos simpatizantes el apodo despreciativo de “Jack-Mormons”, con el cual se denominaba en el siglo diecinueve a todos los que se mostraran amistosos con los miembros de la Iglesia (en los Estados Unidos).
En Kirtland, José Smith se mantenía al tanto de los sucesos del oeste de Misuri. Al enterarse de los problemas que había habido en julio, escribió lo siguiente a la Iglesia de Sión: “Hermanos, si estuviera con ustedes, compartiría todos sus sufrimientos; y aunque la naturaleza humana se acobarda, con la ayuda de Dios, mi espíritu no me permitiría abandonarlos aun cuando tuviera que morir”27. En octubre de 1833, el Señor le reveló a José Smith: “…Aunque sea afligida por un corto tiempo, Sión será redimida… Consuélense vuestros corazones, porque todas las cosas obrarán juntamente para el bien de los que andan en rectitud, así como para la santificación de la iglesia” (D. y C. 100:13, 15)28.
Los élderes Hyde y Gould, que habían ido como emisarios a Misuri, regresaron a Ohio el 25 de noviembre con “las tristes nuevas de los populachos del condado de Jackson persiguiendo a los hermanos”29, lo cual apesadumbró al Profeta. Con respecto a eso, escribió: “No he podido saber por ninguna comunicación del Espíritu que Sión haya perdido su derecho a una corona celestial, aunque el Señor la haya afligido de esta manera… Sé que, en el debido tiempo del Señor, Sión será redimida; pero cuántos han de ser los días de su purificación, tribulación y aflicciones, eso el Señor lo ha ocultado de mis ojos. Y cuando le pregunto concerniente a eso, la voz de Él me dice: Quedaos tranquilos, y sabed que yo soy Dios. Todos los que sufran por mi nombre reinarán conmigo y quien dé su vida por mi causa, la hallará de nuevo”30.
Pocos días más tarde, el Señor les explicó que los santos de Misuri habían sufrido aflicciones “por motivo de sus transgresiones… había riñas, y contiendas, y envidias, y disputas, y deseos sensuales y codiciosos entre ellos; y como resultado de estas cosas, profanaron sus heredades” (D. y C. 101:2, 6).
Los santos de Misuri se preguntaban si debían establecerse permanente o temporariamente en el condado de Clay, puesto que no había esperanzas de volver a sus casas en Jackson. En una conferencia que tuvieron el 1º de enero de 1834, decidieron mandar a dos élderes a Kirtland a fin de consultar con el Profeta y de conseguir ayuda para los santos. Lyman Wight y Parley P. Pratt se ofrecieron para ir, aunque carecían de los medios para el viaje. El hermano Pratt escribió esto: “En ese momento me hallaba completamente desprovisto de la ropa adecuada para hacer el viaje; tampoco tenía caballo, arreos, dinero ni provisiones para llevar, ni [esto último] para dejarle a mi esposa, que estaba enferma e indefensa la mayor parte del tiempo”31. Con la ayuda de otros miembros, estos nobles hermanos se proveyeron de lo necesario y partieron a caballo, con la intención de hacer el viaje rápidamente; pero el mal tiempo los detuvo, posponiendo su llegada hasta principios de la primavera.
Mientras esperaban las instrucciones del Profeta, los líderes de Misuri trataron de conseguir indemnización del gobierno del estado. En diciembre, un tribunal de investigación que se formó en Liberty promulgó una orden de arresto del coronel Thomas Pitcher, de la milicia del estado. No obstante, pronto se hizo evidente el hecho de que sería imposible llevar a cabo un procesamiento criminal debido a lo encarnizada que era la oposición a los santos en el condado de Jackson, y los líderes decidieron abandonar los esfuerzos. Aunque el gobernador Dunklin ordenó que se les devolvieran las armas a los miembros de la Iglesia, sus órdenes se desobedecieron.
Los miembros siguieron insistiendo ante las autoridades del estado por los daños sufridos; al mismo tiempo, también solicitaron la ayuda de Andrew Jackson, Presidente de los Estados Unidos, adjuntando a la petición la respuesta que el gobernador Dunklin les había enviado. El gobernador había dicho que la ley no lo autorizaba a mantener una fuerza militar en el condado de Jackson con el fin de proteger a los mormones si regresaban allí, y los santos pedían al Presidente que les devolviera sus casas y propiedades y les asegurara protección. Lamentablemente, la solicitud llegó en un momento de acalorado debate con respecto a la autonomía de los estados, en el que la opinión general era que el gobierno federal no tenía autoridad para intervenir en los asuntos internos de los estados, tales como los sucesos del condado de Jackson, a menos que el gobernador declarara que se hallaban en condiciones de insurrección. En mayo de 1834, el gobierno federal negó a los santos su petición, afirmando que las ofensas que se detallaban en ella eran violaciones de leyes estatales, no federales. Entretanto, el gobernador Dunklin vacilaba en tomar parte en el asunto. Los abogados de la Iglesia presentaron el caso de los santos a la legislatura del estado, pero el poder legislativo también les rehusó ayuda.
El año que transcurrió entre julio de 1833 y julio de 1834 fue un período de “fuego purificador” para los Santos de los Últimos Días que estaban en el oeste de Misuri. Todos los miembros de la Iglesia de los Estados Unidos se quedaron profundamente desilusionados al saber que se debía abandonar la tierra de Sión. La única opción que tenían era esperar pacientemente que el Señor los liberara y los dirigiera.
Historia Fecha |
Acontecimientos importantes |
---|---|
Verano de 1833 |
Se da comienzo a la Escuela de los Élderes. |
Julio de 1833 |
Los colonos del condado de Jackson distribuyen copias de la “constitución secreta”. |
20 de julio de 1833 |
Destruyen la imprenta. |
23 de julio de 1833 |
Seis élderes ofrecen su vida en rescate para poner a salvo a los santos. |
31 de octubre de 1833 |
Un populacho ataca la hacienda de Whitmer. |
4 de noviembre de 1833 |
El “día sangriento” del conflicto. |
Noviembre–diciembre de 1833 |
Los colonos expulsan a los santos del condado de Jackson. |
Monumento a la Escuela de Sión, que se halla en el Parque Troost, de Kansas City, Misuri. Fue dedicado el 14 de septiembre de 1963, por el presidente Joseph Fielding Smith, que era entonces uno de los Apóstoles. El monumento conmemora el sitio de la Escuela de Sión, establecida por la Iglesia en 1831, en el municipio de Kaw; fue el primer edificio escolar que se construyó en la ciudad de Kansas.
El 19 de diciembre de 1831, Edward Partridge le compró a Jones Hoy Flournoy cerca de 26 hectáreas de terreno, en las que se hallaba el solar que ya se había dedicado para edificar el templo. El 25 de junio de 1833, el Profeta les envió este plano a los hermanos de Misuri.
El plano representa 2,6 km2, y cada uno de los cuadrados es de aproximadamente 4 hectáreas8.
Historical Atlas of Mormonism, editado por S. Kent Brown, pág. 39.
Las Primeras Colonias Mormonas en Misuri
Arkansas
Iowa
Kansas
Illinois
Ubicación del mapa
Misuri
Condado de Clay
Río Fishing
Rama Fishing River
Condado de Platte
Liberty
Rama Burk
Rama Chase
Lugar de epidemia de cólera en el Campo de Sión
Sitio donde se organizó la Estaca de Misuri
Rama Lowry
Río Misuri
Rama Hulet
Rama Colesville
Embarcadero de Montargee
Embarcadero Liberty
Embarcadero Blue Mills
Embarcadero Independence
Embarcadero de Choteau
Río Kansas
Municipio de Kaw
Westport
Colonia Prairie
Arroyo Brush
Colonia Colesville
Río Big Blue
Municipio de Blue
Camino Westport
Independence
Río Little Blue
Condado de Jackson
Ruta de Santa Fe
Kansas
Misuri
Los santos abandonan Misuri, por C. C. A. Christensen.
Mary Elizabeth Rollins, que en 1828, a la edad de diez años, se mudó con su familia a Kirtland. En octubre de 1830 se bautizó, después de oír los testimonios de Oliver Cowdery, Peter Whitmer y Ziba Peterson.
En agosto de 1835 se casó con Adam Lightner, con el que tuvo diez hijos. Murió en Minersville, Utah, el 17 de diciembre de 1913, a la edad de noventa y cinco años.
Isaac Morley (1786–1865) fue primer consejero del obispo Edward Partridge durante nueve años. En los últimos diez años de su vida fue patriarca en el condado de Sanpete, Utah.