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CAPÍTULO TREINTA Y SEIS: LA IGLESIA A PRINCIPIOS DEL SIGLO VEINTE


CAPÍTULO TREINTA Y SEIS

LA IGLESIA A PRINCIPIOS DEL SIGLO VEINTE

Después del breve período de relativa buena voluntad que siguió a la publicación del Manifiesto y a la admisión del estado de Utah en la Unión, la Iglesia volvió a enfrentar serios problemas internos y externos. Al comenzar el nuevo siglo, un movimiento popular llamado “progresivo” trataba de despertar el interés de la gente en todos los errores, ya fueran supuestos o reales, que hubiera en cualquier aspecto de la sociedad estadounidense. En ese tiempo, los medios de comunicación se concentraron en el caso de B. H. Roberts, atrayendo una vez más la atención de los líderes nacionales y del movimiento progresivo del país hacia la Iglesia y sus miembros.

EL CASO DE BRIGHAM H. ROBERTS, DE UTAH

En el verano de 1896, la Primera Presidencia envió en una misión de buena voluntad a los estados del Este al élder Brigham Henry Roberts, miembro del Primer Quórum de los Setenta y uno de los mejores oradores de la Iglesia, junto con un cuarteto seleccionado del Coro del Tabernáculo. George D. Pyper, que era un destacado tenor, dirigía el cuarteto y era el solista. El élder Roberts y sus acompañantes visitaron ciudades del Este como Saint Louis (Misuri), Cincinnati (Ohio), Pittsburgh y Filadelfia (Pensilvania), y Nueva York. En Saint Louis dio una serie de cuarenta y dos conferencias, cada una de una hora y cuarto de duración, y “al terminar las conferencias, se habían bautizado sesenta personas que formaron el núcleo de una rama de la Iglesia progresista y animada en Saint Louis”1. Debido al amor que tenía por el Evangelio de Jesucristo y al denuedo con que lo defendió durante toda su vida, a B. H. Roberts se le llamaba “el defensor de la fe”.

A su regreso a Utah, algunos de los dirigentes del Partido Demócrata del estado le pidieron que presentara su candidatura para la Cámara de Diputados de los Estados Unidos; después de tener la aprobación de la Primera Presidencia, el élder Roberts consintió. En septiembre de 1898 recibió la nominación de su partido y, después de una campaña enérgica, ganó la elección por casi seis mil votos. Pero, casi inmediatamente después de la victoria, un grupo de ministros sectarios, con la intención de impedir que el hermano Roberts tomara su lugar en la cámara, unieron fuerzas con un abogado de nombre A. Theodore Schroeder, que era editor del periódico Lucifer’s Lantern, “antimormón” y con sede principal en Utah2.

El señor Schroeder, nacido y educado en el estado de Wisconsin, había ido a Utah a ejercer la abogacía a fin de “ver y estudiar una nueva organización religiosa en formación”. Mientras vivía en Salt Lake City, “ayudó a renovar el Salt Lake Herald, órgano oficial del Partido Demócrata, y también fue uno de los cuarenta organizadores de la Carta Constitucional del partido en Utah”. Por otra parte, hizo amistad con gente que se oponía a la Iglesia, y se encargó de procesar “el caso contra B. H. Roberts con el resultado de que se excluyó a Roberts del Congreso de los Estados Unidos”3.

Debido a que el élder Roberts era polígamo, sus oponentes pudieron recolectar más de siete millones de firmas por toda la nación en una petición en la que se proponía que no se le permitiera ocupar su lugar en el Congreso; en la historia de los Estados Unidos hasta ese momento, era la cantidad más numerosa de firmas que se había recogido en una petición. No obstante, el presidente Lorenzo Snow comentó: “Como dijo después [el élder] Roberts, ‘la fuerza de la tormenta fue el equivalente a la de un mosquito posándose en la luna’ ”4.

Cuando llegó a la ciudad de Washington, el diputado Roberts se encontró con que no se le permitiría tomar su lugar en el Congreso hasta que se decidiera el asunto de la petición. Entretanto, se dedicó a preparar su defensa y la de su derecho a integrar el Congreso aun siendo polígamo. El debate continuó encarnizadamente durante quince meses. La oposición, motivada por diversas razones religiosas, morales y políticas, unió sus esfuerzos para negarle al hermano Roberts su cargo político. Algunos atacaban a la Iglesia con la acusación de que muchos de sus polígamos todavía mantenían a más de una familia, mientras que otros acusaban a los mormones de no dar el sustento a sus esposas e hijos; había los que atacaban a los miembros que creían en que el matrimonio con pluralidad de esposas era de Dios, y los que condenaban a los otros que habían abandonado la práctica; otra acusación era que la Iglesia, aunque hubiera renunciado al matrimonio con pluralidad de esposas, todavía creía en él; y, por un lado se acusaba a los Santos de los Últimos Días de amar todavía a los hijos de sus uniones polígamas anteriores, y por otro se les acusaba de no amarlos5.

El debate ocupaba muchas veces la primera página de los periódicos importantes del país. Las mujeres que consideraban que el matrimonio polígamo rebajaba a la mujer también se oponían al hermano Roberts; algunos políticos llegaron a la conclusión de que esa influencia femenina fue la que llevó a su exclusión del Congreso. Atodo esto, los caricaturistas y los dibujantes de tiras cómicas lo representaban tantas veces en sus trabajos que en cualquier parte adonde fuera se le reconocía.

Poco antes de la votación final, se le permitió al élder Roberts, cansado pero determinado, hablar por última vez en defensa propia. (En algunas partes se le conocía con el apodo “el herrero orador”, porque en su juventud había trabajado en herrería.) El hermano Roberts concluyó su defensa de esta manera:

“Algunos de los escritos en los que se ha debatido sobre el caso de Roberts han dicho: ‘Hay que ponerle a este hombre la marca de la vergüenza y mandarlo de regreso con su gente’. Señor Presidente [de la Cámara], agradezco a Dios que la autoridad de marcarme con la vergüenza es algo que está mucho más allá de los poderes de esta cámara, a pesar de lo grande que esa autoridad. La potestad de marcar con la vergüenza le corresponde a cada individuo y a nadie más. Dios Todopoderoso no lo ha conferido en ninguna otra persona. Hasta el día de hoy, he vivido con toda justicia en armonía con las enseñanzas morales de la comunidad en la que me crié, y no sé de ningún acto en mi vida del que tenga que avergonzarme. Me marquen o me expulsen, saldré de esta augusta cámara con la cabeza erguida y la frente alta, y andaré por esta tierra de Dios como los ángeles andan en las nubes, sin nada que me avergüence.

“(Aplausos de los representantes y silbidos de la galería de espectadores.)

“Y, si en respuesta al clamor sectario que se ha levantado contra el miembro de Utah ustedes violan la Constitución de su país, ya sea excluyéndome o expulsándome, la vergüenza de este caso quedará detrás de mí y recaerá en esta Cámara.

“(Aplausos)”6.

A pesar de lo magnífico que fue su discurso de defensa, hubo doscientos sesenta y ocho votos por su exclusión, cincuenta en contra y treinta y seis abstenciones. Aun cuando el élder Roberts luchó valientemente y se condujo con una dignidad que le hizo ser un gran crédito para la Iglesia y para su país, la opinión general de la cámara era que no podía aceptar como integrante a ningún hombre que tuviera más de una esposa. B. H. Roberts jamás volvió a presentar su candidatura para ningún cargo público.

EL PRESIDENTE JOSEPH F. SMITH

Un mes antes de cumplir los sesenta y tres años, Joseph F. Smith, que había sido consejero de cuatro presidentes de la Iglesia, fue ordenado como sucesor de Lorenzo Snow, que había muerto el 10 de octubre de 1901. El presidente Smith era hijo de Hyrum Smith, muerto en el martirio, y sobrino de José Smith, cuyo nombre llevaba. Su madre viuda, Mary Fielding Smith, era mujer de gran fe y le había enseñado el Evangelio por el ejemplo así como por el precepto. Cuando apenas tenía quince años, Joseph F. Smith fue a una misión en Hawai, en la que tuvo mucho éxito. Diez años después, en 1864, acompañó a Lorenzo Snow a las islas hawaianas para poner fin a la falsa doctrina que había enseñado Walter Murray Gibson; mientras se encontraban allá, en la isla de Maui, se le reveló al entonces élder Snow que algún día Joseph F. Smith iba a presidir la Iglesia7. El hermano Smith sólo tenía veintiocho años cuando Brigham Young lo llamó para ser Apóstol.

Estudiaba el Evangelio constantemente y era famoso por su comprensión de las Escrituras, su amor por la doctrina y sus elocuentes discursos; era también un padre devoto cuyas cartas a sus hijos están llenas de amor y de buenas enseñanzas. El 10 de noviembre de 1901, en una asamblea solemne especial, fue sostenido como Presidente de la Iglesia. Eligió para consejeros a John R. Winder, que había integrado el Obispado Presidente de la Iglesia, y a Anthon H. Lund, del Quórum de los Doce Apóstoles.

Al poco tiempo de ser Presidente, autorizó a Reed Smoot para que se presentara como candidato al Senado de los Estados Unidos; el élder Smoot había recibido su llamamiento al apostolado en la primavera de 1900, cuando tenía treinta y ocho años; se destacaba en la política de Utah y era uno de los fundadores del Partido Republicano. En 1903, salió electo para el Senado. Su triunfo político envolvió a la Iglesia y a la nación en una serie de audiencias que duraron casi cinco años. Los reportajes sobre éstas que aparecieron en los periódicos pusieron una vez más a la Iglesia en el foco de la publicidad por toda la nación.

LAS AUDIENCIAS DE REED SMOOT

En 1930, al llegar a ocupar el lugar de más antigüedad en el Senado de los Estados Unidos, el Apóstol Reed Smoot, según el editor del Salt Lake Telegram, era el “ciudadano más distinguido de Utah”, declaración que siguió a una encuesta hecha por el periódico de acuerdo con la cual el senador Smoot era número uno, dejando muy lejos a sus colegas8. En los treinta años en que fue miembro del Senado se convirtió en uno de los senadores más eminentes y de mayor influencia, y tuvo la oportunidad de relacionarse con los presidentes, primeros ministros y reyes del mundo. Sin embargo, sus inicios como miembro de la venerable asamblea no pronosticaban tal éxito.

En 1906, después de terminar las audiencias de Smoot, un amigo de Joseph F. Smith llegó a la conclusión de que no se debía reelegir al élder Smoot y, mientras viajaba con el presidente Smith de regreso de Europa, tocó el tema “lo más cauta y diplomáticamente” que pudo. El Presidente lo escuchó y luego, golpeando la barandilla que había entre ellos, le dijo enérgicamente: “Si alguna vez he recibido la inspiración del Espíritu del Señor fuerte y claramente, fue con respecto a Reed Smoot y a que en lugar de retirarse, debe continuar en el Senado de los Estados Unidos”9.

No obstante, la aprobación divina para procurar un lugar en el Senado no aseguraba la victoria. En 1902, los senadores eran elegidos por los legisladores estatales y no por el voto popular; por lo tanto, el élder Smoot empezó a organizar a sus partidarios de la legislatura de Utah a fin de asegurarse el éxito. En enero de 1903 recibió cuarenta y seis votos de los legisladores, entre los que había mayoría republicana; sus oponentes sólo obtuvieron dieciséis votos. Un Apóstol pasó así a ser Senador de los Estados Unidos.

A los pocos días de ese triunfo, un grupo de diecinueve ciudadanos de Salt Lake City enviaron una protesta al Presidente de los Estados Unidos por la elección del senador, acusándolo de formar parte de “un grupo vitalicio de quince hombres que, constituyendo las autoridades gobernantes de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, o Iglesia ‘Mormona’, proclaman tener (y sus seguidores les reconocen ese derecho), con la aprobación divina, autoridad suprema para establecer las creencias y dirigir la conducta de aquellos que se subyugan a ellos en todos los asuntos, ya sean civiles, religiosos, temporales o espirituales”10. En seguida, los mismos grupos que cuatro años antes se habían opuesto a que B. H. Roberts ocupara su lugar en la Cámara de Representantes se unieron para oponerse también al senador Smoot. Uno de los periódicos más sensacionalistas del país publicó en la primera página el siguiente versito, el cual era típico de la opinión pública del momento:

“¿No entiendes que no se te quiere aquí?

¿No ves que no hay lugar para ti,

un Apóstol, entre tantos políticos?

¿No comprendes que no encajas?

Smoot,

vete de Washington, del medio gentil;

prepara tus cosas y vuelve al redil.

¡Corre ligero de regreso al hogar!

Vete, Smoot, vete. ¡Échate a andar!”11

Cuando el élder Smoot llegó a la ciudad de Washington, a fines de febrero de 1903, el senador J. C. Burrows presentó una “Protesta de los ciudadanos” ante el comité de privilegios y elecciones. Pocos días después, John L. Leilich, superintendente de las misiones del distrito de Utah de la Iglesia Metodista, presentó nuevas acusaciones contra él, incluso la de que era polígamo; esto último no era verdad y el élder Smoot pudo probarlo sin dificultades. A diferencia de lo que le había ocurrido a B. H. Roberts, a Reed Smoot se le permitió ocupar su lugar en el Senado mientras la investigación continuaba. En marzo de 1903 prestó juramento como senador. Al desempeñar el cargo, se hicieron muy pronto evidentes sus habilidades administrativas, buen juicio e integridad; también desarrolló la aptitud en los procedimientos parlamentarios, lo cual le fue de gran valor cuando llegó el momento del voto final en su caso.

“El ‘caso Smoot’, como se le llamaba, hizo resurgir viejos cuentos de calumnias a los mormones y estimuló la invención de otros; reaparecieron los ‘danitas’, se volvió a recordar la masacre de Mountain Meadows, y el ‘harén’ de Brigham Young fue otra vez tema popular de conversación. El periódico New York Herald dedicó una página entera a tratar los horrores de la poligamia”. El New York Commercial Advertizer hizo la ridícula acusación de que “a los misioneros [mormones] se les pagaba por el número de conversos; por los hombres era la mísera cantidad de $4 dólares, pero se pagaba hasta $60 dólares por las jovencitas mayores de dieciséis años, que luego se colocaban en la poligamia”12.

En enero de 1904, con la ayuda de varios abogados que no eran miembros de la Iglesia, el senador Smoot presentó una respuesta oficial a las acusaciones que se le habían hecho; pero las audiencias no empezaron hasta marzo. Interrogaron durante tres días al primer testigo, el presidente Joseph F. Smith; su honestidad y sinceridad al responder a las preguntas le ganaron el respeto de muchos de los senadores, aun a pesar de sí mismos. Otros testigos que presentó la Iglesia fueron James E. Talmage, que aclaró algunos puntos sobre la doctrina mormona; Francis M. Lyman, Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles; Andrew Jenson, historiador auxiliar de la Iglesia; B. H. Roberts; y Moses Thatcher, que en 1896 había sido relevado del Quórum. El testimonio del hermano Thatcher fue particularmente beneficioso para replicar a la acusación de que los líderes de la Iglesia dominaban en la vida de los santos. Los testimonios de estos líderes aparecieron en primera plana en los periódicos de la nación.

Después de más de dos años, al fin las audiencias terminaron. Los que se oponían al senador afirmaban que los líderes de la Iglesia todavía practicaban el matrimonio polígamo, que la Iglesia ejercía demasiada influencia en la política de Utah, que se les exigía a los miembros hacer en el templo juramentos contrarios a los principios constitucionales y que los miembros de la Iglesia creían que la revelación de Dios era más alta que las leyes del país. El senador Fred T. Dubois, de Idaho, tratando de defender su carrera política, hizo tanto alboroto contra el senador Smoot y otros líderes de la Iglesia que muchos de los republicanos que controlaban el Senado se convencieron de que Reed Smoot era tan influyente como Dubois lo afirmaba.

El 20 de febrero de 1907, el Partido Republicano anuló la propuesta de que se expulsara de su cargo a Reed Smoot; esta victoria se debió, en parte, a que los dirigentes republicanos, incluso el presidente [del país] Theodore Roosevelt, llegaron a la conclusión de que si él permanecía en el Senado, sería una gran influencia para mantener en Utah una mayoría republicana. Con ese triunfo final, el senador Smoot pasó los próximos veintiséis años de su vida en la capital de la nación y fue una de sus figuras políticas más influyentes.

CONSECUENCIAS DE LAS AUDIENCIAS DE SMOOT

Por las observaciones del senador Smoot y de otros Santos de los Últimos Días prominentes del Este, la Primera Presidencia se enteró de que el público estadounidense en general opinaba que los líderes de la Iglesia trataban de evadir las leyes y que no se esforzaban seriamente por poner fin a la poligamia. El 6 de abril de 1904, después de haber deliberado y orado sobre el problema, y como respuesta a esas acusaciones, el presidente Joseph F. Smith emitió una declaración a la que se denominó “segundo manifiesto”. En el documento, el presidente Smith explicaba que cualquier oficial de la Iglesia que oficiara en un matrimonio polígamo sería excomulgado, así como la pareja involucrada; y establecía claramente que esa regla se aplicaba a todas partes del mundo.

Lamentablemente, hubo dos miembros del Quórum de los Doce Apóstoles, John W. Taylor y Matthias F. Cowley, que no estaban de acuerdo con sus colegas del liderazgo con respecto al alcance y al significado del Manifiesto original ni concordaron tampoco con la segunda declaración emitida por el presidente Smith. Al comenzar las audiencias de Smoot, los hermanos Taylor y Cowley se retiraron y se aislaron para evitar que los llamaran a testificar en la ciudad de Washington.

Una vez terminadas las audiencias, ambos Apóstoles presentaron su renuncia al Quórum de los Doce. Se sabía perfectamente que habían efectuado varias ceremonias de matrimonios polígamos después de aparecer el Manifiesto. Sus renuncias fueron un símbolo muy claro de que el matrimonio con pluralidad de esposas realmente había llegado a su fin. Seis años después, John W. Taylor fue excomulgado de la Iglesia porque después de su renuncia había tomado otra esposa. El élder Cowley, por su parte, aunque nunca se le restableció en el Quórum de los Doce Apóstoles, permaneció fiel a la Iglesia y en la década de 1930 cumplió una misión en Inglaterra. Uno de sus hijos, Matthew Cowley, que había sido presidente de misión en Nueva Zelanda, fue después llamado para ser Apóstol.

LA PRENSA ATACA A LA IGLESIA

Al mismo tiempo que Reed Smoot, había otro senador de Utah, Thomas Kearns, que no era mormón; era un magnate de la industria minera y había ganado la elección al Senado, en parte, debido al apoyo que había recibido del presidente Lorenzo Snow. Pero, durante su primer período senatorial, no fue eficiente ni popular entre sus colegas ni con la gente de Utah, ni tampoco con el Senado de Utah que lo había elegido; más aún, el nuevo Presidente de la Iglesia, Joseph F. Smith, pensaba que no se debía retener al senador Kearns en su cargo. Todos estos factores contribuyeron a que no saliera reelecto. Amargado y enojado echó a la Iglesia la culpa de su situación. En el discurso final que pronunció ante el Senado, lanzó una enardecida diatriba acusando al liderazgo de la Iglesia de ser una “monarquía” y de monopolizar los negocios, la política y la vida social de Utah. Y agregó: “Esta monarquía permite a sus favoritos que practiquen la poligamia”13.

Después de volver a Utah, el señor Kearns ayudó a organizar el partido político “Americano”, que era una imitación del Liberal de oposición a los mormones, que se había disuelto en 1893. Además, compró el periódico Salt Lake Tribune y contrató como editor a Frank J. Cannon, un hijo excomulgado del presidente George Q. Cannon14.

Los editoriales de Cannon en el periódico atacaban violentamente a la Iglesia y a sus líderes. Pero al aumentar el odio que se evidenciaba en sus editoriales y sus artículos de oposición a la Iglesia, su reputación disminuía. Al fin se mudó a Denver, donde continuó escribiendo hasta su muerte, ocurrida en 1933. A pesar de todo, los artículos y los libros cáusticos de Cannon contra los mormones por un tiempo afectaron la opinión de mucha gente sobre los Santos de los Últimos Días; de la misma manera, las acciones y los discursos de Kearns instigaron a otros editores a publicar declaraciones maliciosas sobre la Iglesia. Entre 1907 y 1911, con el Salt Lake Tribune llevando la directiva, hubo un aumento de propaganda en contra de los mormones que resultó mucho más siniestra que la causada por los problemas de Roberts y de Smoot.

El presidente Smith decidió no responder a los ataques, sino que dijo lo siguiente: “No guardo rencor hacia ninguno de los hijos de mi Padre. Pero hay enemigos de la obra del Señor, igual que hubo enemigos del Hijo de Dios. Hay quienes hablan sólo mal de los Santos de los Últimos Días; hay quienes —y abundan en nuestro medio— cierran los ojos a toda virtud y a toda cosa buena que esté relacionada con esta obra de los últimos días y derraman torrentes de falsedad y de error contra el pueblo de Dios. Los perdono por ello y los dejo en manos del Juez justo”15.

Cuatro revistas nacionales atacaron con encono a los Santos de los Últimos Días: Pearson’s, Everybody’s, McClure’s y Cosmopolitan, demostrando no comprender en absoluto a la Iglesia ni su misión divina. Debido en parte a su amistad con el senador Smoot, el ex presidente Theodore Roosevelt salió en defensa de la Iglesia y publicó una carta en [la revista] Collier’s en la que refutaba muchas de las acusaciones falsas que se habían hecho a los oficiales de la Iglesia; también negaba los cargos que se le imputaban de que había llegado a acuerdos políticos con los mormones. Además, elogiaba las virtudes y las elevadas normas de conducta de los Santos de los Últimos Días16. La carta consiguió reducir las acusaciones de que se hacía objeto a la Iglesia en los Estados Unidos; pero no se publicó en Europa, donde los ataques eran también encarnizados. Por allá circulaba una cantidad de libros y artículos atacando a los mormones, publicados en los Estados Unidos por imprentas indecentes.

En el período de 1910 a 1914, hubo escenas de extrema violencia perpetrada contra los misioneros de la Iglesia que estaban en Gran Bretaña. Durante aquella época, esos países pasaban por grandes cambios sociales, y muchas personas pensaban que la Iglesia representaba una amenaza a sus costumbres establecidas y a sus valores morales tradicionales; más aún, estaban convencidos de que la práctica de la pluralidad de esposas continuaba y que los misioneros habían ido a conquistar y llevarse muchachas británicas. Una novelista conocida de la época escribió varias novelas atacando a los mormones, y en una ocasión dijo: “Me resultaba emocionante luchar con el lenguaje y la pluma contra este poderoso reino que obra en interés propio, y que es en realidad un vampiro que chupa la sangre de Europa con sus emisarios, que son como lobos vestidos de corderos, persiguiendo de cerca a las mujeres británicas”17.

Como resultado de toda esa propaganda en contra, hubo un debate en el Parlamento Británico acerca de si se debía expulsar o no a los Santos de los Últimos Días del suelo europeo. El estadista Winston Churchill, entonces un joven político, demostrando un gran arrojo, contribuyó a la causa de la Iglesia invocando el derecho a la libertad religiosa, y no hubo ninguna expulsión. Pero hubo episodios de violencia y ataques de populachos en Birkenhead, Boothe, Heywood y otras ocho ciudades de Inglaterra. En el curso de estas agresiones cubrieron a un élder con brea y plumas, a otro lo golpearon en la cara y a otro le arrojaron cal a los ojos causándole ceguera temporaria. Y hubo varios misioneros que sufrieron maltrato de manos de los populachos enardecidos, formados por cientos de personas que se juntaban en las calles.

A pesar de toda esa oposición, sucedían milagros. En 1904, había en Cambridge un misionero joven e inexperto de Canadá, llamado Hugh B. Brown. Al llegar a la ciudad, había visto en la estación ferroviaria letreros que decían: “¡Cuidado con los viles embaucadores: los mormones han vuelto! ¡Echémoslos!” Después, se había pasado dos días yendo de casa en casa a dejar folletos, donde podía, e intentando en vano interesar a los británicos en conversaciones sobre el Evangelio18, hasta que un sábado, al anochecer, alguien llamó a la puerta. Éste es el relato que hizo más adelante el élder Brown:

“La dueña de casa fue a abrir, y oí una voz que preguntaba: ‘¿Hay un élder Brown que vive aquí?’ Pensé: ¡Ay, ay! ¡Pobre de mí!

“La señora le contestó: ‘Sí, señor; está en el cuarto del frente. Pase, por favor’.

“Lo hizo entrar, y él me preguntó: ‘¿Es usted el élder Brown?’

“No me sorprendió ver que él se quedó sorprendido, y le dije: ‘Sí, señor’.

“El hombre volvió a preguntar: ‘¿Fue usted quien dejó este folleto en la puerta de mi casa?’

“En el folleto estaban mi nombre y dirección. Aunque me estaba preparando en aquella época para ejercer la abogacía, no supe de qué otra manera contestarle y le respondí: ‘Sí, señor, yo lo dejé’. Entonces me dijo:

“‘El domingo pasado, diecisiete cabezas de familia abandonamos la Iglesia de Inglaterra. Nos reunimos en mi casa, donde tengo una habitación que es bastante grande; cada uno de nosotros tiene una familia numerosa, y llenamos esa gran habitación de hombres, mujeres y niños. Allí decidimos que oraríamos durante toda la semana para que el Señor nos enviara un nuevo pastor. Cuando regresé a casa esta noche, me sentía desalentado pensando que nuestras oraciones no habían recibido respuesta; pero al encontrar este folleto pasado debajo de la puerta, supe que el Señor nos había contestado. ¿Iría usted mañana por la noche a ser nuestro nuevo pastor?’

“Ahora bien, todavía no hacía tres días que yo estaba en la misión; no sabía nada de la obra misional, ¡y él quería que fuera el pastor de su grupo! Pero yo era temerario y le contesté: ‘Sí, lo haré’. Y desde ese momento hasta el de empezar la reunión me arrepentí de haberlo hecho.

“Él se fue, y se llevó consigo mi apetito. Llamé a la dueña de casa y le dije que no quería comer esa noche. Luego me fui a mi cuarto y me preparé para acostarme. Me arrodillé junto a la cama y, mis jóvenes hermanos, por primera vez en mi vida hablé con Dios; le conté la situación en que me hallaba, le supliqué Su ayuda, le pedí que me guiara; le imploré que me quitara de encima la responsabilidad. Después me puse de pie y fui a acostarme, pero no pude dormir y me levanté a orar de nuevo; así pasé toda la noche, y verdaderamente hablé con Dios”.

Al día siguiente, no desayunó ni almorzó, y se pasó todo el día debatiéndose con la preocupación de tener que ser líder religioso de aquella gente.

“Al fin, llegó el momento en que el reloj marcaba las 18:45. Me levanté, me puse el sobretodo y el sombrero que había comprado en Norwich, tomé el bastón (que siempre llevaba en esa época) y los guantes de cabra, me coloqué la Biblia bajo el brazo y, literalmente, fui arrastrando los pies hasta aquella casa; dejé una sola huella en todo el camino.

“Cuando iba llegando al portón de entrada, el hombre que había ido a verme la noche anterior salió a recibirme; me hizo una reverencia muy cortés y me dijo: ‘Pase, Reverendo, pase’. Nunca nadie me había llamado así antes. Entré en un cuarto lleno de gente, y todo el mundo se puso de pie en honor a su nuevo pastor, lo cual me puso carne de gallina.

“Había estado pensando qué debía hacer, y me di cuenta de que debía invitarlos a cantar; les sugerí que cantáramos ‘Oh mi Padre’, y todos se quedaron mirándome sin comprender. Lo cantamos, o más bien, fue un solo espantoso cantado por un vaquero. Después pensé que si conseguía que se dieran vuelta y se arrodillaran junto a sus sillas, no estarían mirándome mientras yo diera la oración, así que les pregunté si estaban dispuestos a orar y todos asintieron de buena gana. Ellos se arrodillaron, y yo me arrodillé y, por segunda vez en mi vida, hablé con Dios. Todo temor me abandonó y no sentí más preocupación; ponía el asunto en Sus manos.

“Entre otras cosas, le dije: ‘Padre Celestial, estas personas han dejado la Iglesia de Inglaterra, y esta noche han venido aquí para escuchar la verdad. Tú sabes que no estoy preparado para darles lo que quieren, pero Tú, oh Dios, sí lo estás; y si yo puedo ser un instrumento por medio del cual hables, muy bien, lo acepto; pero te imploro que te encargues Tú de este asunto’.

“Cuando nos levantamos, casi todos lloraban y yo también. Prudentemente, evité el segundo himno y empecé a hablarles. Hablé durante cuarenta y cinco minutos. No sé lo que dije; Dios habló a través de mí, según lo probó lo que sucedió a continuación. Y Él habló a aquella gente con tal potestad que, al terminar la reunión, se acercaron a mí y me abrazaron y me tomaron las manos; y me dijeron: ‘Esto es lo que hemos estado esperando. Gracias a Dios que usted ha venido’.

“Dije antes que me había arrastrado a aquella reunión. Pero esa noche, en el camino de regreso, toqué el suelo una sola vez de tan extasiado que iba al ver que Dios me había sacado de las manos una tarea que era irrealizable para un hombre común.

“Al cabo de tres meses, todo hombre, mujer y niño que se hallaban en aquel grupo se había bautizado y era miembro de la Iglesia”19.

LA MISIÓN DE LA MANZANA DEL TEMPLO

La Iglesia resolvió establecer la Misión de la Manzana del Templo en un esfuerzo por explicar a los que no fueran miembros la verdadera historia de los Santos de los Últimos Días y, al mismo tiempo, combatir la publicidad adversa. Ya en 1875, Charles J. Thomas, que fue conserje del Templo de Salt Lake, todavía en construcción en esa época, recibió la asignación de saludar a los turistas, mostrarles la Manzana del Templo y contestar las preguntas que hicieran. Mantenía un libro en el cual los visitantes podían firmar. En los años siguientes, muchas personas destacadas firmaron el registro del hermano Thomas, incluso dos presidentes de los Estados Unidos20. A partir de entonces, durante veinticinco años se trató continuamente de proveer guías e información para los visitantes.

En las décadas de 1880 y 1890, un vendedor de libros de Salt Lake City llamado James Dwyer iba diariamente a la Manzana del Templo para hablar con los turistas y dar a cada uno una tarjeta con los Artículos de Fe, que él mismo imprimía; en el reverso de la tarjeta había una foto del templo y una cláusula impresa que decía: “Si desea recibir información sobre las doctrinas de la Iglesia, sírvase escribir a James Dwyer, North Temple Street, Salt Lake City”. Gracias a sus esfuerzos, el hermano Dwyer fue “el precursor de la información organizada en Salt Lake City”21. En julio de 1901, un hijo del presidente Snow, LeRoi, oyó cuando el conductor de un coche de alquiler contaba unas pintorescas falsedades acerca de la Iglesia, y, como resultado de los esfuerzos del hermano Snow, ese mismo año la Primera Presidencia pidió a los setentas de la Iglesia que se encargaran de establecer un quiosco de información en la Manzana del Templo22.

En 1902 se construyó, por un precio de unos quinientos dólares, un pequeño pabellón donde la Iglesia podría repartir materiales de información correcta, y se llamó a cien hombres y mujeres para que sirvieran de guías; se les asignó un horario en el que debían hacer giras por la Manzana del Templo y contar la historia verídica de los Santos de los Últimos Días. Además, se organizaron recitales de órgano en el Tabernáculo, que se llevaban a cabo dos veces por día durante el verano. Ese año, hubo más de 150.000 visitantes en la Manzana del Templo.

La misión tuvo sus oponentes. Hubo grupos locales de adversarios de la Iglesia que unieron sus esfuerzos con el periódico Salt Lake Tribune para minar cualquier efecto positivo que pudieran tener en los turistas los guías y los materiales de información; de vez en cuando colocaban “guías” antimormones en las entradas de la Manzana del Templo con el objeto de dar a los visitantes detalles falsos sobre los Santos de los Últimos Días. En 1904, debido a la numerosa cantidad de turistas y al gran éxito que había tenido la misión, la Iglesia hizo construir un edificio de granito y ladrillo, mucho más grande. A fines de 1905, el número de visitantes anuales había aumentado a 200.000. En 1915 se agregó otro piso al edificio, con el objeto de poner allí el Museo Deseret. Más adelante se llevaron a cabo muchos otros cambios, pero la función esencial de la Misión de la Manzana del Templo ha seguido siendo parte importante del programa misional de la Iglesia23.

SE COMPRAN SITIOS HISTÓRICOS

Con la certeza de que si hubiera centros de visitantes en lugares históricos, sería posible destacar mejor en ellos las verdades de la Restauración25, la Iglesia comenzó a adquirir, según sus medios lo permitían, sitios que tenían importancia histórica. La ascendencia familiar del presidente Joseph F. Smith le hacía tener un interés particular en la historia de la Iglesia, y durante el período en que él fue presidente se adquirieron muchos de los primeros sitios históricos.

El 5 de noviembre de 1903 se adquirió el primero: la cárcel de Carthage, donde José y Hyrum Smith fueron asesinados. En junio de 1907, la Iglesia compró la propiedad que había pertenecido a la familia Smith, de unas cuarenta hectáreas de superficie, cerca de Palmyra, estado de Nueva York; en ella está la Arboleda Sagrada donde el Profeta tuvo la Primera Visión en 1820. En 1915 se envió a Williard Bean, ex boxeador de Utah, y a su esposa, Rebecca, cuando todavía no llevaban un año de casados, para cuidar de la propiedad después que el dueño anterior la había dejado; se les encomendó también la difícil responsabilidad de predicar el Evangelio y hacer amigos para la Iglesia en la región. Ellos fueron los primeros Santos de los Últimos Días que vivieron en Manchester después de ochenta y cuatro años26.

Entre los años de 1905 y 1907 la Iglesia obtuvo también, en cuatro compras separadas, el título de la granja que había sido de la familia Mack y donde nació el Profeta, cerca del pueblo de Sharon, estado de Vermont; en el lugar se construyó una pequeña cabaña conmemorativa, como centro de visitantes, y cerca se colocó un grandioso monumento de granito pulido en memoria del Profeta José Smith, el cual fue dedicado por su sobrino, el presidente Joseph F. Smith, el 23 de diciembre de 1905, el día en que se cumplía el centenario del nacimiento del Profeta. El monumento tiene treinta y ocho pies y medio de altura (unos 11 metros y medio), un pie por cada año de su vida.

Durante ese período se adquirieron también propiedades importantes para la Iglesia en Misuri; la primera fue un trozo de tierra, de unas ocho hectáreas, que se compró en Independence y que era parte de las veinticinco hectáreas originales que la Iglesia había comprado en 1831. En esa propiedad también se construyeron una capilla y un centro de visitantes. Además, la Iglesia compró más adelante el terreno dedicado para el templo en Far West, en el norte del estado.

Aparte de atraer a muchos Santos de los Últimos Días interesados en la historia de su religión, estos sitios proveían a la Iglesia la oportunidad de dar a conocer su mensaje al mundo. En varios de ellos, con el fin de ayudar en la obra misional, se han construido pabellones de información que siguen el modelo del programa que tuvo tanto éxito en la Manzana del Templo. En otros, los visitantes se enteraban de la historia de los Santos de los Últimos Días, según había ocurrido en el sitio que visitan.

LA IGLESIA PUBLICA SU PROPIA HISTORIA

Un día, B. H. Roberts leyó en el Salt Lake Tribune un artículo en el que otra vez se sacaba a luz la falsa teoría de que Solomon Spaulding era quien había escrito el Libro de Mormón; el élder Roberts se puso en contacto con el editor y le preguntó si podía responder en el periódico, pero se le informó que el artículo era una reimpresión de otro escrito por Theodore Schroeder que había aparecido en la revista New York Historical Magazine.

El élder Roberts envió su refutación a dicha revista, y el artículo fue tan bien recibido que se le invitó a escribir una historia de la Iglesia que ellos publicarían. Cuando se finalizaron los detalles, el nombre de la revista había cambiado a Americana, y ésta publicó los artículos del élder Roberts durante seis años. Esos artículos formaron la base para su Comprehensive History of the Church (“Historia completa de la Iglesia”), una obra en seis tomos que fue presentada a los Santos de los Últimos Días en la conmemoración del centenario de la organización de la Iglesia, en 1930.

Durante muchos años el élder Roberts había estado coleccionando copias de artículos del Profeta José Smith, o escritos sobre él, que habían aparecido en diversas revistas, sobre todo en las publicaciones de la Iglesia. En una oportunidad le mostró su colección al élder Francis M. Lyman, miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, quien sugirió con entusiasmo a sus compañeros de quórum que se comisionara al élder Roberts para publicar su colección con muchas notas explicativas que dieran más claridad y continuidad a aquellos documentos, que databan de principios de la historia de la Iglesia. Los Doce aceptaron la sugerencia del élder Lyman y le pidieron a B. H. Roberts que presentara un presupuesto de la obra en proyecto.

Unas semanas después, el élder Roberts regresó con el presupuesto. El presidente George Q. Cannon pensó que el costo era demasiado elevado y propuso hacer algo similar encargándose él mismo de los gastos; el presidente Lorenzo Snow aceptó esta oferta. Pero, al principio de la obra, el presidente Cannon falleció, y entonces se le pidió al élder Roberts que la terminara. Después de leer los documentos que el presidente Cannon se había propuesto publicar, el élder Roberts fue a hablar con los de la Primera Presidencia y les dijo que él deseaba hacer un trabajo mucho más extenso; le dieron permiso para que la llevara a cabo según lo que considerara apropiado y, con esa aprobación, dio comienzo a la obra.

El élder Roberts consultó diarios, impresos y memorias de los miembros de la Iglesia a fin de preparar una historia de ésta que se concentrara principalmente en la vida de José Smith. Antes de publicarla, el élder Anthon H. Lund y el presidente Joseph F. Smith la leyeron y la aprobaron. La obra, titulada History of the Church (“Historia de la Iglesia”), que consiste en siete tomos con un total de más de cuatro mil quinientas páginas, ha sido desde entonces un gran recurso tanto para los miembros como para los historiadores de la Iglesia. Esta extensa obra, junto con la de seis tomos titulada Comprehensive History of the Church (“Historia completa de la Iglesia”), hizo de B. H. Roberts el principal historiador Santo de los Últimos Días del primer siglo de existencia de la Iglesia.

LAS MUJERES DE LA IGLESIA CONTRIBUYEN A QUE MEJORE LA OPINIÓN PÚBLICA SOBRE LOS SANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS

La adquisición de sitios históricos, la construcción de centros de visitantes y la publicación de su propia historia ayudaron a mejorar la opinión del público sobre la Iglesia; pero hubo también varias mujeres Santos de los Últimos Días que recibieron honores especiales. Con el apoyo de las Autoridades Generales, muchas hermanas de la Iglesia eran activas en el movimiento en pro del sufragio femenino, con la consecuencia de que resultaron figuras muy conocidas en la nación. La Sociedad de Socorro había enviado delegadas a las convenciones del Consejo Nacional y del Internacional de Mujeres. En la feria mundial de Chicago, la presidenta del Consejo Nacional de Mujeres le pidió a Emmeline B. Wells, una de las delegadas de la Iglesia a una conferencia especial de mujeres, que dirigiera la palabra al grupo. Ella pronunció un elocuente discurso sobre el tema “Las mujeres del Oeste en el periodismo”; también se le dio el honor de presidir una de las sesiones de la conferencia. En 1899, la hermana Wells tuvo el privilegio de hablar como delegada oficial de los Estados Unidos en la convención del Consejo Internacional de Mujeres que se realizó en Londres, donde volvió a poner de manifiesto su habilidad de oradora elocuente.

En 1910, al aproximarse a los ochenta y tres años, Emmeline B. Wells fue llamada para presidir la Sociedad de Socorro de la Iglesia. Aunque el llamamiento la tomó de sorpresa, “no había nadie mejor calificada… para dirigir la Sociedad de Socorro, ni más merecedora” del honor de esa elevada posición. En 1912, esta mujer extraordinaria recibió un título honorario de doctora de la Universidad Brigham Young, habiendo sido la primera hermana de la Iglesia en recibir esa honra27.

NOTAS

  1. Truman G. Madsen, Defender of the Faith: The B. H. Roberts Story; Salt Lake City: Bookcraft, 1980, pág. 233.

  2. Este párrafo se tomó de la obra de James B. Allen y Glen M. Leonard, The Story of the Latter-day Saints. Salt Lake City: Deseret Book Co., 1976, págs. 438–439.

  3. Isley Boone, “He Became an Evolutionary Psychologist”, Evolutionary Psychology, citado por A. Burt Horsley, en “Theodore Schroeder, Mormon Antagonist—Content and Significance of the Theodore Schroeder Collection, New York Public Library”, mecanografiado, págs. 2–3.

  4. Citado por Madsen, en Defender of the Faith…, pág. 247.

  5. Véase, de Madsen, Defender of the Faith…, págs. 248–249.

  6. Brigham H. Roberts, Defense before Congress and Defiers of the Law (folleto del registro del Congreso y del Contributor de 1886), págs. 12–13.

  7. Véase Life of Joseph F. Smith, comp. por Joseph Fielding Smith, 2ª ed.; Salt Lake City: Deseret Book Company, 1969, pág. 216.

  8. Citado por Milton R. Merrill, en “Reed Smoot, Apostle in Politics”, dis. para doctorado, Universidad de Columbia, 1950, pág. i.

  9. Charles W. Nibley, Reminiscences, 1849–1931; Salt Lake City: familia de Charles W. Nibley, 1934, pág. 125.

  10. Citado por Merrill, en “Reed Smoot, Apostle in Politics”, págs. 27–28.

  11. San Francisco Call, citado por Milton R. Merrill, en “Reed Smoot, Apostle in Politics”, dis. para doctorado, Universidad de Columbia, 1950, pág. 32.

  12. Merrill, “Reed Smoot, Apostle in Politics”, pág. 45.

  13. Citado por B. H. Roberts en A Comprehensive History of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, Century One, 6 tomos; Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1930, 6:405.

  14. Los párrafos anteriores se escribieron para el Sistema Educativo de la Iglesia; también se publicaron en la obra de Richard O. Cowan, The Church in the Twentieth Century. Salt Lake City: Bookcraft, 1985, pág. 34.

  15. En “Conference Report”, octubre de 1907, pág. 5.

  16. Véase “Mr. Roosevelt to the ‘Mormons’”, Improvement Era, junio de 1911, págs. 712, 715, 718.

  17. Winifred Graham, That Reminds Me; Londres: Skeffington and Son (sin fecha), pág. 59.

  18. Véase, de Eugene E. Campbell y Richard D. Poll, Hugh B. Brown: His Life and Thought; Salt Lake City: Bookcraft, 1975, págs. 30–31.

  19. “Father, Are You There?”, discurso de charla fogonera en la Universidad Brigham Young, Provo, 8 de octubre de 1967, págs. 13–15.

  20. Véase, de Preston Nibley, “Charles J. Thomas: Early Guide on Temple Square”, Improvement Era, marzo de 1963, págs. 167, 202–206.

  21. Levi Edgar Young, “The Temple Block Mission”, Relief Society Magazine, noviembre de 1922, pág. 560.

  22. Véase, de Edward H. Anderson, “The Bureau of Information”, Improvement Era, diciembre de 1921, págs. 132–133.

  23. Véase, de Nibley, “Charles J. Thomas…”, págs. 205–206; de Young, “Temple Block Mission”, págs. 561–563; de Anderson, “Bureau of Information”, págs. 137–139.

  24. Vicky Bean Zimmerman, “Willard Bean: Palmyra’s ‘Fighting Parson’”, Ensign, junio de 1985, pág. 27.

  25. Sección tomada de la obra de Cowan, The Church in the Twentieth Century, págs. 47–49.

  26. Zimmerman, “Willard Bean…”, pág. 26.

  27. Carol Cornwall Madsen, “Emmeline B. Wells: Romantic Rebel”, citado en Supporting Saints: Life Stories of Ninteenth-Century Mormons, ed. por Donald Q. Cannon y David J. Whittaker; Provo: Brigham Young University, 1985, págs. 332–334.

Historia

Fecha

 

Acontecimientos importantes

25 de enero de 1900

Excluyen a B. H. Roberts de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos.

10 de octubre de 1901

Muere Lorenzo Snow.

17 de octubre de 1901

Apartan a Joseph F. Smith como Presidente de la Iglesia.

29 de enero de 1903

Reed Smoot sale electo Senador de los Estados Unidos.

6 de abril de 1904

El presidente Joseph F. Smith emite el segundo manifiesto.

23 de diciembre de 1905

En Sharon, Vermont, se dedica el monumento en memoria de José Smith.

20 de febrero de 1907

Se vota a favor de que Reed Smoot retenga su cargo de Senador.

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B. H. Roberts

B. H. Roberts (1857–1933), que en sus años maduros tenía aspecto distinguido, era un denodado defensor de la fe. (En el capítulo 33, donde aparece su fotografía, hay más datos biográficos sobre él.)

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Joseph F. Smith

Joseph F. Smith (1838–1918) pasó a ser el sexto Presidente de la Iglesia en octubre de 1901. Durante cuarenta y cinco años, desde que fue llamado a ser Apóstol en 1866, siendo todavía un joven, se había destacado por su servicio en la Iglesia.

Era erudito en la doctrina de la Iglesia. En 1919, se hizo una selección de sus discursos y escritos, que se publicó en un volumen titulado Doctrina del Evangelio, el cual ha sido una obra de referencia para los Santos de los Últimos Días en el siglo veinte.

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Reed Smoot

Reed Smoot (1862–1941) ya había demostrado desde joven energías y ambición considerables en la Cooperativa y en la compañía Woolen Mills de Provo. Al fin llegó a tener gran éxito como hombre de negocios y ocupó posiciones importantes en diversos comercios de Utah. Además, fue muchos años miembro del directorio de la Universidad Brigham Young.

En 1900, Lorenzo Snow lo ordenó Apóstol. Durante treinta de los cuarenta y un años en que formó parte del Consejo de los Doce, fue también Senador de los Estados Unidos por el estado de Utah.

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Thomas Kearns

Thomas Kearns (1862–1918) nació en Canadá y siendo niño se mudó a Nebraska, donde creció en una granja. La mayor parte de su vida la pasó en las minas, primero en Black Hills, Dakota, luego en Arizona, y por último en Utah, donde hizo fortuna con las minas de plata de Park City.

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Temple Square information bureau

En este pequeño pabellón, construido en 1897 para la celebración del jubileo, estuvo el primer centro de información de la Iglesia. La primera misión de la Manzana del Templo no se estableció hasta 1902.

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first visitors’ center at Temple Square

El primer centro de visitantes se construyó en la Manzana del Templo en 1903; en 1915 se le agregó otro piso. El edificio sirvió de centro de información y de museo hasta que lo reemplazaron los modernos centros de visitantes de la actualidad.

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Willard and Rebecca Bean

A principios de 1915, la pareja de recién casados formada por Willard Bean (1868–1949) y su esposa, Rebecca (1891–1976) asistió a una conferencia en Richfield, Utah, presidida por el presidente Joseph F. Smith. El presidente Smith estaba entonces buscando a la persona adecuada para representar a la Iglesia y administrar la granja de José Smith en Manchester, Nueva York, y un tiempo después comentó que, cuando el hermano Bean entró, “la impresión fue tan fuerte, que fue casi como una voz que me dijera: ‘Ahí está el hombre que buscas’24.

A pesar del fuerte prejuicio que existía hacia los mormones, los Bean perseveraron y terminaron ganándose el respeto de los habitantes del cercano pueblo de Palmyra. La intervención de Willard Bean fue esencial para que la Iglesia pudiera comprar varios otros sitios históricos en la región. Lo que se pensaba que fuera “unos cinco o más años” de servicio en Palmyra se convirtió en un período de veinticinco años. Cuando los Bean regresaron a Salt Lake City, ya eran abuelos.

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monument at birthplace of Joseph Smith

Junius F. Wells dirigió la construcción de un monumento para conmemorar el centenario del nacimiento del profeta José Smith, colocado en el lugar donde nació en el estado de Vermont. Los trozos de granito para construirlo consistían en una piedra para la base, otra para la columna y una piedra de coronamiento. La columna tiene 11,55 m de altura y se cortó de un bloque de granito que pesaba sesenta toneladas. El transporte de la piedra para la columna en los 9,5 km de distancia que había desde el fin de la vía férrea hasta el lugar del monumento llevó veinte días. Gracias a la fe y los esfuerzos del hermano Wells, el monumento estuvo listo para su dedicación el 23 de diciembre de 1905.

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Independence visitors’ center

Este hermoso centro de visitantes se construyó en Independence, Misuri, en 1971, en una propiedad que la Iglesia había vuelto a adquirir en 1905. El presidente Joseph Fielding Smith, nieto de Hyrum Smith, presidió en la dedicación, y el presidente N. Eldon Tanner ofreció la oración dedicatoria.

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Emmeline B. Wells

Emmeline B. Wells (1828–1921) se convirtió al Evangelio en 1842 y se casó al año siguiente, a la edad de quince años y medio. Su marido se hizo a la mar después del asesinato del profeta José Smith y jamás regresó. Ella permaneció fiel a la Iglesia y en 1845 se casó con Newel K. Whitney, que ya tenía otras esposas; después de la muerte de éste, contrajo matrimonio con Daniel H. Wells, en 1852, que también tenía varias esposas.

En 1877, la hermana Wells pasó a ser editora de la revista Woman’s Exponent, cargo que desempeñó hasta 1914, cuando se suspendió la publicación. A fines del siglo diecinueve, participó activamente en el movimiento en pro del sufragio para la mujer, y asistió a muchas conferencias femeninas.

Durante toda su vida estuvo interesada en la educación y en escribir. Fue muchos años secretaria general de la Sociedad de Socorro, y en 1910, fue llamada como presidenta de esta organización.