1990–1999
Adiós a este maravilloso y antiguo Tabernáculo
October 1999


Adiós a este maravilloso y antiguo Tabernáculo

“El Espíritu del Señor ha estado presente en este [Tabernáculo]. Es sagrado para nosotros. Es nuestra esperanza y nuestra oración que el nuevo [Centro de Conferencias] irradie también ese mismo espíritu”.

Hermanos y hermanas, al concluir esta gran conferencia nos sentimos muy emocionados. Si los planes siguen de acuerdo con lo previsto, es la última vez que nos reunimos en este Tabernáculo para la conferencia general. Con algunas excepciones, quizás media docena, hemos efectuado nuestras conferencias en este lugar durante 132 años.

Este Tabernáculo se comenzó a construir en 1863, y se usó por primera vez para la conferencia de octubre de 1867. En ese tiempo el Tabernáculo no tenía balcones; éstos se agregaron para la conferencia de abril de 1870.

¡Qué estructura tan extraordinaria y maravillosa! Pero ahora resulta pequeña para nuestras necesidades. En la época en que se construyó fue una empresa de grandes proporciones, con el fin de acomodar a todos aquellos que desearan asistir a la conferencia. Tomó el lugar del viejo Tabernáculo, construido hacia el lado sur de donde nos encontramos, el cual tenía capacidad para dos mil quinientas personas.

Rendimos honores al presidente Brigham Young por su audacia en emprender la construcción de este singular y extraordinario edificio en una época en la que este territorio estaba aún en vías de colonización. El concepto del diseño era original; los constructores jamás habían visto algo semejante.

Estos enomies pilares de arenisca se construyeron primeramente para fonnar un óvalo que medía 76 metros de este a oeste. Sobre estos pilares se colocó una red de vigas enomies. Éstas abarcaban una superficie de cerca de 46 metros, o sea, la mayor parte de la estructura del techo. No había columnas interiores de apoyo. Los pesimistas solían predecir que cuando quitaran los andamios interiores, el techo entero se vendría abajo. El grosor del techo era de 2,7 metros; estaba formado por una grandiosa obra de vigas entrelazadas sujetadas unas a otras con estacas de madera. Las vigas eran amarradas con cuero sin curtir para que cuando se secara apretara las estacas de madera con más fuerza.

Después se colocaron encima grandes láminas de madera, que luego se revistieron con tejas. En el interior se pusieron las molduras y el yeso, en el cual se mezclaba pelo de ganado para hacerlo más resistente.

Se quitaron los andamios y el techo permaneció finne. Y ha seguido firme durante ciento treinta y dos años, aunque hace algunos años las tejas se reemplazaron con aluminio.

Durante todo ese tiempo, ha satisfecho las necesidades de esta Iglesia y de esta comunidad. Aquí se han efectuado conferencias generales de la Iglesia; las voces de los profetas se han escuchado desde este estrado; se ha citado la ley y declarado el testimonio. Aquí también se han llevado a cabo numerosas reuniones de la Iglesia de otra índole; en esta magnífica y antigua estructura se han efectuado los servicios fúnebres de amados líderes; presidentes de la nación y otros personajes distinguidos han dirigido la palabra desde donde yo me encuentro. Ésta ha sido la sede del coro del Tabernáculo desde que la estructura se edificó. Más recientemente también llegó a ser la sede del coro y la sinfónica de la Juventud Mormona y el primer hogar de la sinfónica del estado de Utah. Por varios años se ha presentado aquí “El Mesías” de Handel. Innumerables conciertos de diversas clases, una gran variedad de grupos musicales y muchos distinguidos solistas han entretenido al público en este magnífico y singular recinto.

¡Qué edificio tan extraordinario y útil ha sido! ¡Qué grandiosos propósitos ha cumplido! No conozco ninguna otra estructura como ésta en todo el mundo.

Es verdad que con los medios electrónicos podemos transmitir a cualquier lugar en el que deseemos que se nos escuche. Pero el mirar la pantalla de un televisor no es lo mismo que estar en la sala con los discursantes y los cantantes.

El nuevo recinto que estamos construyendo en la manzana de enfrente y al que hemos dado el nombre Centro de Conferencias, tendrá cupo para 21.000 personas — con el teatro adjunto serán 22.000— casi tres veces y media más la capacidad de este Tabernáculo. No sé si se llenará, pero lo que sí sé es que nos hemos dirigido a congregaciones mucho más grandes de Santos de los Ultimos Días. Por ejemplo, en Santiago, Chile, hablamos ante 57.500 personas en un enorme estadio de fútbol; en Buenos Aires, Argentina, ante 50.000; en Manila, Filipinas, en un gran coliseo, nos dirigimos a 35.000 personas congregadas bajo un mismo techo.

Este Tabernáculo seguirá utilizándose para una gran variedad de propósitos. Se espera que el Coro continúe transmitiendo sus programas semanales desde aquí. Este edificio continuará dando cabida a diversas reuniones de la Iglesia, del público, y otras muchas finalidades.

Tomará un tiempo acostumbrarse al nuevo centro, pero será más cómodo. Tendrá aire acondicionado; los asientos serán más cómodos que estos bancos duros de madera, aunque temo que muchas personas se quedarán dormidas. No tiene el mismo diseño que el Tabernáculo, pero es también singular y maravilloso. Representa lo más moderno en técnicas arquitectónicas y de ingeniería; también dispondremos de más capacidad de estacionamiento.

Tenemos previsto que el próximo abril nos congregaremos en un nuevo recinto al dar comienzo a un nuevo siglo y a un nuevo milenio. El edificio tal vez no esté terminado; el órgano quizás no esté completamente instalado, y habrá otros detalles de construcción que necesiten atención. Casi con seguridad se dedicará dentro de un año.

Es una estructura bastante amplia y verdaderamente espléndida, diseñada y construida de acuerdo con los más estrictos requisitos ante casos de terremoto. Está construida con cemento reforzado, y tiene revestimiento de granito. Ése es el mismo tipo de piedra que se usó en la construcción del Templo de Salt Lake, incluso con las mismas impurezas en la piedra que ustedes podrán apreciar en ambos edificios.

De modo que, en lo que respecta a la conferencia general, nos despedimos de un viejo y maravilloso amigo; esperamos que siga en pie y que siga siendo de utilidad durante mucho tiempo. Estamos dando un paso audaz, pero esta audacia está en armonía con el enorme progreso de la Iglesia por todo el mundo.

No tenemos ningún deseo de exceder a Brigham Young o a sus arquitectos: William H. Folsom, Henry Grow y Truman O. Angelí. Tan sólo deseamos edificar sobre los formidables cimientos que el presidente Young puso al dar inicio a esta maravillosa obra aquí en los valles del oeste.

Al cerrar hoy las puertas de este Tabernáculo y esperar a que llegue el momento en que se abran las puertas del nuevo Centro de Conferencias el próximo abril, lo hacemos con amor, con agradecimiento, con respeto y con reverencia —y en realidad, con afecto— por este edificio y por las personas que nos han precedido, quienes construyeron todo esto de forma tan magnífica y cuyo trabajo ha sido útil durante tanto tiempo.

Un edificio adquiere su propia personalidad. El Espíritu del Señor ha estado presente en este edificio. Es sagrado para nosotros. Es nuestra esperanza y nuestra oración que el nuevo edificio irradie también ese mismo espíritu.

Dejo ahora, con palabras que se han pronunciado con tanta frecuencia desde este grandioso salón de asambleas, mi testimonio, mi bendición y mi amor con ustedes, mis estimados colegas en esta gran causa. Esta obra es verdadera; ustedes lo saben, al igual que yo. Es la obra de Dios; cosa que también saben. Es el Evangelio restaurado de Jesucristo; es el camino a la felicidad, el plan para la paz y la rectitud.

Dios nuestro Padre Eterno vive. Su Elijo, nuestro Redentor, el Salvador resucitado del mundo, vive. Ellos se aparecieron al joven José para partir el velo para dar comienzo a una gran obra de restauración, para iniciar la dispensación del cumplimiento de los tiempos. El Libro de Mormón es verdadero; habla como una voz desde el polvo como testimonio de la divinidad del Señor. El sacerdocio con todas sus llaves, su autoridad y todas sus bendiciones se encuentra sobre la tierra.

Y todos somos partícipes de estos preciosos dones. De modo que, como diríamos a un viejo amigo: adiós. Que las bendiciones de Dios queden sobre este sagrado y maravilloso recinto, y que nosotros, al igual que aquellos que han venido aquí con frecuencia a participar del Espíritu que aquí mora, vivamos dignos del título Santos de los Últimos Días, es mi humilde oración, en el nombre del Señor Jesucristo. Amén.