1990–1999
Rectitud
October 1999


Rectitud

“Ningún otro sentimiento del alma del hombre puede brindar el gozo y la felicidad que se reciben al saber que se está haciendo todo lo posible por llegar a ser justo”.

Vivimos en una época en la que muchos hombres y mujeres consideran que sus acciones no tienen consecuencias morales y que lo que hacen sólo tiene consecuencias sociales. En esto niegan a Dios y a la vez niegan que las cosas son buenas o malas.

Todos hemos escuchado alguna vez la declaración: “Está bien, haz lo que quieras”, y así es también con la forma en que muchos viven en el mundo hoy día.

Les testifico que hay una manera mejor: la de vivir una vida de rectitud.

La palabra rectitud es una palabra muy interesante y singular. Es una palabra que encierra significado y que se extiende y abarca todos los atributos de Dios. Entonces, la persona que es recta es como Dios, o posee los atributos de Dios.

El bien y el mal existen y son contrarios el uno al otro. Las acciones del género humano sí tienen consecuencias morales. El Evangelio de Jesucristo define la diferencia que existe entre lo que es bueno y lo que es malo. Lo que es bueno viene de Dios. Cristo ha dicho: “Y cualquier cosa que persuada a los hombres a hacer lo bueno viene de mí; porque el bien de nadie procede, sino de mí. Yo soy el mismo que conduce a los hombres a todo lo bueno…” (Éter 4:12).

La rectitud es una amalgama de todo lo que es bueno. Abraza los principios del poder y de la ley de los cielos, mediante la cual todas las cosas de Dios se manejan, se controlan y se gobiernan.

Hay gran simplicidad en la rectitud. En toda circunstancia que enfrentamos en la vida existe la manera correcta o la manera incorrecta de proceder. Si elegimos la forma correcta, nuestra forma de actuar se ve apoyada por los principios de rectitud, los cuales poseen el poder de los cielos. Si elegimos la manera equivocada y actuamos de acuerdo con esa elección, no existe tal promesa o poder de los cielos, y estamos solos y destinados a fracasar.

Surge la pregunta: ¿Cómo podemos saber qué es lo bueno y qué es lo malo? De la misma forma en que nuestro Padre Celestial envió a Su Hijo Jesucristo a crear esta tierra y a ejecutar y gobernar todo lo concerniente a ella, también envió al Espíritu Santo con el fin de proporcionar la luz del Espíritu a los hombres sobre la tierra.

La luz del Espíritu se organizó como un sistema de comunicación para transmitir conceptos de verdad a la mente de los hijos de Dios. Si obedecemos las leyes que gobiernan el uso de la luz del Espíritu, el Espíritu Santo, por medio de esa luz, iluminará nuestra mente y nos facilitará el entender los conceptos de verdad. Ésa es la forma en que nuestro Padre Celestial nos enseña a discernir el bien del mal. Si estamos dispuestos a aprender Sus caminos y seguirlos, nunca tendremos que adivinar, sino que siempre sabremos con seguridad la diferencia que existe entre el bien y el mal.

En la rectitud yace el cumplimiento de la fe y de la esperanza. Toda bendición que Dios ha prometido a Sus hijos se basa en la obediencia a Sus leyes y mandamientos. La obediencia a Sus leyes y mandamientos es lo que nos hace ser rectos, y esa rectitud nos hace merecedores de recibir las bendiciones prometidas.

Cada uno de nosotros vive su propia situación. Hay desafíos de salud, económicos, de educación, del no tener cónyuge, de soledad, opresión, abuso, transgresión y de una lista sin fin de diferentes condiciones. La solución a todos esos desafíos es la rectitud.

Cuando existe desobediencia hacia las leyes y los mandamientos de Dios, Él, en Su benevolencia, nos ha dado la ley del arrepentimiento. Si actuamos de acuerdo con esta maravillosa ley, seremos perdonados de nuestra desobediencia y seremos más rectos; de esa forma, el arrepentimiento nos lleva a la rectitud. Muchos, y de hecho la mayoría, de los desafíos que tenemos en la vida mortal se pueden solucionar con el arrepentimiento. Todos ellos, al final, se pueden resolver por medio de la rectitud.

Existe gran gozo y felicidad en el esforzarse por vivir con rectitud. En términos simples, el plan que Dios tiene para Sus hijos es que ellos vengan a la tierra y hagan todo lo posible por aprender y vivir en obediencia a las leyes. Entonces, después de hacer todo lo que esté al alcance de ellos, la obra redentora del Salvador Jesucristo es suficiente para suplir lo que ellos no pudieron hacer por sí mismos.

El antiguo profeta Moroni, al finalizar su obra y cerrar la recopilación del registro de los tratos de Dios con Su pueblo, conocido como el Libro de Mormón, lo expresó de esta forma: “Sí, venid a Cristo, y perfeccionaos en él, y absteneos de toda impiedad, y si os abstenéis de toda impiedad, y amáis a Dios con toda vuestra alma, mente y fuerza, entonces su gracia os es suficiente, para que por su gracia seáis perfectos en Cristo…” (Moroni 10:32). La forma que tiene Moroni de decir que hagan todo lo que puedan es amar a Dios con toda su alma, mente y fuerza.

El esforzarse por vivir con rectitud es tratar de hacer todo lo que podamos en obediencia, lo que trae consigo la paz y el consuelo interiores de saber que, al hacer todo lo que esté a nuestro alcance, se cumplirá el plan de Dios para nuestro beneficio. Ningún otro sentimiento del alma del hombre puede brindar el gozo y la felicidad que se reciben al saber que se está haciendo todo lo posible por llegar a ser justo.

La rectitud nos brinda confianza y seguridad, y con ella comprometemos al Señor. Él ha dicho: “Porque los nombres de los justos serán escritos en el libro de la vida, y a ellos les concederé una herencia a mi diestra. Y ahora bien, hermanos míos, ¿qué tenéis que decir en contra de esto? Os digo que si habláis en contra de ello, nada importa; porque la palabra de Dios debe cumplirse” (Alma 5:58).

¿Dónde podemos buscar refugio y seguridad en un mundo en donde la transgresión, la corrupción y el terrorismo infligen temor en el hombre y la mujer? No hay refugio ni seguridad excepto en la rectitud; no hay un lugar donde esconderse; no existen muros para aislar al adversario y a su campaña de oposición; no hay defensa contra la incertidumbre y lo desconocido, excepto la rectitud. El temor en el corazón y en la mente de los hombres y de las mujeres se puede transformar en paz sólo si se reemplaza ese temor con el entendimiento del plan de felicidad de Dios y el conocimiento de que están haciendo todo lo que está a su alcance para llegar a ser justos y dignos de merecer la salvación eterna.

A medida que las fuerzas del bien y del mal se dividen más y más, aquellos que consideran que sus acciones no tienen consecuencias morales encontrarán su vida en tal caos que el estilo de vida que llevan les será insoportable. Entonces se cumplirán las profecías que dicen: “Y todas las cosas estarán en conmoción; y de cierto, desfallecerá el corazón de los hombres, porque el temor vendrá sobre todo pueblo” (D. y C. 88:91).

Cuando llegue ese día, los santos justos de Dios serán el único pueblo bien gobernado al cual el mundo podrá acudir. Será allí, y únicamente allí, que encontrarán estabilidad y perseverancia. Vendrán, sin conocer la doctrina de los justos, pero será como fue predicho: “Porque, he aquí, os digo que Sión florecerá, y la gloria del Señor descansará sobre ella; y será por pendón al pueblo, y vendrán a ella de toda nación debajo de los cielos” (D.y C. 64:41–42).

La rectitud es el mejor camino y, al final, es el único camino. La rectitud tiene el poder de proporcionar el gozo, la felicidad, y la seguridad que los hombres y las mujeres han esperado y buscado a través de todas las generaciones de los tiempos.

Parece una solución tan simple, pero la realidad es que “…Satanás anda por la tierra engañando a las naciones” (D. y C. 52:14). Existe la oposición, y existen el bien y el mal. Nuestras acciones tienen consecuencias morales. No hay una forma buena de hacer algo malo.

Como alguien que ha sido llamado a ser testigo de Jesucristo y a declarar Su Evangelio, ruego que no demoren el hacer todo lo que esté a su alcance; que pongan todo su empeño por conocer Sus leyes y Sus mandamientos y de inmediato pongan manos a la obra para obedecerlos. Al hacerlo, estarán en el proceso que los hará justos y a la vez dignos de las bendiciones prometidas.

Jesucristo está a la cabeza de esta obra. Él es un Dios de rectitud. En su bondadosa misericordia nos ha proporcionado un profeta recto, y si lo seguimos, estaremos haciendo lo que es correcto. Testifico de la veracidad de este hecho y de las palabras que he hablado, en el nombre de Jesucristo. Amén.