Escuela Dominical: Doctrina del Evangelio
‘No se haga mi voluntad, sino la tuya’


Lección 25

“No se haga mi voluntad, sino la tuya”

Mateo 26:36–46; Marcos 14:32–42; Lucas 22:39–46

Objetivo

Fortalecer el testimonio de los miembros de la clase de que, como resultado de la expiación de Jesucristo, pueden recibir el perdón, la paz y la vida eterna.

Preparación

  1. Lea los siguientes pasajes de las Escrituras, y medite y ore al respecto. Estos pasajes relatan la experiencia del Salvador en el Jardín de Getsemaní: Mateo 26:36–46, Marcos 14:32–42 y Lucas 22:39–46.

  2. Lectura adicional: 2 Nefi 2:5–8; Alma 7:11–14; 34:8–16; 42:1–31; Doctrina y Convenios 19:15–24; Guía para el Estudio de las Escrituras, “Expiación, Expiar”, págs. 76–77, y “Getsemaní”, pág. 83.

  3. Si está disponible la lámina Jesús ora en Getsemaní (62175 002; Las bellas artes del Evangelio, 227), utilícela durante la lección.

  4. Pida a unos cuantos miembros de la clase que vengan preparados para expresar brevemente sus sentimientos en cuanto a la expiación de Jesucristo; para ello, pídales que lean un pasaje favorito de las Escrituras acerca de la Expiación o que reciten algunas líneas de un himno sacramental favorito.

  5. Sugerencia didáctica: El Señor dijo: “No intentes declarar mi palabra, sino primero procura obtenerla” (D. y C. 11:21). Si desea enseñar eficazmente las Escrituras, es necesario que las estudie y que medite en ellas diariamente. Nutra constantemente su testimonio del poder y la verdad que contienen. (Consulte La enseñanza: el llamamiento más importante, págs. 10–11, 91–93.)

Desarrollo que se sugiere para la lección

Actividad para despertar el interés

Si lo desea, utilice la siguiente actividad (o una de su preferencia) para comenzar la lección. Escoja la actividad que sea más apropiada para su clase.

Varios años antes de que fuera ordenado apóstol, el élder Orson F. Whitney recibió una visión del Salvador en el Jardín de Getsemaní. Lea la cita que se encuentra a continuación, que es la descripción que dio el élder Whitney de su visión:

“Me parecía estar en el Jardín de Getsemaní presenciando la agonía del Salvador, y lo veía claramente. Hallándome de pie, detrás de un árbol, vi a Jesús que pasaba con Pedro, Santiago y Juan por una portezuela que había a mi derecha; después de dejar allí a los tres apóstoles y de decirles que se arrodillasen y orasen, el Hijo de Dios atravesó el jardín yendo a un lugar donde Él también se arrodilló a orar. Era la misma oración que conocen todos los estudiosos de la Biblia: ‘Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú’.

“Cuando oraba, las lágrimas le corrían por el rostro, que yo veía de frente. Entonces me sentí tan profundamente conmovido que también lloré y mi corazón entero fue hacia Él; sentí que lo amaba con toda mi alma y deseé con ansias estar con Él como jamás había anhelado estar con persona alguna.

“De pronto, poniéndose de pie se dirigió hacia donde habían quedado los apóstoles… ¡y los encontró profundamente dormidos! Despertándolos suavemente les preguntó con un tono de dulce reproche, sin la más leve traza de enojo ni impaciencia, sino con pena, si no podían velar con Él una hora. Allí estaba Él, cargando en sus hombros el peso indescriptiblemente abrumador de los pecados del mundo, atravesándole el alma sensible las congojas de todo el género humano… ¡y ellos no podían velar con Él tan sólo una hora!

“Volviendo a su lugar pronunció la misma oración, después de lo cual regresó junto a sus discípulos y los encontró dormidos; como antes, los despertó, los amonestó nuevamente y una vez más regresó a orar. Esto sucedió tres veces” (Citado en Liahona, abril de 1976, págs. 7–8).

Muestre la lámina de Jesús orando en Getsemaní. Pida a los miembros de la clase que piensen en su amor por el Salvador y cómo se sentirían si lo vieran orando en el Jardín de Getsemaní la noche antes de Su crucifixión. Pida a varios alumnos que expresen sus pensamientos.

Análisis y aplicación de las Escrituras

En esta lección y en la lección 26 se trata el tema de la Expiación, o sea, el acto voluntario de Jesucristo de tomar sobre sí la muerte, los pecados y las enfermedades de todo el género humano. Esta lección se concentra en la experiencia que tuvo el Salvador en el Jardín de Getsemaní, mientras que en la lección 26 se analiza la Crucifixión en sí. Es importante recordar que la Expiación incluyó el sufrimiento del Salvador tanto en el jardín como en la cruz.

El presidente Ezra Taft Benson enseñó: “Tanto en Getsemaní como en el Calvario, Él labró la infinita y eterna expiación. Fue el acto singular más grande de amor que se haya registrado en la historia. Así fue como llegó a ser nuestro Redentor, al redimirnos a todos de la muerte física, y al redimir de la muerte espiritual a los que obedezcamos las leyes y ordenanzas del Evangelio” (The Teachings of Ezra Taft Benson, 1988, pág. 14).

1. El Salvador toma sobre sí nuestros pecados y nuestras enfermedades.

Analicen Mateo 26:36–46; Marcos 14:32–42 y Lucas 22:39–46. Pida a varios miembros de la clase que lean en voz alta los pasajes que usted haya seleccionado.

• ¿Qué pidió Jesús a Sus apóstoles que hicieran en el Jardín de Getsemaní? (Véase Lucas 22:39–40.) ¿Por qué pidió Jesús a los póstoles que oraran? (Véase Lucas 22:40.) ¿De qué manera nos fortalece la oración para vencer la tentación?

• ¿Qué pidió Jesús que hicieran Pedro, Jacobo (Santiago) y Juan en el Jardín de Getsemaní? (Véase Mateo 26:38, 41. Explique que este uso de la palabra velar significa permanecer despierto.) ¿Cómo se aplica a nosotros el mandamiento de velar, o de permanecer despiertos, en nuestro esfuerzo por vivir el Evangelio? (Véase 2 Nefi 4:28; Alma 7:22; 32:26–27.)

• ¿Por qué estaba dispuesto Jesús a someterse al gran sufrimiento que sabía que padecería en el Jardín de Getsemaní? (Véase Mateo 26:39, 42, 44.) ¿Qué podemos aprender de la oración del Salvador en Getsemaní? ¿Qué bendiciones han recibido al someterse a la voluntad de nuestro Padre Celestial?

• Después que Jesús dijo que haría la voluntad de nuestro Padre Celestial, “…se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle” (Lucas 22:43). ¿Qué nos enseña esto acerca de nuestro Padre Celestial? (Entre las respuestas se podría mencionar que Él nos fortalecerá si hacemos humildemente Su voluntad.)

• ¿Qué experimentó el Salvador en Getsemaní? (Véase D. y C. 19:16–19; Lucas 22:44; Mosíah 3:7; Alma 7:11–13.)

El élder James E. Talmage enseñó: “Para la mente finita, la agonía de Cristo en el jardín es insondable, tanto en lo que respecta a intensidad como a causa… Luchó y gimió bajo el peso de una carga que ningún otro ser que ha vivido sobre la tierra puede siquiera concebir de ser posible. No fue el dolor físico, ni la angustia mental solamente, lo que lo hizo padecer tan intenso tormento que produjo una emanación de sangre de cada poro, sino una agonía espiritual del alma que sólo Dios era capaz de conocer… En esa hora de angustia Cristo resistió y venció todos los horrores que Satanás, ‘el príncipe de este mundo’ pudo inflingirle… En alguna forma efectiva y terriblemente real, aun cuando incomprensible para el hombre, el Salvador tomó sobre sí la carga de los pecados de todo el género humano, desde Adán hasta el fin del mundo” (Jesús el Cristo, 1964, págs. 643–644).

El élder Neal A. Maxwell dijo: “Como parte de su expiación infinita, Jesús conoce ‘según la carne’ todas las pruebas que pasamos (Alma 7:11–12). Él sobrellevó los pecados, los pesares, las aflicciones y, dijo Jacob, sufrió los dolores de todos los hombres, mujeres y niños (2 Nefi 9:21)” (Liahona, julio de 1987, pág. 71).

2. Necesitamos la expiación de Jesucristo.

• ¿Por qué necesitamos la expiación de Jesucristo? (Véase Alma 34:9.)

  1. Por causa de la caída de Adán y Eva, estamos sujetos a la muerte física, la cual es la separación del cuerpo y el espíritu (Moisés 6:48).

  2. Cuando pecamos, ocasionamos la muerte espiritual porque nos separamos de Dios. Por causa de nuestros pecados, nos volvemos impuros y no es posible que moremos con Dios (1 Nefi 10:21).

  3. Puesto que no podemos vencer ni la muerte física ni la espiritual por cuenta propia, nuestro Padre Celestial envió a Su Hijo Unigénito para que ofreciera la Expiación (Juan 3:16; 2 Nefi 2:5–9).

• ¿Qué bendiciones tenemos disponibles como resultado del sacrificio expiatorio del Salvador? ¿Cómo podemos recibir dichas bendiciones?

  1. Debido a que el Salvador se sometió a la muerte y resucitó, todos resucitaremos, venciendo así la muerte física (Mosíah 16:7–8).

  2. Porque Él tomó sobre sí nuestro pecados, podemos arrepentirnos y ser perdonados, lo cual nos vuelve limpios y dignos de morar con Dios (Alma 7:13–14; Artículos de Fe Nº 3).

  3. Dado que tomó sobre sí nuestras enfermedades, Él comprende nuestras dificultades y sabe cómo ayudarnos (Alma 7:11–12). Cuando lo seguimos con humildad, recibimos paz en Él (D. y C. 19:23).

El élder Marion G. Romney explicó que por medio de la Expiación, todas las personas se salvan de la muerte física, y las personas arrepentidas y obedientes también se salvan del pecado:

“Fue necesaria la expiación de Jesucristo para volver a unir el cuerpo y el espíritu de los hombres en la Resurrección. Por ese motivo, todo el mundo, tanto creyentes como incrédulos, tienen una deuda con el Redentor por su resurrección segura, porque ésta será tan comprensiva como lo fue la Caída, la cual trajo la muerte a todo hombre.

“Hay otra fase de la Expiación que me hace amar al Salvador aún más, y me llena el alma de gratitud inexpresable, y es que además de expiar la transgresión de Adán, llevando a cabo de esa manera la resurrección, el Salvador, mediante Su sufrimiento, pagó la deuda de mis pecados personales. Él pagó la deuda por los pecados personales de usted y de toda alma viviente que jamás haya morado o que morará en la mortalidad en la tierra. Pero esto fue condicional. No recibiremos incondicionalmente los beneficios del sufrimiento por nuestras transgresiones individuales, en el mismo sentido en que recibiremos la resurrección a pesar de lo que hagamos. Si participamos de las bendiciones de la Expiación en lo que concierne a nuestras transgresiones personales, debemos obedecer la ley.

“…Cuando cometemos pecado, nos alejamos de Dios y ya no somos dignos de entrar en Su presencia. Ninguna cosa impura puede entrar en Su presencia. Por nuestra propia cuenta, no importa cuánto esfuerzo pongamos, no podemos deshacernos de la mancha que llevamos a cuestas como resultado de nuestras propias transgresiones. Esa mancha debe lavarse con la sangre del Redentor, y Él ha establecido los medios por los cuales eso se puede llevar a cabo, y es el Evangelio de Jesucristo. El Evangelio requiere que creamos en el Redentor, que aceptemos Su Expiación, que nos arrepintamos de nuestros pecados, que nos bauticemos por inmersión para la remisión de nuestros pecados, que recibamos el don del Espíritu Santo por la imposición de manos, y que continuemos observando fielmente, o tratando de hacerlo, los principios del Evangelio todos los días de nuestra vida” (Conference Report, octubre de 1953, págs. 35–36).

Pida a los alumnos previamente asignados que den las presentaciones que hayan preparado (véase la sección “Preparación”).

Conclusión

Testifique de Jesucristo y exprese su gratitud por la Expiación. Si es apropiado, pida a los miembros de la clase que hagan lo mismo.

Sugerencias adicionales para la enseñanza

El siguiente material complementa las sugerencias para el desarrollo de la lección. Si lo desea, utilice uno o más de estos conceptos como parte de la lección.

1. Presentación en video.

En el quinto segmento de “Costumbres del Nuevo Testamento, una selección del videocasete Nuevo Testamento: Presentaciones en video (53914 002), se explica que la palabra Getsemaní significa prensa de aceite. Si muestra este segmento, analicen por qué es Getsemaní un nombre apropiado para el jardín en donde el Salvador llevó la carga de nuestros pecados.

2. “El Mediador”.

El élder Boyd K. Packer se valió de una parábola para enseñarnos cómo la expiación de Jesucristo nos libra del pecado si nos arrepentimos y obedecemos los mandamientos. Si lo desea, comparta esa parábola con los miembros de la clase para ayudarles a entender la necesidad de la Expiación. La parábola se puede encontrar en:

  1. Principios del Evangelio, “El Mediador”, págs. 75–77.

  2. “El Mediador”, un segmento del videocasete “El Libro de Mormón: Presentaciones en video” (53911 002).

  3. Liahona, octubre de 1977, págs. 42–43.