Manuales y llamamientos
Dirigir es enseñar


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Dirigir es enseñar

El élder Boyd K. Packer señaló que todos loslíderes de la Iglesia sirven como maestros: “El profeta es un maestro; sus consejeros son maestros; también lo son todas las Autoridades Generales. Los presidentes de estaca y los presidentes demisión son maestros; los miembros de sumos consejos y los presidentes de quórum son maestros; los obispos son maestros; y así es con todas las demás organizaciones de la Iglesia. La Iglesia progresa gracias al poder de sus enseñanzas” (Teach Ye Diligently, edición revisada [1991], págs. 3–4).

En una conferencia de juventud de la Iglesia, un miembro adulto de la Iglesia presenció un ejemplo inspirador de la influencia que los líderes pueden ejercer cuando enseñan verdaderos principios. Así lo relató:

“Al concluir la conferencia, realizaron un baile, y los integrantes del conjunto musical se presentaron sin vestir camisas. Las personas mayores observamos que un grupo dejóvenes se acercó al estrado y les hicieron algunas sugerencias a los del conjunto, en respuesta a las cuales éstos empezaron a protestar. Al poco tiempo, algunos jóvenes les trajeron unas camisas y, con marcado disgusto, los músicos se las pusieron.

“Cuando empezaron a tocar, la música era muy estridente y parecía ser cada vez más ruidosa. Justo en el momento en que las personas mayores comenzaron a preocuparse, un grupo de jóvenes se reunieron en el medio del salón y luego se acercaron a los del conjunto pidiéndoles que redujeran el volumen de la música. Los músicos se resistían a hacerlo pero, ante la insistencia de los jóvenes, finalmente bajaron el nivel del sonido. Cuando después empezaron a subir nuevamente el volumen, losjóvenes se agruparon otra vez y fueron a hablar con los músicos. La misma circunstancia se repitió por tercera vez. Al cabo de ello, los jóvenes se acercaron al presidente de la estaca y le dijeron: ‘Nosotros creemos que esta música no es muy apropiada. En vez de continuar bailando, a todos los que tengamos interés nos gustaría ir a otro edificio y tener una charla fogonera. Podemos hacerlo por nosotros mismos, pero si ustedes, las personas mayores, quieren venir, serán bienvenidos’. El baile terminó y los hombres y las mujeres jóvenes se reunieron en otro edificio.

“Poco después, le pregunté al presidente de estaca cómo era que había sucedido eso. Él me respondió que, unos cinco años antes, un miembro del sumo consejo había dicho: ‘Si queremos enseñarles normas de conducta a nuestros jóvenes, es menester que sepamos con toda claridad lo que deberán ser. El primer paso es que la presidencia de la estaca nos indique cuáles son’. Lellevó cierto tiempo a la presidencia de estaca llegar a un entendimiento cabal de tales normas y cómo llevarlas a la práctica en su estaca. Se necesitó más tiempo aún para ayudar a que los miembros del sumo consejo comprendieran bien y adoptaran el cometido de aplicarlas, y más tiempo todavía para lograr que todos los obispos estuvieran de acuerdo. Hasta ese momento, los padres y los jóvenes habían estado recibiendo impresiones contradictorias, pero ahora, por primera vez, los líderes estaban listos y preparados para enseñar dichas normas.

“Entonces las enseñaron, año tras año, en todo nivel en toda la estaca. El resultado fue lo que yo pude presenciar aquella noche en el baile de la conferencia de juventud.

“Aprendí que la influencia de los líderes puede ser muy grande cuando con verdadera conciencia se disponen a cumplir con la responsabilidad de enseñar a los miembros de la Iglesia. También aprendí que un mensaje confuso no es mensaje alguno, y que el tiempo que dediquemos para arraigarnos en lo que debemos enseñar es muy provechoso. Finalmente, pude presenciar por mí mismo la madurez, la sabiduría y el valor moral de jóvenes a quienes se les enseñó debidamente”.

Su responsabilidad como líder de enseñar el Evangelio

Una de las maneras más importantes de cumplir con sus responsabilidades comolíder en la Iglesia es por medio de la enseñanza (véase Manual de Instrucciones de la Iglesia, Libro 2: Líderes del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares [1999], págs. 367–370). El presidente Gordon B. Hinckley, cuando era miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó que “la enseñanza eficaz es la esencia misma del liderazgo en la Iglesia” (citado por el élder Jeffrey R. Holland, véase “ ‘Venido de Dios como maestro’ ”, Liahona, julio de 1998, pág. 27).

El Señor es el ejemplo predominante de un líder que sirve como maestro: “Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino” (Mateo 9:35). El élder Boyd K. Packer señaló: “El Señor es nuestro ejemplo. No sería fácil describir al Señor como un ejecutivo. ¡Él fue un maestro! Ése es nuestro ideal, nuestro modelo” (seminario de representantes regionales, 6 de abril de 1984).

Las Escrituras contienen numerosos relatos de otros líderes que sirvieron como maestros del Evangelio. Adán y muchos de sus descendientes “fueron predicadores de rectitud [que] hablaron, profetizaron y exhortaron a todos los hombres, en todas partes, a que se arrepintieran”. Por medio de su predicación, “[enseñaron] la fe a los hijos de los hombres” (Moisés 6:23). Los Apóstoles de la antigüedad sirvieron “todos los días, en el templo y por las casas, [y] no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo” (Hechos 5:42). El rey Mosíah testificó: “Y aun yo mismo he obrado con todo el poder y las facultades que he poseído, para [enseñar] los mandamientos de Dios y para establecer la paz en todo el país” (Mosíah 29:14).

Algunas formas en que usted puede enseñar como líder

Dando un ejemplo de rectitud

Como líder, usted enseña el Evangelio a través de la forma en que vive. Se espera que cumpla los mandamientos, que sea bondadoso, y que sea un siervo fiel del Señor y de las personas a quienes dirige. Al dar un ejemplo de rectitud, usted fortalecerá en otros la determinación de vivir el Evangelio.

Cumpliendo las normas y los procedimientos de la Iglesia

Al cumplir fielmente los métodos de administración establecidos por la Iglesia, estará enseñándoles a todos los que trabajen con usted. Esto les ayuda a comprender cómo cumplir con sus deberes. Por ejemplo, los líderes del Sacerdocio de Melquisedec que llevan a cabo con regularidad las entrevistas de orientación familiar demuestrancómo éstas deben conducirse.

Hablando directamente acerca de los principios del Evangelio

Los líderes tienen muchas oportunidades para enseñar el Evangelio. Tales oportunidades incluyen reuniones de liderazgo (véanse las págs. 172–173) y entrevistas (véanse las págs. 174–175). Usted podrá ver que espontáneamente se le presentarán otras oportunidades durante su desempeño normal como líder y en su interacción con otras personas.

Cuando era un joven obispo y un editor, el hermano Thomas S. Monson solía trabajar frecuentemente con el presidente J. Reuben Clark, hijo, quien era entonces miembro de la Primera Presidencia. Al hacerlo, el presidente Clark solía aprovechar toda oportunidad para enseñarle en cuanto al Evangelio. Años más tarde, el presidente Monson se refirió así a una de esas ocasiones, la que tuvo un gran efecto en él:

“[El presidente Clark me pidió] que leyera en voz alta el relato que se encuentra en Lucas acerca del hombre leproso. Luego me pidió que continuara leyendo lo que Lucas decía en cuanto al hombre paralítico y a la inteligente forma en que se lo trajeron al Señor, quien entonces lo sanó. El presidente Clark sacó de su bolsillo un pañuelo y se secó las lágrimas de los ojos. Entonces comentó: ‘Con el paso de los años, las lágrimas vienen con mayor frecuencia’. Después de unas breves palabras de despedida, salí de su oficina, donde él se quedó a solas con sus pensamientos y sus lágrimas.

“Una noche, ya tarde, le llevé a su oficina en su hogar en Salt Lake City unas pruebas de la imprenta. El presidente Clark estaba leyendo el libro de Eclesiastés y su semblante era tranquilo y meditativo. Se hallaba reclinado junto a su escritorio, sobre el cual tenía muchos libros y papeles. Sosteniendo en sus manos las Escrituras, levantó la vista y me leyó en voz alta: ‘El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre’ (Eclesiastés 12:13). Y exclamó:‘¡Cuán valiosa verdad! ¡Qué filosofía tan profunda!’

“¡Qué bendición tuve al poder aprender diariamente a los pies de tan gran maestro…! Sabiendo que se me había llamado como un joven obispo para presidir un complejo barrio, me señaló la necesidad de que conociera a mi gente, que comprendiera sus circunstancias y que atendiera a sus necesidades.

“Cierto día, se refirió a cuando el Salvador levantó de la muerte al hijo de la viuda en Naín, como se describe en el Evangelio según San Lucas. Al cerrar su Biblia, noté que el presidente Clark sollozaba. Con voz queda, me dijo: ‘Tom, sé bondadoso con las viudas y cuida de los pobres’ ” (Inspiring Experiences that Build Faith [1994], págs. 233–234).

Dirigir en la Iglesia significa enseñar, y mejorarnos como maestros es aprender a enseñar con mayor eficacia, desde el púlpito, en reuniones de liderazgo y en circunstancias de persona a persona.