Manuales y llamamientos
El dedicar el tiempo necesario para prepararse


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El dedicar el tiempo necesario para prepararse

Después de que el Salvador resucitado hubo dedicado todo un día para enseñar a los nefitas, les mandó que dedicaran tiempo a fin de prepararse para recibir las enseñanzas que les impartiría al día siguiente, diciéndoles: “Id a vuestras casas, y meditad las cosas que os he dicho, y pedid al Padre en mi nombre que podáis entender; y preparad vuestras mentes para mañana” (3 Nefi 17:3). Usted puede aplicar este principio al prepararse como maestro. Al dedicar tiempo para prepararse con cuidado y con espíritu de oración, será bendecido con un mayor entendimiento. Serámás receptivo a la guía del Espíritu.

Empiece a preparar con tiempo la lección

En ocasiones, usted quizás reciba asignaciones para enseñar que podrían requerir una preparación de último momento, pero por lo general tendrá tiempo para prepararse con la debida anticipación. Ésta es una parte muy importante en la enseñanza. Cuanto más temprano comience a orar al respecto, a meditar sobre el tema correspondiente y a prepararse para la próxima lección, dispondrá entonces de más tiempo para ser guiado por el Espíritu y buscar ejemplos, comparaciones y otras ideas que enriquezcan dicha lección (véase “Cómo reconocer y seguir el Espíritu al enseñar”, págs. 51–52; “Trate de encontrar lecciones en toda circunstancia”, págs. 23–24;

“Comparaciones y lecciones prácticas”, págs. 184–186). Usted tendrá tiempo suficiente para pedir a sus alumnos que preparen algunas asignaciones especiales, tales como presentaciones musicales (véanse las págs. 200–202). También tendrá tiempo para conseguir los recursos de que disponga la biblioteca del centro de reuniones y prepararse para emplearlos. (véase “Materiales de la Iglesia para enseñar el Evangelio”, pág. 118).

Suele ser muy provechoso que empiece a pensar acerca de una futura lección tan pronto como haya enseñando la anterior. Quizás esté más consciente de sus alumnos y perciba mejor sus necesidades e intereses inmediatamente después de haber estado con ellos. También estará más consciente de la reacción que hayan tenido a sus enseñanzas. Usted puede evaluar la forma en que abordó el tema y sus métodos de enseñanza mientras los conserve frescos en la mente.

Disfrute su preparación

Un maestro describió así el gozo que recibimos cuando dedicamos tiempo a prepararnos:

“Muchas personas han descubierto el gozo que resulta de enseñar el Evangelio, pero existe otro gozo particular que va íntimamente unido con la enseñanza: el gozo que resulta de la preparación. Muy a menudo, somos de la opinión de que la preparación de una lección es una tarea desagradable y por eso lo posponemos hasta el último momento. Al igual que el orar de prisa, el preparar una lección a última hora con frecuencia tiene un efecto superficial e ineficaz.

“Yo también he tenido esa clase de preparación. No es placentera y no contribuye a la confianza propia. También he sentido un gran regocijo cuando me he preparado para enseñar como es debido. El tiempo que se dedica a la preparación se puede convertir en un momento dedicado a la oración sincera y a la meditación profunda. A la misma vez, he descubierto que es también un tiempo propicio para la adoración, la instrospección y el recibir entendimiento e inspiración…

“…Al saborear el gozo de la preparación, he podido descubrir preciosas perlas de sabiduría y perspectiva. Me doy cuenta de que por medio de mi preparación aprendo mucho más de lo que tendría tiempo de enseñar…

“Doquiera que se enseñe la verdad, la necesidad de prepararse es básicamente la misma. Todo aquel que siga el sendero de una buena preparación encontrará que al final le espera una gozosa experiencia” (véase “Preparémonos para enseñar”, Liahona, septiembre de 1996, pág. 26).

Dedique tiempo a su preparación personal

Recuerde que al esforzarse para enseñar el Evangelio de Jesucristo no basta simplemente con preparar lecciones. También necesita prepararse usted mismo. Dedique tiempo a estudiar los consejos de este manual acerca de lo que puede hacer a fin de prepararse espiritualmente para enseñar el Evangelio (véanse las págs. 11–21). Además, haga planes para asistir a las reuniones de mejoramiento de maestros. En estas reuniones usted y otros maestros y líderes se reunirán para aprender métodos para enseñar el Evangelio que les ayudarán a mejorar sus técnicas y a aumentar la confianza en ustedes mismos.