Manuales y llamamientos
La responsabilidad de los padres en cuanto a la enseñanza


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La responsabilidad de los padres en cuanto a la enseñanza

El presidente Boyd K. Packer declaró: “El propósito fundamental de todo lo que enseñamos es unir a padres e hijos con fe en el Señor Jesucristo, que sean felices en su casa, que estén sellados en un matrimonio eterno y ligados a sus generaciones; y que tengan la seguridad de la exaltación en la presencia de nuestro Padre Celestial” (“La armadura de la fe”, Liahona, julio de 1995, pág. 8).

La familia es ordenada por Dios. Es la parte central del plan del Creador. Él ha establecido familias para brindar la felicidad a Sus hijos, para ayudarles a que aprendan el Evangelio en un ambiente de amor y para prepararles para la vida eterna. El hogar es el lugar más importante para enseñar, aprender y poner en práctica los principios del Evangelio.

A los padres les corresponde la principal responsabilidad de enseñar el Evangelio a sus hijos (véase D. y C. 68:25–28). La Primera Presidencia y el Quórum de los Doce han declarado: “Los padres tienen la responsabilidad sagrada de educar a sus hijos dentro del amor y la rectitud, de proveer para sus necesidades físicas y espirituales, de enseñarles a amar y a servirse el uno al otro, de guardar los mandamientos de Dios y de ser ciudadanos respetuosos de la ley dondequiera que vivan. Los esposos y las esposas, madres y padres, serán responsables ante Dios del cumplimiento de estas obligaciones” (“La Familia: Una proclamación para el mundo”, Liahona, junio de 1996, págs. 10–11).

Lo que los padres deben enseñar a sus hijos

El siguiente resumen describe muchas de las cosas que los padres deben enseñar a sus hijos. Las fuentes de consulta que usted puede utilizar para enseñar a sus hijos incluyen las Escrituras, las palabras de los profetas de los últimos días, las revistas de la Iglesia y otros materiales producidos por la Iglesia.

Los principios básicos del Evangelio

El Señor ha mandado a los padres que enseñen a sus hijos “a comprender la doctrina del arrepentimiento, de la fe en Cristo, el Hijo del Dios viviente, del bautismo y del don del Espíritu Santo por la imposición de manos, al llegar a la edad de ocho años”(D. y C. 68:25). Usted debe enseñar a sus hijos en cuanto a la Expiación del Salvador, la naturaleza del sacerdocio y las ordenanzas de salvación, y la función central de las familias y del matrimonio eterno en el plan divino de la felicidad.

La oración

El Señor también ha mandado que los padres enseñen “a sus hijos a orar” (D. y C. 68:28). Es muy importante que los niños sepan que pueden hablar con nuestro Padre Celestial y procurar que les dirija. Usted puede enseñarles que Dios siempre está listo para ayudarles. Usted puede ayudarles para que aprendan a orar individualmente en la mañana, en la noche y en cualquier momento en que necesiten ayuda o deseen expresar agradecimiento. También puedeenseñarles en cuanto a la importancia de la oración familiar.

El estudio de las Escrituras

Usted recibirá grandes bendiciones a medida que estudie individualmente el Evangelio y al estudiar las Escrituras todos los días con su familia; así podrá ayudar a que sus hijos amen las Escrituras y reconozcan el poder de la palabra de Dios en su vida (véase “El poder de la palabra”, págs. 54–56). Puede ayudarles a buscar determinados pasajes de las Escrituras a fin de que comprendan los principios verdaderos y encuentren respuestas a sus problemas personales. También puede ayudarles a desarrollar la capacidad y los hábitos para estudiar que necesitan para continuar aprendiendo el Evangelio a través de la vida (véase “”El ayudar a las personas a aceptar la responsabilidad que tienen de aprender el Evangelio”,págs. 66–67).

El vivir el Evangelio

Usted debe enseñar a sus hijos a ejercer correctamente su albedrío y a poner en práctica las enseñanzas del Evangelio en todo lo que hagan. Tal como enseñó el rey Benjamín, tiene que enseñarles “a andar por las vías de la verdad y la seriedad” y “a amarse mutuamente y a servirse el uno al otro” (Mosíah 4:15).

En el hogar, los hijos deben aprender a santificar el día de reposo, pagar sus diezmos y obedecer a los profetas de los últimos días. Deben aprender a procurar todo lo que es “virtuoso, o bello, o de buena reputación, o digno de alabanza” (Artículos de Fe 1:13).

Las habilidades prácticas

Además de enseñar a sus hijos temas doctrinales, debe enseñarles habilidades prácticas, tales como el administrar bien el dinero, mantener una buena salud, llevarse bien con los demás y cuidar de su ropa y de sus pertenencias. Ayúdeles a que aprendan a trabajar con afán, obtener una buena educación académica y ser buenos ciudadanos.

Cómo pueden los padres enseñar a sus hijos

Como padre o madre, usted tiene que tratar de establecer en su hogar modelos de vida basados en el Evangelio (véase “Cómo enseñar mediante modelos de vida basados en el Evangelio”, págs. 152–153). Los modelos de vida basados en el Evangelio pueden crear un ambiente de fe y obediencia en el hogar. A continuación se sugieren varias maneras para enseñar a sus hijos.

El ejemplo

El ejemplo puede ser su herramienta más eficaz para la enseñanza. Los hijos aprenden a adoptar actitudes y conducta al observar las acciones de usted (véase “Viva de conformidad con lo que enseña”, págs. 18–19).

Ocasiones regulares para la enseñanza en el hogar

Las oraciones familiares y el estudio de las Escrituras a diario, la noche de hogar y aun algunas tradiciones familiares pueden entremezclar el Evangelio en cada momento de la vida de los hijos (véase “Ocasiones regulares para la enseñanza en el hogar”, págs. 154–157).

El élder M. Russell Ballard enseñó: “Cuando el Evangelio se enseña y se practica en el hogar, el amor por nuestro Padre Celestial y Su Hijo Jesucristo se intensifica; cuando se leen y analizan las Escrituras, cuando se ofrecen juntos oraciones de mañana y de noche, y cuando la conducta diaria es un ejemplo de la reverencia y de la obediencia hacia Dios, los principios verdaderos de la vida eterna quedan grabados en el alma y el corazón de jóvenes y adultos por igual” (véase “Deleitémonos sentados a la mesa del Señor”, Liahona, julio de 1996, pág. 88).

Los momentos para enseñar

Algunas de sus mejores oportunidades para enseñar suelen ser impremeditadas. Preste atención a las oportunidades que se presentan en el curso de la vida diaria paraenseñar los principios del Evangelio a sus hijos (véase“Momentos oportunos para enseñar en la vida familiar”,págs. 158–160).

Nunca es demasiado tarde para que los padres comiencen a enseñar a sus hijos

Es importante establecer modelos de vida basados en el Evangelio cuando los hijos sean todavía pequeños. Como lo dijo el élder L. Tom Perry: “Cuán importante es que la enseñanza del Evangelio empiece desde el principio, desde que aceptamos a una nueva pequeña alma en nuestro hogar” (véase “Instruye al niño”, Liahona, enero de 1989, pág. 77). Los niños pequeños anhelan participar en la noche de hogar, el estudio de las Escrituras, las oraciones y los proyectos de servicio.

El presidente Thomas S. Monson observó: “Hay personas que hacen a un lado estas responsabilidades, ya que piensan que éstas se pueden posponer hasta que el niño crezca. La evidencia revela que no es así. El momento óptimo para la enseñanza se esfuma” (“Enseñemos a los hijos”, Liahona, enero de 1998, pág. 20).

Aun así, nunca es demasiado tarde para que comience a enseñarles el Evangelio a sus hijos, o para empezar a hacerlo de nuevo. El proceso de la enseñanza será diferente si ha estado postergándolo. Quizás se le presenten dificultades adicionales; pero el Señor le bendecirá por sus dedicados esfuerzos en enseñarles principios verdaderos y establecer prácticas rectas en su familia. Si recientemente ha reconocido sus responsabilidades como padre, tenga esperanza. Ore, ejerza su fe y haga todo lo que esté a su alcance para acercarse a sus hijos y ejercer una influencia positiva en ellos.

El élder Robert D. Hales explicó: “Seguramente los padres cometerán errores en el proceso de la paternidad, pero por medio de la humildad, la fe, la oración y el estudio, toda persona puede aprender a superarse y, al hacerlo, traer bendiciones a los miembros de la familia ahora y enseñarles tradiciones correctas para las generaciones futuras”(véase “¿Cómo nos recordarán nuestros hijos?”, Liahona, enero de 1994, pág. 10).