Manuales y llamamientos
Procure obtener la palabra


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Procure obtener la palabra

En mayo de 1829, poco después de la restauración del Sacerdocio Aarónico, Hyrum Smith, el hermano del profeta José Smith, “se sintió muy preocupado en cuanto a lo que sería su labor particular”. Hyrum le preguntó a José cuál habría de ser “su [propio] lugar en la gran obra de la restauración” (Pearson H. Corbett, Hyrum Smith—Patriarch [1963], pág. 48). Respondiendo a esa humilde pregunta, el Señor le dio a Hyrum una revelación por medio del Profeta. Parte de esa revelación se aplica a nuestra preparación para enseñar el Evangelio:

“No intentes declarar mi palabra, sino primero procura obtenerla, y entonces será desatada tu lengua; luego, si lo deseas, tendrás mi Espíritu y mi palabra, sí, el poder de Dios para convencer a los hombres”(D. y C. 11:21).

El presidente Ezra Taft Benson dijo que ese consejo nos sugiere “el orden a seguir a fin de poseer el poder de Dios cuando enseñamos… Procuremos primero obtener la palabra; luego recibiremos entendimiento y el Espíritu, y finalmente el poder para convencer” (The Gospel Teacher and His Message [discurso ante instructores de religión, 17 de septiembre de 1976], pág. 5).

Cómo aprender “tanto por el estudio como por la fe”

El Señor nos ha dicho lo que debemos hacer para obtener Su palabra: “Buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe” (D. y C. 88:118). Cumplimos este mandamiento al estudiar diligentemente las Escrituras con un corazón convencido y el cometido de obedecer los principios que aprendemos. También seguimos este mandamiento cuando estudiamos las Escrituras con oración y ayuno.

Estudie diligentemente

El élder Dallin H. Oaks aconsejó lo siguiente:

“La lectura de las Escrituras nos pone en armonía con el Espíritu del Señor…

“Puesto que creemos que el leer las Escrituras puede ayudarnos a recibir revelaciones, se nos exhorta a que lo hagamos una y otra vez. De ese modo, obtenemos acceso a lo que nuestro Padre Celestial quiere que sepamos y hagamos hoy día en nuestra vida personal. Ésa es una de las razones por las que los Santos de los Últimos Días creemos en el estudio diario de las Escrituras” (“Scripture Reading and Revelation”, Ensign, enero de 1995, pág. 8).

Cuando estudiamos las Escrituras con regularidad y diligencia, procurando sinceramente la guía del Espíritu, podemos recibir más fácilmente una inspiración acerca decómo preparar nuestras lecciones. También estaremos mejor preparados para recibir y seguir la inspiración del Espíritu a medida que enseñemos. En tanto que “[atesoremos] constantemente en [nuestras] mentes las palabras de vida… [nos] será dado en la hora precisa la porción que le será medida a cada hombre” (D. y C. 84:85).

Ser creyente

Mormón aconsejó: “No dudéis, mas sed creyentes” (Mormón 9:27). Es necesario que nos dediquemos al estudio de las Escrituras con esa actitud. Por ejemplo, José Smith tenía un corazón creyente cuando leyó Santiago 1:5, donde se le decía que pidiera a Dios que le diera sabiduría. Hizo lo que el pasaje le sugería y le preguntó al Señor aqué iglesia debía unirse. Gracias a su disposición de creer, José recibió una respuesta a su oración (véase José Smith—Historia1:11–17).

La obediencia

Debemos esforzarnos por vivir de acuerdo con los principios que estudiamos, aun antes de que lleguemos a entenderlos completamente. Al confiar en lo que el Señor ha dicho, nuestro conocimiento del Evangelio irá aumentando. El Señor declaró: “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios” (Juan 7:17).

La oración y el ayuno

El estudio de las Escrituras es diferente de la lectura de una novela, un periódico o un libro de texto. Debemos orar antes de estudiar cada día las Escrituras. Debemos procurar que el Espíritu nos dé entendimiento a medida que estudiamos las palabras del Señor.

Al orar en procura de entendimiento, a veces debemos ayunar. Alma es un buen ejemplo de alguien que ayunó y oró con el fin de aprender las verdades del Evangelio. Después de testificar acerca de la Expiación de Jesucristo y la necesidad de experimentar un gran cambio de corazón, dijo: “¿No suponéis que sé de estas cosas yo mismo? He aquí, os testifico que yo sé que estas cosas de que he hablado son verdaderas. Y ¿cómo suponéis que yo sé de su certeza? He aquí, os digo que el Santo Espíritu de Dios me las hace saber. He aquí, he ayunado y orado muchos días para poder saber estas cosas por mí mismo. Y ahora sé por mí mismo que son verdaderas; porque el Señor Dios me las ha manifestado por su Santo Espíritu” (Alma 5:45–46).(Véase también “Procure el Espíritu”, pág. 13.)

Volvamos a comprometernos a estudiar las Escrituras

El presidente Benson aconsejó: “¡No tratemos en forma ligera las grandes cosas que hemos recibido de la mano del Señor! Su palabra es uno de los dones más valiosos que nos ha dado. Os exhorto a volver a comprometeros a estudiar las Escrituras. Sumergíos en ellas diariamente para [lograr] tener así el poder del Espíritu como ayuda a vuestros llamamientos. Leedlas con vuestras familias y enseñad a vuestros hijos a amarlas y a atesorarlas” (“El poder de la palabra”, Liahona, julio de 1986, pág.74).