Manuales y llamamientos
Procure obtener el don de la caridad


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Procure obtener el don de la caridad

Hacia el final de Su ministerio terrenal, Jesús dijo a Sus discípulos: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros, como yo os he amado, que también os améis unos a otros” (Juan 13:34). Ésa fue una importante admonición para los maestros del Evangelio en ese entonces y continúa siéndolo para los maestros del Evangelio en la actualidad.

El apóstol Pablo recalcó así la necesidad de la caridad, o el amor puro de Cristo: “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve”(1 Corintios 13:1–3).

Si usted tiene amor semejante al de Cristo, estará mejor preparado para enseñar el Evangelio. Será inspirado a fin de ayudar a que otros conozcan al Salvador y le sigan.

Lo que usted puede hacer para recibir el don de la caridad

La caridad es un don que usted puede recibir al suplicar en oración que se le llene de amor, al prestar servicio y al buscar lo bueno en otras personas.

Suplique en oración que se le llene de amor.

El profeta Mormón amonestó: “La caridad es el amor puro de Cristo, y permanece para siempre; y a quien lo posea en el postrerdía, le irá bien. Por consiguiente… pedid al Padre con toda la energía de vuestros corazones, que seáis llenos de este amor” (Moroni 7:47–48). Quizás no sienta el amor puro de Cristo inmediatamente o todo a la vez en respuesta a sus oraciones. Pero si vive rectamente y continúa orando con sinceridad y humildad en procura de esa bendición, la recibirá.

Preste servicio. Aprendemos a amar a las personas a medida que las servimos. Cuando ponemos de lado nuestros propios intereses para bien de otros en la manera establecida por el Salvador, llegamos a ser cada vez más receptivos al Espíritu. Al orar por aquellos a quienes enseña, al pensar en sus necesidades y al preparar sus lecciones, su amor por ellos aumentará. (La sección“Cómo acercarse a cada persona”, págs.37–38 ofrece otras sugerencias sobre cómo servir a quienes enseña.)

Procure buscar lo bueno en otras personas.

Al descubrir las buenas cualidades de otras personas, irá incrementándose su entendimiento en cuanto a ellas como criaturas de Dios. El Espíritu le confirmará la verdad de tales percepciones sobre ellas, y logrará apreciarlas y amarlas mucho más.