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Números 13-36: En el desierto: Segunda parte


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Números 13-36

En el desierto: Segunda parte

(18:1) Introducción

El Antiguo Testamento contiene algunos relatos sobre hombres y mujeres grandes y maravillosos. Abraham, Sara, Rut, Moisés, Adán, Eva, Enoc y muchos otros proporcionan inspiración a todos los que desean alcanzar la verdadera grandeza. Pero el Antiguo Testamento también encierra el relato de muchas tragedias. La tragedia no consistía tanto en lo que aconteció sino en lo que se perdió, y en la forma que pudieron haber sido las cosas si se comparan con lo que llegaron a ser. El rey David perdió su exaltación por causa de su alocado intento de encubrir su pecado de adulterio mediante el asesinato. Saúl, llamado por el Señor para ser el primer rey de Israel, pronto olvidó quién era el verdadero rey y terminó su vida en una frenética búsqueda de paz y tranquilidad. Sansón poseía dones y poderes especiales que le fueron dados; sin embargo, los malgastó en actos frivolos y egoístas.

En este capítulo estudiaremos otra tragedia que está en el Antiguo Testamento, pero en este caso se trata de una tragedia nacional. Los israelitas habían sido sacados del dominio del imperio más grande del mundo en aquel momento de la historia. Habían sido testigos personales de las plagas que afligieron a los egipcios y que pasaron de largo al lado de los israelitas sin tocarlos. Con sus propias manos habían manchado de sangre los postes de sus puertas y habían oído después los lamentos de los egipcios al morir sus primogénitos. Habían andado entre elevados muros de agua que se dividieron en dos por orden de Moisés, y luego vieron como esos mismos muros se habían desplomado sobre los ejércitos de Faraón. Comieron el pan que milagrosamente aparecía cada mañana, bebieron agua que surgía de una roca, sintieron sacudirse al Sinaí y lo vieron brillar con fuego. ¿Qué otro pueblo en toda la historia de la humanidad tuvo mayor testimonio de que Dios estaba con él y de que usaría su poder incomparable para su beneficio? Tuvieron tantas cosas y se les prometieron muchas más. Luego vino el momento de hacer una elección, y al escoger la forma alocada, ciega, carente de fe, esta generación de Israel lo perdió todo.

Ahora leamos lo concerniente a la tragedia de Israel. Este relato hará que toda alma recta de cualquier época llore por aquel pueblo insensato. Escudriñemos nuestro propio corazón y veamos si la tragedia de Israel no se podría repetir en nuestra propia vida.

COMENTARIOS SOBRE NUMEROS 13-36

(18-2) Números 13-14. Los espías y su informe

En este punto de la historia, Israel había estado fuera de Egipto solamente unos meses y había recibido la ley de Dios. El Señor indicó que era tiempo de entrar y tomar posesión de la tierra prometida. Ordenó que un grupo de reconocimiento fuese enviado a Canaán para traer informes. La evidencia de la riqueza de la tierra fue irrefutable, y los espías trajeron consigo un sarmiento con un racimo de uvas tan grande que tuvo que ser acarreado entre dos hombres y mediante el uso de un palo, para demostrar la riqueza y hermosura de lo que aquella tierra producía (véase Números 13:23). Sin embargo, los espías, excepto Josué y Caleb, informaron que, a pesar de la riqueza de la tierra, no había esperanza de expulsar a los habitantes. El tono exagerado de su informe negativo se muestra en el uso de frases tales como “muy grandes” (Números 13:28; cursiva agregada), la tierra “traga a sus moradores”, “todo el pueblo…son hombres de grande estatura” (13:32; cursiva agregada), “éramos como langostas“ (13:33; cursiva agregada).

Tal exageración en el informe fue de por sí suficientemente mala y demostró la falta de fe de los diez hombres que lo presentaron. Pero la tragedia nacional comenzó en el momento en que los habitantes de Israel prestaron atención a ese informe, pues abiertamente rechazaron las numerosas evidencias del poder de Dios que casi diariamente habían recibido y comenzaron a exclamar que habría sido mejor no haber salido de Egipto. Las murmuraciones no cesaron ahí, sino que se inició un movimiento para deponer a Moisés y elegir un caudillo que los llevara a Egipto nuevamente (véase Números 14:4 y Nehemías 9:17, pasajes que nos dan a entender que efectivamente escogieron a tales líderes para que los llevaran). Cuando Josué y Caleb trataron de contrarrestar el efecto del informe negativo, la congregación intentó apedrearlos (véase Números 14:10).

No es de sorprenderse que la ira del Señor se encendiera contra ellos. En una gran oración intercesora, Moisés rogó misericordia para su pueblo (véase Números 14:13-19). No disculpó la conducta de su pueblo, mas solamente recalcó la paciente misericordia del Señor. Israel fue perdonado y no fue destruido, pero perdió el privilegio de entrar en seguida en la tierra prometida. Durante los siguientes treinta y ocho años tuvieron que peregrinar en el inhóspito desierto de Sinaí. Durante ese tiempo pudieron haber conquistado a los habitantes de aquella tierra, edificar ciudades, comer del fruto de la tierra que fluía “leche y miel” (Números 13:27) y criar a sus hijos en comodidad y paz. Pero no quisieron hacerlo, de manera que todos los que tenían más de veinte años de edad y que habían repudiado el poder del Señor, excepto Josué y Caleb, tuvieron que morir en el desierto.

(18-3) Números 14:40-45. ¿Puede Israel prevalecer sin el Señor?

Moisés nos dice que una vez que comunicó a Israel todas las palabras del Señor, el pueblo “se enlutó mucho” (14:39). Sin embargo, su duelo no fue producto del verdadero arrepentimiento, tal como lo muestran los acontecimientos posteriores. Como niños inmaduros que no son capaces de comprender el objetivo de un castigo impuesto por los padres, Israel repentinamente decidió que iría contra los cananeos porque habían pecado (vers. 40). Pero Moisés indicó que era demasiado tarde. El Señor había retirado el mandamiento de entrar a tomar posesión de la tierra, y, por lo tanto, si iban, irían sin que Su poder los acompañara.

Luego se produjo la segunda fase de la tragedia. Los israelitas acababan de perder el derecho de entrar en la tierra prometida porque habían rehusado seguir al Señor. Entonces, en un intento por mostrar cuán “arrepentidos” estaban, rehusaron seguir al Señor. En un resumen lleno de pesar, Moisés sencillamente nos dice: “Y descendieron el amalecita y el cananeo que habitaban en aquel monte, y los hirieron y los derrotaron” (vers. 45).

(18-4) Números 15:1-26

Aquí tenemos la aplicación misma de las distintas ofrendas de sacrificio mencionadas en Levítico 1 a 7. Las leyes de sacrificio, que proporcionaban expiación y reconciliación con Dios, fueron reiteradas en este punto del registro de Moisés porque en el estado de rebelión en que se encontraba Israel, ellos eran el único camino para recobrar la misericordia de Dios.

(18-5) Números 15:27-31

La persona que pecaba voluntariamente en el antiguo Israel tenía que “ser cortada” (vers. 30). Es decir, tenía que ser excomulgada del campamento de Israel (véase vers. 30). En algunos casos el pecado también requería la pena de muerte. Esta medida extrema era necesaria porque el pecador “menospreció su mandamiento (del Señor)” (vers. 31). No se trataba de un pecado cometido por ignorancia o debilidad, sino de negarse deliberadamente a obedecer la palabra del Señor. Esta ley nos enseña así, individualmente, la misma lección que enseñó colectivamente a Israel: Las personas o naciones que menosprecian la palabra del Señor y voluntariamente pecan serán cortadas de Dios y no serán contadas como parte del pueblo del convenio. Sufrirán, por lo tanto, la muerte espiritual.

(18-6) Números 15:32-36. ¿Es delito digno de ser castigado con la muerte recoger leña en el día de reposo?

Apedrear a alguien por profanar el día de reposo parece un castigo duro. Pero en su contexto histórico, dos cosas resultan significativas. Moisés acababa de dar la ley en cuanto a la rebelión intencional contra Dios. ¿Conocía este hombre la ley del día de reposo? Moisés había enseñado claramente, con anterioridad, que quien violaba el día de reposo debía morir (véase Exodo 31:14-15; 35:2). Obviamente aquí tenemos el ejemplo de uno que menospreciaba la palabra del Señor (Números 15:31).

Pero pensemos un momento en lo que acababa de suceder con Israel. Como nación, los israelitas habían menospreciado la palabra del Señor, primero, rehusando subir contra los cananeos cuando el Señor les había mandado hacerlo y, segundo, yendo contra ellos cuando les había mandado no hacerlo. Así, Israel había perdido el privilegio de entrar en la tierra prometida. Bien, un individuo despreció la palabra del Señor y rehusó participar del reposo requerido para el día del Señor. Así como Israel tenía que sufrir la muerte en el desierto por causa de su rebelión, igualmente el individuo rebelde debía ser castigado con la misma pena. De otro modo, Dios no sería imparcial ni consistente.

(18-7) Números 15:37-41. ¿Qué significaban las franjas en los vestidos?

Un símbolo es una figura con que se representa un concepto por alguna semejanza que el entendimiento percibe entre ambos. Uno de los propósitos de los símbolos es recordarnos las promesas importantes que hemos hecho. Por ejemplo, el pan y el agua de la Santa Cena son símbolos que nos recuerdan el sacrificio de Jesucristo por nosotros y nuestros convenios con El. Israel practicaba la ley de sacrificio por una razón similar.

Del mismo modo, el Señor mandó a los israelitas errantes poner franjas en los bordes de sus vestidos a fin de que cuando vieran las franjas recordaran los mandamientos del Señor (véase vers. 39).

Se usa la ropa para cubrir, proteger y hermosear nuestro cuerpo. El colocar franjas en una prenda de vestir simbolizaba que el individuo estaba vestido, o cubierto, con los mandamientos de Dios.

El cordón azul también era símbolo de conceptos de profunda importancia. El azul es el color que representa a los cielos y, por tanto, simboliza el ámbito espiritual, o la divinidad (véase Fallows, Bible Encyclopedia, s. v. “colors”, 1:440).

“Las zizit (borlas) sobre el hilo azul cielo servían como memorial para los israelitas, haciéndoles recordar los mandamientos de Dios, para que ellos los tuvieran constantemente delante de sus ojos y los obedecieran y no dirigieran su corazón ni sus ojos a las cosas de este mundo que apartan al hombre de la palabra de Dios y lo desvían hacia la idolatría.,, (Keil y Delitzsch, Commentary, 1:3-104.)

(18-8) Números 16:1-40. La rebelión de Coré y de otros líderes de Israel

En la rebelión de Coré hay un desafío directo a la autoridad de Moisés y Aarón. Hasta este momento Israel había estado murmurando y quejándose constantemente, pero aparentemente éste fue un intento mayor de reemplazar a Moisés como el elegido de Dios para dirigir a su pueblo. (La rebelión de María y de Aarón fue un intento de igualarse a Moisés, pero no buscaron quitarle su lugar.) Coré, un levita, tenía el respaldo de doscientos cincuenta de los más prominentes líderes de Israel cuando acusaron a Moisés y a Aarón de adjudicarse demasiada autoridad y responsabilidad (véase vers. 2-3). La declaración de Coré de que “toda la congregación, todos ellos son santos” (vers. 3) es semejante a la de los zoramitas apóstatas quienes, en su gran iniquidad, daban gracias a Dios por ser “hijos santos” (Alma 31:16).

Si hubiera sido dirigida por cualquier israelita, la insurrección hubiera sido grave ya de por sí, pero en el caso de Coré era más grave porque él era un levita, uno que tenía el santo sacerdocio, y, por lo tanto, debía ser ejemplo de obediencia y no de rebelión. Las preguntas que Moisés dirige en el versículo 9 y 10 son muy agudas. En la traducción que el profeta José Smith hizo del versículo 10, Moisés le pregunta a Coré si también está tratando de usurpar el sacerdocio mayor. En lugar de tener un sentimiento de gratitud y mansedumbre por el honor de ser un levita, Coré y los que lo acompañaban buscaron poseer el sacerdocio mayor y el liderazgo de Israel. Esta fue una crisis gravísima en la vida política y religiosa de Israel y el Señor la resolvió en forma directa y dramática.

El Señor mandó que tanto Aarón y los poseedores legítimos del sacerdocio como Coré y los que lo seguían trajeran incensarios e incienso al tabernáculo. El incensario era un pequeño recipiente de metal en el que se ponían carbones encendidos tomados del altar del tabernáculo. Durante el servicio en el tabernáculo el sacerdote oficiante tenía que esparcir el incienso sobre las brasas del altar, el cual estaba directamente frente al velo del tabernáculo. Otros pasajes de las Escrituras indican que quemar incienso era símbolo de oración (véase Apocalipsis 5:8; 8:3-4; Salmos 141:2), dando a entender que el hombre solamente se puede allegar a Dios mediante la súplica santa. Al requerir que cada grupo trajera incensarios e incienso al Señor propuso una prueba muy similar a la que propuso Elias el Profeta a los sacerdotes de Baal (véase 1 Reyes 18:17-40). En aquella ocasión los adoradores falsos tenían que pedir una señal que demostrara que Baal tenía poder. Al fracasar, el Señor dio una sorprendente demostración física de que El era Dios: el fuego consumió el sacrificio y el altar.

Aquí, Coré y sus adeptos fueron invitados a traer fuego ante el Señor como símbolo de sus oraciones y súplicas de ayuda en su causa. En cambio, la tierra se abrió y tragó a los caudillos de la rebelión (véase Números 16:31-33), y el fuego bajó y consumió a los otros doscientos cincuenta que aspiraban tomar sobre sí el poder del sacerdocio (véase vers. 35).

(18-9) Números 16:41-50. Los hijos de Israel murmuraron

No podemos sino sorprendernos en gran manera ante la dureza del corazón del pueblo de Israel. Habían visto una demostración tremenda del poder del Señor, la cual respaldaba directamente al llamamiento de Moisés y Aarón como caudillos de Israel. Sin embargo, ante ese poder milagroso, murmuraron y dijeron que Moisés y Aarón habían dado muerte a los verdaderos siervos del Señor (véase vers. 41). No es de sorprenderse entonces que Abinadí los describiera como “gente de dura cerviz, presta para hacer el mal y lenta para acordarse del Señor su Dios” (Mosíah 13:29). Tampoco podemos dejar de maravillarnos ante la paciencia y longanimidad del Señor.

(18-10) Números 17:1-13. ¿Cuál es el significado del florecimiento de la vara de Aarón?

En la rebelión de Israel contra Moisés y Aarón como líderes, el Señor hizo dos demostraciones milagrosas que sin duda expusieron ante Israel a quien El había elegido para dirigir a su pueblo. Primero, Coré y quienes se unieron a él en la rebelión fueron destruidos siendo tragados por la tierra o consumidos por el fuego. En segundo lugar, los que continuaron sosteniéndolos como líderes aun después de su muerte murieron en una plaga (véase Números 16:49). Las Escrituras dicen que casi quince mil personas murieron cuando trataron de probar que Moisés y Aarón no eran los que debían dirigir a Israel. Entonces el Señor ofreció un milagro más para reiterar quién era elegido para tener el sacerdocio. Los estudiosos de la Biblia han explicado el significado de este milagro en la forma siguiente:

“El milagro que Dios obró aquí como Creador fue al mismo tiempo símbolo significativo de la naturaleza del sacerdocio y de su significado. La elección de las varas también tuvo su peso en este caso, ya que la vara del hombre era señal de su posición como mandatario en la casa y en la congregación; en el caso de un príncipe la vara se tornaba en cetro, la insignia de su mando (véase Génesis 49:10). Siendo que era una rama desgajada, la vara no podía brotar y florecer en forma natural. Pero Dios pudo impartir el poder de vida aun en la vara seca. Aarón no tenía, naturalmente, prominencia sobre los caudillos de las otras tribus. Pero el sacerdocio no estaba fundado sobre las cualidades y dones naturales sino sobre el poder del Espíritu, el cual Dios comunica de acuerdo con su sabia elección y el cual El había otorgado a Aarón mediante su consagración con aceite de la unción santa. Fue esto lo que el Señor quiso mostrar al pueblo, haciendo que la vara de Aarón echara ramas, flores y fruto, gracias a un milagro de su omnipotencia; al mismo tiempo las ramas de los demás jefes de tribus permanecieron secas como antes. En esta forma no fue sin sentido profundo que la vara de Aarón no sólo reverdeciera para hacer evidente la elección divina, sino que también floreciera y diera fruto maduro. Esto demostró que Aarón no solamente era apto para su llamamiento, sino que ministraba en su oficio en pleno poder del Espíritu y dio el fruto que de él se esperaba. La vara de almendro era especialmente adaptada para esto, pues el almendro florece y da fruto más rápido que todos los demás árboles y ha recibido su nombre del vocablo…’apresurar’ debido a esta cualidad (confrontar con Jeremías 1:11-12).” (Keil y Delitzsch, Commentary, 1:3-114.)

(18-11) Números 18, Los Sacerdocios Levítico y Aarónico

Aquí se hace una distinción entre los dos órdenes del Sacerdocio Aarónico. Aunque los vocablos Aarónico y Levítico a veces se usan como sinómimos (véase D. y C. 107:1, 6, 10), ambos órdenes eran diferentes en sus deberes. El sacerdocio menor fue dado a los de la tribu de Leví (Números 18:2), a la cual pertenecían Aarón y sus hijos. Los levitas efectuaban las tareas domésticas del tabernáculo, como ser llenar y encender las lámparas, transportar el arca del testimonio, armar y desarmar el tabernáculo, etc. Los sacerdotes, que eran elegidos solamente entre los hijos de Aarón, tenían como responsabilidad ofrecer los sacrificios, quemar el incienso, instruir al pueblo acerca de la ley, etc. Presidiendo sobre todos los sacerdotes, o sea, los hijos de Aarón, había un primogénito. Servía como sumo sacerdote, o presidente de los sacerdotes (véase Números 3:5-10; 18:1-7; 1 Crónicas 23:27-32).

Los seleccionados para ministrar en los oficios de sacerdote y levita debían sostenerse con los diezmos y ofrendas hechos por los hijos de Israel (véase Números 18:21, 24). Así el Señor le dijo a Aarón: “De aceite, de mosto y de trigo, todo lo más escogido, las primicias de ello, que presentarán a Jehová, para ti las he dado”, (vers. 12). Estos productos, como todo lo demás en Israel, tenían que ser diezmados (véase vers. 26).

Además, los levitas tenían que tener un lugar donde vivir ya que no recibieron tierra como las demás tribus porque su herencia fue el sacerdocio (véase vers. 20). A fin de esparcirlos entre las tribus y proporcionar hogares para ellos, Moisés mandó que cuarenta y ocho “ciudades levitas” fueran establecidas para quienes atendían las necesidades espirituales de Israel (véase Números 35:1-8). Se estableció esta herencia levítica cuando la tierra de Canaán fue conquistada bajo el mando de Josué (véase Josué 21).

(18-12) Números 19. Leyes de purificación

Antiguamente el israelita que había estado en la presencia de un muerto era considerado inmundo (véase encabezamiento 15-3). Este capítulo de Números describe la forma en que esa persona se purificaba. Primero, mataban una vaca alazana, la quemaban y apartaban las cenizas. Luego se ponían las cenizas en agua pura y esta mezcla se esparcía sobre los que se hubieran contaminado. Esta agua era conocida como “agua de purificación” (vers. 9). No valerse del poder purificador en esta forma daba por resultado que la persona fuese “cortada de entre la congregación” (vers. 20), esto es, excomulgada.

Hay un gran simbolismo en esta ordenanza ya que una persona que se profana a sí misma con el pecado sufre una muerte espiritual debido a lo cual es “cortada de la presencia de Dios”, porque pierde la compañía del Espíritu Santo. Puede recuperarse de esa muerte espiritual por la fe en el sacrificio de Jesucristo, arrepentimiento por los pecados, bautismo por inmersión, la recepción del Espíritu Santo y la obediencia a los mandamientos de Dios. Los que después de todo esto cometen ciertos pecados graves y rehusan arrepentirse también son “cortados de entre la congregación”, es decir, son excomulgados (véase versículo 20).

(18-13) Números 20:2-13. ¿Por qué no se permitió a Moisés entrar en la Tierra Santa?

La rebelión no era desconocida entre los hijos de Israel durante su permanencia en el desierto. La rebelión descrita en estos versículos, sin embargo, fue especialmente grave porque aparentemente hizo que Moisés, el profeta de Dios, momentáneamente olvidara lo que el Señor le había mandado hacer. El Señor le había dicho que proveyese de agua al pueblo que murmuraba, pero que lo hiciera en una forma especial. Señalando cierta roca, el Señor le dijo a Moisés: “Hablad a la peña a vista de ellos [de Israel]; y ella dará su agua” (vers. 8). Pero Moisés estaba cansado y enojado con Israel. “¡Oíd ahora, rebeldes!” dijo, “¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña?” (vers. 10; cursiva agregada). Luego, en lugar de hablar a la roca como Dios ordenó, Moisés “golpeó la peña con su vara dos veces” y salió agua abundante (vers. 11). El Señor entonces reprendió a Moisés y Aarón por no haberlo santificado ante el pueblo y les dijo que ninguno de ellos tendría permiso de introducir a Israel en la tierra prometida (véase vers. 12). No solamente habían desobedecido las instrucciones del Señor sino que por el uso del verbo en la primera persona del plural dieron a entender que ellos fueron los que proporcionaron el agua.

Este incidente, tomado junto con otros pasajes, crea cierto número de interrogantes. ¿Pecó realmente Moisés contra el Señor? ¿Fue ésa la razón por la que Moisés no tuvo permiso de entrar en la tierra prometida? ¿Se adjudicó realmente la gloria a sí mismo, o solamente estaba enojado por la falta de fe demostrada por los hijos de Israel? ¿Fue este único error suficiente como para borrar años de gran fe, obediencia y devoción?

Por lo menos otros dos pasajes del Antiguo Testamento indican que Moisés pecó al golpear la roca en Meriba (véase Números 27:12-14; Deuteronomio 32:51-52). Otros pasajes, sin embargo, nos aclaran el asunto. Deuteronomio 3:26 y 4:21 muestra que el Señor dijo a Moisés que la razón por la que no pudo entrar en la tierra prometida fue que El (el Señor) estaba enojado con Moisés por causa de los hijos de Israel. Esta declaración podría implicar que había otras razones, aparte del error de Moisés, para justificar la prohibición y otros dos acontecimientos respaldan esta suposición. Primero, Moisés y el sacerdocio mayor fueron quitados de Israel por causa de la indignidad del pueblo, no de Moisés (véase D. y C. 84:23-25). Segundo, Moisés fue trasladado cuando finalizó su ministerio terrenal (véase Alma 45:19). En otras palabras, Moisés tuvo el privilegio de entrar en una tierra prometida mucho más grandiosa que la tierra de Canaán. El había terminado su llamamiento en la mortalidad, y un nuevo líder sería el que habría de llevar a Isarel a la tierra prometida. Y Moisés fue trasladado, lo que indica que no recibió un castigo de Dios, sino un galardón especial.

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Wilderness of Edom

El desierto de Edom

(18-14) Números 20:14

Moisés se refirió a su pueblo como “hermano Israel” al dirigirse al rey de los edomitas (vers. 14) porque éstos eran descendientes directos de Edom, o Esaú, hermano de Jacob o Israel, del cual descendían los israelitas. Había un parentesco de sangre entre las dos naciones. Lo que Moisés dijo implica que el rey de los edomitas estaba bien al tanto de dicho parentesco. Sin embargo, rehusó dejar pasar por sus tierras a los israelitas.

Entre la rebelión de Coré (caps. 16 y 17) y la solicitud de paso a través de la tierra de Edom (cap. 20), habían transcurrido treinta y ocho años. Por razones que desconocemos hasta ahora, Moisés no describió en este registro lo acontecido en esos años.

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King’s Highway

Cerca del camino real

(18-15) Números 20:17. ¿A qué se refiere “camino real”?

“ ‘El camino real’ era el camino público que probablemente fue hecho con fondos del estado y era mantenido para que el rey y sus ejércitos se trasladaran por él. Es sinónimo de ‘camino del sultán’ (Derb es Sultán) o ‘camino del emperador’, tal como hoy en día se llama en el Oriente a los viejos caminos militares abiertos y amplios.” (Keil y Delitzsch, Commentary, 1:3:134.)

El camino recorría las tierras altas de Jordania, desde el Mar Rojo hasta Siria. Al este iba en dirección paralela con el Mar Muerto y el Río Jordán.

(18-16) Números 20:22-29. ¿Qué significado tuvo que Moisés quitara los vestidos a Aarón y los pusiera sobre Eleazar?

“En efecto, esto fue para relevarlo de su oficio en el sacerdocio; y al poner los vestidos sobre Eleazar, hijo de Aarón, hubo una transferencia de este oficio a Eleazar. La transferencia de oficio, cuando se trata de ponerle las ropas del predecesor a la persona que la sucede, se ha designado con el vocablo investir o investidura…; así como relevar a una persona de determinado oficio se describe como despojarla de su investidura.” (Clarke, Bible Commentary, 1:682.)

La misma costumbre continúa en algunas instituciones hasta el presente. Cuando un oficial toma posesión de un puesto o lo deja, la ropa ceremonial le es colocada o quitada, simbolizando una transferencia de autoridad. Cuando el individuo parte en deshonra, literalmente se le despoja de su ropa. En las filas militares, el corte de las charreteras, o de la insignia de rango, tiene el mismo sentido.

Aarón, sin embargo, no se retiraba en deshonra o ignominia. Su muerte era inminente (véase vers. 28) y era la época indicada para líderes más jóvenes.

(18-17) Números 21:4-9. La serpiente ardiente en el desierto

En cuanto al significado simbólico de este acontecimiento, lea en Juan 3:14-15; 2 Nefi 25:20; Alma 33:19-20; encabezamiento 18-26.

(18-18) Números 22-24. La historia de Balaam

Una vez que los dos poderosos reyes de los amorreos fueron vencidos por la fuerza irresistible de Israel, los moabitas, con sus aliados, los madianitas, se llenaron de tal alarma que Balac, su rey, buscó ayuda. No fue en su propio dios, Baal, que se había probado impotente contra Israel durante el conflicto amorreo, donde buscó poder. En cambio, decidió recurrir al propio Dios de Israel, cuyo poder se había manifestado tan maravillosamente. Con este fin envió una delegación con presentes a Balaam de Petor, un reconocido pronosticador de la alta Mesopotamia, quien aparentemente tenía la reputación de ser capaz de bendecir y maldecir con gran eficacia (véase Números 22:3-6).

Es difícil establecer, por los registros, si Balaam era un profeta de Dios con los poderes del sacerdocio o no. Vivía en una zona conocida como Aram, probablemente llamada así en memoria del hijo de Quemuel y nieto de Nacor, primo de Abraham. Harán, lugar donde Abraham se estableció al salir de Ur, era lugar de la adoración de Jehová y también lo era Aram. Por lo tanto, Balaam pudo haber sido uno de los pocos poseedores del sacerdocio esparcidos, que, como Jetro, ejercían su poder. Lo que leemos en la Biblia nos hace pensar que tenía un conocimiento verdadero de Dios y que era susceptible a la revelación de El. Sin importar su origen, el Señor levanta hombres inspirados para todas las naciones (véase Alma 29:8).

Es significativo que Balaam no es mencionado como profeta en las Escrituras sino que más bien es citado como adivino, algo parecido a Simón, el que aparece citado en el Nuevo Testamento (confr. con Josué 13:22; Hechos 8:9-24). Aunque reconocía a Jehová y profesaba depender de El, Balaam se mostró inclinado a ir contra el consejo del Señor y acompañar a los hombres de Balac. Para asegurar su reacción ante la voluntad de Dios, el Señor envió un ángel para amenazarlo de muerte si maldecía a Israel.

Uno de los hechos sobresalientes en cuanto a la bendición que Balaam dio a Israel es la promesa mesiánica de Cristo (Números 24: 14, 17, 19).

La reprensión recibida por Balaam a través de la boca de un animal, obrada por el Espíritu de Dios, es un suceso singular en la historia. Es inútil especular en cuanto a cómo sucedió. Lo cierto es que la bestia habló en una forma comprensible para Balaam. Otros pasajes indican que cuando los animales estén llenos del Espíritu divino, y celestializados, podrán expresarse en formas que en el presente les son negadas (véase Apocalipsis 4:6, 9; D. y C. 77:2-4). Balaam no parece haberse sorprendido por este fenómeno, circunstancia que ha llevado a algunos a sugerir que la mente de Balaam estaba alterada por causa de su intento de servir a Dios y a las riquezas al mismo tiempo. De haber sido más sensato, la conducta poco usual de su cabalgadura, siempre obediente, le habría hecho mirar a su alrededor hasta descubrir la causa. Así tal vez habría descubierto la presencia del ángel.

El incidente fue suficiente para llevar a cabo los fines del Señor. Balaam supo que lo que desagradaba a Dios no era el viaje en sí, sino los sentimientos o intenciones que él abrigaba. Todo el incidente parece haber ocurrido para despertar su conciencia y equilibrar su mente a fin de poder hablar solamente la palabra de Dios.

Luego el registro describe las fornicaciones de Israel cometidas con las hijas de Moab; esto es, Israel se unió a las mujeres de Moab en la adoración de Baalpeor, dios de la fertilidad, incluyendo sacrificios al ídolo y participando de inmoralidad sexual. Lo que no se menciona aquí pero es explicado posteriormente (Números 31:16) es que Balaam aconsejó de esto a los moabitas. Evidentemente, al ver que no podía obtener la recompensa de Balac maldiciendo directamente a Israel, le dijo a Balac que Dios solamente bendeciría a Israel si este pueblo le era obediente, y que si los moabitas lograban seducir a Israel hacia la adoración de ídolos, el pueblo del Señor perdería el poder de Dios. Así, Balaam vino a ser un símbolo de aquellos que emplean sus llamamientos y dones para obtener ganancia y pervertir al pueblo del Señor (véase 2 Pedro 2:15; Apocalipsis 2:14).

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Moab

(18-19) Números 25:1-10

A pesar de la medida severa tomada por Moisés contra los que se habían unido a los moabitas en la adoración de Baal, un hombre osó traer a una de las mujeres al campamento. Movido por justa indignación, Finees mató a ambos, indicando así que el sacerdocio no aguantaría más tal iniquidad. El sabía que la maldad de unos pocos podía resultar en sufrimiento y hasta en la muerte para muchos. Si Israel perdía poder ante Dios al tolerar el mal entre el pueblo, genie inocente moriría en las guerras con los cananeos una vez que Israel cruzara el Jordán.

Los obispos modernos tienen una responsabilidad similar de alejar el mal en la Iglesia. Aunque la excomunión es la pena más severa que pueden aplicar, es responsabilidad de ellos desarraigar el mal de entre los santos. No hacerlo es acarrear sobre sí parte de la responsabilidad de los pecados del pueblo (véase Jacob 1:19).

(18-20) Números 26

Antes de entrar en la tierra prometida, Moisés y Eleazar, el sacerdote, contaron a los hijos de Israel según sus respectivas tribus y el censo se efectuó entre los de más de veinte años de edad. Al llevar a cabo dicho censo, descubrieron que, con excepción de tres personas, no había alma viviente de más de veinte años de edad que hubiera sido contada al comienzo de su travesía del desierto treinta y ocho años antes. Solamente Josué, Caleb y Moisés eran los que vivían todavía y que habían formado parte del grupo original que salió de Egipto. Todo esto fue como el Señor había dicho (véase vers. 65). En Números 33:54 encontramos la razón por la que Israel fue contado en esta ocasión.

(18-21) Números 27:18-23

El acontecimiento descrito aquí es la ordenación y ceremonia en la que fue apartado Josué al sacerdocio que tenía Moisés.

Los administradores legales del Señor confieren bendiciones especiales, unciones, sellamientos de unciones, confirmaciones, ordenaciones, llamamientos, sanidades, oficios y gracias por la imposición de manos. Así como con todos los requisitos de los procedimientos prescriptos por el Señor, las bendiciones que se imparten solamente se obtienen una vez que se ha cumplido con todos los requisitos…

“ ‘Según el orden de Dios’, la ordenación a los oficios en el sacerdocio se realiza por imposición de manos (Alma 6:1; Hechos 6:5-6; 1 Timoteo 5:22). Para apartar a hermanos que van a ocupar puestos en alguna presidencia, puestos administrativos o de responsabilidad especial, también se procede en esa forma (Quinto Artículo de Fe; Números 27:18-23; Dt. 34:9).” (McConkie, Mormon Doctrine, pág. 438.)

Para informarse en cuanto al uso que el antiguo Israel hacía del Urim y Tumim, véase el encabezamiento 13-13.

(18-22) Números 30. Los votos y las condiciones de validez

El establecer un convenio con el Señor era un acto revestido de toda seriedad (véase encabezamiento 16-15). Este capítulo de Números comenta la fuerza y firmeza de los votos hechos ante el Señor. Particularmente, establece la relación entre el hombre y la mujer en lo que se relaciona con un voto. Se analizan cuatro casos especiales:

“”El primer caso (vers. 3-5) es el de la mujer en su juventud, que es soltera y vive en la casa de su padre. Si ella hacía un voto o establecía obligación y su padre la oía y permanecía callado, era válido, es decir, tenía vigencia. Pero si su padre le prohibía cumplirlo, el voto u obligación no tenía vigencia, y Jehová la perdonaba por causa de la oposición de su padre. La obediencia al padre estaba por encima del servicio religioso autoimpuesto.

“El segundo caso (vers. 6-8) era el de un voto u obligación establecida por una mujer antes de su casamiento y que había llevado consigo al matrimonio. En tal caso el esposo tenía que decidir en cuanto a la validez del voto tal como lo hacía el padre antes del casamiento de la mujer. Al enterarse del voto, podía vetarlo, o sea, disolver el compromiso hecho por la esposa; pero si no lo hacía inmediatamente, no podía luego impedir su cumplimiento…El tercer caso (vers. 9) era el de un voto hecho por una mujer viuda o divorciada. Tal voto tenía plena vigencia, porque la mujer no dependía de un marido. El cuarto caso (vers. 10-12) era el del voto hecho por una esposa en su condición de casada. Tal voto permanecía vigente si el marido callaba al oírlo, y no la restringía. Por otra parte, no tenía vigencia si el marido lo disolvía en seguida de oírlo.” (Keil y Delitzsch, Commentary, 1:3-224.)

(18-23) Números 32

Véase el mapa del capítulo 21 que ilustra las divisiones tribales del territorio.

(18-24) Números 35:9-27. ¿Por qué había necesidad de “ciudades de refugio” y quién era el “vengador de la sangre” que había sido llamado?

Seis de las cuarenta y ocho ciudades levíticas fueron designadas como ciudades de refugio, lugares en los que aquellos que habían quitado la vida a alguien podían encontrar protección hasta haber sido juzgados y condenados por asesinato o absueltos (vers. 11). Estas ciudades estaban ubicadas a ambos lados del Jordán (véase el vers. 14). Nótese la diferencia que hizo Moisés entre asesinar a sangre fría y matar involuntariamente (vers. 15-25). Se hacía diferencia entre lo que hoy en día se conoce como asesinato premeditado, crimen pasional, homicidio involuntario y muerte en autodefensa.

“Las ciudades de refugio entre los hebreos eran necesarias porque el antiguo orden patriarcal seguía vigente, y según este orden, el pariente más cercano tenía derecho de vengar al occiso, dando muerte al homicida. La ley original establecía: el que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada (Génesis 9:6), y nadie era considerado como más indicado para ejecutar esta ley que el pariente más próximo del occiso. Como se podía dar el caso de muchas ejecuciones precipitadas de la ley, dada la naturaleza del delito, se consideró necesario juzgar cada caso para impedir la injusticia; y las ciudades de refugio fueron consideradas adecuadas para este fin. No encontramos ningún pasaje que establezca que hayan sido encontradas ineficientes o que se haya hecho abuso de las mismas.” (Clarke, Bible Commentary, 1:730.)

(18-25) Números 36. Las hijas de Zelofead y su herencia

Aquí Moisés se encontró con un problema práctico que surgiría ante Israel cuando comenzara a conquistar el territorio. Una vez establecidas las divisiones tribales, las familias dentro de cada tribu recibieron una tierra en herencia. Si una porción de tierra era dada a una mujer soltera y ella se casaba con un hombre de otra tribu, lo cual era común, entonces esta tierra se convertía en propiedad común con el esposo. Así, otra tribu recibía una porción de tierra asignada originalmente por el Señor y por Moisés a la tribu original. Esta situación no surgía en el caso de los varones que se casaban con mujeres de otras tribus, porque la tierra quedaba en su tribu. Moisés y los ancianos previeron los problemas latentes y establecieron que las tierras de las herencias no podían pasar de tribu a tribu.

RESUMEN ANALITICO

(18-26) En este capítulo hemos repasado varios casos en los que Israel o sus habitantes no obedecieron las leyes de Dios.

Lea en Números 21:4-9.

Este incidente es famoso en la historia de Israel. Nótese que todo lo que uno tenía que hacer para recuperarse de la mordedura venenosa de la serpiente era mirar hacia la serpiente de bronce que estaba puesta sobre el asta que Moisés había hecho y colocado delante del pueblo. Nada más se nos dice en cuanto a esto; sin embargo, profetas posteriores han usado este incidente para enseñar algunas lecciones muy importantes. Jesucristo la empleó como modelo de sí mismo. ¿En qué forma?

Lea en Juan 3:14.

Nefi informó que aunque Dios había preparado la serpiente sobre el asta como medio para que el pueblo sanara, algunos rehusaron beneficiarse con ese don otorgado. ¿Por qué? ¿Qué les sucedió?

Lea en 1 Nefi 17:41.

Alma añadió una razón por la que la gente no quiso obedecer. ¿Qué nos dice?

Lea en Alma 33:20-22.

Nefi, hijo de Helamán, dijo que Moisés y los profetas posteriores enseñaron a los hijos de Israel que la serpiente de bronce era un símbolo de Cristo. ¿Cuál es la relación especial que Nefi estableció entre la serpiente sobre el madero y Jesucristo, el Hijo de Dios?

Lea en Helamán 8:13-16

El élder Boyd K. Packer del mismo modo destacó este incidente para enseñarnos la razón por la que debemos obedecer las palabras de los profetas vivientes.

“A ellos se les da autoridad divina. Ninguno de ellos ha aspirado al oficio que tiene, ni se llamó a sí mismo, pues ‘en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días uno ocupa el lugar al cual es debidamente llamado’, dijo el Pte. Clark, Tugar que uno ni busca ni rechaza’. (Improvement Era, junio de 1951, pág. 412.)”

“ ‘No me elegisteis vosotros a mí’, dijo el Señor, ‘sino que yo os elegí a vosotros.’ (Juan 15:16.)

“No tenemos que escucharlos [a los profetas modernos] o prestarles atención, tenemos nuestro libre albedrío. Pero hay una lección contenida en las Escrituras, y debemos considerarla.

“Los hijos de Israel entraron en la tierra de Edom. Estaba infestada de serpientes y víboras cuya mordedura era tan dolorosa y grave que les dieron el nombre de serpientes ardientes, voladoras. Y pidieron ayuda.

“ ‘…Y Moisés oró por el pueblo.

“ ‘Y Jehová dijo a Moisés: Hazte una serpiente ardiente, y ponía sobre una asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá.

“ ‘Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía.’ (Números 21:7-9.)

“Alguno debe haber dicho: ‘¡Qué tontería! ¿Cómo puede curarme tal cosa? No voy a portarme como un tonto prestando atención’, y por eso algunos no miraron…

“Y hoy en día muchos dice: ‘¡Qué tontería! ¿Cómo puede salvarme el hecho de aceptar a Cristo?’ No vuelven la cabeza para mirar ni inclinan el oído para escuchar. Ignoran el gran testimonio que proviene de estas conferencias. Debemos prestar atención al consejo de estos hombres porque el Señor dijo: ‘Lo que yo, el Señor, he dicho, yo lo he dicho, y no me disculpo; y aunque pasaren los cielos y la tierra, mi palabra no pasará, sino que toda será cumplida, sea por mi propia voz o por la voz de mis siervos, es lo mismo’ (D. y C. 1:38).” (En Conference Report, octubre de 1968, págs. 75-76.)

No es porque sean hombres instruidos, ni porque hayan alcanzado el éxito en una profesión, ni porque hayan viajado extensamente que uno debe escucharlos, sino porque son “llamados de Dios por profecía y la imposición de manos, por aquellos que tienen la autoridad, a fin de que puedan predicar el evangelio y administrar sus ordenanzas” (Artículos de Fe). Quienes fracasan en prestar atención a la voz de amonestación pierden las bendiciones prometidas. Verdaderamente, tal como nos lo dicen las Escrituras, no hay pecadores que tengan éxito duradero.