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Levítico 1-10: Una ley de ceremonias y ordenanzas, Parte 1: Sacrificios y ofrendas


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Levítico 1-10

Una ley de ceremonias y ordenanzas, Parte 1: Sacrificios y ofrendas

(14-1) Introducción

Pregunta. ¿No fue dada la ley de Moisés como represión genuina a Israel e impuesta como castigo al pueblo por haber rechazado la ley mayor?

Respuesta. Debemos admitir que Dios castiga a su pueblo por la desobediencia, pero no da leyes como castigo. Sus mandamientos son, como dijo Moisés, “para que nos vaya bien” (Deuteronomio 6:24). Toda ley es dada para elevar e inspirar, para reconciliar y perfeccionar, y ese principio incluye a la ley de Moisés. Esta ley fue un castigo solamente en el sentido de que era menor que la que pudieron haber recibido, pero fue un medio para alcanzar los fines de Dios, así como lo son todos sus mandamientos. Tal como el Señor prometió a los primeros santos de esta dispensación si obedecen los principios de su evangelio: “serán coronados con bendiciones de arriba, sí, y con mandamientos no pocos” (D. y C. 59:4).

Pregunta. ¿Pero no fue la ley de Moisés un gran paso hacia atrás?

Respuesta. No. Fue un gran paso hacia adelante, no tan grande como el que Israel pudo haber dado, pero un gran paso de todas maneras. Por el relato bíblico sabemos que los israelitas estaban en una condición espiritual pobre cuando salieron de Egipto. Habían perdido el don de profecía y el espíritu de revelación y se habían hundido en la tradición egipcia de la adoración de ídolos. El Señor mandó que dejaran sus abominaciones e ídolos al hacerse presente por primera vez para librarlos de Egipto, pero el pueblo no quiso escuchar: “no echó de sí cada uno las abominaciones…ni dejaron los ídolos de Egipto” (Ezequiel 20:6-9). El Señor pudo haber desatado su ira con justicia contra Israel destruyéndolos a todos; pero no lo hizo por su misericordia y por los convenios hechos con los primeros patriarcas (véase Exodo 32:7-14). En cambio los bendijo con una ley adecuada para ayudarlos a crecer espiritualmente, partiendo del punto en que se encontraban.

Pregunta. ¿Quiere decir que el haberse vuelto a los dioses egipcios mientras estaban en el desierto no fue una nueva experiencia para el pueblo de Israel? ¿Fue llevado el becerro de oro en el corazón de un Israel espiritualmente débil e inmaduro?

Respuesta. Sí. Fue mucho más difícil sacar a Egipto de Israel que haber sacado a Israel de Egipto. Consideremos, además, que Moisés tuvo que usar señales como prueba de autoridad; es indicio de una generación malvada y adúltera (véase Mateo 12:39). Moisés declaró: “Rebeldes habéis sido a Jehová desde el día que yo os conozco” (Deuteronomio 9:24).

Pregunta. ¿Significa que fue un plan deliberada y cuidadosamente programado para llevar al pueblo hasta Jehová, es decir, que la ley no fue un castigo sino un medio para alcanzar un fin?

Respuesta. Sí. La ley no solamente los llevaría a Cristo sino que también sería el medio por el cual se podría desarrollar una relación de convenio para aumentar su poder espiritual, con el fin de que pudieran gozar de los dones y manifestaciones del Espíritu, alcanzaran un fulgor perfecto de esperanza, y tuvieran amor por Dios y por todos los nombres, y, perseverando, pudieran recibir la seguridad de la vida eterna (confrontar con 2 Nefi 31:20).

Pregunta. Nunca me imaginé que ése fuera el propósito de la ley de Moisés. ¿Cómo fue posible que lograra tantas cosas?

Respuesta: Es más fácil comprenderlo si consideramos la relación de todos los aspectos de la ley con el progreso espiritual del individuo. El problema es que generalmente pensamos en la ley de Moisés como si fuera solamente la parte que tenía que ver con las ceremonias y ordenanzas.

Pregunta. ¿Cuáles son algunos de los otros aspectos de la ley?

Respuesta. Los elementos básicos de la ley están definidos bajo las llaves de autoridad del sacerdocio menor (véase D. y C. 13; 84:26-27; 107:14, 20). Son los siguientes:

Fe: Aunque nunca se menciona directamente en estos pasajes, este principio está implícito, siendo que la fe es absolutamente necesaria en todos los actos, a fin de agradar a Dios y cumplir sus propósitos (véase Hebreos 11:6; Romanos 14:23). Amulek enseñó claramente que la fe era un requisito establecido por la ley para llevar al individuo al arrepentimiento (véase Alma 34:15).

Arrepentimiento: Los sistemas de sacrificio de Israel tenían como fin ayudar a Israel a tener una actitud penitente, y para lograrlo, enseñaban al pueblo en cuanto al sacrificio expiatorio de Cristo. Luego, si ejercían fe en El y se arrepentían de sus malas obras, sus pecados quedaban borrados, no mediante la ley de Moisés sino por la fe de ellos en el futuro Mesías, fe que quedaba demostrada por la obediencia a la ley de Moisés (véase Mosíah 13:28).

Bautismo por inmersión: El bautismo era la ordenanza externa más importante de la ley, ya que era el medio por el cual el individuo establecía una relación de convenio con Jehová. Lamentablemente, toda referencia al bautismo se ha perdido del Antiguo Testamento, pero en otras fuentes nos enteramos de que era parte de la ley de Moisés (véase D. y C. 84:26-27; 1 Nefi 20:1; 1 Corintios 10:1-4).

La ley de los mandamientos carnales, o la ley de las ceremonias y ordenanzas (véase D. y C. 84:27; Mosíah 13:30): En esta época la palabra carnal tiene connotaciones sexuales, pero el vocablo latino del cual se deriva significa “carne”. Por lo tanto, estos mandamientos tienen que ver con las acciones realizadas. en el estado mortal. Como enseñó Abinadí, estos mandamientos eran para “conservar vivo en ellos el recuerdo de Dios y su deber para con él” (Mosíah 13:30).

La ministración de ángeles: Esta ministración tiene como propósito preparar a los hombres para tener fe en Cristo a fin de que puedan recibir el Espíritu Santo (véase Moroni 7:30-32).

Pregunta. ¿Quiere decir entonces que la ley de Moisés contenía todos los principios básicos del evangelio?

Respuesta: La ley de Moisés es llamada “evangelio preparatorio” (D. y C. 84:26). Por motivo de que los israelitas perdieron las llaves del Sacerdocio de Melquisedec, no pudieron tener la plenitud de la ley de Cristo. Y cuando el Señor cumplió la ley, el evangelio preparatorio quedó bajo la ley de Cristo, y los mandamientos carnales fueron suprimidos.

Pregunta. ¿Podemos ver todo esto en el Antiguo Testamento tal como lo tenemos hoy en día?

Respuesta. Sí, una vez que uno sabe qué es lo que tiene que buscar y cómo buscarlo. Mormón enseñó que los conversos lamanitas entendieron correctamente la ley de Moisés porque creían en el “espíritu de profecía” (Alma 25:16; véase también el vers. 15). El espíritu de profecía es el “testimonio de Jesús” (Ap. 19:10; véase también Alma 6:8). La ley de Moisés fue un “ayo” para llevar Israel a Cristo (Gálatas 3:24); sin embargo, fue dada en “símbolos y figuras” (Mosíah 3:15; véase también 13:31; 16:14). Solamente aquellos con el espíritu de profecía pueden entender estas enseñanzas simbólicas. Pues, como dijo Amulek: “Este es el significado entero de la ley, pues todo ápice señala a ese gran y postrer sacrificio” (Alma 34:14).

COMENTARIOS SOBRE LEVITICO 1-10

(14-2) Levítico 1:1 ¿Por qué es tan importante el libro de Levítico?

Este libro contiene revelación directa de Dios dada mediante Moisés a Israel. Obviamente era el manual de instrucciones para el sacerdocio de aquella generación. Este hecho hace que el libro sea de gran interés, pues siempre que Dios habla al hombre, se revela a sí mismo, y así podemos llegar a conocerlo mejor, a entenderlo mejor a El y sus propósitos. El lector moderno puede llegar a sentir que el contenido del libro está fuera de época, especialmente en lo que concierne al sacrificio de sangre; sin embargo, todo fue dado, tal como lo dijo Amulek, para señalar hacia la expiación infinita de Cristo (véase Alma 34:14). Un erudito destacó lo siguiente en cuanto a los distintos sacrificios y ofrendas:

“El primer punto, entonces, que requiere nuestra atención es éste: En cada ofrenda hay por lo menos tres partes. Están la ofrenda, el sacerdote y el oferente. Es esencial tener un conocimiento definido de la importancia precisa de cada una de estas partes si es que queremos entender la naturaleza de las ofrendas.

“¿Qué es la ofrenda, entonces? ¿Quién es el sacerdote? ¿Quién es el oferente? Cristo es la ofrenda, Cristo es el sacerdote y Cristo es el que la ofrece. Son tantas las ocasiones en las que Cristo ha intercedido en favor del hombre que ningún símbolo o conjunto de símbolos puede, adecuadamente, representarlas todas. De ahí que tenemos muchas clases de símbolos y muchas variedades dentro de esas distintas clases, cada uno de los cuales representa un aspecto particular de Cristo, ya sea en su carácter, en su obra o en su persona. De cualquier manera, para los pecadores El cumple más de una función, y por eso se necesita que haya muchos emblemas. Primero Cristo viene como el que ofrece, pero no podemos apreciarlo como tal si no vemos la ofrenda. Y esta ofrenda es El mismo. Y Cristo, que es la ofrenda y el oferente, es también el sacerdote. Como hombre, nuestro substituto, Cristo, se presentó ante Dios como oferente. Tomó ‘el cuerpo preparado para El’ como su ofrenda a fin de que mediante ese cuerpo El pudiera reconciliarnos con Dios. De modo que, cuando el sacrificio y la ofrenda fracasaron por completo, cuando Dios no los aceptó más de la mano del hombre, entonces dijo El: ‘He aquí, vengo; en el rollo del libro está escrito de mí; el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón’ (Salmos 40:7-8). De este modo su cuerpo era la ofrenda que voluntariamente ofreció; y luego, como sacerdote, tomó la sangre y la llevó al santísimo. Como oferente lo vemos hombre sujeto a la ley, ubicándose como nuestro substituto a fin de que nosotros podamos cumplir toda justicia. Como sacerdote lo tenemos presente en calidad de mediador, mensajero de Dios ante El mismo e Israel. En tanto que como ofrenda es víctima inocente, olor agradable a Dios, y sin embargo, es quien llevó sobre sí el pecado y murió por causa del mismo.

“Así en un mismo modelo, hay tres símbolos distintos: el oferente simboliza a Cristo en su persona, como el que llegó a ser Hombre para satisfacer los requisitos de Dios; la ofrenda lo representa en su carácter y obra, como la víctima mediante la cual es ratificada la Expiación; en tanto que el sacerdote nos da un tercer aspecto de El, su relación oficial como mediador e intercesor.” (Jukes, Law of the Offerings, págs. 44-45.)

(14-3) Levítico 1:2-3. ¿Qué cualidades debían tener los animales para ser aceptables como ofrenda?

El vocablo hebreo que se traduce como “sin mancha” o “sin defecto” significa sano, completo. Además de esta condición, todos los animales apartados para el sacrificio debían llenar dos requisitos más: Tenían que ser de la categoría que el Señor había declarado limpios (véase Levítico 11) y también tenían que ser de los rebaños domesticados (véase Levítico 1:2). “En los animales aceptables, que había obtenido mediante su propio cuidado y esfuerzo, y eran parte de su rebaño corriente, así como en el producto obtenido a través de la obra de sus manos en el campo y en la viña, de lo cual sacaba su sostén, el israelita ofrecía…el alimento que obtenía en el ejercicio de su llamamiento ordenado de Dios, como símbolo de alimento espiritual que perdura para vida eterna (véase Juan 6:27; 4:34) y que nutre tanto al alma como al cuerpo para vida imperecedera en hermandad con Dios…En esta forma los dones del sacrificio adquieren carácter representativo y denotan la entrega total del hombre, con todo su trabajo y lo que produce, a Dios.” (Keil y Delitzsch, Commentary, 1:2:275-76.)

Esta ofrenda tenía que ser “voluntaria” (Levítico 1:3). No era impuesta sino que era una libre expresión de gratitud por parte del individuo. De otra forma violaría el principio básico de la ofrenda dada por decisión propia (confrontar con Moroni 7:6-10).

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altar

El sacrificio simbolizaba la expiación de los pecados

(14-4) Levítico 1:3. ¿Se mataba en la puerta del tabernáculo al animal que servía como ofrenda para el holocausto?

A fin de ayudar a Israel a olvidarse de la idolatría, el Señor indicó que las ofrendas debían ser sacrificadas en un lugar específico, “en la puerta del tabernáculo” (vers. 3). Era aquí (técnicamente a pocos metros frente a la puerta del tabernáculo o templo) que se encontraba el altar sobre el cual el sacrificio, o parte del mismo, sería quemado. (Nota: Este versículo y los siguientes describen el holocausto. Otras ofrendas debían satisfacer requisitos diferentes. Para obtener una descripción completa de los distintos tipos de ofrendas, véase el esquema que aparece en las páginas siguientes, el cual fue elaborado en base al trabajo preparado por Edward J. Brandt, “Sacrifices and Offerings of the Mosaic Law” [Sacrificios y ofrendas de la ley mosaica], Ensign, dic. de 1973, págs. 50-51.)

Sacrificios y Ofrendas de la Ley Mosaica

NOMBRE DE LA ORDENANZA Y TIPO DE LA OFRENDA

EMBLEMAS USADOS PARA LA ORDENANZA

PROPOSITO DE LA ORDENANZA

CUANDO SE EFECTUABA

HOLOCAUSTO (Lv. 1; 6:9-13)

Esta era otra forma de llamar a la ordenanza del sacrificio practicada por los patriarcas desde Adán hasta Israel.

Machos sin defecto (Ex. 12:5; Lv. 1:3; 22:18-25; Nm. 28:3-4; Dt. 15:21; 17:1).

Originalmente el animal tenía que ser un primogénito (Gn. 4:4; Ex. 13:12; Lv. 27:26; Nm. 3:41; 18:17; Dt. 12:6; 15:19-21).

El animal usado variaba de acuerdo con la posición y posesiones personales del individuo, así como también según la ocasión del sacrificio: becerro, carnero, macho cabrío, tórtolas y palominos (Lv. 1:5, 10, 14; 5:7; Gn. 15:9).

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burnt offering

Es una semejanza del sacrificio del Unigénito del Padre” (Moisés 5:7; véase también Lv. 1:4, 9; 14:20; He. 9:14; 1 Pedro 1:19; 2 Ne. 11:4; 25:24-27; Jac. 4:5; Mosíah 3:15).

OFRENDAS PUBLICAS

Tiempo indicado regularmente:

Diarias—por la mañana y por la tarde (Ex. 29:38-42; Nm. 28:3-4). Día de reposo—se presentaba doble porción (Nm. 28:9-10). Luna Nueva—mensualmente (Nm. 28:11-15).

Según la época del año:

Fiesta de la Pascua y de los panes sin levadura, fiesta de la cosecha, fiesta de los tabernáculos, año nuevo y día de la Expiación.

OFRENDAS PARTICULARES

Dadas en ocasión de acontecimientos familiares: nacimientos, casamientos, reuniones, etc., y en épocas de necesidad personal. A menudo las ofrendas particulares o individuales eran hechas en los períodos de las fiestas señaladas.

OFRENDAS DE PAZ (Lv. 3; 7:11-38)

Macho o hembra, sin defecto (Lv. 3:1) vacas, ovejas o cabras, pero no aves ni substitutos (Lv. 22:27). El animal proporcionaba la carne como la comida del sacrificio y la grosura y las entrañas eran quemadas en el altar (Lv. 3:3-5); una parte específica era dada a los sacerdotes (véase Ofrenda mecida y Ofrenda elevada) y el resto era usado como alimento en la comida especial (Lv. 7:16).

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peace offering

El propósito triple de las ofrendas se hace evidente en los siguientes títulos o descripciones dadas:

OFRENDA DE GRATITUD

para dar gracias a Dios por sus bendiciones (Lv. 7:12-14; 22:29)

OFRENDA DE VOTO (Lv. 7:16; 22:18, 21, 23; Nm. 15:3, 8; 29:39; Dt. 12:6) significa hacer o renovar un voto o pacto.

OFRENDA VOLUNTARIA (Lv. 7:16; 22:18, 21, 23; Nm. 15:3; 29:39; Dt. 12:6, 17; 16:10; 23:23) sugiere la recepción voluntaria de convenios, con las responsabilidades y consecuencias que le atañen. Parece que la persona podía dar la ofrenda por cualquiera de los propósitos antes mencionados.

Estas eran ofrendas particulares o sacrificios personales en favor de la familia y los individuos (véase Ofrendas particulares).

OFRENDAS POR EL PECADO (Lv. 4; 5:1-13; 6:25-30)

Animal macho o hembra, sin defecto. La ofrenda, según la posición y circunstancias del oferente: el sacerdote ofrecía un becerro (Lv. 4:3; Nm. 8:8); el gobernante un macho cabrío (Lv. 4:22-23); el pueblo una cabra (Lv. 4:27-28); los pobres dos tórtolas o palominos (Lv. 5:7) y los muy pobres una ofrenda de aves o harina (Lv. 5:11; Nm. 15:20-21). La ofrenda no era consumida por fuego sino que era usada por el sacerdocio levítico como comida de sacrificio. La carne y el cuero eran para su sustento y uso. (Lv. 6:25-30; 7:7-8; 14:13.)

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sin offering

Las ofrendas eran por pecados cometidos por ignorancia (Lv. 4:2, 22, 27), pecados que la congregación de Israel ignoraba (Nm. 15:24), pecados por violación de convenios y pactos (Lv. 5:1, 4-5) y pecados ceremoniales de profanación o impureza bajo la ley de los mandamientos carnales (Lv. 5:2-3; 12:1-8; 15:28-30). El propósito de esta ofrenda, después del arrepentimiento verdadero de parte de los participantes, era prepararlos para recibir perdón como parte de la renovación de sus convenios (Lv. 4:26, 35; 5:10; 10:17; Nm. 15:24-29). Esta misma bendición es posible hoy en día, participando de la Santa Cena.

Una ofrenda especial que afectaba a todo el pueblo era ofrecida el día de la Expiación (Ex. 30:10; Lv. 16:3, 6, 11, 15-19). Todas las demás ofrendas eran particulares y personales y ofrecidas frecuentemente durante las festividades señaladas.

OFRENDAS POR YERROS (Lv. 5:15-19; 6:1-7; 7:1-10)

Carnero sin defecto (Lv. 5:15, 18; 6:6; 19:21). El leproso debía ofrecer un cordero (Lv. 14:1-12), y el nazareno también (Nm. 6:12).

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tresspass offering

La ofrenda por yerro era dada por ofensas cometidas contra otras personas: ej: falso testimonio (Lv. 6:2-3), posesión forzada e ilegal de propiedades (Lv. 6:4), falta de respeto hacia las cosas sagradas (Lv. 5:16-17); actos de pasión (Lv. 19:20-22). El propósito de esta ofrenda era traer el perdón (Lv. 6:7). Esto era posible si había arrepentimiento (Lv. 26:40-45) y luego de satisfecha la ley de restitución que requería, siempre que fuese posible, que el individuo culpable restaurara completamente lo dañado y un 20 por ciento adicional (Lv. 5:16; 6:5-17; 27:13, 15, 19, 27, 31; Nm. 5:6-10).

Todas estas ofrendas eran particulares y eran dadas, frecuentemente, durante las festividades señaladas.

OFRENDAS DE ALIMENTOS (Ex. 29:40-41; Lv. 2; 6:14-23; 7:9-10; Nm. 15:4-24; 28; 29)

Pan sin levadura. Pocos ingredientes más permitían agregarse a la harina: sal (Lv. 2:13); aceite (Lv. 2:5) y hasta incienso (Lv. 2:15); pero no se permitía usar levadura ni miel (Lv. 2:11). Sin embargo, podía ser horneado o frito en distintas formas.

Esta ofrenda completaba la comida del sacrificio de las ofrendas de paz y los holocaustos. Era dada entonces a los sacerdotes por su servicio y para su sostén.

Esta ofrenda siempre acompañaba a los holocaustos y las ofrendas de paz, y a veces se daban en substituto de las ofrendas por el pecado, en casos de mucha pobreza. (Núm. 15:28; 29.)

OFRENDAS MECIDAS Y ELEVADAS (Ex. 29:26-27; Lv. 7:14, 32-34; Nm. 18:19)

La ofrenda mecida es la espaldilla y la ofrenda elevada el pecho del animal de ofrenda de paz, dada en pago por los servicios del sacerdote.

Ya sea que los levitas recibieran como pago por su servicio sacerdotal ofrenda mecida o elevada, ofrenda de harina o diezmo (Nm. 18), se requería que ofrecieran una porción al Señor como ofrenda en memoria (Lv. 2:2, 9, 16; 5:12; 6:15; Nm. 5:26; 18:26-29). “Mecida” y “elevada” se refieren a gestos de elevar y extender la ofrenda hacia el sacerdote que las recibía en representación del Señor.

Esta es la porción del sacerdote. (Lv. 7:35-36; Dt. 18:1-8.)

Este era un tipo de ofrenda de paz o de gratitud al Señor, así como para recordarlo y servirlo. Los levitas también recibían los cueros de los animales ofrecidos, en pago por sus servicios y labor (Lv. 7:8).

Eran dadas en ocasión de los holocaustos y de las ofrendas de paz y cuando se hacían las otras ofrendas.

(Adaptado de un trabajo preparado por Edward J. Brandt, “The Priesthood Ordinances of Sacrifice”, Ensign, dic. de 1973, págs. 50-51.)

(14-5) Levítico 1:4. ¿Por qué ponía el oferente la mano sobre la ofrenda y en qué forma la ofrenda expiaba por él?

La imposición de las manos era parte importante de cada sacrificio. “Esto significaba transmisión y delegación, e implicaba representación; de manera que realmente señalaba hacia la substitución del sacrificio por el que lo efectuaba. De ahí que siempre era acompañada por la confesión del pecado y por oración. Así se hacía: El sacrificio era entregado de tal forma que la persona que confesaba miraba hacia el oeste, en tanto que ponía las manos entre los cuernos del sacrificio, y si el sacrificio se hacía en nombre de más de una persona, cada una tenía que poner allí las manos. No está muy claro si tenían que poner una o ambas manos, pero todos concuerdan en que tenía que ser hecho ‘con toda la fuerza’, como poniendo todo el peso del cuerpo sobre el sacrificio.” (Edersheim, The Temple, págs. 113-114.)

Esta práctica muestra que el sacrificio tenía un simbolismo doble. Primero y lo más importante, representaba al único sacrificio que podía traer paz y remisión de pecados, esto es, el de Jesucristo. Pero la imposición de las manos mostraba una transferencia de identidad; esto es, el oferente ponía su propia identidad sobre el animal a sacrificar. De este modo, la muerte del animal implicaba simbólicamente una de dos cosas, según la clase de ofrenda. Primero, implicaba que el pecador, el “hombre natural”, como lo llamó el rey Benjamín (véase Mosíah 3:19), era muerto a fin de que la persona espiritual pudiera renacer. Pablo usó esta terminología en Romanos 6:1-6 y la fuente bautismal es comparada con la tumba en Doctrina y Convenios 128:13. ¿Por qué? Porque el “hombre viejo” de pecado es sepultado allí (Romanos 6:6). En segundo lugar, si no era una ofrenda de pecado, la muerte del animal implicaría entregar la vida de uno, esto es, un sacrificio total del hombre a Dios.

El vocablo traducido como “expiación” viene de un vocablo hebreo que significa “cubrir o esconder”. La connotación no es que el pecado no exista más, sino que el pecado ha sido cubierto, o, más de acuerdo con las Escrituras, borrado delante de Dios mediante su gracia o bondad (véase Alma 7:13). Es decir, el poder del pecado que separaba al hombre de la presencia de Dios ha sido quitado (véase Keil y Delitzsch, Commentary, 1:2:276). De este modo, el vocablo expiación es usado para mostrar que se produce una reconciliación del individuo con Dios y llegan a ser uno.

(14-6) Levítico 1:5. ¿Por qué se hace tanto hincapié en la sangre?

De todos los elementos usados en la ordenanza del sacrificio, ninguno desempeñaba función más prominente que la sangre de la ofrenda. La forma de ofrecerla fue dada en detalle por el Señor. Según la ofrenda, la sangre debía ser rociada sobre los cuernos del altar, salpicada o derramada sobre los cuatro lados del altar, o volcada en la base del mismo.

El Señor eligió la sangre para representar las consecuencias del pecado y lo que entraba en juego en el proceso del perdón y de la reconciliación. Por lo tanto, la sangre simbolizaba la vida (véase Levítico 17:11) y la entrega de la vida. La muerte es la consecuencia del pecado, y por ello el animal era muerto para mostrar lo que sucede cuando el hombre peca. Además, el animal era un símbolo de Cristo. Mediante la entrega de la vida por el hombre, por el derramamiento de su sangre, aquel que está espiritualmente muerto por causa del pecado puede encontrar nueva vida. De esta verdad surge un paralelo espiritual: “De la misma manera que en Adán, o por la naturaleza humana, todos los hombres caen y están sujetos a la muerte espiritual, así en Cristo y por su sacrificio expiatorio, todos tienen el poder de alcanzar la vida eterna (véase 1 Corintios 15:22)” (McConkie, The Promised Messiah, pág. 259.)

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blood altar

La sangre simbolizaba la expiación de los pecados

El propósito del derramamiento de sangre era efectuar la expiación (véase Lv. 17:11; Hebreos 9:22). Tal como se destaca en el encabezamiento 14-5, el verbo hebreo que se ha traducido como expiación significa “cubrir”. De ahí que al salpicar, derramar o volcar la sangre, se cubría los pecados de los hombres y así se producía la expiación. En la idea de que los justos son aquellos “cuyos vestidos son hechos blancos mediante la sangre del Cordero” (Eter 13:10; Alma 5:21), hay una hermosa paradoja: lo que cubre los pecados es la sangre de Cristo y hace que el hombre sea puro a fin de poder recibir expiación y comunión con Dios.

De este modo la sangre era un símbolo de todo el procedimiento mediante el cual el hombre se reconcilia con Dios. “De todo esto sacamos que es evidente que aquellos en Israel que estaban iluminados espiritualmente sabían y entendían que sus ordenanzas de sacrificios eran una semajanza de la muerte futura de Aquel cuyo nombre usaban para adorar al Padre, y que no era la sangre que estaba sobre sus altares lo que producía la remisión de los pecados sino la sangre que sería derramada en Getsemaní y en el Calvario” (McConkie, The Promised Messiah, pág. 258.)

(14-7) Levítico 1:6-9. ¿Qué propósito tenía descuartizar al animal?

El aspecto particular del holocausto era el descuartizamiento del animal en distintas partes y el lavamiento de las entrañas y piernas del buey. Sin embargo, esto era lo que daba a este sacrificio su propia dimensión y significado y lo diferenciaba de los demás. Un escritor explicó así el simbolismo:

“El deber del hombre para con Dios no es la entrega de una de sus facultades sino la entrega de todo. Así Cristo resume el primer mandamiento: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente (Mateo 22:37). No dudo que el modelo se refiere, al hablar tan particularmente, a todas las partes del holocausto, pues ‘la cabeza’, ‘la grosura’, ‘las piernas’ y ‘los intestinos’ son enumerados. ‘La cabeza’ es el bien conocido emblema de los pensamientos, ‘las piernas’ el emblema del caminar y los intestinos o entrañas el símbolo constante y familiar de los sentimientos y afectos del corazón. El significado de ‘la grosura’ tal vez no sea tan claro, aunque aquí también las Escrituras nos ayudan a encontrar la solución. La grosura representa la energía no de un miembro o facultad, sino la salud y vigor general del todo. Jesucristo, quien era sin mancha o defecto, entregó todo esto. Si hubiera habido en El un solo pensamiento que no estuviese perfectamente entregado a Dios, un solo afecto de su corazón que no estuviese sujeto a la voluntad del Padre, un solo paso en su andar que no hubiera sido dado para cumplir la voluntad de Dios, sino por propia voluntad de El, entonces Cristo no podría haberse ofrecido ni habría sido aceptado como ‘ofrenda encendida…para Jehová’. Pero Jesús entregó todo; no guardó nada para sí. Todo fue quemado, todo consumido sobre el altar.” (Jukes, Law of the Offerings, págs. 63-64.)

El lavamiento de las entrañas y piernas representa la necesidad de que seamos espiritualmente puros, no solamente en lo que hacemos sino también en lo que deseamos (véase Efesios 5:26; Jukes, Law of the Offerings, pág. 71).

Juntas estas cosas revelan la calidad de la vida que vive el Señor. Entregó a Dios sus sentimientos, pensamientos, actividades y toda su vida. Al mismo tiempo, el sacrificio recalca la idea de que solamente cuando el que ofrece se entrega a Dios, su vida resulta dulce o agradable al Señor.

(14-8) Levítico 1:10-17. ¿Por qué el Señor permitía distintos tipos de ofrendas?

Los sacrificios aceptables eran de estos tres grupos: buey y toro, carnero o macho cabrío, tórtola o palomino. La situación económica del individuo determinaba la clase de animal que sacrificaba, y el hecho de que cada uno de estos animales fuera totalmente aceptable a Dios indica su misericordia. Con El no es la ofrenda lo que cuenta sino la intención del corazón que la hace.

(14-9) Levítico 2. ¿Qué era la oblación?

El vocablo hebreo traducido como “oblación” significa “un don” (Wilson, Old Testament Word Studies, s. v. “meat” pág. 271). Refiriéndose a los sacrificios, el vocablo significa una dádiva de grano, harina o panes. Mediante esta ofrenda el individuo reconcía a Dios como el dador de todas las cosas y sometía lo que había sido designado como verdaderamente de él (esto es, el fruto del campo), y suplicaba poder para cumplir con su deber. El trigo, o algún producto derivado del trigo, al que se le agregaba aceite, incienso, y sal, constitutía cada ofrenda (véase los vers. 1, 13). En cada caso el trigo tenía que ser preparado en alguna forma, ya sea horneado o frito. La “flor de harina” (grano molido muy fino) (vers. 4, 5, 14) requería el mayor esfuerzo en una época en la que el grano era molido completamente a mano. Así, el tiempo que el oferente invertía moliendo, que era el símbolo de toda su vida, también entraba como parte de la ofrenda.

La combinación de aceite, incienso y grano en esta ofrenda resulta instructiva (véase vers. 1), Las Escrituras nos dicen que el aceite era usado para representar al Espíritu Santo (véase D. y C. 45:56-57), el grano para representar la palabra de Dios (véase Marcos 4:14) y el incienso para representar a la oración (véase Ap. 8:3). De la misma manera que el hombre tiene que nutrirse físicamente comiendo pan, así también tiene que nutrirse espiritualmente en Cristo, participando de la palabra y el Espíritu del Señor mediante la oración.

Solamente una porción de la ofrenda era quemada (véase Levítico 2:2, 9). Este requisito se aplicaba a todas las ofrendas con excepción de la ofrenda por el pecado y el holocausto. La porción restante llegaba a ser propiedad de los sacerdotes y se les permitía compartirla con miembros de su familia (véase vers. 3, 10). En esta forma el Señor sostenía al sacerdocio durante su tiempo de servicio.

Aquellas partes del sacrificio que eran quemadas se les llamaba “santas”, en tanto que las partes que eran para comer se les calificaba “santísimas” (vers. 3, 10). La diferencia parece ser una protección. Poco podía suceder con la parte del sacrificio que era quemada, pero la parte que quedaba se debía cuidar con celo a fin de que no fuera profanada.

La oblación de las primicias no era un sacrificio sino más bien una dádiva de gratitud y alabanza al Señor por la cosecha (véase vers. 12). Si quien daba la ofrenda quería usar una porción de esta obligación como ofrenda propiamente dicha, el Señor instruía acerca de cómo se hacía (vers. 14-16).

(14-10) Levítico 2:11, 13. ¿Por qué se prohibía el uso de la levadura y de la miel y se requería la sal?

La prohibición de usar levadura también se aplicaba a la miel. La característica de estos elementos de producir fermentación los hacía símbolos de corrupción, algo que no encontraba lugar en los efectos purificantes y de refinación que tenía la ley que los sacrificios simbolizaban (véase encabezamiento 10-7).

“En tanto que la levadura y la miel eran producidas para ser usadas con cualquier tipo de ofrenda por causa de la fermentación que producían y la posible corrupción resultante, la sal no debía ser omitida en las ofrendas y sacrificios. ‘No harás que falte jamás de tu ofrenda la sal del pacto de tu Dios’, o sea, nunca ofrecerás oblación sin sal. La sal, con su capacidad para mejorar el alimento y preservarlo de la putrefacción y corrupción, simbolizaba en el sacrificio la firmeza y sinceridad que el oferente presentaba al Señor, y con ella se repelía toda impureza e hipocresía. La sal del sacrificio era llamada la sal del pacto, porque en la vida común la sal era símbolo de pacto. Los tratados eran ratificados como firmes e inviolables, según una bien conocida costumbre entre los griegos de la antigüedad…costumbre que todavía perdura entre los árabes al comer pan y sal como señal del pacto establecido. Como un convenio de este tipo recibía el nombre de ‘pacto de sal’, equivalente a pacto indi-solubre (Nm. 18:19; 2 Cr. 13:5), también aquí la sal añadida al sacrificio se llamaba sal del pacto de Dios, porque daba sabor y pureza al sacrificio mediante el cual Israel era fortalecido y fortificado en hermandad pactada con Jehová.” (Keil y Delitzsch, Commentary, 1:2:295.)

(14-11) Levítico 3. La ofrenda de paz

El nombre de este sacrificio es, en hebreo, shelamin, forma plural de shalom, o sea, “paz”.

“El plural denota todas las bendiciones y poderes mediante los que se establecía y aseguraba la salvación o integridad del hombre en su relación con Dios. El objeto de shelamin era invariablemente la salvación. A veces se ofrecía como acción de gracias para la salvación ya recibida, a veces como una oración por la salvación deseada, de manera que incluía tanto las ofrendas de gratitud como las de súplica y se ofrecía aun en épocas de infortunio, o el día en que se elevaba la súplica pidiendo la ayuda de Dios.” (Keil y Delitzsch, Commentary 1:2:299.)

Se pérmitía el uso de animales hembras como ofrendas de paz (véase vers. 1, 6), pero tenían que ser sin defecto. No se podían usar aves.

Solamente la grosura (o gordura) y los ríñones de esta ofrenda eran quemados. Esto daba cumplimiento al propósito del sacrificio, siendo que la grosura (como se destacó en el encabezamiento 14-7) indicaba el bienestar del animal. Venía a representar la consagración de toda la vida del individuo de Dios.

Una especie de oveja del Cercano Oriente tiene una cola muy gruesa (o gorda). Esto parece explicar las instrucciones del Señor en cuanto a “la cola entera” (vers. 9) e implica que toda la cola debía ser ofrecida (véase Wilson, Old Testament Word Studies, s. v. “rump”, pág. 363).

(14-12) Levítico 4:2. ¿Qué significa “pecar por yerro”?

El vocablo hebrero chata’t, usado para este sacrificio, proviene de una raíz que significa “errar”, no dar en el blanco” o “tropezar y caer” (Wilson, Old Testament Word Studies, s. v. “sin”, pág. 395). Así tenemos que los pecados que eran expiados por medio de esta ofrenda eran los cometidos por error, o sea, pecados cometidos involuntariamente. En otras palabras, esta ofrenda cubría aquellos pecados que se cometían por debilidades de la carne, en oposición a los cometidos deliberadamente por rebelión. Este sacrificio ilustra el hecho de que aun cuando no pecamos deliberadamente, siempre tenemos que someternos a la justicia. El profeta y rey Benjamín explicó: “Pues he aquí, y también en su sangre [de Cristo] expía los pecados de aquellos…que han muerto no sabiendo la voluntad de Dios concerniente a ellos, o que han pecado por ignorancia” (Mosíah 3:11).

Para esta ofrenda se permitía traer muchos tipos de obligaciones (véase Levítico 4:3, 13-14, 22-23, 27-28; 5:6-7, 11-12). Según lo que usted entiende de la ley de Moisés, ¿por qué cree que el Señor permitía tantas ofrendas aceptables para expiar los pecados por yerro?

(14-13) Levítico 4:5-7. ¿Por qué la sangre era llevada al tabernáculo y esparcida delante del velo y también puesta sobre los cuernos del altar?

La sangre de todos los sacrificios era el símbolo directo de la expiación o reconciliación (véase encabezamiento 14-6). El número siete era símbolo de perfección (el número proviene de la raíz hebrea que significa “entero” o “completo” y también, probablemente, de la idea de que la Creación fue terminada en siete días). Así tenemos que el número siete llegó a ser un símbolo del pacto. Por causa del pecado, los habitantes de Israel estaban en peligro de perder su relación de convenio con Jehová. En verdad eran pecadores, y aquellos pecados siempre estaban delante del Señor. Aunque los israelitas los olvidaran, Dios no los olvidaba. Sin embargo, resultaba igualmente inolvidable el hecho de que Cristo expiaría los pecados resultantes no de la rebelión sino de las debilidades de la carne. La sangre de la ofrenda por el pecado (simbólico de la expiación del Señor), cuando era llevada detrás del velo por el sumo sacerdote, quedaba allí donde siempre podía estar presente delante de los ojos de Dios (véase Jukes, Law of the Offerings, págs. 153-54).

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horn altar

Los cuernos del altar

Los cuernos del altar del sacrificio y del altar del incienso eran un símbolo de poder (quizás porque muchos animales con cuernos tienen gran fuerza). Así, los cuernos sobre los altares eran un símbolo de que en aquéllos había poder para salvar. (En Lucas 1:69 Cristo es llamado “cuerno de salvación”. Nota del traductor: La cita mencionada aparece así en la versión de Casiodoro de Reina anterior a la revisión hecha en 1960. En la versión revisada el versículo citado dice “poderoso Salvador”.) El colocar la sangre de la ofrenda por el pecado sobre los cuernos del altar del incienso significaba que la sangre expiatoria tenía el poder de lograr que las oraciones de Israel fueran más eficaces.

(14-14) Levítico 4:12. ¿Cuál es el significado de quemar la ofrenda por el pecado, fuera del campamento?

La ofrenda de la grosura y de las entrañas sobre el altar demostraba que la misma era aceptable a Dios. Como este sacrificio representaba los efectos del pecado, la ofrenda misma no podía ir sobre el altar. Al principio puede parecer sorprendente que Cristo pudiera ser representado como una ofrenda por pecado. Una vez más Jukes aporta comentarios aclaratorios con respecto a la manera cómo la ofrenda por el pecado difería de la ofrenda de olor grato (holocausto, ofrenda de harina y ofrenda de paz).

“Hasta aquí no hemos encontrado la idea de pecado en las otras ofrendas. El holocausto, la ofrenda de flor de harina y la ofrenda de paz, aunque mucho diferían entre sí, en esto eran semejantes: en que cada una de ellas era la presentación de algo grato a Jehová, una oblación para satisfacer sus santos requisitos, y al aceptarla, El indicaba su agrado. Pero aquí, en las ofrendas por yerros y pecados, leemos en cuanto al pecado con relación a la ofrenda misma. En esta clase de ofrenda se confiesa y se juzga el pecado; el pecado requiere sacrificio y derramamiento de sangre, y de esta manera, es expiado, borrado y perdonado…

“…el pecado ciertamente es mostrado en esta ofrenda como sumamente reprobable, odioso y malo a los ojos de Dios; sin embargo, también muestra que ha sido perfectamente juzgado y expiado por el sacrificio…Las ofrendas de sabor grato son, tal como sabemos, Cristo en perfección ofreciéndose a sí mismo por nosotros a Dios, sin pecado; en las otras, por el contrario, como veremos, Cristo es nuestro representante por el pecado.” (Jukes, Law of the Offerings, págs. 137-39.)

El sacrificio expiatorio que comenzó en Getsemaní y terminó al día siguiente en el Gólgota puede ser considerado como una ofrenda por el pecado, pues ése fue su propósito. El élder James E. Talmage escribió

“Para la mente finita, la agonía de Cristo en el jardín es insondable, tanto en lo que respecta a intensidad como a causa…Luchó y gimió bajo el peso de una carga que ningún otro ser que ha vivido sobre la tierra puede siquiera concebir de ser posible. No fue el dolor físico, ni la angustia mental solamente, lo que lo hizo padecer tan intenso tormento que produjo una emanación de sangre por cada poro, sino una agonía espiritual del alma que sólo Dios era capaz de conocer…

“En alguna forma efectiva y terriblemente real, aun cuando incomprensible para el hombre, el Salvador tomó sobre sí la carga de los pecados de todo el género humano, desde Adán hasta el fin del mundo.” (Jesús el Cristo, págs. 643-44.)

En otras palabras, para satisfacer las demandas de la justicia, Cristo se puso ante la ley como si fuera culpable de todos los pecados, aun no siendo culpable de ninguno. El vino a ser una ofrenda por el pecado de todo el género humano. Este sacrificio fue algo más que el sufrimiento en el Jardín de Getsemaní. La culminación de este sacrificio tuvo lugar sobre la cruz, fuera de los muros de la ciudad. Así es que Pablo vio en el sacrificio de Cristo el cumplimiento de la similitud de la ofrenda por el pecado, la cual era quemada fuera del campamento:

“Porque los cuerpos de aquellos animales cuya sangre a causa del pecado es introducida en el santuario por el sumo sacerdote, son quemados fuera del campamento. Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta. Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio.” (Hebreos 13:11-13.)

(14-15) Levítico 4:25. 30, 35

La sangre de la ofrenda por pecado que daban el gobernante y el pueblo no era salpicada sobre los costados del altar de bronce, sino que con ella eran mojados los cuernos del mismo. Los cuernos simbolizaban la fuerza y el poder de Jehová. El poner la sangre expiatoria sobre ellos simbolizaba que el perdón podía alcanzarse solamente mediante el poder de Dios.

(14-16) Levítico 5:1-13

Estos versículos son una continuación de los requisitos para la ofrenda por el pecado. Los pecados incluidos aquí y que necesitaban expiación son los de omisión (no informar sobre un delito del que hemos sido testigos), ignorancia (acto involuntario) e imprudencia.

Aunque mencionado como ofrenda de expiación (véase vers. 6), este sacrificio no debe ser confundido con la ofrenda por yerros comentada en Levítico 5:14-19. La ofrenda por pecado aquí es para expiar por aquellos actos que requerían una ofrenda de esa naturaleza (ignorancia, ofensas menores, impureza ceremonial).

(14-17) Levítico 5:14-19; 6:1-7. ¿Cuál es la diferencia entre la ofrenda por el pecado y la ofrenda por yerro?

Los profetas del Libro de Mormón claramente enseñaron que aquellos que no han “nacido del Espíritu” o “cambiado de su estado carnal y caído” (Mosíah 27:24-25) están en “rebelión contra Dios” y ciertamente son “enemigo(s) de Dios” (Mosíah 16:5; véase también 3:19). Esta naturaleza caída o pecaminosa, llamada “hombre natural”, debe ser considerada a fin de diferenciar entre la ofrenda por el pecado y la ofrenda por el yerro.

“Con nuestra falta de visión, nuestra incapacidad de ver más allá de la superficie, naturalmente miramos lo que el hombre hace en lugar de lo que él es; y aunque estamos deseosos de admitir que hace el mal, tal vez ni pensemos que es malo. Mas Dios juzga lo que somos así como lo que hacemos, tanto nuestro pecado como nuestros yerros. Para El el pecado en nosotros, o sea, nuestra naturaleza pecaminosa, es tan evidente como nuestros yerros, los que no son sino el fruto de aquella naturaleza.

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Christ in Gethsemane

La sangre derramada en Getsemaní y sobre la cruz expió los pecados del mundo

“Y bien, la diferencia entre las ofrendas por el pecado y por yerros es justamente ésta: unas son por el pecado en nuestra naturaleza (ej. ‘el hombre natural’) y las otras por sus frutos. Un examen detenido de los detalles de las ofrendas es todo lo que se necesita para comprenderlo. En la ofrenda por el pecado no se menciona ningún acto particular de pecado, sino que determinada persona se presenta abiertamente como el pecador que confiesa; en la ofrenda por yerro se enumeran ciertas acciones y nunca aparece la persona. En la ofrenda por el pecado veo a un individuo que necesita expiación y que ofrece una oblación por sí mismo como pecador; en la ofrenda por yerro veo ciertas acciones que necesitan ser expiadas, y la ofrenda que se ofrece por estas ofensas en particular.” (Jukes, Law of the Offerings, págs. 148-49.)

(l4-18) Levítico 5:16. ¿Por qué se agregaba una “quinta parte” a la ofrenda por yerro?

“En el caso de pecado, esto es, por nuestra naturaleza pecaminosa y donde no se ha cometido un hurto o mal contra alguien, la justicia quedaría plenamente satisfecha mediante la muerte y sufrimiento del pecador. Pero el sufrimiento y la muerte del peca dor no satisfaría el mal ocasionado por el yerro. Quien muriera como consecuencia de su propio yerro dejaría siempre en pérdida a la parte perjudicada. El que comete la falta sería castigado, pero el mal no quedaría reparado. La muerte del ofensor no repararía la falta ni restauraría los derechos de los que la otra persona fue despojada. En tanto, o hasta que esto fuera hecho, la expiación o satisfacción escasamente podría ser considerada perfecta. En consecuencia, para satisfacer las demandas mediante la ofrenda por yerro, no solamente hay juicio sobre el que lo comete, sino también restitución: el derecho del cual la otra parte había sido despojada queda satisfecho; el yerro plenamente reparado.” (Jukes, Law of the Offerings, pág. 179.)

l4-19 Levítico 6:13. ¿Por qué no se permitía que el fuego del gran altar se apagara?

El fuego sobre el primer altar hecho bajo la dirección de Moisés fue encendido mediante la acción directa de Jehová (véase Levítico 9:24) Era deber del sacerdote mantener ardiendo este fuego, lo que simbolizaba la continuidad del pacto que hacía que las ordenanzas del sacrificio fueran perpetuamente válidas. Además, como se explicó en los temas suplementarios bajo el encabezamiento D-5, el fuego simbolizaba el poder purificador del Espíritu Santo, poder que nunca se extingue.

(14-20) Levítico 7:11-27. ¿Por qué el que ofrecía participaba de la ofrenda de paz?

Una vez que la grosura, ríñones, pecho y parte superior de las patas traseras eran quitados, el resto del animal se le devolvía al oferente. Este, al regresar a su casa, empleaba esa carne para preparar una comida a la cual eran invitados su familia, sus amigos y los pobres. Como el sacrificio servía como parte principal de este festín, no se aceptaba la ofrenda de aves porque proporcionaban muy poca carne. Este festín venía a ser una comida de pacto santo en que participaba con gozo y gratitud porque represenhermandad con el Señor. El alimento terrenal simbolizaba el poder espiritual mediante el cual el Señor tisfacía y refrescaba a sus santos y los guiaba a la victoria sobre todos sus enemigos.

Todos los participantes compartían de esta ofrenda. El Señor especificaba su porción, la que era dada al sacerdote, quien la compartía con su familia. Por lo tanto, todos gozaban del espíritu de la comida de hermandad, de la misma manera que todos participan en la obra de Dios que consiste en llevar salvación a los fieles y victoria sobre la muerte y el infierno.

Participar conscientemente de la ofrenda de paz estando en condición de impureza era razón para excomunión (véase vers. 21) porque el hombre no puede estar en condición de pecado y en paz con al mismo tiempo.

(14-21) Levítico 7:28-34. ¿Qué era la ofrenda elevada y la ofrenda mecida?

El Señor declaró que dos porciones del animal serían del sacerdote. La primera era “la ofrenda elevada” la cual era la porción superior de una de las piernas posteriores. El término elevado significaba en hebreo “arrancar, o quitar”. Esta porción era dada por el oferente al sacerdote en pago por su ayuda. El “pecho mecido” (vers. 34) era la parte de abajo del pecho del animal. Este trozo especial, junto con la grosura y los ríñones, era del Señor. El pecho era presentado al Señor mediante el movimiento de vaivén, es decir, meciéndolo. Para hacerlo, el sacerdote colocaba la ofrenda en las manos del oferente y luego ponía debajo sus propias manos. Entonces mecían el pecho del animal con un movimiento horizontal hacia el altar (transfiriéndolo simbólicamente al Señor) y en sentido contrario representando la aceptación de la ofrenda por parte de Dios y la transferencia de esta aceptación a su siervo, el sacerdote (véase Keil y Delitzsch, Commentary, 1:2:330.)

(14-22) Levítico 8-9

Estos capítulos relatan el llamamiento de Aarón y de sus hijos y la santificación del tabernáculo, tal como fue ordenado en Exodo 28-29. En cuanto al significado de la sangre sobre el lóbulo de la oreja, sobre el pulgar y sobre el dedo en el pie, véase encabezamiento 13-16.

(14-23) Levítico 10:1-7. ¿Qué era el fuego extraño ofrecido por los hijos de Aarón?

El vocablo hebreo traducido por “extraño” significa “ajeno…en oposición a lo que es santo y legítimo” (Wilson, Old Testament Word Studies, s. v. “stranger”, pág. 422). De modo que la idea no es que el fuego fuera extraño o poco común, sino que estos dos hijos de Aarón emplearon una forma de adoración que no había sido autorizada por Dios. No está claro en el registro si tomaron el fuego (en realidad carbones encendidos) de otro lugar y no del gran altar que Dios mismo había encendido (véase Levítico 9:24), o si usaron incienso que no fue preparado en la forma especificada (véase Exodo 30:34-37). Pero después de revelar la preparación correcta del incienso, el Señor advirtió: “Cualquiera que hiciere otro como este para olerlo, será cortado de entre su pueblo” (Exodo 30:38). A los otros hijos de Aarón se les prohibió lamentar en público por la muerte de sus hermanos, pues esto hubiera significado ante la demás gente que el Señor había sido injusto en el castigo (véase Levítico 10:6).

(14-24) Levítico 10:16-19. ¿Por qué Moisés se enojó con Aarón y sus hijos?

Parte de la ofrenda por el pecado era para el uso del sacerdote que administraba la ofrenda, llevando de ese modo “la iniquidad de la congregación” (vers. 17); sin embargo, Eleazar e Itamar habían quemado todo en lugar de comer su porción. Esta era la segunda vez que los hijos de Aarón no habían obedecido la ley. En un momento justificado de ira, Moisés los reprendió, pero Aarón enfrentó la situación.

“La excusa que Aarón presenta para no participar de la ofrenda por el pecado de acuerdo con la ley es apropiada y digna; tal como si hubiera dicho: ‘Dios ciertamente me ha mandado comer de la ofrenda por el pecado; pero cuando cosas como éstas me han sucedido, ¿sería bueno ello ante la vista del Señor? ¿No espera El que yo como padre sienta pesar en tales circunstancias de aflicción?’ Con esta respuesta Moisés se dio por satisfecho; y Dios, que conocía su situación, no dio señales de notar la irregularidad que había ocurrido en el servicio solemne. A la raza humana Dios ha dado el privilegio de llorar en tiempos de aflicción y en su bondad infinita ha ordenado que las lágrimas, que son sólo evidencia externa de nuestro pesar, sean la expresión de nuestras penas y tiendan a mitigar la tristeza que ha dado lugar a tales lágrimas.” (Clarke, Bible Commentary, 1:539.)

RESUMEN ANALITICO

(14-25)

Pregunta. ¿No se dijo que la ley de Moisés iba a ser un gran paso hacia adelante? ¿Quiere eso decir un paso adelante solamente para el antiguo Israel o para nosotros también?

Respuesta: Considere un momento cómo sería el mundo hoy en día si sus habitantes estuviesen deseosos de vivir realmente los principios enseñados en la ley de Moisés. Aun algunos miembros de la Iglesia no viven según las normas de aquella ley, mucho menos según la ley mayor que hemos recibido.

Pregunta. Pero nosotros tenemos la plenitud del evangelio y eso anula la ley de Moisés para nosotros, ¿no es así?

Respuesta: Naturalmente, pero consideremos el asunto desde otro punto de vista. La ley de ceremonias y ordenanzas, debemos admitir, ya no es requerida y la perfección que buscamos no era posible bajo el sacerdocio menor (véase Hebreos 7:11). Pero los principios que servían de base a esa ley son tan importantes e indispensables hoy en día como lo eran entonces. Estos principios, que eran parte del evangelio preparatorio, fueron también incorporados en la ley mayor mediante la cual vendrá la perfección. Pero no nos referíamos solamente a eso cuando dijimos que no estamos viviendo a la altura de las normas de la ley, sino que en esta idea se incluyen también los aspectos sociales y morales de la ley dada por medio de Moisés.

Pregunta. ¿Qué significa eso?

Respuesta. He aquí algunos conceptos que llevan a nuestra vida los principios de la ley. Estas ideas señalarán no solamente lo que puede haber generado la aplicación de la Ley de Moisés en el corazón de un israelita fiel de la antigüedad, sino también lo que puede generar en el corazón de un israelita moderno vivir el principio que sirve como base a la ley.

Concepto 1: La ley dice que debemos servir (véase Levítico 19:13-18; 32-37). ¿Cuál es la naturaleza del servicio que usted presta? ¿Lo hace por deber y resulta cansador algunas veces? ¿O ha sentido el poder y conocimiento que el servicio sincero produce en el alma? ¿Ha recibido “gracia sobre gracia” y continuando “de gracia en gracia” hasta poder venir al Padre en el nombre de Cristo y “en el debido tiempo recibir de su plenitud”? (D. y C. 93:12-13, 19.) En verdad, ¿puede el Señor felicitarle de la misma manera que felicitó a Nefi, hijo de Helamán, por ser infatigable? (Helamán 10:4.)

Concepto 2: La ley manda la oración (véase Deuteronomio 26:13-15). ¿Cómo es la naturaleza de sus oraciones? ¿Puede usted orar como hacían los nefitas, “llenos de anhelo” y del Espíritu al punto de que “les era manifestado lo que debían suplicar”? (3 Nefi 19:24.) ¿Siente alguna vez, en el curso de su oración, cierta influencia sobrecogedora del Espíritu asegurándole quedamente que sus oraciones son oídas?

Concepto 3: La ley implica perdón (véase Levítico 19:17-18). ¿Se encuentra a veces sin deseos de perdonar, o lo hace de mala gana? ¿O tiene el deseo de perdonar, pensando como José Smith, el Profeta, que “cuanto más nos acerquemos a nuestro Padre Celestial, tanto más habrá en nosotros la disposición de sentir misericordia hacia las almas que están pere ciendo; sentiremos el deseo de llevarlas sobre nuestros hombros y echar sus pecados a nuestras espaldas”? (Smith, Enseñanzas del profeta José Smith, pág. 292.)

Concepto 4: La ley dice que debemos adorar a Dios (véase Deuteronomio 6:3-11); ¿Busca usted al Señor “para establecer su justicia” o anda en su propio camino, según la imagen de su propio Dios, “cuya imagen es a semejanza del mundo y cuya substancia es la de un ídolo” (D. y C. 1:16). ¿Cree, como lo expresó el profeta José, que “no podemos vivir sino por adorar a nuestro Dios?” (Enseñanzas del profeta José Smith, pág. 293), o como dijo el élder B. H. Roberts, que como Dios es toda sabiduría, todo amor y completamente generoso, “las otras inteligencias lo adoran y someten sus juicios y voluntad al juicio y voluntad de El…Esta sumisión a la voluntad (de Dios)…se llama adoración”. (Enseñanzas, pág. 437, nota núm. 8 al pie de la página.)

Concepto 5: La ley dice que debemos amar (véase Levítico 19:18). ¿Ha sentido la fuerza vital en usted, aquella que José Smith dijo que “en sí misma se distingue”, “sin prejuicio” y que “ensancha la mente” y “nos permite tratar con mayor liberalidad a los que no son de nuestra fe”? (Enseñanzas, págs. 173-74.) Este principio, recalcó, “se aproxima a la mente de Dios, porque es como Dios” (Enseñanzas, pág. 174). Ciertamente, Juan el Amado dijo: “Dios es amor” (1 Juan 4:16). ¿Ha sentido usted el cumplimiento de su promesa de que “si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros” y que “el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él”? (1 Juan 4:12, 16.) ¿Puede tener “confianza en el día del juicio” por causa de la perfección de ese amor porque “como él es, así somos nosotros en este mundo”? (1 Juan 4:17.)

Pregunta. ¿Entonces los principios incorporados en la ley realmente son un paso adelante y son de valor para mí hoy en día?

Respuesta. Sí. Lo que Dios da a sus hijos siempre eleva y edifica, aunque en algunos casos, a causa de nuestra propia indignidad, no puede dar a todos lo que a El le gustaría dar. Nunca consideremos la Ley de Moisés como algo primitivo o una ley menor en importancia, pues es la obra de la mano de Dios y, como todas sus palabras, lleva la marca de la perfección. Más bien seamos como el salmista que clamó:

“¡Oh, cuánto amo yo tu ley. Todo el día es ella mi meditación…Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino…Por heredad he tomado tus testimonios para siempre, porque son el gozo de mi corazón.” (Salmos 119:97, 105, 111.)