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Números 1-12: En el desierto: Primera parte


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Números 1-12

En el desierto: Primera parte

(17-1) Introducción

El título del libro de Números es tomado de la Vulgata Latina donde aparece como Numeri (”Números”), nombre que sirve para describir el censo dado en los tres primeros capítulos de esa obra y que no tiene mayor relación con el contexto general. Por lo tanto, Números es el nombre cristiano usado estrictamente para esta sección del Tora, o sea, de los cinco primeros libros de la Biblia, o libros de Moisés.

Los hebreos tenían por costumbre elegir, entre las primeras palabras de un texto, una que le sirviera de título. Así los judíos han dado a esta obra dos nombres: Vayedabber (”Habló”), que es la primera palabra hebrea del texto, o, más comúnmente Bemidbar (”en el desierto”) vocablo que ocupa el quinto lugar en el primer versículo.

Esta parte de la obra de Moisés relata el traslado de los hijos de Israel desde el Monte Sinaí al Monte Pisga, el cual se eleva en la margen oriental del Jordán y desde cuya cima se ve gran parte de la tierra prometida. El libro incluye un detalle del censo de Israel, los preparativos levíticos para trasladar el tabernáculo, la razón por la que Israel fue maldecido con cuarenta años de vida errante, el segundo censo de Israel después de la muerte de los que tenían más de veinte años de edad en la época del Exodo, la elección de Josué para dirigir a Israel y una descripción de algunas de las tierras de herencia para cada tribu.

Este libro no contiene muchos discursos doctrinales, pero aporta el entendimiento necesario de acontecimientos históricos importantes ocurridos en la familia de Jacob. Algunos de los principios doctrinales encerrados en estos acontecimientos históricos son de gran valor, y el alumno debe estar alerta para ir captando los hechos más importantes y los preparativos a los que se sometió el pueblo de Israel antes de estar listo para obtener su recompensa prometida

COMENTARIOS SOBRE NUMEROS 1-12

(17-2) Números 1:1-46. ¿A cuántas personas dirigió Moisés a través del desierto?

El primer censo de Israel después del Exodo arrojó la cifra de 603.550 hombres de más de veinte años de edad y aptos para ir a la guerra (véase vers. 3). Esta cantidad no incluía a ninguno de los levitas (véase el vers. 47) que eran unos 22.000 (véase Nm. 3:39). Excluía a las mujeres, a los ancianos y a los menores de veinte años, así como a todos los hombres incapacitados para portar armas. Este registro ha hecho que algunos eruditos calculen el total de los hijos de Israel en más de dos millones de almas (Keil y Delitzsch, Commentary, 1:3:4-5). Otros creen que ha habido errores de texto en la transmisión de los números, errores cometidos en el transcurso de los siglos, y que el número total de israelitas estaría más cerca del medio millón (véase Temas suplementarios E, “El problema que presentan las cifras que se mencionan en el Antiguo Testamento”). Sea lo que fuere, la tarea de Moisés era increíblemente grande: dirigir aun cuando fuera a quinientas mil personas a través de un desierto hostil e intentar saciar el hambre y la sed de todas, atender sus necesidades de abrigo y protección de los elementos naturales, así como llevarlas a un estado de madurez espiritual y obediencia. No sorprende, por lo tanto, que ello haya servido para hacer que Moisés exclamara: “No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en demasía” (Números 11:14).

(17-3) (17-3) Números 1:32-35

La bendición de Efraín fue cumplida aquí en el hecho de tener miles más de hijos aptos para la guerra que los que tenía su hermano mayor, Manasés (véase Génesis 48:19-20).

(17-4) Números 1-47:54

Aquellos que poseían el Sacerdocio Levítico tenían la asignación de cuidar de la casa del Señor: de oficiar en nombre de los hijos de Israel y desmantelar y volver a construir el tabernáculo cuando se trasladaban de un lado a otro. En otras palabras, ellos eran los protectores del tabernáculo, y sus tiendas estaban alrededor del mismo.

(17-5) Números 2. ¿Por qué había un orden específico para acampar y para marchar?

La casa de Dios es casa de orden (véase D. y C. 132:8). En representación simbólica de este orden, así se hacía en el campamento de Israel. El orden era mantenido tanto al acampar como al marchar.

Las tribus se desplegaban en cuatro grupos de tres. Al oriente del campamento y al frente de la columna en marcha estaban Isacar y Zabulón, con Judá a la cabeza. En el lado sur, en segundo lugar, estaban Simeón y Gad, bajo la dirección de Rubén. En el centro estaban los levitas. Hacia el poniente y en cuarto lugar de marcha estaban Manasés y Benjamín, dirigidos por Efraín. Hacia el norte y en la retaguardia estaban Aser y Neftalí, con Dan a la cabeza.

El lugar de honor, a la cabeza de las huestes, e inmediatamente detrás del tabernáculo, era ocupado por Judá y Efraín respectivamente. Judá acampaba directamente al oriente de la entrada del tabernáculo.

(17-6) Números 3

Los levitas no eran contados con las demás tribus de Israel por causa de su mayordomía divina de actuar en el lugar del hijo primogénito (véase vers. 12-13). José, por otra parte, ya tenía asignada una doble porción, y tanto Efraín como Manasés llegaron a ser tribus independientes (véase Génesis 48:22). También se hacía distinción entre los hijos de Aarón y los demás levitas (véase vers. 2, 8-10; encabezamiento 17-15). Los descendientes de Aarón fueron designados como sacerdotes y recibieron la mayordomía de presidir en las ordenanzas del tabernáculo. Los otros levitas ayudaban en el mantenimiento del tabernáculo y sus servicios, pero no podían realizar las ordenanzas de sacrificio, ni quemar el incienso y demás. Aunque todos los levitas acampaban alrededor del tabernáculo, Aarón y sus hijos, junto con Moisés, ocupaban una posición favorecida directamente frente a la entrada del recinto (véase vers. 38).

(17-7) Números 3:51. ¿Por qué los primogénitos que excedían eran redimidos con dinero?

El total de levitas en servicio religioso se aproximaba bastante al número total de los primogénitos de Israel. Los 273 primogénitos excedentes, que no eran redimidos hombre por hombre mediante un substituto levita, eran redimidos por una ofrenda de cinco siclos cada uno. El presidente John Taylor explicó el porqué de este procedimiento:

“Los primogénitos de los egipcios, para los cuales no hubo cordero como señal propiciatoria, fueron destruidos. Los israelitas se salvaron únicamente mediante la propiciación y expiación. Bajo las circunstancias debían haber perecido con los egipcios que estaban condenados, de no haber sido por la expiación y propiciación futura de Cristo, de la cual aquel sacrificio era un símbolo.

“De ahí que el Señor reclamara como suyos, en toda justicia, a quienes El salvó y considerándolos como suyos demandó sus servicios…Aceptó a la tribu de Leví en el lugar del primogénito de Israel; y como había más primogénitos que levitas, la diferencia tenía que ser redimida con dinero, el cual era dado a Aarón, como gran Sumo Sacerdote y representante del Sacerdocio Aarónico, siendo él además, un levita (véase Numéros 3:50-51).” (Mediation and Atonement, pág. 108.)

(17-8) Números 4:1-49. ¿Cuál es la importancia de los hijos de Coat?

El capítulo 4 de Números explica los deberes y responsabilidades de las ramas de los levitas con relación al tabernáculo. Moisés y Aarón eran hijos de Amram, nieto de Leví a través de Coat (véase Números 3:19; Exodo 6:18, 20). Aarón y sus hijos fueron apartados al sacerdocio y recibieron a los demás hijos de Leví para que los ayudaran en el traslado y funciones del tabernáculo (véase Números 3:5-13).

Coat parece haber sido el segundo hijo de Leví (véase Números 3:17), pero probablemente fue mencionado primero por causa de sus nietos Moisés y Aarón, y también porque sus descendientes varones eran los portadores del mobiliario sagrado del tabernáculo (véase Dummelow, Commentary on the Holy Bible, pág. 104).

Los hijos de Leví comenzaban su ministerio en el tabernáculo a la edad de treinta años, la misma edad en la que el Salvador comenzó su ministerio terrenal (véase Números 4:3, 23, 30; Lucas 3:23).

(17-9) Números 5:1-4. Separación de los inmundos

Los que sufrían de lepra o de flujo no tenían permiso para marchar o acampar con el resto de Israel (véase el vers. 2). El ser echado del campamento implicaba solamente una separación del cuerpo principal, no un rechazo total o abandono. Un conocido estudioso de las Escrituras explicó la razón de este aislamiento.

“La expulsión mencionada aquí se fundamentaba 1) en una razón puramente física: las enfermedades eran contagiosas y, por lo tanto, había necesidad de apartar a los afligidos de esos males para que la infección no fuera transmitida. 2) También existía una razón espiritual: el campamento era la habitación de Dios y nada impuro debía permanecer donde El moraba.” (Clarke, Bible Commentary, 1:631.)

(17-10) Números 5:11-31. El juicio de los celos

Esta ley, para establecer la culpa o la inocencia de una adúltera, es sorprendente en muchos sentidos. Al principio parece tremendamente parcial contra la mujer, pues no hay un requisito similar con relación al hombre. Un examen más minucioso de la ley muestra qué es lo que encerraba y la razón por la que el Señor la reveló.

“Los rabinos que han comentado en cuanto a este texto nos informan lo siguiente: Cuando un hombre, llevado por el espíritu de los celos, sospechaba que su esposa hubiera cometido adulterio, la llevaba ante los jueces y la acusaba del delito; pero si ella aseguraba su inocencia y rehusaba reconocerse culpable, y siendo que él no tenía testigos para testimoniar en su favor, requería que ella fuera sentenciada a beber las aguas amargas indicadas por la ley; que Dios, por este medio, descubriera lo que ella deseaba esconder. Después que los jueces escuchaban la acusación y la negativa, el hombre y la esposa eran enviados a Jerusalén para comparecer ante el Sanedrín, cuerpo compuesto de los únicos jueces en tales asuntos. Los rabinos dicen que los jueces del Sanedrín al principio prorrumpían en amenazas para confundir a la mujer y hacerla confesar su delito; si ella persistía en declararse inocente, era llevada al portón oriental del tribunal de Israel donde le era quitada la ropa y era vestida de negro en presencia de otras mujeres. El sacerdote entonces le decía que si ella sabía que era inocente no tenía que temer nada, pero que si era culpable, podía esperar sufrir todo lo que la ley señalaba; a lo cual ella respondía: Amén, amén.

“El sacerdote entonces escribía las palabras de la ley sobre un trozo de pergamino, con tinta que no contenía vitriolo para que pudiera ser borrada fácilmente. Las palabras escritas sobre el pergamino eran, de acuerdo con lo que dicen los rabinos, las siguientes: ‘Si un extraño no se ha allegado a ti, y tú no estás contaminada por haber traicionado el lecho de tu esposo, estas aguas amargas que yo he maldecido no te dañarán; pero si te has alejado de tu esposo y te has contaminado allegándote a otro hombre, que entonces seas maldita del Señor y ejemplo para su pueblo; que se pudra tu muslo y tu vientre se hinche hasta reventar. Que estas aguas amargas entren en tu vientre e, hinchado por ellas, se pudra tu muslo’.

“Después de esto el sacerdote tomaba un cántaro nuevo, lleno de agua sacada del recipiente de bronce que estaba cerca del altar de los holocaustos, echaba polvo tomado del suelo del templo al agua, le añadía algo amargo, como ajenjo, y habiendo leído las maldiciones antes mencionadas y después de recibir la respuesta de la mujer en el Amén, borraba las maldiciones, raspándolas y echaba la basura que se producía al borrarlas del pergamino en el recipiente de agua. Durante este procedimiento otro sacerdote rompía la ropa de la mujer hasta la altura del pecho, le descubría la cabeza, le desataba la cabellera, le sujetaba la ropa rota con una faja por debajo de los pechos y le daba la décima parte de un efa, o sea, alrededor de dos litros de harina de cebada, la cual estaba en una sartén, sin aceite ni incienso.

“El otro sacerdote, que había preparado las aguas de los celos, las daba a beber a la acusada, y en cuanto las había ingerido, ponía la sartén con la harina en manos de ella. Esta harina era mecida delante del Señor, y parte de la misma era arrojada al fuego del altar. Si la mujer era inocente, volvía con su esposo; y las aguas, en lugar de incomodarla, la tornaban más saludable y más fructífera que antes; si, por el contrario, era culpable, en seguida quedaba pálida, sus ojos parecían salirse de sus cuencas y, para evitar que el templo fuera profanado con su muerte, era sacada y moría en seguida con todas las circunstancias ignominiosas descritas en las maldiciones.” (Clarke, Bible Commentary, 1:634.)

Hay varios puntos que debemos tener en cuenta.

  1. Aunque este rito se concentraba en la mujer, de ninguna manera implicaba que los hombres que cometían adulterio fueran perdonados, pues la ley claramente declaraba que los adúlteros de ambos sexos tenían que ser apedreados hasta la muerte (véase Levítico 20:10).

  2. En cierto modo, la ley proveía dos clases de protección para las mujeres. Primero, sin esta ley es posible que un marido acusara injustamente de infidelidad a su esposa. Si su sola palabra era suficiente para condenarla, ella estaría ciertamente en una situación terrible. Al poner en manos del Señor la determinación de culpabilidad o inocencia, en lugar de ponerla en manos del esposo o de otros hombres, se aseguraba de que ella podía volver a ocupar el lugar que le pertenecía en la sociedad y recuperar su buena reputación si era inocente.

    El segundo beneficio positivo es más sutil pero probablemente de mayor valor. Si el marido sospechaba que su esposa había cometido adulterio, uno de los resultados sería una gran tirantez en la relación matrimonial. En el sistema legal de hoy día, sin testigos para probar su culpabilidad, el tribunal probablemente la declararía inocente. Pero la base para ello sería la carencia de evidencia positiva de su culpa y no una prueba de su inocencia. Tal declaración legal, por lo tanto, serviría de poco para aliviar las dudas del esposo, y el enfriamiento de la relación continuaría. Los vecinos y amistades también cobijarían sospechas en cuanto a la inocencia de la mujer. Con el juicio por celos, la prueba de la declaración de Dios sobre la inocencia de la mujer resultaba irrefutable. La reputación de ella se salvaba, y la relación matrimonial se mejoraba. Así, la verdadera justicia y la misericordia eran aseguradas, y el asunto pronto quedaba acallado.

  3. Aquellos que preguntan por qué no había una prueba semejante que la mujer pudiera demandar de su marido deben recordar que si la mujer acusada rehusaba someterse a la prueba de las aguas amargas, su actitud era considerada una confesión de culpabilidad. En ese caso, ella y su pareja en el acto indigno eran ajusticiados (véase Levítico 20:10). Si ella intentaba mentir y pasar la prueba, pero acarreaba las maldiciones sobre sí, este resultado también era considerado prueba de culpa para el hombre con quien cometió la falta. Es posible que si una mujer creía que su marido era culpable de infidelidad pidiera que la mujer que sospechaba fuese sometida a prueba de celos. El resultado inmediatamente establecería la culpa o la inocencia del esposo así como de la mujer con la cual hubiera cometido falta.

  4. Así, en un mundo donde los derechos de las mujeres a menudo eran pisoteados, el Señor proporcionaba un medio para proteger sus derechos así como para asegurarse de que el mal fuese destruido y la justicia establecida.

(17-11) Números 6:1-21. ¿Qué era un nazareo?

Un nazareo era un hombre o mujer que tomaba un voto voluntario de apartar su vida al servicio del Señor, o de vivir consagrado a El (Keil y Delitzsch, Commentary, 1:1:34). Ser nazareo no tenía nada que ver con ser oriundo del pueblo de Nazaret.

Un nazareo tomaba sobre sí tres votos: abstenerse totalmente de vino o bebidas fuertes, inclusive de productos del vino bajo cualquier forma (véase Números 6:3-4); no permitir que la navaja tocara su cabeza sino dejar que su cabellera creciera naturalmente como una corona a Dios (véase Números 6:5); y no acercarse a difunto alguno, aunque fuera miembro de su familia (véase Números 6:6). Su vida y todos sus esfuerzos eran completa y expresamente dedicados al Señor. Esta vida consagrada tenía un parecido con la del sumo sacerdote (véase Levítico 21:10-12). Quienes parecen haber tomado tales votos, o tuvieron padres que hicieron esos votos por ellos, incluyen a Sansón (Jueces 13:5), Samuel (véase 1 Samuel 1:11, 28) y Juan el Bautista (véase Lucas 1:15). En algunos casos, estos votos eran vitalicios, pero más a menudo eran por un período definido después del cual el individuo volvía a la vida corriente. (Dos casos en el Nuevo Testamento parecen relacionados con este voto y se encuentran en Hechos 18:18-19 y 21:23-26.)

(17-12) Números 7

El vocablo príncipe en hebreo significa “jefe o mandatario de la tribu”. Para informarse en cuanto a los utensilios del tabernáculo, véase el encabezamiento 13-7. Para conocer el valor de un siclo, véase la tabla de pesos y medidas que se encuentra en la sección de Mapas y Gráficas.

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the holy place

El Santuario, o Lugar Santo

(17-13) Números 8:1-4. ¿Qué quiere decir “iluminarán hacia adelante”?

Indudablemente el sentido de esta frase es que una vez encendidas las lámparas, su luz alumbraría hasta el otro extremo del salón donde se encontraban la mesa del pan de la proposición (”hacia adelante del candelero”). (Nota: Téngase en cuenta que hacia atrás del candelero estaban las cortinas que formaban la pared del salón. Véase en el capítulo 13, en el Resumen Analítico, el bosquejo de la disposición del tabernáculo.)

(17-14) Números 8:5-22

Los levitas entraban a prestar servicio en el tabernáculo tal como un bebé entra al mundo: limpios y puros (véase vers. 6-7). Además, el pueblo ponía las manos sobre el sacerdote (véase vers. 10) el cual era entonces apartado para su servicio. Cuando un israelita llevaba una ofrenda al tabernáculo, antes de ser ofrecida en sacrificio ponía sus manos sobre la misma y simbólicamente transfería su identidad al animal de la ofrenda (véase encabezamiento 14-5). Al imponer el pueblo las manos sobre el sacerdote, éste tomaba sobre sí la identidad de ellos; esto es, venía a ser el representante de ellos ante el Señor.

(17-15) Números 8:19. ¿Qué diferencia hay entre el Sacerdocio Aarónico y el Levítico?

“El Sacerdocio de Aarón se divide en el Aarónico y el Levítico; sin embargo, es un solo sacerdocio. Es simplemente cuestión de designar ciertos deberes dentro del sacerdocio. De los hijos de Aarón que presidían dentro del orden Aarónico, se dice que poseían el Sacerdocio Aarónico; y a los hijos de Leví, que no eran hijos de Aarón, se les llamaba levitas. Estos poseían el Sacerdocio Aarónico, pero servían bajo los hijos de Aarón, o sea, en una capacidad menor.” (Smith, Doctrina de Salvación, 3:28.)

(17-16) Números 8:23-26. ¿En qué consistía la mayordomía de los levitas?

El capítulo 4 de Números habla del papel peculiar de los levitas en el traslado del tabernáculo, y estos versículos del capítulo 8 se refieren a su mayordomía y servicio en el mismo. Puesto que habían sido dados a Aarón y a sus hijos como ayudantes cuando éstos efectuaban las ordenanzas sagradas, los levitas recibieron la asignación de armar y desarmar el tabernáculo, de limpiarlo, de transportar leña y agua, y de matar los animales que iban a ser usados por sus hermanos en estos sacrificios. Se les permitía comenzar este servicio cinco años antes que los que trasladaban el tabernáculo. (Confrontar con Números 8:24, 4:3.)

Después de los cincuenta años de edad, los levitas debían servir con sus hermanos Aarón y sus hijos, en el cuidado del mobiliario del recinto santo (Números 8:25-26; véase también 3:7-9). Este servicio voluntario era una corona a sus años de madurez.

(17-17) Números 9:1-14

El concepto crucial enseñado por la fiesta de la Pascua era que Israel, mediante una ceremonia fija, tenía un modelo y recordatorio del Unigénito de Dios, cuya sangre salvaría espiritualmente al hombre, tal como la sangre puesta en los marcos de la puerta en Egipto los había salvado físicamente. (Repasar encabezamientos 10-1 y 10-6.)

(17-18) Números 9:15-23. ¿Cuál es el significado de la nube sobre el tabernáculo?

Este pasaje es el más amplio en cuanto a la ley del Señor concerniente a la movilización del campamento de Israel. Puesto que la nube de humo y fuego era una señal visible de la presencia de Dios, Israel aprendió a seguir literalmente al Señor. Acampaban, levantaban el campamento, viajaban y realizaban sus servicios por mandato del Señor —el hebreo dice “en la boca de Jehová” (confrontar con vers. 18). De hecho eran enseñados a seguir a Jehová, quien siempre ha dirigido a su iglesia y reino. A pesar de ello, muchos no supieron transferir el sentido de esta demostración física milagrosa a su corolario espiritual más importante.

(17-19) Números 10:1-10

Las trompetas de plata, “de obra de martillo” (vers. 10), eran usadas en siete ocasiones especiales: convocación de la asamblea general, reunión de los príncipes o jefes tribales, señal de levantar el campamento, alerta de guerra, para anunciar los días de celebración y gozo, para anunciar días de fiesta solemne y para anunciar las ofrendas y sacrificios a principio de cada mes. Es evidente que era necesario usar un medio de largo alcance para llamar a la acción a tantas personas.

(17-20) Números 10:21

Los coatitas eran levitas de la misma familia que Moisés y Aarón, siendo su abuelo un hijo de Leví, llamado Coat (véase Números 4:15, 18; Exodo 6:18, 20). Eran los únicos levitas cuya carga (el mobiliario del tabernáculo) era tan importante que se les requería que la llevaran sobre los hombros (véase Números 7:9).

(17-21) Números 10:29-32. ¿Quién era Hobab y qué quiso decir Moisés al decirle “nos serás en lugar de ojos”?

Raguel es otra forma del nombre Reuel (véase Exodo 2:18), y era la misma persona que conocemos como Jetro, suegro de Moisés.

“Hobab, cuñado de Moisés, fue persuadido, aunque al principio se mostró renuente a acompañar a Israel y a ser para los israelitas ‘en lugar de ojos’ o sea, para servirles como guía. Aunque Jehová daba las instrucciones generales, Hobab conocía la zona y podía ayudar a ubicar sendas determinadas, lugares para acampar, etc. Por lo que leemos en pasajes posteriores, es evidente que él y su familia siguieron con Israel y llegaron a ser herederos de tierras en Israel (véase Jueces 1:16 y 4:14; también I Samuel 15:6; II Reyes 20:15; I Crónicas 2:55 y más adelante en Jeremías 35 donde este profeta los cita como ejemplo de integridad).” (Rasmussen, Introduction to the Old Testament, 1:115.)

(17-22) Números 11:16-17, 24-29. ¿Cuál fue el don especial que recibieron los setenta varones de los ancianos?

“En respuesta a la solicitud de ayuda que hizo Moisés, setenta hombres fueron escogidos e investidos con el espíritu que estaba en él (Moisés); esto significa que fueron investidos con parte de la misma autoridad y dones espirituales que él poseía para que ellos también pudieran ‘profetizar’. Cuando algunos del pueblo objetaron que dos de aquellos hombres profetizaban sin haber estado en la ceremonia en la cual les fueron dados aquellos dones, Moisés dijo: ‘Ojalá todo el pueblo de JEHOVA fuese profeta, y que JEHOVA pusiera su espíritu sobre ellos’.

“(Notemos que vivimos en una dispensación en la que todos los miembros de la congregación del Señor pueden tener el don de la profecía y otros dones, en virtud del hecho de que todos los que se bautizan reciben el ‘don del Espíritu Santo’.

Probablemente algunos de nosotros no lo ejercemos.)

“En cuanto a tales dones espirituales en la época de Pablo, véase I Corintios 12:4-10.” (Rasmussen, Introduction to the Old Testament, 1:115.)

En este pasaje encontramos otra evidencia de la grandeza de Moisés. Algunos líderes se sentirían amenazados si sus subordinados dieran muestras de poseer dones y habilidades similares a las propias, porque su posición y puesto se podrían ver en peligro. No fue así con Moisés. En respuesta a la queja de Josué Moisés preguntó: “¿Tienes tú celos por mí?” (Números 11:29). No solamente no se veía amenazado por compartir su poder espiritual, sino que expresó el deseo de que cada israelita compartiera con él el mismo poder.

(17-23) Números 11:19-20, 31-35

Cuando Dios envió codornices en respuesta al deseo de Israel de comer algo más que maná, el pueblo se dio a la glotonería. La caza más pequeña les dio mucho más de lo normalmente necesario. El hecho de que codiciaran más de lo que podían consumir trajo sobre el pueblo un justo castigo. No se sabe cuántos murieron por la plaga, pero el lugar recibió el nombre de “Kibrot-hataava” o “Tumbas de los codiciosos” (vers. 34).

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quail

Codorniz silvestre

(17-24) Números 12:1-11. ¿Por qué María y Aarón se opusieron a Moisés?

De acuerdo con el historiador Josefo, cuando Moisés era general del ejército egipcio, en el ataque contra los etíopes, se casó con una etíope a modo de alianza política para dar fin a la guerra (Flavio Josefo, Antigüedades de los judíos, libro 2, cap. 10, párr. 1).

La razón del disgusto de María y Aarón fue que los etíopes eran descendientes de Cus y no israelitas. Sin embargo, la verdadera razón parece haber sido los celos motivados por la posición de Moisés como líder espiritual y profeta de Israel.

“Este encumbrado puesto de Moisés causó la envidia de sus hermanos, a quienes Dios había investido ricamente y puesto también en lugar destacado, siendo que María era distinguida como profetisa sobre las mujeres de Israel, en tanto que Aarón había sido elevado, por su investidura con el sumo sacerdocio, a la cabeza espiritual de toda la nación. Pero el orgullo del corazón natural no estaba satisfecho. Estaban inclinados a disputar con su hermano la preeminencia de su llamamiento especial y de su posición particular, la cual, posiblemente, sentían que tenían derecho a compartir con él no solamente como hermanos sino como sus ayudantes más cercanos. María fue la instigadora de la rebelión, tal como vemos por el hecho de que su nombre aparece antes que el de Aarón y también porque el castigo mayor recayó sobre ella.” (Keil y Delitzsch, Commentary, 1:3:75.)

Hoy día los miembros de la Iglesia caen en trampas semejantes. Por motivo de que el Señor los bendice con los dones del Espíritu, creen que son iguales o superiores a quien los preside. Pronto son arrastrados a la apostasía si no se humillan y no se someten a los siervos del Señor llamados a presidir. Aunque el deseo de Moisés hubiera sido otorgado y cada alma de Israel hubiera recibido el don de profecía (véase Números 11:29), Moisés habría sido igualmente el elegido por el Señor para presidir. Aquí surge una interrogante: ¿por qué solamente María fue castigada con la lepra, cuando tanto ella como Aarón se habían manifestado en oposición? Hay dos razones posibles. Primero, como Keil y Delitzsch señalan, María fue la instigadora del ataque sobre el derecho de presidir que Moisés tenía, de manera que su pecado fue el más grave. Segundo, el hecho de que Aarón buscara ser el líder del sacerdocio demostró orgullo y un deseo de engrandecimiento personal. El aspiró a un puesto al que no había sido llamado. María, al aspirar también a ese puesto, no solamente demostró orgullo sino que intentó establecer un orden contrario al sistema del gobierno de Dios. Desde el principio los llamamientos en el sacerdocio y el derecho de presidir fueron dados a los hombres. El intento de María de lograr igualdad con Moisés fue un desvío muy grave del sistema de orden establecido divinamente.

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Miriam

María, la profetisa rebelde

RESUMEN ANALITICO

(17-25) Es común que los maestros del Antiguo Testamento separen Números 11 y 12 y los estudien como si fueran dos relatos diferentes, cuando, en realidad, surge de ellos una gran lección si se examina su interrelación. Responda las preguntas siguientes luego de estudiar una vez más esos capítulos.

  1. Cuál fue el acontecimiento que precedió a la rebelión por causa del alimento? (analice Números 11:1-3). ¿Qué nos enseña ese hecho de la incapacidad de los israelitas de aprender de sus errores?

  2. ¿De qué se estaban quejando realmente los israelitas al quejarse de la monotonía de su dieta? (vers. 11:20).

  3. Maná era el nombre que el pueblo dio al alimento enviado de Dios, y ese nombre provino del vocablo hebreo que significa “¿Qué es esto?” (Véase Exodo 16:15 y la nota al pie de la página en ese capítulo.) ¿Cuál fue el nombre que Dios dio al alimento?

  4. ¿Qué significado simbólico ve en el hecho de que Israel, cansado del alimento enviado del cielo, sintiera “un vivo deseo” (Números 11:4) por el alimento de Egipto? (confr. con Juan 6:30-35, 51) Recuerde que Egipto, como Babilonia, es símbolo del mundo (véase Ap. 11:8).

  5. El Señor otorgó a Israel el deseo que expresaba y proporcionó la carne de las codornices para ellos, pero antes de hacerlo dio a Moisés la ayuda que necesitaba en cuanto a las cargas impuestas por el liderazgo. En lugar de llamar simplemente ayudantes adicionales, ¿en qué forma el Señor escogió compartir la carga de Moisés? (vers. 11:16-17, 24-25).

  6. Los setenta ancianos de Israel recibieron uno de los dones del Espíritu, el de profecía (véase D. y C. 46:22). ¿Acerca de qué, supone usted, profetizaron ellos? (véase Mosíah 13:33-35).

  7. Lea con atención en Juan 6:33-34, 47-51 ¿Ve ahora algún significado en el hecho de que el Señor envió el don de profecía entre los israelitas que se quejaban de estar cansados del maná?

  8. Note el vocabulario relacionado con el acto de comer en pasajes tales como 2 Nefi 9:51, 32:3; Jacob 3:2; Isaías 40:11; Juan 21:15-17; D. y C. 20:77. ¿Quién fue más alimentado verdaderamente en ese día: los israelitas que cazaban las codornices o los setenta que se regocijaban en los frutos del Espíritu? ¿En qué forma estos acontecimientos agregan destacado sentido a la exclamación de Moisés cuando dijo: “Ojalá todo el pueblo de JEHOVA fuese profeta, y que JEHOVA pusiera su espíritu sobre ellos”? (Nm. 11:29.)

  9. ¿Cuál es el fin de aquellos que buscan regocijarse solamente en la carne del mundo? (Véase Nm. 11:31-34.)

  10. Ahora piense en la rebelión de María y de Aarón en el contexto de lo que acababa de suceder. Es casi seguro que Aarón haya sido uno de los setenta ancianos escogidos para recibir el don de profecía (véase 11:16). María también tenía el don de profecía, no dado en esta ocasión, sino anteriormente, ya que ella era llamada “una profetisa” (Exodo 15:20). ¿Hay algún peligro en que una persona que siente el poder maravilloso del don de la profecía pueda creer que repentinamente es igual en poder al profeta, que es el oficial presidente del sacerdocio? ¿Por qué?

  11. Suponga que el deseo de Moisés de que todos los habitantes de Israel fuesen profetas (Números 11:29) hubiera sido realizado. ¿Habría eso significado que Moisés ya no era el profeta oficial presidente de Israel?

  12. El pecado de María no fue intentar ser como Moisés en términos de dones espirituales, sino más bien en buscar compartir con él el llamamiento de oficial presidente en el sacerdocio. ¿Cuál es la lección que hay aquí para el Israel moderno?

  13. En Levítico vimos que la lepra era en sí misma un símbolo (véase encabezamiento 15-7). ¿Cuál es el significado simbólico del castigo recibido por María al rechazar a Moisés como su líder? ¿En qué forma ese castigo está relacionado con la advertencia dada en Doctrina y Convenios 1:14?