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2 Samuel 1–12: La caída del rey David


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2 Samuel 1–12

La caída del rey David

(26-1) Introducción

“Si los Santos de los Ultimos Días esperan ganar terreno con el pueblo judío, deben dejar de hablar del rey David como si se tratara de un personaje trágico, pecaminoso, porque nosotros lo consideramos una de las grandes figuras de nuestra historia.” Así hablaba un joven judío a su amigo de nuestra Iglesia.

“¿Era David un buen hombre?” Haga esta pregunta entre los eruditos del Antiguo Testamento y casi con seguridad se verá inmediatamente envuelto en un vigoroso debate.

Durante el reinado de David, Israel alcanzó su edad de oro, el zénit de su poder. Por primera vez, bajo su dirección, el pueblo escogido controló todo el territorio prometido a la simiente de Abraham casi mil años antes. Israel no había alcanzado tales alturas en toda su historia, ni volvieron a hacerlo otra vez.

¿Ensalzamos al David que mató a Goliat o al David que mató a Urías? ¿Debemos mirarlo como el siervo que rehusó levantar su mano contra el ungido del Señor, o como el ungido del Señor que levantó su mano contra un siervo fiel y leal? ¿Fue su vida una tragedia o un triunfo?

Si fue triunfo, entonces ¿por qué ha “caído de su exaltación” (D. y C. 132:39) y ha perdido “el máximo de todos los dones de Dios”? (D. y C. 6:13.) Si fue una tragedia, ¿por qué se profetizó que el Mesías se sentaría “en el trono de David” (Isaías 9:7) y sería llamado “David su rey”? (Jeremías 30:9; véase también 23:5-6; 30:15-17; Ezequiel 37:24-25). ¿Por qué se nos dice que Jesús recibirá “el trono de David su padre” (Lucas 1:32) y que tiene “la llave de David”? (Apocalipsis 3:7.)

En este capítulo leemos acerca de David como rey de Israel. Ya lo hemos visto como el muchacho pastor convertido en guerrero y como escudero del rey convertido en fugitivo a causa de la locura de Saúl. A la muerte de éste, David fue rey en los hechos tanto como en título.

En este capítulo y en el siguiente estudie cuidadosamente la vida de este personaje para ver si puede responder a estas preguntas. ¿Es injusto considerar la vida de David como una tragedia? ¿Cómo debemos considerar a este gran personaje de la historia?

COMENTARIOS SOBRE 2 SAMUEL 1-12

(26-2) 2 Samuel 1:1-16. ¿Por qué David mató al hombre que había dado muerte a Saúl a solicitud del propio rey?

Al leer 1 Samuel 31:1-6 y 2 Samuel 1:1-16 nos damos cuenta de que existen dos relatos diferentes acerca de la muerte de Saúl. El hombre que vino a David y anunció que había dado muerte a Saúl por insistencia de él no era el escudero del rey. Al negarse el escudero a matar a su amo, Saúl se arrojó sobre su espada antes que caer en manos de los filisteos. Su escudero siguió el ejemplo y también murió.

“Todo el relato que presentó este joven es una falsedad: en muchos de los detalles es autocontradictorio. No hay una prueba en el caso, pero al haber traído la corona o diadema y los brazaletes de Saúl, todo parece indicar que era uno de los que buscaban despojos entre los muertos, y habiéndolos encontrado en el campo de batalla los trajo a David y contó una mentira en cuanto a haber dado muerte a Saúl, solamente para congraciarse con David.” (Clarke, Bible Comentary, 2:308.)

Es evidente en 2 Samuel 4:10 que David comprendió los motivos del amalecita. El lamento de David por la muerte de Saúl fue sincero y profundo. En lugar de sentirse agradecido por la muerte de su más violento enemigo, verdaderamente lloró la tragedia que había caído sobre Israel.

(26-3) 2 Samuel 2:1–11

Después de la muerte de Saúl, las tribus de Israel no se congregaron inmediatamente para aceptar a David como rey. Abner, el capitán de los ejércitos de Saúl (su comandante en jefe), puso a uno de los hijos del difunto rey como sucesor del trono (véase vers. 8 y 9). La tribu de Judá aceptó a David, pero durante siete años no hubo unidad, y reinaron dos reyes (véase vers. 11). David pudo haber rehusado actuar contra Is-boset porque había pactado con Jonatán no levantarse contra la familia de Saúl cuando llegara al poder (véase 1 Samuel 20:14-16).

(26-4) 2 Samuel 2:12–32

El encuentro entre los hombres de Abner y los hombres de Joab junto al estanque de Gabaón fue mucho más que un pasatiempo. Abner era el líder de las fuerzas de Is-boset, hijo de Saúl, y Joab era el comandante de David. Así, en la lucha entre los dos reinos, eligieron paladines para determinar quién sería el vencedor (véase encabezamiento 25-5). La propuesta de que los jóvenes “maniobren delante de nosotros” (vers. 14) significaba permitir a doce representantes luchar por cada parte. El “estanque que Gabaón” (vers. 13) parece haber sido un gran pozo cavado en la roca, suficientemente grande para que las mujeres descendieran por medio de una escalinata (véase la ilustración).

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pool of Gibeon

El estanque de Gabaón

Luego que los doce de cada parte se dieron muerte, no quedó definido el vencedor, de manera que ambos bandos se dieron a una furiosa batalla que fue ganada por los hombres de David. Cuando Asael, hermano de Joab, salió en persecución de Abner, éste le gritó que debía contentarse con tornar la armadura de los más jóvenes, pero Asael rehusó.

“Parece ser que Asael deseaba tornar corno trofeo la armadura de Abner; esta pieza era codiciada por los antiguos héroes. Abner no quería herirlo por temor a excitar la enemistad de Joab, pero corno Asael era obstinado en su persecución y más rápido que Abner, este último vio que era asunto de matar o dejarse matar; por lo tanto, mató a Asael con el regatón de su lanza, atravesándole el cuerpo. La muerte de Asael costó la vida a Abner” (Clarke, Bible Commentary, 2:313).

(26-5) 2 Samuel 3

La guerra entre los dos reinos se intensificó a medida que el ejército de David lentamente iba ganando prestigio (véase vers. 1). Fue en ese momento que Is-boset acusó a Abner de haberse allegado a una de las esposas de Saúl (véase vers. 7). Allegarse a las concubinas reales era equivalente a reclamar el trono. No nos sorprende que Isboset estuviera preocupado. La pregunta de Abner, “¿Soy yo cabeza de perro que pertenezca a Judá?” (vers. 8), significaba: “¿Soy yo un traidor?” Pronto demostró serlo.

Furioso, Abner se vengó de Is-boset volviendo el corazón del resto del pueblo a David (véase vers. 17-19) y luego él mismo desertó pasando al campamento de David (véase vers. 20). Joab aprovechó esta oportunidad para vengar la muerte de su hermano (vers. 27).

David hizo mucho para demostrar al pueblo que nada tuvo que ver con la muerte de Abner (véase vers. 28-38). La conducta de David fue acertada desde el punto de vista político, pues aquellos a quienes Abner había persuadido para cambiar su lealtad en favor de David fácilmente podían haberse vuelto a Is-boset al enterarse de su muerte.

(26-6) 2 Samuel 4

Nuevamente, David mostró gran sabiduría y buen juicio haciendo ejecutar a los dos hombres que mataron a Is-boset. Aunque estaba en guerra contra éste, David no aprobó la traición de los asesinos y los hizo ejecutar. Su sabiduría y bondad finalmente unieron a las tribus en un reino leal a su mando.

(26-7) 2 Samuel 5:6-10. David conquistó Jerusalén y la convirtió en su capital

Los orígenes de Jerusalén se pierden en la antigüedad. La primera referencia bíblica puede ser la que está en Génesis y que dice que “Melquisedec, rey de Salem” (Jerusalén) y “sacerdote del Dios Altísimo” se encontró con Abraham que regresaba de su batalla contra los reyes y lo bendijo (Génesis 14:18). A él fue a quien Abraham pagó el diezmo de todo lo que poseía. Cuando Josué cruzó el Jordán, la ciudad estaba en manos de los jebuseos, una tribu cananea. Este pueblo poseyó a Jerusalén hasta que David la tomó aproximadamente unos 1000 años a. C., aunque Israel tal vez temporariamente conquistó la ciudad poco después de su invasión a la tierra de Canaán (véase Josué 10).

David sabiamente escogió a esta ciudad como la capital de su reino, pues Jerusalén era una ciudad que se levantaba entre las tribus del norte y las del sur de Israel, pero no pertenecía a ninguna de ellas porque todavía estaba en manos de los jebuseos. La forma de conquistar la ciudad ha sido muy discutida por causa del vocablo “canal” o “túnel” (2 Samuel 5:8, versión Nácar-Colunga, también Rey Santiago). El vocablo probablemente se refiere a un canal o un túnel, si es usado como en el hebreo del siglo II a. C. El canal que corría perpendicularmente desde un conducto cortado en la roca a unos veinte metros al oeste del Gijón, descubierto en 1867 por Sir C. Warren, y que habría servido para dar agua en tiempos de sitio a la gente que vivía dentro de los muros de la ciudad, también pudo servir para que algunos invasores entraran y abrieran los portones de la ciudad desde adentro. Joab, se dice, fue quien logró la entrada inicial (véase 1 Crónicas 11:6).

El sarcasmo de los jebuseos diciendo que David tendría que vencer a “los ciegos y cojos”, como si ellos hubieran sido suficientes para defender la ciudad, fue devuelto a ellos por David, quien posteriormente se refería a todos los defensores jebuseos llamándolos “ciegos y cojos” (vers. 6, 8).

(26-8) 2 Samuel 5:11-12. ¿Quién era Hiram, rey de Tiro, y cuál fue su relación con Israel?

Aproximadamente a medio camino entre la Beirut actual y Jaifa, en Israel, estaba la ciudad de Tiro, un puerto que en aquel entonces era una de las ciudades más importantes de los fenicios. El nombre de Hiram parece haber sido el nombre de familia de un rey o cadena de reyes de Tiro que fueron contemporáneos de David y de Salomón. El más conocido de estos Hiram es aquel que envió albañiles, carpinteros y cedros del Líbano para edificar el palacio de David en Jerusalén (véase 2 Samuel 5:11; 1 Crónicas 14:1). Posteriormente Salomón fue ayudado en gran manera en la construcción del templo por este mismo Hiram, u otro que llevaba el mismo nombre (véase 1 Reyes 9; 2 Crónicas 2).

(26-9) 2 Samuel 5:17–25

Si la guerra contra los filisteos ocurrió antes de la captura de Jerusalén, la “fortaleza” (vers. 17) a la cual David fue en busca de refugio probablemente era la cueva de Adulam (véase 1 Samuel 22:1-4). Pero si la guerra se produjo después de la toma de Jerusalén, la “fortaleza” puede indicar a la ciudad misma (véase 2 Samuel 5:7, 9). David no contó a sus hombres, indicando así que no ponía su confianza en el tamaño de su ejército sino en el Señor.

(26-10) 2 Samuel 6:1-11. ¿Por qué Uza fue herido de muerte?

El arca del pacto era un recipiente sagrado que contenía algunos de los objetos más venerados de la historia de Israel. Tocar el arca o su contenido había sido estrictamente prohibido por el Señor. Solamente los levitas autorizados, y ellos solamente bajo ciertas condiciones establecidas, podían tomar en sus manos los instrumentos sagrados (véase Números 4:15). Uza tal vez haya demostrado una osada presunción al querer tocar lo que Dios había prohibido aunque haya sido solamente para evitar que el arca cayera. Se debe tener presente que Dios posee total poder para evitar que el arca cayera en esa ocasión si hubiera querido hacerlo. Aunque no conocemos mucho lo que pasó, sirve de excelente ejemplo de que los mandamientos de Dios son sagrados y deben ser obedecidos precisamente como El decreta. Este principio tiene muchas aplicaciones en nuestra época (véase encabezamiento 26:23).

(26-11) 2 Samuel 6:12-23. ¿Por qué Mical se sintió ofendida al ver danzar a David?

“Cuando el arca fue llevada a la ciudad de David, Mical, la hija de Saúl, miró por la ventana y allí vio a David saltando y danzando delante de Jehová y lo despreció en su corazón…Se la menciona aquí intencionalmente como la hija de Saúl, en lugar de referirse a ella como esposa de David, porque en esta ocasión demostró que apoyaba a su padre en lugar de a su esposo. En la época de Saúl la gente no se ocupaba del arca del pacto (1 Crónicas 13:3); la adoración pública era ignorada muchas veces, y el alma de la religión viva había muerto en la familia del rey. Mical tenía terafim (estatuillas fundidas), y en David ella solamente amaba al héroe valiente y al rey glorificado. Por lo tanto, se mostró ofendida por la humildad con la que el rey, en su entusiasmo santo, se puso a la altura del resto de la nación ante el Señor…

“…La orgullosa hija de Saúl se sintió ofendida por el hecho de que el rey en esta ocasión hubiera bajado al nivel del pueblo. Ella recurrió al hecho de lo corto del vestido de los sacerdotes para hacer un comentario despectivo con relación a la danza de David, diciendo que era impropia de un rey…Con las palabras ‘quien me eligió en preferencia a tu padre y a toda tu casa‘, David abatió el orgullo de la hija del rey. Sus saltos y danzas iban dirigidos al Señor que lo había elegido y que había rechazado a Saúl por causa de su orgullo. Por lo tanto, él estaba dispuesto a más desprecios delante del Señor, o sea, que soportaría mayores desprecios de parte de los hombres que los que ya había recibido, y sería humilde ante sus ojos (véase Salmos 131:1); también con las doncellas alcanzaría honor delante del Señor. Porque el que se humilla será enaltecido (Mateo 23:12).” (Keil y Delitzsch, Commentary, 2:2:336-38.)

(26-12) 2 Samuel 7:1-17. ¿Por qué no se le permitió a David edificar el templo?

La motivación de David para querer levantar una casa permanente para el Señor (el tabernáculo hecho por Moisés en el desierto era una tienda que ya tenía unos trescientos años de existencia) fue buena y apropiada, pero el Señor, mediante Natán, le negó el permiso de hacerlo. No fue dada una razón específica en esta ocasión, solamente una bendición sobre la casa de David. En el registro que encontramos en Crónicas, sin embargo, David le dijo a Salomón que le había sido revelado que él había visto demasiadas guerras y derramamiento de sangre como para que se le permitiera edificar la casa del Señor (véase 1 Crónicas 22:8).

(26-13) 2 Samuel 7:16. ¿Fueron la casa de David y el trono establecidos para siempre?

Este versículo es un ejemplo de una profecía dual, esto es, una profecía con doble significado (véase encabezamiento G-5). Prometía que el linaje de David continuaría en el trono y, a diferencia del linaje de Saúl, no sería derrocado después de su muerte. Pero es también una profecía claramente mesiánica. Jesús, el Mesías, quien fue llamado David, recibiría el trono de David, tendría la llave de David, y se sentaría en el trono de David (véase encabezamiento 26-1). Está claro que solamente una persona puede sentarse en el trono de David (esto es, reinar sobre la casa de Israel) para siempre jamás, y esa persona es Cristo. El vino a la tierra como descendiente de David y como heredero a su trono tanto física como espiritualmente. El élder James E. Talmage explicó el significado de las genealogías de Jesús dadas por Mateo y Lucas estableciendo el derecho de Jesús al trono.

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campaigns of David

Rehob

Maaca

Gesur

Tob

Amonitas

Moabitas

Edomitas

Amalecitas

Filisteos

Monte Hermón

Monte Carmelo

Monte Tabor

Monte Gilboa

Monte Nebo

Helam

Mahanaim

Raba

Campañas contra las edomitas

Hebron

David vence a Israel y toma Jerusalén

Jerusalén

Gabaón

Encuentro con Israel

Campañas contra las tribus vecinas

Campañas militares de David

“En la época del nacimiento del Salvador, Israel se hallaba bajo el dominio de monarcas extranjeros. Los derechos de la familia real davídica no tenían validez, y el gobernador de los judíos era nombrado por Roma. Si Judá hubiese sido una nación libre e independiente, regida por su soberano legal, José, el carpintero, habría sido su rey; y el sucesor legal al trono, Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos.” (Jesús el Cristo, pág. 91.)

(26-14) 2 Samuel 8:3–18

Bajo la dirección de David, el reino se extendió según la promesa de Dios a Abraham (véase Génesis 15:18).

(26-15) 2 Samuel 9

Una vez que David se aseguró el trono, buscó sanar las heridas. Su deseo fue ser bondadoso para con todos los de la casa de Saúl. La única persona que quedaba de esa casa era Mefi-boset, al cual David recibió y trató casi como a un hijo. Esto sirvió para dar cumplimiento a la promesa que le había hecho a Jonatán años antes (véase 1 Samuel 20:14-16).

(26-16) 2 Samuel 10

El mal recibimiento de los embajadores de David, que deliberadamente fueron humillados y avergonzados por el rapado de la barba y su desnudez, acarreó una guerra que solamente sirvió para extender el dominio de David. Ciertamente se podría decir: “Y Jehová dio la victoria a David por dondequiera que fue” (2 Samuel 8:6).

(26-17) 2 Samuel 11:2. ¿Por qué David andaba sobre el terrado de su casa?

Muchas casas de Palestina, tanto en aquel entonces como en la actualidad, tenían terrazas (techos achatados). En el calor del Oriente la gente usaba parte de su tiempo para andar, o sentarse, en la terraza, al aire fresco de la tarde o durante el día para recibir algún soplo de brisa fresca. La terraza del palacio de David probablemente era lo suficientemente alta como para mirar hacia los patios de las casas vecinas.

(26-18) 2 Samuel 11:3-27. ¿Cuál es la gran lección que aprendemos en estos versículos?

“Las cosas se estaban volviendo demasiado fáciles para David; disponía de tiempo libre para pasar en su casa en tanto que Joab y sus hombres estaban peleando contra los amonitas y los sirios. En su tiempo libre miró desde la terraza y vio a la esposa de su vecino. El tiempo de holganza y la lujuria lo llevaron al adulterio y luego al asesinato, pecados que tuvieron repercusiones eternas así como resultados terrenales trágicos. Una de las advertencias chocantes y graves del Antiguo Testamento es que el hombre puede ser bueno, grande y eminente y a pesar de ello tener debilidades que pueden llevarlo a obras que enteramente obscurecen y derrotan lo mejor de él.” (Rasmussen, Introduction to the Old Testament, 1:185.)

(26-19) 2 Samuel 12:1-4. El asesinato y el adulterio acarrean sus propias consecuencias

“Tal como sucede demasiado frecuentemente, el pecador comienza a arrepentirse cuando su pecado sale a luz. La figura de Natán acusando osadamente al rey en su propia cara mediante un paralelo alegórico es impresionante. La alegoría de Natán fue hábilmente demostrada, y su expresión cumbre, ‘¡Attah ha ish!’ (Tú eres aquel hombre), debe de haber sido un golpe tremendo en la conciencia de David, semejante a los presagios del día de la condenación.

“Sin duda sus sentimientos de arrepentimiento fueron sinceros, pero no se podía arrepentir suficientemente como para restaurar la vida de su amigo, Urías, ni la virtud de la esposa de aquél. Aunque posteriormente esperó y oró para que su alma no quedara para siempre en el infierno (en la prisión espiritual), el destino eterno de los obradores de esos pecados no es muy alentador (véase Salmos 16 y 51; luego, Hebreos 6:4-6; Apocalipsis 22:14-15; D. y C. 132:27; 76:31-37; 29:41 y 42:18, 79).” (Rasmussen, Introduction to the Old Testament, 1:185.)

(26-20) 2 Samuel 12:15–25. ¿Fue la muerte del hijo un castigo de Dios?

“El hijo nacido de su unión ilícita no vivió, pero no hay razón para considerar eso como ‘un castigo’ al niño por los pecados de los padres. La muerte puede llegar en cualquier momento, y puede ser una bendición para la persona cuando ocurre en el momento que el Señor lo considera mejor. Los padres tuvieron remordimiento por lo que sucedió. Después que David supo que el niño había muerto, dejó de lamentarse y filosófica y esperanzadamente explicó: ‘Yo voy a él, mas él no volverá a mí’.

“Parece ser que David le prometió a Betsabé que su próximo hijo sería su heredero real, pues los hechos posteriores se realizaron basados en tal presunción (véase vers. 24 y 1 Reyes 1:17; también, 1 Crónicas 22:9).” (Rasmussen, Introduction to the Old Testament, 1:185-86.)

(26-21) 2 Samuel 12:13. David todavía está pagando por sus pecados

En la traducción hecha por José Smith dice que el Señor no ha perdonado a David su pecado.

El élder Joseph Fielding Smith, comentando acerca del pecado de David, dijo: “David cometió un terrible delito y durante el resto de su vida buscó el perdón. Algunos de los Salmos describen la angustia de su alma; sin embargo, David todavía está pagando por sus pecados. No recibió la resurrección al producirse la de Jesucristo. Pedro declaró que el cuerpo de David todavía está en la tumba, y el profeta José Smith ha dicho: ‘David solícitamente procuró el arrepentimiento de las manos de Dios con lágrimas, por el asesinato de Urías; pero no pudo lograrlo, sino por medio del infierno: le fue prometido que su alma no permanecería para siempre en el infierno’. Nuevamente preguntamos: ¿Quién desea pasar un período en el infierno con el diablo antes de ser limpiado del pecado?” (Answers to Gospel Questions, 1:74.)

RESUMEN ANALITICO

(26-22) Volvamos a las preguntas propuestas al comienzo de este capítulo. ¿Debemos contemplar la vida de David como triunfo o tragedia? La respuesta no es sencillamente un sí o un no en cualquiera de las alternativas.

Ciertamente David debe ser considerado como uno de los más grandes administradores reales. Nunca se atribuyó autoridad que no fuera suya ni fue injusto al ejercer su poder. Nunca se desubicó como lo hizo Saúl. Su negativa a levantar la mano contra Saúl porque se trataba del ungido resulta uno de los mejores ejemplos de lealtad que encontramos en las Escrituras.

Es posible que Jesucristo, en su oficio de Mesías, constantemente se vea unido a David y su reino porque David hizo tres cosas por el Israel temporal que simbolizan tres cosas que Cristo hará por el Israel espiritual. David unió a las doce tribus en una sola nación bajo la dirección de Dios. Por primera vez en la historia, David tuvo éxito en conquistar todo el territorio de la tierra prometida para el pueblo del convenio (véase encabezamiento 26:14). Y David estableció a Sión, o Jerusalén, como centro político y espiritual de Israel.

Sin embargo, no hay éxito que compense por el fracaso de nuestra vida personal o en nuestra familia. Consideremos que David estaba señalado para la exaltación, destinado a gobernar en los cielos para siempre jamás como un Creador y un Dios para sus hijos futuros. Como dijo el Señor, no hay mayor don que pueda ofrecer al hombre que el de la vida eterna (D. y C. 6:13). David tenía todo eso al alcance de su mano y, en un momento de locura en el que quiso ocultar su pecado, mandó matar a un hombre. Si hubiera vuelto a sus cabales después de su transgresión con Betsabé y hubiera buscado arrepentimiento sincera y honestamente tal como lo hizo después de la parábola presentada por Natán, hay indicaciones que habría recibido perdón. Habría sido difícil pero no imposible. Pero hizo lo que hacen muchos que son culpables: complicó su pecado tratando de ocultarlo. En esta forma pasó de un pecado grave perdonable a uno imperdonable. El élder Spencer W. Kimball indicó que no hay restitución posible para el asesinato.

“En cuanto a los crímenes para los cuales no es posible hacer una restauración adecuada, hemos sugerido…que tal vez la razón por la que el homicidio es un pecado imperdonable es que, una vez habiendo quitado la vida, bien sea una vida inocente o depravada, aquel que la arrebató no puede restaurarla. Podrá dar su propia vida como pago, pero esto no repone por completo el perjuicio causado por su delito. Podrá proporcionar sostén a la viuda e hijos; podrá hacer muchas otras cosas nobles; pero ha desaparecido una vida, y es imposible hacer una restitución completa de la misma. El arrepentimiento en el sentido ordinario parece inútil.

“¡El homicidio es tan traicionero y tiene tantas consecuencias! Aquellos que pierden sus bienes podrán recuperar sus riquezas. Los que son calumniados todavía podrán comprobar que son irreprochables. Aun la pérdida de la castidad deja al alma en el estado terrenal con la oportunidad de recuperarse y arrepentirse y hacer reparación hasta cierto grado. Sin embargo, el arrebatar una vida, sea la ajena o la propia, pone fin a las experiencias de la víctima en el estado carnal, y con ellas su oportunidad de arrepentirse, de guardar los mandamientos de Dios en esta vida terrenal. Estorba su posibilidad de que se añada ‘gloria sobre su cabeza para siempre jamás’ (Abraham 3:26).” (Véase El milagro del perdón, págs. 195-96.)

El élder Bruce R. McConkie explicó los límites de la herencia eterna de David: “Los asesinos son finalmente perdonados pero solamente en el sentido de que todos los pecados son perdonados excepto el pecado contra el Espíritu Santo; no son perdonados en el sentido de que puedan lograr la salvación celestial (Mateo 12:31-32; véase Enseñanzas, págs. 442). Después que hayan pagado plenamente por su delito, recibirán una herencia telestial (Apocalipsis 22:15).” (Mormon Doctrine, pág. 520.)

De celestial a telestial: ésa es una tragedia. Aunque David era valiente y tuvo un intelecto brillante, capacidad administrativa y fue fiel en su juventud, fracasó en un punto importante: perseverar hasta el fin.

David fue un gran ejemplo en el cumplimiento de su llamamiento como rey, y un ejemplo trágico en su caída de la gloria. Podemos aprender de ambos aspectos de su vida.

(26-23) El relato de la muerte de Uza al intentar evitar que el arca del pacto cayera al suelo (véase encabezamiento 26-10) levanta interrogantes en la mente de la mayoría de los lectores. Parece tan duro, cuando todo lo que intentaba hacer era evitar que se dañara un objeto divino. Así parece en lo extremo. Pero reflexionemos un momento en cuanto al incidente. El arca era el objeto que simboliza la presencia de Dios, su trono, su gloria, su majestad divina (véase encabezamiento 13-5). Cuando le fue dada a Israel, el arca fue puesta en el Lugar Santísimo del tabernáculo y ni siquiera se permitía que el sacerdote se acercara a ella. Solamente el sumo sacerdote (un prototipo de Cristo) podía hacerlo y ello solamente después de pasar por un ritual complicado de purificación personal y de propiciación por sus pecados (véase encabezamiento D-6). La santidad de Dios es claramente enseñada en las Escrituras, y sabemos que nada impuro puede morar en su presencia (véase Moisés 6:57). Su presencia es como fuego consumidor (véase Hebreos 12:29), y los que portan los vasos del Señor deben ser puros (véase D. y C. 133:5).

Cualquiera que haya sido su intención, Uza se aproximó a lo que solamente se podía acercar bajo las condiciones más estrictas. No tuvo fe en el poder de Dios. Supuso que el arca estaba en peligro, olvidando que era el símbolo físico del Dios que tiene todo poder. ¿Qué hombre puede pretender salvar a Dios y a su reino mediante sus propios esfuerzos?

“La ofensa de Uza consistió en haber tocado el arca con sentimientos profanos, aunque con buenas intenciones, es decir, para evitar que cayera al suelo. Tocar el arca, el trono de la gloria divina y prenda visible de la presencia invisible del Señor, fue una violación a la majestad del Dios Santo.’Uza, por lo tanto, fue un ejemplo de aquellos que con buenas intenciones, pero con mentes no santificadas, interfieren en los asuntos del reino de Dios con la idea de que éstos están en peligro y con la esperanza de salvarlos’.” (Keil y Delitzsch, Commentary, 2:2:333).

En la revelación moderna, el Señor se refirió a este incidente para enseñar este principio (véase D. y C. 85:8). El Señor está en sus cielos y no necesita la ayuda de los hombres para defender su reino. Sin embargo, en nuestro propio tiempo, vemos a aquellos que temen que el arca se esté cayendo y que intentan detener su caída. Oímos de quienes están seguros de que las mujeres no son tratadas con justicia en la Iglesia, de quienes extienden bendición no autorizada a los que no están listos, o de quienes cambian los principios establecidos de la Iglesia. ¿No son éstos también “sujetadores” del arca? Las mejores intenciones no justifican tal interferencia en el plan del Señor. El élder David O. McKay y el presidente John Taylor aplicaron esta lección a los santos de nuestros días.

“Es algo peligroso que nosotros salgamos de nuestra propia esfera y tratemos, sin autorización, de dirigir los esfuerzos de un hermano. ¿Recordáis el caso de Uza, quien extendió su brazo para sujetar el arca? (Véase 1 Cr. 13:7-10.) Pareció justificado, al tropezar los bueyes, extender su mano y sujetar aquel símbolo del pacto. Hoy en día pensamos que su castigo fue demasiado severo. Fuera como fuese, el incidente transmite una lección de vida. Miremos a nuestro alrededor y veamos cuán rápidamente mueren espiritualmente los hombres que intentan, sin ninguna autoridad, sujetar el arca. Su alma se torna amarga, su mente distorsionada, sus juicios inexactos y su espíritu deprimido. Tal es la condición lamentable de los hombres que, olvidando sus propias responsabilidades, malgastan su tiempo buscando fal-tas en los demás.” (Conference Report, abril de 1936, pág. 60.)

“Tenemos entre nosotros insubordinación. Os digo esto en el nombre del Señor. No penséis que sois sabios y que podéis manejar a capricho al sacerdocio, pues no podéis hacerlo. Dios es quien lo maneja, regula, dicta y está a la cabeza, y todo hombre está en el lugar que le corresponde. El arca de Dios no necesita ser sostenida para no caer, especialmente por mano de hombres incompetentes que carecen de revelación y conocimiento del reino de Dios y de sus le-yes. Estamos comprometidos en una gran obra, y es nuestro deber prepararnos para la tarea que está ante nosotros y para reconocer a Dios, su autoridad, su ley y su sacerdocio en todas las cosas.” (Taylor, Gospel Kingdom, pág. 166.)