Conferencia General
Poder duradero
Conferencia General de octubre de 2020


Poder duradero

Solo la fe y la palabra de Dios que llenan el alma interior son suficientes para sostenernos y permitirnos obtener acceso a Su poder.

Al repasar las enseñanzas de nuestro amado profeta, el presidente Russell M. Nelson, encontré una palabra que ha usado con frecuencia en muchos discursos. Esa palabra es poder.

En la primera conferencia general después de ser sostenido como apóstol, el presidente Nelson habló sobre el poder1 y luego, a lo largo de los años, ha continuado enseñando acerca de este. Desde que sostuvimos al presidente Nelson como nuestro profeta, él ha enseñado sobre el principio del poder —específicamente, el poder de Dios— y cómo podemos tener acceso a él. Ha enseñado cómo podemos recurrir al poder de Dios cuando ministramos a los demás2, cómo el arrepentimiento invita al poder de Jesucristo y Su expiación en nuestra vida3, y cómo el sacerdocio —el poder y la autoridad de Dios— bendice a todos los que hacen convenios con Él y los guardan4. El presidente Nelson ha testificado que el poder de Dios fluye hacia todos los que están investidos en el templo, siempre que cumplan sus convenios5.

Me conmovió en particular el desafío que el presidente Nelson ofreció en la Conferencia General de abril de 2020. Nos instruyó diciendo: “Estudien y oren para saber más en cuanto al poder y al conocimiento con los que han sido investidos, o con los que aún serán investidos”6.

En respuesta a ese desafío, he estudiado, orado y aprendido algunas cosas útiles sobre el poder y el conocimiento con los que he sido investido, o con los que aún seré investido.

Entender lo que debemos hacer para obtener acceso al poder de Dios en la vida no es fácil, pero he descubierto que se puede lograr estudiándolo en la mente y orando para que el Espíritu Santo nos ilumine7. El élder Richard G. Scott ofreció una clara definición de lo que es el poder de Dios: es el “poder para hacer más de lo que podemos por nosotros mismos”8.

Llenar el corazón e incluso el alma con la palabra de Dios y con el fundamento de la fe en Jesucristo es esencial para recurrir al poder de Dios con el fin de que nos ayude en estos tiempos difíciles. Si no logramos que la palabra de Dios y la fe en Jesucristo lleguen a lo más profundo del corazón, nuestro testimonio y fe pueden flaquear, y podríamos perder acceso al poder que Dios desea darnos. La fe superficial es insuficiente; solo la fe y la palabra de Dios que llenan el alma interior son suficientes para sostenernos y permitirnos obtener acceso a Su poder.

Cuando la hermana Johnson y yo criábamos a nuestros hijos, animamos a cada uno para que aprendiera a tocar algún instrumento musical. Sin embargo, les permitiríamos tener clases de música solo si hacían su parte y practicaban el instrumento a diario. Un sábado, nuestra hija Jalynn estaba entusiasmada por ir a jugar con sus amigas, pero aún no había practicado el piano. Sabiendo que se había comprometido a practicar durante treinta minutos, tenía la intención de poner un cronómetro, porque no quería practicar ni siquiera un minuto más de lo requerido.

Al pasar por el microondas, de camino al piano, se detuvo y presionó algunos botones, pero en lugar de poner el marcador de tiempo, configuró el microondas para que cocinara durante treinta minutos y presionó “Iniciar”. Después de unos veinte minutos de práctica, regresó a la cocina para comprobar cuánto tiempo quedaba y encontró el horno de microondas en llamas.

Corrió entonces al patio trasero, donde yo estaba trabajando en el jardín, gritando que la casa estaba en llamas. Rápidamente corrí a casa y, en efecto, me encontré con el microondas ardiendo.

Esforzándome para evitar que la casa se quemara, metí la mano detrás del microondas, lo desenchufé y usé el cable eléctrico para levantar el microondas de la encimera. Con la esperanza de ser el héroe y enderezar la situación, así como salvar la casa, hice girar el microondas con el cable para mantenerlo lejos de mi cuerpo, llegué hasta el patio trasero, y con otro movimiento giratorio lancé el microondas al césped. Allí pudimos apagar las llamas intensas con una manguera.

¿Qué había pasado? Un horno de microondas necesita algo para absorber su energía, y cuando no hay nada en el interior que absorba la energía, el propio horno la absorbe, se calienta y puede incendiarse, destruyéndose a sí mismo entre llamas y cenizas9. Nuestro microondas se incendió y se quemó porque no había nada en el interior.

De la misma manera, los que tienen fe y la palabra de Dios en lo profundo de su corazón podrán absorber y vencer los dardos ardientes que sin duda el adversario enviará para destruirnos10. De lo contrario, nuestra fe, esperanza y convicción quizás no perduren y, al igual que el horno de microondas vacío, podríamos convertirnos en una víctima.

He aprendido que el tener la palabra de Dios en lo profundo del alma, junto con la fe en el Señor Jesucristo y Su expiación, me permiten recurrir al poder de Dios para vencer al adversario y a cualquier cosa que podría lanzarme. Al enfrentarnos a los desafíos, podemos confiar en la promesa del Señor que Pablo enseñó: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor, y de dominio propio”11.

Sabemos que, de niño, el Salvador “crecía, y se fortalecía y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él”12. Sabemos que al ir haciéndose mayor, “Jesús crecía en sabiduría, y en estatura y en gracia para con Dios y los hombres”13. Y sabemos que para cuando comenzó Su ministerio, los que le escuchaban “se maravillaban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad”14.

Por medio de la preparación, el Salvador creció en poder y fue capaz de resistir todas las tentaciones de Satanás15. Al seguir el ejemplo del Salvador y prepararnos mediante el estudio de la palabra de Dios y al profundizar nuestra fe, también podremos recurrir al poder de Dios para resistir las tentaciones.

Durante esta época de reuniones restringidas que impiden la asistencia regular al templo, me he propuesto continuar estudiando y aprendiendo más sobre el poder de Dios que recibimos al hacer y guardar los convenios del templo. Como se prometió en la oración dedicatoria del Templo de Kirtland, salimos del templo armados con el poder de Dios16. No existe una fecha de vencimiento relacionada con el poder que Dios otorga a quienes hacen y guardan los convenios del templo, ni tampoco existe ninguna restricción para tener acceso a ese poder durante una pandemia. Su poder disminuye en nuestra vida solo si no cumplimos los convenios y no vivimos de manera tal que nos permita reunir continuamente los requisitos para recibir Su poder.

Mientras mi querida esposa y yo servíamos como líderes de misión en Tailandia, Laos y Birmania, fuimos testigos de primera mano del poder de Dios que reciben aquellos que hacen y guardan los convenios sagrados del templo. El Fondo de Ayuda para los Participantes del Templo hizo posible que muchos santos de esos tres países asistieran al templo, después de hacer todo lo que pudieron mediante el sacrificio y la preparación personal. Recuerdo haberme reunido con un grupo de veinte santos fieles de Laos en un aeropuerto de Bangkok, Tailandia, para ayudarlos a trasladarse a otro aeropuerto de la misma ciudad a fin de tomar el vuelo a Hong Kong. Esos miembros rebosaban de emoción por viajar al fin a la Casa del Señor.

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Miembros en Laos

Al reunirnos con esos buenos santos cuando regresaron, eran evidentes una mayor madurez en el Evangelio y un aumento del poder correspondiente, que fueron el resultado de recibir la investidura del templo y de concertar convenios con Dios. Era obvio que esos santos salieron del templo “armados con [Su] poder”17. Ese poder para hacer más de lo que ellos podían hacer por sí mismos les dio la fortaleza para soportar los desafíos del ser miembros de la Iglesia en su país natal y para seguir adelante llevando “nuevas sumamente grandes y gloriosas, en verdad”18, mientras continúan edificando el Reino del Señor en Laos.

Durante el tiempo que no hemos podido asistir al templo, ¿hemos confiado cada uno de nosotros en los convenios que hicimos en el templo para establecer un claro e inmutable curso de dirección en nuestra vida? Esos convenios, si se guardan, nos proporcionan visión y expectativas en cuanto al futuro y una clara determinación para reunir los requisitos que nos permitan recibir todo lo que el Señor nos ha prometido por medio de nuestra fidelidad.

Los invito a procurar obtener el poder que Dios quiere darles. Testifico que, a medida que procuremos ese poder, seremos bendecidos con una mayor comprensión del amor que nuestro Padre Celestial tiene por nosotros.

Testifico que a causa de que el Padre Celestial nos ama a ustedes y a mí, envió a Su Amado Hijo, Jesucristo, para ser nuestro Salvador y Redentor. Doy testimonio de Jesucristo, de Aquel que tiene todo el poder19, y lo hago en el nombre de Jesucristo. Amén.