Conferencia General
Todas las naciones, tribus y lenguas
Conferencia General de octubre de 2020


Todas las naciones, tribus y lenguas

Podemos llegar a ser, a nuestra manera, parte del cumplimiento de las profecías y promesas del Señor; parte de la forma en que el Evangelio bendice al mundo.

Queridos hermanos y hermanas, hace poco oficié un sellamiento en el templo, siguiendo las pautas impuestas por el COVID-19. Junto a la novia y al novio, ambos fieles exmisioneros, estaban sus padres y todos sus hermanos. No fue fácil. La novia era la novena de diez hijos. Sus nueve hermanos se hallaban sentados de mayor a menor, guardando, por supuesto, la distancia social.

Los miembros de la familia habían procurado ser buenos vecinos en todos los lugares donde vivieron, pero en uno de los vecindarios no habían sido bien recibidos porque, como dijo la madre de la novia, su familia eran miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Hicieron todo lo posible por hacerse de amigos en la escuela, contribuir y ser aceptados, pero fue en vano. Oraron y oraron para que los corazones se ablandaran.

Una noche, la familia sintió que sus oraciones fueron contestadas, aunque de una manera muy inesperada. Su casa se incendió, quedando todo en cenizas, pero sucedió algo más: el incendio ablandó los corazones de los vecinos.

Sus vecinos y la escuela local hicieron una colecta de ropa, zapatos y objetos de primera necesidad para una familia que lo había perdido todo. La bondad dio paso a la comprensión. No era la manera en que la familia esperaba que sus oraciones fueran contestadas; sin embargo, sienten gratitud por lo que aprendieron por medio de duras experiencias y respuestas inesperadas a oraciones sinceras.

Ciertamente, para quienes tienen corazones fieles y ojos para ver, las tiernas misericordias del Señor se manifiestan en medio de los desafíos de la vida. Los desafíos y el sacrificio que se afrontan con fe traen las bendiciones del cielo. En esta vida terrenal podríamos perder o esperar algunas cosas por un tiempo, pero, al final, encontraremos lo que de verdad importa 1 . Esa es Su promesa 2 .

Nuestra proclamación en el Bicentenario 2020 comienza con la promesa profundamente inclusiva de que “Dios ama a Sus hijos en toda nación del mundo” 3 . Dios promete, hace convenio y nos invita a cada uno de nosotros en toda nación, tribu, lengua y pueblo 4 a venir y a participar de Su abundante gozo y bondad.

El amor de Dios por todo pueblo se confirma a lo largo de las Escrituras 5 . Ese amor abarca el convenio de Abraham, recoger a Sus hijos dispersos 6 , y Su plan de felicidad en nuestra vida.

Entre los de la familia de la fe no ha de haber extranjeros ni advenedizos 7 , ricos ni pobres 8 , ni quienes se sientan fuera de lugar. Como “conciudadanos con los santos” 9 , se nos invita a cambiar el mundo para bien, de adentro hacia afuera, una persona, una familia, un vecindario a la vez.

Eso sucede cuando vivimos el Evangelio y lo compartimos. En los primeros días de esta dispensación, el profeta José recibió la extraordinaria profecía de que el Padre Celestial desea que cada persona, en todo lugar, descubra el amor de Dios y experimente Su poder para crecer y cambiar.

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La casa de la familia Smith

Esa profecía se recibió aquí, en la cabaña de troncos de la familia Smith en Palmyra, Nueva York 10 .

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El élder Gong y la hermana Gong en la casa de la familia Smith

Finalizada en 1998, la casa de la familia Smith se ha reconstruido sobre sus cimientos originales. El dormitorio de la segunda planta ocupa físicamente el mismo espacio de 5,5 x 9 x 3 metros (18 x 30 x 10 pies) en el que Moroni, como glorioso mensajero de Dios, se presentó al joven José en la noche del 21 de septiembre de 1823 11 .

Recordarán lo que el profeta José relató:

“[Moroni] dijo […] que Dios tenía una obra para mí, y que entre todas las naciones, tribus y lenguas se tomaría mi nombre para bien y para mal […].

“[Moroni] dijo que se hallaba depositado un libro […] [y que] en él se encerraba la plenitud del evangelio eterno” 12 .

Hagamos una pausa. Nosotros adoramos a Dios el Eterno Padre, y a Su Hijo Jesucristo, no al profeta José ni a ningún otro hombre o mujer mortal.

Aun así, observen cómo se cumplen las profecías que Dios da a Sus siervos 13 . Algunas se cumplen antes, otras más tarde, pero todas se cumplen 14 . Al dar oído al espíritu de profecía del Señor, podemos llegar a ser, a nuestra manera, parte del cumplimiento de Sus profecías y promesas; parte de la forma en que el Evangelio bendice al mundo.

En 1823, José era un joven desconocido de diecisiete años que vivía en un pueblo poco conocido, en un país recién independizado. A menos que fuera verdad, ¿cómo se le habría ocurrido decir que él sería un instrumento en la obra de Dios y traduciría, por el don y el poder de Dios, Escrituras sagradas que se llegarían a conocer por doquier?

Sin embargo, por ser verdad, ustedes y yo podemos testificar que esa profecía se está cumpliendo, incluso que se nos invita a ayudar a que se cumpla.

Hermanos y hermanas, por todo el mundo, cada uno de los que participamos en esta Conferencia General de octubre de 2020 se halla entre las naciones, tribus y lenguas de las que habla la profecía.

Hoy en día, los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días viven en 196 países y territorios, con 3446 estacas de la Iglesia en 90 de ellos 15 . Representamos tanto amplitud geográfica como centros de fortaleza.

En 1823, ¿quién hubiera imaginado que en el año 2020 habría tres países —Estados Unidos, México y Brasil— que contarían cada uno con más de un millón de miembros de esta Iglesia?

¿O veintitrés países con más de 100 000 miembros de la Iglesia cada uno: tres en Norteamérica, catorce en Centro y Sudamérica, uno en Europa, cuatro en Asia y uno en África? 16 .

El presidente Russell M. Nelson se refiere al Libro de Mormón como “un milagroso milagro” 17 . Sus testigos declaran: “Conste a todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos” 18 . Hoy en día, la conferencia general se escucha en cien idiomas. El presidente Nelson ha testificado de Jesucristo y de Su evangelio restaurado en 138 naciones, y el número sigue subiendo.

Comenzando con los cinco mil ejemplares impresos de la primera edición del Libro de Mormón en 1830, unos 192 millones de ejemplares del Libro de Mormón o de fragmentos del mismo se han publicado en 112 idiomas. Las traducciones del Libro de Mormón también están disponibles ampliamente en formato digital. Las traducciones actuales del Libro de Mormón incluyen la mayoría de los veintitrés idiomas que hablan más de cincuenta millones de personas en el mundo, que en conjunto representan las lenguas maternas de unos 4100 millones de personas 19 .

Por medio de cosas pequeñas y sencillas, en las que cada uno de nosotros está invitado a participar, se realizan grandes cosas.

Por ejemplo, en una conferencia de estaca en Monroe, Utah, con una población de 2200 habitantes, pregunté cuántas personas habían servido en una misión. Casi todos levantaron la mano. En los últimos años, solamente de esa estaca, 564 misioneros han servido en los cincuenta estados de los Estados Unidos y en 53 países, en todos los continentes, menos la Antártida.

Hablando de la Antártida, incluso en Ushuaia, en el extremo sur de Argentina, vi cumplirse la profecía cuando nuestros misioneros compartieron el evangelio restaurado de Jesucristo en un lugar llamado “el extremo de la tierra” 20 .

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El mural formado por los tomos de Santos

El mural formado por las cubiertas de los cuatro tomos de Santos 21 representa un tapiz global de los frutos de vivir el Evangelio que reciben los santos fieles en todo el mundo. La historia de nuestra Iglesia está anclada en el testimonio personal y en la travesía en el Evangelio de cada miembro, incluso de Mary Whitmer, la fiel hermana a quien Moroni mostró las planchas del Libro de Mormón 22 .

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Nuevas revistas de la Iglesia

A partir de enero de 2021, las tres nuevas revistas de la Iglesia a escala mundial —Amigos, Para la Fortaleza de la Juventud y Liahona— invitan a todos a ser parte y a compartir experiencias y testimonios en nuestra comunidad de fe de alcance mundial 23 .

Hermanos y hermanas, al aumentar nuestra fe en el Padre Celestial y Jesucristo, al recibir las bendiciones que se hallan al vivir las verdades del Evangelio restaurado y los convenios sagrados, y al estudiar, meditar y compartir acerca de la Restauración continua, participamos en el cumplimiento de profecías.

Nos cambiamos a nosotros mismos y al mundo en un modelo del Evangelio que bendice vidas por todas partes.

Una hermana africana afirma: “El servicio que mi esposo presta en el sacerdocio le hace más paciente y amable, y yo me estoy convirtiendo en una mejor esposa y madre”.

Un consultor de negocios internacionales de Centroamérica, ahora muy respetado, cuenta que antes de descubrir el evangelio restaurado de Dios, solía vivir en las calles sin rumbo fijo. Ahora él y su familia han hallado identidad, propósito y fortaleza.

Un jovencito de Sudamérica cría gallinas y vende los huevos para ayudar a comprar las ventanas para la casa que su familia está construyendo. Primero paga su diezmo. Él literalmente verá abrirse las ventanas de los cielos.

En Four Corners, una comunidad al suroeste de los Estados Unidos, una familia de indígenas estadounidenses cultiva un hermoso rosal que florece en el desierto, símbolo de la fe en el Evangelio y la autosuficiencia.

Un hermano del sureste de Asia, superviviente de una encarnizada guerra civil, estaba desalentado porque la vida no tenía sentido. Halló esperanza en un sueño en el que un excompañero de clase sostenía una bandeja de la Santa Cena y testificaba de las ordenanzas salvadoras y de la expiación de Jesucristo.

El Padre Celestial nos invita a todos, en todo lugar, a sentir Su amor, a aprender y progresar por medio de la educación, del trabajo honrado, del servicio autosuficiente y de los modelos de bondad y felicidad que encontramos en Su Iglesia restaurada.

A medida que llegamos a confiar en Dios, a veces por medio de la súplica en nuestros momentos más tenebrosos, solitarios e inciertos, aprendemos que Él nos conoce mejor y nos ama más de lo que nosotros nos conocemos y nos amamos a nosotros mismos.

Es por eso que necesitamos la ayuda de Dios para crear rectitud, igualdad, equidad y paz duraderas en nuestros hogares y comunidades. Nuestra historia, lugar y sentido de pertenencia más verdaderos, profundos y auténticos se reciben cuando sentimos el amor redentor de Dios, procuramos la gracia y los milagros por medio de la expiación de Su Hijo y establecemos relaciones duraderas por medio de convenios sagrados.

La bondad y la sabiduría religiosas son necesarias en este mundo desordenado, ruidoso y contaminado. ¿De qué otro modo podemos renovar, inspirar y edificar el espíritu humano? 24 .

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Plantar árboles en Haití
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Plantar árboles en Haití
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Plantar árboles en Haití

Plantar árboles en Haití es solo uno de los cientos de ejemplos de personas que se unen para hacer el bien. La comunidad local, incluso los 1800 miembros de nuestra Iglesia, que donó los árboles, se reunieron para plantar cerca de 25 000 árboles 25 . Ese proyecto de reforestación de varios años ha plantado ya más de 121 000 árboles, con la expectativa de plantar decenas de miles más.

Este esfuerzo mancomunado proporciona sombra, conserva el suelo y reduce futuras inundaciones. Embellece los vecindarios, edifica la comunidad, satisface el gusto y nutre el alma. Si preguntan a los haitianos quién cosechará el fruto de esos árboles, les dirán: “Cualquiera que tenga hambre”.

El 80 por ciento de la población mundial está afiliada a una denominación religiosa 26 . Las comunidades religiosas responden de buena gana a las necesidades inmediatas después de desastres naturales, así como a las necesidades recurrentes de alimentos, refugio, educación, alfabetización y capacitación de empleo. Por todo el mundo, nuestros miembros, amigos y la Iglesia ayudan a las comunidades a dar apoyo a los refugiados y proporcionan agua, saneamiento, movilidad a personas con discapacidades y atención oftalmológica… una persona, una aldea, un árbol a la vez 27 . En todas partes, nos esforzamos por ser buenos padres y buenos ciudadanos, por contribuir en nuestros vecindarios y sociedades, incluso por medio de la organización de beneficencia Latter-day Saint Charities 28 .

Dios nos da el albedrío moral y la responsabilidad moral. Así dice el Señor: “Yo, Dios el Señor, os hago libres; por consiguiente, sois verdaderamente libres” 29 . Al proclamar “libertad a los cautivos” 30 , el Señor promete que Su expiación y la senda del Evangelio pueden romper las ligaduras temporales y espirituales 31 . Por fortuna, esta libertad redentora se extiende a quienes han dejado esta vida terrenal.

Hace unos años, un sacerdote en Centroamérica me dijo que estaba estudiando el “bautismo para las personas fallecidas” de los Santos de los Últimos Días. “Parece justo”, dijo el sacerdote, “que Dios ofreciera a todas las personas la oportunidad de recibir el bautismo, independientemente de dónde o cuándo vivieron, salvo los niños pequeños, que ‘viven en Cristo’ 32 . El apóstol Pablo”, dijo el sacerdote, “habla de los muertos que aguardan el bautismo y la resurrección” 33 . Las ordenanzas vicarias del templo prometen a todas las naciones, tribus y lenguas que nadie tiene por qué seguir siendo esclavo de la muerte, del infierno o de la tumba 34 .

Cuando descubrimos a Dios, en ocasiones las inesperadas respuestas a las oraciones nos sacan de la calle, nos integran en la sociedad, eliminan la oscuridad de nuestra alma y nos llevan a encontrar refugio espiritual y sentido de pertenencia en la bondad de Sus convenios y Su amor perdurable.

A menudo, las cosas grandes comienzan siendo pequeñas, pero los milagros de Dios se manifiestan a diario. Cuán agradecidos estamos por el don supremo del Espíritu Santo, por la expiación de Jesucristo y por Su doctrina, las ordenanzas y los convenios revelados que se encuentran en Su Iglesia restaurada, la cual lleva Su nombre.

Ruego que aceptemos con gozo la invitación de Dios de recibir y ayudar a cumplir Sus bendiciones prometidas y profetizadas en todas las naciones, tribus y lenguas, lo ruego en el sagrado y santo nombre de Jesucristo. Amén.