Historia de la Iglesia
Capítulo 1: Un día mejor y más brillante


“Un día mejor y más brillante”, capítulo 1 de Santos: La historia de la Iglesia de Jesucristo en los últimos días, tomo III, Valerosa, noble e independiente, 1893–1955, (2021)

Capítulo 1: “Un día mejor y más brillante”

Capítulo 1

Un día mejor y más brillante

Imagen
edificio abovedado, tipo palacio, al otro lado de un amplio canal con un puente y botes

Evan Stephens y el Coro del Tabernáculo tuvieron una oportunidad única en la vida. Era mayo de 1893 y acababa de abrirse la Exposición Colombina Mundial en Chicago, una pujante metrópolis en la región del Medio Oeste de Estados Unidos. Durante los siguientes seis meses, millones de personas de todo el mundo visitarían la exposición. Era una extensión de doscientos cincuenta hectáreas para explorar, con abundantes parques cubiertos de pasto, lagunas y canales resplandecientes, y relucientes palacios de color marfil. Por todas partes había visitantes dando vueltas por la feria, escuchando hermosos conciertos, oliendo nuevos aromas tentadores o contemplando asombrosas exhibiciones de las cuarenta y seis naciones participantes.

Si uno quería captar la atención del mundo, Evan sabía que no se podría encontrar un escenario más grande que la feria mundial1.

Como director del coro, estaba ansioso por hacer una presentación en el Gran Eisteddfod Internacional [Grand International Eisteddfod], una prestigiosa competencia galesa de canto que se llevaría a cabo en la feria ese otoño. Él y muchos miembros del coro eran galeses o de ascendencia galesa, y habían crecido impregnados de las tradiciones musicales de su tierra natal. Sin embargo, el concurso era más que una oportunidad de celebrar su herencia. Actuar en Chicago le proporcionaría al Coro del Tabernáculo —el grupo coral principal de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días— la oportunidad perfecta de exhibir su talento y presentar la Iglesia a más personas2.

Una y otra vez, por causa de la información errónea en cuanto a ellos, los santos habían tenido dificultades y conflictos con sus vecinos. Hacía medio siglo que habían huido al valle del Lago Salado, lejos de sus perseguidores. Sin embargo, su paz había sido efímera, especialmente luego de que los santos comenzaran a practicar abiertamente el matrimonio plural. En las décadas que siguieron, el gobierno de los Estados Unidos emprendió una campaña implacable contra el matrimonio plural, y los críticos de la Iglesia desplegaron todos los medios para destruir su imagen pública y retratar a los santos como personas vulgares y sin instrucción.

En 1890, el Presidente de la Iglesia, Wilford Woodruff, publicó el Manifiesto, una declaración oficial instando a dar fin al matrimonio plural entre los santos. Desde entonces, el gobierno federal había distendido su oposición a la Iglesia. Sin embargo, el cambio era lento, y los malentendidos continuaban. Ahora, a finales del siglo, los santos deseaban dar al mundo una imagen correcta de quiénes eran y en qué creían3.

A pesar de lo ansioso que estaba Evan por hacer que el coro representara a la Iglesia en la feria, estuvo a punto de tener que dejar pasar la oportunidad. Se había desatado una crisis económica en Estados Unidos, que había devastado la economía de Utah. Muchos miembros del coro eran pobres, y Evan no quería que usaran sus ingresos para el viaje. También estaba preocupado de que no estuvieran preparados para la competencia. Aunque habían cantado como ángeles en la reciente dedicación del Templo de Salt Lake, todavía eran un coro de aficionados. Si no estaban a la altura de los demás coros, podrían avergonzar a la Iglesia4.

De hecho, a principios de ese año, Evan y la Primera Presidencia de la Iglesia habían decidido no inscribirse en la competencia, después de todo. Pero luego, el Eisteddfod habían enviado representantes a Salt Lake City, y tras escuchar cantar al coro, los representantes le informaron a George Q. Cannon, Primer Consejero de la Primera Presidencia, que los santos podrían ganar la competencia.

Volviéndose a Evan, el presidente Cannon preguntó: “¿Crees que nuestro coro tiene una oportunidad real?”.

—No creo que podamos ganar la competencia —contestó Evan—, pero podemos dar una excelente impresión5.

Eso era suficiente para el presidente Cannon. Otros santos, que también esperaban representar bien a la Iglesia, habían partido hacia Chicago. Las líderes de la Sociedad de Socorro y de la Asociación de Mejoramiento Mutuo de las Mujeres Jóvenes [Young Ladies’ Mutual Improvement Association] hablarían en la feria en el Congreso de Mujeres en Órganos Representativos [Congress of Representative Women], la asamblea de líderes de las mujeres más grande que se hubiera realizado jamás. B. H. Roberts, uno de los siete presidentes de los Setenta, esperaba hablar acerca de la Iglesia en el Parlamento de Religiones que se realizaba en la feria.

A pedido de la Primera Presidencia, el coro empezó a ensayar inmediatamente, y a moverse rápidamente para encontrar una forma de financiar el viaje. Evan debía hacer algo imposible, y tenía menos de tres meses para hacerlo6.


Esa primavera, la crisis económica no solo era un problema para el Coro del Tabernáculo, sino que también amenazaba con llevar a la ruina a la Iglesia.

Seis años antes, en el apogeo de su campaña contra la poligamia, el Congreso de los Estados Unidos había aprobado la Ley Edmunds-Tucker, que autorizaba la confiscación de las propiedades de la Iglesia. Preocupados porque el gobierno se apropiara de sus donaciones, muchos santos habían dejado de pagar los diezmos, y de esta forma se redujo la principal fuente de financiamiento de la Iglesia. Para cubrir sus pérdidas, la Iglesia había pedido dinero prestado e invertido en empresas de negocios para proporcionar suficientes fondos para mantener la obra del Señor avanzando. También pidió préstamos para cubrir el costo de terminar el Templo de Salt Lake7.

El 10 de mayo de 1893, la Primera Presidencia le pidió al apóstol Heber J. Grant que viajara al este inmediatamente para negociar nuevos préstamos que aliviaran las cargas económicas de la Iglesia. En Utah, los bancos estaban yendo a la quiebra y los precios de los productos agrícolas se estaban desplomando. Pronto la Iglesia no estaría en condiciones de pagar a sus secretarios ni a los demás empleados8. Como Heber era presidente de un banco en Salt Lake City, y tenía muchos amigos en los círculos financieros, los líderes de la Iglesia esperaban que él pudiera obtener el dinero9.

Una vez que Heber aceptó ir, el presidente Cannon le dio una bendición y le prometió que los ángeles lo ayudarían. Entonces Heber tomó un tren a la costa este, con el peso de la Iglesia sobre sus hombros. Si fracasaba, la Iglesia no podría pagar sus préstamos y perdería la confianza de sus acreedores; y por consiguiente, le sería imposible pedir prestado el dinero que necesitaba para seguir funcionando10.

Poco después de llegar a la ciudad de Nueva York, Heber renovó varios de los préstamos y pidió otro más de 25 000 dólares. Luego, solicitó otro préstamo, y finalmente aseguró un monto adicional de $50 000. Pero sus esfuerzos no eran suficientes para mantener a la Iglesia a flote económicamente11.

En los días subsiguientes, se esforzó por encontrar más financistas. La crisis había atemorizado a todos; nadie quería dar préstamos a una institución que ya estaba fuertemente endeudada.

Heber empezó a perder el sueño. Tenía miedo de que su salud fallara antes de poder cumplir con su misión. “Mido más de un metro ochenta y peso solo 63 kilogramos —anotó en su diario—, no tengo mucho más margen para seguir bajando de peso”12.


En la mañana del 19 de mayo, Emmeline Wells estaba ansiosa. A las 10, ella y otras líderes de la Sociedad de Socorro estarían hablando acerca de su organización en el Congreso Mundial de Mujeres en Órganos Representativos en la feria de Chicago13.

Ella esperaba que sus discursos corrigieran los estereotipos dañinos acerca de las mujeres de la Iglesia. Dado que la mayoría de los doscientos mil miembros de la Iglesia vivían en el oeste de los Estados Unidos, pocas personas habían llegado a conocer a una mujer Santo de los Últimos Días. Lo que las personas generalmente sabían acerca de ellas provenía de libros, revistas y panfletos que difundían información falsa acerca de la Iglesia y caracterizaban a sus mujeres como personas sin educación y oprimidas14.

Cuando se hicieron las diez en punto, los ochocientos asientos del salón no estaban todos ocupados. Aunque la sesión de la Sociedad de Socorro había sido anunciada suficientemente, se estaban realizando otras sesiones al mismo tiempo, que atrajeron a personas que, de otro modo, hubieran ido a escuchar hablar a las mujeres de Utah. Emmeline reconoció unas pocas caras en la audiencia, muchas de ellas miembros de la Iglesia que habían venido para apoyarlas. Y además, reconoció a una persona importante en la audiencia que no era Santo de los Últimos Días: la periodista Etta Gilchrist15.

Diez años antes, Etta había escrito una novela que condenaba el matrimonio plural y a los santos. Pero desde entonces, ella y Emmeline habían encontrado una causa común abogando por los derechos de las mujeres al voto, lo que llevó a Emmeline a publicar uno de los artículos de Etta acerca del sufragio en El adalid de la mujer [Woman’s Exponent], un diario que Emmeline editaba en Utah. Un informe positivo de Etta seguramente ayudaría a la reputación de los santos16.

La sesión abrió con la interpretación de Eliza R. Snow del himno “Oh mi padre”. Entonces, la Presidenta General de la Sociedad de Socorro, Zina Young, y otras líderes dieron discursos cortos acerca de la labor de la Sociedad de Socorro y la historia de la Iglesia. Las discursantes fueron tanto mujeres que habían llegado a Utah como pioneras, como otras que nacieron en el territorio. Cuando habló Emmeline, elogió la sofisticación de las escritoras de Utah y describió los muchos años de experiencia de la Sociedad de Socorro en el almacenamiento de granos.

—Si alguna vez hay una hambruna —dijo a la audiencia—, vengan a Sion17.

Antes de que la reunión terminara, Emmeline llamó a Etta al estrado. Etta se levantó y tomó asiento al lado de Zina. Estrechó manos con cada una de las mujeres de Utah, conmovida por que la estuvieran tratando amablemente, aun cuando ella las había menospreciado en el pasado.

El informe de Etta sobre la reunión de la Sociedad de Socorro apareció en el diario unos días después. “Los mormones son aparentemente personas muy religiosas —escribió—. Su fe en su religión es maravillosa”.

Al describir la bienvenida que había recibido por las miembros, agregó: “Esta reunión en particular hizo que valiera la pena venir a Chicago”.

Emmeline estaba agradecida por el elogio18.


Cuando los bancos y los negocios en Utah quebraron, Leah Dunford, una joven de diecinueve años de edad, se preocupó por su familia. No contaban con muchos recursos, y su madre, Susa Gates, una hija de Brigham Young, había vendido tierras valiosas para que Leah estudiara Salud y bienestar en un curso de verano que se realizaba en el campus de la Universidad de Harvard, en Cambridge, Massachusetts. Leah no estaba segura de si debía ir. “¿Era correcto —se preguntaba— beneficiarse del sacrificio de su madre?”19.

Susa quería que Leah asistiera a los cursos de verano, sin importar lo que costara. En ese momento, muchos jóvenes Santo de los Últimos Días se iban de Utah para estudiar en universidades prestigiosas del este de los Estados Unidos. Susa había estudiado en los cursos de verano el año anterior, y esperaba que su hija pudiera tener una experiencia igual de buena. También pensaba que uno de los estudiantes que conoció allí, un joven Santo de los Últimos Días de Noruega, llamado John Widtsoe, sería la pareja ideal para Leah20.

Apartando las preocupaciones en cuanto al dinero, Leah estaba ansiosa por continuar con su educación. Su madre creía que las jóvenes Santos de los Últimos Días necesitaban una buena educación y capacitarse profesionalmente. Hasta hacía poco, el matrimonio plural había permitido que el convenio del matrimonio estuviera al alcance de virtualmente todas las mujeres Santos de los Últimos Días que lo desearan. Pero la generación de Leah, la primera en llegar a la adultez luego del Manifiesto, ya no tenía esa garantía, ni la garantía del apoyo económico que el matrimonio le daba a las mujeres en ese momento21.

Aunque estaba habiendo cada vez más posibilidades educativas y profesionales para las mujeres en muchas partes del mundo, los padres miembros de la Iglesia muchas veces se preocupaban de que estas oportunidades llevaran a sus hijas a casarse con esposos que no fueran miembros de la Iglesia y dejaran la fe. Por esta razón, las líderes de la Asociación de Mejoramiento Mutuo de las Mujeres Jóvenes habían empezado a poner énfasis en que las mujeres jóvenes debían desarrollar testimonios fuertes y tomar decisiones importantes con espíritu de oración22.

De hecho, Susa ya había alentado a Leah a ayunar y orar acerca de su relación con John Widtsoe. El matrimonio de Susa con el padre de Leah, quien para ese momento era un bebedor empedernido, había terminado en divorcio. Ella deseaba con todo su ser que su hija tuviera un matrimonio feliz con un joven recto. Por supuesto, Leah tenía que conocer a John en persona. Hasta el momento, ellos solo habían intercambiado unas pocas cartas23.

En junio de 1893, Leah viajó a Harvard, que quedaba a más de tres mil doscientos kilómetros de distancia, junto con otras cuatro mujeres de Utah. Cuando llegaron a la casa donde vivían John y los otros estudiantes Santos de los Últimos Días era tarde, por lo que no tuvieron tiempo de conocer a los jóvenes. Sin embargo, en la mañana siguiente Leah notó a un tranquilo joven que estaba sentado solo en una esquina. “Supongo que eres el hermano Widtsoe —le dijo—. Escuché a mi madre hablar de ti”.

Siempre se había imaginado a John como un escandinavo alto y fornido. En cambio, era bajo de estatura y delgado. ¿Qué había visto su madre en él?

Completamente desinteresada, Leah ignoró a John hasta la cena. Cuando la encargada de la casa le pidió a John que cortara la carne, Leah pensó: “Al menos es servicial”. Luego, cuando todos se arrodillaron para bendecir la comida, John ofreció la oración. Su oración fue directo al corazón de Leah.

“Él es el hombre”, se dijo24.

Luego de eso, Leah y John casi siempre estaban juntos. Una tarde, mientras paseaban por el parque, se detuvieron en una pequeña colina junto a un estanque. Allí John le contó a Leah sobre su infancia en Noruega y su juventud en Logan, Utah.

Empezó a llover, se refugiaron en una torre cercana, y Leah empezó a contarle a John sobre su vida. Luego subieron a lo alto de la torre y hablaron por otra hora y media acerca de sus esperanzas para el futuro25.


John Widtsoe estaba enamorado de Leah Dunford, pero no quería admitirlo. Cuando ella llegó a la universidad, él quiso ignorarla. Estaba demasiado ocupado, y no estaba interesado en un romance en esta etapa de su vida. Tenía grandes planes para el futuro y Leah era una distracción.

Pero le gustaba el hecho de que ella tocara varios instrumentos musicales y que pudiera hablar de forma divertida o seria, dependiendo de la ocasión. Le gustaba que ella ayudara a la encargada de la casa a limpiar, mientras todos los demás se sentaban y no hacían nada. Más que nada, le gustaba su ambición.

“Ella tiene el deseo de hacer algo en el mundo —le escribió a su madre, Anna, en la ciudad de Salt Lake City—. Ella será una de las mujeres líderes en educación de Utah”.

Según sus cálculos, él necesitaría al menos dos o tres años para saldar sus deudas con Harvard. Luego, necesitaría cuatro años para sus estudios de posgrado en Europa, más otros cuatro años para pagar esa deuda. Después, necesitaría al menos tres años más para ganar suficiente dinero para siquiera considerar casarse con Leah26.

John también estaba todavía poniendo en orden sus propias creencias religiosas. Tenía fe en la pureza y la bondad de Jesús. Además, cuando llegó a Harvard por primera vez, había recibido un fuerte testimonio espiritual de que Dios lo había ayudado a pasar en sus exámenes de ingreso. Pero estaba menos seguro en cuanto a la Iglesia. Unos meses antes, le había escrito a su madre las preguntas que tenía en cuanto a la Iglesia y sus líderes. La carta había angustiado tanto a Anna que le escribió de inmediato, segura de que él había perdido su testimonio27.

En su siguiente carta, John trató de explicarse. Como otros santos de su edad, luchaba con las dudas. Los líderes de la Iglesia siempre le habían enseñado que vivía en los últimos días, cuando el Señor salvaría a Su pueblo de sus enemigos. Pero durante los últimos tres años, había visto a los santos dejar de lado el matrimonio plural y cultivar enconadas divisiones por la política. Ahora se preguntaba si en algún momento los santos tendrían éxito en edificar Sion.

“Todo parece haber salido contrario a las expectativas”, le dijo a su madre.

En sus cartas a casa, John también había tratado de explicar, que no era suficiente para él simplemente creer en algo. También tenía que saber por qué creía en ello. “No tiene sentido decir que ‘lo creo’ y no pensar más acerca de ello”, había escrito. Sin embargo, él continuaba pidiendo en oración una mayor comprensión de las cosas relativas a la Iglesia28.

Entonces, el 23 de julio, él tuvo una experiencia espiritual poderosa. Una mujer metodista asistió a la reunión del domingo de los estudiantes Santos de los Últimos Días, y se le pidió a John que diera un sermón improvisado. Sorprendido, se paró, inseguro sobre lo que debía decir. Rápidamente decidió hablar acerca de la personalidad de Dios, deseando que sus palabras ayudaran a la visitante a entender lo que creían los santos. A medida que hablaba, no se puso nervioso ni se repitió, como a veces le pasaba cuando hablaba en público. En cambio, predicó un sermón claro e inteligible por más de treinta minutos.

“Sentí que el espíritu de Dios me ayudó —le escribió a su madre—. Nunca he sabido tanto acerca de Dios y Su personalidad”29.

Luego de la reunión, John pasó el resto del día con Leah. Mientras caminaban, John le dijo que quería que visitara a su madre. Ya le había dicho a Anna mucho acerca de Leah. Ahora quería que se conocieran en persona30.


Era cerca de la medianoche del 1 de septiembre de 1893, y Heber J. Grant permanecía totalmente despierto en un cuarto de hotel de la ciudad de Nueva York. Ese día había recibido un telegrama aterrador. El Banco de Ahorros y Sociedad Fiduciaria de Sion [Zion’s Savings Bank and Trust Company], la institución financiera más importante de la Iglesia, estaba a punto de quebrar. Lo mismo iba a ocurrir con el Banco Estatal de Utah [State Bank of Utah], del cual Heber era el presidente. Si él no transfería dinero a los bancos al día siguiente, no podrían abrir al público. Tanto la reputación de Heber y la de la Iglesia con los acreedores se vería dañada, quizás para siempre.

Heber dio vueltas y vueltas por horas. Unos meses antes, George Q. Cannon había prometido que los ángeles lo ayudarían. Más recientemente, Joseph F. Smith, el segundo consejero de la Primera Presidencia, le había prometido éxito más allá de sus expectativas. Pero Heber no podía imaginar que nadie le prestara suficiente dinero para salvar a los bancos.

Oró por ayuda, rogando a Dios mientras las lágrimas brotaban de sus ojos. Finalmente, alrededor de las tres de las mañana se quedó dormido, todavía inseguro de cómo resolvería el dilema31.

Se levantó inusualmente tarde. Como era sábado, los bancos cerrarían al mediodía, y necesitaba apurarse. Arrodillado en oración, le pidió al Señor encontrar alguien que quisiera prestarle $200 000. Dijo que estaba dispuesto a hacer cualquier sacrificio, aun darle al prestamista una comisión considerable por el préstamo32.

Luego de la oración, Heber se sintió alegre, seguro de que el Señor lo ayudaría. Decidió visitar a John Claflin, el director de una gran empresa mercantil, pero no estaba. Ya quedándose sin tiempo, Heber tomó el tren para ir al distrito financiero de la ciudad, con la esperanza de visitar otro banco. En el camino, estaba tan absorto en el periódico, que se pasó de la parada. Al salir del tren, caminó sin rumbo fijo. Cuando se topó con la oficina de otro conocido, entró en ella. Allí se encontró con John Claflin, el mismo hombre que quería ver.

Al conocer el aprieto en el que estaba Heber, John aceptó prestar a la Iglesia $250 000, con la condición de que él recibiera una comisión del 20 por ciento33. A pesar del alto costo, Heber podía ver que el Señor había contestado sus oraciones34. Transfirió inmediatamente el dinero a la ciudad de Salt Lake.

Los fondos llegaron justo a tiempo para salvar a los bancos de la quiebra35.


“No presten atención a sus competidores hasta que ustedes hayan cantado —les dijo Evan Stephens a los miembros del Coro del Tabernáculo—. Simplemente estén tranquilos”.

Era la tarde del 8 de septiembre. El coro había terminado el último ensayo para la competición Eisteddfod. En unas horas, los cantantes subirían al escenario para presentar tres números musicales que habían practicado casi cada día de ese verano. Evan todavía no estaba seguro de si podrían ganar, pero se sentiría satisfecho si hacían su mejor esfuerzo36.

Hacía cinco días que el coro había llegado a Chicago, acompañado de la Primera Presidencia. Para cumplir con los requisitos del certamen, Evan había reducido el coro a doscientos cincuenta cantantes. Como la soprano estrella, Nellie Pugsley, había tenido un bebé semanas antes del concierto y no pensaba que podría cantar en la feria, se hicieron arreglos para que su hermana cuidara del bebé mientras Nellie cantaba37.

Financiar el viaje durante una depresión económica resultó tan desafiante como lograr que el coro estuviera listo para cantar. Los líderes del coro primero intentaron recaudar dinero de los empresarios de la ciudad de Salt Lake. Cuando eso falló, el coro decidió dar varios conciertos, esperando que la venta de las entradas cubriera los costos. Tuvieron dos conciertos en Utah y cuatro más en ciudades grandes entre la ciudad de Salt Lake y Chicago38.

Los conciertos fueron un éxito económico, pero fue un desgaste para las voces de los cantantes. El coro continuó preparándose en Chicago, y atrajo a cientos de espectadores a sus ensayos en el Edificio de Utah, un gran salón de exhibiciones que exponía bienes y artefactos del territorio39.

Luego de su ensayo final, Evan y los cantantes se reunieron en el sótano de la sala de conciertos. Mientras esperaban el turno para su actuación, John Nuttall, el secretario del coro, ofreció una oración recordando a cada cantante que ellos representaban a la Iglesia y a su gente en la feria.

“Permítenos al menos reflejar los méritos de Tu obra y de Tu pueblo —rogó—, en nuestro esfuerzo por representarlos aquí ante el mundo; un mundo que mayormente nos considera ignorantes e incultos”40.

Cuando llegó el turno del coro, Evan tomó su lugar en el podio de directores. La sala estaba llena con alrededor de diez mil personas, casi ninguna de ellas era miembro de la Iglesia. En tiempos pasados, un Santo de los Últimos Días podía esperar que se burlaran de él enfrente de una audiencia como esta, pero Evan no sintió antagonismo alguno de su parte.

Una vez que el coro se ubicó en el escenario, en la sala de conciertos se hizo silencio. Entonces el coro cantó las palabras iniciales de la obra de Händel, “Worthy Is the Lamb”:

Digno es el Cordero que fue inmolado

y que con Su sangre nos ha redimido para Dios,

de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza,

la honra, la gloria y la alabanza.

Sus voces eran fuertes, y Evan pensó que sonaban espléndidas. Cuando el coro terminó esa pieza, el público estalló en aplausos. El coro luego cantó dos números más, y aunque Evan podía percibir el agotamiento en algunas de las voces, terminaron bien y se retiraron del escenario41.

“Hemos hecho lo mejor posible —le dijo Evan luego a la Primera Presidencia—. Estoy satisfecho”.

Más tarde, cuando se anunciaron los resultados, el Coro del Tabernáculo obtuvo el segundo lugar, con medio punto menos que el ganador. Uno de los jueces dijo que los santos debían haber ganado la competencia. Aun así, el presidente Cannon creía que el coro había logrado algo más grande. “Como iniciativa misional es probable que sea un éxito —señaló—, porque les dará a miles de personas la oportunidad de aprender una pequeña verdad en cuanto a nosotros”42.

Evan también estaba complacido con lo que sus cantantes habían logrado. Las noticias acerca del “Coro mormón” que había ganado un premio en la Feria Mundial aparecieron en los diarios de todo el mundo. No podría pedir un premio mejor43.


El día después del concierto, el presidente Woodruff habló acerca de los santos durante un banquete formal en la feria. “Vengan y véannos —dijo, con voz fuerte—. Si todavía no han estado en Salt Lake City, todos son bienvenidos”. También invitó a los ministros de otras religiones a hablar en la ciudad. “Si no hay lugar en las iglesias —dijo—, les daremos nuestro tabernáculo”44.

El profeta regresó a Utah diez días después, animado por la amabilidad que los santos habían recibido en Chicago. El único incidente que empañó la experiencia de la Iglesia en la feria, ocurrió cuando los organizadores del Parlamento de Religiones se resistieron a los esfuerzos de B. H. Roberts de hablar acerca de la Iglesia en su asamblea. Sus acciones eran un triste recordatorio de que todavía existía el prejuicio contra la Iglesia; sin embargo, los líderes de la Iglesia creían que las personas en toda la nación estaban empezando a ver a los santos bajo una nueva luz45. La cálida recepción que habían recibido la Sociedad de Socorro y el Coro del Tabernáculo en la feria daban la esperanza de que las persecuciones de los últimos sesenta años estuvieran llegando a su fin46.

En una pequeña reunión en el Templo de Salt Lake el 5 de octubre, la noche anterior a la conferencia general de la Iglesia, la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles participaron juntos de la Santa Cena.

“Siento la profunda impresión —dijo George Q. Cannon— de que está amaneciendo sobre nosotros un día mejor y más brillante”47.

  1. Evan Stephens, “The World’s Fair Gold Medal”, Children’s Friend, septiembre de 1920, tomo XIX, pág. 374; “The Tabernacle Choir”, Deseret Weekly, 1 de septiembre de 1894, págs. 340–341; Handy, Official Directory of the World’s Columbian Exposition, tomo XLII, págs. 191–192, 194, 197; Emmeline B. Wells, “World’s Congress and World’s Fair”, Deseret Evening News, 17 de junio de 1893, pág. 7. Tema: Exposición Colombina de 1893

  2. Evan Stephens, “The World’s Fair Gold Medal”, Children’s Friend, septiembre de 1920, tomo XIX, pág. 372–374; George Q. Cannon, “The Tabernacle Choir at the World’s Fair”, Juvenile Instructor, 15 de septiembre de 1893, tomo XXVIII, págs. 566–567; “The Tabernacle Choir”, Deseret Weekly, 1 de septiembre de 1894, págs. 340–341; Neilson, Exhibiting Mormonism, págs. 109–114. Temas: Coro del Tabernáculo; Gales

  3. Santos, tomo II, capítulos 1, 10, 26–27, 29, 32–35, 37 y 39–41; Neilson, Exhibiting Mormonism, págs. 46–48. Temas: Manifiesto; El matrimonio plural luego del Manifiesto

  4. Evan Stephens, “The World’s Fair Gold Medal”, Children’s Friend, septiembre de 1920, tomo XIX, págs. 372–374; “The Tabernacle Choir”, Deseret Weekly, 1 de septiembre de 1894, págs. 340–341.

  5. Evan Stephens, “The World’s Fair Gold Medal”, Children’s Friend, Sept. 1920, 19:372–74; octubre de 1920, tomo XIX, pág. 420; “To the World’s Fair”, Standard (Ogden, UT), 7 de junio de 1893, pág. 1. Tema: George Q. Cannon

  6. Neilson, Exhibiting Mormonism, págs. 92–102, 144–149; Wells, Diary, volume 16, May 1012, 1893; “World’s Fair Exodus”, Salt Lake Herald, 11 de mayo de 1893, pág. 2; Evan Stephens, “The World’s Fair Gold Medal”, Children’s Friend, Sept. 1920, 19:374; Oct. 1920, 19:420–21; George Q. Cannon, “The Tabernacle Choir at the World’s Fair”, Juvenile Instructor, 15 de septiembre de 1893, tomo XXVIII, pág. 566.

  7. “A Groundless Apprehension”, Deseret Evening News, 14 de julio de 1888, [pág. 2]; “Taking of Testimony”, Deseret Evening News, 20 de octubre de 1891, pág. 5; George Q. Cannon, Journal, Apr. 5, 1895; Walker, “Crisis in Zion”, págs. 115–117; Arrington, Great Basin Kingdom, págs. 386–393, 401; Santos, tomo II, capítulos 3537. Temas: Legislación antipoligamia; Templo de Salt Lake

  8. Joseph F. Smith a Heber J. Grant, 12 de julio de 1893, Heber J. Grant Collection, BHI; Talmage, Journal, 23 de agosto de 1893; Dean, Journal, July 1, 3, and 5, 1893; Aug. 2, 3, and 5, 1893; “Another Bank Gone”, Deseret Evening News, 30 de junio de 1893, pág. 5; “Prices of Farm Products”, Standard (Ogden, UT), 31 de diciembre de 1893, pág. 6; Walker, “Crisis in Zion”, pág. 129. Tema: Finanzas de la Iglesia

  9. George Q. Cannon, Journal, May 10, 1893; Grant, Journal, 10 de mayo de 1893. Tema: Heber J. Grant

  10. George Q. Cannon, Journal, May 10, 1893; Francis Marion Lyman, Journal, 10 de mayo de 1893; Joseph F. Smith a Heber J. Grant, 12 de julio de 1893, Heber J. Grant Collection, BHI; Grant, Journal (press copy), 31 de mayo de 1893.

  11. Grant, Journal (press copy), 19 de mayo de 1893; Walker, “Crisis in Zion”, págs. 123–125.

  12. Grant, Journal, 31 de mayo–30 de junio de 1893.

  13. Wells, Diary, volume 16, May 19, 1893; Emmeline B. Wells, “Utah Women in Chicago”, Deseret Evening News, 24 de junio de 1893, pág. 7; Sewall, World’s Congress of Representative Women, tomo I, págs 81–82. Tema: Emmeline B. Wells

  14. Editor’s Department”, Young Woman’s Journal, abril de 1893, tomo IV, pág. 326; Deseret News, 1989–1990 Church Almanac, pág. 204; Plewe, Mapping Mormonism, págs. 96–97, 206–207; “Remarks”, Deseret Evening News, 19 de agosto de 1893, [pág. 9]; “Sunday Services”, Deseret Evening News, 31 de julio de 1893, pág. 9; Abraham H. Cannon, Diary, 13 de enero de 1892; Neilson, Exhibiting Mormonism, págs. 17–18, 81–83, 90–91; Givens, Viper on the Hearth, págs. 105–164; Shipps, Sojourner in the Promised Land, págs. 62–66.

  15. Emmeline B. Wells, “Utah Women in Chicago”, Deseret Evening News, 24 de junio de 1893, pág. 7.

  16. [Rosetta Luce Gilchrist], Apples of Sodom: A Story of Mormon Life (Cleveland: William W. Williams, 1883); Etta L. Gilchrist, “The Ballot as a Measure of Reform”, Woman’s Exponent, 15 de noviembre de 1891, tomo XX, págs. 75, 78–79; véase también Wells, Diary, volume 14, Apr. 20, 1891; May 3, 1891; June 16 and 19, 1891. Tema: Sufragio de mujeres

  17. Emmeline B. Wells, “Utah Women in Chicago”, Deseret Evening News, 24 de junio de 1893, pág. 7; Etta L. Gilchrist, “The World’s Fair”, Woman’s Exponent, 15 de junio de 1893, tomo XXI, págs. 177–178; “Tell of Their Western Life”, Chicago Tribune, 20 de mayo de 1893, [pág. 2]; Committees on the Grain Movement, Minutes, Nov. 17, 1876, en Derr y otros, First Fifty Years of Relief Society, págs. 399–404. Tema: Sociedad de Socorro

  18. Etta L. Gilchrist, “The World’s Fair”, Woman’s Exponent, 15 de junio de 1893, tomo XXI, págs. 177–178.

  19. Leah Dunford to Susa Young Gates, July 2, 1893, Family Correspondence, Susa Young Gates Papers, BHI; Susa Young Gates a Leah Dunford, 30 de junio de 1893; 1 de julio de 1893; 6 de julio de 1893; 12 de julio de 1893; 22 de julio de 1893, Widtsoe Family Papers, BHI; Widtsoe, In a Sunlit Land, págs. 38–39; Handlin, “Making Men of the Boys”, pág 62.

  20. Widtsoe, Oral History Interview, pág. 4; Susa Young Gates to Leah Dunford, 10 de julio de 1892; 30 de junio de 1893; 1 de julio de 1893; 12 de julio de 1893, Widtsoe Family Papers, BHI; Simpson, American Universities and the Birth of Modern Mormonism, págs. 28–53; Santos, tomo II, capítulo 42.

  21. Leah Dunford to Susa Young Gates, July 2, 1893, Family Correspondence, Susa Young Gates Papers, BHI; “The Editor’s Department”, Young Woman’s Journal, marzo de 1891, tomo II, págs. 283–284; Mary Howe, “Professional and Business Opportunities for Women”, Young Woman’s Journal, octubre de 1891, tomo III, págs. 24–25.

  22. Mintz, Huck’s Raft, pág. 197; Mary Howe, “Professional and Business Opportunities for Women”, Young Woman’s Journal, octubre de 1891–abril de 1892, tomo III, págs. 24–25, 77–78, 132–133, 228–229, 259–260; “Y. L. Conference”, Young Woman’s Journal, abril de 1891, tomo II, pág. 331; “Be Ye Not Unequally Yoked Together”, Young Woman’s Journal, febrero de 1891, tomo II, págs. 236–239; Susa Young Gates a Leah Dunford, 12 de julio de 1893, Widtsoe Family Papers, BHI.

  23. Widtsoe, Oral History Interview, pág. 17; John A. Widtsoe a Leah Dunford, 10 de enero de 1893; Susa Young Gates a Leah Dunford, 15 de julio de 1893, Widtsoe Family Papers, BHI; Leah Dunford to Susa Young Gates, July 22, 1893, Family Correspondence, Susa Young Gates Papers, BHI; Widtsoe, In a Sunlit Land, págs. 228–229; véase también Santos, tomo II, capítulo 30.

  24. Widtsoe, Oral History Interview, págs. 31–32; Widtsoe, In a Sunlit Land, págs. 38–39, 228–229.

  25. Widtsoe, In a Sunlit Land, págs. 229–230; Leah Dunford to Susa Young Gates, July 18, 1893, Family Correspondence, Susa Young Gates Papers, BHI. Tema: John y Leah Widtsoe

  26. Widtsoe, In a Sunlit Land, pág. 229, 231–232; John A. Widtsoe a Anna Gaarden Widtsoe, 24 de julio de 1893, Widtsoe Family Papers, BHI; véase también Parrish, John A. Widtsoe, págs. 95–103.

  27. Widtsoe, Diary, 30 de septiembre de 1891; Anna Gaarden Widtsoe a John A. Widtsoe, 11 de mayo de 1893; John A. Widtsoe a Anna Gaarden Widtsoe, 21 de junio de 1893, Widtsoe Family Papers, BHI.

  28. John A. Widtsoe a Anna Gaarden Widtsoe, 21 de mayo de 1893, Widtsoe Family Papers, BHI; véase también John A. Widtsoe a Anna Gaarden Widtsoe, 21 de junio de 1893, Widtsoe Family Papers, BHI; y Simpson, American Universities and the Birth of Modern Mormonism, págs. 50–51.

  29. John A. Widtsoe a Anna Gaarden Widtsoe, 24 de julio de 1893, Widtsoe Family Papers, BHI.

  30. Leah Dunford to Susa Young Gates, Dec. 6, 1885, Susa Young Gates, Papers, BHI.

  31. Heber J. Grant a Joseph F. Smith, 11 de mayo de 1905, Heber J. Grant Collection, BHI; Grant, Journal, 2 de septiembre y 3 de octubre de 1893; Heber J. Grant a Rachel Ivins Grant, 9 de septiembre de 1893; Heber J. Grant a Heber M. Wells, 9 de septiembre de 1893, Letterpress Copybook, tomo XVII, págs. 375, 377, 402–403, Heber J. Grant Collection, BHI; George Q. Cannon, Journal, May 10, 1893.

  32. Heber J. Grant a Joseph F. Smith, 11 de mayo de 1905, Heber J. Grant Collection, BHI; Grant, Journal, 3 de octubre de 1893, y 29 de enero de 1942; Abraham H. Cannon, Diary, 14 de febrero de 1895.

  33. Heber J. Grant a Joseph F. Smith, 11 de mayo de 1905, Heber J. Grant Collection, BHI; Grant, Journal, 3 de octubre de 1893; 8 de enero de 1916; 29 de enero de 1942; Woodruff, Journal, Sept. 4, 1893; Walker, “Crisis in Zion”, págs. 133–134.

  34. Grant, Journal, 3 de octubre de 1893; Heber J. Grant a Heber M. Wells, 9 de septiembre de 1893, Letterpress Copybook, tomo XVII, pág. 402, Heber J. Grant Collection, BHI. Tema: Finanzas de la Iglesia

  35. Grant, Journal (press copy), 4 de septiembre de 1893, pág. 623; Heber J. Grant a Heber M. Wells, 7 de septiembre de 1893, Letterpress Copybook, tomo XVII, pág. 370, Heber J. Grant Collection, BHI; George Q. Cannon, Journal, Sept. 4, 1893.

  36. “The Tabernacle Choir”, Deseret Weekly, 1 de septiembre de 1894, págs. 340–341; Evan Stephens, “The World’s Fair Gold Medal”, Children’s Friend, octubre de 1920, tomo XIX, págs. 420–421.

  37. Evan Stephens, “The World’s Fair Gold Medal”, Children’s Friend, octubre de 1920, tomo XIX, pág. 421; George Q. Cannon, Journal, Sept. 3, 1893; George Q. Cannon, “The Tabernacle Choir at the World’s Fair”, Juvenile Instructor, 15 de septiembre de 1893, tomo XXVIII, pág. 567; Pugsley, Autobiography, pág 5.

  38. George Q. Cannon, Journal, Aug. 28–29, 1893; “Choir Arrangement”, Deseret Evening News, 7 de junio de 1893, pág. 1; “The Choir Goes”, Deseret Evening News, 18 de agosto de 1893, pág. 1; Neilson, Exhibiting Mormonism,págs. 121–124.

  39. Evan Stephens, “The World’s Fair Gold Medal”, Children’s Friend, octubre de 1920, tomo XIX, pág. 421; “The Tabernacle Choir”, Deseret Weekly, 1 de septiembre de 1894, pág. 340; Handy, Official Directory of the World’s Columbian Exposition, pág 104.

  40. Evan Stephens, “The World’s Fair Gold Medal”, Children’s Friend, octubre de 1920, tomo XIX, págs. 421–422.

  41. George Q. Cannon, Journal, Sept. 8, 1893; Evan Stephens, “The World’s Fair Gold Medal”, Children’s Friend, octubre de 1920, tomo XIX, pág. 422; “The Tabernacle Choir”, Deseret Weekly, 1 de septiembre de 1894, pág. 340; Woodruff, Journal, Sept. 8, 1893; Revelation 5:12; W. S. B. M., “The Welsh Eisteddfod”, Music, septiembre de 1893, tomo IV, pág. 545; “Close of the Eisteddfod”, Dixon (IL) Evening Telegraph, 9 de septiembre de 1893, pág. 2.

  42. “The Tabernacle Choir”, Deseret Weekly, 1 de septiembre de 1894, pág. 341; Woodruff, Journal, Sept. 8, 1893; George Q. Cannon, Journal, Sept. 8, 1893; “Hail to the Choir!”, Deseret Evening News, 9 de septiembre de 1893, pág. 4; véase también Neilson, Exhibiting Mormonism, págs. 135–137; y George Q. Cannon, “The Tabernacle Choir at the World’s Fair”, Juvenile Instructor, 15 de septiembre de 1893, tomo XXVIII, pág. 566.

  43. “Utah’s Singing Children”, Salt Lake Tribune, 14 de septiembre de 1893, pág. 8; Evan Stephens, “The World’s Fair Gold Medal”, Children’s Friend, octubre de 1920, tomo XIX, págs. 422–423; “Attractions”, Los Angeles Times, 9 de septiembre de 1893, pág. 2; “Welsh Singing Competition”, Edinburgh Evening News, 9 de septiembre de 1893, [pág. 2]; “Choral Contest at Chicago”, Manchester Evening News, 9 de septiembre de 1893, [pág. 3]; “Great Choral Contest”, Queensland (Australia) Times, 7 de diciembre de 1893, pág. 6; “World’s Fair Eisteddfod”, Western Mail (Cardiff, Wales), 11 de septiembre de 1893, pág 5.

  44. “Utah at the Fair”, Journal (Logan, UT), 13 de septiembre de 1893, pág. 1; “Utah Day at the Fair,” Salt Lake Herald, 10 de septiembre de 1893, pág. 1; Woodruff, Journal, Sept. 9, 1893; George Q. Cannon, Journal, Sept. 9, 1893.

  45. “Cache Conference”, Journal (Logan, UT), 1 de noviembre de 1893, pág. 1; “Religious”, Deseret Weekly, 30 de septiembre de 1893, pág. 469; Woodruff, Journal, Sept. 16–19, 1893; Neilson, “B. H. Roberts”, págs. 53–84. Temas: Exposición Colombina de 1893; B. H. Roberts

  46. “Discourse”, Deseret Evening News, 28 de octubre de 1893, [pág. 9]; “General Conference”, Deseret Evening News, 6 de octubre de 1893, pág. 5; 7 de octubre de 1893, pág. 5.

  47. George Q. Cannon, Journal, Oct. 5, 1893. Se editó la cita por motivos de legibilidad: “sentí” y “estaba” del texto original fueron cambiados a “siento” y “está”.