Historia de la Iglesia
29 La noche viene ya


Capítulo 29

La noche viene ya

Imagen
Bicicleta de costado en el piso y un hombre que se aleja corriendo

En una tranquila noche de noviembre de 1943, Nellie Middleton oyó el timbre de la puerta; aunque afuera estaba oscuro, sabía que no debía tener las luces encendidas al abrir la puerta. Habían transcurrido casi tres años desde que las bombas alemanas habían caído por primera vez cerca de su casa en la calle St. Paul’s Road, en Cheltenham, Inglaterra, y Nellie seguía cubriendo la luz de las ventanas por la noche para mantenerse a salvo a sí misma y a su hija, Jennnifer, de los ataques aéreos.

Con las luces apagadas, abrió la puerta y vio a un joven en el primer peldaño de la entrada, con el rostro oculto por la oscuridad. El joven le extendió la mano y, en voz baja, se presentó como el hermano Ray Hermansen; tenía un marcado acento estadounidense1.

A Nellie se le hizo un nudo en la garganta. Después de la disolución de la rama, ella y otras mujeres de Cheltenham rara vez tenían la oportunidad de tomar la Santa Cena2. Sin embargo, hacía poco que los Estados Unidos habían enviado tropas a Inglaterra para preparar la ofensiva de los aliados contra la Alemania Nazi3. Después de ocurrírsele que algunos de los soldados estadounidenses que estaban destacados en su ciudad podrían ser Santos de los Últimos Días y que podrían bendecir la Santa Cena, Nellie le pidió a Margaret, su hermana menor, que pintara el Templo de Salt Lake y que colocara la imagen en la ciudad. Debajo de la pintura había un mensaje: “Si algún soldado se halla interesado en esta imagen, se le dará una cálida bienvenida en la calle Saint Paul’s Road nro. 13”4.

¿Acaso aquel estadounidense habría visto el cartel? ¿Tendría la autoridad de bendecir la Santa Cena? Nellie le estrechó la mano y lo invitó a pasar.

Ray era soldado Santo de los Últimos Días originario de Utah y tenía veinte años, y era presbítero en el Sacerdocio Aarónico. Aunque estaba destacado a unos 16 kilómetros de distancia, había oído a otro miembro de la Iglesia hablar de la pintura del Templo de Salt Lake y había solicitado permiso para visitar aquella dirección. Había llegado después del anochecer debido a que había venido a pie hasta la casa de Nellie. Cuando Nellie le dijo que deseaba tomar la Santa Cena, este le preguntó cuándo podría volver para efectuar la ordenanza para ella.

El 21 de noviembre, Nellie, su hija y otras tres mujeres recibieron a Ray en su reunión dominical. Nellie comenzó la reunión con una oración, antes que el grupo cantara: “Jesús, en la corte celestial”. Luego, Ray bendijo y repartió la Santa Cena, y las cuatro mujeres dieron testimonio del Evangelio5.

Enseguida, otros soldados Santos de los Últimos Días se enteraron de las reuniones de la calle Saint Paul’s Road. Algunos domingos, había tanta gente en la sala de Nellie que algunas personas tenían que sentarse en la escalera. Como la comunicación entre las naciones aliadas permanecía abierta, los santos de Cheltenham no estaban desconectados de las Oficinas Generales de la Iglesia en Utah. Y la Misión Británica continuó publicando el Millennial Star durante la guerra, lo que proporcionó a los santos materiales para las lecciones y artículos de noticias para analizar en sus reuniones.

Una de las noticias más importantes en el Millennial Star en ese momento era el llamamiento de Spencer W. Kimball y Ezra Taft Benson al Cuórum de los Doce Apóstoles. Ambos hombres habían sido presidentes de estaca fuera de Utah para cuando el presidente Grant los llamó como apóstoles, y ambos tenían lazos con la Misión Británica. Heber C. Kimball, el abuelo del élder Kimball, había abierto la misión en 1837. Por su parte, el élder Benson había servido en la misión en los primeros años de la década de 19206.

Durante las reuniones con los soldados, Nellie se dio cuenta de cuánto extrañaban a sus familias. Como los militares censuraban el correo saliente, sus seres queridos a menudo no tenían idea de dónde estaban destacados sus soldados. Nellie empezó a escribir cartas a las familias de los soldados, describiendo cuán maravilloso era tener a su hermano, hijo, esposo o novio en su casa. Incluyó su dirección en el sobre como un indicio de dónde se encontraban los soldados7.

En una carta a la esposa de un soldado, Nellie escribió: “Sé cuánto debe de extrañar a su esposo y cómo esperará y anhelará tener noticias. Pero quisiera decirle que se habría sentido muy orgullosa si lo hubiera escuchado hablar de usted y de la Iglesia”.

“Siento que mientras hagamos nuestro mejor esfuerzo —escribió Nellie—, el Señor continuará bendiciéndonos. Hemos tenido mucho de Su bondadoso cuidado y protección, y aun entre toda esta miseria y destrucción, nos sentimos muy agradecidos por nuestras bendiciones”8.


Por esta misma época, Mary dos Santos, de treinta años, visitaba la granja de su tía Sally, cerca de la ciudad de Santa Bárbara d’Oeste, en el estado de São Paulo, Brasil. Sally se había estado reuniendo con misioneros Santos de los Últimos Días de los Estados Unidos, y sugirió que Mary también los conociera. Mary no era muy religiosa, y no estaba para nada interesada en una nueva religión. Pero aceptó que los jóvenes los visitaran a ella y a su esposo, Claudio, siempre y cuando prometieran no hablar de religión.

Más tarde, cuando los misioneros visitaron la casa de Mary en São Paulo, tanto ella como Claudio descubrieron que eran interesantes y divertidos. Se quedaron por cuatro horas, y solo hablaron de la Iglesia para mencionar la clase de inglés que enseñaban cada jueves. El abuelo de Mary había nacido en los Estados Unidos y emigrado a Brasil luego de la Guerra Civil de Estados Unidos, por lo que Mary había crecido hablando inglés en casa. Pero Claudio, un brasileño hablante de portugués que sabía poco inglés, estaba interesado en la clase. Pensaba que saber más inglés podría ayudarlo a avanzar en su carrera.

Antes de asistir a su primera clase, Mary le advirtió a Claudio que tuviera cuidado. “Ve a la clase de inglés, nada más —le dijo—. ¡No le prestes atención a lo que venga antes o después!”.

Claudio no siguió su consejo. Luego de la clase, se quedó para una actividad donde los miembros locales de la Iglesia y sus amigos actuaban en breves representaciones y disfrutaban de la música. A Claudio le encantaba todo lo musical, pero se sintió especialmente atraído por el buen espíritu de la reunión y de las personas.

Cuando volvió a casa, Mary quiso saber más acerca de la clase. “¿Cómo estuvo?”, preguntó ella.

—¡Maravillosa! —respondió él. Claudio le contó sobre la actividad. Ya estaba deseoso de volver.

A Mary no le gustó que se hubiera quedado después de terminar la clase, pero lo apoyó cuando siguió yendo semana tras semana. Un día, la convenció de ir con él, y ella también disfrutó de las actividades. En poco tiempo, ambos se interesaron en el Evangelio restaurado de Jesucristo9.

La Iglesia en Brasil estaba en su infancia en ese tiempo. Por recomendación del presidente de la Misión Sudamericana, Reinhold Stoof, en 1935 se había creado la Misión Brasileña como una misión de habla alemana. Sin embargo, tres años después, el presidente de Brasil implementó leyes para debilitar la influencia de gobiernos extranjeros y promover la unidad nacional. Una de estas leyes, prohibía el uso de cualquier otro idioma aparte del portugués, el idioma oficial del país, en las reuniones públicas, incluyendo los servicios de la Iglesia10.

Aunque los santos recibieron permiso de la policía para tener algunas reuniones en alemán, los misioneros empezaron a dirigir su atención a los hablantes de portugués de Brasil, muchos de los cuales parecían ansiosos por reunirse con ellos. Y en 1940, la Iglesia publicó una edición del Libro de Mormón en portugués11.

Las restricciones de idioma, por su parte, seguían frustrando a los santos de habla alemana en Brasil. Estas frustraciones se intensificaron en el verano de 1942, cuando submarinos alemanes atacaron barcos brasileños. Brasil le declaró la guerra a Alemania, y la obra misional en alemán se interrumpió12. Aun cuando algunos miembros de habla alemana se volvieron en contra de la Iglesia y su liderazgo predominantemente estadounidense, muchos continuaron siendo Santos de los Últimos Días comprometidos13.

En la Rama São Paulo, donde asistían Mary y Claudio a las reuniones y actividades, un puñado de santos de habla portuguesa y alemana adoraban juntos14. Pero surgió un problema con el liderazgo. Por lo general, los misioneros habían dirigido las ramas de Brasil, y ahora había menos misioneros debido a la guerra. El gobierno brasileño también había impuesto una prohibición a que ingresaran nuevos misioneros extranjeros al país. Cuando el presidente de misión, William Seegmiller, llegó en 1942, más de sesenta misioneros norteamericanos habían estado prestando servicio en Brasil. Ahora, a principios de 1944, estaba programada la vuelta a casa de los últimos misioneros que quedaban, y en Brasil había muy pocos poseedores del sacerdocio que hablaran portugués para cubrir los puestos de liderazgo vacantes15.

Las lecciones de inglés de Claudio se interrumpieron cuando los misioneros regresaron a Estados Unidos. Pero poco después de que las clases terminaran, él y Mary recibieron una visita de Ada, la esposa del presidente Seegmiller. Después de conversar por unos minutos, les dijo: “Saben, estos misioneros estarían realmente felices si ustedes se bautizaran”.

La pareja no aceptó bautizarse esa noche, pero decidieron empezar a asistir a las reuniones dominicales. El interés en el Evangelio creció, hasta que poco después de año nuevo decidieron unirse a la Iglesia. En enero de 1944, Mary y Claudio fueron bautizados por el hijo de Seegmillers, Wan, unos pocos días antes de partir del país para servir en el ejército de los Estados Unidos16.


Pocas semanas después de haber empezado el año nuevo, Helga Meiszus Birth se enteró de la muerte de su primo Kurt Brahtz, un soldado del ejército alemán que había sido recientemente herido en la Unión Soviética. Desde niños, ella y Kurt habían sido como hermanos, por lo que ella lloró al pensar en él y en su esposo fallecido, Gerhard, otra víctima joven de la guerra. Por un tiempo, estuvo inconsolable; pero luego, ella misma se obligó a detenerse. “Estoy llorando por mí misma”, se dijo17.

Un tiempo después, al asistir a una conferencia de distrito cerca de su casa, Helga se encontró con Paul Langheinrich, el segundo consejero de la presidencia de misión. Mientras hablaban, Paul preguntó: “Hermana Birth, ¿cómo sería para usted ir a una misión?”. Helga consideró la pregunta. Con la mayoría de los hombres en la guerra, se necesitaba desesperadamente hermanas misioneras. Sin embargo, servir en una misión durante la guerra no sería sencillo, y debería tener un permiso especial para mudarse a Berlín. Aun así, deseaba ayudar en la obra del Señor, y le dijo a Paul que estaba dispuesta a servir.

Pasaron los meses, y no llegó ningún llamamiento. Durante ese tiempo, ella se fue preocupando más y más por su hermano menor, Siegfried, quien había sido reclutado por el ejército. Ella tenía la certeza de que algo le había pasado. Cuando finalmente recibió una carta de él, estaba en un hospital del ejército en Rumania. Una bomba le había fracturado el cuerpo, y le había destrozado la rodilla y la cadera. “Helga —le escribió él—, la guerra terminó para mí”. Murió unos días después18.

El mes siguiente la rama realizó un servicio fúnebre por Siegfried. Nita, la tía de Helga en Hamburgo, vino a Tilsit para el servicio, y se reunió con Helga, con los abuelos de esta y con otra tía de Helga, llamada Lusche. Al salir juntos del servicio, Lusche tomó el brazo de Helga y le dijo: “¿Por qué no vienes a quedarte conmigo?”.

—No puedo —respondió Helga. Ya le había prometido a Nita y a sus abuelos que se quedaría con ellos esa noche.

—Ven conmigo a mi casa —le suplicó Lusche—. ¡Cociné mucha sopa de arvejas!

—Está bien —dijo Helga, al sentir que algo por dentro la arrastraba hacia Lusche.

Esa noche, luego de irse a la cama en la casa de Lusche, Helga vio una luz enceguecedora. Supo de inmediato que era el destello de un bombardero aliado, que iluminaba a un objetivo. Ella y Lusche bajaron corriendo al sótano, mientras afuera sonaban las sirenas de ataques aéreos19.

Los ataques no eran algo que Helga desconociera. El año anterior, la metralla de una bomba enemiga la había herido en la cabeza y el estómago. Todo su cuerpo se había entumecido, y creyó que iba a morir. “Veré a Gerhard”, había pensado20.

Ahora, mientras las paredes se estremecían por la fuerza de las numerosas explosiones, Helga no creía poder salir del sótano con vida. Acurrucadas juntas, ella y su tía cantaron un himno al que a veces recurría cuando estaba asustada:

Oh permanece, Salvador;

la noche viene ya.

Finalmente, la casa se quedó quieta y en silencio. A la mañana siguiente un hombre, al que Helga conocía del trabajo, golpeó la puerta “¡Apúrense! ¡Apúrense! ¡Apúrense!”, insistió21.

Helga siguió al hombre a la calle donde vivían sus abuelos. Su edificio de apartamentos había sido derruido completamente por las bombas aliadas. Horrorizada, Helga observó a los voluntarios buscar sobrevivientes entre los escombros. Cerca de ella, yacían los cuerpos de personas que habían muerto, cubiertos por mantas. Helga buscó entre ellos, pero sus abuelos y su tía no estaban allí.

Los trabajadores continuaron buscando entre los escombros del edificio. Luego de unas semanas, encontraron los cuerpos que faltaban22.

Helga no podía entender por qué Dios había permitido que pasara algo semejante. Su abuela había sido una fiel miembro de la Iglesia, y su testimonio había sido un ancla para el de Helga. “¿De veras tenían que morir ellos de esta manera?”, se preguntaba.

Entonces, una noche, tuvo un sueño con sus abuelos y su tía. En el sueño, comprendió que sus muertes habían sido rápidas, sin sufrimiento. Helga también halló consuelo en saber que habían muerto juntos.

Poco tiempo después, recibió el llamamiento para servir en la oficina de la misión en Berlín. Estaba feliz de irse de Tilsit. No se le ocurrió que pudiera no volver a verla jamás23.


No mucho después de que Claudio y Mary dos Santos fueran bautizados en São Paulo, Brasil, el presidente de misión, William Seegmiller, le preguntó a Claudio si deseaba ser élder. A Claudio le sorprendió la pregunta, pero su respuesta fue: “Sí”. Debido a que solo llevaba unos meses asistiendo a la Iglesia, él no entendía exactamente lo que significaba ser élder. Sabía que a todos los misioneros se les llamaba “élder” y que eran jóvenes excepcionales que dedicaban su vida a Dios. Si eso era lo que significaba ser élder, entonces era lo que deseaba ser24.

El domingo siguiente por la mañana, justo antes de la Escuela Dominical, el presidente Seegmiller ordenó a Claudio al oficio de élder en el Sacerdocio de Melquisedec. Al terminar, el presidente dijo: “Ahora vamos a preparar la Santa Cena y a dejar todo listo para la Escuela Dominical”.

Claudio estaba un poco desconcertado. Todo estaba sucediendo muy deprisa y él no sabía bien lo que estaba haciendo. No obstante, siguió las instrucciones del presidente y cumplió con su primera responsabilidad del sacerdocio.

Esa tarde, durante la reunión sacramental de la rama, el presidente Seegmiller nuevamente le pidió a Claudio que lo ayudara, esta vez para que fuera su intérprete mientras él se dirigía a los santos en inglés. Claudio aún estaba aprendiendo inglés y nunca antes había interpretado, pero aceptó hacer el intento25.

Al comienzo de la reunión, el presidente Seegmiller pidió a los santos que sostuvieran la ordenación de Claudio. Para su sorpresa, Claudio entendió claramente las palabras del presidente Seegmiller y pudo interpretarlas al portugués con facilidad.

Después, el presidente Seegmiller le dijo a la congregación que hacía un año que había enviado una carta a la Primera Presidencia en la que expresaba su temor de que la Iglesia en Brasil no tenía suficientes hombres de habla portuguesa dignos, que pudieran ser ordenados al sacerdocio para brindar apoyo a las ramas. Ahora se sentía avergonzado de haber escrito la carta.

—Hoy el hermano Claudio fue ordenado élder —dijo—. ¿Podrían sostenerlo como el primer presidente de rama brasileño de São Paulo?

Claudio estaba aturdido mientras interpretaba las palabras. Pensó en su inexperiencia. “¿Qué conocimientos tengo?”, se preguntaba. Conocía el relato de José Smith, pero nunca había leído el Libro de Mormón. La única cosa que podía ofrecer era entusiasmo por el Evangelio restaurado. Quizás eso era lo único que el Señor necesitaba de él.

Miró hacia la congregación y vio a los santos alzar el brazo para sostenerlo en su llamamiento. Se sintió honrado. Quizá no supiera mucho, pero estaba dispuesto a trabajar26.

Claudio comenzó a llevar a cabo sus responsabilidades de inmediato. Se encargaba de las reuniones dominicales y bendecía la Santa Cena. Un misionero le había enseñado a leer música y al poco tiempo ya tenía un repertorio de cerca de veinte himnos que se sabía en el órgano para poder acompañar a los santos de São Paulo. Al principio, solo tenía un consejero que le ayudaba, pero entre los dos hacían su mejor esfuerzo por atender sus responsabilidades para con el trabajo y su familia, conforme ministraban a los santos que estaban diseminados por toda esa enorme ciudad.

A pesar de su inexperiencia, Claudio confiaba en que Dios tenía un propósito al haberlo llamado para liderar la rama. “Si es la Iglesia verdadera, si hay un Dios que está a la cabeza, Él tenía que seleccionar a alguien —se decía a sí mismo—. Tenía que escoger a alguien con entusiasmo que pudiera recibir la autoridad y hacer la obra”27.


Al otro lado del Atlántico, Nellie Middleton y su hija, Jennifer, seguían realizando reuniones sacramentales con soldados y santos locales en Cheltenham, Inglaterra. La guerra había sido una parte de la vida de Jennifer por aproximadamente cinco años, casi tanto como podía recordar. Ahora, a los diez años, estaba acostumbrada al racionamiento de alimentos, las sirenas de ataques aéreos y su máscara de gas, que llevaba a todos los lugares a los que iba en un estuche especial que había hecho su madre28.

También estaba acostumbrada a ser la única niña en las reuniones de la Iglesia. Le encantaban los Santos de los Últimos Días adultos de Cheltenham y se había hecho amiga de muchos de los soldados que venían a su casa a adorar. Pero anhelaba estar completamente unida a ellos: ser miembro bautizada de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Jennifer había querido ser bautizada en cuanto tuvo la edad suficiente, pero no había pila bautismal en Cheltenham, y con la guerra en curso, ella y su madre nunca habían tenido la oportunidad de viajar a otra ciudad. Sin embargo, durante el verano de 1944, Hugh B. Brown, que había dirigido la Misión Británica hasta que la guerra lo forzó a irse, fue llamado a regresar a Inglaterra para supervisar a los misioneros, los miembros y las setenta y ocho ramas locales en todo el país. Cuando llegó a conocer a las hermanas en Cheltenham, recolectó sus diezmos, que Nellie había guardado en una caja de hojalata29.

Jennifer estaba impresionada con el alto presidente de misión que estaba de pie en su sala de estar. Él se agachó y le estrechó la mano.

—Presidente —dijo Nellie—, no sé qué hacer con esta niña. Quiere ser bautizada, y no podemos viajar30.

El presidente Brown dijo que podía hacer arreglos para que tomaran el tren militar hasta la ciudad de Birmingham, a unos ochenta kilómetros al norte. Allí tendrían acceso a una pila bautismal.

Jennifer le pidió a Arthur Fletcher, un anciano que vivía en una rama cercana, que realizara el bautismo y a Harold Watkins, un soldado estadounidense que conocía, que la confirmara31. Se fijó la fecha del bautismo para el 11 de agosto de 1944. Todos viajarían juntos a Birmingham.

Cuando llegó el día, Jennifer se hallaba de pie en la estación del tren, vestida con un conjunto para viajar de color verde esmeralda que su madre había cosido para la ocasión. Como la lglesia recientemente había empezado a pedir a las personas que usaran ropa blanca para los bautismos, Nellie también había cosido otro vestido para la ordenanza, confeccionado con un hermoso retazo viejo de tela bordada de algodón blanco32.

El tren hizo un gran estruendo y expulsaba nubes de vapor al llegar a la estación. El jefe de estación dio la orden de abordar el tren, pero Harold Watkins todavía no había llegado. Jennifer se abrió paso por el tren atestado de soldados, mientras examinaba atentamente a la multitud, buscando a su amigo. No quería partir sin él.

De repente, un soldado llegó a la estación dando tumbos a toda velocidad en una bicicleta oxidada. Tenía su gorra metida en un bolsillo y su corbata en el otro. ¡Era Harold! Tiró la bicicleta y saltó al tren justo cuando empezaba a moverse. Jennifer soltó un grito de alegría.

Sin aliento, Harold les contó su historia. Esa mañana, el comandante de campo les había ordenado a todos los hombres permanecer confinados en sus barracas. Pero Harold había prometido confirmar a Jennifer, y sabía que tenía que irse, sin importar el riesgo. A última hora se escabulló del campamento, encontró una vieja bicicleta apoyada sobre una pared, y pedaleó tan rápido como pudo los casi diez kilómetros hasta la estación del tren.

Jennifer y el resto del grupo llegaron a salvo a Birmingham. Dos mujeres jóvenes de la zona fueron al servicio para apoyar a Jennifer. Una de ellas habló acerca de cómo una persona que se bautiza es como un barco que finalmente comienza el viaje de la vida. Agradecida por la oportunidad de finalmente llamarse miembro de la Iglesia, Jennifer estaba lista para empezar su propio viaje33.


Ese verano en Salt Lake City, Neal Maxwell, de diecisiete años, entró a una oficina de reclutamiento del ejército y se ofreció como voluntario para ir a la guerra. Había estado esperando su oportunidad para unirse al servicio desde el comienzo de la guerra. Aunque no tenía la edad suficiente para ser candidato para el reclutamiento, no quería esperar más tiempo34.

Estaban pasando tantas cosas. El 6 de junio de 1944, más de 160 000 efectivos de las fuerzas aliadas habían asaltado las playas del norte de Francia en lo que se llamaría el “Día D.” Luego de una feroz batalla contra las defensas nazis, los aliados se habían asegurado un emplazamiento en Europa continental y habían empezado a abrirse camino hacia Alemania. Neal tenía la esperanza de que la invasión significara que los aliados estaban llevando la delantera. Quería ser parte del fin de la guerra tan pronto como fuera posible35.

Neal fue incorporado en septiembre. Sus padres, Clarence y Emma, luchaban por entender por qué quería salir corriendo a una guerra. Su ansiedad aumentó cuando se enteraron de que estaría en la infantería del ejército36. Su asignación probablemente lo ubicaría en las primeras líneas del combate.

Neal llegó al entrenamiento básico con un libro llamado Principios del Evangelio empacado junto con sus cosas. El libro, que los líderes de la Iglesia habían preparado especialmente para militares Santos de los Últimos Días, contenía información acerca de la doctrina de la Iglesia, instrucciones para administrar las ordenanzas del sacerdocio, una selección de himnos y consejos generales para el servicio militar. “Rogamos que el Señor les dé valor y fortaleza para cumplir plenamente con su deber —había escrito la Primera Presidencia en la introducción—, y desempeñarse honorablemente dondequiera que les toque en suerte”37.

Cuando empezó su entrenamiento, Neal pudo ver que tenía mucho por aprender. Los otros reclutas parecían mayores y más experimentados que él. Al crecer, a menudo se sentía acomplejado acerca de su apariencia. Era demasiado bajito para jugar en el equipo de baloncesto de la escuela secundaria, así que pasó a criar cerdos en el club de agricultura. Un acné severo había dejado cicatrices en su cara, lo que empeoraba su inseguridad. Sin embargo, había ganado algo de confianza como coeditor del periódico de la escuela38.

Neal escribía a casa a menudo durante el entrenamiento, y sus cartas estaban llenas de alardeo juvenil. Desde el ataque a Pearl Harbor, los cineastas de Hollywood habían apoyado a las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos produciendo películas de acción que idealizaban la guerra y a los estadounidenses que peleaban en ella. Neal creía que el ejército lo estaba moldeando para convertirse en un guerrero duro y resiliente. Escribía a casa sobre disparar rifles y hacer caminatas de más de treinta kilómetros seguidos. “Nuestros sargentos son veteranos que han peleado en el exterior, y son implacables”, informó a sus padres. Cuando el entrenamiento terminó, les dijo: “Seré un verdadero hombre”39.

Sin embargo, en ocasiones se sentía perplejo por el comportamiento de algunos de los soldados en su entorno, y expresó un renovado aprecio por haber crecido en un hogar humilde, centrado en el Evangelio. “Nuestro hogar era el cielo —le escribió Neal a su madre—. Ahora me doy cuenta de cuán excelentes y grandiosos han sido tú y papá”40.

El entrenamiento de Neal terminó en enero de 1945, y fue asignado a pelear contra los japoneses en el feroz frente del Pacífico. Unos días antes de su partida, habló con su madre por teléfono. Ella le dijo que conocía a un oficial que podría encontrar la manera de que cumpliera con su deber militar sin tener que combatir.

—Quizás —dijo ella— no tengas que ir al exterior.

—Mamá —respondió Neal—, quiero ir. Él sabía que era difícil para ella decir adiós, pero él tenía un deber que cumplir41.

  1. Mason, Oral History Interview, págs. 10–11, 14–15; Hermansen, Oral History Interview, pág. 46; Jennifer Middleton Mason, “Sisters of Cheltenham”, Ensign, octubre de 1996, pág. 60.

  2. Mason, Oral History Interview, págs. 12–13; Jennifer Middleton Mason, “Sisters of Cheltenham”, Ensign, octubre de 1996, págs. 59–60.

  3. Donnelly, Britain in the Second World War, pág. 103; Jennifer Middleton Mason, “Sisters of Cheltenham”, Ensign, octubre de 1996, pág. 60.

  4. Jennifer Middleton Mason, “Sisters of Cheltenham”, Ensign, octubre de 1996, pág. 60; Mason, Oral History Interview, págs. 11–12.

  5. Jennifer Middleton Mason, “Sisters of Cheltenham”, Ensign, octubre de 1996, pág. 60; Mason, Oral History Interview, págs. 11–12; Nellie Middleton a Carol C. Seal, 26 de marzo de 1945, Nellie Middleton and Jennifer M. Mason Papers, BHI; entrada de Ray Jay Hermansen, Barrio Stratford, Estaca Grant, en Stratford Ward, parte 1, segmento 1, Record of Members Collection, BHI; Cheltenham Branch, Minutes,20 de noviembre de 1943.

  6. Jennifer Middleton Mason, “Sisters of Cheltenham”, Ensign, octubre de 1996, pág. 60; “Apostle Vacancies Filled”, Millennial Star, octubre de 1943, tomo CV, pág. 506; Kimball y Kimball, Spencer W. Kimball, págs. 187–205; Santos, tomo I, capítulo 24; Dew, Ezra Taft Benson, págs. 49–65, 49–65, 171–182. Véanse Temas: Cuórum de los Doce Apóstoles, Publicaciones de la Iglesia

  7. Jennifer Middleton Mason, “Sisters of Cheltenham”, Ensign, octubre de 1996, pág. 60; Mason, Oral History Interview, págs. 11–12, 24–25.

  8. Nellie Middleton a Carol C. Seal, 26 de marzo de 1945, Nellie Middleton and Jennifer M. Mason Papers, BHI.

  9. Santos, Memories of Claudio M. dos Santos, pág. [1]; Woodworth, “Claudio Martins dos Santos”, págs. 1-2; Santos, entrevista, pág. 1.

  10. Humphreys, Latin America and the Second World War, págs. 62–63; Grover, “Sprechen Sie Portugiesisch?”, págs. 133–137; Grover, “Mormon Church and German Immigrants in Southern Brazil”, págs. 302–303; J. Alden Bowers a First Presidency, 19 de diciembre de 1938; 23 de julio de 1941, First Presidency Mission Files, BHI. Tema: Brasil

  11. J. Alden Bowers a First Presidency, 23 de enero de 1939; 23 de julio de 1941, First Presidency Mission Files, BHI; Grover, “Sprechen Sie Portugiesisch?”, págs. 135–137; William W. Seegmiller, Annual Report of the President, Brazilian Mission, 1942, Presiding Bishopric Financial, Statistical, and Historical Reports, BHI.

  12. Mission President’s Annual Report, 1940, First Presidency Mission Files, BHI; Humphreys, Latin America and the Second World War, págs. 59–68; Lochery, Fortunes of War, págs. 165–179; J. Alden Bowers to First Presidency, 25 de febrero de 1942, First Presidency Mission Files, BHI; Brazilian Mission, Annual Report, 1942, Presiding Bishopric Financial, Statistical, and Historical Reports, BHI.

  13. Sorensen, Oral History Interview, pág. 12; Sorensen, “Personal History”, pág. 80; Brazil São Paulo North Mission, Manuscript History, tomo I, parte 2, Porto Alegre District, 19 de agosto de 1942; Howells, Oral History Interview, pág. 37; Grover, “Mormonism in Brazil”, pág. 61.

  14. Woodworth, “Claudio Martins dos Santos”, pág. 3.

  15. Grover, “Mormonism in Brazil”, pág. 62; Brazil São Paulo North Mission, Manuscript History, tomo I, parte 1, Rio de Janeiro District, 7 de julio de 1941; William W. Seegmiller a Sailor y Bonnie Seegmiller, 12 de enero de 194[3], William Seegmiller Correspondence, BHI; William W. Seegmiller a First Presidency, 28 de enero de 1944, Brazilian Mission Correspondence, BHI.

  16. Woodworth, “Claudio Martins dos Santos”, págs. 1–2; Santos, entrevista, pág. 2; Santos, Memories of Claudio M. dos Santos, [2]; Claudio Martins dos Santos, Baptism Certificate, 16 de enero de 1944; Mary José Daniel Martins, Baptism Certificate, 16 de enero de 1944, São Paulo District, Brazilian Mission, Claudio and Mary dos Santos Baptismal Certificates, BHI; William W. Seegmiller a First Presidency, 28 de enero de 1944, Brazilian Mission Correspondence, BHI.

  17. Meyer y Galli, Under a Leafless Tree, págs. 95–96, 100.

  18. Meyer y Galli, Under a Leafless Tree, págs. 97–100.

  19. Meyer y Galli, Under a Leafless Tree, págs. 101–102, Meyer, entrevista [2016], pág. 20.

  20. Meyer y Galli, Under a Leafless Tree, págs. 92–93.

  21. Meyer y Galli, Under a Leafless Tree, págs. 16, 102; “Conmigo quédate, Señor”, Himnos, nro. 98; Meyer, Interview [2016], págs. 20–22.

  22. Meyer, Interview [2016], págs. 22–23; Meyer y Galli, Under a Leafless Tree, pág. 102.

  23. Meyer y Galli, Under a Leafless Tree, págs. 44, 103–104, 105.

  24. Santos, Memories of Claudio M. dos Santos, pág. [2}; Woodworth, “Claudio Martins dos Santos”, pág. 2; Santos, entrevista, pág. 2.

  25. Woodworth, “Claudio Martins dos Santos”, pág. 2; Santos, Memories of Claudio M. dos Santos, pág. [2]; Santos, entrevista, pág. 2; Claudio Martins dos Santos, Ordination Certificate, 30 de enero de 1944, São Paulo District, Brazilian Mission, Claudio and Mary dos Santos Baptismal Certificates, BHI.

  26. Woodworth, “Claudio Martins dos Santos”, pág. 2; Santos, Memories of Claudio M. dos Santos, págs. [2]–[3]; Santos, entrevista, págs. 2, 5; William W. Seegmiller a First Presidency, 11 de enero de 194[3], correspondencia de la Misión Brasileña, Biblioteca de Historia de la Iglesia, BHI.

  27. Santos, Memories of Claudio M. dos Santos, págs. [3]–[4]; Woodworth, “Claudio Martins dos Santos”, págs. 2–3; Santos, entrevista, págs. 2–3, 5.

  28. Entrada de Mary Jennifer Middleton, Cheltenham Branch, Bristol Conference, en Inglaterra (país), parte 12, Record of Members Collection, BHI; Jennifer Middleton Mason, “Sisters of Cheltenham”, Ensign, octubre de 1996, págs. 59–60; Mason, Oral History Interview, págs. 31, 33.

  29. Mason, Oral History Interview, págs. 33–35, 41, 43, 46, 54; Andre K. Anastasion Sr., “Survival of the British Mission during World War II”, Improvement Era, abril de 1969, tomo LXXII, pág. 63; Brown, Abundant Life, págs. 101–102.

  30. Mason, Oral History Interview, págs. 35–36; Campbell y Poll, Hugh B. Brown, págs. 120–140, 164–76, 235.

  31. Mason, Oral History Interview, págs. 36–37; Jennifer Middleton Mason a Dallin Morrow, correo electrónico, 28 de junio de 2017, Nellie Middleton and Jennifer M. Mason Papers, BHI.

  32. Missionary’s Hand Book, pág. 134.

  33. Mason, Oral History Interview, págs. 33, 36–37; de Jennifer Middleton Mason a Dallin Morrow, correo electrónico, 28 de junio de 2017, Nellie Middleton and Jennifer M. Mason Papers, BHI.

  34. Maxwell, Personal History, caja 1, carpeta 2, pág. 7; Maxwell, Oral History Interview [1976–1977], págs. 112, 114; Maxwell, Oral History Interview [1999–2000], pág. 27; Hafen, Disciple’s Life, págs. 96–97.

  35. Weinberg, World at Arms, págs. 676–702; Overy, Third Reich, págs. 328–329; Maxwell, Oral History Interview [1999–2000], págs. 27–28. Tema: Segunda Guerra Mundial

  36. Hafen, Disciple’s Life, pág. 97.

  37. Maxwell, Oral History Interview [1999–2000], pág. 28; “Servicemen’s Book Ready”, Deseret News, 17 de abril de 1943, sección de la Iglesia, págs. 1–2; Principles of the Gospel, pág. ii. La cita se editó por motivos de claridad: “Rogamos que Él les dé” en el original, se cambió a “Rogamos que el Señor les dé”.

  38. Maxwell, Oral History Interview [1976–77], págs. 112–113, 115; Maxwell, Personal History, caja 1, carpeta 2, pág. 6; carpeta 3, pág. 9; Hafen, Disciple’s Life, págs. 89–91.

  39. Allison, Destructive Sublime, págs. 61–94; Neal A. Maxwell a Clarence Maxwell y Emma Ash Maxwell, 18 de septiembre de 1944; 2 de noviembre de 1944, Neal A. Maxwell World War II Correspondence, BHI.

  40. Maxwell, Personal History, caja 1, carpeta 3, pág. 9; Maxwell, Oral History Interview [1976–1977], pág. 116; Maxwell, Oral History Interview [1999–2000], págs. 28–29; Neal A. Maxwell a Clarence Maxwell y Emma Ash Maxwell, 18 de septiembre de 1944, Neal A. Maxwell World War II Correspondence, BHI.

  41. Maxwell, Oral History Interview [1976–1977], pág. 116; Hafen, Disciple’s Life, pág. 98.