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Capítulo 53: Moroni 1–6


Capítulo 53

Moroni 1–6

Introducción

Luego de terminar de resumir la historia jaredita (véase Éter 13:1; 15:34), Moroni supuso que no sobreviviría para escribir más en los anales (véase Moroni 1). Sin embargo, vivió unos treinta y seis años más después de la última batalla entre los lamanitas y los nefitas (véanse Mormón 6:5; Moroni 10:1). Durante ese tiempo, registró más verdades sagradas que son de valor para los lectores de los últimos días. Estos capítulos nos resultan especialmente útiles ya que contienen pautas para la administración adecuada de las ordenanzas —especialmente de la Santa Cena— y sobre el lugar que le corresponde al Espíritu Santo en la administración cotidiana de la Iglesia. Moroni además puso de relieve el deber que tenemos de velar por los miembros nuevos que se unen a la Iglesia y de nutrirlos.

Comentario

Moroni 1:1–3. Moroni

  • El Señor “encomen[dó] las llaves de los anales del palo de Efraín” a Moroni (D. y C. 27:5). Fue así que él se convirtió en la figura principal de la trasmisión de los anales a esta dispensación, así como en el protector de los grabados en sí. Moroni fue el “último profeta nefita del Libro de Mormón (alrededor del año 421 d.C.). Poco antes de su muerte, Mormón le entregó a su hijo Moroni un registro histórico conocido como las planchas de Mormón (P. de Morm. 1:1). Moroni terminó de recopilar las planchas de Mormón y agregó los capítulos 8 y 9 al libro de Mormón (Morm. 8:1). Compendió e incluyó el libro de Éter (Éter 1:1–2) y agregó su propio libro llamado el libro de Moroni (Moro. 1:1–4). Después selló las planchas y las escondió en el cerro de Cumorah (Morm. 8:14; Moro. 10:2). En 1823, siendo un ser resucitado, Moroni fue enviado a José Smith para revelarle el Libro de Mormón (JS—H 1:30–42, 45; D. y C. 27:5). Desde 1823 hasta 1827, se le apareció al joven profeta todos los años para darle instrucciones (JS—H 1:54), y finalmente, en 1827, le entregó las planchas (JS—H 1:59). Después de finalizar la traducción de los anales, José Smith le devolvió las planchas a Moroni” (Guía para el Estudio de las Escrituras, “Moroni, Hijo de Mormón”).

Moroni 1:4. El gran valor del Libro de Mormón

  • El Libro de Mormón forma parte importante en la conversión de muchas personas. Moroni mencionó específicamente que los lamanitas en los últimos días se beneficiarían a raíz del Libro de Mormón. Uno de los primeros llamamientos misionales de esta dispensación fue extendido a Oliver Cowdery y a sus compañeros para que enseñaran a los lamanitas que vivían en la frontera occidental (Misuri) de un Estados Unidos en su infancia (véase D. y C. 28:8–10). Hoy en día, la Iglesia lleva el mensaje del Evangelio a todos, incluso a los descendientes de Lehi, quienes se encuentran dispersos por todo el mundo.

Moroni 2:1. Los “discípulos” nefitas eran apóstoles

  • “En [el Libro de Mormón] se relata que nuestro Salvador apareció en este continente luego de Su resurrección;… que tenían apóstoles, profetas, pastores, maestros y evangelistas, el mismo orden, el mismo sacerdocio, las mismas ordenanzas, dones, poderes y bendiciones, tal y como se disfrutaban en el continente oriental” (José Smith, History of the Church, tomo IV, pág. 538).

    “Aunque en cada caso se habla de los doce nefitas como discípulos, esto no quita el hecho de que habían sido investidos con la autoridad divina para ser testigos especiales de Cristo entre su propio pueblo. Por tanto, fueron virtualmente apóstoles [para] los de la raza nefita” (Joseph Fielding Smith, Doctrina de Salvación, tomo III, pág. 149; véase también Mormón 9:18).

Moroni 2–5. La importancia de las ordenanzas de la Iglesia de Jesucristo

  • El presidente Boyd K. Packer, Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó por qué son tan importantes las ordenanzas: “Las ordenanzas y los convenios constituyen nuestra credencial para entrar en la presencia de Dios. El recibirlos dignamente es la aspiración de toda una vida; y cumplir con ellos es el objetivo de esta vida” (véase Liahona, julio de 1987, pág. 22).

    El presidente Packer además explicó: “Un buen comportamiento sin las ordenanzas del Evangelio no redimirá ni exaltará a la humanidad; los convenios y las ordenanzas son esenciales” (Liahona, enero de 1986, pág. 64).

  • El élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó la relación que hay entre nuestro Padre Celestial, nuestra familia y las ordenanzas en las que participamos: “Las máximas prioridades de los Santos de los Últimos Días tienen dos aspectos: Primero, procuramos comprender nuestra relación con Dios el Padre Eterno y con Su Hijo Jesucristo, y afianzar esa relación al recibir Sus ordenanzas salvadoras y guardar los convenios que hemos hecho. Segundo, procuramos comprender nuestra relación con nuestros familiares y afianzar esos vínculos al efectuar las ordenanzas… y guardar los convenios que hacemos… Esos vínculos, afianzados de la manera que he explicado, brindan bendiciones eternas que no se obtienen de ninguna otra manera. ¡Ninguna combinación de ciencia, éxito, posesión de bienes, orgullo, prominencia o poder pueden proporcionar esas bendiciones eternas!” (véase Liahona, julio de 2001, pág. 102).

Moroni 3:3. Ordenado “para que seas presbítero” o maestro

Moroni 3:4. Ordenados “por el poder del Espíritu Santo”

  • El Espíritu Santo desempeña una función importante en todas las ordenanzas del sacerdocio. Él conoce nuestro corazón y nuestras acciones. Es por el poder del Espíritu Santo que se ratifican todas las ordenaciones (véase D. y C. 132:7). El profeta José Smith (1805–1844) habló acerca de la función del Espíritu Santo al efectuar ordenaciones: “Creemos que en la actualidad se disfruta del don del Espíritu Santo tanto como en los días de los apóstoles; creemos que este don es necesario para constituir y organizar el sacerdocio, y que sin él ningún hombre puede ser llamado a ocupar oficio alguno en el ministerio; también creemos en profecía, en lenguas, en visiones, revelaciones, dones y sanidades, y que no se pueden recibir éstos sin el don del Espíritu Santo” (History of the Church, tomo V, pág. 27).

Moroni 4–5. La Santa Cena

  • El élder David A. Bednar, del Quórum de los Doce Apóstoles, discursó sobre la importancia de participar de la Santa Cena como esfuerzo por recordar los convenios que hemos hecho: “Mediante la ordenanza de la Santa Cena, renovamos nuestro convenio bautismal y recibimos y retenemos la remisión de nuestros pecados (véase Mosíah 4:12, 26). Además, se nos recuerda semanalmente la promesa de que podemos tener Su Espíritu con nosotros. Al esforzarnos por mantenernos puros y sin mancha del mundo, nos convertimos en vasos dignos en los que el Espíritu del Señor podrá morar siempre” (véase Liahona, julio de 2006, pág. 31).

Moroni 4:3. Tomar sobre nosotros el nombre de Cristo

  • El élder Dallin H. Oaks enseñó que cuando durante la Santa Cena tomamos el nombre del Salvador sobre nosotros debemos comprender tres significados importantes:

    “Nuestro testimonio de que estamos dispuestos a tomar sobre nosotros el nombre de Jesucristo tiene diversos significados. Algunos de éstos son claros y están al alcance del entendimiento de nuestros hijos; otros son evidentes sólo para los que han escudriñado las Escrituras y meditado los prodigios de la vida eterna.

    “Claramente significa que renovamos la promesa que hicimos al bautizarnos. De conformidad con el modelo de las Escrituras, los que se bautizan testifican ante la Iglesia que ‘se han arrepentido verdaderamente de… sus pecados, y que están dispuestos a tomar sobre sí el nombre de Jesucristo, con la determinación de servirle hasta el fin’ (D. y C. 20:37; véanse también 2 Ne. 31:13; Moro. 6:3). Cuando participamos de la Santa Cena, renovamos este convenio y todos los demás convenios que hicimos en las aguas del bautismo. (Véase Joseph Fielding Smith, Doctrina de Salvación, comp. por Bruce R. McConkie, tres tomos, 1995, tomo II, págs. 325–326.)

    “También significa obviamente que tomamos sobre nosotros el nombre de nuestro Salvador al llegar a ser miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Por mandato del Señor, esta Iglesia lleva Su nombre (véanse D. y C. 115:4; 3 Nefi 27:7–8). Todo miembro, joven o mayor, es miembro de la ‘familia de Dios’ (Ef. 2:19). Como verdaderos creyentes en Cristo, como cristianos, hemos tomado gozosamente Su nombre sobre nosotros (véase Al. 46:15). Como el rey Benjamín enseñó a los de su pueblo: ‘…a causa del convenio que habéis hecho, seréis llamados progenie de Cristo, hijos e hijas de él, porque he aquí, hoy él os ha engendrado espiritualmente’ (Mos. 5:7; véase también Al. 5:14; 36:23–26).

    “También tomamos sobre nosotros el nombre de Jesucristo cada vez que proclamamos públicamente nuestra creencia en Él. Todos tenemos muchas oportunidades de proclamar nuestra creencia a nuestros amigos, vecinos, compañeros de trabajo y conocidos…

    “Un tercer significado resalta en el entendimiento de los que poseen la madurez para saber que un seguidor de Cristo está obligado a servirle… Al testificar que estamos dispuestos a tomar sobre nosotros el nombre de Jesucristo, manifestamos nuestra buena voluntad de hacer la obra de Su reino.

    “En esos tres significados relativamente obvios, vemos que tomamos sobre nosotros el nombre de Cristo cuando nos bautizamos en Su nombre, cuando pertenecemos a Su Iglesia y profesamos nuestra creencia en Él y cuando hacemos la obra de Su reino” (véase Liahona, julio de 1985, pág. 77).

Moroni 4:3; 5:2. “Recordarle siempre”

  • El presidente Henry B. Eyring, de la Primera Presidencia, explicó lo fácil que es distraerse y no recordar al Señor, así como lo que podemos hacer para recordarlo con mayor frecuencia:

    “Los que han hecho la misión tal vez hayan… encontrado sus diarios misionales guardados en algún ropero en casa. Tal vez hayan leído y se hayan sorprendido al recordar cuán arduamente trabajaron, cuán constantemente pensaban en el Salvador y en Su sacrificio por ustedes y las personas a las que ustedes trataban de conocer y enseñar, y cuán ferviente y frecuentemente oraban. La sorpresa puede haber sido el resultado de no haberse dado cuenta de lo mucho que los afanes de la vida los han apartado del lugar en el que alguna vez estuvieron, tan cerca de recordar y orar siempre.

    “Mi mensaje consta de una súplica, una advertencia y una promesa: les suplico que con determinación hagan las cosas sencillas que les permitan avanzar espiritualmente.

    “Comiencen por recordarlo. Recordarán lo que saben y lo que aman. El Salvador nos ha dado las Escrituras, por las que los profetas pagaron un precio que no podemos ni imaginar, para que nosotros pudiéramos conocerlo. Sumérjanse en las Escrituras. Decidan en este momento leer más y con mayor eficacia que antes” (“Always”, Ensign, octubre de 1999, págs. 9–10).

Moroni 6:2. “Un corazón quebrantado y un espíritu contrito”

  • ¿Qué quiere decir tener “un corazón quebrantado y un espíritu contrito”? El presidente Ezra Taft Benson (1899–1994) explicó que es lo mismo que sentir la tristeza que es según Dios, la cual es “un claro reconocimiento de que nuestras acciones han ofendido a nuestro Padre, nuestro Dios; es adquirir una vívida conciencia de que nuestro comportamiento hizo que el Salvador, que estaba libre de todo pecado, Él, el más grande de todos, padeciera agonía y sufrimiento. Fue por nuestros pecados que sangró por cada poro. Es esa tan real aflicción mental y espiritual que sufrimos a lo que las Escrituras se refieren cuando dicen ‘un corazón quebrantado y un espíritu contrito’ (3 Ne. 9:20; Moro. 6:2; D. y C. 20:37; 59:8; Sal. 34:18; 51:17; Isa. 57:15). Tener el espíritu así es el requisito absolutamente necesario para que tenga lugar el verdadero arrepentimiento” (véase “Un poderoso cambio en el corazón”, Liahona, marzo de 1990, pág. 5).

    El élder Bruce D. Porter, de los Setenta, dio explicaciones adicionales por las que definió lo que quiere decir “un corazón quebrantado y un espíritu contrito”:

    “Cuando nuestro corazón está quebrantado, somos plenamente receptivos al Espíritu de Dios y reconocemos nuestra dependencia de Él en todo lo que poseemos y lo que somos. Tal sacrificio implica renunciar al orgullo en todas sus formas. Así como un alfarero experto modela el barro con las manos, el Maestro puede moldear y darle forma con Sus manos a los de corazón quebrantado…

    “…Los que tienen un corazón quebrantado y un espíritu contrito están dispuestos a hacer todo lo que Dios les pida, sin oposición ni resentimiento. Dejamos de hacer las cosas a nuestra manera y aprendemos a hacerlas según la manera de Dios…

    “Aún existe otro aspecto de un corazón quebrantado, a saber, nuestra profunda gratitud por el sufrimiento que padeció Cristo por nosotros… Cuando recordamos al Salvador y Su sufrimiento, así mismo también nuestro corazón se quebrantará de gratitud por el Ungido.

    “Al sacrificar por Él todo lo que tenemos y todo lo que somos, el Señor llenará nuestro corazón de paz. Él ‘[vendará] a los quebrantados de corazón’ (Isaías 61:1) y armonizará nuestras vidas con el amor de Dios” (Liahona, noviembre de 2007, pág. 32).

Moroni 6:3. “La determinación de servirle”

  • El presidente Thomas S. Monson habló sobre la actitud que debemos tener todos cuando nos bautizamos y se nos llama a prestar servicio en la Iglesia: “Aunque la exaltación es algo personal y no somos salvos en grupo sino como individuos, no podemos vivir aislados. Ser miembros de la Iglesia requiere que tengamos la determinación de prestar servicio. Un cargo de gran responsabilidad quizás no traiga consigo un importante reconocimiento y la recompensa podría no distinguirse. A fin de que el servicio sea aceptable para el Salvador, es necesario que provenga de quienes tengan una mente voluntariosa, manos hacendosas y un corazón dedicado” (véase Liahona, julio de 1994, pág. 70).

Moroni 6:4. “Nutridos por la buena palabra de Dios”

  • Cuando se obra en algo, se afecta o influye a ese algo. En Moroni 6:4, la frase tiene carácter simbólico y se refiere a lo que ocurre cuando el Espíritu obra en un converso y lo cambia. El sacrificio expiatorio de Cristo hace posible la remisión de los pecados, pero es por medio del poder purificador del Espíritu Santo, el bautismo de fuego, que los pecados efectivamente se purgan o se eliminan (véanse 2 Nefi 31:17; Alma 13:12; 3 Nefi 27:20). Es asimismo mediante la obra del Espíritu Santo que obtenemos el poder habilitador de la Expiación necesario para llegar a ser fieles Santos de los Últimos Días.

  • El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) contó una experiencia personal que demuestra cuán importante es que cuidemos de los que se han convertido recientemente:

    “Todo converso debe ser ‘nutrido por la buena palabra de Dios’ (Moroni 6:4). Es imperativo que la persona se relacione con un quórum del sacerdocio, con la Sociedad de Socorro, las Mujeres Jóvenes, los Hombres Jóvenes, la Escuela Dominical o la Primaria. Se le debe alentar a que asista a la reunión sacramental para participar de la Santa Cena y renovar los convenios hechos al bautizarse.

    “No hace mucho escuché a un hombre y a una mujer que hablaron en mi barrio. Este hombre había ocupado muchos cargos en la Iglesia, incluso el de obispo. Su más reciente asignación fue la de hermanar a una madre soltera y sus hijos. Él dijo que ésa fue la experiencia que había disfrutado más de entre todas las experiencias que había tenido en la Iglesia.

    “Aquella joven mujer tenía muchos interrogantes. Estaba plagada de temores y ansiedad. No quería cometer ningún error ni decir algo fuera de lugar que la avergonzara o que hiciera reír a los demás. Con gran paciencia, este hombre y su familia llevaban a la familia a la Iglesia, se sentaban con ellos, los protegían, por así decirlo, de cualquier cosa que pudiera suceder y que los abochornara. Dedicaban una noche por semana a enseñarles en su hogar más acerca del Evangelio y responder muchas de sus preguntas. Guiaron a esa familia como un pastor guía a sus ovejas. Con el tiempo, las circunstancias determinaron que esa familia debía mudarse a otra ciudad. ‘Sin embargo’, dijo él, ‘todavía nos comunicamos con aquella mujer. La apreciamos mucho. Ahora ella se encuentra firmemente establecida en la Iglesia y ya no estamos preocupados por ella. Ha sido un verdadero gozo trabajar con ella’.

    “Estoy convencido de que perderemos a un número muy ínfimo de los que vienen a la Iglesia si los cuidamos mejor” (véase “Apacienta mis ovejas”, Liahona, julio de 1999, págs. 122–123).

  • El élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, señaló la responsabilidad universal que tenemos de mantener “en el camino recto” a nuestros correligionarios: “La enseñanza inspirada, tanto en el hogar como en la Iglesia, sirve para proporcionar este elemento crucial del ser nutridos por la buena palabra de Dios… Sin duda en todas partes existe la oportunidad de magnificar ese llamado; la necesidad de que se lleve a cabo es sempiterna. Padres, madres, hermanos, amigos, misioneros, maestros orientadores y maestras visitantes, líderes del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares, maestros de clase, cada uno es, a su propia manera, ‘venido de Dios’ para nuestra instrucción y nuestra salvación. En esta Iglesia, es casi imposible encontrar a alguien que no sea un cierto tipo de guía para con los miembros del rebaño” (véase Liahona, julio de 1998, pág. 26).

Moroni 6:4. “El autor y perfeccionador de su fe”

  • La palabra que se tradujo al español como autor se define como “alguien que produce, crea o hace que exista algo” (Noah Webster’s First Edition of an American Dictionary of the English Language, 1828, 1967). En nuestro estado caído, debemos elevar la vista al Salvador para adquirir y desarrollar la fe, por lo que el cuarto artículo de fe especifica que el primer principio del Evangelio es “Fe en el Señor Jesucristo”.

    La palabra que se tradujo como perfeccionador tiene varios significados que se aplican a la función del Salvador en el desarrollo de nuestra fe. Primero: “el que termina algo; el que cumple totalmente algo”. Al esforzarnos por llegar a ser más como el Señor, podemos confiar en que Él cumple totalmente Su función. Segundo: “el que finaliza o perfecciona” (Noah Webster’s First Edition). A medida que damos lo mejor por cumplir los convenios que hemos hecho, es por medio de Su gracia que finalmente podemos lograr la perfección, la meta máxima de nuestra jornada por la fe. Una definición que se vincula con la palabra perfeccionar en inglés es “dar el grado de excelencia que se desea” (Noah Webster’s First Edition). Cuando acudimos al Señor con fe, como Sus hijos e hijas, Él nos ayudará a llegar a ser lo mejor que podamos.

  • El presidente Henry B. Eyring habló sobre la función principal que desempeña el Salvador en nuestra redención. Agregó su propio testimonio al de Moroni de que Jesús es “‘el autor y perfeccionador de su fe’ [Moroni 6:4]. Es el Salvador el que hizo posible que fuéramos purificados por medio de Su expiación y de nuestra obediencia a Sus mandamientos. Es el Salvador el que nutrirá a los que desciendan con fe a las aguas del bautismo y reciban el don del Espíritu Santo. Si siempre se acuerdan de Él y continúan obedeciendo como niños, es Él el que se asegurará de que siempre tengan Su Espíritu consigo” (véase Liahona, enero de 1998, pág. 100).

Moroni 6:5. Reunirse con frecuencia

  • El élder Joseph B. Wirthlin (1917–2008), del Quórum de los Doce Apóstoles, nos recordó la hermandad que existe en la Iglesia mundial. Subrayó los sacrificios que hacen los miembros de la Iglesia por cumplir el importante mandato de reunirse con frecuencia:

    “Uno de los muchos beneficios del ser miembros de la Iglesia es el de la compañía de los santos. Durante el tiempo de mi asignación en Europa, llevamos a cabo conferencias de estaca memorables para los soldados que prestaban servicio militar en Alemania. Muchos de nuestros buenos hermanos y hermanas viajaron grandes distancias para asistir a las reuniones. Muchos de ellos llegaron la noche anterior y durmieron en el suelo del salón cultural. Sin importar el sacrificio, llegaban con corazones alegres en busca de la compañía de sus compañeros Santos de los Últimos Días y de la oportunidad de ser instruidos y edificados por los líderes de la Iglesia. Cuando nos reunimos, ‘ya no [somos] extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos con los santos, y miembros de la familia de Dios’ [Efesios 2:19].

    “Nuestros son el mandamiento y la bendición de ‘reun[irnos] a menudo para ayunar y orar, y para hablar unos con otros concerniente al bienestar de [nuestras] almas’ [Moroni 6:5]. En las conferencias generales y otras reuniones de la Iglesia en todo el mundo, nos reunimos en busca de compañerismo, de la buena compañía de los hermanos y de las hermanas en el Evangelio y del consuelo de la dulce comunión con el Espíritu de Dios. En nuestros servicios de adoración, la presencia de ese Espíritu llena nuestros corazones de amor hacia Dios y hacia los santos, nuestros hermanos” (véase Liahona, enero de 1998, pág. 37).

Moroni 6:7. “Que no hubiese iniquidad entre ellos”

  • El rey Benjamín explicó que el nombre de una persona sólo se borra mediante la transgresión (véase Mosíah 1:12). Alma advirtió que los nombres de los malvados “no serán mezclados con los nombres de los de mi pueblo” (Alma 5:57). Llegará el momento en que toda persona que cometa iniquidad grave deberá arrepentirse o, en caso contrario, no será digna de estar en la presencia del Señor ni de ser miembro del reino. Los miembros que no se arrepientan pueden perder su condición de miembro mediante la aplicación de las acciones disciplinarias de la Iglesia. (Para obtener más información sobre el tipo de pecados que exigen la imposición de disciplina eclesiástica, véase el comentario de Mosíah 26:32–36 en la página 169.)

Moroni 6:9. “De acuerdo con las manifestaciones del Espíritu”

  • El élder David B. Haight (1906–2004), del Quórum de los Doce Apóstoles, habló acerca de la importancia de invocar el Espíritu en nuestras reuniones:

    “La excepcional tragedia del declive nefita que Mormón grabó en el Libro de Mormón fue la pérdida del Espíritu Santo y de los dones espirituales. La prudencia y la inspiración dictaban que Moroni incluyera en la parte final de sus anales las instrucciones de su padre, Mormón, sobre las ordenaciones, la Santa Cena y las prácticas de la Iglesia. El testimonio acerca de sus reuniones es digno de mención:

    “‘Y los de la iglesia dirigían sus reuniones de acuerdo con las manifestaciones del Espíritu, y por el poder del Espíritu Santo; porque conforme los guiaba el poder del Espíritu Santo, bien fuese predicar, o exhortar, orar, suplicar o cantar, así se hacía’ (Moroni 6:9).

    “Ése es el espíritu que debe caracterizar nuestra adoración y nuestras reuniones sacramentales.

    “Después de una de esas reuniones espirituales, una hermana me comentó: ‘No me acuerdo de todo lo que se dijo, pero recuerdo cómo nos sentimos al cantar el último himno e inclinar la cabeza en oración’” (“Remembering the Savior’s Atonement”, Ensign, abril de 1988, pág. 13).

Para meditar

  • ¿Con cuánta frecuencia piensa usted en los convenios que ha hecho con Dios? ¿Qué convenios recuerda a menudo? ¿Por qué conviene recordar frecuentemente todos los convenios?

  • ¿Por qué cree que se nos manda reunirnos en la Iglesia con frecuencia? ¿Qué bendiciones llegan a usted y a los demás al reunirse frecuentemente?

  • ¿Por qué es importante que dirijamos las reuniones conforme a las manifestaciones del Espíritu?

Tareas sugeridas

  • Lea las oraciones sacramentales para bendecir el pan y el agua (véase Moroni 4–5). Al leer, personalícelas reemplazando los pronombres y verbos en plural y tercera persona (por ejemplo, pedimos y les) con el singular y la primera persona (por ejemplo, pido y me). Piense en cómo esto cambia lo que las oraciones de la Santa Cena significan para usted.

  • Considere la cantidad de veces que, en este bloque de las Escrituras, Moroni nos insta a tomar sobre nosotros el nombre de Jesucristo y a recordarle. En su diario personal, escriba sobre varias formas por las que pueda acercar más su vida al Salvador.