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Capítulo 24: Alma 5–7


Capítulo 24

Alma 5–7

Introducción

Alma renunció al asiento judicial para poder ir “entre el pueblo de Nefi… con el fin de despertar en ellos el recuerdo de sus deberes… con la fuerza de un testimonio puro en contra de ellos” (Alma 4:19). Lo que está registrado sobre su obra entre la gente de Zarahemla y los habitantes de Gedeón nos permite reflexionar sobre nuestro propio estado espiritual ante el Señor. Al estudiar estos capítulos, considere de qué forma las preguntas, los consejos y el testimonio de Alma le ayudan a usted a recordar su deber para con Dios y el prójimo. Procure hallar qué es lo que lleva al renacimiento espiritual y qué es lo que le ayudará a emular los atributos del Salvador.

Comentario

Alma 5:7. “Las cadenas del infierno”

  • Alma definió las “cadenas del infierno” como el sujetarse al adversario y correr el riesgo de sufrir la destrucción eterna (véase Alma 12:6, 11).

Alma 5:12–14. Un “gran cambio en vuestros corazones”

  • El presidente Marion G. Romney (1897–1988), de la Primera Presidencia, describió la conversión —experimentar un gran cambio en el corazón— como un proceso de transformación que involucra y afecta todo aspecto de la vida de la persona: “El verbo convertir significa ‘ganar a alguien para que profese una religión o la practique’, [y] conversión es ‘un cambio espiritual y moral que resulta de un cambio de creencia con convicción’. Según se usa en las Escrituras, convertir implica por lo general no sólo la aceptación mental de Jesús y Sus enseñanzas, sino también la motivadora fe en Él y en Su evangelio, fe que produce una transformación, un verdadero cambio en la comprensión personal del significado de la vida y en la relación del hombre con Dios; un cambio en los intereses, en el pensamiento y en la conducta. Si bien la conversión puede lograrse en etapas, una persona no está en realidad convertida completamente a menos que en lo íntimo de su corazón sea una persona nueva” (véase Liahona, febrero de 1976, pág. 59).

  • El presidente Ezra Taft Benson (1899–1994) dio a conocer algunas características de quienes han experimentado un poderoso cambio en el corazón:

    “Cuando se decide seguir a Cristo, se decide también ser cambiado…

    “El Señor trabaja desde el interior hacia afuera. El mundo lo hace desde fuera hacia el interior. El mundo trata de sacar a la gente de los barrios bajos; Cristo saca los barrios bajos del corazón de las personas, y ellas mismas entonces salen de los barrios bajos. El mundo trataría de reformar al hombre cambiándolo de ambiente; Cristo cambia al hombre, y éste entonces cambia el ambiente que lo rodea. El mundo trata de amoldar el comportamiento del hombre, pero Cristo puede cambiar la naturaleza humana…

    “Sí, Cristo cambia a las personas, y aquéllas que hayan cambiado pueden cambiar el mundo.

    “Los que se transformen por Cristo lo tendrán a Él como capitán. Al igual que Pablo, preguntarán: ‘Señor, ¿qué quieres que yo haga?’ (Hechos 9:6). Pedro dice que ‘[seguirán] sus pasos’ (1 Pedro 2:21). Juan dijo que ‘[andarán] como él anduvo’ (1 Juan 2:6).

    “Finalmente, los que tengan a Cristo como capitán se sentirán consumidos por Él. Empleando las palabras del presidente Harold B. Lee, encienden el fuego en los demás porque en ellos mismos arde ese fuego. (Véase Stand Ye in Holy Places, Salt Lake City: Deseret Book Co., 1974, pág. 192.)

    “La voluntad de ellos es absorbida por la de Él. (Véase Juan 5:30.)

    “Hacen siempre lo que complace al Señor. (Véase Juan 8:29.)

    “No sólo son capaces de morir por el Señor, sino que desean vivir para Él, que es más importante aún.

    “Cuando se entra en su casa, los cuadros en las paredes, los libros en los estantes, la música en el ambiente y sus palabras y acciones revelan que son cristianos.

    “Se mantienen firmes como testigos de Dios en todo momento, en todas las cosas y en todo lugar. (Véase Mosíah 18:9.)

    “Tienen a Cristo en la mente, ya que elevan hacia Él todo pensamiento. (Véase D. y C. 93:28.)

    “Tienen a Cristo en su corazón porque los afectos de su corazón se fundan en el Él para siempre. (Véase Alma 37:36.)

    “Toman la Santa Cena casi todas las semanas y vuelven a testificar ante su Padre Eterno que están dispuestos a tomar sobre sí el nombre de su Hijo y recordarlo siempre y guardar sus mandamientos (véase Moroni 4:3)” (véase Liahona, octubre de 1985, pág. 3).

Alma 5:14. “Nacido… de Dios”

  • El élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles, describió la forma en que la conversión lleva a nacer de nuevo:

    “La conversión significa ‘volverse hacia… [y volverse] con’. La conversión es volverse de las maneras del mundo hacia las maneras del Señor y permanecer con ellas. La conversión comprende el arrepentimiento y la obediencia. La conversión efectúa un potente cambio en el corazón [véanse Mosíah 5:2; Alma 5:12–14]. Por lo tanto, el verdadero converso ‘nace de nuevo’ [véanse Juan 3:3–7; Mosíah 27:24–26] y anda en vida nueva [véase Romanos 6:3–4].

    “Como conversos de verdad, nos sentimos motivados a hacer lo que el Señor desea que hagamos [véase Mosíah 5:2–5] y a ser la clase de personas que Él desea que seamos [véase 3 Nefi 27:21, 27]” (Liahona, noviembre de 2005, pág. 87).

  • El profeta José Smith (1805–1844) declaró que “el nacer de nuevo viene por medio del Espíritu de Dios mediante las ordenanzas” (History of the Church, tomo III, pág. 392).

    El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Quórum de los Doce Apóstoles, describió cuán verdaderamente milagroso es nacer de nuevo: “Tal vez el milagro más grande… es la sanación de las almas que están enfermas de pecado, de modo que quienes se encuentran ciegos y sordos y enfermos espiritualmente vuelven a ser puros y limpios y herederos de salvación. Tal vez el milagro más grande de todos es el que ocurre en la vida de cada persona que vuelve a nacer, quien recibe el poder santificador del Santo Espíritu de Dios en su vida, a quien se le quita el pecado y el mal del alma como por fuego, quien de nuevo vive espiritualmente” (The Mortal Messiah, Book 4, 1981, tomo III, pág. 269).

  • Para leer más ideas sobre nacer de Dios, véase el comentario de Mosíah 5:2 (página 148) y de Mosíah 27:25 (página 170).

Alma 5:14, 19. “La imagen de Dios grabada en vuestros semblantes”

  • Mientras servía en calidad de Ayudante del Quórum de los Doce Apóstoles, el élder Theodore M. Burton (1907–1989) observó que quienes siguen al Padre Celestial se parecen más a Él: “Si realmente aceptamos a Dios y vivimos en conformidad con Sus mandamientos, Dios efectuará un potente cambio en nuestra apariencia y empezaremos a parecernos más a nuestro Padre Celestial, a cuya imagen se nos creó. ¿Puede ser esta apariencia lo que reconocemos cuando encontramos hombres y mujeres que tratan de vivir cerca del Señor?” (en Conference Report, octubre de 1973, pág. 151; o Ensign, enero de 1974, pág. 114).

  • El presidente James E. Faust (1920–2007), de la Primera Presidencia, relató una experiencia en la cual alguien vinculado con la Iglesia hizo un comentario sobre la luz en el semblante de los alumnos Santos de los Últimos Días:

    “Hace poco recordé una histórica reunión en Jerusalén, que se realizó hace unos diecisiete años. Se trataba del arrendamiento del solar donde más tarde se construiría el Centro Jerusalén para Estudios del Cercano Oriente de la Universidad Brigham Young. Antes de que el contrato se firmara, el presidente Ezra Taft Benson y el élder Jeffrey R. Holland, en ese entonces rector de la Universidad Brigham Young, acordaron, ante el gobierno israelí en nombre de la Iglesia y de la Universidad Brigham Young, a no hacer proselitismo en Israel.

    Imagen
    Centro Jerusalén para Estudios del Cercano Oriente de la Universidad Brigham Young

    “Tal vez se pregunten por qué razón accedimos a no hacerlo. Era un requisito que tuvimos que satisfacer a fin de conseguir permiso para construir el magnífico edificio que ahora se encuentra en la ciudad histórica de Jerusalén. Según lo que sabemos, la Iglesia y la Universidad Brigham Young han mantenido escrupulosa y honorablemente la promesa de no hacer proselitismo. Una vez que el contrato se hubo firmado, uno de nuestros amigos dijo con gran percepción, en referencia a nuestros alumnos que irían a estudiar a Israel: ‘Ah, sabemos que no van a hacer proselitismo, pero, ¿qué van a hacer con la luz que ilumina sus ojos?’. Se estaba refiriendo a nuestros alumnos que estudiaban en Israel” (véase Liahona, noviembre de 2005, pág. 20).

Alma 5:21–22. “Vestidos… limpios de toda mancha”

  • Los “vestidos” que se mencionan en Alma 5:22 representan nuestra condición espiritual ante el Señor. El élder Lynn A. Mickelsen, de los Setenta, señaló la semejanza entre la forma en que nos purifica la Expiación y la manera en que se lava la ropa sucia: “Hay un paralelo entre nuestros vestidos que son blanqueados mediante la sangre del Cordero y la forma en que lavamos nuestra ropa sucia. Por medio del sacrificio expiatorio de Él, nuestros vestidos serán blanqueados. La referencia de las Escrituras acerca de los vestidos abarca todo nuestro ser. La necesidad de ser purificados surge al mancharnos con el pecado. El juicio y el perdón son derechos del Señor, porque sólo Él puede perdonar y lavar nuestros pecados [véanse Alma 5:21–27; D. y C. 64:10]” (Liahona, noviembre de 2003, pág. 11).

Alma 5:28. Hallarse “despojados del orgullo”

  • Para leer ideas acerca del orgullo, véanse el comentario de Helamán 3:33–34, 36; 4:12 (página 275) y el de Helamán 12:5–6 (página 289).

Alma 5:29. Estar “despojado de la envidia”

  • El élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó que la envidia, que surge por las influencias mundanas, se contrapone al amor perfecto de Dios:

    “Se ha dicho que la envidia es el pecado que nadie confiesa fácilmente, pero lo generalizado de esa tendencia se indica en un antiguo proverbio danés que dice: ‘Si la envidia fuese fiebre, todo el mundo estaría enfermo’… Cuando otras personas parecen crecer más a nuestra vista, pensamos que, por consiguiente, nosotros empequeñecemos, y, lamentablemente, de vez en cuando actuamos con pequeñez.

    “¿Por qué ocurre eso, sobre todo cuando deseamos tanto que no sea así? Pienso que una de las razones de ello es que a diario nos encontramos con diversos tipos de seducciones que nos hacen pensar que lo que tenemos no basta. Alguien o algo nos está diciendo de continuo que tenemos que ser más apuestos o más acaudalados, más aplaudidos o más admirados que lo que nos parece que somos. Se nos dice que no hemos acumulado suficientes posesiones y que no hemos ido a suficientes sitios de diversión. Se nos bombardea con el mensaje de que se nos ha pesado en la balanza del mundo y se nos ha hallado necesitados [véase Daniel 5:27]…

    “Pero Dios no actúa de ese modo…

    “…testifico que ninguno de nosotros es menos preciado o menos valorado por Dios que otro. Testifico que Él nos ama a cada uno de nosotros: a pesar de nuestras inseguridades, afanes y de la imagen que tenemos de nosotros mismos. Él no mide nuestros talentos ni nuestro aspecto; Él no mide nuestra profesión ni nuestras posesiones. Él aclama a cada corredor y hace saber que la carrera es en contra del pecado y no de unos contra otros. Sé que si somos fieles, habrá ropas de rectitud hechas perfectamente a la medida, listas y en espera de cada uno [véanse Isaías 61:10; 2 Nefi 4:33; 9:14], ‘ropas… blanquead[as] en la sangre del Cordero’ [Apocalipsis 7:14]. Que nos animemos unos a otros en nuestro esfuerzo por ganar ese premio” (véase Liahona, julio de 2002, pags. 70–73).

Alma 5:46–47. “El espíritu de revelación”

  • Alma había visto a un ángel, pero en Alma 5:46–47 él dio testimonio de que lo que le permitió llegar a saber no fue ver un ángel sino el ayuno y la oración. El presidente Heber J. Grant (1856–1945) explicó: “Muchos hombres dicen: ‘¡Si tan sólo pudiese ver un ángel, si tan sólo pudiera escuchar un ángel proclamar algo, ello me haría ser fiel todos los días de mi vida!’. No tuvo efecto alguno en estos hombres [Lamán y Lemuel] que no servían al Señor, y no tendría ningún efecto hoy en día” (en Conference Report, abril de 1924, pág. 159).

    El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) explicó por qué el Espíritu Santo puede ser más eficaz que la visita de un ángel: “Cristo… declaró que las manifestaciones que podamos recibir… de la visita de un ángel, de un ser resucitado y tangible, no dejarán en nosotros la impresión, ni nos convencerán, así como tampoco pondrán en nosotros aquel algo del cual no se puede escapar y que se recibe a través de una manifestación del Espíritu Santo. Las visitaciones personales pueden tornarse borrosas con el paso del tiempo, pero esta guía del Espíritu Santo es renovada y continúa, día tras día, año tras año, si vivimos para ser dignos de ella” (Doctrina de Salvación, comp. de Bruce R. McConkie, tres tomos, 1995, tomo I, pág. 44).

  • El espíritu de revelación es la comunicación de Dios al hombre por el poder del Espíritu Santo a la mente y al corazón (véase D. y C. 8:2). El élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles, describió la manera de reconocer la comunicación del Espíritu Santo:

    “Una impresión a la mente es muy específica.

    “Las palabras detalladas se pueden escuchar o sentir y escribirse como si las instrucciones se estuvieran dictando.

    “Una comunicación al corazón es una impresión más general. El Señor con frecuencia empieza dando impresiones. Cuando se reconoce su importancia y se obedecen, uno adquiere más capacidad para recibir instrucción más detallada a la mente. Una impresión recibida en el corazón, si se sigue, es fortificada por una instrucción más específica a la mente” (“Helping Others to Be Spiritually Led”, Simposio de Doctrina y Convenios del Sistema Educativo de la Iglesia, 11 de agosto de 1998, págs. 3–4; véase LDS.org bajo gospel library/additional addresses/CES addresses).

Alma 5:53–54. “Las vanidades del mundo”

  • La palabra vanidad se define como “caducidad de las cosas de este mundo” y “arrogancia, presunción, envanecimiento” (Diccionario de la Lengua Española, 2001).

  • El élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, aconsejó a los Santos de los Últimos Días que eviten preocuparse por las vanidades del mundo: “Jesús enseñó que ‘la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee’ (Lucas 12:15). Por lo tanto, no debemos hacernos tesoros en la tierra ‘donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan’ (Mateo 6:19). En otras palabras, los tesoros de nuestro corazón —a lo que damos prioridad— no deben ser lo que las Escrituras llaman ‘las riquezas [y]… las vanidades de este mundo’ (Alma 39:14). Las ‘vanidades del mundo’ comprenden cualquier combinación de las cuatro características mundanas: los bienes que se poseen, el orgullo, la prominencia y el poder. En lo que atañe a eso, las Escrituras nos recuerdan que ‘no las puedes llevar contigo’ (Alma 39:14). Debemos andar en busca de la clase de tesoros que las Escrituras prometen a los fieles: ‘grandes tesoros de conocimiento, sí, tesoros escondidos’ (D. y C. 89:19)” (véase Liahona, julio de 2001, pág. 101).

  • El élder Jeffrey R. Holland asimismo hizo notar que la vanidad de la apariencia física es peligrosa en lo referente a lo espiritual: “La atención excesiva al yo personal y el énfasis en el físico es más que demencia social; es espiritualmente destructivo y es responsable de gran parte de la desdicha… en el mundo de hoy. Y si los adultos se preocupan de la apariencia —de hacerse estirar la piel, de recortarla o de hacerse implantar objetos en el cuerpo, o de hacerse modificar todo a lo que se le pueda dar nueva forma— esas preocupaciones y angustias seguramente tendrán un efecto en los hijos. Al llegar a cierto punto, el problema se convierte en lo que el Libro de Mormón llamó ‘vanas ilusiones’ [1 Nefi 12:18]. Y en la sociedad secular, tanto la vanidad como las ilusiones llevan rienda suelta. Uno necesitaría un grande y espacioso estuche de cosméticos para competir con la belleza según la representan por todas partes los medios de difusión” (Liahona, noviembre de 2005, pág. 30).

Alma 5:57. “Salid de entre los inicuos, y conservaos aparte”

  • El élder David R. Stone, de los Setenta, habló sobre la manera en que las técnicas empleadas para edificar el Templo de Manhattan, Nueva York, brindan un ejemplo de cómo apartarse de la influencia del mundo:

    “Demasiadas personas en el mundo han llegado a asemejarse a la Babilonia de antaño al andar por su propio camino e ir en pos de un dios ‘cuya imagen es a semejanza del mundo’ [D. y C. 1:16].

    “Uno de los mayores retos que afrontaremos será poder vivir en ese mundo y, no obstante, no ser de ese mundo. Tenemos que establecer Sión en medio de Babilonia…

    “Mi participación en la construcción del Templo de Manhattan me dio la oportunidad de estar en el templo con frecuencia antes de su dedicación. Era maravilloso sentarse en el salón celestial, ahí, en perfecto silencio, sin un solo sonido que se oyera de las ruidosas calles de Nueva York. ¿Cómo era posible que el templo estuviera tan reverentemente silencioso cuando el bullicio y el ruido de la metrópolis estaban a tan sólo unos cuantos metros?

    “La respuesta está en la forma en la que se construyó el templo, ya que se edificó dentro de las paredes existentes de un edificio, y las paredes interiores del templo se hallan conectadas a las paredes exteriores sólo en algunos puntos de unión. De esa manera el templo (Sión) limita los efectos de Babilonia, o sea, del mundo exterior.

    “Aquí vemos una lección para nosotros. Podemos crear la verdadera Sión entre nosotros si limitamos la influencia de Babilonia en nuestra vida…

    “Doquier que estemos, sea cual sea la ciudad en la que vivamos, podremos establecer nuestra propia Sión según los principios de la ley del reino celestial y esforzarnos siempre por llegar a ser los puros de corazón…

    “No tenemos que ser títeres de la cultura del lugar ni de la época. Podemos tener valor, caminar por las sendas del Señor y seguir Sus pasos” (véase Liahona, mayo de 2006, págs. 90–93).

Alma 5:57–58; 6:3. “Sus nombres fueron borrados”

Alma 7:10. Jesús nace en Jerusalén

  • El presidente Joseph Fielding Smith explicó en qué lugar nació el Salvador según lo que declaró Alma:

    “No existe conflicto ni contradicción en el Libro de Mormón con relación a verdad alguna registrada en la Biblia. Una lectura detenida de lo que dijo Alma mostrará que no tenía ninguna intención de declarar que Cristo nacería en la ciudad de Jerusalén, ya que Alma sabía dónde iba a nacer. También lo sabían José Smith y los que contribuyeron a sacar a luz el Libro de Mormón. Si Alma hubiese dicho que nacería ‘en Jerusalén, que es la ciudad de nuestros antepasados’, sería diferente. Entonces diríamos que había cometido un error. Pero Alma no se equivocó, y lo que dijo es verdad.

    “El doctor Hugh Nibley, en su curso de estudio para el sacerdocio para el año 1957, An Approach to the Book of Mormon, en la Lección 8, página 85, dijo en cuanto a esto:

    “‘…Uno de los puntos favoritos de ataque contra el Libro de Mormón ha sido la declaración de Alma 7:10 de que el Salvador nacería “en Jerusalén, que es la tierra de nuestros antepasados”. Aquí Jerusalén no es la ciudad en “la tierra de nuestros antepasados” sino que es esa tierra. Cristo nació en una aldea a unos diez kilómetros de la ciudad de Jerusalén; no fue en la ciudad, sino en lo que ahora sabemos que los antiguos mismos designaban como “la tierra de Jerusalén”’” (Answers to Gospel Questions, comp. de Joseph Fielding Smith, hijo, cinco tomos, 1957–1966, tomo I, pág. 174).

  • Tanto Jerusalén como Belén han sido llamadas la ciudad de David, lo cual ha creado algo de confusión. En Lucas 2:11 se le llama la ciudad de David a Belén, pero en 2 Samuel 5:6–8; 2 Reyes 14:20 y 1 Crónicas 11:4–8 se le llama la ciudad de David a Jerusalén.

Alma 7:11–12. Nuestros dolores, aflicciones, tentaciones y enfermedades

  • El élder Neal A. Maxwell (1926–2004), del Quórum de los Doce Apóstoles, escribió sobre el hecho de que el Salvador está familiarizado con las aflicciones de la vida terrenal y con nuestras transgresiones individuales: “Él lo sabe por experiencia personal y real, no solamente porque sufrió nuestros dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases durante Su segundo estado, sino porque tomó sobre Sí nuestros pecados y también nuestros dolores y enfermedades. (Véase Alma 7:11–12.) Por lo tanto, Él conoció, no en lo abstracto sino en lo real, ‘según la carne’, la totalidad del sufrimiento humano. Llevó nuestras enfermedades antes de que nosotros las padeciéramos. Él sabe perfectamente bien cómo socorrernos. No le podemos enseñar nada sobre el dolor, las tentaciones ni la aflicción, ya que Él aprendió ‘según la carne’, ¡y Su triunfo fue total!” (We Will Prove Them Herewith, 1982, pág. 46).

Alma 7:12. “Socorrer a los de su pueblo”

  • Al enseñar sobre la palabra socorrer, el élder Jeffrey R. Holland declaró: “[Socorrer] con frecuencia se utiliza en las Escrituras para describir el cuidado y la atención que Cristo nos da. En latín, literalmente significa ‘correr a’. Qué manera tan magnífica de describir el esfuerzo urgente del Salvador a nuestro favor. Incluso cuando nos llama a ir hacia Él y a seguirlo, Él corre incansablemente para ayudarnos” (“Come unto Me”, charla fogonera del SEI para jóvenes adultos, 2 de marzo de 1997, pág. 7, www.ldsces.org).

Alma 7:22–24. Responsabilidades del Sacerdocio de Melquisedec

  • Alma 7:22–24 contiene instrucciones dirigidas a los líderes del sacerdocio y una lista de cualidades que éstos deben poseer para oficiar de forma apropiada en el sacerdocio. Estas instrucciones se asemejan a las que se dan a los poseedores del sacerdocio en Doctrina y Convenios 121:41–42. Estos versículos de Alma 7 y Doctrina y Convenios 121 ayudan a quienes poseen el sacerdocio a saber cómo comportarse a fin de aumentar su poder en el sacerdocio.

    El presidente Boyd K. Packer, Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó la importancia de que el poseedor del sacerdocio viva rectamente:

    “El sacerdocio es algo muy pero muy precioso para el Señor, y Él le pone mucha atención a cómo se confiere y quién lo hace. Esto jamás se hace en secreto.

    “Les he hablado de cómo reciben ustedes la autoridad, pero el poder que reciban dependerá de lo que hagan con este sagrado e invisible don.

    “Reciben la autoridad por medio de la ordenación, pero tendrán el poder mediante la obediencia y la dignidad” (véase Liahona, febrero de 1982, pág. 59).

Alma 7:23. “Moderados en todas las cosas”

  • El élder Russell M. Nelson habló con respecto a la seguridad que llega como resultado de la moderación:

    “La moderación implica sensatez y dominio al actuar; nos recuerda los convenios que hemos hecho…

    “Repetidamente las Escrituras nos enseñan que seamos ‘moderados en todas las cosas’ (1 Corintios 9:25; Alma 7:23; 38:10; D. y C. 12:8). La moderación nos puede proteger a cada uno de las consecuencias de los excesos” (véase Liahona, enero de 1992, pág. 69).

Para meditar

  • Incluso después de ver a un ángel, Alma tuvo que arrepentirse, ejercer fe en Jesucristo y hacer un gran esfuerzo para obtener su testimonio. ¿De qué forma se describe en Alma 5:45–48 el proceso por el cual Alma logró el conocimiento del “Hijo, el Unigénito del Padre”?

  • ¿Qué similitudes y diferencias ve usted entre el ministerio de Alma entre el pueblo de Zarahemla y el de Gedeón?

  • ¿Cómo han aumentado su entendimiento de la Expiación y aprecio por ella al estudiar Alma 7:11–13?

Tareas sugeridas

  • En el capítulo cinco Alma hizo más de cuarenta preguntas. Léalas y seleccione una para contestarla en un párrafo que incluya lo que usted entienda, sienta o piense sobre el tema de la pregunta.

  • Indague y descubra el significado de cualquier atributo enumerado en Alma 7:23 que a usted no le resulte conocido.