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Capítulo 40: 3 Nefi 8–11


Capítulo 40

3 Nefi 8–11

Introducción

Medite en este testimonio que pronunció el Padre Celestial: “He aquí a mi Hijo Amado, en quien me complazco, en quien he glorificado mi nombre: a él oíd” (3 Nefi 11:7). Imagínese cómo habría respondido usted si hubiese estado presente cuando se hizo este anuncio y cuando apareció Jesucristo, el acontecimiento culminante del Libro de Mormón. Piense en lo que habría sentido si hubiese escuchado al Hijo declarar: “He aquí, yo soy Jesucristo, de quien los profetas testificaron que vendría al mundo” (3 Nefi 11:10). Considere el impacto de ello en las personas que recibieron ese testimonio espiritual y material de la realidad de Jesucristo.

Este pueblo escuchó la voz de Dios varias veces. Al leer 3 Nefi 8–11, preste atención a lo que enseñó Él. También considere su propia capacidad de reconocer la voz de Dios y seguir el mensaje que tiene para usted.

Comentario

3 Nefi 8:1. Hacer milagros en el nombre de Jesús

  • Nefi observó que “no había hombre alguno que pudiera hacer un milagro en el nombre de Jesús, a menos que estuviese enteramente limpio de su iniquidad” (3 Nefi 8:1; véase también D. y C. 121:36 ).

    Cuando servía en el Obispado Presidente, el élder Vaughn J. Featherstone contó el siguiente relato que deja de manifiesto la necesidad de que los poseedores del sacerdocio sean puros en toda ocasión:

    “Las personas no pueden esconder el pecado. No se puede burlar a Dios poseyendo el santo sacerdocio del Señor y fingiendo presentarse como Su siervo.

    “Sé de un gran hombre que tuvo en brazos a un hijo muerto, y dijo: ‘En el nombre de Jesucristo y por el poder y la autoridad del santo Sacerdocio de Melquisedec, te mando vivir’. Y el niño muerto abrió los ojos.

    “Ese gran hermano no podría haber hecho eso si unas noches antes hubiese estado mirando material pornográfico o si hubiese participado de cualquier otra transgresión por el estilo. El sacerdocio necesita de un conducto puro para funcionar” (en Conference Report, abril de 1975, pág. 100; o Ensign, mayo de 1975, pág. 66).

  • El élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó que, a pesar de que no todas las bendiciones del sacerdocio resultarán en un acontecimiento milagroso, sólo quienes son dignos pueden hacer milagros en el nombre de Cristo. Los poseedores del sacerdocio deben conservarse puros y limpios: “Mis jóvenes amigos, tanto del Sacerdocio Aarónico como del de Melquisedec, no todas las oraciones se contestan de forma tan inmediata, y no toda declaración del sacerdocio puede ordenar la renovación o la prolongación de la vida. A veces la voluntad de Dios es otra, pero, jóvenes, ustedes aprenderán, si aún no lo han aprendido, que en momentos de temor y aun de peligro, su fe y su sacerdocio requerirán lo mejor de cada uno de ustedes y lo mejor que puedan pedir de los cielos. Ustedes, los jóvenes del Sacerdocio Aarónico, no utilizarán el sacerdocio exactamente de la misma manera que un élder ordenado utiliza el [Sacerdocio] de Melquisedec, pero todos los poseedores del sacerdocio deben ser instrumentos en las manos de Dios, y para serlo, ustedes deben hacer lo que dijo Josué: ‘Santificaos’ [Josué 3:5]. Deben estar preparados para actuar y ser dignos de hacerlo” (Liahona, enero de 2001, pág. 39).

3 Nefi 8:6–19. Los desastres naturales testifican de Cristo

  • “Una grande y horrenda tempestad… como nunca se habí[a] visto en toda la tierra” desató una destrucción natural sin antecedentes (3 Nefi 8:6–7). Estos desastres naturales fueron señales que dieron testimonio en las Américas de la crucifixión de Jesucristo en Jerusalén (véanse 1 Nefi 19:10–12; Helamán 14:20–21). Algunos de los desastres naturales de hoy en día son señales de que se acerca la Segunda Venida.

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    Destrucción causada por un terremoto

    Jerry Thompson, © IRI

    El élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo que el aumento de los terremotos grandes es una de las señales de la Segunda Venida: “Las señales de la Segunda Venida nos rodean y parecen ir aumentando en frecuencia e intensidad. Por ejemplo, en la lista de los terremotos más devastadores que aparece en The World Almanac and Book of Facts 2004 [El almanaque mundial y anuario 2004], figuran el doble de terremotos en las décadas de 1980 y 1990 que en las dos décadas anteriores (págs. 189–190); también figura un aumento considerable en los primeros años de este siglo. La lista de notables inundaciones, maremotos, huracanes, tifones y ventiscas en todo el mundo muestra aumentos similares en años recientes (págs. 188–189). El incremento, al compararlo con cincuenta años atrás, se puede descartar al atribuirlo a los cambios en la forma de rendir los informes, pero el patrón acelerado de los desastres naturales de las últimas décadas es aterrador” (véase Liahona, mayo de 2004, pág. 7–8).

3 Nefi 8:23. Tres días de oscuridad

  • Los tres días de oscuridad representaban la muerte de Jesucristo, que es “la luz y la vida del mundo” (3 Nefi 11:11). Mormón recalcó que los tres días de oscuridad fueron “una señal” que se dio al morir el Salvador (véanse 1 Nefi 19:10; Helamán 14:27; 3 Nefi 8:23). Después de describir el daño causado por la “gran tormenta” (3 Nefi 8:5) que duró tres horas, Mormón documentó la total oscuridad como el cumplimiento de una de las señales (véase 3 Nefi 10:14). La oscuridad era tan absoluta que “no podía haber luz” (3 Nefi 8:21). Durante este lapso de oscuridad, el cuerpo de Jesucristo, la Luz del Mundo, yacía en el sepulcro. El día de Su resurrección, una vez que Cristo hubo vencido a la muerte, volvió la luz a las personas de América, lo cual representaba la victoria de Cristo sobre la muerte y la oscuridad (véase 3 Nefi 10:9–11).

3 Nefi 8:24–25. Rechazar a los profetas conduce al sufrimiento

  • Al igual que en la antigüedad, rechazar a los profetas hoy en día conduce al sufrimiento. El presidente N. Eldon Tanner (1898–1982), de la Primera Presidencia, comparó lo que sufrieron los santos de América durante la destrucción que ocurrió después de la muerte del Salvador con la destrucción que en la actualidad llega a los que deciden no seguir a los profetas modernos:

    “En la actualidad el mundo está rechazando los mensajes de los profetas de Dios. ¿No es acaso cierto que existe el lloro y el lamento en todo el mundo porque los hombres están en guerra? ¿No existen acaso entre nosotros aquellos que se lamentan por los errores de su juventud y por las tragedias que les sobrevinieron cuando se alejaron de la justicia y sufrieron las consecuencias de meterse con el alcohol, el tabaco, las drogas y otras cosas prohibidas? ¿Cuántos hay entre nosotros que se lamentan como consecuencia del desorden existente en nuestras comunidades? Debemos aprender de las lecciones de la historia, si es que no queremos nosotros ser consumidos del mismo modo que lo fueron algunas de las civilizaciones anteriores.

    “Éste es el mensaje que llevó Jesucristo a aquel primitivo pueblo nefita” (véase Liahona, agosto de 1975, pág. 37).

3 Nefi 9:14. “Si venís a mí”

  • Jesucristo prometió: “…benditos son los que vienen a mí” (3 Nefi 9:14).

    El élder Jeffrey R. Holland explicó el significado de esta invitación y cómo se aplica a nuestra vida: “‘Venid’, dice [Cristo] con amor. ‘Venid en pos de mí’. A dondequiera que vayas, primeramente ven y ve lo que yo hago, en dónde y cómo paso mi tiempo; aprende de Mí, camina conmigo, habla conmigo y cree. Escúchame orar, y encontrarás respuesta a tus propias oraciones. Dios dará descanso a tu alma. Ven, sígueme” (Liahona, enero de 1998, pág. 77).

3 Nefi 9:19–20. Un cambio en el mandamiento de hacer sacrificio

  • El primero en recibir el mandamiento de hacer sacrificios de animales fue Adán. El propósito del sacrificio de animales era dirigir el pensamiento hacia ese máximo sacrificio del Salvador. A los fieles se les enseñó que el sacrificio de animales llegaría a su fin después de que el Hijo de Dios ofreciese Su sangre como el “gran y postrer sacrificio” (Alma 34:10). Amulek explicó que después de la expiación de Jesucristo, ya no se exigiría hacer sacrificio de animales: “…será preciso que se ponga, fin al derramamiento de sangre; entonces quedará cumplida la ley de Moisés… y ese gran y postrer sacrificio será el Hijo de Dios, sí, infinito y eterno” (Alma 34:13–14). Una vez que Jesucristo culminó su ofrecimiento, la voz de Dios proclamó al pueblo del Libro de Mormón: “…no aceptaré ninguno de vuestros sacrificios ni vuestros holocaustos” (3 Nefi 9:19).

  • Aunque se debía cesar de hacer sacrificios de animales y holocaustos (véase 3 Nefi 9:19), el Señor no tenía la intención de eliminar la ley del sacrificio. Empleando 3 Nefi 9:20, el élder D. Todd Christofferson, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó que en la actualidad el Señor requiere sacrificios de otro tipo:

    “El Salvador dijo que ya no aceptaría holocaustos de animales; la ofrenda o sacrificio que aceptaría en adelante era el de ‘un corazón quebrantado y un espíritu contrito’ [3 Nefi 9:20]… Puedes brindar al Señor la ofrenda de tu corazón quebrantado o arrepentido y tu espíritu contrito u obediente. En realidad, es la ofrenda de ti mismo, de lo que eres y de lo que estás llegando a ser.

    “¿Hay algo en ti o en tu vida que sea impuro o indigno? Cuando logres deshacerte de ello, será una ofrenda para el Salvador. ¿Careces de un buen hábito o de una buena cualidad? Si lo adoptas y lo haces parte de tu carácter, le estarás haciendo una ofrenda al Señor” (Liahona, mayo de 2004, pág. 12).

3 Nefi 9:20. “No lo supieron”

  • El presidente Ezra Taft Benson (1899–1994) explicó que hay muchas personas que están creciendo espiritualmente sin lograr percibir su propio crecimiento sutil: “Día a día [los Santos de los Últimos Días] se van acercando más al Señor, sin darse mucha cuenta de que están forjándose una vida cuyas cualidades se asemejan a las divinas. Esas personas llevan una vida sencilla de bondad, servicio y determinación; son como los lamanitas, de quienes el Señor dijo que ‘…fueron bautizados con fuego y con el Espíritu Santo al tiempo de su conversión, por motivo de su fe en mí, y no lo supieron’ (3 Ne. 9:20; cursiva agregada)” (véase “Un poderoso cambio en el corazón”, Liahona, marzo de 1990, pág. 7).

  • El presidente Boyd K. Packer, Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, empleó el mismo pasaje de las Escrituras para expresar la inquietud de que no se reconoce al don del Espíritu Santo tanto como se debería. Instó a los Santos de los Últimos Días a cultivar ese don, y dio consejos sobre cómo reconocer el Espíritu:

    “Muchos de nosotros somos como aquellos de los cuales el Señor dijo que ‘[vinieron] con un corazón quebrantado y un espíritu contrito… [y] fueron bautizados con fuego y con el Espíritu Santo al tiempo de su conversión… y no lo supieron’ [3 Nefi 9:20; cursiva agregada].

    “Imagínense eso: ‘…y no lo supieron…’. No es raro el que una persona haya recibido el don y que en realidad no lo sepa.

    “…Hay tantos lugares a los cuales tenemos que ir, tantas cosas que hacer en este bullicioso mundo, que podríamos estar demasiado ocupados para prestar atención a la inspiración del Espíritu” (véase Liahona, julio de 2000, págs. 9–10).

3 Nefi 10:5–6. “Como la gallina junta sus polluelos”

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    Gallina y polluelos

    La comparación entre una gallina que junta a sus polluelos y el Señor que reúne a Su pueblo ofrece algunos conceptos interesantes. La gallina se preocupa por sus polluelos y sacrificaría la vida por protegerlos. Cuando el peligro acecha, junta a sus polluelos bajo el ala para darles protección. De un modo similar, el Señor ama a Su pueblo, la casa de Israel. Dio Su vida por Su pueblo y procura congregarlo para protegerlo y nutrirlo. En muchas oportunidades, sin embargo, Israel ha elegido abandonar al Señor.

    Al comentar sobre 3 Nefi 10:5–6, el presidente Henry B. Eyring, de la Primera Presidencia, testificó que el Salvador ayuda a quienes tratan de acudir a Él:

    “En más de una ocasión ha dicho que nos juntaría como la gallina junta a sus polluelos bajo las alas. También ha dicho que debemos decidir venir a Él con mansedumbre y con la suficiente fe en Él para arrepentirnos con ‘íntegro propósito de corazón’ [3 Nefi 10:6].

    “Una forma de hacerlo es congregarse con los santos en Su Iglesia. Asistan a las reuniones, aun cuando les parezca difícil; si tienen la determinación, Él les ayudará a encontrar la fortaleza para hacerlo” (Liahona, mayo de 2004, pág. 18).

3 Nefi 10:12. “Fueron los que recibieron a los profetas”

  • La seguridad a menudo llega cuando seguimos a los profetas. Los nefitas que “recibieron a los profetas” fueron salvos de la gran destrucción (3 Nefi 10:12). El élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó que nosotros, al igual que los nefitas, tenemos que seguir a los profetas si esperamos hallar seguridad, paz, prosperidad y felicidad: “No es cosa insignificante, mis hermanos y hermanas, el tener un profeta de Dios entre nosotros. Grandes y maravillosas son las bendiciones que recibimos en nuestra vida cuando damos oído a la palabra del Señor dada a nosotros por intermedio de él… Cuando escuchamos el consejo del Señor expresado por medio de las palabras del Presidente de la Iglesia, nuestra respuesta debe ser positiva y pronta. La historia ha demostrado que hay seguridad, paz, prosperidad y felicidad cuando respondemos al consejo profético” (Liahona, julio de 2001, pág. 80).

  • El presidente Boyd K. Packer dio testimonio de que quienes siguen a los profetas reciben bendiciones, y también advirtió en cuanto a las consecuencias de rechazarlos:

    “En una ocasión, Karl G. Maeser se encontraba a la cabeza de un grupo de misioneros jóvenes que cruzaba los Alpes. Al llegar a la cima, miró hacia atrás y vio una hilera de varas clavadas en la nieve para marcar la única senda segura a lo largo de ese peligroso glaciar.

    “Detuvo al grupo de misioneros, les señaló las varas y dijo: ‘Hermanos, he allí el sacerdocio [de Dios]. Esas son varas comunes como todos nosotros… pero el lugar que ocupan las convierte en lo que son para nosotros. Si nos apartamos de la senda que marcan, estamos perdidos’ (en Alma P. Burton, Karl G. Maeser, Mormon Educator, Salt Lake City, Deseret Book Co., 1953, pág. 22).

    “Aunque ninguno de nosotros sea perfecto, la Iglesia sigue adelante, guiada por gente común y corriente.

    “El Señor prometió:

    “‘Y si los de mi pueblo escuchan mi voz, y la voz de mis siervos que he nombrado para guiar a mi pueblo, he aquí, de cierto os digo que no serán quitados de su lugar.

    “‘Mas si no escuchan mi voz, ni la voz de estos hombres que he nombrado, no serán bendecidos…’ (D. y C. 124:45–46).

    “Hermanos y hermanas, testifico que los líderes de esta Iglesia fueron llamados por Dios mediante la debida autoridad, y es del conocimiento de la Iglesia que tienen esa autoridad y que han sido debidamente ordenados por líderes de la Iglesia que fueron así ordenados. Si los seguimos seremos salvos; si nos apartamos de ellos, de cierto nos perderemos” (véase Liahona, julio de 1985, pág. 35).

3 Nefi 11:3. “Oyeron una voz”

  • El élder Dallin H. Oaks enseñó que la “voz suave” que “hizo arder sus corazones” (3 Nefi 11:3; cursiva agregada) era más un sentimiento que un sonido: “La palabra ‘arda’ en este pasaje de Escritura representa un sentimiento de consuelo y serenidad” (“La enseñanza y el aprendizaje por medio del Espíritu”, Liahona, mayo de 1999, pág. 22). El vocablo serenidad significa la cualidad de cordial, gentil y apacible.

  • Así como los nefitas tuvieron que “aguza[r] el oído” (3 Nefi 11:5) para escuchar la voz de Dios, el presidente Boyd K. Packer explicó que tenemos que prestar atención para poder sentir los sutiles susurros del Espíritu:

    “La voz del Espíritu se describe en las Escrituras como una voz que no es ni ‘fuerte’ ni ‘áspera’; no es ‘una voz de trueno, ni una voz de un gran ruido tumultuoso’, sino que es ‘una voz apacible de perfecta suavidad, cual si hubiese sido un susurro’, y que puede penetrar ‘hasta el alma misma’ y hacer ‘arder’ los ‘corazones’ (3 Nefi 11:3; Helamán 5:30; D. y. C 85:6–7). Recuerdan que Elías, el profeta, descubrió que la voz del Señor no se encontraba en el viento, ni en el terremoto, ni en el fuego, sino que era ‘una voz apacible y delicada’ (1 Reyes 19:12).

    “El Espíritu no atrae nuestra atención por medio de gritos ni de sacudidas bruscas. Por el contrario, nos susurra; nos acaricia tan tiernamente que si nos encontramos demasiado enfrascados en nuestras preocupaciones, quizás no lo percibamos en absoluto. (Con razón nos fue revelada la Palabra de Sabiduría, ya que ¿cómo podría el borracho o el adicto sentir una voz así?)

    “En algunas ocasiones sólo nos presionará con la firmeza necesaria para que le pongamos atención, pero la mayoría de las veces, si no le hacemos caso a esa suave impresión, el Espíritu se alejará” (véase “Lámpara de Jehová”, Liahona, diciembre de 1983, pág. 35).

3 Nefi 11:5–7. “He aquí a mi Hijo Amado”

  • El presidente Ezra Taft Benson habló sobre la inusual experiencia de escuchar la voz del Padre Celestial:

    “¡Cuán pocos son aquellos que en toda la historia del mundo han oído la voz real de Dios el Padre dirigirse a ellos! Cuando las personas dirigieron la vista hacia las alturas, ‘vieron a un Hombre que descendía del cielo; y estaba vestido con una túnica blanca; y descendió y se puso en medio de ellos’ [3 Nefi 11:8].

    “¡Ante sus ojos apareció un ser glorioso y resucitado, un miembro de la Trinidad, el Creador de incontables mundos, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob!” (véase Liahona, julio de 1987, pág. 3).

3 Nefi 11:11. La amarga copa

  • El presidente James E. Faust (1920–2007), de la Primera Presidencia, enseñó que seguir el ejemplo del Salvador durante las dificultades nos ayuda a resistir nuestras propias “amargas copas”: “Muchos miembros, cuando beben de la amarga copa que llega hasta ellos, creen, en forma equivocada, que ésta pasa de largo para otras personas. En Sus primeras palabras a la gente del continente occidental, Jesús de Nazaret habló intensamente de la amarga copa que el Padre le había dado (véase 3 Ne. 11:11). Toda alma tiene que beber algo de amargura. Los padres cuyo hijo se desvía del camino llegan a conocer una pena imposible de describir; una mujer puede ver cómo se le rompe el corazón cada día ante el trato de un marido cruel e insensible; los miembros que no se casan pueden sufrir penas o decepción. Sin embargo, cuando se bebe de la amarga copa, uno debe aceptar la situación tal como es, y así estirar la mano hacia lo alto y hacia los demás. El presidente Harold B. Lee dijo: ‘No permitan que la compasión por uno mismo o la desesperación les aleje del camino que saben que es correcto’. El Salvador fijó el curso: debemos nacer de nuevo en espíritu y corazón” (véase “Nacer de nuevo”, Liahona, junio de 1998, págs. 2–3).

3 Nefi 11:14–17. Las heridas en Sus manos y en Sus pies y en Su costado

  • Cuando el Salvador resucitado se les apareció a los nefitas, los invitó a palpar las heridas de Sus manos y de Sus pies y de Su costado a fin de que pudieran dar testimonio de Su resurrección (véase 3 Nefi 11:14). El élder Jeffrey R. Holland enseñó que las heridas mortales de Jesucristo son señales de Su sacrificio:

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    La visita de Cristo a América

    “Por más oscuros que parezcan nuestros días, fueron mucho más oscuros para el Salvador del mundo. Como recuerdo de esos días, Jesús, aun con un cuerpo resucitado y perfecto salvo por las marcas, ha decidido retenerlas para el beneficio de Sus discípulos. Esas heridas en Sus manos, en Sus pies y en Su costado son señales, por así decirlo, de que el dolor puede atacar aun al puro y al perfecto; señales, por así decirlo, de que los dolores de este mundo no son pruebas de que Dios no nos ame; señales de que los problemas se solucionan y la felicidad puede ser nuestra. Recuerden a los demás que el Cristo herido es el Capitán de nuestra alma, el que lleva todavía las cicatrices de nuestro perdón, las lesiones de Su amor y de Su humildad, la carne desgarrada de la obediencia y el sacrificio.

    “Esas marcas son la forma principal en que lo reconoceremos cuando venga. Puede que nos invite, como invitó a otros, a verlas y palparlas. Si no lo hicimos antes, con seguridad en ese momento recordaremos, junto con Isaías, que fue por nosotros que un Dios fue ‘despreciado y desechado… varón de dolores y experimentado en quebranto’ que ‘herido fue por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por sus heridas fuimos nosotros sanados’ (Isaías 53:3, 5)” (véase “Enseñando, predicando, sanando”, Liahona, enero de 2003, pág. 22).

3 Nefi 11:16–21. Hosanna

  • “El término Hosanna es la transliteración de un vocablo hebreo de súplica que en esencia significa: ‘¡Oh, concédenos salvación!’. Evidentemente la gente pedía que el Salvador les enseñara el camino hacia la salvación, de manera que no es de sorprenderse que Él inmediatamente les enseñara los principios y las ordenanzas básicos del Evangelio” (Daniel H. Ludlow, A Companion to Your Study of the Book of Mormon, 1976, págs. 261–262).

3 Nefi 11:21–27. La importancia del bautismo

  • Parece que había algo de contención entre los nefitas en lo referente a la manera de bautizar. El Señor dejó en claro cómo se debía efectuar la ordenanza. El presidente Boyd K. Packer explicó la importancia del bautismo y advirtió que no debemos alterar esta ordenanza sagrada:

    “El bautismo por inmersión para la remisión de los pecados es la primera ordenanza. El bautismo debe ser por inmersión, ya que representa tanto el levantarse de la muerte temporal, de la tumba, como la limpieza necesaria para ser redimidos de la muerte espiritual.

    “…Según el plan, el bautismo no es sólo la entrada en la Iglesia de Jesucristo, sino que da inicio a un renacimiento espiritual que puede a la larga llevarnos a la presencia de Dios.

    “Si realmente entendiéramos lo que significa el bautismo, jamás lo consideraríamos poco importante, ni alteraríamos la forma de esta sagrada ordenanza… Por medio de la Santa Cena renovamos el convenio” (Our Father’s Plan, 1984, págs. 39–40).

3 Nefi 11:28–30.
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Dominio de las Escrituras
Evitar la contención

  • El presidente Henry B. Eyring nos ayuda a entender que el Espíritu de Dios no conduce a la gente a la contención: “Entre aquellos que poseen ese Espíritu, podemos esperar que exista la armonía. El Espíritu imparte a nuestro corazón el testimonio de la verdad, el cual unifica a quienes lo comparten. El Espíritu de Dios nunca causa contención (véase 3 Nefi 11:29). Nunca genera entre las personas los sentimientos de discriminación que conducen a los conflictos (véase Joseph F. Smith, Doctrina del Evangelio, quinta edición, 1939, pág. 126). Conduce a la paz personal y a un sentimiento de unión con los demás. Unifica las almas. Una familia unida, una Iglesia unida y un mundo en paz dependen de la unificación de las almas” (véase Liahona, julio de 1998, pág. 73).

  • El presidente Thomas S. Monson contó una historia que pone de manifiesto las bendiciones que se reciben al evitar la contención. Después de leer 3 Nefi 11:28–30 , dijo:

    “Permítanme terminar con un relato de dos hombres que fueron héroes para mí. Sus actos de valentía no tuvieron lugar a nivel nacional, sino en un pacífico valle conocido con el nombre de Midway, Utah.

    “Hace muchos años, Roy Kohler y Grant Remund prestaron servicio juntos en cargos de la Iglesia. Eran los mejores amigos; ambos labradores de la tierra y lecheros. Entonces surgió un malentendido que causó un distanciamiento entre ellos.

    “Tiempo después, cuando Roy Kohler enfermó gravemente de cáncer y le quedaba poco tiempo de vida, mi esposa Frances y yo fuimos a verlo a él y a su esposa, y le di una bendición. Más tarde, mientras hablábamos, el hermano Kohler dijo: ‘Quisiera contarles una de las experiencias más hermosas de mi vida’. Entonces nos contó del malentendido ocurrido con Grant Remund y del posterior distanciamiento que había tenido lugar. Su comentario fue: ‘No nos podíamos ni ver’.

    “‘Entonces’, continuó Roy, ‘yo había terminado de almacenar la alfalfa para el invierno que se avecinaba, cuando una noche, como resultado de una combustión espontánea, la alfalfa se incendió y se quemó completamente, lo cual también ocurrió con el granero y con todo lo que había en él. Me sentía desolado’, dijo Roy. ‘No sabía qué hacer. La noche era oscura, con excepción de las brasas que poco a poco se extinguían. Entonces vi que se acercaban por la carretera, en dirección de la propiedad de Grant Remund, las luces de tractores y de equipo pesado. Cuando el “grupo de rescate” ingresó por la entrada de mi granja y me encontró hecho un mar de lágrimas, Grant dijo: “Roy, es increíble el desastre que te ha quedado para limpiar; pero no te preocupes, mis muchachos y yo estamos aquí. Manos a la obra”’. Juntos se ocuparon del trabajo. La cuña escondida que los había separado por un corto tiempo desapareció para siempre. Trabajaron toda la noche hasta el día siguiente, junto con otra gente del lugar que se había unido a ellos.

    “Roy Kohler murió, y Grant Remund está ya mayor. Los hijos de ambos prestaron servicio juntos en el obispado del mismo barrio. Atesoro de verdad la amistad de esas dos extraordinarias familias” (véase Liahona, julio de 2002, pág. 22).

3 Nefi 11:28–40. Jesús habló de Su doctrina

  • La frase “mi doctrina” se repite ocho veces en los versículos 28–40 de 3 Nefi 11. El Señor presentó su doctrina como arrepentimiento y bautismo. Empleando un lenguaje parecido, en 2 Nefi 31, Nefi dedicó bastante tiempo a describir lo que él llamó “la doctrina de Cristo”; incluyó la fe, el arrepentimiento, el bautismo, el Espíritu Santo, el estudio de las Escrituras y el perseverar hasta el fin en su lista de doctrinas de Cristo. Posteriormente, cuando el Señor visitó al pueblo del Libro de Mormón, Él repitió estos mismos principios (véase 3 Nefi 27) y los llamó “mi evangelio”. Estos principios nos hacen recordar Artículos de Fe 1:4: “Creemos que los primeros principios y ordenanzas del Evangelio son: primero, Fe en el Señor Jesucristo; segundo, Arrepentimiento; tercero, Bautismo por inmersión para la remisión de los pecados; cuarto, Imposición de manos para comunicar el don del Espíritu Santo”.

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    Jesús con los apóstoles nefitas

Para meditar

  • ¿Por qué la oscuridad total es una señal y un símbolo adecuado para marcar la muerte del Salvador?

  • ¿Cómo ha intentado el Señor integrarlo a usted al rebaño de Él?

  • ¿Cómo obtiene una persona “un corazón quebrantado” y “un espíritu contrito”? (3 Nefi 9:20).

  • ¿Qué diferencia hay entre el “espíritu de contención” (3 Nefi 11:29) y el conversar para resolver un desacuerdo? ¿Cómo pueden las personas estar en desacuerdo sin volverse contenciosas?

Tareas sugeridas

  • Los únicos que se salvaron de la destrucción de la venida del Señor fueron quienes habían recibido a los profetas. Enumere las instrucciones pronunciadas por el profeta y los miembros del Quórum de los Doce Apóstoles en las sesiones de una conferencia general reciente. Haga un plan para implementarlas en su vida.

  • Tanto Nefi como Samuel el lamanita profetizaron de manera específica acerca de la devastación que tendría lugar en América poco después de que Jesucristo muriese en Jerusalén. Compare las profecías de 2 Nefi 26:3–9 y Helamán 14:20–27 con sus cumplimientos en 3 Nefi 8:5–23.

  • Son muy pocas las personas en la historia del mundo que han oído la voz real de Dios el Padre hablarles. Haga un cuadro en el que compare las palabras del Padre Celestial cuando habló en el bautismo de Jesús (véanse Mateo 3:17; Marcos 1:11; Lucas 3:22), en el Monte de la Transfiguración (véanse Mateo 17:5; Marcos 9:7; Lucas 9:35), a los nefitas (3 Nefi 11:7); y al profeta José Smith (José Smith—Historia 1:17). Describa la importancia de cada una de esas declaraciones.