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Tentación


Tentación

Tal como profetizó el apóstol Pablo, los últimos días son “tiempos peligrosos” (2 Timoteo 3:1). La influencia del adversario es extensa y seductora, pero tú puedes derrotar a Satanás y vencer sus tentaciones. Nuestro Padre Celestial te ha dado el don del albedrío, la facultad de escoger el bien en lugar del mal; y tú puedes “[humillarte] ante el Señor, e [invocar] su santo nombre, y [velar] y [orar] incesantemente, para que no [seas tentado] más de lo que [puedas] resistir” (Alma 13:28). Al obedecer los mandamientos por tu propia voluntad, nuestro Padre Celestial te fortalecerá para que resistas la tentación.

El siguiente consejo te ayudará a vencer la tentación:

Centra tu vida en el Salvador. El profeta Helamán aconsejó a sus hijos: “Recordad, hijos míos, recordad que es sobre la roca de nuestro Redentor, el cual es Cristo, el Hijo de Dios, donde debéis establecer vuestro fundamento, para que cuando el diablo lance sus impetuosos vientos, sí, sus dardos en el torbellino, sí, cuando todo su granizo y furiosa tormenta os azoten, esto no tenga poder para arrastraros al abismo de miseria y angustia sin fin, a causa de la roca sobre la cual estáis edificados, que es un fundamento seguro, un fundamento sobre el cual, si los hombres edifican, no caerán” (Helamán 5:12).

Ora pidiendo fortaleza. Cuando el Salvador resucitado apareció a los nefitas, enseñó a la multitud: “Debéis velar y orar siempre, no sea que entréis en tentación; porque Satanás desea poseeros para zarandearos como a trigo. Por tanto, siempre debéis orar al Padre en mi nombre” (3 Nefi 18:18–19). En los últimos días, ha dado un consejo similar: “Ora siempre para que salgas triunfante; sí, para que venzas a Satanás y te libres de las manos de los siervos de Satanás que apoyan su obra” (D. y C. 10:5).

Estudia diariamente las Escrituras. Al estudiar las verdades del Evangelio y aplicarlas a ti mismo(a), el Señor te bendecirá con poder para resistir la tentación. Nefi enseñó: “Quienes escucharan la palabra de Dios y se aferraran a ella, no perecerían jamás; ni los vencerían las tentaciones ni los ardientes dardos del adversario para cegarlos y llevarlos hasta la destrucción” (1 Nefi 15:24; véase también Helamán 3:29–30).

Llena tu vida de bondad. Hay tantas cosas buenas que puedes escoger que no hay necesidad de participar del mal. Si tu vida está llena de esas cosas buenas, no habrá espacio para nada más.

Evita los lugares y las situaciones de tentación. No puedes evitar totalmente la tentación, pero sí puedes evitar los lugares o situaciones en los que probablemente seas tentado; además, puedes evitar el material inapropiado que hay en las revistas, en los libros, en la televisión, en el cine, en la música y en internet.

Esfuérzate por ejercer una buena influencia en los demás. Poco antes de padecer en el jardín de Getsemaní, el Salvador oró por Sus discípulos: “No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo” (Juan 17:14–18). Como discípulo de Cristo en estos últimos días, tú puedes estar en el mundo sin ser “del mundo”; además de evitar la tentación tú mismo, puedes influir en otras personas para que vivan una vida buena y sana. Debes dar un ejemplo de rectitud, ser un buen amigo, prestar servicio a la comunidad y, cuando sea apropiado hacerlo, dejar que se escuche tu voz en defensa de los valores morales.

Nunca titubees en tu decisión de resistir la tentación. Esfuérzate por seguir el ejemplo del Salvador, el cual “sufrió tentaciones pero no hizo caso de ellas” (D. y C. 20:22). Cuando Satanás tentó a Jesús en el desierto, el Señor nunca flaqueó. Su respuesta fue inmediata y firme: “Vete de mí, Satanás” (Lucas 4:8). Mediante tus pensamientos, palabras y hechos correctos, podrás responder a las tentaciones del adversario con la misma convicción. “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros” (Santiago 4:7–8).