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Abuso o maltrato


Abuso o maltrato

El abuso o maltrato es tratar a otra persona o a sí mismo de una manera que cause daño u ofensa; es algo que hiere la mente y el espíritu y con frecuencia daña también el cuerpo; puede causar confusión, duda, falta de confianza y temor. Es una violación de las leyes de la sociedad y está en total oposición a las enseñanzas del Salvador. El Señor condena la conducta abusiva en todas sus formas: física, sexual, verbal o emocional. La conducta abusiva puede ser motivo de quedar sujeto a la disciplina de la Iglesia.

Consejo para la persona que abuse o maltrate a otra

Si has sido abusivo(a) en cualquier tipo de relación, debes arrepentirte de tu pecado. Ruega al Señor que te perdone, y pide perdón a aquellos a quienes hayas lastimado. Habla con tu obispo o con tu presidente de rama para que él te ayude con el proceso del arrepentimiento y, si es necesario, que te ayude a recibir consejos, terapia u otra ayuda adicionales.

Si lo que te ha provocado una conducta abusiva ha sido un sentimiento de ira, aprende a dominar tu mal genio. Acude al Señor en oración y pídele que te ayude. Con una perspectiva eterna, te darás cuenta de que tu ira casi siempre surge en respuesta a cosas que no son muy importantes.

Si eres culpable de abuso sexual, procura disciplinar tu mente. Recuerda que tus pensamientos tienen un impacto poderoso en la vida: “Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él” (Proverbios 23:7). Aléjate de la pornografía y de cualquier cosa que podría estimular un deseo sexual inmoral. Ora por la facultad de que “la virtud engalane tus pensamientos incesantemente” (D. y C. 121:45).

Ayuda para víctimas del abuso o maltrato

Si eres víctima de abuso o maltrato, busca ayuda de inmediato. Habla con tu líder del sacerdocio, por lo general tu obispo o tu presidente de rama, pero a veces un miembro de la presidencia de estaca o de distrito. Él te ayudará a saber lo que debes hacer.

Ten la certeza de que no eres culpable de la conducta hiriente de otras personas. No debes sentirte culpable. Si has sido víctima de violación o de otra forma de abuso sexual, tanto si has sido abusado por un conocido, por un extraño o incluso por alguien de la familia, tú no eres culpable de pecado sexual, sino que debes saber que eres inocente y que tu Padre Celestial te ama.

Ora por la paz que se recibe sólo por medio de Jesucristo y de Su expiación (véase Juan 14:27; 16:33). El Salvador ha experimentado todos tus dolores y aflicciones, incluso los provocados por otras personas, y Él sabe cómo ayudarte (véase Alma 7:11–12). En lugar de buscar venganza, concéntrate en los asuntos que puedes controlar; por ejemplo, en tu propia perspectiva de la vida. Ora pidiendo fortaleza para perdonar a los que te hayan lastimado.

Continúa buscando la ayuda del líder del sacerdocio para que él te guíe por un proceso que te permita sanar emocionalmente. A través de las bendiciones del Evangelio, puedes poner un alto al ciclo del abuso y el maltrato, y quedar libre del sufrimiento que hayas experimentado.