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Juzgar a los demás


Juzgar a los demás

A veces la gente piensa que es incorrecto juzgar de cualquier manera a otras personas. Aunque es verdad que no debes condenar a los demás ni juzgarlos injustamente, será necesario que en el transcurso de tu vida juzgues conceptos, situaciones y personas. El Señor ha dado muchos mandamientos que no nos son posible guardar sin formar juicios. Por ejemplo, Él ha dicho: “Guardaos de los falsos profetas… Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:15–16) y “salid de entre los inicuos” (D. y C. 38:42). En muchas de las decisiones que tendrás que tomar, será necesario que te formes un juicio de las personas; por ejemplo, al escoger a tus amistades, al votar por líderes del gobierno y al elegir a tu compañero(a) eterno(a).

El juzgar es un empleo importante del albedrío y requiere gran cuidado, en especial al formar juicios acerca de otras personas. Todos tus juicios deben ser guiados por las normas de rectitud. Recuerda que sólo Dios, que conoce el corazón de todos, puede hacer el juicio final de las personas (véase Apocalipsis 20:12; 3 Nefi 27:14; D. y C. 137:9).

El Señor nos ha dado una advertencia para guiarnos en los juicios que nos formemos de los demás: “Porque con el juicio con que juzguéis, seréis juzgados; y con la medida con que midáis, se os volverá a medir. Y ¿por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, mas no te fijas en la viga que está en tu propio ojo? O ¿cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí, hay una viga en tu propio ojo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu propio ojo; y entonces verás claramente para sacar la paja del ojo de tu hermano” (3 Nefi 14:2–5).

En ese pasaje de las Escrituras, el Señor enseña que la falta que veamos en otra persona a menudo es como una paja en el ojo de ella, en comparación con nuestras propias faltas, que son como una enorme viga en nuestros ojos. A veces nos concentramos en las faltas de los demás cuando debiéramos estar esforzándonos por mejorar nuestra propia persona.

Los juicios justos que te formes de otras personas pueden proveerles a ellas la guía que necesiten y, en algunos casos, te brindarán protección a ti y a tu familia. Aborda cualquier juicio de ese tipo con cuidado y compasión. En lo posible, juzga las situaciones de las personas en lugar de juzgar a las personas mismas. Siempre que sea posible, evita juzgar hasta que tengas un buen conocimiento de los hechos y sé siempre sensible al Espíritu Santo, que puede guiarte en tus decisiones. Recuerda el consejo que Alma dio a su hijo Coriantón: “Procura ser misericordioso con tus hermanos; trata con justicia, juzga con rectitud, y haz lo bueno sin cesar” (Alma 41:14).