Capítulo 52
La destrucción de los jareditas
Pasaron muchos años, y los jareditas se volvieron inicuos. El Señor envió profetas para decirles que se arrepintieran o serían destruidos.
La gente no escuchó a los profetas; intentaron matarlos.
Hubo guerras y hambre en la tierra. Muchos jareditas murieron.
El Señor envió a otro profeta, llamado Éter. Él predicaba desde la mañana hasta la noche, diciendo a los jareditas que creyeran en Dios y se arrepintieran.
Éter dijo a los jareditas que si creían en Dios, algún día vivirían con el Padre Celestial en un mundo mejor.
Éter dijo a los jareditas muchas cosas importantes, pero no le creyeron. Lo obligaron a irse de la ciudad.
Éter se escondía en una cueva durante el día a fin de que no lo mataran. De noche salía para ver lo que les estaba ocurriendo a los jareditas.
Él terminó de escribir la historia de los jareditas mientras estaba escondido.
El Señor envió a Éter ante Coriántumr, que era un rey jaredita inicuo. Éter le dijo que se arrepintiera o viviría para ver morir a todo su pueblo.
Coriántumr y su pueblo no se arrepintieron. Él trató de hacer matar a Éter, pero éste huyó y se escondió en la cueva.
La gente era tan inicua que el Señor maldijo la tierra. No podían dejar sus herramientas o sus espadas en ningún lugar porque al día siguiente esos objetos habrían desaparecido.
Todos los jareditas peleaban en las guerras, incluso las mujeres y los niños. Coriántumr guiaba un ejército y otro hombre llamado Shiz, guiaba el otro.
Coriántumr y Shiz eran hombres inicuos. El Espíritu Santo se había alejado de los jareditas a causa de la iniquidad de ellos. Satanás tenía completo poder sobre ellos.
Los jareditas lucharon hasta que Coriántumr y Shiz eran los únicos que quedaban. Cuando Shiz se desmayó por haber perdido mucha sangre, Coriántumr le cortó la cabeza.
La profecía de Éter se cumplió: Coriántumr fue el último jaredita que quedó con vida. La gente de Zarahemla lo encontró.
Éter terminó de escribir la historia de los jareditas. Ellos habían sido destruidos a causa de su iniquidad. Más tarde, los nefitas encontraron los registros de los jareditas.