Capítulo 49
Mormón y sus enseñanzas
Con el tiempo, casi todas las personas se volvieron inicuas, tanto los nefitas como los lamanitas.
Un hombre justo llamado Ammarón tenía a su cargo los registros sagrados. El Espíritu Santo le indicó que los escondiera para que así estuvieran seguros.
Ammarón le dijo a Mormón, un niño de diez años, dónde estaban escondidos los registros. Ammarón sabía que podía confiar en Mormón.
Cuando cumpliera 24 años de edad, Mormón habría de obtener las planchas de Nefi y escribir en ellas la historia de su pueblo.
Cuando Mormón tenía 11 años, se desató una guerra entre los nefitas y los lamanitas. Los nefitas ganaron y hubo paz nuevamente.
Pero los nefitas eran tan inicuos que el Señor se llevó a los tres discípulos, con lo cual no hubo más milagros ni sanidades. La gente no recibió más la guía del Espíritu Santo.
Cuando Mormón tenía 15 años de edad, Jesucristo lo visitó; Mormón aprendió más acerca del Salvador y de Su bondad.
Mormón quería predicar al pueblo, pero Jesús le dijo que no, porque la gente era demasiado inicua. Sus corazones estaban en contra de Dios.
Al poco tiempo empezó otra guerra. Mormón era alto y fuerte, y los nefitas lo escogieron para que dirigiera su ejército.
Los nefitas lucharon contra los lamanitas por muchos años. Mormón trató de alentar a su pueblo a luchar por sus hogares y sus familias.
No obstante, los nefitas se habían vuelto tan inicuos que el Señor no los ayudaba.
Mormón dijo a los nefitas que se salvarían sólo si se arrepentían y se bautizaban; pero el pueblo se negó a hacerlo.
Ellos se jactaron de su fuerza, diciendo que matarían a todos los lamanitas. Debido a la iniquidad de los nefitas, Mormón se negó a seguir siendo su líder.
Los lamanitas empezaron a derrotar a los nefitas en cada batalla; Mormón decidió dirigir nuevamente los ejércitos nefitas.
Él sabía que los nefitas inicuos no ganarían la guerra; no se arrepintieron ni oraron para pedir la ayuda que necesitaban.
Mormón sacó todos los registros de la colina donde Ammarón los había escondido y escribió para la gente que algún día leería ese registro.
Él deseaba que todos, incluso los judíos, supieran acerca de Jesucristo, se arrepintieran y fueran bautizados, vivieran el Evangelio y fueran bendecidos.
El Espíritu inspiró a Mormón a juntar las planchas menores de Nefi, las cuales contenían las profecías acerca de la venida de Cristo, con las planchas de Mormón.
Mormón llevó a los nefitas a la tierra de Cumorah, en donde se prepararon para luchar de nuevo en contra de los lamanitas.
Mormón estaba envejeciendo; él sabía que ésta sería la última batalla. Él no quería que los lamanitas encontraran los registros sagrados y los destruyeran.
De modo que dio las planchas de Mormón a su hijo Moroni, y ocultó el resto de las planchas en el cerro de Cumorah.
Los lamanitas atacaron y mataron a todos los nefitas, menos a 24. Mormón resultó herido.
Mormón estaba triste por la muerte de tantos nefitas, pero él sabía que habían muerto porque habían rechazado a Jesús.
Mormón había tratado de enseñar la verdad a los nefitas; les había dicho cuán importante era tener fe en Jesucristo.
Había tratado de enseñarles a tener esperanza por medio de la expiación de Jesucristo y a tener caridad, que es el amor puro de Cristo.
Y Mormón le había escrito cartas a su hijo Moroni, quien también había enseñado el Evangelio a los nefitas.
Mormón escribió acerca de la terrible iniquidad de los nefitas. Le pidió a Moroni que permaneciera fiel a Jesucristo.
Los lamanitas mataron a Mormón y a todos los nefitas, menos a Moroni, quien terminó de escribir los registros.