Capítulo 31
El capitán Moroni derrota a Zerahemna
Los nefitas querían conservar libres sus tierras y sus familias; también deseaban ser libres de adorar a Dios.
El capitán Moroni era el líder de los ejércitos nefitas. Cuando los lamanitas fueron a luchar contra ellos, Moroni y sus ejércitos les hicieron frente en la tierra de Jersón.
El capitán Moroni había preparado a su ejército con armas, escudos, armaduras y ropa gruesa.
Los lamanitas tenían un ejército más grande, pero se asustaron cuando vieron las armaduras de los nefitas; los lamanitas llevaban puesta muy poca ropa.
El ejército lamanita no se atrevió a luchar contra el ejército del capitán Moroni; los lamanitas huyeron al desierto y decidieron atacar otra ciudad nefita.
Moroni envió espías para vigilar a los lamanitas. Además, le pidió a Alma que orara al Señor para pedirle ayuda. El Señor le hizo saber a Alma el lugar donde los lamanitas atacarían.
Cuando Moroni recibió el mensaje de Alma, dejó algunos soldados para proteger Jersón y marchó con el resto del ejército para encontrarse con los lamanitas.
Los soldados del capitán Moroni se escondieron a ambos lados del río Sidón, y esperaron para atrapar al ejército lamanita.
Comenzó la batalla y los lamanitas intentaron escapar cruzando el río, pero del otro lado los esperaban más nefitas.
Luchando más fuerte de lo que jamás lo habían hecho, Zerahemna y su ejército mataron a muchos nefitas, quienes suplicaron al Señor que les ayudara.
El Señor fortaleció al ejército nefita. El ejército rodeó a los lamanitas, y Moroni dio la orden de que no pelearan más.
Moroni le dijo a Zerahemna que los nefitas no querían matar a los lamanitas ni hacerlos sus esclavos.
Moroni dijo que los lamanitas no podían destruir la fe que los nefitas tenían en Jesucristo. Dijo que Dios continuaría ayudando a los nefitas en la batalla en tanto permanecieran fieles.
Moroni le ordenó a Zerahemna que le entregara las armas de guerra; dijo que no los matarían si prometían que nunca más pelearían contra los nefitas.
Zerahemna le entregó a Moroni las armas pero no le prometió que no volverían a luchar contra ellos. Moroni le devolvió las armas para que los lamanitas pudieran defenderse.
Zerahemna se lanzó hacia Moroni para matarlo, pero un soldado nefita le dio un golpe a la espada de Zerahemna y la quebró.
Entonces el soldado le cortó a Zerahemna el cuero cabelludo, lo colocó en la punta de su espada y la levantó en alto.
Les dijo que los lamanitas caerían del mismo modo que el cuero cabelludo había caído a tierra, a menos que entregaran sus armas y prometieran que no volverían a luchar.
Muchos lamanitas colocaron sus armas a los pies de Moroni y prometieron que no volverían a luchar. Se les permitió irse en libertad.
Enfurecido, Zerahemna incitó al resto de los soldados a luchar. Los soldados de Moroni mataron a muchos de ellos.
Cuando Zerahemna vio que él y sus hombres estaban a punto de ser destruidos, le suplicó a Moroni que les perdonara la vida; prometió que nunca más lucharía contra los nefitas.
Moroni detuvo la lucha y tomó las armas de los lamanitas. Una vez que hicieron la promesa de no luchar, los lamanitas se marcharon.