Capítulo 37
Nefi y Lehi son encarcelados
Helamán enseñó a sus hijos a creer en Jesucristo; aprendieron que el perdón se obtiene mediante la fe y el arrepentimiento.
Nefi y Lehi salieron a predicar la palabra de Dios a los nefitas y a los lamanitas; miles de personas fueron bautizadas.
Cuando Nefi y Lehi fueron a la tierra de Nefi, un ejército lamanita los echó en la prisión sin darles alimento durante muchos días.
Los lamanitas fueron a la cárcel a matar a Nefi y a Lehi, pero no pudieron hacerlo porque éstos estaban protegidos por un círculo de fuego que quemaba a cualquiera que tratara de tocarlos.
A Nefi y a Lehi no los quemaba el fuego y dijeron a los lamanitas que el poder de Dios los protegía.
La tierra y los muros de la prisión empezaron a sacudirse; una nube de obscuridad cubrió a los que estaban en la prisión y sintieron temor.
Por encima de la nube de tinieblas se oyó una voz; era como un susurro, pero todos podían oírla.
La voz les dijo que se arrepintieran y dejaran de intentar matar a Nefi y a Lehi.
La voz habló tres veces, y la tierra y los muros de la prisión continuaron sacudiéndose. Los lamanitas no podían huir a causa de la obscuridad y del gran temor que sentían.
Un nefita que había sido miembro de la Iglesia vio que el rostro de Nefi y el de Lehi brillaban a través de la obscuridad.
Nefi y Lehi estaban mirando hacia el cielo y hablaban; el hombre dijo a los lamanitas que miraran y ellos se preguntaban con quién conversarían Nefi y Lehi.
El hombre, que se llamaba Amínadab, dijo a los lamanitas que Nefi y Lehi conversaban con ángeles.
Los lamanitas preguntaron a Amínadab qué podían hacer para que se quitase la nube de tinieblas; él les dijo que se arrepintieran y oraran hasta que tuvieran fe en Jesucristo.
Los lamanitas oraron hasta que se dispersó la nube de tinieblas.
Cuando se disipó la obscuridad, vieron que todos ellos estaban rodeados por una columna de fuego; el fuego no los quemaba ni a ellos ni los muros de la prisión.
Los lamanitas sintieron gran gozo y el Espíritu de Dios llenó sus corazones.
El susurro de una voz dijo que serían consolados a causa de su fe en Jesucristo.
Los lamanitas miraron hacia arriba para ver de dónde provenía la voz y vieron ángeles descender del cielo.
Unas 300 personas vieron y oyeron lo que ocurrió en la prisión; ellas salieron para darlo a conocer a los demás.
La mayoría de los lamanitas les creyeron y abandonaron sus armas de guerra.
Los lamanitas dejaron de odiar a los nefitas y les devolvieron sus tierras. Los lamanitas llegaron a ser más justos que los nefitas.
Muchos lamanitas salieron con Nefi y con Lehi a enseñar tanto a los nefitas como a los lamanitas.