2021
La luz de Cristo
Agosto de 2021


Ven, sígueme

La luz de Cristo

Doctrina y Convenios 88

“Esta es la luz de Cristo. Como también él está en el sol, y es la luz del sol, y el poder por el cual fue hecho” (Doctrina y Convenios 88:7)

Imagen
illustration full of light, stars, and clouds representing the universe

Centro: Imagen por Cary Henrie.

En Doctrina y Convenios 88:7–10 se habla de cómo la verdad “brilla” y es la luz de Cristo. Se dice que Él es o está en la luz del sol, de la luna y de las estrellas, y que es el poder por el cual estos y la tierra fueron hechos.

La luz es uno de los entes más profundos y esenciales de la naturaleza. Lleva energía, calor e información a todo el gélido vacío del espacio de una manera que la ciencia aún trata de comprender. Solo conocemos dos cosas que posiblemente podría ser: una corriente de partículas llamadas “fotones” o una ola de energía que se encuentra en un “campo” continuo que surca el espacio. A pesar de los considerables esfuerzos que se han hecho a lo largo de cientos de años, aún no podemos afirmar cuál de las dos es, ya que parece ser ambas cosas a la vez.

Por supuesto, nuestra falta de entendimiento no nos impide beneficiarnos de la luz. La luz del sol calienta la tierra y le da energía, lo cual hace posible la vida. Podemos vivir nuestra vida diaria gracias a que podemos ver y solamente podemos ver porque la luz fluye en la inmensidad del espacio a partir de todas las cosas que resplandecen o que la reflejan. La luz nos permite saber y aprender cuando nos toca los ojos. Gracias a ella, podemos actuar, progresar y crecer. Si se quitara la luz, todo sería una gélida desolación poco edificante. En un lugar carente de luz, las personas solamente pueden tropezar en la oscuridad.

Por consiguiente, no es de extrañar que la luz que brilla se compare con la luz de Cristo. La verdad junto con la caridad, la paz, la rectitud y toda clase de bienes fluyen del Salvador hacia nosotros. Al igual que la luz física nos da entendimiento de las cosas físicas al tocarnos los ojos, la luz de Cristo nos da entendimiento de las cosas espirituales al tocarnos el corazón. Debido a que el universo está lleno de la luz de Cristo, podemos aprender, progresar y crecer espiritualmente. Si se quitara la luz de Cristo, todo sería una desolación sin sentido en la que no habría edificación. Las personas que carecen de esta luz tropiezan en la helada oscuridad del error sin tener ninguna guía.

Los siguientes versículos de las Escrituras dicen que Cristo es luz y el poder mediante el cual fueron hechos los cuerpos celestes. Los astrónomos aseguran que la fuerza de la gravedad, el calor y la interacción atómica fueron las que crearon las estrellas, el sol, la tierra y la luna, y que de ellas recibieron la naturaleza que poseen. Esto es verdad, pero parafraseando a Richard Feynman, ganador del Premio Nobel, nosotros los científicos describimos la manera en que esas fuerzas creativas trabajan sin saber realmente por qué son lo que son. Preguntar por qué es preguntar cuál es el verdadero propósito de las fuerzas. Estos pasajes de las Escrituras nos indican que Cristo, y con Él la obra y la gloria de Dios de llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre (véase Moisés 1:39), se encuentra en el propósito y en la razón mismos de que haya un universo físico, en primer lugar.

La luz física sirve como símbolo de la luz espiritual de Cristo. En Doctrina y Convenios 88:11 aprendemos que podría haber una conexión mayor que una simple metáfora. El pasaje dice: “Y la luz que brilla, que os alumbra, viene por medio de aquel que ilumina vuestros ojos, y es la misma luz que vivifica vuestro entendimiento”. Esto parece sugerir que la luz física y la luz espiritual son manifestaciones distintas de una misma cosa. Para la ciencia tal vez sea difícil comprender la esencia de la luz debido a que la investigación científica por sí sola no ofrece un panorama completo. Es posible que un entendimiento de la luz deba incluir la propia naturaleza de Jesucristo mismo a fin de que sea completo. Cuando entendamos de una vez por todas los procesos por los cuales Dios nos ilumina, será entonces y solo entonces que también comprenderemos la naturaleza física de la luz y, con ello, la naturaleza de Su universo.